
El frío de invierno rebota en cada pared de la universidad, sobre todo en los lugares donde no las había. Así, las personas se asfixian en sacos y bufandas tan abrigadoras como para quedar horneados, pero gracias a la nevada de hoy, eso era imposible.
Pero había una chica loca, una psicópata que llevaba falda en estos tiempos. Ella sabe que fue mala idea, pero no le importa en lo absoluto. Se excusa diciendo que lleva unos calentadores en los tobillos, pero eso es todo.
Mientras las clases ya empezaron para ella, se pone a recorrer los pasillos, aburrida, porque sabe que solo debe cumplir con la asistencia mínima para pasar. Ya lo sabe todo.
Si su padre, el director, la llega a atrapar, le pedirá inmediatamente que lleve sus cosas y su propia persona al salón de clases. Pero de nuevo, no le tiene miedo.
Hay un escondite que encontró ayer, que aunque no tenía personas, era todo lo que quería. Repisas llenas de libros y libros. Que si dejaba de lado los de misterio, eran geniales.
Llegó a la biblioteca azotando la puerta con ambas manos, la estaba apartando de su camino, pues quien se atreva a interponerse, será alejado por un golpe de lógica cortesía de Edogawa Ranpo.
Pero no contaba con que había otra persona ahí, pues en sus recuerdos le fue dicho que nadie frecuenta la biblioteca, o por falta de tiempo o por falta de interés.
—¿Quién eres? —preguntó la segunda chica, escondida detrás de un libro pequeño. Como si eso fuese suficiente para esconder su presencia de casi dos metros. —¿Pierdes clases?
A Ranpo le sorprendió que la chica lo dedujera tan rápido. Era la universidad, así que nadie tenía un horario fijo y todos estaban más que revueltos con horas muertas.
—¿Por qué lo dices? —preguntó curiosa, pues quería saber qué la había delatado, de lo que no se pudiera dar cuenta. —Creí que lo había ocultado bien.
Se cruzó de brazos por no controlar la situación, pues si era una pista obvia, su padre ya la estaría buscando por todas partes.
—Bueno, no parecía que vinieras a estudiar o hacer una tarea. —y tienes fama de ser revoltosa. Pensó.
—Ah. —se tocó la mochila instintivamente, pues ahí guardaba algunos bocadillos para mientras se quedaba aquí. Estaba atónita por la rapidez con la que lo dedujo. —¿De verdad? —la chica asintió. —De cualquier forma, cúbreme, ¿sí?
Le estaba prácticamente suplicando, pero como ella no hace eso, se calmó rápido. Ahora solo quedaba que aceptara cubrirla y todo listo.
—Tranquila, no le diré a nuestros profesores. —ella sujetaba de vuelta unos cuantos libros, queriendo caminar en dirección a los estantes para cumplir su tarea de acomodarlos.
—¿Nuestros profesores? —cuando cayó en cuenta, Ranpo rió de una manera tan fuerte que espantó a la chica más alta. Tuvo el vago pensamiento de que su risa era similar a los cantos provenientes de los cuervos. —¡Claro, vamos en la misma carrera! Eres tres, no, dos años mayor que yo, seguro. Dime, ¿cómo lo supiste?
—Lo... deduje. —dijo. No quería ser quien le dijera que los profesores hablaban mal de ella con otros grados y grupos. Siendo ya conocida como la chica que se salta las clases que no son importantes, pero que aún así pasa arrasando a los demás por su gran intelecto.
—Yo también debía hacerlo, ¡maldición! —pataleó en el aire, ya que de un momento a otro se encontraba sentada en una silla de madera comiendo unas frituras ahí mismo. Ella no sabía qué hacer para decirle que no puede comer en ese lugar. —Creo que me distraje porque me atrapaste en cuanto llegué. —soltó un suspiro cansado. —Pensé que Fukuzawa te había enviado.
—No creo que pudiera llevarme bien con el director aunque quisiera. —contestó derrotada la chica. —Hubo un tiempo en el que intenté traer a mi mascota mapache a la escuela. Eso no le agradó. No, para nada.
Ella agitaba la cabeza recordando cómo se salvó de conseguir una infracción por eso. Fue casi un milagro que solo le diera una advertencia, porque no había sido cosa de una vez.
