
El Gran Premio (II/II)
Los besos eran cada vez más salvajes, más desesperados.
Natalie tenía las manos en mi espalda, firmemente fijas y buscando acercarme aún más, ambas desesperadas por el toque de la otra.
Su lengua y la mía luchaban por la dominación, en una danza de pasión, ardiente y voraz que nos consumía a ambas, y nos empujaba a querer más.
Sin despegar mis labios de los suyos, y sin sus manos dejar mi cuerpo, logramos llegar a mi habitación.
Cerró la puerta con el pie, y rápidamente empezamos a desvestirnos.
Arrancó mi camisa, y hábilmente, desabrochó mi pantalón, mientras que yo tiraba de la cremallera de su vestido, deslizándolo hasta el suelo, solo para admirar su perfecta figura.
Devoré la imagen que tenía enfrente.
Natalie con el pelo alborotado, sus perfectas curvas, sus anchas caderas, su fina cintura y su amplio pecho, enmarcados por la luz de la luna que se colaba por las ventanas, resaltando sus ojos cargados de deseo y fervor.
Estaba admirando a una diosa.
Mi mirada solo se podía definir con dos palabras: hambre y lujuria.
La atraje hacia mi, mientras buscaba la forma de fundirme con ella y sus manos quitaban con fuerza mi pantalón, para dejarme a su merced.
Ambas en ropa interior y deseos desnudos, me empujó a la cama y cayó encima mío.
Conectó su boca con mi cuello, dejando besos y mordiscos, que en la mañana me recordarían esa noche y dejarían claro a quién pertenecía.
Sentí sus dedos repasar cada una de mis curvas, creando escalofríos en su camino hacia los tirantes de mi sujetador.
Mordí mi labio inferior, mientras un gemido luchaba por escapar de mi garganta. Solo era capaz de recordar su nombre, y fue lo que grité cuando arrancó mi sujetador y con su lengua envolvió mi pezón.
Mi espalda se arqueó y mis manos se aferraron a las sábanas de la cama. La sentí sonreír por mi reacción, y un nudo cálido comenzó a formarse en la parte inferior de mi abdomen.
Con su mano, estimuló mi otro pezón, haciéndome retorcerme bajo su toque y jadear por las olas de placer que me inundaban.
Su boca pecaminosa, finalmente comenzó a trazar un camino de besos y pequeños mordiscos, en el espacio entre mis pechos, luego en mi abdomen, y finalmente cerca de mi núcleo.
Situó sus manos en mi culo, y con sus hábiles dedos jugueteó con la costura de mis bragas.
Su aliento por encima de mi ropa interior, era suficiente para hacerme caer en un pozo de placer y locura por la caliente pelirroja.
Se inclinó entre mis piernas, y colocó sus manos esta vez en mis muslos, acariciándolos.
-Natalie...-susurré. Mi voz más grave de lo normal, cargada de deseo, lujuria y desesperación por tenerla dentro mío.
En lugar de responder, bajó mis bragas con su boca, sin dejar nunca mis ojos, que observaban, impotentes, como esa mujer me hacía enloquecer.
-Hacer que te vinieses, solo con besos y mi toque, no sería un reto- su voz ronca aumentó el nudo en mi abdomen- Sin embargo... quiero probarte, quiero oírte gritar mi nombre, ver como te retuerces debajo de mi, como tus manos buscan algo a lo que atenerse para no desmayarte.
Subió hacia mi oído, dejándome sentir su cálido aliento, haciéndome estremecer.
-Quiero hacerte mía- gruñó.
Mi intimidad se humedeció aún más si era posible.
Se situó entre mis piernas, y dio una rápida lamida a mis pliegues, para la cual no estaba preparada.
Mis manos se agarraron más fuerte a las sábanas, y eché mi cabeza hacia atrás, con un gemido de placer.
-Tan dulce... Tan húmeda- la oí susurrar.
Guió su boca de nuevo a mi coño, haciéndome arquear mi espalda y morder mi labio inferior, para no gritar.
Mis intentos de no hacerlo fallaron cuando hundió su lengua en mi interior.
El calor en mi vientre empezó a aumentar de maneras que nunca creí posibles.
