
Bucky Barnes nunca había odiado San Valentín hasta que se vio atrapado en la modernidad. Recordaba que cuando era sólo un joven en Brooklyn, solía cortejar a las muchachas de su barrio, las invitaba a salir, se presentaba con distintos regalos -usualmente unas flores y chocolates, aquello nunca fallaba-, y finalmente, las besaba. Siempre había tenido sus trucos bajo la manga, sabía perfectamente cómo coquetear con cada una de ellas y las palabras exactas para llevarse a más de una a la cama. Pero, ahora lo detestaba por completo.
Todos sus trucos habían quedado obsoletos, todas las palabras que había ensayado miles de veces frente al espejo oscurecido de su antiguo departamento en Brooklyn habían perdido por completo su magia. Y él, su encanto con las damas. Muy lejos habían quedado sus hazañas, todas aquellas destrezas que explotaba sólo para conseguir la atención de cualquier mujer. Había quedado completamente vacío en cuanto había abierto los ojos en otra época.
Aún no entendía del todo el tiempo en el que se encontraba, y aunque intentaba adaptarse, San Valentín seguía siendo una fecha que escapaba por completo de su antiguo control. Ni siquiera con la ayuda de distintos sitios web que prometían encontrarle una pareja estable parecía poder conseguir a alguien.
Se había mudado a la Central de los Vengadores como parte de su proceso de adaptación a la nueva realidad que lo rodeaba. Allí, tenía la oportunidad de entrenar, y olvidarse por unos momentos todo lo que había vivido, y todo lo que había dejado atrás. Además, podía estar en contacto directo con Steve Rogers, su mejor amigo, quien constantemente intentaba ayudarlo, ya que él también había tenido que adaptarse.
Pero no todo era bueno para él: claramente, en fechas de celebraciones —y prácticamente cualquier situación que pudiera llegar a festejarse de alguna u otra manera—, Stark decidía no escatimar en gastos. El millonario decoraba la central de los Vengadores sin dejar nada al azar, pensando en los más mínimos detalles para hacer de aquella fecha una fiesta sin precedentes. Él amaba todo aquello, le daba alguna clase de satisfacción personal. Repartía regalos, colocaba música a todo volúmen o contrataba bandas o djs, y compraba alcohol y todo tipo de comida chatarra.
Por eso, aquella mañana del catorce de febrero, Bucky sentía la necesidad de desaparecer de aquel lugar sin dejar rastro alguno de que alguna vez hizo presencia por allí. No había nada que pudiera animar su mal humor, ni siquiera jugar torpemente con la cuchara sobre el tazón de cereales que se había servido minutos atrás. Desde su lugar podía escuchar con claridad las voces del resto del equipo en la habitación contigua mientras recibían regalos, hablaban de las decoraciones y reían en conjunto. Lo detestaba por completo.
No movía sus ojos de su desayuno, puesto que si levantaba su cabeza sólo unos centímetros, se encontraría de forma directa con uno de los osos de peluche que Stark había colocado alrededor de la cocina. Incluso, había tenido que tirar el oso que estaba sentado en la silla en la que él se encontraba en ese momento, porque el millonario había llenado el lugar de ellos. Era un constante recuerdo que, en una fecha donde él solía pasarlo increíblemente bien, ahora se encontraba completamente solo.
Gruñó por lo bajo cuando escuchó perfectamente como Clint Barton abría su regalo en la sala continua y soltaba una gran carcajada llena de emoción al ver lo que había recibido de parte de Stark. Rodó los ojos cuando el resto del equipo se unió a las risas y levantó un amplio bocado de cereales para llevarlo directamente a sus labios. Estaba odiando San Valentín, y el día apenas comenzaba.
