Almas gemelas

Octubre, en un universo paralelo, donde los vengadores no existen y se respira una relativa paz, libre de extraterrestres con delirios de diva.

Mañana nublada de otoño, fin de semana y un proyecto a medio terminar en el pequeño taller que había acondicionado en su departamento.

Necesitaba con urgencia algo para despertar, tal vez un café y un bagel con queso crema, o un pan con chocolate. Porque seguir viendo al techo de su habitación en definitiva no ayudaba.

El joven se levantó de su cama, se estiró como un felino y con paso perezoso puso play al reproductor que estaba sobre la repisa y al momento la voz de Elvis llenó el lugar.

¿Algún día sentiría ese tintineo en su pecho? ¿Había alguien para él? Debía ser un santo seguramente, pues el ritmo de vida que llevaba y los malos hábitos respecto a su salud (falta de sueño, comida no apta gente fitness, mucho trabajo)...en fin, quien aguantara eso le construiría una estatua en lo alto del edifico Chrysler.

Una vez vestido con un conjunto negro deportivo abrigador y su cabello rizado medianamente domado, procedió a despertar al pequeño de cabello castaño claro que dormía atravesado en diagonal en la cama...

Con razón le dolía la espalda.

- Mocoso ya despierta, tenemos que ir a desayunar.

- Noooo - dijo el pequeño, el cual cubrió su rostro con sus manitas y volvió a acomodarse para dormir.

- Si no te levantas en este momento,  desayunarás verduras - dijo con malicia.

Y fue suficiente para que el pequeño despertase y lo viera feo. ¿Cómo se atrevía a amenazarlo con un desayuno a base de verduras?

Eso es una forma legal de torturar a un pequeño infante.

Ya vestidos los dos, con una mochila deportiva al hombro donde llevaba las cosas que un pequeño podría necesitar (incluida una pelota), decidieron ir por el sustento de la mañana. Al bajar y salir del complejo de edificios ubicado en Park Avenue, el aire frío de otoño les dio la bienvenida y fue más que suficiente para despertar por completo. Se despidieron del portero y el joven colocó un gorro al pequeño (ante la molestia de este) y ambos caminaron al Starbucks más cercano.

Que en Nueva York es más que sencillo encontrarlos.

No tuvieron que caminar mucho, solo un par de cuadras para llegar al Starkbuck de la avenida Lexington. Al entrar el aroma a café lleno sus fosas nasales, y el joven se apresuró a pedir su orden.

- Chocolate caliente! Chocolate caliente!

- Y después comerás un poco de fruta o mamá nos regañará - le dijo al pequeño, sabiendo que nunca comería la fruta, pero tenía que lucir como un hombre responsable del pequeño a su cargo.

Apariencias...

- Será un chocolate caliente, pero no tanto porque es para el pequeño, un espresso doble, un panini de jamón y queso suizo, una botella de agua y eso que tiene yogurth y fresa -

- Su nombre?

- Ed - contestó al tiempo de extender su tarjeta y reglarle una sonrisa coqueta al joven dependiente que se sonrojó hasta las orejas.

Ya con su orden y acomodados en su mesa, con algunos juguetes del pequeño, procedieron a desayunar su, muy alto en calorías, desayuno. Fue una mañana tranquila, no había mucha gente en las calles para ser domingo por la mañana. Ed hizo una nota mental de llevar a su pequeño al parque, porque de lo contrario destruiría su departamento con la cantidad indigente de azúcar que había estaba consumiendo en su chocolate.

De nuevo esa canción llegó a sus oídos, parecía que Elvis estaba de moda otra vez (aunque siendo sinceros, nunca había pasado de moda), era eso o la canción lo estaba persiguiendo hasta en sus sueños. O tal vez era una de esas coincidencias raras de la vida, después de todo ¿que podría pasarle a él?

Con su trabajo en la compañía de su padre y sus investigaciones...digamos que no tenía mucha vida social. Su círculo de amistades era el mismo desde hace unos años, con algunos agregados solamente.

Recién había cumplido los 28, pero sentía que no había hecho nada en su vida, y parecía que seguiría así por mucho tiempo.

Ed se quedó pensativo observando a través de la ventana a las pocas personas que pasaban. Tal vez uno de ellos era su alma gemela no? tal vez uno de ellos lo haría sentir ese cosquilleo en las manos y la vibración en su alma y corazón.

Tal vez ese señor que tenía cara agria, o esa señorita que caminaba presurosa con unos tacones de infarto, o la señora con un abrigo digno del día mas helado del invierno, o...

- Quiero hacer pipí - una vocecita lo sacó de sus cavilaciones, mejor volver a la vida real.

- Vamos y después iremos al parque. Guarda tus juguetes. -

- Si! vamos a los juegos!

Al salir pensó seriamente en volver, a pesar de ser otoño se sentía frio el ambiente. Y él en definitiva no llevaba bien el frio, ni madrugar, ni la comida saludable... cosas que había hecho esa mañana, al salir temprano y comer yogurt.

