
Capítulo 4
Bucky parpadea. Y se encuentra a sí mismo en un carruaje cerrado, los caballos al frente tirando de él a un rápido y recto paso.
“¿Vas a vomitar?”
Bucky mueve la cabeza a un lado. El mundo gira a su alrededor. Hay alguien a su lado. No sabe quién es al principio, no con la barrera borrosa a su alrededor.
“¿Bucky?”
Steve. Su esposo. La idea hace le revuelve el estómago y, sí. Sí. Va a vomitar. Quiere asentir y no sabe si lo hace hasta que Steve golpea con su puño en el techo.
“¿Conductor? Detenga el carruaje.”
Los clips y clops de las coces de los caballos gradualmente se detienen hasta que lo único que Bucky puede escuchar son sus bufidos.
“Vamos.” Steve lo toma con cuidado del brazo izquierdo, y Bucky se aleja sin pensar. Su esposo suspira, pero le ofrece su mano, así que Bucky pone su derecha en ella y acepta la ayuda para salir del carruaje.
Bucky de inmediato da trompicones mientras trata de llegar al lado del camino. De tierra por alguna razón. Está agachado, moviéndose de un lado a otro mientras su cuerpo da arcadas, tratando de librarse de las toxinas que forzó sin piedad en él. Su estómago está molesto con él, y su cerebro, está seguro, se burla de él. Disfrutando su sufrimiento de ahora por no haberlo escuchado más temprano. Haha, dice, ¿lo ves? ¿Qué te dije?
Cállate, le dice Bucky. No estoy hablando contigo.
Nunca me escuchas de todos modos.
Algo tibio y firme está en su cadera. Lo mantiene en pie mientras continua vomitando. Algo tibio está en su espalda también, moviéndose de arriba abajo. Se siente bien. Bueno y confortable. Lo mantiene en pie. Sus entrañas se revuelven y convulsionan de nuevo y la garganta de Bucky arde. Y ahí vienen las palabras de disculpa. Palabras que va a vomitar, también.
“Lo siento,” Dice, compungido y sentimental, el licor aun quemándolo. “Yo...” Escupe. “Lo siento. Steve.” Cierto. Steve. Su esposo. Evitando que caiga en su propio vómito. “Lo siento.”
“Shh,” la mano de Steve sigue acariciando su espalda. “Te tengo.”
No debería tenerlo. Si tan solo supiera. Si supiera, abandonaría a Bucky aquí al lado de este camino sin nombre.
Las arcadas se detienen. Bucky se queda encorvado por unos momentos más antes de levantarse a duras penas. Un par de manos toman sus hombros. Steve debe estar preocupado de que vaya a caer al suelo.
“¿Estás bien? ¿Te sientes mejor?”
“No. Si... un poco.”
Bucky mira a los lados, tratando de absorber sus alrededores. Están en un camino de tierra, planicies de pasto a ambos lados. La ciudad se ve en la distancia. Aún puede ver las brillantes luces. Círculos que danzan contra el cielo oscuro. Pero no puede oler el smog. El aire es más limpio y fresco aquí. Bucky no sabe cómo llegaron ahí, no recuerda haberse ido del Ayuntamiento. ¿Se desmayó?
Hay algo frío en sus manos. Un vaso. Y Steve lo acerca a sus labios.
“Agua,” Le dice él. “Escupe. Luego bebe.”
Hace lo que le dicen sin chistar. Mueve agua por su boca y escupe el horrible sabor del vómito antes de dar un sorbo más y sentir el frío y fresco líquido calmar el dolor de su garganta. Steve está cerca del carruaje, diciendo al conductor que pueden caminar desde ahí. El conductor le da una lámpara eléctrica a Steve. Steve gira el engranaje de cobre para encenderla, y el área a su alrededor se llena de luz. No hay nada hasta donde Bucky puede ver, pero el chofer hace girar el carruaje de todos modos y los deja ahí.
“¿Puedes caminar?” Le pregunta Steve después, como si la pregunta fuera una especie de reflexión. “¿O necesitas que te cargue?”
Bucky no sabe si está molesto con él o solo bromea. De cualquier modo, continúa dando un bufido de indignación y aprieta la mandíbula.
“Puedo caminar, gracias.”
¿Quién lo dice? Preguntan sus piernas.
Yo lo digo.
Da unos cuantos pasos, aunque no tiene idea de si va en dirección correcta. Trastabilla un poco. Borracho y torpe. Sus piernas se burlan de él, apenas y evita caerse. Steve suspira, y Bucky sigue sin saber qué está pensando.
