
BALA NO. 5
¿Que cómo te lo tengo que decir?
Se ha entera'o to' el mundo que me tienes loco
Esto no es vivir (que no, que no)
Ni una escalera para poder alcanzarte
Ni una pistola para poder gobernarte
Ni una escalera para poder alcanzarte
Ni una pistola para poder gobernarte
Que no me quieres querer (ni una)
—Ingobernable, C. Tanganá.
No puede decir que se siente particularmente emocionado, pero tampoco está enteramente de malas, para él no hay un por qué sentirse de buenas cuando se trata de que dentro de nada, será el centro de atención de gente que no desea.
Al final, Miguel tenía razón, el hombre siempre obtiene lo que desea, así que si quiere a Peter en aquella fiesta nocturna, tendría a Peter ahí.
De todas formas, no se queja, sólo se aferra al brazo del Alfa a su lado, que se asegura de estar firme para él, en caso de necesitarlo. El moreno sabe que el mayor no le pedirá nada, así que desprende con cautela su olor, dejándole saber que está ahí.
—Si sabes que nos estarán viendo a los dos, ¿cierto? —sonríe Miguel.
Por supuesto que lo sabe, en primera viene con él, en segunda es una persona que en cuanto se den cuenta de que no pertenece ahí todos los ojos se van a posar en su persona.
Estuvieron formados al menos un par de minutos, aunque el castaño no paraba de asombrarse incluso en aquella situación, pues para Peter aquello era completamente nuevo nunca había estado ni siquiera por su trabajo, en un lugar como ese.
Cuando era más joven podía llegar a tener ciertos trabajos y moverse dentro de círculos donde pudieran invitarlo a fiestas de esa índole. De eso ya hace tiempo.
Miguel podía ver los nervios del mayor, pero sobre todo podía olerlo. Y si él podía percatarse de eso, quiere decir que es probable que alguien más también ya lo haya hecho. Eso solo provocaría que la atención indeseada solamente se posara con más fuerza en ambos. Tendría el efecto contrario a lo que el castaño quería.
—Parker... —murmuró, acomodando su mano sobre la del mayor para que le mirase. No funcionó. El de tez clara parecía un pequeño can buscando algo, demasiado ansioso para ponerle atención a su dueño. Así que le tomó del mentón para que le mirara, aquello funcionó a la perfección. —Estaremos bien, ¿Sí? Deja que me ocupe de todo.
Le dió un beso lento, degustando mientras sentía el cuerpo más pequeño relajarse. Su pecho se infló, orgulloso por haber logrado hacerle sentir mejor, y tuvieron que romper el contacto cuando pasaron.
Por su parte, el mayor se sentía muchísimo más relajado una vez que le miró a los ojos y, es que el moreno parecía tan seguro de sí mismo, de que todo iba a salir bien, que ni siquiera dudó más. Le tomó unos instantes decidir que tenía razón, así que dejó todas sus preocupaciones en manos del traficante, mientras los hacían pasar al interior del lugar.
Cuando prestó atención, la única manera en la que podría describirlo es el color oro.
Las paredes eran de un color crema mientras el suelo estaba tapizado en rojo vino. Había mesas largas para poder estar de pie en las cuales había gente que estaba recargada o tan simplemente comiendo alrededor de ella platicando entre sí, el ex reportero está seguro de que muchas de esas conversaciones seguro que eran peligrosas y que tendrían información que muchos reporteros quisieran.
—Entonces, recuerda, por favor, nada de mucha información. No creas que porque te van a escuchar, son buena gente, no lo olvides. Muchos de ellos querrían matarte para tomar tu lugar, no confíes en ellos. —susurró bajo.
Miguel le había dicho varias cosas para tomar en cuenta mientras iban en el auto. Entre ellas, que no debería de intentar huir con alguien en esta situación particular, pues más que ayudarle, era probable que los arriesgara a todos, no sólo a Miguel, sus cachorros podían entrar en la línea de fuego. Como había dicho el moreno, querrían tener algún tipo de alianza o conveniencia con él, pero si el de tez clara está de por medio, la ecuación es simple: alguien se tenía que ir.
Y ese alguien, no sería él. En ese mundo era comer o ser comido. Parker no pretende comer, aunque mucho menos ser presa fácil para quien sea que lo pudiera estar acechando.
—Trata de comportarte y no molestar a nadie. Estaremos bien, sólo es una noche de Gala.
—Eso lo dices porque tú estás muy acostumbrado.
Cierto, el traficante estaba bastante acostumbrado a cierto tipo de vida y ahora Peter estaba tratando de entrar en un mundo donde tan siquiera la mínima provocación podía significar la muerte, lo peor de todo es que ni siquiera sabía qué tipo de provocaciones es las que debería evitar, así que lo mejor era mantener un perfil donde prácticamente estaría deslizándose con cuidado por el suelo.
—Que esté acostumbrado no quiere decir que no pueda ver que todo esto es un reto para ti. Todo esto puede ser abrumador, así que agradezco que hayas cedido. Creo que es necesario que estuvieras aquí, la gente también te respetará simplemente por el hecho de estar conmigo.
Pero es que yo no deseo que me respeten, quiero que me dejen en paz, desea decirle Peter, aunque no tuvo el valor para hacerlo, no después de todo porque hace rato que se da cuenta que tener al moreno cerca realmente ayuda a sus nervios. Además, no tenía opción, Miguel no le dejaría opción, comenzaba a entenderlo. Era hacer lo que deseaba por las buenas, o torcerse con él hasta que uno de los dos cediera. Y debe ser sincero, él es necio, pero no puede ser tan cabeza dura cuando tiene dos crías que dependen de él.
Le es extraño que lo primero que hace cuando se acercan a una pareja, una muchacha emocionada se avienta a abrazarlo. La efusividad si bien hace gruñir al moreno, no la despega inmediatamente. Aquello provoca que Parker tome algo de distancia, tratando de pasar desapercibido.
—Lyla, ya, basta, apestas a fresas.
La mujer felizmente se alejó mientras se acercaba a Peter para tomarle la palma y sacudirle en un saludo. El olor le llegó de inmediato, fresas con crema, una Omega totalmente emocionada.
Le pareció extraño.
—Hola, Peter, ¿Cómo estás? Soy Lyla, yo me encargué de tus papeleos aquí en Cuba y de traerte de manera segura. —sonrió. Llevaba unos lentes rosados en forma de corazón, con un vestido de lentejuelas plateadas y unos tacones de aguja con hilado en las piernas, que la hacían lucir incluso más alta de lo que ya era.
—Lyla es mi secretaria, si lo quieres ver así. —se alzó de hombros el moreno.
—Pensé que había sido... no, bueno, es que recuerdo a alguien más. No sabía que tenía una secretaria, mucho gusto. —explicó sorprendido.
—Sí, bueno, Simon fue quien se acercó a ti, él físicamente te trajo. Pero yo hice el plan, ¿Sí? En realidad tenía todo tu itinerario y nos asegurábamos de que siempre estuvieran seguros. Aunque este grandulón nunca supo de su retoñito. —le guiñó el ojo.
Aquello lo puso colorado, pero carraspeo.
—Hablando de niños, ¿Dónde están?
—No pensarás que los iba a traer, ¿Cierto? —gruñó O'Hara.
El castaño se dió cuenta de que había un hombre que estaba detrás de Lyla, muy callado y tranquilo con unos lentes de marco negro.
Miguel confiaba en ella, casi ciegamente, de igual forma que confiaba en König. Por lo cual aún siendo Omega, la tenía cerca muchas veces. Aunque desde antes de que llegara Parker, Lyla había tomado un par de viajes para verificar algunas cosas, entre ellas viajar a visitar viejos amigos.
Aunque no venía sola. Aquél individuo tenía la piel más blanca que ha visto, y unos ojos grises con ojeras preciosos. Eran como dos piedras duras, pero lindas de ver. El cabello completamente negro, se pregunta si se lo tiñe o es que naturalmente lo tiene muy oscuro. La muchacha no tarda en reparar que ya no tiene su atención, antes de retroceder un poco para soltar la mano de Parker y tomar del brazo al muchacho de tez clara.
Tiene una gabardina negra hasta la rodilla, no viene tan formal como otros, pero los guantes negros le dan un toque muy particular y estrafalario que no puede decir que no encaje ahí con toda esa gente.
—Peter, este es Noir. Es nuestro trabajador para encargos especiales. Es muy bueno en lo que hace, nunca deja un cabo suelto. —explicó con una sonrisa. Sus labios de chapstick rosa le hacían resaltar la sonrisa blanca.
Tenía el cabello corto y alborotsdo de color claro, con unos ojos coquetos pegados a unas pestañas que seguro muchas mujeres matarían por tener. Era preciosa, y llevaba una bufanda de plumas blancas. Al lado de Noir, se veía tan distinta y eso que no estaba usando más que dos colores, si no contaba los lentes.
—Es un gusto, Señor Parker. —la mano enguantada se acercó a él para estrecharse.
—El gusto es mío.
Seguido de eso, Miguel fue lentamente llevándolo con una sonrisa como si estuvieran en algún tipo de tour, donde él fuera la estrella principal. No se quejaba, se sentía bien cuando lo presentaba con otros.
Había conocido a Penni, quien era hija de los Yakuzas, la muchacha le había enseñado una tarántula en su mano, explicándole varios datos curiosos sobre el animal. Él no podía estar más encantado tanto como lleno de escalofríos, puesto que le tenía una fobia muy presente a los arácnidos.
Por su parte, el moreno había estado ahí para hacer de frente cuando Parker había saltado porque la tarántula había intentado conocerlo, como había dicho Peni. Que prácticamente significaba que aquellas ocho patas peludas habían intentado ir a su encuentro y saltarle.