Ranpo volvió a reír y se dio cuenta de lo tonta que fue al hablar tan abiertamente con alguien. Aunque no era malo en su totalidad, pues desde siempre ha querido lograr ese resultado sin mucho éxito. Que lo haya logrado bien y sin tartamudear o decir idioteces, le sorprendió hasta a ella misma.
Si su mascota estuviera aquí le habría palmeado la cabeza como señal de un buen trabajo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Ranpo de un momento a otro, viendo cómo la chica se desánimo tan rápido como el viento soplando por estas épocas.
—Edgar Allan Poe... —se apenó. Desde siempre ha odiado tener que decir su nombre en voz alta. Básica necesidad que la deja con un sentimiento horrible, pues las personas terminaban mirándola feo o riéndose de ello.
—¡Vaya nombre tan peculiar! —alabó fuerte, sin reir, solo sorprendida y anonadada por ello. —¿Tus padres esperaban un varón?
Poe miró a Ranpo incrédula, su poder deductivo era impresionante. Aunque no sabía si llamar a eso una deducción o simple lógica.
—¿Es que lo sabes todo? —se rindió, no esperando una respuesta. Y cree que se le puede hacer costumbre el hecho de que Ranpo la sorprenda cada vez más.
—¡Claro que sí! —dijo alegre y alzándose de su silla, para pararse en el mismísimo escritorio con lamparas, señalando su persona con mucha confianza. —¡Después de todo seré la mejor detective del mundo en cuanto me den ese papel! ¡Nada podrá contra Ranpo Edogawa! En cuanto se gradúe.
Poe sonrió por la vivacidad con la que contó aquello. Viéndola como si fuera un tesoro que acaba de encontrar mientras vagaba por algún sitio en el que era raro encontrar algo así.
Sus párpados se movieron como el aleteo de las alas de un colibrí, así de rápido ante la imágen de las piernas de Ranpo con la piel de gallina. Ella tenía frío y no decía nada. Qué irresponsabilidad.
La chica dejó los libros que iba a acomodar, esta vez agachándose a la altura de su mochila y buscando una cosa en particular. Ranpo miraba curiosa desde arriba, pues no quería dejar atrás su momento de gloria y bajarse del escritorio. Podría estar ahí por horas y estaría bien.
Cuando Poe por fin sacó su abrigo negro, se aproximó a ella y la jaló del brazo para que pudiera bajar y que le sea más fácil ponerle esa cosa. Aunque Ranpo no quería caer y eso provocó que se tambaleara en la madera alta. Quiso caer de sentón sobre el escritorio, pero lo que logró fue caer con la cara en el estómago de la contraria.
Poe estaba muy apenada porque las cosas no habían salido como en su cabeza planeó. Todo debía estar fríamente calculado y Ranpo caería bien sobre el piso, no sobre ella. Pero debía actuar como si no hubiera pasado nada, eso ayudaría a no parecer tan torpe.
—No deberías vestir tan ligera en épocas de frío. —le colocaba el abrigo sobre los hombros al mismo paso que hablaba. Sus ojos, que antes se encontraban tras una cortina de cabellos por la longitud de su fleco, eran más visibles a medida que se acercaba al rostro de Ranpo. Dejándola con la boca abierta, pero sin palabras que pudieran salir de ahí. —Te podrías enfermar.
—No me pasaría nada. Tengo los calentadores. —dijo extendiendo su pierna para ella misma mirar que ahí estaban sus fieles amigos. —Además, me veo genial así. —posó sus manos en su cintura, sintiendo el gran peso de un abrigo con un olor nuevo y falto de explorar.
Era un buen olor.
Ranpo percibió un par de pelos pequeños enterrados casi por completo en su ropa. Suponía que eran de su mapache. Además de eso, no se veía tan gastada la prenda, y era, bueno, bastante larga. Mientras que a la propietaria podía llegarle por los muslos, a Ranpo le quedaba un poco antes de en donde sus calentadores se podían extender.
—Asegúrate de cubrirte y no salir enferma. —le sonrió, incluso si sólo se podía ver su boca, no hacía falta verle los ojos para saber que los tenía cerrados por la magnitud del gesto. Aún así, Ranpo quería verlos.
—Tú también llevas falda. —observó cuando se estaban por separar. —No es justo, así no puedes regañarme.
—Pero la mía es más larga, y más gruesa. Claro que te puedo regañar. —la sujetó de los hombros.
—Actúas como toda una senpai a pesar de ser extranjera, Poe-chan. —dio a notar, por lo cual la castaña se avergonzó por el apodo.