“Vamos.” Steve rodea su cintura con ambos brazos para ayudarlo a balancearse. “No está tan lejos.”
Bucky quiere discutir. No quiere su ayuda. Pero, en verdad se siente bien que Steve lo ayude. Y quiera o no, necesita ayuda.
“¿Me vas a llevar a un claro para matarme por ser tan mal esposo?” Pregunta, medio en broma—respecto a la parte de ser mal esposo. Está bastante seguro de que Steve no va a matarlo.
De hecho, Steve ríe. “No. No puedo matarte hasta que tengas tu revancha.”
“¿Revancha? ...Oh.” Bucky ríe entre dientes. “Es cierto.”
Hace horas y horas y horas, jugaron ajedrez. Steve ganó. Bucky quería una revancha. Bueno, al menos sabe que su vida está a salvo por lo menos hasta entonces.
“¿A dónde vamos?”
Steve alza la lámpara. Si hay algo en la distancia que esperaba le diera una pista a Bucky, no tiene suerte. Bucky no ve nada más que un largo camino—por el cual sus pies le van a gritar más tarde.
“Um...”
“Nuestra casa de campo.” Le dice Steve.
“Tu...” ¿El ‘nuestra’ significaba que también es suya? “¿Una casa de campo?”
¿Cómo es que no sabe que los Rogers tienen una casa de campo? De algún modo, han logrado mantener una gran vida privada mientras mantienen un alto status social.
“Si.” Con la mano aun sosteniendo la lámpara, señala con el índice. “Justo en la colina.”
Lo único que Bucky ve es una gran y oscura sombra. Pero es algo en la distancia ahora. Sin forma. Haciéndose más grande.
“¿Hay electricidad?”
Bucky se siente tonto preguntando. No porque esté seguro de la respuesta, honestamente no lo está, sino porque está seguro de que lo hace sonar como un niño. La gente fuera de Sociedad raramente tiene electricidad, viven sin ella, sin muchos lujos que la Sociedad tiene. Él puede pasar un día o dos sin ella. Pero Steve ríe.
“Si, bobo. La hay.”
El ‘bobo’ ahí, Bucky piensa que puede ser un apodo afectuoso, pero Steve no dice nada más, y Bucky aún no está seguro de si está molesto con él o no. Debería. Bucky inhala largamente.
Steve huele bien. Su nariz puntualiza.
Así es. Lo noté.
De verdad lo notó. Bucky no está seguro de si es colonia o natural, pero sea como sea, es limpio y fresco. Como otoño y brisas frescas. Steve es tibio, también, como cuando estaban en el salón de la boda. Es un lindo contraste al frío aire otoñal, gentilmente golpeando su piel. El aire más fresco es lindo también, lo ayuda a sentirse sobrio, pero no lo suficiente.
Caminan en silencio el resto del camino. La terracería tiene bordes y es chueca, y Bucky está seguro de que intenta hacer el caminar lo más difícil posible. Pero, como Steve prometió, lo mantiene en pie, nunca lo deja caer no importa cuántas veces sus piernas tratan de hacer que lo haga. Para cuando llegan—en realidad no estaba tan lejos—sus pies cumplen su promesa de estar molestos con él. Como su estómago, han hecho equipo para hacerle la ley del hielo. Le harán saber su molestia pronto, probablemente en el momento más inoportuno.
“Hemos llegado.” Dice Steve mientras abre la puerta.
Por primera vez desde que empezaron a caminar, Steve se aleja de Bucky. El lado derecho de su cuerpo de inmediato llora por la pérdida de su presencia, de su calor y fuerza.
Ya basta. Bucky advierte a ese lado. Solo estás ebrio.
Steve enciende el botón en la pared y las luces parpadean antes de prender por completo.
“Wow...” Murmura Bucky cuando ve el lugar por primera vez. “¿Ésta es una casa de campo?”
Steve se rasca la nuca. “Si. Algo ostentosa, ¿no?”
“Ya lo creo.”
El lugar es absolutamente enorme. Están frente a la sala—eso es lo que Bucky piensa que es—la suave alfombra de color crema les advierte que se quiten los zapatos antes de caminar en ella. Todas las paredes son acabadas en madera, también la mayoría del alto techo, pero no es para nada agobiante, especialmente en contraste con todas las ventanas—y hay docenas de ellas, la lejana pared hecha enteramente de vidrio. A lo lejos, en la esquina izquierda hay una escalera de caracol que lleva al balcón del segundo piso (que tiene miradores hacia la sala), y probablemente a más del segundo piso. Por el pasillo a la izquierda, Bucky puede ver la cocina.
