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선의의 경쟁 | Friendly Rivalry (TV)
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¿Qué pasaría si Seulgi y Jaeyi fueran mamás?ONE- SHOTS
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La visita- Parte 2

 

El motor rugía con fuerza mientras Jaeyi giraba el volante con los dedos tensos clavados en el cuero del volante. Tomó la curva con brusquedad, dirigiéndose a toda velocidad hacia el viejo hospital ya abandonado, donde su padre había comenzado las prácticas décadas atrás.

 

Apenas detuvo el coche, bajó de un salto y encendió la linterna del móvil. Seulgi fue tras ella, arrancando las tablas de la entrada con manos temblorosas.

 

—¡BORA! —gritó Seulgi con la voz rebotando en los pasillos vacíos.

 

Solo el eco de sus pasos acompañaba su avance por el interior, mientras los haces de luz cortaban el polvo suspendido.

 

—No está aquí —murmuró Seulgi, pisando sin querer una vieja caja de medicamentos que crujió bajo su zapatilla.

 

Jaeyi apretó los puños con fuerza.

 

—Tenía que estar aquí… Aquí fue donde empezó todo.

 

Sin decir nada más, volvieron al coche. El motor rugió de nuevo, sacándolas del hospital hacia la segunda ubicación. El camino de tierra traqueteaba bajo los neumáticos mientras el cielo comenzaba a oscurecerse.

 

Seulgi miraba por la ventana en silencio con los dedos tamborileando nerviosos sobre su muslo.

 

La antigua mansión de los Yoo se alzaba ante ellas. Las ventanas tapadas les daban la bienvenida como ojos huecos, observándolas desde la oscuridad.

 

Jaeyi salió del coche sin detenerse. Seulgi la siguió en silencio, mirando de reojo la verja oxidada y el jardín devorado por la maleza. Al llegar a la puerta principal, Jaeyi tanteó el pomo, pero como esperaba, estaba cerrado.

 

—Genial —murmuró, frustrada.

 

Entonces Seulgi, sin decir nada, se quitó una de las horquillas de su cabello, se agachó frente a la cerradura y, tras unos segundos de girar la horquilla en el interior, el picaporte giró con un clic seco.

 

Jaeyi parpadeó, sorprendida.

 

—¿Desde cuándo sabes abrir cerraduras?

 

Seulgi se encogió de hombros, devolviéndose la horquilla al pelo.

 

—Talento natural, supongo.

 

Jaeyi la miró sorprendida, y empujó la puerta mientras avanzaban entre entre los muebles cubiertos con sábanas. 

 

—¿Por qué aquí? —preguntó con voz baja.

 

—Porque aquí es donde me encerraba cuando no era lo bastante lista o lo bastante rápida. —Jaeyi no se detuvo al hablar, abriendo armarios con demasiada fuerza—. Ya sabes cuando me “portaba mal”.

 

Seulgi se agachó para mirar bajo la cama desvencijada, y de pronto, algo llamó su atención. Una fotografía, olvidada entre el polvo.

 

Era Jaeyi, de unos siete años, llorando en brazos de una niña mayor.

 

—¿Tu hermana? —preguntó con delicadeza, alzando la imagen.

 

Jaeyi se la arrebató sin mirarla. Asintió en silencio.

 

—Él nos obligó a hacernos la foto. Dijo que quería que nunca olvidara cómo mi hermana había perdido una prueba de matemáticas-

 

Seulgi tragó saliva y le tomó la mano con suavidad.

 

—Vámonos de este maldito sitio.-

 

Sin discutir, Jaeyi arrancó el coche de nuevo. 

 

—Vamos al último lugar. Tiene que estar ahí… —susurró Jaeyi, sin soltar el volante—. Éramos unas crías… Vinimos aquí… porque ella juraba que había visto hadas en el bosque.

 

Seulgi la miró de reojo. Era la primera vez que escuchaba esta historia.

 

—Papá nos siguió sin que lo notáramos. Nos gritó que las hadas no existían. Que éramos idiotas por creer en cuentos. —Hizo una pausa, la voz empezaba a quebrarse—. Mi hermana se echó a llorar. Yo le dije que sí la creía. Que las hadas existían… y él me escuchó.

 

El silencio se llenó de tensión.

 

—Me partió el labio de una bofetada. Por “mentir”.