Pero luego volteo a ver al pequeño que iba de su mano, el cual señalaba con alegría las decoraciones de Halloween que estaban sobre la calle y las casas, riendo con algunas y sorprendiéndose con otras. Le había prometido el parque y ahí lo iba a llevar. Y como era un exagerado, mejor llevarlo al más grande de la ciudad: Central Park.

Al llegar a la zona de juegos no se sorprendió encontrarla casi vacía, así que entraron y el pequeño salió corriendo hacia las resbaladillas con un Ed pisándole los talones. Había también pequeños toboganes y columpios y el niño hiperactivo debido a la cantidad de azúcar en su sangre, corría por todos lados riendo y huyendo de un Ed que intentaba ponerle de nuevo el gorrito que se le había caído.

- Deja que te lo ponga, que si te enfermas a mí me regañan! -

- No hahaha -

- Entonces enférmate - digo de manera muy adulta y madura Ed, haciendo un mohín con su boca para después sonreír y negar levemente con la cabeza. Mientras no lloviera, estaba bien.

Por fin era su día libre, unas pequeñas vacaciones de 3 días para un joven médico de Brooklyn de 34 años que le sabían a gloria.

Ser pediatra era su vida, amaba los niños y la medicina, pero había momentos particularmente difíciles, sobre todo cuando había enfermedades incurables y había que comunicárselo a los padres, o ver el sufrimiento de un pequeño al recibir un tratamiento.

Si, necesitaba esos días para estirar sus piernas, caminar y tomar un poco de aire puro. Ciertamente Central Park no era lo más puro, pero considerando que vivía en la ciudad de Nueva York, este parque era lo más cercano a la naturaleza.

Hoy caminaría un poco, compraría algunos libros, y en definitiva comería fuera. Y el clima era ideal, nublado y frio para una mañana otoñal. Ambiente fresco y no muchas personas caminando. Perfecto y simple.

Después de caminar un poco por el centro y haber desayunado su respectiva fruta, café y unos hotckes, decidió tomar el subterráneo para bajarse en la calle 86 y dirigirse a Barnes & Noble.

Dentro de la tienda ser perdió entre los cientos de títulos ofertados. Necesitaba un poco de descanso de cuestiones médicas (que era lo que más leía y más había en su biblioteca personal). ¿Tal vez algo de filosofía? ¿O una novela de suspenso?

Se alejó de la sección rosa, esas novelas con títulos tan ridículos como: "El tintineo del amor", "Guía de supervivencia para no morir esperando a tu alma gemela", "Almas gemelas y como encontrarlas", incluso vió "¿Qué hacer mientras esperas el amor?" que su tarado y mejor amigo le había regalado a los 30.

- ¿Es una broma James? - le dijo mientras su familia se reía de él.

- Hahaha no! Pero tu mi amigo, necesitas divertirte y no estar esperando

- Para ti es fácil - y sí que lo era, tenía a una hermosa pelirroja como pareja, quien le veía risueña, después de todo ella había escogido el título.

Dicho libro yacía en el fondo se su biblioteca, escondido entre grandes tomos de anatomía humana y carpetas de expedientes. Con 34 años se estaba cansado de esperar. Era joven sí, pero no lo sería por siempre. A veces se preguntaba si conocería a esa persona en el hospital, porque no salía mucho.

Tal vez fuera hora de darle una leída a ese libro...

Al final término comprando Homo Deus: Breve historia del mañana del cual había escuchado buenas críticas. Una vez pagado salió de la tienda y comenzó a caminar. Le gustaba observar la ciudad y el movimiento de las personas, algunas presurosas, otras caminando como si el tiempo no pasara, observar los taxis amarillos y por supuesto, los turistas tomando fotografías de cada edificio y rincón del lugar.

Cuando ya había caminado un par de calles se detuvo en un pequeño restaurante, y se compró un bagel con queso crema y salmón y un té. Caminó un poco sobre Park Avenue admirando los altos edificios y dobló para dirigirse a central Park, a una de sus zonas favoritas: el monumento a Hans Christian Andersen y la vista que tenía del pequeño lago, con los edificios de la quinta avenida reflejados en el agua.

Al llegar al lugar tomo asiento y se dispuso a saborear su té, dejando que el calor entrara a su cuerpo. Había pocas personas, ciertamente era una mañana fría pero eso lo tenía sin cuidado. Tomo su bagel, le quitó parte de la envoltura y comenzó a comerlo, disfrutando de la suavidad del queso crema y el sabor fuerte del salmón.

Se acomodó mejor y abrió su nuevo libro para comenzar a leer. Y escucho un trueno en la lejanía. Ojala no le diera al cielo por llover, menos mal traía su sombrilla.

El cielo comenzó a nublarse mas, lo cual era malo porque no traía sombrilla y no tenía ganas de mojarse.

- Es hora de irnos mocoso -

- Pero quiero seguir jugando - le contestó el pequeño, el cual tenía una pelotita en sus manos y la aventaba dentro del tobogán.

- Comenzará a llover, te enfermaras y te llevaremos al doctor a que te inyecten-

- Ya voooy. - dijo resignado, bajando por el tobogán donde Ed lo esperaba con su pelota y su gorrito.

