
Steve abrocho por décima octava vez el botón rebelde de la camisa azul que usaba, intentó moderar aún más su respiración para que el botón rebelde no volviera a salirse.
Se sentía nervioso e incómodo no solo por la ropa que usaba, si no por la situación, que estaba lejos de ser la primera vez, pero eso no disminuía su vergüenza.
Asistir a citas a ciegas con su mejor amigo siempre lo ponía nervioso.
Vio a Tony sentado a su lado doblar las mangas de su camisa color vino, luego ajustar su chaleco negro, cuando se dio cuenta de que lo veía, Tony giró un poco su cuerpo para mirarlo, los ojos azules se estrecharon.
—¿Nervioso? ¿En serio?
Negó e intentó apoyarse suavemente en el respaldo de la silla, desistió el cruzarse de brazos, sentía que si lo hacía las costuras de la camisa no resistirían.
—Te ves sumamente incómodo —comentó Tony, divertido.
Steve no respondió, miró su café en la mesa, la verdad es que le gustaba estar con Tony y estas eran de las pocas ocasiones en que podían estar juntos, Tony era un hombre sumamente ocupado fuera de ser un vengador.
—Todos insistieron, así que…
—Así que aceptaste —resopló—, en serio, Cap, te enviaré a un curso sobre como decir no.
—Creí estarías toda la semana en Japón.
Tony suspiró.
—Cancele, necesitaba alejarme de todo el drama empresarial y espías corporativos… ¿Qué mejor distracción qué organizar una cita para mi y mi mejor amigo?
Esta vez fue Steve quien suspiró, pero no por fastidio como Tony.
Apartó la mirada del otro para observar su alrededor, estaban en la mesa favorita de Steve, una bastante alejada de las demás, afortunadamente lejos de las ventanas. La última vez que habían hecho algo así había sido verdaderamente incómodo, por una horda de reporteros y fans con celulares que los habían observado sobre la acera. También había sido la última vez que Tony y él habían podido verse y charlar, Steve después había sido enviado a una misión y Tony había viajado fuera del país, de eso ya hacia más de dos meses.
—Por cierto, ¿quién eligió lo que estas usando hoy? —Había claro reproche en su voz.
—Janet.
—No debí llegar tarde, tenía el outfit perfecto para ti, la próxima vez te lo dejaré preparado sobre la cama.
Puso los ojos en blanco conteniendo una sonrisa, Tony decía eso como si fuera una amenaza o nunca lo hubiera hecho, la realidad era que más de una vez Steve había salido de la ducha para descubrir un conjunto de ropa elegido por él. Normalmente eran cosas solo sacadas de su armario, pero otras veces eran prendas aún con la etiqueta puesta, agradecía el hecho no fuera ropa sumamente cara o de diseñador, a pesar de que sabía eso molestaba a Tony, el no poder derrochar a gusto en su guardarropa, pero había reglas entre ellos, reglas impuestas después de que Steve se enterará gracias a un reportero en una gala usaba un traje de más de veinte mil dólares.
—Si uno de esos botones me golpea un ojo, demandare a Van Dyne.
Sintió un sonrojo aparecer en sus mejillas.
—Fue un regalo, no podía rechazarlo.
—Apuesto no fue un error eligiera una talla más chica. El azul ajustado te queda bien.
Su sonrojo creció.
—Tony.
—Por favor, lo sabes. Ahora tiene sentido porque la mayoría de las chicas te despidieron al salir. Maldición, la pobre chica de recepción choco contra una pared mientras pasabas.
Eso había sido muy vergonzoso, antes de que tuviera tiempo de regresar y ayudarla, Tony lo había apurado. Suponía realmente iban a llegar tarde, pero al entrar a la cafetería se sorprendió al descubrir sus citas no habían siquiera aparecido. Aún no lo hacían.
Y eso lo hacía sentir bastante contento, porque significaba pasar más tiempo a solas con Tony.
—¿Entonces que me recomiendas pedir aquí?
Era uno de los establecimientos que llevaban abiertos desde los cuarenta. La nostalgia lo había hecho entrar un día descubriendo que aún mantenían su excelente café y repostería, le había hablado muchas veces a Tony de ese lugar, le alegraba saber lo recordaba. Aunque le molestaba un poco lo hubiera escogido para concertar otra de esas citas a ciegas.
—Tarta de manzana con helado de canela.
—Es gracioso como siempre optas por centrarte en la comida y echas a perder mis esfuerzos —dijo Tony, después de ordenar y esperar la mesera se alejara.
—La comida es un buen tema de conversación.
Tony rió divertido.
—Lo sería si realmente hablaras de eso y no solo te dedicarás a comer.
—Ni siquiera me has dicho el nombre de con quien me reuniré hoy —dijo, esperando cambiar de tema.
Eso por alguna razón, tuvo a Tony poniéndose nervioso, fue muy sutil, pero para él era imposible no notarlo. Le gustaba pensar conocía a Tony como la palma de su mano, cuatro años de amistad y dos de enamoramiento.