Rompiendo la ley del hielo por un momento, el estómago de Bucky ruge. Tanto él como Steve ven en su dirección. Bucky posa sus dedos izquierdos sobre su estómago, aun viéndolo. Habla de nuevo.
“¿Tienes hambre?” Pregunta Steve.
Bucky asiente. “Un poco.”
“¿Quieres lavarte?” Sugiere. “¿Quitarte el traje?”
Aunque no ha pensado mucho en el traje, cuando Steve lo menciona Bucky se da cuenta de lo incómodo que se siente.
“Sí.”
Steve señala a la derecha. “La puerta está por allá. Habrá ropa en la cama para ti. Um, y el baño está en la segunda puerta a la derecha. Haré algo de comer."
“De acuerdo.”
Pero se queda parado ahí, sintiéndose mareado y de pronto se pone nervioso. Steve comienza a ir a la cocina pero se detiene.
“¿Aún necesitas ayuda?” Pregunta.
“¿Qué? Uh, no. No. Estoy bien.”
Es mentira. Bucky no está cien por ciento seguro de que pueda pasar por este largo corredor sin caerse, pero no necesita que su esposo piense que no puede hacer nada solo, incluso si de verdad está ebrio.
Bucky avanza por el pasillo, asegurándose de dar bien los pasos e ignorando el regaño de la alfombra cuando la pisa con los zapatos puestos. De algún modo, llega a la recámara. Como Steve dijo, hay ropa—pijamas de rayas blancas y azules—extendida en la cama para él.
Dejándose caer en la orilla del colchón—muy tentado a simplemente dormirse así nada más—Bucky se quita los zapatos. Dos golpes en el piso.
¡Por fin! Sus pies gritan de alivio.
Lo siento.
Alza su pie derecho sobre su rodilla, tomándolo con firmeza entre sus dedos y masajeándolo para quitar el dolor. Tras hacer lo mismo con el izquierdo, Bucky se quita el traje, cambiándolo por la pijama que dejaron para él. Es cómoda, no va a negarlo, pero se siente extraña. Estas cosas no son suyas. Bucky no tiene idea si volverá a ver las cosas que ha dejado en su vieja casa. Tal vez eso es parte de lo que los Rogers hacen cuando se casan por debajo de ellos. No es una práctica poco común. Empezar de cero. De golpe. Todo ahora parte de la Casa Rogers. La idea le da escalofríos.
No hay nada que necesite particularmente de su antigua vida. Pero hay cosas que de verdad quiere. Ciertos libros que tienen un lugar especial en su corazón, el reloj de bolsillo de su padre, la tarjeta que Rebecca le dio cuando salió del quirófano, vinilos que ha coleccionado, la foto enmarcada de él con Talia, Clint y Maria. Le gustaría tener su ropa, también, pero supone que podrá vivir con un nuevo guardarropa si es necesario. Sería la segunda vez en dos años, así que no tardaría tanto en acostumbrarse.
Una vez que Bucky cuelga su traje en el gancho vacío tras la puerta—no está seguro de que sea para eso, pero el traje ha sido bueno con él y es demasiado lindo para quedarse tirado en el suelo—se dirige al baño. Asegura la puerta tras de sí. No está seguro de por qué lo hace. Bucky no piensa que Steve vaya a entrar a menos que sienta que debe hacerlo. Tal vez está tratando de mantener otra cosa fuera. Algo que de igual modo lo sigue.
Su reflejo lo observa a través del espejo—el cristal enmarcado con herrería, el escudo Rogers en cada esquina–y lo juzga. Los dedos de Bucky se posan en su cuello, siente calor al contacto, recordando las manos alrededor de este. No sabía que él estaría ahí, no estaba preparado.
No debiste dejar que pasara de todos modos. Dice su cuello.
No fue mi intención.
Su único deseo era bailar con Rebecca. Y lo hizo. Ella lloró en silencio, con su cabeza posada en el pecho de él mientras se mecían al ritmo de la suave música en el impresionante y sorprendente salón.
“Ya te extraño.” Murmuró ella.
Bucky la abrazó con fuerza. “Yo también te extraño, Rebecca.”
Su hermana lucía hermosa en su vestido de noche azul oscuro, con diseños intrincados de encaje en el torso. Rizos delicados caían alrededor de su rostro, haciendo que sus ojos cafés lucieran aún más contra su piel pálida. Es mucho más pequeña que Bucky, siempre lo fue, y no solo porque era siete años menor que él. Incluso si pasaba el resto de su vida en un matrimonio sin amor, estaría feliz de que pudo protegerla de este destino.
“¿Steve parece bueno?”
