
Las caminatas no son lo suyo, pero tenía que hacerlo. Intentar despejar la mente, es lo que se decía a sí mismo, aunque su terapeuta diría que es escapar de la realidad.
A este punto no sabía que hacía, o el porqué.
No debió entrar de sorpresa.
Pero era su departamento también, por derecho debía hacerlo.
Todo pasó tan rápido, sabía que debía hacerle caso a Yelena, ella no estaba de acuerdo con la relación al comienzo.
Pero el amor le pudo.
El maldito amor.
Enamorarse fue su primer error y esperaba que sea el último.
El creer que él también lo amaba, también fue un error. Quizás el peor de su vida.
Cumplir un año de relación, era motivo de festejo. Hizo todos los arreglos, tuvo que rogarle a Yelena que lo cubra por un tiempo en el trabajo mientras él iba a sorprender a su novio.
Todo estaba listo, llegaría a su departamento compartido y lo sorprendería con su llegada, lo llevaría a su restaurante favorito, la cena sería un éxito y luego se irían a su departamento a hacer el amor. Al final despiertan juntos y su amor crecería un poco más, esperando pasar más tiempo juntos.
No pasó.
Ni siquiera pudo anunciar su presencia.
Simplemente se quedó perplejo ante lo que vio.
Salió silenciosamente sin interrumpir a sus invitados.
Ni siquiera podía ir donde Yelena.
No tenía a donde ir.
Esperaba desesperadamente una llamada, un mensaje de arrepentimiento pero nunca llegó.
Solo un mensaje de Yelena, dando ánimos.
Nada de James.
Estaba bien, sabía que el amor no era justo siempre.
Pero el corazón no responde ante la lógica.
Su relación fue un amor rápido, repentino, como una luna de miel. Todo de colores alegres, todo fluía como si se hubieran conocido de por vida. Ambos profesaban un amor fuerte, seguro de que iba a seguir por un tiempo. Pero todo tiene un tiempo de caducidad.
Su amor lo tenía.
Era hoy.
No sabe en qué momento llegó a un parque, solo recuerda sentarse y sentir que las lágrimas comenzaron a salir, sin control alguno. Su terapeuta había dicho que llorar está bien, es una forma de descarga emocional, de liberar lo que nos abruma, lo que nos molesta, nos genera malestar.
Pero no quería tener que llorar por esto, por una traición, por una mentira.
Quería apuñalarlo, golpearlo, generar el mismo daño que tenía.
Sin embargo sabía que el daño físico se curaba rápido, en poco tiempo, pero el emocional no.
Eso tomaría mucho tiempo
No estaba listo para enfrentarlo. Solo quería desaparecer.
El tiempo que estuvo sentado debió ser mucho, porque empezó a sonar su teléfono con llamadas y mensajes de forma insistente. Entre lágrimas vio el nombre de Yelena, algunos mensajes de ella y un montón de mensajes en su buzón. No quería hablar con nadie, al menos que fuera James, pero sabía que no iba a pasar. Guardó su teléfono y se dirigió donde su amiga.
Llegar donde Yelena le costó tanto, cada paso era recordar lo que vio, lo que sentía, el dolor. Antes de tocar el timbre, la puerta se abrió, era Yelena, lista para salir.
-Helmut. ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas...
No la dejó continuar, se lanzó a sus brazos a llorar.
Mientras le contaba todo a Yelena, las lágrimas dejaron de salir, el dolor no disminuyó, simplemente se convirtió en ira. Ella solo lo escuchaba, solo dijo una cosa que lo terminó por romper:
-James te vió. Me llamó preguntando si estabas conmigo, no explicó detalles, solo me dijo que cuidara de ti, por eso te llamaba.
Y estaba bien, sabía que terminar era lo más lógico. Pero aun dolía, Yelena como la amiga que era quería venganza, pero él ya no. Le dijo que se iba a quedar esta noche con ella, que su plan de matar a James podía esperar hasta la mañana siguiente.
-Helmut, lo superaras y continuaras con tu vida, él no te merece. Tú solo mereces cosas buenas en esta vida.
Él sinceramente esperaba que fuera cierto. Aunque por el momento no era una respuesta que ayudará a su corazón roto.
-Nadie muere por amor, Helmut.
-Quizás yo sea el primero.