 

Seulgi no pudo contener un estremecimiento. Iba a responder, a decir algo que la consolara, pero entonces la voz robótica del GPS interrumpió:

 

“Ha llegado a su destino.”

 

—Tiene que estar aquí… —murmuró Jaeyi.

 

Y sin esperar, bajó del coche.

 

***

 

 

Dentro del bosque, unas huellas en el barro fresco las guiaban.

 

-¡BORA! —gritó Seulgi, adentrándose entre los árboles con el corazón desbocado.

 

Entonces lo vieron.

 

Tae-joon, sentado en un tronco caído, completamente solo.

 

Jaeyi no dudó.

 

Se lanzó sobre él como un rayo, empujándolo contra el árbol más cercano mientras lo sujetaba del cuello con fuerza.

 

—¿Dónde está? —escupió entre dientes.

 

—No está conmigo —respondió él, sin resistirse, con una sonrisa cruda.

 

Un crujido detrás de ellas las hizo girar a ambas.

 

—¿Mamás?.-

 

Bora apareció entre los arbustos, con el pijama cubierto de tierra y ramitas enredadas en el pelo. Seulgi corrió hacia ella y la abrazó con tanta fuerza que la levantó del suelo.

 

—¡No vuelvas a hacerme esto nunca más! —le dijo, enterrando el rostro en su pelo, sin poder contener el llanto.

 

Bora parpadeó, confundida.

 

—Solo vine a buscar hadas, mami… El abuelo dijo que vivían aquí-

 

Jaeyi no había soltado aún a su padre.

 

—¿Qué mierda le has dicho? —preguntó fuera de sí apretando más su agarre.

 

—La verdad —contestó él con otra sonrisa.

 

Bora alzó una piedra brillante como un trofeo.

 

—¡Mirad! El abuelo, me  dijo que es mágica, que las hadas las esconden para las niñas especiales como yo!.

 

—¡No es tu abuelo! —estalló Jaeyi, con una voz tan dura que hizo temblar a la niña.

 

Seulgi le lanzó una mirada rápida. No era el momento ni el lugar para hablar ahora de esto.

 

Bora bajó la mirada a la piedra, luego miró a sus madres, y algo pareció hacer clic en su cabeza.

 

—Ah… ¿Os asustasteis porque pensasteis que me había perdido?-

 

Seulgi solo pudo asentir, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

 

Entonces, con esa inocencia que solo podía tener una niña, Bora le secó las mejillas con las mangas de su pijama.

 

—Lo siento, mami. No quería asustaros. Solo que… —susurró— el abuelo dijo que las hadas solo aparecen si estás solo.

 

Jaeyi aflojó el agarre. Lo miró a los ojos por última vez y finalmente lo soltó.

 

—Vete —le dijo, sin gritar, sin temblar—. Si alguna vez de tu patética vida me has querido, aunque fuera solo un poco, vete. Y no vuelvas.

 

Tae-joon se arregló la corbata con calma, sin borrar esa expresión extraña del rostro.

 

—Es fuerte, como tú. Rápida. Lista. Me recuerda tanto a tí.. Va a conseguir algo grande-

 

—Ella va a ser una niña querida —Zanjo Jaeyi, alzando la voz—. No va a tener que demostrarle nada a nadie. Y tú no vas a volver a acercarte a ella nunca más.-

 

Tras una última mirada a la niña, se dio la vuelta y desapareció entre los árboles, por un camino distinto de vuelta a la ciudad.

 

***

 

Bora dormía profundamente en el asiento trasero. Su respiración era tranquila, y su pequeño cuerpo, envuelto en una manta, subía y bajaba con un ritmo acompasado.

 

El coche avanzaba por la carretera silenciosa. Jaeyi fijaba la vista al frente concentrada—¿Crees que existen? —preguntó de pronto, casi en un susurro.

 

Seulgi la miró.

 

—¿Las hadas?

 

Jaeyi negó suavemente con la cabeza.

 

—Los padres que no rompen a sus hijos.

 

Seulgi no dijo nada al principio. Solo alargó la mano y entrelazó los dedos con los suyos, apretandolos con amor.

 

—Nosotras lo somos —respondió, sin titubeos—. Y estamos haciéndolo bien, Jaeyi. Muy bien.



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