Para ser honesto, Bucky realmente no estaba seguro. Había demasiadas cosas en su mente, su cuerpo, su corazón, para siquiera darse cuenta de cómo se sentía respecto a Steve, incluso en ese corto tiempo que pasaron a solas.
“Si.” Dijo para complacer a su hermana. “Lo parece.”
“Espero que seas feliz, Bucky.” Su mano acarició el brazo izquierdo de él. “Te lo mereces, héroe.”
Viejas memorias tiraron de su estómago. Cosas que no quería recordar, cosas que trataba de olvidar. Frío. Nieve. Dolor. Culpa.
“No soy un héroe, Becca.”
“Siempre serás mi héroe.”
Suspiró y no quiso discutir con ella. No hoy. Habían comenzado otro baile solo para ser interrumpidos.
“¿Me puedo robar este baile?”
Bucky y su hermana se animaron al escuchar esa voz. Parada a su derecha estaba la mejor amiga de Bucky en todo el mundo—la única persona que podía enfurecerlo y hacerlo reír hasta que su estómago dolía al mismo tiempo. La hija mayor de la Casa de Romanov. Con ella estaba su prometido, otro amigo cercano y personal de Bucky, Clint Barton.
“Natalia...” Dijo con un suspiro. “Estoy tan feliz de verte.”
Le sonrió, empujando su sedoso cabello rojo detrás de sus orejas. “Como si me fuera a perder esto.”
“No es exactamente una ocasión feliz.” Gruñó Bucky.
“Pero igual no me la perdería. Por ti, James.”
Bucky rodó los ojos. “James,” Se burló y luego saludó a Clint. “Hola, Clint.”
Clint se llevó la mano derecha a la frente como un saludo y luego la alejó hacia el frente un poco. Sus labios formaron la palabra ‘hola’ mientras hacía la seña.
“¿Cómo te sientes?” Preguntó Clint.
Bucky se encogió de hombros e hizo señas mientras hablaba. “No lo sé. De verdad. No lo sé.”
“Estamos aquí para ti. Lo sabes, ¿verdad?”
“Si, yo...”
Clint lo interrumpió, alzando su mentón con las manos. “No puedo leer tus labios si no me miras.” Le dijo en voz alta.
Ni siquiera se dio cuenta de que había desviado la cabeza, o de que no hacía señas mientras hablaba. Se volvió un hábito desde que era niño y aprendió a hablar con Clint. Ahora era casi natural.
“Lo siento.” Dijo Bucky, con las manos y la boca.
“Está bien.”
“Estaba diciendo, si, lo sé.”
“Pero no es lo mismo,” Dijo Natalia. “Entendemos.”
“No sé cuándo... esperen...” Bucky vio a su alrededor. “¿Dónde está Maria?”
“Justo aquí.”
Estaba detrás de él, y Bucky casi grita cuando lo supo. Todos rieron, y por un momento, Bucky olvidó sus penas.
“¡Maria! ¿De verdad tienes que hacer eso?”
“Definitivamente.” Se acercó y besó su mejilla. “¿Supongo que debo decir felicidades?”
“Supongo.”
“Entonces felicidades.”
Bucky no respondió a eso directamente. “¿Quieres bailar?”
“¿Estará bien?”
Se refería a con Steve.
“Uh, creo que sí. Me dijo que me divirtiera.”
“Bueno, entonces en ese caso.” Movió a Rebecca del camino juguetonamente. Un brazo estirado, piel acaramelada brillando en la suave luz, guiando gentilmente. “Déjamelo un rato, niña.”
Rebecca rio y se excusó. Bucky supuso que le daría la despedida oficial más tarde. Bailó con Maria una canción o dos y luego con Natalia mientras Clint bailaba con Maria.
“No sé si podré hacer esto, Talia.” Confesó él. “Yo... ¿qué puedo hacer?”
“Nada de lo que te diga lo hará más fácil.” Dijo ella. “Empezar una nueva vida es difícil.” Si alguien lo sabía, era Natalia, siendo adoptada por una familia de Sociedad tras vivir en un orfanato y en las calles. Cambio y adaptaciones. Estaba bastante acostumbrada a ello. “Lo único que te puedo decir es que seas tú mismo. Le agradarás. A todo mundo le agradas.”
“No quiero agradarle.” Bucky negó con la cabeza. “No. No es eso. Digo, yo solo quería tener amor en mi vida.”
“¿Quién dice que no te amará?”
“Esta no es la forma en que planeaba casarme.”
“Así es la vida, Bucky.” Le dijo. “Muchas cosas no van como lo planeas. Pero no significa que no pueda ser bueno.”
