
Anisa x Kumi
Los humanos pueden ser crueles, fue lo que pensó Anisa al ver la pobre criatura marina que estaba en la playa. Aunque no sabía si había muerto asesinada o si fue la fuerte tormenta lo que la dejó varada en la costa lo que era obvio fue que las heridas que tenía fueron causadas por pescadores. Esperaba que la pobre no hubiera sufrido mucho. Estaba lista para irse cuando vio algo que le llamó la atención. Sobre la arena estaba tirada una chica, o mejor dicho una sirena.
La existencia de sirenas no era un secreto pero era raro encontrarse con una. Se acercó para ver si estaba viva y se alegró al ver que aunque estaba débil y herida aun respiraba. Tomó rápido su bolsa con medicinas y comenzó a ayudarla. A pesar que no era reconocida en la Academia como una de las mejores sanadoras su conocimiento era suficiente para ayudar a alguien en peligro. Al terminar y justo cuando se cuestionaba si debía meterla en la bañera la chica abrió los ojos.
-¿Qué pasó?
-Gracias a los arcontes que despertaste. Me llamo Anisa y te encontré herida e inconsciente. ¿Regresaras al mar? ¿Cómo te llamas?
-Gracias Anisa por tu ayuda, me llamo Kumi y no te preocupes, no es necesario que regrese al mar.
Antes que pudiera preguntarle a que se refería, observó con asombro como la aleta se encogía y en su lugar aparecía un par de piernas.
La chica se levantó y miró a la criatura marina varada. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Kuntira, perdón por no poder salvarte.
Tal vez fue debido al shock o la tristeza pero Kumi se desmayó.
Kumi estuvo dormida por tres días hasta que finalmente se despertó. Anisa permaneció con ella todo ese tiempo ayudándola a mejorarse.
Los primeros días fueron difíciles, Kumi estaba cansada tanto física como mentalmente. No solo había sido herida si no también había perdido a su mejor amiga.
Con el apoyo de Anisa sus heridas sanaron y con el paso del tiempo su corazón también comenzó a sanar.
Un año había pasado desde ese suceso y Kumi podía decir que había encontrado un hogar. Se quedó a vivir en esa isla junto con Anisa y aunque podía decir que su vida era monotona eso la hacía sentir bien. Todos los días nadaba en el mar ayudando a animales heridos queriendo que ninguna criatura sufriera el mismo destino que su querida Kuntira, trataba de enseñarle a cocinar a Anisa y la escuchaba hablar de sus investigaciones. Era feliz junto a su esposa.