
Ricina y Aguamarina
Un, dos, tres.
Una misión en suelo estadounidense para obtener la llave que le otorgaría a Dreykov el control sobre el libre albedrio del ser humano.
Dos niñas pequeñas que pronto pasaran por la Habitación Roja justo como ella lo hizo en su momento tantos años atrás.
Tres años viviendo con Alexei y las niñas, fingiendo ser una familia normal y feliz por el bien de la misión.
Muchos años atrás, Dreykov y la Habitación Roja le habían robado cualquier posibilidad de ser madre sin miramiento alguno, para que nada pudiera ser más importante que la misión, para que la falacia del instinto materno innato no se interpusiera entre Melina y sus objetivos. Cuando el hombre le había explicado el porqué de la ceremonia de graduación ella había querido reírse en su cara, solo los largos y eficientes años de entrenamiento por los que había pasado la detuvieron.
Nada bueno saldría de herir el orgullo de un hombre como Dreykov, por más que ella supiera que la creencia infundada del hombre no podía estar más lejos de la realidad, la evidencia científica para probar que el llamado instinto materno no es natural esta desperdigada en el mundo animal por donde sea que se la viera, pero el ser humano disfruta sus mentiras convenientes, esas que acicalan sus egos en una habitación llena de otros pequeños seres inseguros que dependen de la validación externa e ilusiones para sentirse completos.
Melina está por encima de eso, su mente analítica, su entrenamiento y sus años de estudio la previenen de caer en semejantes engaños irracionales. Aun así, aquí se encontraba, conflictuada después de haber pasado tres años siendo la madre de las dos niñas que Dreykov había tirado en su regazo sin siquiera pestañear. Sus niñas, Natasha y Yelena, que a veces la miran con grandes ojos claros llenos de amor y admiración, casi como si creyeran que Melina es quien puso el sol y la luna en el cielo.
Yelena que no sabe nada de la misión, pues era muy joven cuando todo inicio oficialmente en 1992. Natasha que lo sabe todo, cuyo entrenamiento en la Habitación Roja la ayuda a pretender de forma convincente frente a extraños, pero que cada día parece más y más cómoda en esta mentira, justo como Melina. Puede que la mayor de sus hijas piense que es sutil al mirarla con esos ojos cautelosos cuando cree que reaccionara de la misma forma que las institutrices de la Habitación Roja con ella o con Yelena o cuando la llama ‘mamá’ en un momento de debilidad que Melina debería castigar, esperando su reacción de manera ansiosa, pero Natasha no podría ser más obvia aun si lo gritara a los cuatro vientos, ella realmente desea que toda esta farsa pudiera volverse realidad.
Ella desea que la Habitación Roja no sea lo que las espera a las tres una vez que la vida que tienen en Ohio se termine, pero ambas saben que eso es imposible, así quisieran huir, Alexei las arrastraría devuelta con Dreykov o las asesinaría en el proceso.
Cuatro, cinco, Seis.
Cuatro puestos perfectamente ordenados en la mesa con comida caliente alrededor, todo listo para la cena, que se sirve todos los días a la misma hora exacta.
Cinco rutas de escape distintas en caso de que los descubrieran o tuvieran que dejar Ohio con rapidez.
Seis escondites distribuidos en un rango medio en relación con su ubicación actual que contienen una maleta de mano llena de dinero, armas, un kit médico y pasaportes falsos en caso de que algo salga mal.
El escondite más lejano a la casa fue saqueado anoche, aunque Alexei no tiene idea alguna de esto, y la maleta con su pase de salida temporal ahora se encuentra junto a otras dos maletas de viaje en un pequeño automóvil a unas cuantas casas de distancia. Tanque de gasolina lleno, galón de combustible extra, provisiones alimenticias, herramientas, repuestos y llaves listas dentro del vehículo.
La copia de los archivos digitales del experimento, que ahora se encuentra escondida en uno de los asientos del coche, había quemado en el bolsillo interior de su pantalón cuando la saco del laboratorio sin que nadie lo notara, aún falta un mes para la fecha original que acordó con Alexei para que él intentara hacer lo mismo que ella logro hace dos noches, alegando que la investigación aún no había llegado al punto crucial. No le había mentido a su compañero, pero después de tantos meses involucrada en el proceso, ella no necesita esperar más para saber cuáles serán los resultados finales.
Siete, ocho, nueve.
Siete balas en el cargador de su Bersa Thunder 9, esa que Alexei le había dado tontamente como un regalo por su primer aniversario de bodas, como si todo esto fuera algo más que una mentira cuidadosamente diseñada para hacerlos parecer una familia normal mientras que ellos se infiltraban en el North Institute. Su falso marido es un idiota sentimental cuando se encuentra aburrido por la naturaleza de la misión.
Ocho agentes de HYDRA infiltrados junto con ella y Alexei que podrían delatarlos en cualquier momento si alguien de S.H.I.E.L.D. llegará a sospechar que todo su laboratorio está bajo control ruso.
Nueve picos en la hoja del arbusto de Ricino, de cuyas semillas extrajo el polvo concentrado de Ricina que uso para envenenar a Alexei hace exactamente cinco horas y veinte minutos cuando tomaron la merienda con las niñas.
Tuvo que envenenar todo el pan, jalea y mantequilla que comieron para reducir el riesgo de que Alexei evitara comer el suyo por estar jugando a robarle la comida a Yelena y Natasha, ese habito desagradable que se había vuelto su costumbre después de los primeros seis meses en Ohio. Todos habían ingerido la suficiente Ricina para matar a un ser humano normal, pero eso fue un riesgo controlado que neutralizo en ellas durante el desayuno al darles el antídoto en el jugo de naranja que su falso marido detesta mientras que Melina lo ingirió mucho antes.
La condición de Shostakov como Súper Soldado tenía un 75% de probabilidades de salvarlo de morir debido a la intoxicación y un 35% de probabilidades de anular el efecto del veneno por completo, lo cual es un margen de error aceptable y reduce los problemas que Melina tendría si fuera descubierta o si asesinara al único hombre que recibió la dosis del suero en la antigua Unión Soviética.
Diez, once, doce.
Diez fotografías del álbum que extrajo de forma meticulosa, en ellas aparecen solo las tres y serán útiles en caso de que necesiten probar su cuartada o fortalecerla a futuro. Alexei no tiene espacio en ese futuro.
Once trampas desperdigadas por la ciudad, listas para servir como un señuelo que atraería la atención de Dreykov y Shostakov una vez que ellas huyeran. Las más exitosa serían las bombas que coloco en el laboratorio del North Institute y en el hangar abandonado que esconde la avioneta que planeaban usar como vehículo de escape para llegar a Cuba.
Doce minutos eran la ventana de acción que tendría después de que la cena concluyese para evaluar si el efecto del veneno había sido el deseado, de no ser así la operación completa se cancelaria y ella volvería a Rusia con Dreykov luego de cumplir con la misión.
Las risas de Natasha y Yelena llenan el salón de una forma que la antigua Melina habría encontrado molesta e innecesaria antes de conocerlas, demasiado ruidosas, demasiado sinceras, demasiada energía desperdiciada en una reacción inútil que podría dejarlas vulnerables a un ataque. Después de 1311 días conviviendo con ellas, podía apreciar este tipo de momentos en los cuales las veía experimentar emociones que ella no podía permitirse de manera tan libre que resulta tan doloroso, pero al mismo tiempo la llenan de una sensación cálida que eleva las comisuras de su propia boca de una forma que le era extraña al inicio, pero no incomoda.
Le resulta humillante el tener que dar su brazo a torcer, metafóricamente claro está, y nunca lo admitiría en voz alta frente a nadie, ni siquiera frente a sus hijas, pero el General Dreykov había estado en lo correcto al temer que sus Viudas Negras pudieran traicionarlo si les daba la oportunidad de formar lazos remotamente estrechos y sinceros con personas del exterior. Especialmente si podían considerar a esas personas vulnerables y dependientes de ellas como algo propio e incluso inocente, algo que podían apreciar mientras que guían su desarrollo para convertirse en individuos independientes de manera voluntariamente empática en vez de calculadamente fría, percibiéndolos como su familia y no como un arma o inversión a futuro.
Si alguien como Melina, escéptica y calculadora hasta la medula, había caído en la trampa del sentimentalismo en menos de 366 días, no había duda de que otras Viudas, aquellas más sensibles y que aun vivían en un duelo silencioso por la falta de posibilidades, habrían caído aún más rápido y se habrían vuelto contra Dreykov a la primera oportunidad.
Cuando la comida se acaba, ella y Natasha levantan la mesa mientras que Alexei se lleva a Yelena para que se cambie la ropa de estar afuera por una pijama y se cepille los dientes. Melina lava la vajilla barata con la misma precisión cuidadosa de siempre, primero retirando la mayor parte de los restos de comida, restregando con la esponja jabonosa seis veces para luego enjuagar todo con agua limpia y, por último, pasándole cada cuchara, plato y vaso a Natasha para que ella los seque y deposite en su lugar asignado en la alacena.