“Lo siento. Estoy siendo un terrible compañero de baile.”
“No. Está bien. Y lo tienes permitido. Solo esta vez, ¿de acuerdo?”
Bucky rio y bailó hasta el final de la canción, cuando se dio cuenta de que debía volver con Steve.
“Esto no es un adiós para siempre, Bucky.” Le dijo Natalia.
“Seguiremos viéndonos.” Le dijo Clint.
“Puede que no.” Bucky sintió escalofríos. “Siempre es posible...”
“Steve Rogers ha ido a lugares a los que hemos ido antes.” Puntualizó Maria. “Esto no es un adiós para siempre. Es un adiós por ahora.”
Sabiendo que lloraría de nuevo, Bucky asintió, los abrazó a los tres y luego se alejó. Su intención fue volver a la mesa donde Steve aún hablaba con su amigo Sam, pero se movió hacia el baño primero.
Si hubiera tenido idea...
Pero no podría haber sabido. Pensó que estaba solo. No tenía idea de que alguien más estaba ahí cuando se recargó en el lavabo, mojando su rostro con agua helada. Una de las puertas de los inodoros se abrió y Bucky vio de reojo por el espejo. Su cuerpo entero se congeló.
“Hola, Bucky.”
Su voz ya estaba llena de implicaciones. La forma en que su boca se curvaba, la forma en que sus cejas se movieron hacia arriba, estaba todo en él.
“Brock.” Dijo. “No esperaba verte aquí.”
Brock Rumlow posó su peso contra el cubículo más cercano, con los brazos cruzados perezosamente sobre su pecho.
“Se rumora que este es el evento social más grande del año, no solo la temporada, el año.” Respondió, alejándose del cubículo y acercándose para poner sus manos en los hombros de Bucky. “Además, ¿de verdad crees que me perdería tu boda, muñeco?”
Brock se inclinó y chupó el cuello de Bucky, un nudo peligroso y lascivo tiró del estómago de Bucky.
Anda con cuidado. Le advirtió su cerebro.
Ya cállate. Argumentó su pene.
“¡Basta!” Gritó Bucky y se alejó, su estómago chocó con el borde del lavabo. “Estoy casado.”
“Y estabas comprometido el otro día. Y la semana pasada, y la semana antepasada...”
“Te dije, ¿lo que sea que esto era?” Movió la mano entre ambos. “Se acabó. Ya no lo quiero. No debió pasar nunca.”
De eso estaba seguro. Bucky ni siquiera recordaba del todo cómo había comenzado. Una noche de ebrio dolor, justo después del funeral de su padre. De drogas y lujuria. Y despertó en la cama de Brock. Odiaba eso con Brock. Lo odiaba y lo amaba porque por al menos algunos momentos, todo lo que sentía era dolor y placer.
En los últimos meses, Bucky había estado entrando a los clubs nocturnos más oscuros y sospechosos, donde había éxtasis por montones. Brock estaba dispuesto y era rudo y justo lo que Bucky pensaba que necesitaba para superar todo. Pero Brock es todo lo que debió evadir. Lo único que hizo fue usar a Bucky para saciar sus propias necesidades y deseos sádicos. No le importaba Bucky, y la verdad, a Bucky no le importaba tanto él.
“Dijiste eso el otro día,” Brock ronroneó. “Y la verdad es que no se sintió así esa noche.”
“Pues es verdad.”
Brock lo tomó con brusquedad por los hombros para hacerlo girarse y lo besó rudamente. Sabía a vodka y cigarros y sudor. Con la boca invadida por la lengua de Brock, Bucky primero adecuó sus labios a los suyos antes de tratar de empujarlo para que le soltara.
Lo logró a duras penas, y en el momento en que sus labios se separaron, la mano de Brock se fue a su cuello, apretando con suficiente fuerza para hacer que respirar fuese difícil. Con la sangre hirviendo, los ojos de Bucky se abrieron como platos. Muy mal. Todo estaba muy mal. Pero el cuerpo de Bucky traicionó su cerebro, y reaccionó por su cuenta. Su vientre se entibió, llenando su cuerpo con ardiente deseo.
“¿Crees que Rogers va a saber cómo te gusta?” Gruñó Brock, con la boca tan cerca de su oído, que Bucky podía sentir su respiración caliente en toda la cara. “¿Cómo dártelo bien?”
“Brock...” Bucky dijo con dificultad, deseo y anhelo tirando de él en todas direcciones.
“No te preocupes, muñequito.” Lamió la mejilla de Bucky y lo dejó ir. “Puedes cerrar los ojos e imaginar que soy yo.”