Ambas se miraban la una a la otra de una forma extraña y poco usual. Ya que los ojos de ninguna son visibles a simple vista. Ranpo tiene los ojos muy rasgados y tenerlos bien abiertos solo sucede en ciertas ocasiones, pero para eso a veces se ayuda de unos lentes. Mientras que Poe tiene un flequillo que impide que los demás le vean los ojos, sin evitar que ella pueda ver al exterior, claro.
Entonces así se miraban las dos, intentando ver más allá de las restricción corporales que tenían.
Y de pronto la puerta fue azotada, llamando la atención de las dos chicas.
—¡Ranpo! —llamó aquel hombre de cabello plateado y postura imponente, al que todos en esa universidad conocían como el director.
—¡Oh, no! —dijo ella escondiéndose detrás de Poe. —Este es mi fin. —declaró.
—¡Sal de ahí, Ranpo! —exclamó su padre. —Buenos días, señorita. —se dirigió a la más alta, quien cubría a su hija.
—Ah, erm, buenos días. —contestó dudosa, volteando a ver en la dirección por la que Ranpo salía de detrás de ella.
—¿Buenos días? —dijo Ranpo intentando disipar el enojo de su padre y la obligación de asistir a sus clases que había estado evitando. No le funcionó, ya que la jaló del brazo en dirección a la puerta de la biblioteca, se la estaba llevando a rastras. —¡No, espera, ya fui a clases la semana pasada! —su padre le dirigió una mirada retadora, lo cual la hizo callarse, por lo que eso preocupó un poco a Poe. —¡Poe-chan, ayuda! —ella estaba por decir algo, extendiendo su mano con real preocupación. Pero era tarde, la azabache había pasado el otro lado de la puerta junto a su tutor. —¡Cuenta mi historia! —exageró. Tal vez solo para que Poe supiera que esto no era algo severo ni grave, y lo más peligroso que podía pasar era que la obligaran a aprender cosas que ella ya sabía.
Poe miró la puerta, añorando que se quedara un rato más, tal vez hasta que ella empezará sus clases. Pero eso no iba a pasar ahora que estaba en las garras del sistema educativo, Poe solo tenía que seguir con lo que estaba haciendo antes de que ella llegara.
***
—¡Poe-chan! —el grito resonó por la biblioteca al mismo tiempo que se azotaba la puerta casi dejando una marca a causa de la parrilla.
—Ranpo-chan. —contestó con ilusión, no pensó que vendría de nuevo por el riesgo que suponía que su padre la encontrara otra vez. Y hablando de eso. —¿Te saltas las clases otra vez?
Ranpo asintió sin remordimiento.
—¿Qué lees? —dijo acercando una silla y tirando su mochila a un lado para poder acercarse con ímpetu a su libro. —Ah, es de misterio. —hizo una mueca de asco.
—A mí me gusta el misterio. —Poe se encogió de hombros.
—No entiendo lo entretenido en eso. —le cerró el libro solo para ver la portada, que tenía el nombre en inglés, al igual que el texto de adentro. —¿Acaso este es..?
—Es uno de mis escritos, sí. —acarició la pasta del libro, era grueso y tenía una textura sin igual. —Este es de cuando aún residía en Estados Unidos.
Ranpo la escuchaba hablar sobre su historia escribiendo libros y cómo eso hacía que se desahogara de su día a día. Le comenzó a leer un poco de su relato, aunque no cabía duda que el misterio lo resolvería apenas pasaran el primer capítulo. Sin embargo, era una historia tan atrapante, que a pesar de conocer el final y explicarlo con lujo de detalles a la escritora, no quería que dejara de leerle. Sea por su voz y su increíble lectura en voz alta, o por su narración tan limpia y sin igual.
No es que les haya tomado aprecio a las novelas de misterio a partir de ahora. Para nada. Su pensamiento era firme en cuanto a ello y lo seguiría siendo hasta el día de su muerte. Pero no podía decir que estas en particular le desagraden.
Por otra parte, Poe se sintió como nunca lo logró con nadie más. Que alguien más muestre interés en las cosas que haces es un acto de aprecio impresionante, y que lo haga alguien con quien acabas de empezar a hablar apenas el día pasado, lo hace todavía más especial.
