
New York 2012
REGRESANDO EL OJO DE AGAMOTO
(GEMA DEL TIEMPO)
* * *
—… Dependo de ti, Bruce.
El Doctor Hulk asintió ya con la gema en su poder.
Steve lo vió acercarse a la cornisa del edificio, echar un último vistazo hacia atrás y luego lanzarse a cruzar la ciudad transportándose de tejado en tejado.
Hasta entonces Steve se mantuvo al tamaño de una pequeña hormiguita, escuchó la conversación desde las vigas junto a la puerta. Logró seguirlos al acomodarse en una de las macetas con flores justo detrás de Acient One. Llegar ahí requirió una serie de complejas y agotadoras maniobras. Oculto entre las raíces de una plantita, se tomó el tiempo necesario para estabilizar su respiración.
El doctor Pym le explicó que, en caso de emergencia debía retener un instante el proceso de recuperar su tamaño normal lo suficiente para salir del apuro. Le explicó la secuencia que debía seguir para hacerlo, le recomendó no quedarse pequeño por demasiado tiempo pues el GPS de Tony podría averiarse también expresó su deseo acerca de fusionar la tecnología Stark con su propio diseño, para hacerlo más completo y no limitarse a unas cuantas cargas de partículas Pym que podían llevarse en el traje, pero pensaba que no tenían mucho tiempo para ello, después de todo, ya había pasado una semana luego del uso de las gemas y además, conservar el traje cómo estaba era una forma de rendir honores a su creador. Pym dijo que jamás sintió tanto respeto hacia un Stark.
Volviendo a su viaje actual, para Steve fue un alivio que Hulk se marchara.
— Nadie nos interrumpirá. — El capitán miró hacia arriba, a la enorme nunca brillante de la monje. — Ya puede salir de su escondite, capitán. — lo instó. — Así que lo consiguieron.
Steve saltó de la mesita hacia el suelo que aparentaba una caída mortal. Pero inmediatamente recuperó su tamaño normal, parado junto a ella quien se giró para mirarlo.
— Si. Nuestra realidad está a salvo.
Ella asintió evaluando la expresión de Steve.
— Y aún así, no luces satisfecho.
Steve dudó si responder o no. Retiró la mirada de ella hacía el cielo, atestiguando cómo los invasores atacaron edificios, destruyeron calles y luego sobrevolaron la ciudad a toda velocidad.
— El precio fue muy alto. — La voz se le quebró. Agachó la mirada a los pies porque si las lágrimas se le escapaban, no deseaba que ella las viera. — El precio fue su vida... fue él. — negó apretando los labios. Ya no pudo con el doloroso nudo en su garganta. — Había otras opciones. Había otra alternativa… cualquiera de nosotros… Strange pudo-
— Cómo dije él está destinado a ser el más grande de nosotros. Sé que no tuvo otra elección.
Con el dolor latente en el pecho, Steve sintió también la rabia bullir y envenenarle el corazón. Quiso culpar a Strange porque tuvo que haber un culpable, alguien… debió salvar a Tony de ese destino. Él merecía respirar la libertad que consiguieron con sangre y sudor, tenía derecho a existir, ser feliz, tener una vida plena, a recibir confort, a ver a Morgan crecer, a estar en la graduación de Peter, a darse cuenta de que el matrimonio con Pepper no tenía mucho futuro y eventualmente… eventualmente los dos…
Steve rompió en llanto sabiendo que Acient One no mintió. Aún si se entrometió durante su separación (y eso no era jugar limpio), Strange jamás le haría daño a Tony.
El mago estaba lo suficientemente decaído para negarse a utilizar su atuendo de hechicero supremo. Tanto Steve como él llevaban el luto en su guardarropa de diario. No intercambiaron muchas palabras durante el funeral, pero se estrecharon las manos en son de paz.
Acient One respetó su dolor por medio del silencio y Steve no quiso decir nada más por un rato.