Disfrutó de mi interior con su lengua durante un rato, y sin previo aviso, introdujo un dedo.
Levanté mi cuerpo de mi sitio y mi mano derecha fue directamente a su pelo.
Siguió penetrándome y jugando con mi clítoris entre sus dientes, mi agarre en su pelo se intensificó, al igual que mis gemidos y jadeos.
Introdujo un segundo dedo, y comenzó a hacer movimientos de tijera, lentos en un principio, para luego aumentar la velocidad.
El nudo en mi interior se estaba haciendo insostenible.
Natalie lo notó y comenzó a mover sus dedos más rápidamente y lamer y morder mi clítoris con ansias.
Llegué al primer orgasmo, con su nombre derramado en mis labios y mis fluidos en los suyos.
Los lamió ávidamente, y subió hasta mi boca para plantar un beso dulce y apasionado, nuestras lenguas mezclándose y sintiendo el sabor de mí misma en mi boca.
Cuando nos separamos, una sonrisa jugueteaba en sus labios. Hasta que vio la mirada animal en mis ojos.
La volteé, y la dejé debajo de mi, cambiando las tornas.
Sostuve sus muñecas a la altura de su cabeza, mientras mi lengua buscaba adueñarse de todo su ser.
Bajé a su cuello, y dejé mordidas y chupetones, aclarando a todo aquel que los viese al día siguiente, que esa mujer me pertenecía.
Disfruté de los gruñidos que salieron de su garganta cuando encontré su punto dulce y dejé ahí mi sello.
Al llegar a su voluminoso pecho, no tuve reparos en arrancar su sujetador y lanzarlo a alguna esquina de la habitación.
Suspiré en su pezón, logrando crear la piel de gallina alrededor de él, y endurecerlo.
Mis labios buscaron con fervor complacer a la mujer que tenía debajo, mientras que una mano estimulaba su otro pecho, y la otra trazaba círculos en su cadera.
Sus manos se movieron a mi espalda, clavando levemente las uñas, mientras sus gemidos de satisfacción llenaban la habitación.
Tracé con mis dedos la curva de su cintura mientras bajaba hasta su intimidad.
Sus manos apretaban ligeramente las sábanas, y su espalda estaba un poco arqueada.
Tiré ligeramente del borde de sus bragas, mientras presionaba un ligero beso a la altura de su clítoris.
Arqueó su espalda mientras un gemido lastimero abandonaba sus suaves labios, llenando mis sentidos y emborrachándome de ese sonido tan placentero.
Arranqué sus bragas sin ninguna ceremonia, ganándome un jadeo por su parte.
Besé suavemente su intimidad, antes de dejar a mi lengua vagar por sus pliegues y embriagarme de su sabor, tan parecido y tan diferente al mío.
Moví mi lengua alrededor de su entrada, antes de sumergirme ligeramente, para acto seguido, atacar su clítoris.
Natalie se había transformado en un lío de gemidos y maldiciones que no hacían más que encenderme.
Hice unos movimientos circulares con mi dedo índice, antes de sumergirme en ella.
Gritó mi nombre. No había escuchado nunca un sonido tan dulce.
Sus ojos estaban cerrados, su boca entreabierta dejando escapar lo que era música para mis oídos, su espalda formando un arco, buscando más fricción con mi boca y sus manos destrozando las sábanas.
Introduje el segundo dedo, y con ambos hice un arco que golpeó justamente en su punto G.
-!(T/N)¡... !Joder¡- gritó.
Sonreí mientras succionaba su clítoris.
Sus paredes se apretaron en mis dedos, los gemidos se intensificaron, y sus nudillos estaban blancos de apretar las mantas.
Me retiré totalmente, antes de que llegase al orgasmo.
Su mirada de confusión y sorpresa, me hizo reír por lo bajo.
Me puse a su altura y capturé sus gruesos labios en un beso.
-Quiero hacerte totalmente mía- le dije. Moviendo mis caderas sobre las suyas.
Alineé nuestras caderas, y lentamente me dejé caer, juntando su coño con el mío.
Jadeó y movió sus manos a mi trasero.
Empecé a mover mis caderas, lentamente, mis manos masajeando su pecho, y las suyas mi culo.
Encontramos un ritmo, que empezó a aumentar a medida que sentíamos que llegábamos al orgasmo.