Una explosión lo hizo ponerse alerta. De un momento a otro, dejó caer la cuchara y se levantó del asiento con los puños en alto en dirección a donde el ruido había llegado. Su corazón se sentía acelerado tras sus costillas mientras aquel ruido suscitaba en él recuerdos nada agradables de la Segunda Guerra Mundial. Era probable que algún enemigo de los Vengadores hubiera elegido un día como ese para agarrarlos desprevenidos: todos estaban celebrando y disfrutando un día sin problemas, y ninguno esperaba ninguna clase de enfrentamiento. Por ello, Bucky se sintió listo para atacar y vencer, sin dudar un instante.
Pero, quien ingresó a la sala no era ningún enemigo, sino, una ex-agente de Shield. La mujer había peleado junto a Steve Rogers cuando descubrieron que Hydra se había infiltrado en la agencia de inteligencia, y había sabido ganar su lugar junto a los Vengadores. Sin duda, era una luchadora sin igual, y lo había demostrado más de una vez durante las peligrosas misiones a las que se enfrentaban. Aún así, Bucky siempre había creído que ella tenía cierto resentimiento con él. Después de todo, recordaba haberse enfrentado con aquella mujer cuando se encontraba bajo el control de Alexander Pierce, y también recordaba cómo había peleado contra ella hasta dejarla fuera de combate. Pero le había dado una increíble pelea, todo para ayudar a Steve a detener aquellos helicarriers. Y sabía bien que jamás se había disculpado con ella por eso.
La mujer se detuvo luego de unos pasos en el interior de la habitación y lo miró un poco sorprendida ante su posición.
—Lo siento mucho, he sido yo —levantó una mano en alto, demostrando que llevaba una pequeña aguja entre los dedos. Podía verla brillar ante el reflejo de los ventanales ubicados tras ella. Era evidente que ella había explotado alguno de los cientos de globos repartidos por el edificio en su camino hacia la cocina—. Algunas veces todo esto puede ser una verdadera mierda, ¿sabes? Y Stark no tiene autocontrol —señaló a su alrededor, indicando las interminables decoraciones de San Valentín—. No quería asustarte.
Bucky relajó la postura tras sus palabras y asintió rápidamente, dándole a entender que no había ningún problema con ello. Después de todo, ella parecía odiar San Valentín también, lo que le indicaba que, a pesar de sus creencias, no estaba tan solo aquel día. Regresó a su desayuno pronto, mientras ella avanzaba hasta la heladera, soltando unas palabras con molestia ante la presencia de tantos osos de peluche, hasta abrirla para ver el interior con curiosidad.
La mujer tomó lo que necesitaba y luego cerró la puerta. Buscando rápidamente con la vista, intentó dar con algo en las alacenas superiores, pero luego se detuvo. Girándose hacia él, levantó una ceja en alto a modo de interrogación. Bucky no entendió en un principio lo que podía estar intentando indicar con ello, pero una vez que observó que en sus manos tenía un tazón y el frasco de la leche, comprendió que buscaba aquello mismo que él estaba comiendo como desayuno.
Señaló la alacena a su derecha sin querer soltar palabra alguna hacia ella, y la mujer asintió a modo de agradecimiento. Pero él no se había percatado de un detalle: Barnes era claramente más alto que ella, sacándole varios centímetros, que eran cruciales para alcanzar el paquete de los cereales. Jamás le había preocupado demasiado dejar las cosas a una distancia prudente del suelo, y se volvía evidente cuando ella intentaba estirarse para alcanzar el cartón pintado de colores animados.
Tardó varios segundos en reaccionar hasta levantarse del asiento en el que se encontraba. Caminó hasta ella en silencio y se paró a su lado dispuesto a bajar los cereales para ayudarla. Se lo entregó en la mano, recibiendo por su parte una sonrisa cálida de agradecimiento. Quizá, ella no tenía ningún resentimiento con él tras la pelea en las instalaciones de Shield. No veía odio o molestia en sus ojos, aunque tampoco aprecio con exactitud.
—¿Qué haces desayunando solo en San Valentín? —preguntó mientras él regresaba a su asiento-. ¿No deberías estar abriendo los regalos de Stark?