“Mamá…” Melina se toma un momento para terminar de limpiar la pila antes de voltearse para mirar a su hija, a la espera de que continue con lo que sea que quiera decirle. Natasha tiene 3 minutos antes de que ella deba enviarla a dormir para lidiar con Alexei. “Hoy en la mañana estuve buscando mi overol de mezclilla y no pude encontrarlo.”
Eso es una mentira obvia, sin elaboración alguna de por medio que le ayude a Melina a saber cuál de los tres overoles que tiene la niña es el que no encontró. Todos fueron lavados y secados al sol el fin de semana anterior para luego ser doblados y depositados en el armario de madera de pino de la habitación que comparten las niñas. Además, Natasha siempre escoge y deja lista la ropa que se pondrá desde el día anterior. Su hija solo está buscando una excusa para interrogarla acerca de la falta de ropa que debió haber notado desde hace cuatro días cuando Melina aparto una cierta cantidad de las prendas de las tres para meterlas en las maletas que preparo para su escape luego de haber logrado encontrar la oficina de S.H.I.E.L.D. correcta para su plan.
“Quizás no buscaste apropiadamente o lo usaste después del último día de lavandería, pero no lo cuerdas.” Alega con tono tranquilo, acercándose para acomodar un poco el cabello rojo con puntas azules fuera de los ojos de su hija antes de dejar un beso en su frente. “Mañana tienes escuela, deberías ir a dormir ahora.”
“Mamá, por favor, dime qué…” El tono suplicante es el inicio de una conversación más larga y cargada de emociones tediosas que no puede tener ahora mismo, no cuando necesita que ambas niñas estén fuera de la línea de fuego mientras ella lidia con el agente Shostakov.
“Ahora no es el momento, Natasha.” Su voz es más dura de lo que acostumbra a usar con ellas, la postura y leguaje corporal de su hija cambian de inmediato para reflejar las bases del entrenamiento militar que ha recibido, y su agarre se vuelve férreo en el rostro ajeno cuando obliga a la más pequeña a mirarla directo a los ojos para que comprenda la seriedad del asunto. “Has lo que te dije, ya buscaremos el overol después.”
La resignación y resentimiento bailan en el rostro de Natasha antes de que esta se retire de la cocina para cumplir con las ordenes que recibió sin chistar, siendo lo suficientemente inteligente como para saber que no conseguiría nada más de Melina en este momento. Ella se dirigió con paso calmado a la habitación que comparte con Shostakov, que parece estarla esperando con ansias y energía renovada que contrastan con la tensión y cansancio que estuvo escondiendo durante la comida. Hoy sería una de esas noches en las que el hombre necesita liberar algo de estrés y espera que ella lo ayude.
No es como si Melina pudiera criticarlo, ambos acordaron ayudarse mutuamente en momentos así una vez que se volvió claro que, a diferencia suya, Alexei era incapaz de soportar largos periodos de tiempo sin actividad sexual, pues su temperamento comenzaba a volverse realmente repelente si pasaba más que un par semanas sin poder tener relaciones sexuales. Por su parte, ella podría vivir sin sexo, contenta con su trabajo en campo, sus estudios y cuidando de las niñas, pero un poco de alivio a su tensión fisiológica nunca venia mal para evitar sobrepasar los picos de estrés que su cuerpo puede aguantar antes de colapsar y Alexei es un compañero de cama conveniente y eficiente en partes iguales, mantiene los riesgos de exposición al mínimo y cumple con su función de manera medianamente aceptable.
Pero ella no tiene interés real en ayudar a saciar el hambre de Alexei esta noche, no cuando estar por abandonarlo a su suerte luego de haberlo envenenado y planea dejarlo lo más incapacitado posible para comprar el tiempo suficiente para llevarse a sus hijas, desertando efectivamente de la Habitación Roja y del control del General Dreykov. A partir de mañana, Shostakov tendrá que completar la misión por su cuenta o volver con la cola entre las patas para explicarle a Dreykov la razón de su fracaso. De cualquier forma, lo que ocurra con la misión y los planes de esos dos ya no será su problema nunca más.
“Melina.” La voz de Alexei cambia ligeramente cuando deja de usar el inglés y vuelve a su ruso natal, pronunciando su nombre de manera ronca y decadente, una trampa tan simple, pero tan familiar que resulta dulce como la miel misma, porque le recuerda parte de lo poco que puede considerar suyo, su nombre y su lengua materna.
Ella no dice nada, ahorrándose el esfuerzo de pretender algo que no siente como lo ha hecho en distintas ocasiones por el bienestar de la misión, hoy no puede perder ni un poco de energía en cosas innecesarias. Shostakov no parece notar nada diferente en su lenguaje corporal o en su actitud, sus pasos son rápidos, casi desesperados mientras se acerca hacia ella para tomarla por la cintura con fuerza con una de sus manos.
“Preciosa Melina.” Alega casi con adoración por la imagen de ella que ha cultivado en su cabeza, esa amalgama retorcida de Melina Vostokoff, la Viuda Negra, y Melissa Rowley, la asistente de laboratorio a medio tiempo, esposa y madre amorosa a tiempo completo. La mano restante del hombre fue a parar a su mejilla, donde dejo una caricia casi reverente. “Dulce Melina, mi amor…”
Alexei la miro con ojos claros de pupilas dilatadas, pero su apreciación hacia Melina no tenía un cuarto de la honestidad desinteresada que ella podía ver en Yelena y Natasha, lo cual no tiene nada que ver con el aspecto más sexual que su relación posee, sino con el hecho de que Shostakov es un hombre, uno cruel, ambicioso y sin escrúpulos que desea a Melina como si fuera un ave exótica de caza que mutila a todos aquellos que se acerquen, excepto por el mismo. Él desea el desafío que conlleva cazarla hasta que se agote y ceda a volverse una conquista digna de presumirse, porque no cualquier persona puede alardear de haber seducido y robado el corazón de una Viuda Negra, después de todo, ese tipo de trabajo es lo que ellas están entrenadas para hacer casi desde la cuna.
Es una lástima para su compatriota que, pese a tres largos años de convivencia e intimidad dentro de este falso hogar, el pequeño y retorcido corazón que aun late en el pecho de Melina solo haya podido contener la debilidad suficiente para hacerles un espacio apropiado a Natasha y Yelena. Quizás fuera el hecho de que se veía reflejada en ambas, en el futuro que les esperaba una vez que Dreykov volviera a poner sus manos en ellas, pues son parte integral de las pruebas y estudios del programa de selección genética que la Habitación Roja está implementando desde hace quince años y dos sujetos de prueba con el potencial bruto de sus hijas no podían desperdiciarse.
Quizás es la edad, que finalmente la está alcanzando, volviéndola alguien lo suficientemente blanda e insensata para creer que podría robarle tres de sus marionetas a un hombre como Dreykov y salir airosa de ello. Quizás fuera su arrogancia, esa que no hizo más que crecer con los años a medida que probo ser mejor que el resto en todos los aspectos, volviéndose una agente y científica de elite dentro de la Unión Soviética. Esa misma arrogancia que lleva toda una vida susurrándole en el oído que merece algo más que servir a un hombrecillo patético que depende de los demás para alcanzar la grandeza y mantener su poder, pero Melina había sido demasiado cobarde y conformista como para escuchar. Hasta ahora.
Hace lo propio, lo que se demanda de ella, llevando sus manos de manera delicada a los hombros del contrario para hacerlo agacharse a un nivel en el cual sus bocas puedan entrar en contacto. Todas las Viudas deben ser cultas y expertas de tantos temas como les sea posible para ser más útiles en el programa, es gracias a eso que Melina conoce de arte, religión e historia tanto como conoce de ciencia y la industria de la guerra, aunque, después de la crianza que tuvo, nunca creyó en la religión o en lo espiritual en general, pero no puede evitar pensar en el cuadro de Giotto di Bondone mientras intercambia caricas y besos cada vez más acalorados con Shostakov.
Él parece ignorante de lo que está por venir, disfrutando como siempre de lo que puede obtener en Melina, bebiendo sediento de su boca como si hubiera estado perdido en el desierto sin una sola gota de agua a su disposición. Por un momento se pregunta si Alexei puede probar en sus labios las mentiras que le ha dicho en los últimos meses y la traición por venir justo como los autores clásicos describen que sus protagonistas pueden probar las mieles del amor en los labios de aquellos destinados a ser sus compañeros de vida.
Pero Shostakov no la ama, ni ella a él, ellos tampoco son compañeros de vida y Melina está segura que siempre ha cargado consigo ese regusto a falsedad y traición, siendo una mujer sin una vida propia o libertad, tan atada a los planes de otros que tal vez ni siquiera es un ser humano real y por eso el contrario no puede sentir el desgano de su toque ni escuchar el repiqueo de las monedas que poco a poco se convierte en el tintineo de unas llaves chocando entre sí.