Poe se detenía más de lo necesario en los puntos, aprovechando un poco de tiempo para mirar qué tan concentrada estaba su acompañante. Ella esperaba impaciente a que prosiguiera con su lectura. Se podía ver cómo alzaba demás la cara para ver si era una parte especial por la que se tardara tanto en reanudarlo.
Así fue la convivencia entre ellas durante un par de días, llegando a que fueran semanas.
Había veces en las que Poe le leía a Ranpo cualquier libro que quisiera, ella solía escoger los suyos, pues se convirtieron en sus favoritos muy rápido.
Otras veces Ranpo le rogaba que se quedara y que no fuera a sus clases, siendo destrozada por los argumentos que Poe preparaba con mucho cuidado.
Pero sus preferidas, eran las veces en las que Fukuzawa entraba enfurecido buscando a la fémina, que solo podía esconderse debajo del escritorio que usaba Poe como la ayudante de la biblioteca. Lo gracioso era que cabía a la perfección, haciendo parecer que fue hecho a la medida para salvarla de momentos inoportunos.
—Señorita Allan, usted no sabe dónde está Ranpo, ¿verdad? —preguntaba cada vez.
—No lo sé, Fukuzawa-sensei. —y ella le contestaba de vuelta.
Lo que provocaba era que el hombre diera media vuelta y saliera del área, rabiando cual perro que no puede recordar dónde puso su hueso.
Así Ranpo salía de su escondite y comenzaba a reír fuerte en la compañía de Poe, quien nunca pensó que podría burlarse de las expresiones que hacía su director.
***
Cerca del catorce de febrero, Poe descubrió una parte de sí misma que no es su favorita. No obstante, es buena controlando sus emociones y no dejándose llevar por ellas.
Ella estaba esperando a que su amiga llegara a sus puntos de encuentro. Cuando estaba sentada, leyendo un libro que después tendría que guardar de nuevo en su estante, recibió un mensaje de ayuda.
Era poco común que ellas se encontraran fuera de la biblioteca, pues ese lugar se había vuelto como su casa del árbol; más ahora que los cerezos, que se extienden en la parte foránea del gran ventanal de la casa de los libros, estaban a punto de abrir. Sumando que es el lugar en donde Fukuzawa ya no busca más, pues piensa que no la volverá a ver ahí.
—¿Ranpo-chan? —pregunta cuando nota cómo ella está sentada en una banca, mirando su celular que probablemente solo esté moviendo de un lado a otro imágenes de su galería. Pero no descartemos el chico que fácilmente la quiere acorralar.
Como una campana de salvación, la más bajo escucha su leve susurro y la voltea a ver, alzando su mirada. Se para de un jalón, sorprendiendo y golpeando al tipo que la quería persuadir para una salida.
Al parecer, ella ni siquiera le estaba haciendo caso, pero tampoco tenía forma de salir de ahí.
—¡Poe-chan! —corrió en su dirección, muy alegre se le notaba. —Vamos por algo de comer a la cafetería, ¿sí?
—Sí, pero ¿tú estás bien? —preguntó intentando inspeccionar su estado. No quería enterarse después de que ese tipo le había tocado un solo cabello. Ella asintió para que dejara de pensar en ello, solo quería llevársela jalando su brazo entrelazado con el propio.
—¡Ah, espera! —quiso llamar al tipo que seguía un poco cerca de ellas.
—Eh, ¿tú quién eres? —Ranpo lo miraba con desinterés y desagrado. La única razón por la que no le había dicho nada antes era porque quería usarlo como excusa para que Poe viniera a su rescate y pudieran salir de la biblioteca. No les hacía mal de vez en cuando. Pero ahora ese tipo estaba siendo una molestia. —No importa, de todas formas olvídate de mí, por favor. —lo señaló para que supiera que hablaba con él directamente.
Ranpo iba a seguir con lo suyo, cuando una mano agarró su muñeca.
—Por favor, solo te estoy pidiendo una pequeña cita. —suplicó. Se podría ver a kilómetros cómo su ego se caía al pensar que una chica lo estaba rechazando. Así que era de ese tipo.
Una mano nueva se interpuso una vez más, apretando tan fuerte la mano del hombre, que por instinto soltó la de la azabache.
—Ella te dijo que no. —Poe, quien rebasaba en estatura a los dos, se interpuso en el camino. —Te aconsejo que la dejes en paz si quieres conservar tus dos manos.