—Puedo hacerte exactamente las mismas preguntas —comentó a la par que ella servía el contenido en el tazón con calma.
—Touché —murmuró levantando la cuchara hacia él—. Odio San Valentín, y que Stark haga todo esto... es una tortura millonaria.
—¿Por qué odias San Valentín? —preguntó con genuina curiosidad. Estaba seguro de que aquella era la única vez que compartía más de diez palabras entre ellos.
—Primero dime qué haces tú solo ahora —aún parada del otro lado de la barra de la cocina, llevó el alimento a su boca y masticó con lentitud.
—Tampoco me agrada todo lo que Stark hace —levantó los hombros—. San Valentín no es como yo lo recordaba.
—Algunas veces me olvido de que eres de otro tiempo completamente diferente al nuestro —ladeó la cabeza mirándolo con atención, como si estuviera analizando en su rostro el tiempo y su historia—. Aún debe ser difícil adaptarse a todo esto, ¿no? —él sólo asintió—.Y Stark tampoco lo hace fácil.
—Bueno, tiene puntos por entusiasmo —comentó tomando el oso de peluche ubicado en la silla contigua a la suya para levantarlo en el aire. La figura rellena parecía sonreír animadamente mientras sostenía un corazón verde entre las manos—. Realmente, jamás había visto a alguien que hiciera todo esto sólo por San Valentín.
—Bueno, si tienes el dinero... ¿por qué no? —la habitación volvió al silencio tras sus palabras mientras ella se centraba nuevamente en masticar más cereales. Pero cuando terminó de tragar, abrió sus rosados labios una vez más—. ¿Has abierto tus regalos?
—Ninguno —negó suavemente con la cabeza—. ¿Tú?
—Tampoco —las risas volvieron desde la habitación contigua y Bucky observó como ella rodaba los ojos, tal y como él había hecho anteriormente—. Idiotas -murmuró.
Quiso darle la razón, pero prefirió guardar silencio. Aún no la conocía demasiado, y aunque le agradaba -era una mujer divertida y se llevaba bien con absolutamente todos allí-, todavía no tenían la confianza suficiente para poder bromear entre ellos. Por ello, sólo la observó de reojo mientras proseguía con su desayuno.
Tras largos segundos de silencio, Bucky pensó seriamente que aquella era su oportunidad para finalmente pedir disculpas por lo que había ocurrido un tiempo atrás. No quería que hubiera ningún tipo de malentendido entre ellos, ni que ella pensara que él era una mala persona. Quería imponer una distancia entre el Soldado de Invierno y James Buchanan Barnes.
—Quería decirte que lamento lo que ocurrió entre nosotros aquella vez en el heliecarrier —comentó logrando conseguir toda la atención de la mujer de forma instantánea—. No quería herirte de aquella manera... —ella lo interrumpió.
—Pero estabas bajo el control de Hydra, lo sé —dijo con tranquilidad—. Vamos, ¿creías que te iba a culpar por romperme la nariz cuando no tenías oportunidad de actuar por ti mismo?
—Eso creí —admitió con seguridad—. Después de todo, te he lastimado.
—Vamos, ha quedado en el pasado —movió la cuchara hacia el frente mientras hablaba, haciendo círculos imaginarios en el aire—. Además, aquello me ha permitido ver aquel trasero tuyo de cerca, yo debería agradecerte.
Bucky ladeó la cabeza confuso por ello, mientras ella sólo ampliaba su sonrisa.
—Es que aquel traje te quedaba fenomenal, no voy a mentirte —levantó los ojos hacia arriba como si estuviera recordando—. No es que el traje de ahora no te quede bien, pero aquellos pantalones negros eran increíblemente apretados... ¿Podrías respirar en ellos?
—Por supuesto que sí —al no saber qué decir ante todo aquello, sólo respondió la pregunta. Ella realmente lo había tomado por sorpresa.