Sintió que todo eso era realmente injusto. Lo único que Tony había pedido era no morir y conservar lo que ya tenía. Steve era capaz de hacer a un lado el profundo amor que le tenía con tal de verlo sonreír, verlo tranquilo y pleno. Aunque sabía perfectamente la razón por la que (después del primer intento fallido de recuperar las gemas), Tony se marchó tan lejos como pudo de la base de los vengadores:
No podía decirse que había cenizas entre los dos, porque en realidad su fuego nunca se extinguió. Y aún intentando mantener platónico lo que existía entre ellos, aún estando comprometido con Pepper, se consumieron ante su fuego interno durante una larga y maravillosa noche. Steve comprendió que Pepper no jugó cuando dijo que Tony iba muy en serio esta vez con el asunto del matrimonio. Así que, al día siguiente, Steve encontró el lado derecho de su cama vacío.
Steve lo buscó al menos una decena de veces, hasta que Tony le confesó el embarazo de su esposa. Sólo entonces pudo resignarse a que era definitivo. Así que, cuando tuvo que ir a buscarlo de nuevo para convencerlo de ayudarles a viajar en el tiempo, fue casi vergonzoso.
Que hubiera terminado no quería decir que Tony no mereciera la felicidad que le habían robado durante años.
Eso no implicaba que Steve dejaría de amarlo.
Eso no borraba cada beso, cada abrazo, las promesas, los sueños, el deseo, ni el amor que había entre los dos desde hacía 10 años.
Ni siquiera la muerte podría interferir.
Merecían una nueva oportunidad y Steve abriría esa posibilidad para los dos.
— Tomela. — durante toda esta reflexión, Steve sorbió por la nariz con los ojos enrojecidos. Abrió el maletín y tomó la gema del tiempo. Dentro ya solo le quedaba la réplica del cetro.
Acient One la sostuvo entre sus finos dedos. Cerró el ojo de agamotto cuando la piedra quedó perfectamente acomodada.
— No hay palabras sabias que puedan aplacar su pena, Capitán. — Ella observó en dirección a dónde Stephen debería estar realizando la cirugía. — Sin embargo, tal vez podrá dormir tranquilo sabiendo que en su realidad y en esa otra, no existirá un Thanos que asola el universo, ni la tierra o sus habitantes. — cuando Steve reparó en cuanto ella sabía, Acient One se encogió de hombros. — Tal vez eché un vistazo. — confesó. Steve no pudo evitar media sonrisa. — ¿Qué hará ahora?
Steve reflexionó un momento observando el maletín. Estaba completamente decidido.
— Tengo que entregar la última gema.
— Me parece una prudente decisión. Pero, me refiero ¿Después?
Steve se dio la vuelta para que ella no pudiera verle a la cara. Avanzó hacia la cornisa justo como había hecho Hulk y le miró por sobre el hombro.
— En una realidad donde Thanos y las gemas ya no representaran una amenaza, es momento para que el Capitán América comience a pensar en su retiro.
— ¿Está seguro?
Steve sonrió para ella y luego se lanzó del edificio. En primera instancia cualquiera habría pensado que era una locura, pero en ese preciso momento una nave chitauri sobrevoló de forma que Steve se prendió de ella. Golpeó a su tripulante con el maletín hasta noquearlo y así poder lanzarlo contra otra de las naves que venía detrás. Así pudo llegar cuán cerca de su siguiente parada; el Spot donde habían dejado a Scott Lang con el cetro, justo antes de decidir partir a 1970.
Doctor Hulk estaba mostrándole que tenía la piedra del tiempo en su poder y Scott le explicó que los dos (Steve y Tony) se habían marchado a New Jersey en 1970. Hulk arqueó las cejas asombrado y asumiendo -correctamente- que habían ido en busca del Teseracto y las partículas Pym.
— Ellos… actuaban muy raro. Quiero decir, se miraban el uno al otro como si…
Dr. Hulk suspiró.
— Hay mucho entre ellos dos sucediendo, pero apuesto que ni siquiera ellos pueden explicar que es.