Los pulmones de Bucky le agradecieron por el delicioso oxígeno que finalmente llegó a ellos, pero no podía responderles. Su cabeza daba vueltas, sus extremidades temblando y enojo finalmente apareciendo. Brock estaba saliendo del baño como si lo hubiera usado, lavado sus manos y no tuviera nada más que hacer ahí.
“Jódete, Brock.”
“No, no,” Le dijo despacio. “Es al revés, ¿recuerdas?”
Lo único que Bucky pudo hacer es gritarle a la puerta. Pero no se molestó. No era culpa de la puerta.
Se enjuagó la boca y cuando estaba seguro de que se veía lo suficientemente bien para parecer calmado, un poco calmado, tal vez no tan calmado, se acercó de nuevo a su nuevo esposo. De camino, tomó su primera copa de champaña.
Con la mano aún en su cuello, el reflejo de Bucky no se atreve a verlo. Se siente del mismo modo que él. Cada vez que estaba con Brock terminaba sintiéndose así. Como una montaña desastrosa de vergüenza, y aun así por alguna razón, Brock casi siempre es capaz de meterse bajo su piel, lo cual siempre lleva a más vergüenza. Especialmente esta noche. Steve no ha sido más que amable y cuidadoso y comprensivo, y Bucky le hizo una promesa—una promesa que pretende cumplir por completo.
En este momento, Steve está consiguiendo comida para aplacar el estómago de Bucky, y Bucky sigue ebrio y pensando en Brock Rumlow. Bucky bufa, sintiéndose completamente idiota. Él es quien estaba teniendo una crisis antes, no quería tener nada que ver con Steve y este matrimonio, y aquí estaba ahora, necesitando que ese hombre cuidara de él porque se había hecho a sí mismo incapaz de cuidarse solo. Qué típico. Qué patético.
“¿Bucky?”
La voz de Steve, acompañada de un suave golpe en la puerta, asusta a Bucky. Se aleja del espejo como si su reflejo fuera a delatarlo.
“¿Sí?”
“¿Estás bien?”
“Oh...” ¿Cuánto tiempo estuvo ahí adentro? “Sí. Ya voy.”
Se mece de un lado a otro, removiéndose incómodo, se apresta a salir del baño, abandonando su tarea de lavarse. Abriendo la puerta, Bucky se encuentra con una cálida y preocupada expresión. Steve está lo bastante cerca de él para que Bucky necesite alzar la cabeza para verlo.
“Hola.” Dice Bucky, y de inmediato se siente ridículo por haberlo hecho.
Es el licor en él haciendo que las cosas salgan solas de sus labios. Pero Steve sonríe y asiente.
“Hola.” Responde. “Traje, ya sabes si es que todavía... deberías echarle algo a tu estómago.”
Steve lo mira con cuidado, y Bucky se pregunta por qué sigue estando tieso. Hasta que Steve estira el brazo y pone una mano en el hombro de Bucky. Lo hace dejar de mecerse.
“Vamos.” Le instruye Steve, y lo guía fuera del baño.
“Espera... no vamos...” Bucky trata de preguntar por qué van de vuelta al dormitorio y no a la cocina.
“No. No quiero que te vayas a caer de una silla y a lastimarte.”
Su orgullo haciendo acto de presencia, Bucky insiste. “No me voy a caer.”
“Apenas y puedes pararte derecho.”
“Lo estoy haciendo ahora mismo.”
“¿De verdad?”
Bucky está a punto de dar un buen argumento cuando se da cuenta de que su lado izquierdo está pegado a Steve. Quiere moverse, no quiere que su brazo de metal sea tocado, pero más que nada preferiría sentir el calor de Steve de nuevo, y no puede, no con él de ese lado.
Por algún motivo parece tomar más tiempo cruzar el pasillo que llegar caminando a la casa. Cuando entran al dormitorio, Steve de inmediato sienta a Bucky en un lado de la cama. En medio de esta, hay una bandeja con comida. Hay queso partido y galletas, trozos de pan, uvas rojas y nueces de macadamia cubiertas de chocolate. Dos vasos de agua están en la mesita de noche.
“Come.” Dice Steve mientras se sienta del otro lado de la cama.
Bucky va por el chocolate y se lleva uno a la boca. La dulzura de este se derrite en su agradecida lengua y casi gime por el sabor. Toma un trozo de pan después, solo porque no quiere acaparar todo el chocolate—si le dieran la oportunidad, definitivamente lo haría—y luego pone un trozo de queso en una galleta y prácticamente la devora. Hasta que empezó a comer, Bucky no se dio cuenta de lo hambriento que está. Apenas decidió tomar una de las uvas, su mano moviéndose para arrancar una del racimo, cuando unos dedos chocan con los suyos.