—Es bueno saberlo —tras un pequeño bocado de cereales, volvió a abrir sus labios—. Es una lástima que hayas perdido ese traje.
—Tampoco es que quiera usarlo ahora —respondió. Aquello sería un recuerdo constante de su tiempo en Hydra, y prefería mantener eso lejos—. ¿Realmente has observado mi trasero mientras peleabas conmigo? —preguntó aún sorprendido por ello, provocando una fuerte carcajada de parte de la mujer. Él no pudo evitar unirse a su risa.
—Aún lo sigo haciendo -levantó ambas manos como si estuviera agarrando algo en el aire para luego darle un apretón, Bucky entendió rápidamente que se refería aún a su trasero—. Vamos, es de otro mundo. Debe ser el suero de super-soldado.
—¿Lo has comparado con el de Steve? -levantó una ceja hacia ella de forma divertida. Aunque no había pensado que un par de palabras solucionaría todo y los llevaría a convertirse en amigos, la verdad era que aquella mujer era muy carismática y graciosa, y aquello les permitía finalmente conversar de forma que antes no habían hecho. Y aquello le causaba un cálido sentimiento a Bucky sobre su pecho. Poder bromear y divertirse un poco en un día que creía perdido, era sumamente especial.
—Por supuesto que sí —asintió con la cabeza varias veces—. Pero no te preocupes, tú le ganas por mucho -guiñó un ojo hacia él.
—Es un honor ser reconocido por mi trasero. Muchas gracias —hizo una pequeña y modesta reverencia hacia ella.
Las risas volvieron a interrumpir del otro lado de la puerta que los separaba de la sala contigua y provocó que ambos guardasen silencio de forma automática, como si se estuvieran escondiendo a simple vista. Se miraron entre los dos, sabiendo perfectamente que ambos habían reaccionado de forma similar ante aquello. Pero cuando el sonido de pasos alertó a ambos de que probablemente no estarían mucho más tiempo solos por allí, ella tomó el tazón de cereal entre sus manos.
—Creo que volveré a mi habitación y me encerraré allí el resto del día para evitar toda esta demostración de cariño —siguió hablando mientras caminaba hacia el pasillo—. Quizá tú deberías hacer lo mismo.
—¡Hey! ¿A dónde crees que vas? —una voz interrumpió sus apresurados pasos y la hizo girarse sobre los talones. Clint Barton ingresó a la sala en la que estaban con una caja entre las manos y una amplia sonrisa. Al notar que ella estaba cerca del pasillo, casi corrió para alcanzarla. Al pasar tras Bucky, le dio un suave golpe en la espalda a modo de saludo.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella haciéndose la desentendida de la situación.
—Has dejado tus regalos fuera de la habitación -comentò tendiendo la caja elegante y con un moño dorado en el frente. Por su altura y anchura, Bucky sabía perfectamente que era una caja de chocolates, probablemente muy caros. Al menos él había metido los regalos a su habitación y los había tirado pronto a la basura para que no molestaran por allí (y que nadie descubriera que no los quería en absoluto). Ella, en cambio, había dejado todo en el pasillo—. Te he traído los chocolates que Stark preparó para ti No quise dejarlos en el suelo, y pensé que probablemente quieras comerlos ahora.
—¡Oh, gracias, Clint! —habló con una repentina y extraña energía. Bucky sabía bien que lo estaba fingiendo para no tener que decirle al arquero que, evidentemente, los había dejado allí por una razón—. He salido tan apurada esta mañana que ni he podido detenerme a ver todas las cosas. Realmente, gracias.
—No es nada —sonrió un poco halagado. Ella tomó la caja de chocolates con una mano, ya que con la otra sostenía el tazón. Clint, libre de aquella pequeña carga, llevó sus manos a sus bolsillos-. Es San Valentín, y hay que hacer cosas buenas por otros —comentó alegremente. La mujer miró a Bucky quien, a respuesta de lo que estaba ocurriendo, rodó los ojos. Aquello la hizo sonreír genuinamente—. Debo admitir que este año Tony se ha pasado con la decoración, la Central luce fantástica.