Que no se note que estaba un poco molesta. No le estaba gustando lo insistente que estaba siendo, ni la manera en la que lo estaba siendo. No parecía una petición, sino una amenaza para que terminara aceptando.
Sabía que Edogawa no aceptaría, de todas formas, aún así, seguía sin agradarle el trato.
El hombre se zafó de su agarre y no dijo nada más al momento en que partió de allí.
—Eres muy confiable, Poe-chan. —la chica más baja le palmeó la espalda, ¿es que nada la asusta? Por su parte, Poe estaba aterrada de...
¿Qué le asustaba exactamente?
Si estaban dentro de un lugar seguro, con varia gente transitando que, desde luego se les quedaron viendo. El peor de los casos es que Ranpo se dejara engatusar por ese chico, que dejara de pasar tiempo con ella y se fuera con alguien más.
Oh.
Entonces eso era.
—¿Qué pasa? —preguntó la azabache al no apreciar movimiento de su parte. —¿Estás enojada por algo? ¿Quieres que regresemos a la biblioteca?
La ventaja de que todo el flequillo le cubriera los ojos, y de que su altura le saque varios centímetros a su amiga, es que no podía ver su expresión ni hacer nada para discernirla.
—No es nada. —contestó vagamente.
Pero Ranpo se preocupó más. Era claro que algo sucedía, pero sin pruebas no puede deducir nada. Incluso si algo en ella le dice que algo no está bien.
Tal vez no están las cosas mal, pero no están como de costumbre. Eso es algo que tiene que averiguar.
***
Era catorce de febrero. Día de los enamorados, de las parejas felices. Y de los amigos.
Poe no estaba segura de si podría hacer algo para su amiga, pues aunque el dinero no le faltaba para ejecutar un plan maestro de regalos, un inquietante sentimiento se instaló en su mente y corazón. Ni siquiera era bienvenido a que estuviera ahí. Pero la duda de si lo que sentía por Ranpo era solo amistad, le ha estado haciendo revolviendo los sesos desde ese incidente con el chico del pasillo.
Por fortuna o desgracia, ella no tenía qué mover un solo músculo para encontrarla pues siempre aparecía por la puerta de la biblioteca, a veces avisando, otras solo azotando la puerta y pasando como si ahí viviera. Menos mal no había estudiantes que la intentan callar por interrumpir la paz que simboliza el silencio de aquél cuarto.
—¡Poe-chan! —llamó con mucho entusiasmo que fue imposible que no se le contagiara tan buen humor. —¡Ten, te traje esto porque pensé que te gustaría!
En su mano extendió un estilógrafo reutilizable nuevo. La envoltura era un desastre, pero solo así podría saber que fue ella la de la idea y la iniciativa. Muy lindo detalle, ya que pareciera que a Ranpo le dé flojera hacer muchas cosas, entonces que se esforzara en esto es mejor regalo que el artefacto en sí.
—Muchas gracias, Ranpo-chan. —lo recibió con mucho gusto, tal vez se le quedó viendo por demasiado tiempo su regalo. Podría parecer raro, pero se veía muy bonita por alegrarse de un regalo tan pequeño como ese.
—Esta semana tengo que ir a clases. —su voz parecía de una niña regañada, aunque era muy similar por el hecho de que estaba triste de tener que irse a tomar clases aburridas y no poder pasar más tiempo con Poe. —Cuando termine mis clases vendré aquí, incluso si tengo que esperar a que terminen las tuyas. —la señaló, eso no la sorprendió, solo le gustaba ver esos momentos donde Ranpo piensa que la tiene que condicionar para que se quede a su lado. Cuando no necesita nada de eso. —¿Te quedó claro?
Poe sonrió.
—Claro que sí, Ranpo-chan. —llevó su regalo a ocultar su rostro, aún más de lo que no se dejaba ver.
—Bien. Entonces, te veo después. —se despidió lentamente. Mientras cerraba la puerta desde afuera aguanta su mano para despedirse.
Poe no sabía qué hacer. De un momento a otro se enamoró de Ranpo. Sin previo aviso. Ni siquiera sabe cuándo o cómo pasó. Tal vez es mejor no hacerse ese tipo de preguntas.
Ahora tenía que buscar un regalo para devolver el favor. Era fácil. Los gustos de Ranpo los sabría hasta el más despistado o hasta quien la acaba de conocer.