Esta noche Melina es Judas Iscariote, hambrienta de reconocimiento, temerosa ante la incertidumbre y traicionera en el nombre de la auto preservación, mientras que Alexei es Jesús de Nazareth, conocedor de sus pecados pasados, fiel al que considera su único Dios benefactor y ese que posee el poder sobre humano necesario para lograr un milagro que podría cambiar las vidas de tres mujeres si así lo deseara él. Pero ella lo sabe mejor, su compañero nunca traicionaría a Dreykov y Melina nunca se sentaría a esperar que alguien más la salvara, no pondría sus posibilidades de supervivencia en manos de otros de manera tan descuidada, ella es una mujer de acciones y de ciencia, no una llena de devoción y dispuesta a dar saltos de fe hacia una muerte segura.
Luego de algunos instantes puede sentir el momento exacto en el que el veneno cumple con su cometido de manera perfecta, la satisfacción de haber tenido la razón en sus cálculos para dosificar al súper soldado casi puede distraerla de la ansiedad que lleva horas acumulándose en su pecho. Los movimientos ajenos se volvieron poco coordinados y el hombre se separó de ella mientras se quejaba, sosteniendo su pecho y su estómago con cada una de sus manos, la depresión respiratoria posiblemente había comenzado a hacer efecto.
Sus pies retrocedieron de manera lenta hasta que su espalda choca con la mesita de noche sobre la que descansa su arma, la tomo con rapidez, sintiéndose más tranquila con el peso familiar entre sus manos, pero no tuvo tiempo de apuntar o disparar cuando el cuerpo de Shostakov se impactó contra el suyo haciendo que ambos terminen en el piso y casi logrando que suelte el arma.
Sus instintos y entrenamiento toman el control de inmediato, llevándola a darle un cabezazo contra la nariz al hombre para luego propinarle un rodillazo en la entrepierna para poder quitárselo de encima, aun así, Shostakov logra propinarle algunos golpes propios que acabaran en moretones. Finalmente logra recuperar la ventaja entre los gritos de Alexei, que posiblemente alertaran a las niñas y los vecinos de que algo va mal dentro de su casa.
“Maldita zorra astuta…” Escupe con rabia el súper soldado, cuya mirada esta desprovista de cualquier deseo carnal o falso afecto, que fueron reemplazados por ira y la intención de matar. “¿Qué demonios crees que haces?”
Melina no lo recompensa con una respuesta que no merece, pero si con una patada directo a la cara que lo envía al suelo y es ahí que le dispara cuatro veces, una en cada rodilla y una en cada hombro. El sonido de los disparos deja sus oídos vibrando de manera dolorosa, pero ella no se detiene al ver como el dolor obliga a Shostakov a darse la vuelta, exponiendo así su espalda, en ese momento le propina un último tiro en la columna que debería incapacitarlo lo suficiente como para que, de sobrevivir milagrosamente a la Ricina, no pueda seguirlas de inmediato.
Una segunda patada al rostro logra que el otro se desplome inconsciente en el piso de la habitación, silenciando finalmente sus insultos y sus quejas, pero eso no importa ahora que un nuevo cronometro ha comenzado a correr, con solo 48 horas para cruzar los Estados Unidos por carretera para llegar a Los Ángeles, Melina necesita apresurarse. Sale de la habitación, corriendo hacia el cuarto de las niñas mientras pone la pistola entre sus jeans y su abdomen, para el momento en que abre la puerta se encuentra haciendo conteos mentales para repasar las paradas estratégicas que deben hacer para reabastecerse de gasolina y alimentos si quieren lograrlo.
“¡Natasha!” El sorpresivo ataque físico de la mayor de sus hijas la hizo retroceder por un momento, antes de que pudiera pensarlo mejor, la había vuelto a tomar por los hombros con dureza como lo hizo esa vez que había desobedecido una de sus órdenes por primera vez. “¡Natasha, ya basta, ¿dónde está Yelena?!”
“No, no, no…” La niña comenzó a golpearla en los brazos y el estómago con poca fuerza después de que le arrebato la cuchilla que tenía en la mano, mientras que grandes lágrimas bajaban por su mejilla y su voz salía congestionada debido a la mucosa que escurre de su nariz producto de su llanto. “¡Ya tienes a Alexei, no puedes quitarme a Yelena también!” Las uñas de Natasha se enteraron en sus antebrazos con desesperación. “No puedes llevarnos con él, no quiero volver y ella es demasiado joven, por favor, mamá...”
“Niña tonta.” Es todo lo que puede decirle cuando está luchando con sus ganas de vomitar ante la visión de un miedo tan profundo y una desesperación tan cruda que no debería estar en el rostro de alguien tan joven. Un miedo que ya había visto antes en miles de rostros distintos, incluido el suyo propio. “No voy a llevarlas con Dreykov, estoy intentando evitar eso mismo, pero necesitamos tomar a Yelena e irnos, ahora.”
“No te creo…” Las palabras se le atoran en la garganta a la más joven y Melina no puede culparla por su desconfianza cuando se encontraba igual sorprendida y conflictuada con sus acciones, porque nunca antes se había puesto en contra del General. “¿Por qué ahora?”
Porque todo estaba muy cerca de terminarse y no pude soportar la idea de perderlas para siempre entre las paredes de la Habitación Roja.
“No preguntes tonterías en un momento como este, Natasha.” Es lo que dice en cambio, no está ni remotamente inclinada a ser indulgente con su debilidad mientras aun tenían a Shostakov a unos pocos metros. “Si queremos tener una oportunidad debemos irnos ahora, ¿dónde está tu hermana?”
Lo que sea que la contraria vio en ella la hizo confiar, relevando el escondite de la más joven en un susurro apenas audible. “En el armario.”
“Toma un par de zapatos para cada una y unos abrigos, rápido.” Su tono sigue siendo frío mientras suelta las ordenes, eso debería poner en marcha a Natasha, para luego dirigir sus pasos al mueble de dos puertas, el cual abre con cuidado para encontrarse con una llorosa Yelena acurrucada en la esquina más alejada.
“¿Mami?” La niña tenía un agarre apretado en ese peluche de pony ridículamente brillante que pidió para su último cumpleaños y un rostro manchado por las lágrimas igual que su hermana mayor, pero cualquier signo de miedo o desconfianza se evaporo de sus rasgos en cuanto confirmo que era Melina quien la había encontrado. “Mami, ¿qué está pasando?”
“Tenemos que irnos, corazón, ven.” Maniobro con cuidado entre la ropa y otras cosas dentro del mueble de madera para sacar a su hija, cargándola de manera que quedo acomodada contra su cadera siendo sostenida solo por uno de sus brazos, dejando el otro libre usar su arma en caso de ser necesario. “Papi estará ocupado por algún tiempo, entonces hemos decidido que seremos solo nosotras quienes tengan esa gran aventura de la que siempre hablamos.”
“¿Dónde está papá? Quiero despedirme…”
“Eso no es posible, Yelena, papá tuvo que volver a su trabajo antes, pero luego podremos llamarlo, ¿está bien?” Esa excusa solo le comprara una determinada cantidad de tiempo antes de que la menor vuelva a preguntar por Alexei, pero deberá servir por el momento. “Natasha, vamos.” La mencionada se aleja del umbral de la puerta del cuarto principal de la vivienda donde se encuentra Alexei para correr en su dirección, siguiendo el paso de Melina para salir de la casa, evitando cerrar la puerta para llamar la atención de los vecinos aún más en contra de Shostakov, hacia el pequeño automóvil de color azul. “No, no te subas atrás, te necesito en el asiento del copiloto para que leas el mapa.”
La mayor de sus hijas obedeció de manera silenciosa, dejando los zapatos de muñeca de Yelena y su abrigo en la parte trasera para luego dirigirse al lugar indicado, entretanto Melina dejo a la menor bien vestida y acomodada con el cinturón puesto antes de subirse al asiento del piloto. “Nuestro objetivo es llegar al edificio de oficinas de seis pisos localizado en el 525 de Wilshire Bulevar en Los Ángeles en menos de tres días, si algo llega a pasarme en el trayecto, busca otro vehículo, toma la maleta más pequeña de la cajuela y destroza mi asiento, la llave de su salvación se encuentra allí y debes dársela al agente de mayor rango que puedas encontrar una vez que estes segura de que cumplirán su promesa de otorgarles asilo político y protección, ¿entendido?” La negación y el llanto ruidoso de Natasha provocan que Yelena la imite, pero Melina no puede apartar su mirada de la carretera, por más que no quiera, debe usar la última carta que le queda para que su hija se ponga en orden. “Sabes lo que tienes que hacer y a donde ir, ¿entendiste las órdenes recibidas, Agente Romanoff?”