Aparentemente, Steve también quiere una uva, y ahora ambos han saboteado sus intentos de obtener una.
“Lo siento.” Murmura Bucky, arrancando una uva y dándosela a Steve.
Steve estira la mano para que Bucky deje caer la fruta en ella. “Gracias. ¿Tienes frío?”
Lo tiene. Debe estar temblando más de lo que pensaba. Eso o Steve también tiene frío. Bucky encuentra eso difícil de creer.
“Sí.”
“Encenderé la chimenea.”
Una chimenea de hierro fundido está en la esquina derecha de la estancia, redonda y con una puesta bulbosa transparente y una cuba de cobre llena de leña a su lado. Bucky continúa picoteando la comida y en minutos, Steve ha encendido el fuego. Ya se siente más cálido. Los ojos de Bucky se pierden en las flamas que danzan. Un suave brillo satura la estancia, y de pronto cae en cuenta de que están en un dormitorio juntos, en su noche de bodas. ¿Steve planea consumar su matrimonio esa noche? Parece plausible—y es lo que se espera de ellos.
Pero Bucky se está volviendo un manojo de nervios, y es la segunda—o la tercera o cuarta—vez esta noche que se pone a sudar ante algo para lo que normalmente es un profesional. Se siente terriblemente tenso en la habitación ahora que lo piensa. Tal vez es solo él, pues Steve está cerca de la chimenea, moviendo algunos de los troncos despacio con el atizador, y no se ha girado aún. Pero Steve no debe estar nervioso. Como el jefe, siempre puede tomar a Bucky si eso quiere. Se supone que es poco ortodoxo y no permitido. Las leyes de consentimiento son muy claras en muchos casos. ¿En un matrimonio disparejo? ... siguen siendo debatidas.
Sin saber qué hacer, y odiando eso, Bucky toma algunas uvas más del racimo, toma un puñado de nueces de macadamia de la pila que casi se termina, ¿en qué momento comió tantas de esas? Se lleva unas cuantas de ambas a la boca y piensa que bien podría romper el hielo. Si espera a que Steve lo haga, no tiene idea de cómo le hará sentirse. Bucky tiene demasiado miedo de la abrumadora decepción a la que podría ser forzado.
“Sabes que no tienes que secudirme, ¿verdad?” Dice él. “Soy como que una cosa segura.”
Aunque un poco de romance y seducción no le harían daño. De hecho, es lo que a él le gustaría. Bucky ha pasado tantas noches cortejando damas bonitas y caballeros bien parecidos. Suaves caricias, besos delicados, lenguas juguetonas. Luego estaba Brock, que no tenía ni un ápice de romance o sentimientos o pasión. Sería lindo tener a alguien que lo corteje a él. Es lo que siempre ha querido. Alguien que quiera conocerlo, alguien que descubra esas pequeñas cosas que lo hacen sonrojarse y reír y cubrir su sonrisa—cosas que no deja que el público vea.
Sabe que debería olvidarse de esa fantasía. Necesita acabar con esas esperanzas y expectativas. Se ha casado bien. No hay necesidad de que Steve haga ninguna de esas cosas que Bucky desea, esas que ha hecho cientos de veces por otros.
Steve se gira, con las cejas muy juntas y una expresión perpleja en su rostro. Ladea la cabeza.
“¿Qué?”
“¿Quieres consumar, no es así?” Clarifica Bucky. “¿No es eso...?”
Bucky calla cuando ve el rojo en la piel de Steve, cubriendo hasta su cuello, y se da cuenta de que lo ha hecho ruborizarse. Con la cabeza baja, Steve regresa a la cama, se para frente a Bucky, y finalmente pasa sus dedos por su cabello como ha estado evitando hacerlo toda la noche. Acomodándose, Bucky se quita los primeros botones de su camisa de dormir. Nunca ha estado tan preocupado por el sexo, no desde la primera vez con Talia—y en ese entonces eran casi niños.
“Detente.”
La voz de Steve es callada, pero firme. Sus manos aún en el cuarto botón, Bucky alza la vista hacia él.
“Oh...” Bucky tuerce los labios. “¿Querías hacer tú esta parte?”
“No, Bucky, yo...” Pone sus manos sobre las de Bucky y hace que las baje. “No vamos a consumar nada.”
Puede sentir su gesto cambiar, y no hay forma de detenerlo. Steve no quiere consumar. Eso quiere decir que...