También había entablado conversación con alguien llamado Zemo, que tenía un pesado acento soviético. Había sido por encima, y habían conocido en el mismo momento a Natasha Romanova, una mujer preciosa. El primero, se dedicaba a la venta de armas de naturaleza biológica, le había explicado Miguel. Razón suficiente para ambos para alejarse de ellos, junto con la Rusa, quien, se especializaba en el tráfico de armas, igual que Miguel. Aunque no entablaron palabra realmente, y fue una conversación corta de la cual no entendió nada.
No tardaron demasiado en alejarse de ahí, mientras las dudas le surgían al mayor.
—¿Entonces no tienen ustedes algún tipo de conflicto de interés? Ya sabes, esas guerras donde "este es mi territorio, aléjate o te doy un plomazo".
—Bueno, es un poco más complicado que eso. —sonrió el menor, tratando de no reír por su alegoría. —Pero respetamos el territorio del otro. Llegamos a acuerdos entre nosotros, y muchas veces terminamos más aliados que separados. Cada persona y grupo tiene un... territorio, o un área de experiencia. No sería muy amable que si pierdo mi territorio, eso afecte a todos con quienes trabajo.
—A menos de que la persona les ofrezca un mejor trato. Eso los haría tranquilizarse y dejar de estar de tu lado. —comentó intranquilo.
En ningún momento, el castaño se había separado de él. Había momentos donde dejaban de tocarse, pero mayormente, había notado las sutilezas de O'Hara: una mano en su cadera, o su espalda baja. Las manos pegadas, o el dejarle estar encimado en su brazo como forma de tranquilizarse, puesto que podía olerlo más de cerca.
Era odioso cómo el olor a mango con alcohol era capaz de hacerlo sentir tan bien. Y curioso como en realidad olía más que nada sólo a aquella fruta que realmente al alcohol. Era delicioso.
—Es una posibilidad. Pero muchos de estos tratos llevan años vigentes. ¿Cómo crees que se sentirían de traicionados si te alias con el que te hizo daño? Además, a veces los grupos tienen familiares mezclados, eso refuerza las alianzas. —explicó besando su mejilla. Nunca pensó que el Alfa sería tan cariñoso en público, pero admite que su Omega interno se regodea de eso, incluso con aquellas circunstancias.
—¿Es por eso que dices que me pueden darme cuello? —murmuró mientras se acercaban a una pareja que estaba platicando animadamente con Lyla y Noir.
El Alfa dejó de responderle, pero le dirigió una mirada peligrosa.
—Kingpin, un gusto. No pensé volver a verte en un largo tiempo.
—O'Hara. —la sonrisa del hombre se volvió dura, a comparación de la que tenía cuando hablaba con una mujer a su lado.
El susodicho, llevaba un traje blanco, y era bastante alto, y tosco, no puede decir que era obeso, pero quizá la altura le proferia esa vista. Ni siquiera su Alfa era tan grande. Pudo sentir de inmediato que hubo algo de hostilidad en Miguel, y tuvo que pensar en algo.
Su Alfa. Se regañó mentalmente. Miguel no es su Alfa, se dice, aunque eso sólo lo hace sentir peor.
—Hola, soy Peter. —tendió la mano el hombre con una sonrisa.
El olor del hombre era casi nulo, pero supo que era un Beta, en cambio, la mujer que llevaba a un lado, era una Alfa delgada y de cabello castaño hasta los hombros. Tenía una sonrisa de autosuficiencia pero no había arrogancia en sus facciones.
—Soy Vanessa, y este es mi esposo, Wilson Fisk. Querido, tranquilo. —ronroneo ella, de inmediato el hombre sonrió dulcemente a su dirección mientras le daba un pequeño beso.
Su mano fue dejada colgada por el hombre, pero la mujer en cambio le tomó el saludo, firme pero sin ser demasiado brusca, antes de que la mano se deslizara fuera.
Habían charlado tranquilamente con ellos sobre varias cosas, muchas de las cuales Parker no entendía mucho, de nuevo.
—Y dime, cielo, ¿Te gusta el arte? —la mujer estaba interesada en él, algo peligroso, si se lo preguntan. —Aquí tu hombre no es precisamente un gran fan del arte, ¿Cierto? Nunca nos ha comprado nada ni deseado algo de nuestra mercancía. Aunque ahora puedo entender por qué. —chasqueo la lengua cuando su brazo y su codo se recargaron en una mesa a unos pasos alejados de los dos hombres.
—Yo... bueno, no. Creo que el ignorante soy yo, en realidad. Tiene algunas pinturas y cacharros, pero no, creo que no tiene interés... —habló alzándose de hombros. No conoce esa faceta del narco, así que tampoco se atreve a asegurar nada.
—Hmm... no, tal vez, pero tiene sus razones para no necesitar más arte del que ya tiene en casa, puedo verlo ahora.
Durante al menos otros diez minutos, la Alfa se encargó de envolverlo en un olor agradable, no supo describir qué era, y tampoco le puso atención. Pero sabe que la única razón por la que lo hace, es porque desea que deje de estar fijado en Miguel y el Señor Fisk.
Cuando parece que terminan de hablar, el moreno se acerca con él, acomodando su palma en la espalda baja del padre de familia. El mismo le mira curioso, tiene hambre, pero no es capaz de decir nada de momento.
—Aún tenemos gente que conocer, sé paciente.
Fue casi como si adivinara que deseaba irse, se mantuvo tranquilo.
Al menos el reloj que le ha dado, ha servido para algo, lástima que no puede controlar el tiempo. Los hombres comenzaron a despedirse de forma más amigable.
—Nos veremos entonces, tal vez, Parker.
El nombrado parpadeó confuso, antes de asentir.
—Y no te preocupes, creo que Miguel sabe apreciar el arte cuando lo ve. —le miró de arriba a abajo. —Tú tranquilo, no dejes que nadie te intimide. —le guiñó el ojo con una sonrisa. Su vestido negro y abierto sin mangas era precioso, le hizo ver mucho más severa, pero la sonrisa era juguetona y tierna cuando se volvió a Fisk.
El moreno le atrajo con firmeza a él.
—¿Qué tanto estuviste diciéndole?
Parker sonrió levemente.
—No importa. ¿Ellos qué hacen, qué venden, también armas?
—No. Se dedican al robo de arte. Tráfico de piezas y esas cosas.
El hombre asintió. Bueno, al menos no parecían tan violentos como lo pensó.
El Alfa le olfateó con interés el cabello y hundió la nariz, entre su oído. Definitivamente tenía algo de aquel olor pegado tan rápido. Ese era el problema con este tipo de galas, todos querían crear una impresión, querían ser recordados, muchos de ellos ni siquiera estaban siendo malintencionados. La mujer se que es completamente fiel a Wilson Fisk, pero O'Hara no puede evitar sentir la punzada de posesión en su vientre.
Si no deja salir más de su esencia es porque se dice que no es para tanto. Sólo estaba saludándolo, probablemente.
Tardaron más tiempo en lo que el narco le hacía ver a otras personas, presentándolo con su nombre. No podía evitar notar que por mucho que había dicho que quería que supieran que era su Omega, su mente volvía al tema de su relación. ¿Qué eran? Porque no puede dejar de pensar, y siente pinchazos extraños que lo ponen de mal humor.
Conocieron a Johann Schmidt, un hombre especializado en el robo de información, que no necesitó saber más que el aspecto de Parker para hacerle plática de forma fluida. Aquello pareció disgustar al Alfa, que pronto lo llevó con un tal Stephen Strange, quién era más que nada a quien recurres cuando estabas en fila para el tráfico de órganos.
No le sorprendió saber que ese hombre tenía además una cadena de hospitales en Estados Unidos y Europa.
Se sentía sucio, y completamente alienado. Él no pertenecía a ese mundo. Él no traficaba nada, él ni siquiera sabía cómo abrir una puerta si no era con llaves. Incluso siente ciertos nervios cuando se trata de mentir.
No pertenece. No pinta en nada. Pero el moreno es ajeno o decide hacer ojos ciegos, cualquiera sea la razón por la que sigue presentándolo, él se deja hacer, cada vez más abrumado.
Después de un rato, el hambre que tiene simplemente no lo deja estar tranquilo, ¿Acaso no comían?
Apenas está por decirle que desea irse, cuando puede notar que O'Hara está buscando a alguien, pero no pregunta, y cuando parece encontrar a la persona, se da cuenta de inmediato porque es cuando el moreno volteó a verle y sabe lo que viene. Casi desea poder enojarse con él.
—Hay unos asuntos que tengo que atender, así que ya vengo. No me tardo demasiado... lo mejor sería que no hables con nadie. Pero si te hablan tú actúa normal y simplemente puedes ir a la barra de comida, no pasa nada, te encontraré.
—Pero... —balbuceo Peter, quien no logró replicar por completo antes de sentir que el Alfa se deslizaba fuera de entre sus brazos, para observarlo caminar hacia dos hombres negros que parecían estar muy acomodados platicando.
Uno de ellos tenía unos lentes con armazón de color oro y llevaba unas rastas. Mientras que el otro que era un poco más esbelto, parecía sonreír amigable a O'Hara. ¿Sería una sonrisa real o todo sería actuado, era acaso en realidad una sonrisa peligrosa? No puede saberlo desde donde está.
Decidió que no podía estar dependiendo de Miguel en ese momento, por mucho que en realidad quisiera hacerlo, porque lo mejor era mantenerse a un lado. Además le dijo que había comida y eso debería ser suficiente para mantenerlo bastante ocupado. Le emociona la idea de probar comida gourmet, porque hasta el momento es lo único bueno de la noche.
El traficante por su parte, no quiso tener a Peter cerca cuando se acercara a los hombres. Sabe que la situación que puede salir en la conversación sería de interés para el padre de familia, pero aún no quiere preocuparlo, no quiere tenerle el recordatorio de que está en un lugar en un país extranjero y no en Estados Unidos como le gustaría con su tía.