Cualquier niño en su sano juicio, evitará las inyecciones. En realidad cualquier persona en su sano juicio.

Mochila al hombro y niño en mano, comenzaron a caminar con calma. El pequeño llevaba su pelota en la mano y juntos iban riendo. A veces le tomaba fotos y se las mandaba a su mamá, otras más se hacían selfies haciendo muecas extrañas.

Darían una vuelta por la escultura de Alicia en el país de las maravillas, seguramente con algunas fotos de por medio, rodearían el pequeño lago y partirían al departamento.

Al caminar vio un puesto de comida, así que se acercó para pedir un hotdog que compartiría con el mocoso, y algo de beber. Lo soltó por un momento en lo que buscaba dinero y el niño se puso a jugar con la pelota, haciéndola rebotar al tiempo que iba por ella.

Después de mucho forcejear, logró sacar cambio para pagar la comida, tomo el hotdog y se lo extendió al niño.

- Tómalo con cuidado que está un poco caliente -

Pero al voltear, el pequeño no estaba, solo su gorrito a un lado de él.

Steven había terminado con su lectura amenizada con la música que salía de sus auriculares. Había comenzado una ligera llovizna y no quería estropear su nuevo libro. Se levantó y sacudió su abrigo para eliminar las posibles migajas, y tiró su basura. Dándole una última vista al lago, comenzó su camino con paso calmado, un poco de brisa no le haría daño.

Iba en sus cavilaciones sobre días perfectos y mañanas de lluvia, cuando comenzó a notar que la llovizna se volvía lluvia ligera. Sin pensarlo tomo su sombrilla y la abrió, pero en el movimiento sus auriculares cayeron.

Entonces lo escuchó.

Un llanto desesperado.

Giró para encontrar el origen del llanto, pero se descubrió solo.

Sin embargo el llanto seguía, así que se dispuso a seguir el ruido. Algo dentro de sí sabía que era lo correcto. Caminó unos metros y entonces lo vio. Un pequeñito de cabello castaño claro, casi rubio y ojitos azules, ahora hinchados por el llanto y su naricita roja. No tendría más de 4 años y lucia aterrado.

Sin pensarlo se acercó al pequeño y lo cubrió con su sombrilla. El pequeño al verlo corrió a él.

Se agachó para estar a la altura del pequeño y preguntó su nombre. El niño tardó un poco en calmarse y por fin hablo, con su vocecita tembloroso.

- Soy Harley - respondió con pequeños hipos

La imagen del pequeño, con su cabello lleno de pequeñas gotitas de agua y viéndolo como si fuera el mismísimo santa al rescate, le causó un saltito de corazón a Steven.

- Soy Steven Rogers - dijo al momento de acariciar su rizada cabellera.

Decidió quedarse con él y mirar alrededor esperando que alguien llegara. Probablemente aparecería una madre histérica, o una niñera.

- ¿Con quién venías pequeño?

- Con mi tío - y viéndolo con ojos esperanzados preguntó - ¿Sabes en dónde está?

- No pequeño, pero me quedaré contigo hasta que lo encontremos - y de paso decirle algunas cosas, pensó para sí.

¿Quien en su sano juicio descuida a un pequeño? Con lo fácil que pueden perderse.

Si, en definitiva regañaría un poco al tío irresponsable.

- Estaba jugando con mi pelota. - dijo ya más tranquilo mostrando una pelotita naranja - pero se cayó entre los arboles - sus ojitos comenzaron a llenarse de lágrimas

- Tranquilo, lo encontraremos

- BUAAAAAA. - comenzó a llorar de forma que partiría el corazón de cualquiera.

El pequeño estaba asustado y Steven no podía culparlo.

Pensando si quedarse ahí o llamar a la policía, ya que no podía simplemente cargarlo y llevárselo, escuchó un grito.

- HARLEEEEEYYY

- TIOOOOOOO

A pesar de ver como el joven se acercaba corriendo con evidente alivio y rapidez, Steven no soltó al pequeño hasta que su tío lo sostuvo en sus brazos.

- No vuelvas a asustarme así niño, Peps me mataría si te pasa algo - le dijo con una voz suave y contenida. Era evidente que estaba aterrado. A vista del médico, el joven castaño estaba temblando.

Entonces alzó la mirada para encontrarse con la del médico.

Ojos azules como un cielo despejado de verano se encontraron con ojos del color del más exquisito de los chocolates (o eso le pareció a Steven).

El joven lentamente se levantó con el niño en sus brazos aún llorando, y sin dejar de mirar a Steven se presentó

- Soy Edward Stark - dijo estirando su mano libre para saludar al médico de facciones hermosas, rubia cabellera y mirada amable.

- Steven Rogers - contestó el saludo, observando esas largas pestañas, las pequeñas pecas y el leve sonrojo en sus mejillas producto de la carrera que hizo.

"Te encontré" fue lo que ambos pensaron.

Al final el destino es curioso y caprichoso, pero siempre pone las cosas en su lugar ¿Porque no hacerlo con un par de almas gemelas que en sus vidas pasadas (y paralelas) ya han sufrido mucho?

Era hora que por fin, fueran felices hasta el final de sus días.