—Bueno, respecto a eso…
Tony siempre elegía chicas realmente amables y dulces para que Steve conociera. Le había dicho antes de iniciar todo esto que preferiría conocer a alguien así, claro que había dicho eso para no hacer sospechar a Tony ni a nadie más de que en realidad no aceptaba las citas por las chicas.
Tony era el tipo de hombre que podía salir con una actriz o con una científica termonuclear. Siempre increíblemente hermosas. Aún recordaba la ocasión memorable en donde una enfermera y una periodista los habían despachado en medio de la cita para después irse tomadas de la mano, en su defensa la comida de ese restaurante realmente había sido buena por lo que no había tenido atención para nada más y por lo tanto no había tenido que fingir, y para defensa de Tony… En realidad su amigo no tenía ninguna defensa, en esa ocasión se había comportado bastante idiota pidiendo cada vez más tragos al bar.
Afortunadamente Tony jamás había vuelto a comportarse así, pero nunca había querido hablar de lo sucedido.
—¿Tony?
—¿Y si te digo mi cita es un hombre?
Steve permaneció largos segundos en silencio, conmocionado, un montón de emociones surgiendo en su interior.
—Oh. —Se escuchó decir, sorprendentemente sin una pizca de emoción en su voz.
Tony hizo una mueca que pretendía ser divertida.
—Si…
—¿Algo qué quieras decirme, Stark?
Steve no había tenido ni la más mínima idea o sospecha de que su mejor amigo podría ser algo más que heterosexual.
Su mente estaba llena de una y mil razones por las que Tony no había compartido eso con él antes. Porque si le hubiera dicho antes, él podría haber intentado algo.
¿Por qué había esperado tanto? ¿Por qué se veía temeroso? ¿Creía qué Steve era homofóbico acaso? O quizás no le interesaba su opinión lo suficiente.
A Steve le dolía el corazón por esas ideas. Tony era quien mejor lo conocía. Debía saber que Steve no era alguien de mente cerrada. Él había asistido a bodas gays de amigos y amigas, apoyaba los derechos de la comunidad lgbt, siempre había dejado en claro eso. Dios, él mismo era bisexual. Tony no podía pensar enserio que Steve lo rechazaría por…
«Oh no».
Se dio cuenta era bastante hipócrita se molestara porque Tony no le hubiera dicho nada sobre su orientación sexual cuando él tampoco lo había hecho.
Solo no lo había creído necesario, porque Tony había sido el primer y único hombre que le interesara hasta ahora. Se arrepentía mucho de esa decisión.
—Tú cita también es un hombre —comentó, interrumpiendo su proceso de pensamiento.
—¿Qué?
—Es que, tu cara estaba haciendo esta cosa fea que da miedo. Necesitaba hacer que detuvieras eso.
Frunció el ceño otra vez.
—No sé que…
—Se llaman celos, creo —susurró, como una observación casual, moviendo un dedo en círculos sobre el borde de su taza.
Lo miró mal. No impresionado por su intento de aligerar el ambiente. Aunque lo había logrado.
Tony rió en voz baja, un segundo después se puso de pie. Confundido lo vio sentarse en la silla del otro lado de la mesa. Quedando justo frente a él.
El corazón de Steve dio un salto.
Con una dulce sonrisa, Tony apoyó su codo derecho sobre la mesa antes de sostener su mejilla en la palma de su mano. Steve solo lo miró, asegurándose lo que estaba sucediendo realmente era real, no una broma o confusión de su parte.
—¿Tony?
Juró ver un tenue sonrojo en sus mejillas.
—Hoy yo soy tu cita.
En un claro intento de fingir estaba tranquilo, Tony rió y como lo hacía cuando estaba inseguro sobre los resultados de cualquier cosa, comenzó a hablar atropelladamente.
—Buscaba hacer todo un poco más cómodo para ti, por eso decidí hacer esto aquí, se que amas la tarta que preparan aquí. Pero si no estas de acuerdo puedes irte, no me sentiré mal… No por mucho tiempo. Soy un adulto y puedo lidiar con un rechazó. Solo… si. Eso.
—No sabía que te gustaban los hombres.
—Si eso… Yo tampoco. Apareciste tú y bueno. Aquí estoy —susurró.
Steve sonrió con ternura. Su interior invadido por el amor y emoción que sentía hacia el hombre de bellos ojos azules frente a él.
—Entiendo eso perfectamente.
Lo miró fijamente hasta que Tony se sonrojo aún más y terminó apartando la mirada. Steve estiró su mano, queriendo alcanzar a Tony, al hacerlo, el sonido de tela rasgándose se escucho con extrema claridad.
—Oh Dios —dijo Steve, mortificado.
Tony negó con la cabeza y viéndose extremadamente divertido alcanzo la mano de Steve para entrelazar sus dedos.
—A partir de hoy seré el único que decida que usarás.
Steve asintió, prendido de su hermosa sonrisa.
—Por favor.