Sin contar el hecho de que Killmonger es un hombre bastante cotilla y no dudaría en picotear a su pareja, algo que de momento no estaba en disposición de tolerar.
Parker suspira antes de buscar el stand de comida, sonriendo cuando ve que en efecto, eso puede tomarle bastante tiempo, junto con su atención, recorrerlo como forma de distracción.
Agarra un pequeño plato del cual no está siquiera seguro del material, pero se ve algo caro, así que decide que lo va a cuidar con su vida. Una vez que se acerca ahora sí a los alimentos, se decide por agarrar tanto algunas frutas como algunos quesos con los palillos y ni siquiera tiene el miedo de probarlos directamente, antes de echarse otro a la boca de forma sucesiva.
Si Miguel esperaba tener un hombre que fuera elegante no lo hubiese traído a él, así que esto es culpa suya, no tiene que temer por sus nulos modales de etiqueta.
Mary Jane, es una mujer importante dentro de la industria de la moda. Así que no se le hace tan raro el hecho de tener mucha comida y personas que son famosas pero que no conoce de nada a su alrededor. La diferencia aquí es que en primera, su ex esposa jamás lo hubiese dejado solo, y no por romance y/o el cliché de querer estar a su lado para que se sintiera bien.
No, tanto él como MJ saben que el efecto Peter Parker sucederá tarde o temprano; esto implicaba ser un imán de problemas.
Porque él tiene una excelente boca para meterse en accidentes, y situaciones que lo ponen en peligro de alguna u otra forma.
No pregunta, tan sólo se va sirviendo. No se da cuenta de que lleva el plato lleno hasta que escucha a alguien hablar, casi un murmullo lejano.
—¿Ya lo viste? Es bastante simple. Uno pensaría que O'Hara tendría más gusto, después de todo, es bastante complicado acercarse a él.
—¿No se jacta siempre de ser bastante cuidadoso en elegir a sus parejas? —siseó alguien.
—No está con él por gusto, ¿No lo sabes? Tienen un hijo.
Se puso tenso. ¿Cómo sabían de Junior? ¿Cuánta gente sabía que sus hijos existían? De nuevo ese instinto protector le hace sacar su mal temperamento, buscando con la mirada a los dueños de las voces.
Puede encontrar a unos pasos, a una mujer rubia y un hombre de cabello negro y largo hasta los hombros. Es delgado, con ojos verdes, juguetones, mientras la mujer es más baja y tiene cierto filo en la mirada.
¿Debería meterse?
—Cállate, cállate, que no sabemos bien siquiera si ese niño es realmente un O'Hara.
¿De quién si no?
Parker quería responder brusco, decir algo, quería hacerles ver que su cachorro era preciosamente moreno, que tenía los mismos ojos rojos, que son desgarradoramente mal humorados cuando relajaban la vista. Poder mostrarles que Junior era realmente descendencia de Miguel O'Hara no sería ningún problema.
Él no se estaba aprovechando de nadie, y en todo caso, él ni siquiera quería estar ahí en esa estúpida Gala.
Se lleva un cubo de queso a la boca, y luego otro, quiere responder, se le ocurren miles de frases para mínimo hacerse notar. Pero sigue metiéndose varios quesos, como si eso pudiera silenciarlo.
Es entonces cuando la rubia se voltea para buscar comida y le mira, finge sorpresa para sonreír después.
—Ouh, hola. Eres... ¿Park?
—Parker. —corrigió, el cacao de sus ojos endurecido.
Ella extendió la mano, a lo cual su primer instinto había sido buscar al Alfa. El mismo que le había dicho que no tendría por qué pasar por malos tragos y que no le dejaría solo. Estúpido Alfa, y más estúpido él por creer que al menos todo había salido medianamente bien. Por supuesto que no puede quedarse así, él es el gran Parker, algo tiene que salir mal.
Pronto dejó el palillo en el platito que llevaba en la otra mano para limpiarse un poco antes de estrecharle la mano. Si esperaba que le besara la garra, no iba a hacer nada de eso.
—Claro, cierto que es Parker. Peter Benjamin Parker, si no me equivoco. El... amigo de Miguel. Soy Sylvie Laufeyson.
—Su novio. —corrigió de golpe.
La simple frase le hizo sentir una tensión en el vientre. Aquello estaba mal. Mentir estaba mal.
—Mucho gusto, ¿De qué conocen a Miggy? —sonrió al tiempo que se obligó a estar más relajado.
Si ellos iban a ser hipócritas con él, entonces podía mentir descaradamente de vuelta, ¿No es cierto?
Miggy.
—Este es mi hermano Loki, eh pues... verás, qué incómodo —sonrió la rubia haciendo una mueca, aunque sus ojos afilados demostraron que aquello no tenía nada de incómodo. Eso sólo logró incentivar que el castaño de quedara bien plantado en su lugar, comiendo de nuevo con las manos sin ningún problema o pena. —, hasta hace poco, estábamos todavía...
—Yo salía con Miguel antes de que llegaras. —cortó el muchacho de cabello negro.
—Loki. —regañó la rubia.
—No tiene mucho de qué preocuparse. Si está aquí, es porque O'Hara lo ha querido. Además, lo nuestro terminó hace unos meses.
—Entonces, eres su novio. —comentó la rubia.
—Sí. —sonó tajante.
—Bueno, nos parecía un poco raro. Decían que era probable que se hubiera casado. Pero ya sabes cómo es O'Hara, él no es ese tipo de Alfa. —comentó el muchacho.
¿Cuántos años tendría? Se veía joven.
—¿Ese tipo de Alfa?
—Bueno —se relamió ella, mirando levemente alrededor. Casi parecía cautelosa de que no fueran a escuchar oídos ajenos. —, si un Alfa realmente desea a un Omega, significa pactar algo, tendrías que tener la marca, ¿No crees? Quiero decir... es importante.
—Apenas llevamos un tiempo, creo que hablar de marcas es algo apresurado. —musitó nervioso. No quería pensar en eso, pero sin querer había llevado su palma a su cuello, al área entre el cuello y el hombro para masajear. —No quiero aún estar marcado. No es por algo malo, sólo me gusta tomarlo con calma.
Los hermanos se vieron.
—No, cariño, entre más rápido te marque, mejor.
—Por supuesto. De otra forma, ¿Cómo sabes que va en serio? A menos que sea por conveniencia. —comentó Loki. Obviamente que no lo era, el castaño no podría dar ni un quinto a un hombre que le regalaba objetos caros como si fueran golosinas. Pero eso seguro que el hombre ya lo sabe, está solamente haciendo comentarios con una doble intención, el problema es que funcionan. —Además, estar marcado, ¿No significa que dejó a sus otros Omegas?
El castaño le miró con desconfianza. ¿Había más Omegas en su cama? Se le aceleró el corazón con una pizca de enojo. ¿Cuántos más?
—Ni siquiera cuando yo fui su pareja, dejó a los demás Omegas. Y de eso hace relativamente poco, unos meses. ¿No deberías comenzar entonces a preocuparte? —alzó la ceja el hombre.
¿Meses? Miguel y él llevan semanas, pero no puede ser tan... no, el moreno no sería tan descarado como para abandonar a alguien e inmediatamente estar con él. Y menos a alguien como ese hombre que tiene todo lo que él no. Pero claro, las reglas de la vida diaria a la que él está acostumbrado, no aplican en el narcotraficante.
Además, aquél es un hombre esbelto, delgado, tiene unos ojos como gemas, y el cabello es negro como la noche que le cae en cascada hasta acomodarse en los hombros. Tiene una sonrisa que no sabe si catalogar como cínica, pero definitivamente lo hace desconfiar aún más de él.
—Entiendo, yo... bueno, no lo sabía.
—Por supuesto que no. —comentó con un suspiro el pelinegro. Llevaba en su mano una copa fina de champagne, mientras daba un sorbo. —La mayoría de la gente aquí, sí. Pero tú eres nuevo, eres una adquisición interesante si en tan poco tiempo has logrado estar con él.
Quiere responderle con desdén que de poco tiempo nada. Tienen un cachorro juntos, ¿No? Y ha vuelto por ellos.
Pero se muerde la lengua.
—Algo así. —responde seco. Hará caso a lo que le dijo O'Hara, no debe decir demasiado, de todas formas, ambos parecen poco confiables. —Miggy es un hombre complicado.
—No pensamos que vendría con alguien. —admitió Loki.
—Pensamos que vendría con algún Omega de compañía o algo parecido. —respondió Sylvie junto a su hermano.
—Bueno... no, ningún Omega de compañía, sólo yo. Nos conocemos desde hace tiempo, supongo que hay cosas que están destinadas a pasar. —les miró unos segundos, sus ojos chocolate soltaban destellos molestos.
—Claro, sí, entonces no pasará mucho para que estén unidos, y casados. Eso sería genial, sería bueno asistir a la boda, ¿No crees, Sylvie?
Boda. Ahora hablaban de bodas. Quiere darse de topes con la pared.
—Bueno, sí, en algún momento, tal vez.
—¿Y de dónde eres, disculpa? —le brillaron los ojos al de ojos verdes.
—Yo... bueno, Nueva York.
—Ah, sí, ¿Y de qué trabajas allá? —escuchó a la rubia hablar.
—Yo soy... bueno, era... es que no es tan sencillo, pero tomo fotos. Quiero decir, tomaba. Antes de esto, bueno ya no, porque en realidad pasaron cosas. —balbuceó con ansias el castaño.
—Sólo somos curiosos, ya sabes, eres "el nuevo" y estás con Miguel O'Hara. Estamos preocupados por ti, es todo.
—¿Preocupados?
—Bueno, yo apenas si salí con vida de ser su pareja, ¿No sabías que mató a uno de sus ex? Deberías, ya sabes, en realidad no es que O'Hara sea un mal hombre, pero hay que cuidarnos entre nosotros, ¿No es cierto?