“No quiero que nos abandones como lo hicieron ellos…” Una respuesta claramente ligada al trauma generado por Dreykov y sus mentiras acerca de cómo consiguió a la mayor parte de sus Viudas, pero insuficiente en este caso y preocupante, porque Natasha ignoro completamente la asignación que le dio. Las había mimado demasiado en su tiempo en Ohio. “Mamá…”
“¿Si o no?” Natasha vuelve a sollozar y ella toma el riesgo de mirarla solo para que su hija comprenda la importancia de su supervivencia, dejando de lado su intento de hacerla actuar como una Viuda más cuando su hija claramente está teniendo un pequeño colapso emocional. “Si algo llegara a pasarme estarán solas y serás responsable no solo de ti misma sino también de Yelena, debes dejarme atrás y llevarla a lugar indicado, la ubicación está marcada en el mapa de la guantera, ¿me has entendido?”
Las lágrimas siguen corriendo de manera silenciosa, pero tanto ella como Yelena parecen comprender la seriedad del asunto, guardando un luto silencioso que solo Melina y Natasha comprenden del todo. Su hija mayor por fin le responde haciendo que pueda volver a concentrarse solamente en manejar. “Si.”
Es lo último que escucha de ella por las siguientes horas, la poca comunicación que tienen se da en las paradas que realizan en estaciones de servicio aproximadamente cada cinco horas una vez que la comida o la gasolina se acaban. Yelena se la pasa la mayoría del tiempo apuntando animales y vegetación que puede observar por la ventana o cantando lo que sea que pasen en la radio, lo cual llena el silencio de una manera que la música por su cuenta no puede lograr. Natasha y ella comen entre risas y duermen a tantos, una más relajada que la otra, pero Melina no puede darse el lujo de dormir hasta haber cumplido su objetivo y solo consume lo necesario para mantenerse en marcha, pese a los ruegos de su hija por tomar el volante para que ella pueda descansar un poco, lo último que necesitan es ser detenidas por la policía.
La cobertura vegetal llena de altos árboles y el verde del paisaje se fueron convirtiendo en arbustos esporádicos y naranjas polvorientos a medida que se alejaban de Ohio y se acercaban a Los Ángeles, la temperatura también aumento de manera considerable, por lo que mantuvieron abiertas las ventanas para evitar gastar más gasolina con el aire acondicionado. Su última parada programada fue en el primer lavacar que pudo encontrar luego de entrar a la zona cercana a Alta Loma, no quería que su vehículo llamara demasiado la atención en el centro de Los Ángeles debido a todo el polvo que acumulo en el trayecto.
Para el momento en el que alcanzan su destino final ya es de noche nuevamente y han pasado 36 horas desde que dejaron atrás Ohio, pero, aun con esa distancia entre ellas, Alexei y Cuba, sabe que no puede relajarse ni siquiera un ápice, pues la parte más delicada de todo viene ahora que se encuentra aparcando su automóvil frente a las oficinas de S.H.I.E.L.D., si falla aquí todo estará perdido y Dreykov las hará pagar a todas por la insubordinación de Melina.
Se toma un segundo para despertar a las niñas con delicadeza, dejando que Natasha sea quien destroce el asiento del conductor con su navaja de bolsillo mientras que ella cambia el cargador casi vacío de su arma por uno nuevo. También toma las maletas con la ropa, cruzando la correa de una por su pecho y pasándole la otra a Natasha antes de sacar a Yelena de los asientos de atrás para acomodarla nuevamente en su cadera debido a que sigue demasiado somnolienta como para poder caminar apropiadamente.
“Ya saben lo que tienen que hacer, ¿verdad?” Ambas niñas asienten con seriedad y el orgullo florece de forma cálida en su pecho, por más que la situación no sea la mejor, pues sabe que puede contar con sus hijas para mantenerse en silencio y luciendo como cachorritos apaleados frente a los Agentes de S.H.I.E.L.D., puede que semejante chantaje emocional descarado no funcione en ellos, pero Melina no va a desaprovechar los recursos que tiene a la mano si eso le da más posibilidades de ponerlas a salvo. Sus últimas palabras van más dirigidas a Natasha que a Yelena, la única realmente ignorante de la verdad en todo este desastre. “Si algo llega a salir mal, niega cualquier conocimiento de lo que paso en realidad y cuéntales como Alexei me lastimo, nada más, ¿entendido?”
Sin esperar más, se vuelve a poner en marcha con su pistola en mano, recibiendo una confirmación tardía, pero convincente de parte de la mayor de sus hijas. Sus pasos son acelerados mientras que Natasha intenta seguirle el ritmo con la maleta a cuestas y justo cuando la cabeza de Yelena se esconde en su cuello luego de que pasen las grandes puertas de vidrio blindado se topan de frente con un hombre alto de tez morena que parecía ir de salida sin muchas ganas. Sin siquiera pararse a pensar, alzo su pistola para apuntarlo a la altura del rostro, logrando que cualquier rastro de frustración y cansancio se evaporaran del cuerpo contrario para ser reemplazados por sorpresa y luego por miedo.
“Ni siquiera lo piense o tendré que hablar con el siguiente agente que encuentre luego de haberlo matado a usted.” Sisea con tono venenoso cuando ve que el hombre, cuyo gafete de oficina lee Nick Fury, intenta mover su mano para alcanzar la pistola que se encuentra descansando en su cinto. “Tengo información acerca de las operaciones del Centro de Investigación Cognitiva en el North Institute en Ohio que podría interesarle a sus jefes.”
“Señora, esta es solo una oficina de almacenamiento de archivos de la policía…”
“Que dobla como uno de los tantos cuarteles costeros de S.H.I.E.L.D. sin que los civiles y gran parte de su gobierno se enteren, conozco bien cómo funcionan las tapaderas de las organizaciones de inteligencia de alta seguridad, Agente Fury.” El mencionado parece más resignado que sorprendido de que ella conozca esa información, pero Melina lanza el último anzuelo que tiene mientras hace sus demandas antes de que él pueda decir algo más. “Soy la Agente Melina Vostokoff del Programa de Viudas Negras de la antigua Unión Soviética y tengo información acerca de la Habitación Roja y las operaciones de HYDRA en los Estados Unidos que estoy dispuesta a intercambiar por la nacionalidad americana, absolución de responsabilidad por nuestras acciones pasadas y asilo político para mis hijas y para mí, así como un puesto de trabajo en su agencia para mí.”
Eso le arranco una reacción mejor al hombre, quien pese a la amenaza de Melina desenfundo su propia arma, ella lo dejo notando los cálculos mentales y el brillo ambicioso en su mirada oscura. Servir a su país es solo parte de la razón por la que este hombre tomo un trabajo tan riesgoso como ser agente de una organización extra gubernamental; la ambición, gusto por la adrenalina y curiosidad eran las principales motivaciones para que las personas que poseen libre albedrio se unieran a este tipo de “carreras” y Melina acaba de ofrecerle en bandeja de plata una oportunidad para ascender en la jerarquía interna de S.H.I.E.L.D. si llega a coronarse como el agente que obtuvo información del Programa de Viudas Negras y de HYDRA directamente de una agente viva y cuerda como ella.
La ambición de este pobre bastardo idiota acaba de atarlo de por vida a ella y sus hijas, porque no va a dejarlo ir hasta que ya no le quede ningún uso en lo absoluto.
“Le propongo una tregua, Agente Fury, ambos guardamos nuestras armas y usted sirve como mi puente de comunicación con los altos mandos para poder ofrecerles la información que tengo.” Su voz es calmada, pero la dureza en ella hace que Yelena saque su pequeño rostro del hueco del cuello de Melina para mirarla con preocupación.
“¿Estás enojada, mami?” La vocecita dulce de su pequeña hace que quiera consolarla y decirle que todo está bien como lo hacía en Ohio, pero no puede dejar que su debilidad sea vista de esa manera por lo que solo niega con la cabeza sin apartar los ojos de Fury, que parece caer en cuenta de que hay dos niñas pequeñas presentes, el único ojo sano del hombre viaja de Yelena a Natasha con preocupación y luego mira a Melina con enojo.
La está juzgando por poner a las niñas en peligro. Si tan solo supiera que ellas son solo tres de los cientos de miles de piezas desechables e intercambiables entre sí que el General Dreykov posee y que sus opiniones no tienen importancia alguna para ese cerdo. Si no hubiera sido Melina habría sido alguna otra Viuda, si no hubieran sido Natasha y Yelena habrían sido otras dos niñas que fueron compradas a sus padres o robadas de sus cunas en el medio de la noche, si no fueran ellas serian otras quienes ocuparan su lugar en la gran partida de Dreykov por coronarse como el hombre más poderoso del mundo.
