
Ayato x Itto
Ayato desde que era niño había estudiado las costumbres de personas de diversas naciones para ser respetuoso de su cultura y no cometer una falta de respeto. Estudió, aprendió y por años se desenvolvió en la sociedad como todo un caballero, y sin embargo cometió un error gigantesco y terminó comprometiendose con un dakuwaqa. No era su culpa necesariamente porque se creían que que las criaturas mitad tiburón y mitad humano se habían extinto hace mucho tiempo y no había libros o registros de sus costumbres.
El día en que todo comenzó no fue un día común, al contrario era una fecha muy especial: la boda de su hermana. La ceremonia se llevó a cabo con éxito y luego se celebró una fiesta pequeña en la playa con las novias y otros pocos invitados como Thoma, Paimon y Yoimiya. Las horas pasaron y las recién casadas se fueron a prepararse para su luna de miel y los invitados fueron despidiéndose poco a poco.
-¿Seguro que estarás bien aquí solo?
-Por supuesto Thoma. Solo quiero pasear en la playa un poco. Por favor descansa, esta boda no hubiera sido posible sin ti y mereces un descanso.
Thoma se despidió y se fue a dormir dejando a Ayato solo con sus pensamientos. No estaba triste pero estaba todavía anonado por lo rápido que había pasado el tiempo. Se alegraba que Ayaka fuera feliz y hubiera encontrado el amor en especial porque era consiente de la gran carga de tener que vivir a las expectativas de cientos de personas.
Debía ser bonito encontrar a alguien que te adore por quien eres y no por la imagen idealizada que se tiene de ti.
-¡Aquí esta!
Ayato casi tropieza al escuchar una voz gritar entusiasmadamente. Miró alrededor pero no vio a nadie. Luego volteó a ver al mar y se encontró conque sentado en una roca había un hombre...con una aleta gigantesca de pez. El hombre miraba feliz un objeto que sujetaba en su mano hasta que levantó la mirada y vio a Ayato.
-¡Hermano! ¿Quieres jugar conmigo?
Las leyendas decían que quienes vivían en el océano eran personas agresivas y peligrosas. Al parecer las leyendas mienten.
Ayato se acercó a la criatura. Si intentaba hacerle daño podía defenderse pero su intuición le decía que aquel desconocido no tenía malas intenciones.
-Saludos, me llamo Kamisato Ayato.
-Oh, ¡yo soy Arataki Itto el orgullo de los Oni y el gladiador escaradiablo! ¿Sabes jugar?
De hecho Ayato si sabía y terminó ganandole cada partida. Al final fueron interrupidos por un sirena que llegó para llevarse a Itto regañandolo.
Durante los días siguientes siguieron reuniendose seguido para jugar y platicar. La amistad floreció rápidamente entre ellos.
-No entiendo porque la gente cuando me ve huye. ¿Parezco aterrador?
Itto era mitad tiburón, grande y con cuernos y dientes afilados. La respuesta debería de ser que si se ve aterrador pero Ayato se dio cuenta que él no creía eso. Solo hacía falta mirarlo sonreír y ver esos ojos grandes y brillantes para darse cuenta que no daba miedo.
-No te ves terrorífico. Considero que te ves tierno.
-¡Ah! Yo no quiero ser tierno, yo quiero que me vean y admiren lo valiente y aguerrido que me veo.
Ayato sonrió al escucharlo hablar. Hacia mucho tiempo que no sonreía por escuchar algo tan divertido.
-Amigo mio. He pensado mucho en eso y te daré el honor de montarte en mi.
Ayato le dio un sorbo a su bebida para disimular la pena.
-¿Quieres decir que me llevaras a dar un paseo!
-Exacto.
-No gracias pero te agradezco por tu invitación y por la confianza para...dejarme subirme a tu espalda y recorrer el mar.
Itto a veces era muy inocente y no se daba cuenta de lo que decía.
Ayato encontró un escarabajo dorado y creyó que era buena idea regalárselo a Itto. Lo que no sabía es que el regalar algo dorado brillante era interpretado como una propuesta de matrimonio en el mar.
-¡Acepto!
Aayato pensó que Itto estaba tan emocionado ante la idea de tener un escaradiablo tan especial y peculiar pero se dio cuenta de la verdad días despues cuando visitó la playa de nuevo y en lugar de encontrarse con Itto se encontró con su amiga sirena.
-Señorita Shinobu es un placer verla. ¿Todo ha estado bien?
-Si pero hay algo que me preocupa y quise aclarar cualquier malentendido.
Kuki Shonobu le explicó todo.
-Si decides seguir con la boda o no es tu decisión. No me gusta meterme en los asuntos de los demás pero me preocupa que esta diferencia cultural le rompa el corazón.
Esa noche Ayato se quedó pensando que es lo que quería hacer con su vida. Si se casa con Itto eso iba a ser criticado y su familia iba a ser objeto de críticas.
-Hermano, es visible que algo perturba tu mente y tu corazón. Se que soy menor que tu pero eso no significa que debas de soportar tus penas solo. Déjame ayudarte.
Ayato sonrió al escuchar a Ayaka. Su hermana siempre había sido madura y generosa.
-¿Qué pensarías si me enamorara y decidiera casarme con alguien que no va a ser bien recibido y eso puede afectar a nuestra familia.
-Me alegró tanto que te hayas enamorado herrmano y lo que yo opino es que debes hacer lo que te hace feliz. Eres el Jefe del clan Kamisato de la Comisión Yashiro pero tambien eres Ayato y has dedicado tanto tiempo y esfuerzo en ser un buen líder y sucesor que has dejado de lado tu identidad como Ayato. Es bueno que siempre estés dispuesto a buscar lo que es mejor para el clan y la comisión pero no puedes dejarte de lado. Estoy segura que la persona que robó tu corazón debe ser muy especial y mereces ser feliz a su lado. No importan las palabras que digan, no van a ser suficiente para derrumbar a esta familia.
Ayato beso a Ayaka en la frente como cuando eran niños pequeños y las expectativas del mundo todavía no los alcanzaban.
-Gracias. Te has vuelto sabia.
Ayaka sonrió.
-Tengo algo que decirte Itto. Cuando te entregué aquel escaradiablo no era consiente de lo que significaba para tu especie. Era solo un regalo y no una propuesta de matrimonio.
Por un segundo el dolor se reflejó en los ojos de Itto pero rápido fingió que todo estaba bien y sonrió. Iba a hablar para asegurarle que todo estaba bien pero Ayato lo detuvo tomando sus manos y acariciándolas antes de darle un beso y sacar algo escondido detrás de él.
Eran dos escaradiablos dorados y un anillo de oro.
-Ahora que he confesado mi error quisiera preguntarte algo importante ¿Te casarías conmigo?
-¡Si!