Bueno, algo sabía de eso, de cuando lo investigó. Pero eran rumores solamente, y eso es algo que él no se toma a la ligera, nunca quiso tomarlo en serio, mucho menos ahora que está en ese lugar en la vida del hombre.
Recordó las caricias, la mano en su garganta, la voz ronca en su oído. Todo indicaba la facilidad para doblegar a cualquiera.
—Bueno... no lo sé. —susurró inseguro.
—Créeme, O'Hara puede ser fantástico en la cama, claro, eso nadie se lo quita. Pero aguas con su carácter. Ese hombre jamás va a dejar que un Omega sea suyo, sin querer mirar al menos otros dos. —aseguró el muchacho.
El mayor de los tres, porque asumió que era mayor que ellos, no pudo evitar el pinchazo de celos. ¿No era el narco quien estaba siempre detrás de él diciendo que quería algo serio?
¿Entonces por qué tendría que estar mirando a otros Omegas, por qué tiene que necesitar a alguien más? Sintió el nudo en la garganta que le apareció, pero no estaba seguro si era enojo o solamente quería llorar por algo más. Se dijo que era estrés, así que se obligó a inhalar hondo, despacio para que aquellos muchachos no se dieran cuenta.
¿No era el hombre que le susurraba que se volvería adicto a él? Una mierda. Él no quería ser una adquisición. No quería ser un trofeo.
Era odioso pensar que lo quería para él, pero se dijo que más que nada, era su orgullo herido. Claro, era un hombre bastante simple a comparación del muchacho Loki. Pero tenía lo suyo, sabe que sí. No es feo, pero al lado de ellos dos... sus inseguridades sólo empeoran.
Tan pronto como flaqueó, las preguntas comenzaron a llegar. Ni siquiera fue capaz de ignorar una en propia forma antes de que le llegara otra. Su trabajo, sus estudios, su familia, incluso la insinuación grosera de que estaba con Miguel sólo por el dinero. ¡Si supieran!
Si tan sólo pudieran saber que en realidad estaba ahí en contra de su voluntad.
—Laufeyson.
Una nueva voz llamó la atención de los tres presentes. Internamente, el castaño agradeció la interrupción, eso dejaría a su cabeza descansar de mentiras que tenía que elaborar al instante o respuestas evasivas que debía de dar. Entre más le preguntaran, por mucho que le hubiese gustado contarles sobre sus cachorros, se guardó cualquier información al respecto. No era seguro hablar de algo así con gente peligrosa en una Gala, mucho menos si ni siquiera la conoce, o no está el moreno para ayudarle a responder.
La mujer que se acercaba, era pelirroja con el cabello corto, tenía una bella figura y unos labios rojos que resaltan más su cabello. Era preciosa y por unos segundos se quedó embobado.
Pudo olerla, una Alfa. Parecía divertida, y abierta a ser conocida de una forma más primitiva, algo agradable, tanto como curioso para él.
—Natasha Romanoff, es un gusto conocer por fin al increíble Peter Parker. —sonrió. A diferencia de los otros dos, esta vez la sonrisa llegó hasta los ojos claros de la mujer. —Pero si me permiten al hombre, hay algunas cosas que me gustaría hablar con él.
La rubia pareció perspicaz, queriendo preguntar al respecto. Era más que obvio que era en ese momento una lucha por la atención del castaño.
—Es sobre los celos y los hijos... alguien como Miguel es un Alfa muy demandante, me encantaría algunos tips de un Omega como el suyo. Tener a un Alfa así de satisfecho requiere de un Omega muy bueno. Y la última vez que chequé, ninguno de ustedes dos, cuenta con la casta de la que busco consejo. —les guiñó el ojo, suavemente tomando al hombre por la cadera para llevárselo con suavidad lejos de ahí.
Ni siquiera conoce a la mujer, por lo cual por unos segundos le cuesta procesar que está siendo apartado de ahí con todo y su pequeño plato de pequeños cubos de queso, sandía, melón, uvas, además de unas galletas.
—Lo siento si toqué un tema sensible, quería sacarte de ahí, no te veías muy a gusto. Y también porque no te saludé hace un rato, cuando estábamos con Zemo. —mencionó una vez lo suficientemente lejos.
—Yo... gracias. Pero, ¿Consejos? Créeme que no soy el Omega que estás buscando.
—Oh, eso, no. Fue lo primero que se me ocurrió. Sylvie es Beta, Loki fue Omega, así que sé que es un tema en el que no se meterían.
—¿Fue... Omega? —parpadeó confuso.
—Bueno, no lo escuchaste de mí, pero... —sonrió, robándole un pedazo de queso para comerlo mientras se acercaban a una mesa, sentándose ambos. —, el muchacho Laufeyson nació como Omega. Luego simplemente, bah, ya sabes, esas cirugías de cambio de casta. No sé si no salió bien o simplemente aún no tiene su trasplante de glándula, todos creen que es lo segundo.
La pelirroja habló a un mesero que llevaba una bandeja con copas, para entregarle una, pero pidió dos, una para ella, otra para él.
¿Habría tenido que ver eso en por qué Miguel y Laufeyson habían cortado? Tiene algunas dudas, incluso siente un recelo hacia el asunto.
Pero no sabe si preguntar sea prudente, a final de cuentas, a él no le interesa Miguel, ¿No es cierto? No ve por qué debería de saber ese tipo de información.
—Imagino que no me sacaste de ahí por la bondad de tu corazón. —le miró con sus ojos avellana con seriedad.
—Aparte de tierno, inteligente, muy bien. El hombre supo escoger esta vez. —celebró con una pequeña carcajada. —Digamos que O'Hara y yo somos compañeros de negocios. Junto con mi esposo, James Barnes, estamos siempre en contacto. Lo que puedo cuidar y obtener favores por ello, con él, lo haré. Tiene bastante influencia, y además, realmente parecías incómodo, esos hermanos le crispan los nervios a cualquiera, no te preocupes.
Cierto, dentro de aquél mundo la gente no lo bajaría de ser el Omega de Miguel. Era un objeto al cual admirar, pero fuera de eso, él no tenía voz, voto ni personalidad para los demás. Era un medio para un fin.
Todo se trataba de llegar a Miguel a través suyo. Matarlo, ayudarlo, hablar con él, observarlo. Cada uno sería capaz de usar a Peter para sus propios egoístas propósitos.
Escuchó a lo lejos que la mujer hablaba a alguien y aunque sabe que le presentó en algún momento a James Barnes, un Omega amable y castaño de pelo largo pero recogido, no fue capaz de procesar que eso sucedía. Era extraño, pero estaba en automático.
Todo aquello sólo era para sumar puntos con él. O'Hara tenía razón, a nadie le interesaría genuinamente su persona. Si algo le pasa, será porque desean llegar al moreno.
Sintió que le faltaba el aire, dejando con suavidad el plato en la mesa mientras se excusaba torpemente.
Necesitaba oxígeno, o se desmayará.
Se alejó lo suficiente antes de que alguien le tomara del hombro, dió un respingo y dio media vuelta para toparse con Lyla.
—Hey, Miguel te está buscando. —sonrió.
Sin esperar respuesta, enganchó sus brazos para jalarle con facilidad.
No hizo mucha conversación, y si es sincero, tampoco prestó demasiada atención mientras lo dirigía entre el mar de gente hasta donde estaba O'Hara. Quien, había estado platicando con un hombre de máscara roja.
Cuando llegó, el hombre de rojo le miró de arriba a abajo, provocando que se sonrojara. Debería de estar acostumbrado a ese punto, que todos tuvieran una opinión sobre su persona, pero no es así.
—Te presento a Peter Benjamin Parker.
El hombre silbó. La sonrisa que se le disparó llegó a sus ojos tras la máscara, tomó por inercia la mano que le fue tendida, para apretarse mutuamente.
Sintió las irregularidades de la piel, mirando de reojo para notar que estaba herida, quemada. Está seguro de que esa es una de las consecuencias de su trabajo, pero no pregunta cuál es dicho oficio.
—Soy Wade Wilson, pero llámame por mi nombre, dulzura. —acercó la mano para besar sus nudillos.
El olor fue inmediato, otro Alfa. No era un olor de cortejo, pero sí amigable, por lo cual se relajó, aunque pudo ver que Miguel parecía bastante atento, seguro que se ha dado cuenta de inmediato del intercambio. Puesto que es de mala educación muchas veces no corresponder de la misma manera, sus feromonas fueron suaves, envolviendose y mezclados, le sonrió tranquilo.
—Bueno, Wade, mucho gusto.
Retiró la mano con suavidad, aún con las mejillas calientes pero de mejor humor.
—Quién diría que Miguelito tendría realmente suerte en encontrar a alguien como tú. Vaya deleite.
—Wade. —si bien la voz salió con advertencia de parte del Alfa más grande, el susodicho alzó ambas manos en señal de paz.
Peter nunca pensó encontrarse con alguien tan carismático como aquél Alfa en un lugar así. Y por extraño que pareciese, Miguel en ningún momento pareció realmente molesto para irse o alejarse de ese hombre. Lo cual le alegra, puesto que de pies a cabeza, Wade era cómico y amable.
Lograba tener toda su atención, incluso de pie, mientras le acompañaba a la mesa de comidas, aunque tenía el terror de volver a encontrarse a los hermanos al acecho, esto no sucedió, y pronto Wilson le hizo llevar al menos tres platos de comida, que al regresar con Miguel, hizo que le ayudara a sostener un par.
Entre charlas, su estrés se había disipado. ¿A quién mierda le importaba si él no encajaba? Wade se veía terriblemente bien y era una buena persona, o al menos, no se sentía amenazado por él. Se sentía bien hablar con alguien que, aunque se alzaba la máscara para echarse comida, no tenía miedo de usar los dedos, en vez de los delicados palillos.