“Bien, Agente Vostokoff, creo que es mejor que llevemos esto a mi oficina antes de que los agentes de seguridad vengan a hacer un alboroto.” El hombre hizo una seña a las cámaras del vestíbulo, avisando que los refuerzos no serían necesarios, para después de guardar su arma nuevamente en su cinto, Melina lo imito. “Llamare a unos agentes para que las menores puedan…”
El arma de Melina volvió a estar en su rostro en un segundo, un ardor colérico se extendió por su ser ante la mención de separarlas. “Mis hijas se quedan conmigo.”
“Bien, bien, pero no creo que lo que tenemos que discutir sea apto para niñas de su edad.” Alega el hombre con resignación, la mueca en su rostro le dice claramente que la está juzgando aún más fuerte por exponerlas a algo tan inapropiado.
El hombre ya la considera una mala madre, negligente con el bienestar psicológico de sus hijas, pero él no tiene idea alguna de la vida que han tenido ni lo que les esperaba si la misión se completaba con éxito. Nick Fury no entiende nada.
“No es solo mi vida y futuro los que serán discutidos en esa oficina y ellas tienen derecho a estar presentes cuando estoy negociando por la permanencia de nuestra familia en este país bajo protección extra gubernamental que va a afectar como vivirán el resto de sus días.”
Dreykov ya les había robado tanto sin que ellas tuvieran idea alguna de ello. Melina y Alexei les habían mentido tanto como las institutrices de los orfanatos temporales y la academia durante la misión, especialmente a Yelena que aun cree que ellos son sus verdaderos padres. Ella tendrá que mentirles más a futuro dependiendo del tipo de vida que les ofrezcan para evitar cualquier filtración de información que pueda ponerlas en peligro, pero al menos podría darles la verdad acerca de cómo consiguió su libertad de las garras del General y de cómo avanzarían a partir de hoy. No es mucho, pero es algo.
Están cambiando una jaula por otra y eso no puede negarlo.
El Agente Fury la mira con el ceño fruncido por unos segundos antes de señalar su arma, Melina la guarda con una irritación aun latente. En vez de volver a hablarle, el otro intenta conversar con Natasha para tomar la maleta que lleva, pero su hija solo saca su navaja de bolsillo en clara advertencia para que el contrario entienda que eso no pasara, sus pertenencias se quedan en sus manos hasta que sepan lo que ocurrirá con ellas. “Joder, debí irme con Coulson a esa misión en México, ¿puede decirle a su hija que guardé eso?”
“Natasha.” No necesita mirarla para saber que cumplió con su orden, en cambio mira al tipo con una ceja arqueada. “¿Vamos a ir a la oficina de una vez?”
Durante su recurrido Fury se la pasa murmurando entre dientes como un niño berrinchudo que fue regañado y no tiene la valentía suficiente para rebelarse en voz alta contra sus figuras de autoridad. Patético. Si este es de los mejores agentes de los Estados Unidos, lo cual lo llevo a ser reclutado por S.H.I.E.L.D., no hay duda de que la incompetencia es recompensada por los estadounidenses y esa es la razón por la que HYDRA ha podido actuar a sus anchas sin que los noten durante tantos años.
“¿Agente Fury?” Una voz femenina les llega desde el final del pasillo y el hombre se detiene en la puerta de su oficina para hablar con ella.
“Todo está bien, Agente May, solo estaba recibiendo a unas testigos para una investigación importante.” La mujer no pareció convencida, pero Fury la ignoro entrando a su oficina para sentarse detrás del escritorio y señalando las sillas frente a este para que tomaran asiento. “Voy a realizar algunas llamadas para saber cómo proceder con esto una vez que su identidad sea verificada.”
“Dígales que parte del laboratorio del North Institute estalló hace treinta y cuatro horas y media, con un explosivo de tamaño mediano a base de nitroglicerina y aluminio.” Fury la mira con horror aun con el teléfono pegado a su oreja, pero ella no se inmuta y el rostro del hombre solo se tuerce amargamente cuando Yelena ni pestañea ante la mención de bombas y Natasha se encoge de hombros pese a que sabe que Melina detesta ese mal habito. “Mi compañero me confeso que volaría el lugar, así como otras locaciones en la ciudad, y nos llevaría devuelta a Dreykov ahora que los resultados del experimento estaban por ser presentados, por eso huimos.”
Ese dato parece ser suficiente para volver a ponerlo en marcha con urgencia renovada. Después de menos de cuatro horas de negociaciones entre ella, los altos mandos y Fury, se acordo otorgarles todo lo que Melina pidió con el añadido de nuevas identidades, una residencia fuera de los registros en un lugar a escoger una vez que ella haya cumplido tres años de servicio en S.H.I.E.L.D. y una cuenta bancaria y récord crediticio decentes para fortalecer la veracidad de sus nuevas identidades. Solo basto con amenazar con suicidarse en conjunto con sus hijas, llevándose lo que sabe a la tumba para que dejaran de cuestionar que tanto valía la información que tiene para ofrecer.
En el medio de darle toda la información a un frustrado Nicholas Fury, que garabatea a toda velocidad en una libreta intentando captar todos los detalles que suelta, un mapa pasa por sus manos y ella marca las zonas en las que coloco las bombas de las que culpo a Alexei, su antigua residencia, los seis escondites y el hangar abandonado. También le entrego el disco duro que contiene parte de la información de la investigación de Ohio, a excepción de los últimos experimentos y sus resultados, si quieren esa información que ella convenientemente fue incapaz de conseguir en formato digital tendrán que emplear su asistencia por algún tiempo. Después de eso, se centró en relatar con lujo de detalle todo lo que sabe de la intervención rusa en el North Institute y en Cuba para evitar hablar de la Habitación Roja más allá de su propio entrenamiento de manera vaga y echo de cabeza a Dreykov, Alexei y los agentes infiltrados en el proceso.
Tirar abajo la Habitación Roja y asesinar a Dreykov sería la única forma de que ellas fueran libres realmente, si quería lograr eso debería guardarse cierta información y jugar con sus cartas cerca de su pecho, nada bueno vendría de intentar derribar todo cuando Melina no tenía el poder y respaldo suficientes como para asegurar que el trabajo se haría de la manera correcta.
Sin importar el costo, aunque le tomara una vida entera, Melina se aseguraría de quemar hasta los cimientos el legado del General Dreykov para que sus hijas pudieran vivir tranquilas y que ninguna otra niña tuviera que volver a deambular por esos pasillos, temerosa del futuro que le reparaba la ‘misericordia’ del gobierno al que tenían que servir por su ‘deber nacional’ porque ellos eran la única mano que les ofreció alimento y cobijo cuando sus propios padres las abandonaron o vendieron.
Melina a va quitarle todo al General Dreykov cuando tenga la oportunidad, ese hombre va a morir sabiendo que lo que llamo ‘el único recurso natural que el mundo tiene en exceso’, las miles de niñas y mujeres a las que abuso, fueron las causantes de su caída y de que nunca pudiera salir de las sombras para recibir el reconocimiento del que se cree merecedor.
Ella será generosa con Dreykov al darle el mismo tipo de trato que él les ofreció a aquellas niñas que morían sin completar el entrenamiento y a aquellas Viudas que no lograron volver de una misión porque fueron asesinadas o capturadas, su muerte será lenta, clínicamente calculada como la que reciben los animales disecados para experimentos, y su cuerpo ira a una fosa sin nombre donde nunca nadie pueda encontrarlo. El General recibirá la misma muerte que una simple rata sin importancia.
Al final, les toma diez horas recopilar la cantidad de información y detalles que los altos mandos consideran necesarios para comenzar a limpiar los daños en Ohio y lanzar misiones de reconocimiento y aprensión en suelo estadounidense y cubano. De forma predecible, no para Nicholas Fury que parecía perplejo ante la orden recibida, sus jefes le asignan la responsabilidad de protegerlas durante y después de su traslado a una locación segura, pues él será el encargado de resguardarlas mientras recolectan más información, así como de guiar a Melina en sus inicios como agente de S.H.I.E.L.D.
El rostro de Fury delato de inmediato su desacuerdo, pero su boca acepto de manera educada las ordenes sin rechistar y Melina casi quiso reírse de su desgracia. Un impulso inadecuado que suprimió de inmediato, optando por centrarse en los detalles de la oficina y del hombre mismo más allá de lo que observo preliminarmente. Ahora que seria su carcelero no le vendría mal tener algo que usar en su contra, además de su claro entrenamiento militar deficiente y su arrogancia.
No hay anillo de bodas, ni una sombra en su piel que indique la ausencia de uno durante su jornada laboral. Posiblemente soltero o divorciado, pese a que se encuentra entre los treinta o cuarenta años de edad, aun puede tener hijos o hijas por allí, pero buscarlos supondría una pérdida de tiempo si Fury no convive con ellos debido a su trabajo.