—Es verdad —comentó pasando sus ojos de Bucky a Clint—. Todo es tan hermoso y colorido, hay tantos regalos y osos de peluche que realmente te hacen desear festejar San Valentín —Bucky sabía que todo ello era pura ironía, pero el arquero no. Por ello, llevó una mano a sus labios para evitar una fuerte carcajada.
—Creo que no hay nadie mejor para las celebraciones que Tony —agregó mirando a su alrededor. James rápidamente tomó una posición relajada para simular que aquello no le había provocado risa.
—Es verdad —afirmó aún irónica—. Stark realmente es un genio de las fiestas, debemos agradecerle tanto... —Clint la miró un poco extrañado, captando finalmente la indirecta.
—Bueno, nos vemos más tarde en el entrenamiento —comentó aún dudoso de la situación, despidiéndose con una mano—. Bucky —saludó al soldado antes de retirarse.
—Realmente creí por un segundo que le dirías la verdad —soltó una vez que ambos quedaron solos otra vez.
—Bueno, él no tiene la culpa de que Stark no pueda dejar de gastar dinero en estas cosas —caminó una vez más hasta la barra de la cocina y apoyó la caja de chocolates allí—. ¿Los quieres? No voy a comerlos.
—Stark me ha dado unos similares —señaló detrás suyo, como si así pudiera indicarle que estaban en su habitación. Ella suspiró.
—¿Y qué hago con esto?
—Regalarlo a alguien —murmuró una obviedad. Pero, sabiendo que ella no estaba de acuerdo con San Valentín, probablemente odiaba la simple idea de hacerlo.
—¡Por supuesto que no! —casi gritó. Dejó su desayuno a un lado también mientras pensaba seriamente en lo que iba a hacer con aquella caja—. Hey... -murmuró poco después. Por el brillo en sus ojos supo que tenía una idea, y por la sonrisa de lado en sus labios rosados, entendió que no era nada bueno—. ¿Quieres hacer algo divertido?
Había un agente en la Central que venía invitando a salir a la mujer durante meses enteros. Ella en un principio lo había rechazado con gentileza, pero él siguió insistiendo hasta que la mujer tuvo que pedirle que la dejara en paz. Y ni eso había servido. Aquella misma mañana le había entregado un ramo de rosas y le había dicho que había reservado una cena elegante para los dos en el mejor restaurante de la ciudad. Cuando ella le dijo que no iría con él, intentó hacerla sentir mal comentando que había hecho todo eso por ella, y que no podía rechazar tal oferta.
Cansada de la situación, la ex-agente de Shield quería tomar acción para ponerle un fin. Y, con suerte, había escuchado que algo de lo que aquel agente amaba más en el mundo era su auto.
Parados en el estacionamiento, frente al coche de color azul que se encontraba impecablemente limpio, ella sonrió con malicia. Habían ido por los chocolates de Bucky que se encontraban en la basura minutos antes mientras ella le explicaba la situación, y ambos los tenían entre sus manos mientras miraban el coche con emoción. A pesar de que Bucky ni siquiera conocía al agente al que le pertenecía el auto, no pudo evitar sentir emoción ante la idea de hacer aquella pequeña travesura en compañía de la mujer.
—¿Harías los honores, Bucky Barnes? —hizo una seña hacia adelante, indicando que podía proceder primero.
Bucky no tardó un instante en estrellar la caja abierta de chocolates sobre el vidrio delantero del coche, comenzando a moverlo de lado a lado para esparcir el contenido. La fricción provocada por el movimiento lograba que el chocolate se derretiera, y de esa forma se pudiera expandir mejor. Intentó cubrir todos los bordes, y no dejar nada sin tapar. Una amplia sonrisa se mantenía en sus labios con cada movimiento, viendo con emoción el trabajo que realizaba.