Era divertido, amable, lo hizo sentir bien. Dejó que le preguntara sobre sus cachorros, pero fue un poco escueto al respecto, pues a pesar de todo, seguía siendo desconocido.
Aunque no pudo evitar reír suave, abochornado por un comentario nada sútil de "apuesto que son tan preciosos como el padre", eso le valió un gruñido de O'Hara, pero tal parece que ver a Peter relajado y disfrutando era mucho más valioso.
Eso o sencillamente le daba igual si un Alfa se interesaba en él. Después de todo, Miguel tenía otros Omegas, ¿Por qué sería él especial, sólo porque tiene a su cachorro?
Recuerda hace poco haberlo visto con una mujer Omega en sus piernas cuando entró a su despacho, no lo olvida. ¿Por qué no puede ser descarado también? Deberían estar en igualdad de condiciones. Si O'Hara iba a tratarlo como un Omega más, él también podía tratar al moreno como un Alfa cualquiera.
Ninguna de esas ideas duraron demasiado en su mente, de todas maneras. Wade lo ocupaba todo con sus chistes, llevándolo a las carcajadas.
Cuando la gente comenzó a ser llevada a la pista de baile, tardó unos minutos en poder apreciar aquello.
Todos se miraban bien, elegantes, parecían saber qué hacer. Habían nacido para ser apreciados.
La mano del moreno le tomó del antebrazo.
—Ven.
Le jaló tranquilamente hacia la pista.
—No, espera... Miguel, enserio. No creo que sea una buena idea. —le susurró. Miró hacia atrás para buscar a Wade, pero en algún punto parece haber desaparecido.
Sus súplicas fueron ignoradas cuando ambos cuerpos se pegaron, la mano del menor se fue a su cadera para mantenerlo contra él. La otra, estaba arraigada a su otra palma mientras comenzaba a ayudarle a moverse.
—Miguel, no sé bailar. —murmuró apenado.
Aquello sólo iba a hacerlos pasar por un gran ridículo. De nuevo la ansiedad subió.
—Tranquilo, yo te guío.
Así lo hizo, fue delicado mientras escuchaba la música, pero el hombre no podía concentrarse del todo, era complicado dejar de pensar que era seguro que todos estarían viendo.
Trató de inhalar hondo, sentía los dedos de sus manos helados.
—Mírame, Parker. No mires nada más, sólo a mí. Justo ahora, sólo mírame a mí. —susurró acercándose a él.
Y no necesitó su olor, no necesitó nada, los ojos rojos de O'Hara parecían brillar, mientras daban pasos en el gran salón, que a mitad de todo, tenía un gran cuadrado sin tapete por donde todos habían comenzado a moverse, contaba con suelo de madera dura para este tipo de bailes. Los candelabros en el techo con miles de cristales colgando.
Todo desapareció.
Dejó que su cuerpo fuera guiado por el menor que lo movía a su antojo, siendo cuidadoso, las grandes manos tratándolo con paciencia mientras se miraban el uno al otro.
Los ojos chocolate impactando con la cereza, combinados mientras bajaban, subían, bajaban, subían sin romper el contacto visual.
Vueltas, Peter sentía que no era él quien se movía, era algo más, no sabía si respiraba, o si lo hacía tan tranquilamente que no se daba cuenta. El menor parecía totalmente embelesado con él, y por esos momentos, dejó de creer cualquier comentario que le hubiesen dicho hace una hora, sobre él. Ojos así no mentían, lo deseaban, ¿No es cierto? Justo ahora, sólo a él.
El narcotraficante acarició la espalda baja, podía ver qué el hombre estaba mucho mejor, la música sonando, era algo gótica, oscura, pero le parecía perfecta, porque se sentía distinta cuando se movía con el hombre en brazos.
Estaban sincronizados, moviéndose de un lado a otro, dando vueltas, dejando que sus cuerpos pasearan entre las otras parejas que bailaban lo mismo, y aún así, O'Hara estaba seguro de que ellos dos se veían mucho mejor que cualquiera en esa pista.
Sus piernas se movían cuidadosas, sabiendo cómo hacerlo para no entorpecer al otro. Parker sintió que el pecho le iba a explotar, y que todo iba lento, que llevaban segundos, aunque sabe que no es así. Puede ver a otros de reojo que se lucen, lo sabe, aunque no puede entenderlo del todo, su atención está demasiado puesta en Miguel para realmente darse cuenta de algo más.
Se sentía como flotar.
Sonrió levemente, acomodándose en su pecho, suspirando tranquilo mientras seguían moviéndose.
No recordaba siquiera haber estado así de tranquilo con Mary Jane cuando tuvieron su baile de bodas. Él había estado patoso, demasiado tenso para moverse como debía, y al final casi lloraba porque sentía que había arruinado todo siendo tan simplón. Ella se lo había negado, pero la sensación nunca se fue.
Estar ahí con O'Hara era, sin embargo, distinto. Puede jurar que es capaz de escuchar su corazón. En algún momento todas las parejas parecían saber cómo moverse para dar un espectáculo colorido, y al mismo tiempo fúnebre, como flores que se abrían y se cerraban a los movimientos de las personas.
Abrió los ojos sonriendo, se le disipó la mueca cuando lo vió al fondo, en una de las mesas altas sentado, pulcro, bebiendo tranquilo, aunque sonrió cuando chocaron miradas y alzó la copa por él. Loki bebió con tranquilidad, antes de que le dirigiera una mirada a su hermana rubia, y pudo ver a otro rubio, de cabello corto, un hombre que desde donde está, se ve atractivo.
Pero ese no es el problema. Se le seca la boca casi al instante.
Que ridículo.
Quiere esconderse en el pecho del moreno y no salir de ahí, pero lo encuentra demasiado sofocante de momento. Así que se aleja con lentitud.
Ve la mirada confusa del Alfa, pero lo deja sin respuesta antes de deslizarse fuera. Otro error, está seguro. Quizá todos están viendo lo que hace, está abandonando a su pareja de baile, pero siente los ojos calientes. Su mente está demasiado confundida para pensar claro.
Preguntó por los sanitarios mientras sentía las piernas hormiguearle, junto a todo dar vueltas. Escuchó la voz de alguien llamándolo, pero no se detuvo a pensar en quién era, o a siquiera a voltear a ver.
Lo matarían. Cualquiera que tuviera la oportunidad.
Todo quien le viera tendría razón al pensar mal de él. Es sólo un padre de familia que llegó de la nada, no tiene elegancia, ni clase, no tiene dinero, tampoco es alguien muy cuidadoso.
A diferencia de Laufeyson, que tiene la piel pulcra y sin arrugas, él tiene un par de cicatrices por el rostro, y las arrugas comienzan a salir en cualquier momento. No tiene el cuerpo de un Omega sexy, dios, ni siquiera es plano, tiene estómago debido a sus embarazos previos, y tiene algunas estrías.
No es un hombre pulcro, al contrario, es muy desordenado, muchas veces olvida dónde están las cosas, suele tomarse demasiado relajada la vida. No le gustan los sonidos demasiado fuertes. No sabe bailar "baile de salón" como está seguro que muchos ahí sí. Tampoco ha tenido alguna vez un carro del año, ni tiene un centavo para pagar tan siquiera los calzones nuevos que su supuesto Alfa le ha comprado.
Él es un desastre, pero al menos es legal, ¿No es cierto? Trata de ser buena persona, nunca ha asesinado a alguien, mucho menos ha cometido un crimen ni de cerca parecido a la larga lista de O'Hara. Lo mismo ocurre con los hermanos Laufeyson. Porque si esos están en esa Gala, significa que se dedican a algo ilegal y peligroso.
Cuando entra dando un portazo, se tambalea hasta el lavabo.
El baño es espacioso, de paredes rojas, con suelo blanco, las puertas son de madera y tienen tallados cada una de distintos animales.
Escuchó la puerta abrirse, y abrió la llave, necesitaba mojarse el rostro. No podía dejar de pensar en todos los ojos que le habían estado viendo. ¿Cuántas personas habrán escuchado la conversación con aquellos hermanos? No lo había pensado hasta ahora.
¿Había dejado en ridículo a Miguel? Tal vez había sido así desde que decidió decir que iría con él.
Es un don nadie, no debió ir, debió quedarse con sus cachorros, debió... debió hacer algo más, no debió salir.
Sintió las manos en los hombros que le sacudieron para obligarle a espabilarse, no se dió cuenta que había estado temblando, pálido al borde del llanto. Aquello era simplemente demasiado.
El narco había estado hablándole probablemente, dándose cuenta de que las palabras no eran suficientes, ahora sus manos están en sus antebrazos, acariciando con preocupación.
—¿Te sientes mal? —susurró consternado.
—Yo... Eh... Miguel. —los ojos acuosos pronto se desbordaron y con ello, el Alfa terminó por abrazarle.
Podían escuchar en las afueras que estaban teniendo algún evento, debido a que había una voz que resaltaba por medio del micrófono, pero el moreno no le soltó, esta vez el de tez clara correspondió tembloroso, escondiendo el rostro en su cuello.
El Alfa le envolvió en un olor cálido tal cual una burbuja amarilla de cariño, cerrando ambos los ojos para tratar de calmarse, al menos el mayor, quien ya se sentía bastante avergonzado, aquello era horrible.
Sentía el corazón acelerado, sus piernas estaban hechas de gelatina, no podía evitar que su propio olor oprimiera al menor, pero al moreno no parecía importarle, así que ni siquiera se preocupó de eso mientras lo abrazaba con fuerza, oliendo con insistencia la unión entre la quijada y el cuello.
—¿Qué pasó? —las manos del de cabellos negros fueron acariciando su espalda. Parecía genuinamente consternado.
—Fue un error venir, Miguel.
—¿Qué pasó? —repitió, esta vez un poco más duro.