“¿Por qué?” Bucky pregunta, su voz sonando como un quejido e increíblemente patética. Si no consuman, Steve tiene motivos para anular esto sin verse mal en la Casa Rogers. “¿Hice algo mal?”
“¿Qué?” Parece ser que Steve se perdió en sus pensamientos. “¡Oh! ¡No! Bucky...” Mueve la cabeza. “Estás ebrio.”
“¿Y eso qué?”
“¿Y eso qué?” Steve se sienta a su lado. “Que estás ebrio. No puedes dar tu total y absoluto consentimiento.”
Bucky parpadea unas cuantas veces mientras procesa aquello. Por alguna razón, comienza a reír.
“¿Te estás riendo de mí?” Steve pregunta, pero, por suerte, Bucky no cree que esté ofendido.
“No, yo...” Ríe aún más fuerte. “Yo... no, suenas como un libro de leyes.”
Steve ríe. “Bueno, nuestra casa es parte de la Oficina Judicial. Supongo que es bueno que conozca las leyes tan bien.
Toma unos cuántos minutos más, pero Bucky deja de reír y se llena de preocupación.
“Lo siento. No debí reírme.”
“Ríe cuanto quieras.” Bromea Steve. “No siempre sé cómo hablar. Me pongo nervioso. Pierdo las palabras. A veces sí sueno como un libro. Te comiste todo el chocolate.”
Sin esperar esa última parte, Bucky mueve la cabeza negativamente, sin saber a qué se refiere con eso. Hasta que ve la bandeja de comida y se da cuenta de que solo queda una nuez.
“Oops. No fue mi intención.”
Tampoco trataste de detenerte. Se burla su boca.
Tú eres quien los quería todos.
“Está bien. A menos que no tengas auto-control. Entonces tal vez tenga que hacer algo al respecto. ¿Quieres el último?”
Le está ofreciendo la última pieza, y la garganta de Bucky se contrae. Steve está sonriendo, pero esa parte sobre auto-control, Bucky no está seguro de si era en serio o no. Solo puede pensar en los últimos meses, viviendo de forma precaria de momento lascivo a momento lascivo. Esa no es su vida. No lo es. Solo ha sido un lapso de malas decisiones. Un periodo de duelo por la vida que nunca va a recuperar.
La sonrisa en el rostro de su esposo desaparece lentamente.
“Tú... ¿no lo quieres?”
“Yo...” Su estómago se aprieta. “Tengo auto-control. De verdad.”
“¿Qué?” Le toma un momento a Steve entender, “Estaba tonteando. Lo siento. No pretendía ofenderte.”
“Oh.” Bucky suspira y se talla la cara. “Lo siento.” Mira a Steve. “Estoy cansado.”
Aun sosteniendo el chocolate en su mano, Steve asiente. “¿Quieres ir a dormir?”
“Sí.”
“Vamos.”
Steve lo ayuda a levantarse, pone la bandeja en uno de los dos tocadores del cuarto y deshace la cama. Palmea el colchón y Bucky prácticamente se arrastra a la cama, donde Steve amablemente lo arropa.
“¿No te vas a quedar aquí? ¿O sí?” Pregunta Bucky. No está seguro cómo es que sabe eso, pero lo sabe.
“Dormiré en otra recámara. Guardemos la incomodidad para otro momento, ¿sí?”
Sólo es el alcohol hablando, Bucky está seguro de eso, pero no cree que le importaría particularmente si Steve se quedara ahí con él esa noche. Pero la mañana, esa sería otra historia. Aun así, no se va de inmediato. Steve se sienta en la orilla de la cama y decide mover los cabellos del rostro de Bucky gentilmente. El roce se siente bien, extrañamente reconfortante, y Bucky se mueve un poco hacia éste. No sabe si es eso o solo el deseo de Steve, pero se queda unos cuantos minutos más haciendo solo eso. Cuando los buenos y cálidos dedos de pronto abandonan su piel, Bucky contiene un quejido.
“Trata de dormir, ¿de acuerdo?”
“Espera, ¿puedo quedarme con el chocolate primero?”
Steve sonríe y está a punto de entregárselo a Bucky cuando se lo lleva a su propia boca y luego ríe cuando Bucky abre la boca.
“Es oficial.” Murmura. “Mi esposo es la persona más mala del mundo.”
“Te lo compensaré,” Steve ríe. “Cuando te sientas mejor. Estaré a dos puertas de aquí por si necesitas algo.”
La puerta se cierra en silencio tras él y Bucky está empezando a perder ante el sueño que desesperadamente quiere jalarlo con él. Lo último que escucha es su corazón regañarlo.
Probablemente no te lo mereces. Suspira.
Tienes razón. No lo merezco.