No se necesita decir que no fue a clases con tal de ir a varios supermercados cercanos y comprar desde dulces hasta sus snacks salados que fueran sus favoritos. Les hizo un bonito arreglo para que se viera un regalo menos común y corrió de vuelta a la biblioteca donde la fémina ya la estaría esperando.
Decidió entrar como si nada hubiera pasado. Viendo cómo Ranpo estaba intentando meter varias cosas a su mochila. De entre ellas: regalos.
Se sintió un poco miserable por solo regalarle esto cuando le alcanza el dinero suficiente para comprarle algo que deseara incluso más.
—Ranpo-chan. —llamó Poe para que la volteara a ver desde su lugar. Lo logró. —Veo que te han dado muchas cosas hoy.
No era exageración, había al menos diez regalos ahí metidos, o eso se alcanzaba a ver.
—¡Sí, son de mis amigos! —sonrió ante el recuerdo de que le dieran regalos. —¿A ti no te dieron muchas cosas?
Buscaba por el lugar posibles esperanzas de ver la mochila de Poe con un centenar de regalos, mas no la encontró por ningún lado.
—Casi nada. —de hecho, solo lo que recibió en la mañana de su parte.
—Hubieras conseguido más cosas si tuvieras más amigos. —la miraba merecedora de recibir más cosas, pues según conoció, Poe es alguien interesante y bonita que captura la atención de aquellos que se interesan en llegar a conocerla más a fondo. —Está bien si no quieres salir de aquí. —la miraba fija, incluso si la castaña no se daba cuenta. —¡Yo te ayudaré!
Poe rio suave.
—Agradezco tu disposición. —se iba acercando a ella para darle el regalo.
¿Era solo eso? Se tardó casi todo el día preparando un regalo, ¿y solo regalaría un par de frituras y dulces?
Ojalá hubiera sido tan fácil para ella. No tener que armarse de valor sería más fácil para cualquier persona que está apunto de cometer una locura en pleno día de San Valentín.
—¿Poe-chan..? —susurró Ranpo ante la proximidad de Edgar hacia su persona. Pues como le rebasa de estatura, es como si la estuviera encarcelado entre el muro y su cuerpo.
—Yo quería darte esto. —la azabache esperaba poder recibir el regalo en sus manos, sin embargo, fue depositado en una mesa cercana por las manos pálidas de aquella chica que por suerte conoce la luz del sol. Ranpo estaba concentrándose demasiado en esto que instintivamente abrió mucho sus ojos. A pesar de no traer sus lentes. Pero eso sólo lo hacía más embelesante para la mayor. Es como si frente a los ojos de una persona muerta de hambre, alguien sirviera una bandeja llena de pan con olor hechizante. Es la fuerza que necesitaba para atraparla en su siguiente movimiento. —También esto.
Poe se lanzó a los labios de Ranpo, tomando su oreja con un tono suave y delicado. Todo el mundo se tornó más cálido para la menor, sus ojos se cerraron completamente por un acto de reflejo que el beso le proporcionaba. Por primera vez, no estaban pensando con el cerebro.
Su cuerpo reaccionaba solo, sus labios, aunque no se abrían por temor a arruinarlo todo, intentaban compensar esa falta de terreno a la que sus lenguas no podían llegar.
Se separaron porque la diferencia de alturas les estaba cobrando una factura.
—Ranpo-chan. —llamó Poe para que la mirada de Ranpo, aún atrapada en los sucesos anteriores, se centrara sólo en ella. Los cachetes de Ranpo eran aplastados por ambas manos que la sostenían con delicadeza. —Yo. Bueno, tú. No, es decir. —tal vez en todo esto, Poe era la más nerviosa de las dos. —Tú me gustas.
Se sentía doloroso tener que escucharlo salir de sus labios y saber que llegarán a los oídos de Ranpo.
—¡Sí, sí, sí! —gritó con severa alegría. Poe no lo entendía del todo, pero para eso estaba la azabache. Tirándose encima de ella y besándole de nueva cuenta para reafirmar todo. Aunque esta vez no fue todo tan intenso. —¡Sé mi novia!
Una vez más, Ranpo se le adelantaba para decir y hacer cosas que fueron su idea desde un inicio. Pero eso estaba bien.
—Seguro. —contestó, llenándole la cara de besos para que toda su cara tuviera su esencia y su amor merodeando por ahí.
Ranpo y Poe eran felices estando juntas como pareja.
Con Fukuzawa no lo podríamos simplificar tanto.