— ¿Ha-Hablas en serio? ¿El Cap y Tony…? ¿Los dos…?
— Mejor ponte el traje y vamos.
Scott aún no pudo creérselo mientras los dos activaron el traje. Steve recordó que era un tipo simpático aunque honestamente, antes de partir a New Jersey, tuvo que contener sus ganas de golpearlo con el escudo cuando le gritó al hombre de hierro y el deseo se agudizó cuando cerró el auto con un muy grosero portazo. Tony no merecía, en ningún momento, que Scott se dirigiera a él de esa manera.
Una vez ellos desaparecieron de la vista, Steve buscó trepar por el lugar del que se fugó la primera vez. Era mucho más fácil ahora porque solo tenía que ir a la planta baja para entregar el cetro.
Cuando salió del elevador hacia el lobby, vió al Tony de esa realidad instando a los demás a prepararse para asistir al Cap en el piso 14.
— ...Si, estoy bien. Hombre de hierro ¿Recuerdan? — le aseguró a Thor. — Ahora; Cap necesita nuestro apoyo. Loki es bastante escurridizo…
— Deben tomar en cuenta que su magia le permite cambiar de forma. — Contribuyó el dios del trueno.
— Lo mejor será dividirnos. — propuso Clint.
— Chicos…— Los interrumpió Steve.
Clint y el resto se volvieron a mirar.
— Ey… creímos… — Tony frunció el ceño
— ¿No estabas…? — Clint dio un paso hacia él.— ¿Cómo sabemos que no eres Loki?
Steve levantó el maletín abriéndolo para que pudieran observar el cetro que descansaba en su molde. Los ánimos se relajaron totalmente y Clint regresó su arco a la espalda. — ¿Donde decías que estaba ese lugar? El de la comida. ¡Ey! ¡Tierra llamando a Stark…!
Tony parpadeó volviendo en sí luego de permanecer en silencio admirado a Steve.
— Ah, si, si. A unas calles de aquí. Jarvis, descarga las coordenadas para todos.
— ¿No vienes?
— Adelantense. Yo… esperaré a que el aire regrese a-..
— Vamos.— intervino Natasha haciéndole un gesto con la cabeza a Thor para que le siguiera.— Dejemos a Stark y a “aire”, a solas.
El rubio no lo comprendió en un principio y frunció el ceño, pero al ver a Steve detrás de Tony asintió con una enorme sonrisa.
— ¡Ah! Quieren quedarse a solas. Si, yo… entiendo. Nosotros… — Thor arrugó la nariz y señaló hacia la salida opuesta a ellos y por dónde Natasha rodó los ojos en blanco.
Comenzó a caminar hacia ella echando de cuando en cuando miradas a los dos. Ya por la acera fuera del edificio, se regresó a mirar a través del cristal. Nat tuvo que llevarlo a rastras de la oreja.
Tony negó con la mano en la cara.
— Ahí va el hombre que salvó mi vida.
— ¿Ah, si? — preguntó Steve.
— Si… — Tony se giró. Detuvo sus ojos cafés de largas pestañas, esos ojos que Steve echaba tanto de menos, en el maletín. — No viste pero tuve una… pequeña crisis y él… su martillo… — Frunció el ceño cuando lo miró a la cara — ¿No dijiste que Loki...? Estábamos… estábamos por subir a…
— Logré quitárselo. Al final escapó.
— Si, ya me lo esperaba. ¿Estas bien?
— Si.
Tony asintió. No había mucho que discutir, así que avanzó dos pasos más cerca de Steve sin tener idea lo que provocaba su cercanía.
— Bien, dámelo. Shield hará un berrinche tremendo por esto, pero no planeo entregarlo hasta que Bruce le haya hecho algunas pruebas. ¿Tienes hambre? El shawarma es algo que debe estar en tu lista de pendientes, Cap. Pero no por mucho tiempo.
Tony le hizo un gesto con la cabeza para indicarle que le siguiera pero Steve no se movió.
— Stark, quisiera hablar contigo un momento.