Parker sintió que se le cerraba la garganta, pero no dijo nada durante unos segundos, ¿Cómo iba a decirle que habían logrado hacerlo sentir terrible solamente por estar ahí? Pero ellos tenían razón, él no sabía nada de ese mundo, él no sabía ni siquiera algo de Miguel.
Está seguro de que Loki le tenía algún tipo de resentimiento, y bien justificado, al menos a su percepción.
—No debí venir, la gente seguro te mira con burla porque viniste conmigo. —murmuró, tratando de tragarse el nudo en la garganta, mientras el moreno le tomaba del rostro. Las manos cálidas y secas que acariciaban el final de sus ojos con sus pulgares. —Fue un error, ya vámonos.
—¿Quién te dijo que fue un error?
Se quedó callado unos segundos mientras le miraba a través del velo de lágrimas. Cada que parpadea, salían más, y era bastante bochornoso, ¿Qué pasa si alguien entra y los ve? Que vienen al pobre Omega llorón que habían logrado acosar como en los viejos tiempos. Esto se sentía bastante como la secundaria, eso le desagrada bastante, no quiere más de ello.
Quiere irse y esconderse entre las sábanas, dormir ahí junto con sus cachorros para despertar al día siguiente.
Negó suave antes de apartarse, limpiándose los ojos para buscar acercarse al agua que había dejado corriendo minutos atrás para echar chorros en el rostro, antes de cerrar.
—Miguel... ¿Cuál fue tu última pareja antes de mí?
La pregunta le llegó de golpe al menor mientras le miraba. Había demasiadas cosas que quería saber del hombre, pero se pregunta si se lo va a contestar. Porque de inmediato lo ve ponerse tenso de los hombros.
—Bueno, fue un chico que conocí en una fiesta, estuvimos saliendo un tiempo. Pero, ¿A qué te refieres?
—¿Hace cuánto?
El moreno frunció suave el ceño.
—Hace tiempo.
El castaño se cruzó de brazos, evitando su mirada, aquello no iba a decírselo con exactitud, ¿O sólo estaba siendo inocente al respecto? Gruñó, de nuevo cualquier rastro de mal humor comenzaba a disiparse para darle paso a la frustración y con ello, más llanto.
—Yo no debería estar aquí, Miguel.
—¿Por qué no?
—¿Me has visto? ¿Tienes idea de lo diferente que me veo de todos los demás? Para ti no es nada, es una minucia, lo comprendo. Eres guapo, alto, rico, dios, eres de seguro un buen Alfa, pero, ¿Yo? Dime qué tengo yo que pueda hacer que encaje en un lugar así. —extendió los brazos, al borde de lágrimas, antes de llevar ambas palmas a su rostro para soltar un grito de nuevo, exasperado.
El menor se sentía bastante confundido. Hace unos minutos habían disfrutado bastante, ¿No es cierto? Estaban bien, la estaban pasando bien, ¿Por qué está así?
Sus manos se van a aquellas muñecas para que separe las manos del rostro para poder alzarle el mentón.
—¿Quién es el que te ha hecho creer que no era suficiente tener tu personalidad atolondrada, para tener a cualquiera a tus pies?
El beso que siguió a aquello no fue dulce. Fue infernal, los colmillos buscaron dañar, como un castigo por haber insinuado que su existencia ahí era un error.
Si Miguel O'Hara quería a Peter B. Parker en esa Gala, lo tendría en esa y miles más. Y su boca pagaba el precio mientras demasiado sensible, el padre sólo pudo corresponder.
Las manos de Miguel acariciaron el cuerpo a los costados, tomándole firme de las caderas para romper el beso y darle media vuelta. Le obligó a pegarse a él, acariciando su vientre hasta su pecho mientras se acercaba a su oído.
—¿Dudas de mis elecciones?
—Dudo de tu cordura. —susurró cuando la mano grande llegó hasta su cuello.
Verse al espejo en aquella forma era extraño, tener al menor pegado a él, su calor y el aliento en su oído, la mano obligándola a alzar el rostro, y era mirarse o ver el techo.
El gruñido en su oído fue suficiente para hacerlo temblar mientras el Alfa besaba el cuello.
—No deberías. No elijo a la ligera.
Se jacta de ser bastante cuidadoso al elegir parejas, se recuerda.
Se pone tenso, odia aquello.
—No soy otro de tus estúpidos Omegas, Miguel.
Salió en un gruñido, moviéndose. Lo quería lejos suyo, pero el agarre en el cuello se cerró, se quedaron quietos, aunque el corazón del mayor se sentía acelerado.
—No. No eres un Omega cualquiera, Parker. No hubiese traído a un cualquiera a algo como esto, eres mi pareja. Si hubieses sido un cualquiera, no te habría presentado, no habría siquiera dejado que estuvieras encima mío. No eres sólo Peter Parker, el Omega. Y no puedes ir por ahí sonriéndole a cualquier Alfa que te trate lindo. —gruñó en recordatorio a Wade.
Oh. Así que sí le había molestado, sonrió levemente, aún de mal humor.
—Me lo pensaré la próxima vez.
Miguel sonrió soltando un chasquido con la lengua antes de besar el cuello, a pesar de su mal humor, los besos fueron cuidadosos, acariciando el cuerpo, con la mano libre desfajando la camisa y deshaciéndose de los botones del pantalón. Podía ver a través del espejo que el ojo rojo que le miraba, estaba curioso, mientras la palma se iba deslizando al interior de la ropa, ignorando por completo el bóxer, yendo a tomarle con fuerza la carne blanda de la entrepierna.
—No habrá una próxima vez. No necesitas a nadie más. —besó con tranquilidad.
Quería creerle, pero todavía estaba demasiado fresco todo, además, ¿No había mencionado Loki a la pareja muerta? No debería poner una niebla sobre su mente, quiere mantenerse consciente y frío, tiene que poner un pin en aquél asunto, lo hace, porque es importante.
—No quiero ser un Omega cualquiera. —susurró, sintiendo la mordida detrás de su oreja, al tiempo que dos de los dedos del menor buscaron acariciar, con lentitud deslizándose entre sus pliegues.
—En estos momentos, sólo eres Peter. —murmuró, soltando su cuello.
La mano en la entrepierna salió para poder quitarle el saco, dejándolo encima del lavabo, había tres de ellos, y un sólo espejo acostado, largo que abarcaba todo lo que podía de aquél lugar. Podía verse colorado, con las cejas echadas abajo en un intento de parecer molesto.
Pero no podía estarlo cuando las manos morenas le acarician los costados, alzando la camisa para descubrir la piel blanca, sintiendo sus besos en la nuca.
—Estamos en el baño, Miguel. —se quejó suave.
—¿Y?
—Cualquiera puede entrar.
—¿Te preocupa que te vean?
—¿A ti no? —le miró de reojo. El Alfa había acomodado sus manos en sus nalgas para comenzar a amasarlas, obligando al padre a pegarse a la encimera.
—¿Por qué me preocuparía? Eres mío, ¿No debería ser normal que haga estas cosas? —comentó al tiempo que una de las manos se fue a su muslo interno, acariciando desde abajo, subiendo hacia la entrepierna por sobre la ropa.
Los dedos se acomodaron entre las piernas para acariciar por sobre el pantalón. Estaba dispuesto a demostrar su punto.
El castaño no está seguro de qué decirle, porque lo próximo que sucede es que ve desaparecer a Miguel detrás suyo, que se pone de rodillas a sus espaldas para que las manos puedan recorrer sus piernas a lo largo.
Algo es seguro, Miguel está consciente de que le gustan las piernas largas del hombre, y su rostro se hunde entre aquellas mismas, inhalando el olor, ansioso cuando se da cuenta de que el típico olor dulce de excitación ya ha estado saliendo y manchando la ropa.
Parker puede quejarse, tratando de detenerlo de forma débil cuando toma el pantalón, para ir jalando, bajando el mismo entre las piernas lechosas, dejando al descubierto la piel, las nalgas blancas que no duda en abrir los labios y morder una de ellas, ganando un grito sorpresivo del mayor.
El castaño quiere quejarse, no es lo que hace un hombre respetable, no es lo que otros esperan de alguien como él.
Pero de nuevo, Peter Parker no es cualquier hombre, Miguel se lo ha dicho varias veces, y no puede fingir que es así. Desea poder detenerse.
A la mierda las formalidades, a la mierda ser el tipo elegante que muchos esperaban que fuera. No es ese hombre, no es un hombre elegante, ni totalmente esbelto, tiene cicatrices, tiene heridas. Es un Omega divorciado, y ha tenido dos embarazos, tiene estrías, inseguridades, no es el tipo perfecto que otros quizá se esfuerzan por ser. Él no va a comenzar a intentar algo así.
Toda la maldita noche ha dejado que otros influyan en que se sienta como una mierda, pero justo ahora, con O'Hara a sus espaldas totalmente mordiendo y chupando, parece asegurarse de dejar marcada la piel, para recordarle que lo único que debería sentir es emoción.
Las manos grandes del moreno le abren las nalgas, una vez que la ropa está en sus talones, para pasear la lengua por entre ambas, provocando un jadeo.
El mayor no puede evitar sentirse demasiado fuera de sí, mientras siente la lengua del menor que comienza a limpiar la húmedad que su persona comienza a soltar, las hormonas se alborotan, ni siquiera le importa soltar aquel olor dulce y excitado para hacerle saber que le gusta, que desea que siga. Que quiere toda aquella lengua hasta el fondo.
Deja que las manos morenas amasen cuanto desee, puede sentir el ardor cuando las uñas se encajan, bajando después para arañar, pero eso provoca una excitación extraña al tiempo que la boca del muchacho moreno se hunde. Se ve obligado a arquearse un poco para dejar que la boca meta su lengua entre los pliegues húmedos, pero el verdadero grito lo da cuando la punta de la lengua por fin le recorre el clítoris que aún no está del todo hinchado.