La emoción del momento, mezclado con el dulce sentimiento de venganza y de hacer algo malo, aceleró el corazón de Bucky y puso una enorme sonrisa sobre sus labios. Entretenido en recubrir todo el vidrio, no se percató de que reía suavemente mientras se dedicaba a aquella tarea, pero la ex-agente podía oírlo con claridad.
—Buen trabajo —comentó ella levantando un pulgar en alto-. Ahora es mi turno.
Ella hizo el mismo procedimiento que él, pasando el chocolate por sobre el vidrio con cuidado y detenimiento, como si se tratara de una misión de suma importancia. Una vez que quedó conforme con su trabajo en el frente, comenzó a pasar la caja por los vidrios del costado, pero el contenido ya no le alcanzaba, por lo que quedó a medio terminar.
Soltó una risa con emoción y se colocó al lado de Bucky para observar el trabajo.
—¿Crees que lo entenderá? —él asintió rápidamente a su pregunta, pero la mujer negó con la cabeza a la par—. Aún no.
Se acercó al coche, y con su dedo índice, comenzó a escribir sobre el chocolate. Con letras grandes, dibujó un "no" imposible de no ver entre el dulce derretido. Observó la imagen unos pocos instantes y negó con la cabeza aún disconforme con el trabajo. Se volvió a acercar, esta vez, para dibujar dentro de la "o" una carita feliz.
—Ahora sí lo entenderá.
—Muy pasivo-agresivo —murmuró él con una pequeña sonrisa en sus labios y sus ojos con ella. La mujer llevó el dedo índice con el que había escrito en el chocolate a sus labios, y lamió lentamente el dulce. Bucky se centró en la acción, pero pronto descubrió que ella lo miraba fijamente. Por ello, apartó sus ojos—. Ha sido una muy buena inversión de los chocolates de Stark —agregó rápidamente, sintiendo un extraño y fuerte sentimiento dentro de él.
—Realmente deberíamos agradecerle esta vez —afirmó con energía. Era imposible no notar la enorme sonrisa en sus labios tras aquella travesura—. Gracias por ayudarme en esto... y gracias por disculparte por lo que ocurrió en el helicarrier. Aunque no tenías porqué hacerlo.
—Gracias a ti —dijo con seriedad-. Creí que este día sería terrible, pero la verdad es que me has hecho cambiar de parecer —ella ladeó la cabeza ampliando su sonrisa sobre sus labios rosados.
—Eres todo un galán, Barnes —lo señaló—. Y creo que por tu ayuda y por ser San Valentín, te mereces un pequeño regalo.
Sin decir nada más, la mujer avanzó hasta él y se posicionó de puntas de pie para poder besar sus labios. Aquella sensación cálida dentro de él creció sin control, convirtiéndose en cuestión de segundos en un incendio que parecía derretir todo dentro de él. Los labios de la mujer eran suaves, y podía sentir el sabor del chocolate en ellos, la dulzura sobre los suyos. La tomó por la cintura queriendo acercarla más a él, queriendo prolongar aquel sentimiento que no había tenido en él durante largos años. Pero ella, en respuesta, se alejó de él, sin perder por un segundo su sonrisa.
—Gracias, Barnes —murmuró con ojos brillantes—. Te llamaré la siguiente vez que me quiera meter en problemas.
Con esas palabras dichas, la ex-agente de Shield dio media vuelta sobre sus talones y se retiró del estacionamiento sin mirar hacia atrás, dejando a Bucky con muchos pensamientos juntos, y una sensación que parecía no querer apartarse de su cuerpo. A pesar de lo que había pensado de San Valentín, aquellos momentos con ella le habían demostrado que podía estar equivocado. Sonrió hacia la nada, sabiendo bien que aquello incluso había ido mucho mejor de lo que podría haber llegado a imaginar. Después de todo, Bucky comenzaba a ganar otra vez más en San Valentín.