Su forma de vestirse y caminar delata sus orígenes humildes, posiblemente sureños, y la foto que tiene en su pared junto a una mujer vestida de manera modesta y elegante, cuyos rasgos son muy similares a los de Fury, indican la posibilidad de que haya crecido sin un padre por abandono de hogar o porque el hombre murió. La falta de un anillo en las manos descubiertas de la mujer la hace dudar un poco.
Los juguetes que escondió rápidamente en la gaveta de su escritorio revelan la existencia de una mascota propia o de la oficina. Esta sería lo más cercano que Melina tendría a un rehén en caso de que el tipo decidiera ser difícil con ellas.
“Entendido, gracias, Agente Addams.” Fury finalmente dejo de hacer llamadas, poniéndose de pie y haciendo una seña para que lo sigan fuera de la oficina. “El vehículo en el que nos trasladaremos ya se encuentra listo en el parqueo subterráneo, ¿hay algo más que deban recuperar el automóvil en el que vinieron?”
“No, lo que quedo dentro pueden quemarlo o hundirlo en el océano junto con el coche.” Responde con simpleza, las armas, dinero, suministros y pasaportes les serian inútiles ahora que estaba bajo la custodia de S.H.I.E.L.D. “Aunque Dreykov no se creerá ni por un segundo que me he suicidado con las niñas, solo están perdiendo el tiempo.”
Ese hombre la conocía demasiado bien como para creer que Melina desperdiciaría tres vidas llenas de potencial solo para alcanzar algo tan estúpido como la noción de un ‘más allá’ libre de sufrimientos o injusticia.
“Las futuras noticas de su deserción y la perdida de dos futuras agentes posiblemente sean suficientes para hacerlo dudar de que tanto la conocía realmente, ¿no lo cree, Agente Vostokoff?” El tono de Fury está lleno de burla y también algo de enojo al ver cuestionadas las ordenes de sus jefes. Natasha se tensa, ya sea por el miedo ante una posible reacción violenta o porque le incomoda como el hombre le hablo, pero ella ignora a Fury inicialmente y pone una mano en el hombro de su hija para jalarla más cerca.
“Puede ser.” Su voz es poco más que un siseo y agradece mentalmente que Yelena está dormida, pues no la vera siendo una maldita arpía con otras personas cuando ella aun cree que Melina solo es una mujer dulce, pero estricta. “Pero eso solo sucederá si su organización está a la altura de las expectativas que Dreykov tiene para mí, un simple automóvil hundido en la costa no bastara.”
La interrogante de su parte es más que clara, ¿realmente se atreverían a plantar reemplazos convincentes para ellas en ese plan suyo para distraer a Dreykov?
“Puedo asegurarle que nuestros agentes crearan una escena tan convincente que su muerte se volverá innegable para Dreykov.”
Un ascensor los dejo justo en frente del vehículo blindado proporcionado por S.H.I.E.L.D., Fury abrió momentáneamente la cajuela para que pudieran depositar sus escasas pertenencias antes de subirse al asiento del piloto. Cuando ella y Natasha subieron a los asientos de atrás pudieron observar a un gato naranja acurrucado en el asiento del copiloto.
“Espero que no les moleste que tengamos un pequeño polizón.” Ante la falta de respuesta, Fury continúo hablando. “Esta es Goose, mi mascota.”
Algo muy dentro suyo le dice que esa no es una gata cualquiera, hay un ligero brillo de inteligencia que va más allá de los agudos instintos de un felino normal, pero ese no es su problema en este momento. Al menos no era un perro, esos son demasiado dependientes de sus amos y tienen a vivir una mala vida cuando personas tan ocupadas como los agentes gubernamentales los adoptan.
No mucho después de que Fury pusiera el coche en marcha, Natasha poco a poco fue cediendo al cansancio, acompañando a Yelena en su sueño, después de las primeras dos horas su cabeza cayo recostada contra el brazo de Melina.
“¿Ellas realmente son suyas o fueron secuestradas de sus hogares sin que lo supieran?” La voz acusatoria de Fury rompe el silencio cuando llevan casi catorce horas en carretera y Melina cree que han llegado a Seattle. “¿Tienen algún lugar al cual volver para tener una vida normal?”
Melina quiere llamarlo idiota, iluso o ignorante, pero esas tres palabras se le hacen demasiado ligeras para el nivel de estupidez que está exhibiendo el agente frente a ella. Acomoda mejor a Yelena en su regazo para distraerse de las ganas que tiene de tomar la cuchilla de Natasha para apuñalar a Fury sin importarle las consecuencias.
“No sea estúpido, Fury.” Acaba por decir, obligándose a usar un tono aburrido para enmascarar su enojo. “Ninguna de las niñas que entran a la academia tienen a alguien esperándolas cuando salen, si es que salen de allí con vida. Natasha y Yelena son tan mías como pueden ser…”
Tan suyas como pueden ser un par de niñas a las que no habría podido dar a luz, aunque hubiese querido, no que Melina hubiera deseado tener vástagos antes de conocerlas a ellas. De haber sido suyas en sangre y carne posiblemente las habría despreciado, siendo consecuencia de alguno de sus trabajos encubierta o de las manos sueltas de alguno de los oficiales de rango superior que Dreykov mantiene cerca en ocasiones específicas, con solo su arrogancia obligándola a tomar responsabilidad por dos vidas que le pertenecerían como la suya le perteneció al General luego de que este la sacara de ese orfanato en Kiev hace tantos años.
“He estado con ellas por cuatro años, uno de preparación para la misión y tres aquí en los Estados Unidos, Yelena no recuerda una vida antes de que yo fuera su madre y Natasha ha decidido dejar atrás sus recuerdos de los…” La mención de los orfanatos fundados y financiados por el gobierno con el fin de proveer a Dreykov con la ‘materia prima’ que necesita casi se le escapa y tuvo que esforzarse más para no maldecir ante su error. Tantas horas sin sueño estaban comenzando a pasarle factura. “Muros de la academia para ser la hermana mayor de Yelena y mi hija. Ellas son mis hijas en todo el sentido de la palabra desde el día en que las conocí y así será hasta el día que muera, por lo que preferiría que no perdiera más mi tiempo haciendo este tipo de preguntas tontas, porque Dreykov nunca las dejaría ir así tuvieran familiares vivos esperándolas en Rusia.”
Su hija mayor no tenía a nadie esperándola devuelta en la Madre Patria. La madre de Natasha, esa terca mujer que logro hacer el ruido suficiente para que el General decidiera ordenar su ejecución y la de toda su familia, lleva casi una década siendo alimento para los gusanos y hongos que plagan la tierra en algún lugar olvidado por la mano de los dioses, el universo o el gobierno. El secreto de la Habitación Roja demandaba sacrificios que el General y sus colegas políticos estaban más que dispuestos a pagar.
Su Yelena si tiene familiares lejanos y un abuelo bastante acaudalado esperándola en la costa de Crimea. Aunque la palabra ‘esperando’ es una mentira tan grande como el antiguo territorio de la Unión Soviética, el abuelo de su hija menor tuvo una niña bastante rebelde como su única heredera y estuvo más que feliz de regalar a su nieta a la Habitación Roja cuando le ofrecieron comprarla, todo para evitarse la vergüenza social de admitir que su hija se había deshonrado al morir en el parto de una niña bastarda. Si los rasgos de Yelena seguían cambiando de la manera en la que Melina predijo desde que la vio por primera vez, su hija estaba destinada a lucir como la copia exacta de la mujer muerta que, a duras penas, logro traerla al mundo y a la que nunca podría conocer.
Melina no estuvo allí para la extracción de ninguna de ellas, pero Dreykov le entrego los archivos disponibles de las niñas antes de que iniciaran la misión, quizás lo hizo por puro morbo o buscaba recordarle que tanto ella como Natasha y Yelena estaban solas en el mundo. Su mente la provee de manera innecesariamente cruel y molesta con una imagen nítida de las dos mujeres que gestaron a sus hijas, para el momento en el que ellas alcanzaran la edad que esas dos tenían al fallecer, se verían como si fueran Anya y Zera renacidas.
Aun así, aun cuando la sangre mantiene su poder y reclamo sobre ambas niñas, será ella quien las crie a partir de ahora, quien las vea crecer, caerse y aprender. Será Melina Vostokoff a quien Yelena y Natasha llamaran madre, quien las arrope para dormir por las noches y quien tuvo la fuerza suficiente para mantenerlas a salvo de las garras de Dreykov.
La sangre de la alianza es más espesa que el agua del vientre.
Las niñas son suyas, sus hijas, la razón por la que está haciendo todo esto pese a que pudo vivir una vida tranquila bajo las órdenes de Dreykov y cualquiera que intente alejarla de ellas o pretender que los lazos que han formado con el tiempo no valen nada va a aprender por las malas a no tentar su temperamento.
Nicholas Fury mismo va a aprender esa lección una vez que sea seguro para ellas.