Me había inclinado sobre Natalie, y ahora nuestros pechos se rozaban con cada movimiento, sus manos arañaban mi espalada, dejando marcas, cada vez que aumentaba el ritmo.
Una fina capa de sudor cubría nuestra piel, la habitación era un mezcla de nuestros gemidos y gruñidos, y nuestros besos eran más salvajes, con nuestras lenguas ardiendo de deseo y mordiscos en los labios inferiores.
Sentí que mi orgasmo llegaba, me levanté de mi posición para montar a Natalie, con la mano izquierda en su abdomen y la derecha en su rodilla.
Ella volvió a amasar y arañar mi culo.
Grité su nombre y ella el mío cuando nuestros fluidos se juntaron en el orgasmo más placentero que jamás hubiésemos tenido.
Nuestras caderas aún se movían lentamente, mientras gemíamos.
Me incliné para sentir sus labios en los míos otra vez.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, y mis manos se aferraron a sus caderas.
Me tumbé a su lado, con nuestras piernas entrelazadas.
Apoyé mi cabeza en mis brazos, y ella sujetaba su cabeza con una mano mientras que con la otra trazaba patrones al azar en mi espalda.
De un momento a otro, su rostro adoptó una expresión grave.
-Hay algo que tengo que decirte... Pero no debería- dijo con tono preocupado.
-Si no deberías decirlo, entonces no lo hagas- respondí sencillamente.
-Pero... Si esto va en serio, necesitas saberlo- continuó.
-Creo que puedo hacerme a la idea de lo que es- afirmé, mirando sus ojos esmeralda.
-Lo dudo, por no decir que no puedes- negó, frunciendo levemente el ceño- ¿Por qué pareces tan despreocupada al respecto?
-Porque no lo estoy. No eres la única que sabe cosas que otros ignoran, Romanoff.
Observé como la confusión asomaba en su rostro.
-¿Cómo es que sabes eso?- preguntó, con más curiosidad que preocupación.
-Existen muchos contactos, y me gusta saber con quién trabajo. Algunos contactos son menos útiles, pero otros... si los perdiese me pondría hecha una Furia - respondí con una sonrisa divertida.
-¿Lo conoces?- la estupefacción era patente en su voz.
-Intentó embaucarme para una iniciativa llamada Vengativos o... Vengadores. Pero al parecer lo mío no es el trabajo en equipo, y mis decisiones impulsivas pueden ser problemáticas.- Expliqué con un deje desdeñoso en mi voz.
-¿Y aún sabiendo quién soy... Sigues aquí conmigo?- preguntó, más para ella misma que para mí.
Su tono conmocionado me hizo levantarme ligeramente de mi sitio.
-No somos culpables de lo que nos han obligado a hacer, somos únicamente responsables de lo que nosotros elegimos. Tú no elegiste aquella vida, sin embargo elegiste SHIELD y proteger a todos aquellos que pudieses.
La mirada en mis ojos era intensa.
-Transformaste luz en oscuridad, miedo en fuerza, indiferencia en preocupación. Sé quién eres y qué has hecho... Y esos son los motivos por los que estoy aquí, contigo. Y son los mismo que me traen malditamente loca por ti.
Hubo un momento de silencio, antes de que se lanzase hacia a mi, uniendo sus labios a los míos, expresándome de esa manera todo el amor que no era capaz de decir con palabras. Su lengua busco la mía y sus labios acariciaban mi boca.
Ahuecó mi rostro entre sus manos, como si temiese que me esfumase.
Nos fundimos en un abrazo cuando se cortó ese beso, pasé mis manos por debajo de sus brazos, acariciando su espalda, nuestras piernas estaban entrelazadas y descansaba su cabeza en el hueco de mi cuello.
-Te amo, (T/N)- susurró, al cabo de un rato, en un tono cargado de cariño.
Presioné un beso en sus rizos rojos, mientras sentía mi corazón hincharse.
-Yo también te amo, mi Viuda Negra- respondí, de la misma manera.
Nos dormimos en esa misma posición, expresando sin palabras todo aquello que sentíamos.
Tony había ganado la carrera de Mónaco.
Pero el Gran Premio era mío.
Ella era mía.