Él parpadeó desde la corta distancia que los separaba, ahora con el maletín en la mano. Luego sonrió con una luz que hizo latir su corazón desbocado. Esa mirada coqueta, con el espíritu en alto, tan pagado de sí mismo…
Dios…
Cuánto lo amaba…
— Puedes confesarme tu amor con flores y chocolates más tarde. Es momento de alimentar el cuerpo, Cap. Sería un buena oportunidad para la primera cita. — la mirada de Steve -nostálgica y devota- aminoró su egocentrismo y removió algo en lo profundo de sus entrañas: Tony experimentó una especie de mariposas en el estómago. A eso debió añadir el sobresalto interno cuando Steve se plantó delante con toda la determinación del soldado que era y no como el gigantesco cachorro que parecía hasta entonces. Ahora que hacía memoria, estaban a punto de golpearse cuando fueron interrumpidos por el ataque sorpresa.
— Yo…
Tony se alarmó cuando Steve lo sujetó por el brazo.
— Tranquilo, fue solo una…
— ...lo lamento.
— ¿Eh?
— Tú realmente estabas dispuesto a morir. Allá, afuera. — no era una pregunta. Tony tragó sintiéndose cada vez más expuesto. — Te juzgué equivocadamente. Dije que tú no eras alguien que podría jugar en equipo, mucho menos sacrificarse para que otros pasaran por encima de ti. Creí que todo para ti era una broma, pero no hay nada que tomes más en serio que la seguridad de la gente inocente, de los seres a los que amas. No he sido justo contigo, Stark y lo lamento.
Las mejillas del playboy enrojecieron al mismo tono que su armadura. Tragó con los labios secos, la impresión le apagó la voz. Rehuyó su mirada con una risa nerviosa, luego carraspeó.
— Yo…
— No tienes que… — Steve tembló conteniendo el impulso de estrecharlo en sus brazos, de hundir la nariz entre su cabello castaño. —... No tienes que decirlo de vuelta. Solo prométeme una cosa.
— ¿De qué estás-…?
— Necesito que confíes en mí, Stark. — Se atrevió, por mero instinto, a dar un paso adelante, invadiendo su espacio personal y fue… fue maravilloso que Tony no se lo impidiera.
— Oye…
— Por favor
— Cap eso es-
— Stark, solo necesito que me prometas que si algún día… — tragó. Tony le miró de regreso, con ojos brillantes. Estaba perdiéndose en ellos, debilitándose poco a poco. — … si algún día las cosas van terriblemente mal, si algún día necesitas respuestas… — estaban cada vez más cerca, podían sentir la respiración del otro en el rostro. — ...irás a esta dirección, en esta hora precisa, a esa fecha exacta. — Steve hizo la mano de Tony acariciando suavemente la punta de sus dedos y puso en su palma un pequeño papel.
— ¿Que es…? — carraspeo porque su voz fue muy débil. — ¿Qué es esto? — cuando Tony quiso mirar, Steve lo detuvo.
— ¡No! No lo abras. Ábrelo sólo cuando llegue el momento indicado. No ahora.
— Ok, esto se está poniendo bastante raro.
— Prometelo.
— No soy bueno con las promesas
— ¡Stark!
— ¡De acuerdo, de acuerdo! — agradeció que se rompiera la atmósfera de hace un momento. — Lo abriré solo entonces. ¿Ahora podemos ir a comer? Estoy hambriento.
— Claro, te sigo.
Tony se dio la vuelta guardando el papel en el bolsillo del pantalón, con la idea de que le seguía detrás. Tan solo avanzar unos pasos, las puertas del elevador a la derecha se abrieron de par en par. Del compartimento salió nada más y nada menos que el capitán América.
— ¿Stark? — el Steve que acababa de llegar reparó en el maletín en la mano de Tony. — ¿Cómo lo…?
— ¿Steve? — preguntó desconcertado.— ¿Entonces quién…? — Tony miró hacia atrás, pero no había nadie. Regresó la vista al frente, sobre el Steve que estaba tan confundido como él.