Ese pensamiento ponzoñoso corta la espiral de escenarios nefasta en la que se estaba dejando envolver y Melina vuelve a dirigir su mirada hacia el retrovisor del automóvil para que sus ojos se encontraran con los de Fury hasta que el hombre no pudo sostenerle más la mirada y acabo por centrarse en la carretera frente a él nuevamente.
“¿Usted tiene familia esperándola en Rusia?” Esta vez la pregunta no parece ser hecha con la misma malicia y enojo que la anterior, pero el fuego de su indignación sigue ardiendo fuertemente en su estómago, por lo que responde de manera mordaz.
“¿Qué parte de ‘Ninguna de las niñas que entran a la academia tienen a alguien esperándolas cuando salen’ fue la que no entendió, Agente?”
“Usted ya no es una niña, Agente Vostokoff.” Señaló con obviedad el otro, como esperando que su edad le diera más libertad o alguna clase de concesión especial que las más pequeñas no poseen. Pobre idiota.
“No, ahora solo soy una espía altamente entrenada para matar.” Su respuesta está acompañada de la sonrisa más falsa que puede conjurar en el momento. “Una que no conocía una vida fuera de las ordenes de Dreykov hasta que decidió tomar a sus dos hijas y huir para intentar conseguir asilo con su organización, todo lo que tengo, todo lo que ellas tienen, se encuentra en este auto, Fury.”
El otro parece estar teniendo dificultades para continuar la conversación, incomodidad y arrepentimiento vibran en su postura, es una pena para él que Melania no sea el tipo de persona que deja pasar las ofensas o estupideces ajenas en general.
“¿Y usted, Agente Fury?” Pone la misma clase de burla que vio en él en su tono, logrando que se tense y acelere más el coche, casi como si quisiera escapar de ella. “¿Quién lo espera en casa aun sabiendo que puede no volver nunca más debido a su trabajo? Vaya profesión cruel para con sus seres queridos la suya, siempre trabajando en las sombras, nunca reconocido y con más posibilidades de convertirse en un chivo expiatorio que de ser condecorado por su país.”
“Su línea de trabajo no es muy distinta, Vostokoff.”
“La diferencia entre usted y yo radica en que yo no escogí esto.” Se permite soltar una risita cantarina, de esas que las institutrices golpearon en su cuerpo hasta que salió perfectamente encantadora y no como una cosa chillona. “Dreykov nos escoge jóvenes, vulnerables, sin el poder para poder negarnos a sus demandas y para el momento en el que se nos permite volver a ver el mundo sin una pistola apuntando nuestras sienes hemos pasado tantos años bajo la suela de su zapato y cometido tantos crímenes que nuestra única opción es servirle como un sabueso obediente, porque ya no hay nada más que sepamos o podamos hacer.”
Hay horror y asco en el rostro de Fury, y ella casi quiere presionar un poco más, sacar un poco más de sangre al patear al animal que ya se encuentra indefenso en el suelo, pero este no es el momento adecuado para volverse mezquina a ese extremo, no cuando tiene un largo camino que recorrer con este hombre al lado, lo quiera o no.
“¿A dónde nos dirigimos?” Opta por cambiar de tema, pues sabe que están en Seattle, pero no sabe exactamente a dónde irán a parar.
“Forks, una de las bases terrestres más aisladas y menos conocidas de S.H.I.E.L.D. se encuentra en esos bosques.” Es la respuesta tardía que recibe. “Nuestras ordenes son permanecer en la zona hasta que sus nuevas identidades estén listas y usted esté preparada para comenzar a trabajar como Agente de S.H.I.E.L.D. en conjunto con el Agente Coulson y conmigo. Aun nos faltan cinco horas para llegar, debería descansar.”
Declina la oferta sin siquiera pensarlo. Puede que su visión lleve algunas horas borrosa y sus ojos ardan debido a la necesidad que su cuerpo tiene por dormir, aunque sea un poco, pero Melina no puede permitirse descansar hasta que lleguen a la base y tengan cuatro paredes y un techo sobre sus cabezas, hacerlo antes podría acabar con todas separadas o muertas si Dreykov envió a otras Viudas para interceptar cualquier rastro que hayan podido dejar tras de sí. Además, no puede confiar en un extraño para cuidar de ella y de las niñas.
“Puede que mi palabra no tenga valor alguno para usted, pero le aseguro que nunca pensaría en lastimar a sus hijas.” Alega el otro al notar su desconfianza y Melina agradece ligeramente que fuera lo suficientemente honesto como para no mentirle al pretender que no intentaría removerla del tablero si llegaba a ser una amenaza. “Descanse, Agente Vostokoff, aún tenemos mucho frente a nosotros y usted necesita estar cuerda para ser útil.”
Al final, por más que lo intento acabo durmiéndose en algún punto entre Lexington y Forks con la imagen del cielo pintándose nuevamente de tonos rosas, naranjas y purpuras a medida que el sol hacia su recorrido por el cielo sin preocupación alguna.
Todo va a estar bien a partir de ahora.
Fue lo último que pudo pensar antes de que la oscuridad la consumiera por las siguientes cuatro horas. Fue despertada por una cuidadosa, pero somnolienta Natasha justo después de que Fury aparcara frente a un restaurante de aspecto rustico con un letrero de fondo amarillo chillón y letras negras que anuncia que el establecimiento es Sully's Burgers.
“¿Ya llegamos?”
“Si, creí que deberíamos comer algo antes de dirigirnos a nuestro hotel, no sabemos cómo sea la comida allí.” La postura y tono de Fury cambiaron completamente al estar en público, con alguno que otro transeúnte pasando cerca de ellos, siendo más discreto y luciendo más amable que antes. “Yo puedo ordenar mientras ustedes usan el baño para refrescarse y cambiarse de ropa.”
Asiente en dirección, al contrario, despertando con cuidado a Yelena para luego bajarse del vehículo y tomar la maleta que Natasha le ofrece. Los cuatro entran al establecimiento, pero solo Fury se queda en la mesa que escogieron mientras que ellas se desvían directamente hacia el baño, en el que tardan más de lo que Melina habría deseado entre refrescarse, cambiarse y hacer sus necesidades. El pelo de Natasha solo necesito una cepillada rápida, igual que el suyo, pero los ligeros rizos de Yelena tomaron más cuidado para desheredarse sin dañarlos tanto y ponerlos en dos trenzas sencillas que contendrían ese desastre hasta que Melina tuviera el tiempo suficiente para tratar con esa melena como se debe.
“Mami…” Yelena se había mantenido dormida durante la mayor parte de las negociaciones y el viaje, pero ahora que estaba despierta comenzaría a hacer preguntas sin cesar, careciendo de la misma sutileza y entrenamiento que su hermana mayor posee. Melina solo pudo respirar hondo mientras se preparaba para la avalancha, esperando que las nuevas circunstancias distrajeran a la niña de la ausencia de Alexei. “¿Ese señor va a quedarse con nosotros mientras vamos de aventura?”
Natasha la mira con grandes ojos preocupados a través del espejo al notar las marcas que Alexei le dejo en el pómulo derecho, torso y los brazos, y ella borra cualquier clase de amargura de su rostro ante tal visión para luego responderle a Yelena que parece asustada por el estado de Melina. Los forcejeos y gritos que escucho la noche que huyeron debieron asustarla, creando una narrativa mental que favorece a Melina, pero que ella deberá corregir lo suficiente para evitar problemas a futuro con Yelena una vez que le cuente la verdad de sus orígenes.
“Si, es un amigo nuestro ahora que nos ayudó a llegar hasta aquí y él va a encargarse de apoyarnos para que podamos seguir a disfrutando de esta aventura de la manera más segura posible hasta que yo pueda hacerlo por mi cuenta cuando este mejor.”
“No recuerdo su nombre…” La voz dulce, pero tímida de su hija menor llena el espacio mientras un sonrojo avergonzado pinta sus mejillas. “No quiero ser grosera con él.”
“Su nombre es Nicholas Fury, pero es mejor que lo llames solo tío Nick, no le gusta mucho su apellido.” Ese bendito apellido es demasiado llamativo y lo último que necesitan es atraer más atención de la que ya tendrán por las heridas de Melina. “El tío Nick puede parecer un gran oso gruñón, pero en el fondo es tan blando como el algodón, solo tienen que ser respetuosas y pacientes con él. Si él es grosero o hace algo que no les gusta deberán decírmelo de inmediato, porque puede que sea un amigo mío, pero eso no le da el derecho a hacer nada inapropiado con ustedes o a pedirles que guarden secretos, ¿está bien?”
“Él no es familia.” Es todo lo que agrega Natasha y una comprensión nueva se refleja en el rostro de Yelena que asiente con más seriedad de la que debería, como si eso lo explicara todo.