—Abre bien las piernas, o tendré que abrirlas yo. —gruñó el moreno. Quiere probar sin problemas, que pierda la pena y se deje de toda inhibición. Los dedos se deslizan dentro de la vagina para comenzar a palpar, antes de salir, volviendo a entrar casi al segundo para comenzar un ritmo.
Conforme los dedos van moviéndose, la lengua se une desde atrás. Deja que el mayor se abra, para hundir el rostro en la calidez, lamiendo de adentro hacia afuera, con el sabor del mayor.
Siente los dedos húmedos, pero en especial el medio y anular que se aseguran de estimular, la punta de ellos rozando la base de la pequeña extensión dura, a la vez que la lengua se mete tanto como puede.
El calor le llega a las orejas mientras la mano sale y entra de golpe, los sonidos llegándole claros al oído mientras jadea. Siente el frote de los dedos contra su pequeña longitud que se encuentra dura, provocando que le tiemblen las caderas de igual forma por el placer.
—Miguel... Miguel, espera. —pide entre murmullos. Su interior succiona los dedos, es capaz de sentir que el rostro del menor se aplasta contra él, chupando los labios de la vulva antes de que la lengua recorra de ahí hasta las nalgas.
La boca no se detiene sólo ahí, es cuando el hombre tiene que aferrarse, la lengua del traficante ha hecho un intento en meter la lengua en el ano, y no puede creer que eso empeora la sensación, lo vuelve terriblemente sensible. Lo lame, y le muerde, el mayor gime alto debido a que ha logrado encontrar el punto en su interior que logra hacerlo punzar.
No sabe por qué está tan excitado, pero pronto se queja cuando deja de sentirlo, la lengua desaparece, pero puede sentir toques en su espalda baja. Miguel va besando, le muerde suave, hasta llegar de nuevo a estar de pie detrás suyo.
Los dedos dejaron de estar en su interior para abrazarle con un brazo. Cuando están pegados, puede sentirlo.
Grande, duro, frotándose contra él. El Alfa estaba completamente excitado por él, así que se frota de igual manera, tratando de sentirse mejor, cosa que no logra.
Si quiere sentirse bien, necesitará más.
—¿No vas a entrar? —le mira de reojo, luego vuelve sus ojos al espejo, donde puede verse semidesnudo, y que las manos más grandes, acarician su vientre hasta subir al pecho. Pellizca por debajo de la tela uno de los pezones, pero solamente suelta un quejido. —¿No quieres?
—Justo ahora podría. Pero quiero verte. —admitió, las uñas rasguñaron desde el pecho hasta el vientre.
—¿Verme? No, Miguel, espera...
La mano se fue a la entrepierna, los dedos le mostraron, abriendo los pliegues, la protuberancia del pene pequeño que se erguía, aquél clitoris mojado y las piernas que hacían lo suyo por mantenerlo de pie.
Mientras el anular y el índice le abrían, el dedo medio tocó la punta, logrando un siseo de incomodidad al contacto directo. Pero los besos del Alfa pronto se hicieron presentes por todo su cuello hasta detrás de la oreja.
El dedo siguió acariciando aquel botón rosado mientras besaba el cuello, las caderas se frotaron contra él, acomodándose perfectamente para encajarse contra su trasero, simulando pequeñas embestidas.
—Déjame verte. Deja que mi mano te haga sentir bien, ponte más mojadito para mí. —ronroneó contra la piel.
Las piernas le volvieron a temblar y cerró los ojos. No quería ver lo vulnerable que se veía en su reflejo.
Pero para O'Hara, aquello era un festín. Tener a Parker entre sus manos, abriendo suave las piernas, lograr ver entre el vello, aquel interior que abría con sus dedos y ser capaz de acariciar aquella puntita rosada que parecía volver loco a su Omega, era suficiente para que sus caderas chocaran contra las del mayor.
Sus dedos se deslizaron al interior de la vagina en una forma de cuchara, escarbando el suelo pélvico con cuidado, el resto de la palma se golpea contra la carne.
—Justo así, Peter. Qué bonito te ves, mírate, tan precioso. Abre los ojos —pidió con suavidad, a pesar de que los dedos eran firmes en tocar los lugares correctos. Parker echó un brazo atrás para atraerle por la nuca para intentar besarlo. —, tan necesitado de mí, te ves tan bien. ¿Desearías que esto fuera otra cosa, no es cierto? Que mis dedos fueran yo en tu interior.
Los dedos comenzaron a aumentar el ritmo, Peter se atrevió a mirarse de reojo. El pecho acelerado, las orejas tanto como sus cachetes estaban colorados, no era novedad que pudiera hacer eso. Pero que Miguel fuera capaz de mantenerlo así, todo mientras de cadera para abajo se encontraba desnudo, con sólo aquella mano moviéndose en su entrepierna, era una escena bastante erótica. Los ojos rojos le miraban tras el reflejo, sonriendo mientras besaba su quijada.
Sintió que las yemas llegaron al punto exacto, su vagina punzó, y le miró a través del espejo.
—Acabas de...
—Lo sentí. Shhh... disfruta. Piensa en mí.
No dudó mucho antes de sentir que sus caderas incluso cooperan, tratando de empalarse contra los tres dedos que estaban en su interior mojado.
—Justo así. Yo, completamente duro, ¿Así es como te gustaría? Quién diría que te encantaría el sexo público.
—Yo no... ¡Ah! Miguel. —la mano que estaba echada hacia atrás, tratando de atraer al menor por la nuca, encajó sus uñas en aquella área, provocando un siseo de dolor en el moreno. —Por favor... más, sigue ahí.
Cualquier idea de la Gala, en esos momentos se había disipado, había dejado de ser Peter B., para convertirse en el Omega que disfrutaba de tener los dedos de O'Hara en su interior, que se frotaban insistentes contra el clítoris y luego se deslizaban para hacerle soltar más néctar pegajoso y mojado. Más de aquello que significaban más chapoteos, más gemidos altos, más besos.
Si era sofocante o no, no lo estaba pensando, Miguel se deleitaba con verlo arquearse y que las caderas blancas intentan moverse contra su mano para satisfacerse. Con observar aquella boca de labios delgados, rosados, suaves, tratando de articular palabras.
Dulces melodías mientras el lugar se inundaba del olor del limón y el azúcar del Omega entre sus manos, que parecía deshacerse a sus toques, frotándose insistente contra él.
—Tranquilo, cariño, eso es, muévete. —habló en español, demasiado concentrado en mover su mano contra el mayor, para pensar que el castaño no entendería ni un carajo del Español.
Logró sentir la montaña de excitación cuando dejó de moverse, y esta vez movió mejor la muñeca, inhalando hondo aquella glándula del mayor, completamente embelesado por él. Sus dedos chapoteando contra él, hasta que lo oyó gritar, fue largo, apagándose en un gemido lastimero mientras el suelo carnoso y mojado palpitaba contra sus dedos.
No se detuvo de inmediato, si no que fue paulatino, dando atención a la base del micro pene, sintiendo aquellos espasmos, mientras miraba aquel desastre por el espejo. Le sostuvo firme, en caso de que siguiera tambaleándose.
Fue mordiendo levemente el cuello hasta su rostro, suspirando complacido junto con él.
Sacó los dedos, observando el líquido transparente, mientras Peter parecía perdido en sus pensamientos.
No dijo nada, dejó que el Omega tratara de recuperarse mientras él se encargaba de limpiar su mano con su boca, limpiando los restos al lamer. Sabía igual de dulce.
Se aseguró de limpiar entre las piernas, que aunque le hubiese encantado lamer y hacerlo de esa forma, se decidió por hacerlo con un papel, tirando los restos. El olor a sexo inundaba el aire, pero no le importó, ni siquiera saber que es probable que otros hayan escuchado al hombre. Porque fue suyo, y lo seguirá siendo, darles una probada es tan sólo muestra de lo que no van a poder tener.
Una vez que lo tuvo limpio, le subió la ropa interior y le ayudó a acomodarse tanto el pantalón como la camisa.
—No debimos hacer eso. —murmura perdido.
No lo dice arrepentido, pero sabe que aquello fue peligroso, no puede evitar pegar su frente al hombro del menor mientras le acomoda el saco encima. Se siente como un pequeño muñeco, el orgasmo sigue demasiado fresco a pesar de todo.
Miguel lo ha dejado presentable de nuevo, poco después lavándose las manos.
Con lentitud, una vez que están listos, salen, se han lavado las manos y acomodado el cabello, y el Alfa se asegura de que se sienta lo suficientemente estable. Aunque no lo está. Le tiemblan las piernas levemente y poco a poco se asienta la idea de que ha dejado que el hombre le masturbe frente a un espejo, en un baño público. Eso ha sido irresponsable.
Siente que camina extraño, pero no se queja.
—Peter.
El susodicho le mira.
—No dejes que nadie más obtenga esos bonitos sonidos tuyos, cariño.
Las palabras lo ponen colorado antes de hacer que bufé. No le responderá que no es algo que deje hacer a cualquiera. Porque seguro que el hombre piensa que lo ha disfrutado.
Es decir, claro, le encantó tener los dedos de Miguel hasta el fondo, pero no es tan sencillo como eso.
—Vámonos. —pide.
—Mhm, ¿Seguro? ¿No quieres mostrar tus marcas de propiedad? Seguro que a Wade le encantaría verlas. Es decir, le encantó recorrerte con los ojos, seguro volver a hacerlo lo hará ver cosas nuevas. —sonrió el menor.
El castaño rodó los ojos. Si todo aquello había sido una escena de celos, le ha gustado. No el acto de celarlo, es... se siente extraño, cuidado, Peter Parker, se regaña.
—Podemos irnos, ya han pasado más de dos horas, quiero ir a casa. —musitó.
Pudo ver que Wade estaba platicando con Noir y Lyla, el hombre al verlos les saludó, pronto pareció apurarse a querer terminar la conversación para acercarse a ellos.