Ambas asienten y, una vez que Melina termina de arreglar el cabello de Yelena, hacen su camino de vuelta a la mesa en la que dejaron al hombre. Ella no puede evitar darle una mala mirada al tipo al ver que lleno la superficie de madera con toda clase de comidas rápidas como hamburguesas, papas fritas, aros de cebolla, pollo frito, tacos y malteadas en vez de algún desayuno más sustancioso.
Las niñas saludan apropiadamente a Fury, quien las saluda de vuelta y pregunta sus nombres para romper el hielo, antes de acomodarse en sus lugares en la mesa con emoción, mirándola para que dé el visto bueno antes de que se lancen a devorar comidas que casi nunca pueden probar debido a la estricta dieta que ella y Alexei mantenían en Ohio. Los almuerzos en la escuela y fiestas infantiles eran los únicos lugares en los que sus hijas rompían esa dieta. Ella toma asiento, dejando ambas mochilas bajo la mesa como medida de seguridad.
“Coman con moderación, si sienten que están llenas no se fuercen a seguir comiendo. Si se enferman será su culpa.” Lo último lo alega aun molesta en dirección a Fury, porque esta no es una comida apropiada para un par de niñas en crecimiento o para ellos que deberían mantenerse en el tope de su salud y condición física para poder tener un mejor rendimiento. “Ellas no acostumbran a comer tanta cochinada.”
Fury se limitó a sonreírle con suficiencia mientras tomaba sorbos de una malteada de fresa, por lo que ella tuvo que conformarse con picotear parte de lo que había en la mesa para no desperdiciar nada mientras que sus hijas parecían termitas en tamaño humano que arrasan con todo lo que sus pequeñas manos alcanzan.
La victoria del agente se volvió amarga una hora después, cuando Natasha y Yelena comenzaron a quejarse de tener dolor de estómago cuando estaban por retirarse del local y acabaron llevándolas a los servicios sanitarios para que pudieran vomitar.
“Lo siento, no pensé que…” Intenta decir el hombre, parado de manera incomoda en el marco de la puerta abierta de los sanitarios de mujeres, mientras que Melina alterna entre sostener las trenzas de Yelena fuera del alcance del vomito y checar que Natasha no haya colapsado sobre su servicio debido a la fuerza de las arcadas.
“¿Qué dos niñas que no están acostumbradas a ese tipo de comida y llevan casi setenta y dos horas comiendo cosas muy ligeras pudieran reaccionar de mala manera a un repentino atracón de azúcar y grasa?” Su voz suena aburrida y espera que el ‘Se lo dije’ se refleje claro en su tono. “Creo que todos nosotros hemos aprendido una valiosa lección el día de hoy, Nicky.”
La ceja del agente Fury salta con irritación evidente ante el uso de ese apodo tonto que Melina utilizo para hacerlo sentir como un niño estúpido, pero se mantiene en silencio por unos momentos antes de retirarse para pedir algo de comida para llevar que sea menos pesada y algunas botellas de agua, ellas lo alcanzan algunos minutos después cuando ambas niñas han terminado de vaciar el contenido de sus estómagos y se han enjuagado la boca. Cuando hace amago de tomar las bolsas de papel en las que le entregaron la comida para revisar su contenido el hombre las aleja y ella está lista para romperle el cuello por su terquedad excesiva, pero antes de que ambos pudieran pelearse una mujer alta de aspecto amable se paró en medio de ellos.
“Hola, disculpen por entrometerme así, pero vi que sus hijas se sentían mal, ¿necesitan ayuda con algo?” Los instintos de Melina se dispararon de golpe ante la intervención inesperada y tuvo que contener su impulso de taclear a la mujer contra el mostrador. Fury también parecía a punto de sacar su arma, alterados como estaban por la posibilidad de ser interceptaos en un espacio público como este. Es claro que ella solo es una civil común y corriente que intenta ser amable, de haber sido una agente o una asesina a sueldo los habría atacado en los baños, no en medio del local.
“Gracias, ¿podría indicarnos donde se encuentra la farmacia local más cercana? Creo que necesitamos comprar algo de medicina para las niñas.” Fury acepto antes de que ella pudiera negarse, que sería lo más sensato por hacer mientras aún se encontraba con los bellos de los brazos erizados debido a la sensación de intranquilidad que le provoco la cercanía de la mujer que se presentó como Esme y que cinco minutos después estaba guiándolos hacia el hospital comunitario del pueblo.
“Es mejor que revisen si lo que sus hijas tienen es solo producto de haber comido en exceso y no una intoxicación alimentaria, solo tomara un segundo.” Intento reconfortarla, luego de haber convencido a Fury de seguirla al hospital local en vez de la farmacia como habían querido originalmente, mientras las hacía pasar directo hacia un consultorio, ignorando a la recepcionista del lugar por completo. “Mi esposo trabaja aquí y hoy no tiene consultas, así que podrá examinarlas rápidamente para que sigan con su viaje, ¿planean quedarse en Forks?”
Melina asintió y respondió de forma corta, pero cortes a todas las interrogantes, haciendo lo mejor que podía por seguir la conversación con la mujer pese a las ganas que tenia de tomar a las niñas y largarse de allí. Ese sentimiento solo aumento cuando un hombre alto y pálido de cabello rubio peinado hacia atrás entro saludando a Esme de manera rápida para luego comenzar a hacerle preguntas a Melina acerca de los alimentos consumidos por Natasha y Yelena.
“Entiendo, si me permite.” El hombre se quedó con ambas niñas sentadas en una camilla dentro de su campo de visión, pero algo más alejado de ella y la otra mujer.
“¿Necesita ayuda?” La pregunta la tomo desprevenida por un momento hasta que recordó las marcas en su rostro que no tuvo como tapar, a diferencia de las que tenía en sus brazos y torso, que fueron cubiertas con un simple abrigo. “Mi esposo y yo conocemos al Jefe de Policía y podríamos ayudarla en caso de ser necesario.”
“Gracias, pero estoy bien, el hombre que me acompaña es la ayuda.” Su tono fue conspiratorio y bajo, dio una mirada nerviosa en dirección a las niñas para vender más la fantasía de la mujer maltratada que huye de su marido nefasto. “Es un amigo de la universidad que acepto traernos hasta aquí y quedarse con nosotros hasta que estuviéramos listas para encontrar otro lugar de residencia que sea seguro.”
“Si llegan a necesitar algo más pueden ponerse en contacto conmigo o venir aquí directamente, mi marido se encargaría de ayudarlas y contactarme de inmediato, ¿está bien?” Un apretón rápido fue dejado en su hombro y ella solo asintió a modo de confirmación por la ayuda ofrecida que ella nunca reclamaría. “¿Todo bien con las niñas?”
“Si, solo tienen dolor de estómago debido al atracón de comida chatarra que ingirieron, pero deberían estar mejor dentro de unas horas, le aconsejaría comprar algo de té de manzanilla para que puedan tomar lo más pronto posible y antes de acostarse, eso debería ayudar con cualquier malestar residual que puedan tener. También deberían hidratarse bien en los próximos días para evitar alguna complicación.” El hombre sonrió de manera amable antes de extender su mano para que Melina la estrechara. “Soy el Doctor Carlisle Cullen, encantado de conocerlas.”
Ni ella ni las niñas se presentaron de manera apropiada, para evitar choques con sus próximas identidades que aún están en fabricación, pero la pareja no presionó en ese aspecto, seguro creyeron que su desconfianza y retraimiento se debían a la situación de violencia domestica que había provocado el moretón de Melina. Después de que ambos les aseguraran que no habría cargos por la consulta y que podían contactarlos en caso de emergencia no tardaron mucho en salir para reencontrarse con Fury, que las esperaba junto al coche aparcado y el camino en dirección a la base de S.H.I.E.L.D. estuvo lleno de voces infantiles canturreando lo que sea que sonara en la radio con energía renovada como si algunas horas antes no hubieran estado vomitando en los baños sucios de un restaurante rural.
“Bienvenidas a lo que será nuestra residencia por los siguientes meses.” Alega el agente con falsa emoción cuando aparca el automóvil dentro del parqueo subterráneo. “Los pocos agentes que se mantienen de manera esporádica en este lugar fueron reubicados para darnos más privacidad, puede que el Agente Phil Coulson y un pequeño grupo se nos unan antes de noviembre, pero aún no es algo seguro... Vamos, mientras más rápido les muestre sus habitaciones más rápido podremos ir a descansar.”
Con Natasha y Yelena arropadas en el rincón de una cama que huele como la camilla de hospital y su pistola bajo la almohada, Melina vuelve a conciliar el sueño esperando que los agentes de S.H.I.E.L.D. enviados a Ohio pudieran desactivar todas las bombas y aprender a Alexei si es que seguía vivo, pues Shostakov siendo el mismo idiota crédulo de siempre podría servirles para esparcir la noticia del deceso de las tres de manera más creíble en el círculo de Dreykov una vez que el General lograra ‘rescatarlo’ de las garras de los estadounidenses.
Pronto todo cambiaria para mejor.