Estúpido Wade Wilson, si se acercaba, el deseo de O'Hara se haría realidad, y a él, bueno, más valdría que lo trague la tierra. Lo peor es que sí le hubiese gustado hablar con él, le saludó de vuelta, o bien, se despidió en realidad.
—Miguel, vámonos. Ahora. —expresó, más como una orden mientras le tomaba del brazo para jalarlo.
El moreno miró de reojo al Alfa de máscara roja, sonriendo con suficiencia mientras seguía al Omega hacia las afueras. Podían decirle que ha sido un inmaduro, y a él le resbalaba la opinión que probablemente Lyla tendría al respecto si se enteraba, de igual manera. Porque no le interesa si lo ha sido, Peter fue suyo, ha probado su punto. Es el único que lo hará sentir así de ahora en adelante.
Se deslizan en mitad de la noche hacia las afueras, para poder irse en silencio.
A pesar de todo, la noche termina bien, así que se queda de momento tranquilo.
Cuando llegan de nuevo con los niños, se siente cansado, adormilado incluso.
El castaño sale pronto, y no tarda demasiado en sentir al moreno detrás suyo, que suspira pesado, ambos parecen estar cansados.
Cierto. El trato con Miguel.
Se detuvo para dejarlo caminar hasta que lo alcanzó.
—Oye, sobre mi Tía. —susurró, incómodo.
El moreno le miró, alzando una ceja, tratando de no echarse a reír antes de negar suave.
—Claro, no lo he olvidado, no te preocupes.
Le tomó la mano, para jalarle suave en dirección a una nueva puerta de una habitación a la cual no había entrado antes.
El traficante abrió la puerta y dejó entrar al Omega, cerrando la puerta tras de ellos.
El lugar era bastante oscuro, serio, pero no tuvo que preguntar, el olor del Alfa inundaba todo el lugar, cerró los ojos para inhalar profundo el mismo. Olía bien, dulce, ligero, pero quería inundarse de ello y no volver a abrir los ojos. Dejó que las manos del menor le tomaran del rostro, pero no se atrevió a mirarle.
Se mantuvo ciego, mientras la tenue luz de dos lámparas pegadas a la pared les ayudaba. Una de las manos del moreno se fueron a su nuca para acercarse a él.
Entreabrió los labios para decir algo, pero pudo sentir el aliento, entonces abrió sus ojos chocolate para poder mirarle. Le tenía agarrado del rostro con delicadeza, mientras le miraba. Detrás de su mente, su parte Omega le pedía que se hundiera entre aquellos brazos, que se acurrucara con él, que lo ahogara en su olor tan particular, que lo hiciera sentir tan suyo.
—Te daré el celular, no tienes de qué preocuparte. Sólo podrás mandar textos, por favor, Parker... realmente, no digas demasiada información innecesaria. Es peligroso. —murmuró contra él.
—¿Para mí, o para ti? —los ojos del mayor viajaron desde aquellos ojos rojos hacia los labios. Podía recordar perfectamente los colmillos del hombre, los dientes rasgando su piel, dejando marcas en su cuello.
El menor le besó con cuidado, siendo cariñoso incluso mientras los dedos de la nuca viajaban hacia el brazo para acariciar, mordiendo al mismo tiempo sin ser brusco su labio, cerrando los ojos tanto como el mayor para poder degustarse con tranquilidad.
Poco a poco, el padre comenzó a sentirse abochornado cuando el moreno fue besando su rostro y su cuello, dejando rastros levemente húmedos en su piel, pero sin la usual brutalidad.
—Cierto, que no te... sí, ¿tienes ganas? —cayó en cuenta el de tez clara.
Miguel seguiría frustrado tal vez.
El traficante le tomó entre sus manos, acariciando sus pómulos con los pulgares, besando de nuevo mientras le hacía retroceder con cuidado.
—¿Me odiarías si tuviera hambre de ti todo el tiempo? —susurró, las manos bajando por el cuello, hacia el pecho para ir quitando las prendas.
—¿Hambre de mí? ¿Me dirás poesía ahora, Miggy? —sonrió, suspirando mientras dejaba que le desnudara de forma cálida.
—No hay vergüenza en estar hambriento de alguien. En desear tenerte toda una vida, en desear que todo lo que pueda ofrecer, sea sólo para una persona. No tengo miedo de que seas mi hambre, tengo miedo de que jamás me alimentes. —le miró esta vez con seriedad.
Había demasiado secreto en aquello del que no es parte, pero el mayor no supo por dónde comenzar mientras el moreno iba quitándole la camisa, acariciando su cuerpo con cuidado.
¿Desde cuando el Alfa es tan cuidadoso? Le desabrocha los pantalones, y le parece demasiado irreal que lo obligue a sentarse en la cama, poniéndose de rodillas para quitarle la tela de las piernas. Le tomó del tobillo para alzarlo, besando el empeine del pie, subiendo con lentitud hasta que sus ojos rojos le miran de vuelta.
Se acomodó entre sus piernas ahora desnudas, está nervioso a la idea del sexo, pero se trata de tranquilizar mientras las manos acarician sus muslos.
Le sorprende sin embargo cuando el hombre solamente recuesta su rostro en su muslo, mirándole, el otro brazo se pasa por su espalda baja para abrazarle, antes de sentirlo sentarse en el suelo, para abrazarle de aquella manera.
Los dedos de O'Hara hacen figuras en su espalda baja desnuda, lo siente acomodarse de aquella forma, se siente demasiado íntimo, pero no logra reunir las fuerzas para sacarlo de entre sus piernas. Así que sentado en ropa interior tal cual está, con aquel hombre sentado en el suelo, abrazándole, besando su vientre, se ve en la necesidad de pasar sus dedos por sobre aquel cabello.
Sedoso, tal cual lo imaginó.
En otro universo, y en otras circunstancias, aquello sería perfecto. O'Hara sería el tipo de hombre del cual podría enamorarse, incluso está seguro que si existen otros mundos, le ha roto el corazón un par de veces.
Puede mirar que parece relajado, y se queda tranquilo, escondiéndose en la cadera. No logra comprender el comportamiento del moreno, así que se mantiene de esa forma, peinando cada hebra que puede en silencio, con cierta nostalgia.
Le cuesta tan siquiera pensarlo, pero ya no es el mismo, ya no puede pretender que así es, suspira. Ya no está solo.
Aunque no se lo diga, Parker sabe que es así, ahora él y sus cachorros, están en el mismo lugar que el moreno.
Lo podría odiar, puede seguir perdiendo el tiempo resistiéndose, enojándose.
Pero si hará aquello, no planea ni por un segundo estar acostándose con alguien que tiene a otros.
—Está bien. Seré cuidadoso con la Tía May. —aseguró.
Los ojos rojos no tuvieron ninguna emoción reflejada, pero entonces los besos siguieron en su muslo interno, y él hizo su mejor intento de sonrisa para el moreno.
—¿Lo decías enserio? Todo eso de que no soy un Omega cualquiera.
El menor le miró desde abajo, suscitando tranquilamente las palabras. Aquello podía significar demasiado, pero no le daba miedo. En realidad, no había temor en él cuando se trataba del enojo de Parker. No es ninguna mentira que su cuerpo lo desea, y que aquella personalidad le parece enteramente cautivadora.
Pero desea todo menos la indiferencia del hombre.
—Desde la última vez que me viste en mi despacho con las muchachas, dejé de buscarlas. No tengo que buscar lo que no está perdido. No planeo hacer nada con nadie, si no eres tú. Soy muchas cosas, sigo siendo el mismo que has conocido desde la primera vez, así que sé lo que quiero. —murmuró ronco.
La revelación lo hace parpadear sorprendido.
Pero no está demasiado seguro de que aquello sea real, deja de acariciarlo.
Lo peor que puede hacer es creerle a un hombre que tiene por profesión pasar toda clase de mierda ilegal debajo de las narices de la ley.
Aún así, ahí está dudando. Darle el beneficio de la duda decide que no lo lastimará.
Si el Alfa dice la verdad, no tendrá problemas en... esto, lo que sea que sea esa relación o situación en la que se encuentran.
No pasará nada si al menos baja más la guardia. Aunque cuando su mano le alza la barbilla morena para inclinarse a besarlo, se da cuenta de que el sabor tan característico del hombre se ha vuelto una droga de reserva personal. Y no está seguro de querer parar.
El Alfa se levanta con cuidado, correspondiendo el beso.
Es como si fuera tocado para ser admirado por manos que tienen miedo a ser inexpertas, pero en realidad se da cuenta de que es tocado tan solo como una obra de arte al ser acostado.
En esos momentos, Vanessa Fisk tenía razón, Miguel sabía de arte, porque lo estaba tratando como tal.
Y supo que tenía razón. Si conociera tan sólo al hombre en otras circunstancias, habría sido capaz de todo, su corazón le pertenecería.
Justo ahora, sólo está cansado de recordar, a veces sólo quiere deshacerse en la nada, y Miguel es justo lo que necesita para eso, sabiendo que al final del día, es probable que vuelva a sentir vacío cuando todo termine.
Se dió cuenta de lo enamorado que estaba de la idea de la obsesión, de la idea de estar completamente inmerso en algo, y no habla de Miguel con él, habla de conocer las curvas de alguien, de conocer cada una de sus grietas, de cada uno de sus sonidos, y expresiones. No puede decir que no adoraría poder sentirse así por el hombre, o que el mismo lo haga de una forma donde ambos puedan mezclarse en intimidad.
No habla de sexo siquiera, habla de la pura expresión de cuidado y que el Alfa pueda entregarse por completo a él, de la forma en la que sólo un ser humano puede hacerlo.
Quiere a un ser vulnerable, y lo quiere todo.
Si el narco puede o no darle eso, no está muy seguro, pero en esos momentos, no interesa.
En otra vida, Miguel pudo haberlo enamorado eternamente, y por hoy, la simple idea de eso basta.