Día 2. Voz

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Día 2. Voz
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5 años sin Frank, hacen que la mente de Matt vaya a un 200%, busca su voz en todos lados a pesar de saber que jamás va a parecerse a ninguna qué pueda escuchar por ahí

Diciembre había comenzado, podía sentir el frío abrazando sus huesos, escuchaba los villancicos en la plaza cercana y en el radio hablaban de las noches nevadas que iban a comenzar en los próximos días, Foggy no podía parar de hablar sobre sus compras navideñas y sabía que Karen solo fingía escucharlo. Pero para la mente de Matthew que fuera diciembre solo significaba una cosa, se cumplía un año más sin Frank, no sabía a donde había ido, no sabía dónde podría estar ahora, pero sabía que se cumplian 5 años desde que se habia marchado, se fue un 2 de diciembre y atrás solo dejó un corazón roto.

Desde ese día Matt se había vuelto un poco loco, no demasiado y tal vez nadie lo notaba, pero a partir del momento en el que su lobo sintió el abandono comenzó a buscar por todos lados ese aroma a arándanos ácidos que complementaban tan bien su fragancia a manzana, comenzó a patrullar escuchando la radio para ver si había noticias de Punisher para llegar lo más rápido que podía, dejaba las llaves del departamento entre la tierra de la maceta que le había regalado una vez aun sabiendo que las plantas no eran lo suyo y siempre que daba un paseo creía oír su voz en cada paso y le dolía tanto el darse cuenta que solo se había confundido.

Si, se había vuelto loco y parecía que nadie se daría cuenta, pues no era tan notorio, y solo existía una persona que sabía que el único lugar donde buscaba ese aroma era en su cama, que jamás saldría a patrullar con la radio pues el ruido lo desconcentra, solo una persona sabría que dejar las llaves en un lugar tan obvio como lo es debajo de la flor seca sería un suicidio para Matt y su paranoia, pero sobre todo solo Frank sabía que Matt jamas confundiria su voz, pues para el mayor la voz de su alfa era unica y causaba estragos en su ser sin importar la distancia a la que la escuchara, era capas de distinguirla entre un millon de voces a su al rededor y no era solo por su oído ultra desarrollado, si no por que de verdad amaba esa voz.

Pero para su mala suerte esa única persona que podía notar su locura no estaba ahí para arreglar lo que había roto.

Su rutina desde el trágico día era sencilla, despertaba, iba a la oficina, regresaba a su casa por el parque, se hundía en su propia locura unas horas y luego comenzaba a patrullar, sabía que era duro con los criminales, nunca se termino de acostumbrar a la violencia que tenía que ejercer y sabía que alguien allá arriba no aprobaba sus métodos, pero era la única manera para mantener verdaderamente limpia a la ciudad, su trabajo de abogado no siempre era suficiente, pero también sabía que una rabia se había estado apoderando de su cuerpo las últimas noches en especial se apoderaba de él en esas noches heladas, tal vez era el demonio o un síntoma más de su locura, pero la sangre que corría por sus nudillos no siempre le bastaba.

— Creo que ya está bastante muerto Rojo, puedes dejarlo en paz — Esa voz, esa maldita voz que esperaba oír desde hace años estaba resonando por toda su mente y no era un delirio, todo su cuerpo reaccionó, su corazón se volvió loco y un escalofrio recorrio su espalda; su lobo aulló y se regocijo al notar que su alfa volvía y su mente quedó en blanco, todo lo que en algún momento planeo hacer en este momento se había borrado, no sabía si llorar, correr a abrazarlo o gritarle y reclamarle por haberlo abandonado, así que hizo lo único que podía en ese momento: huir.

Escapó a su departamento, por que a pesar de querer ser en esta ocasión él quien desapareciera por años, sabía que era inutil y prefería tener ese pequeño momento a solas en lo que volvía a casa para poder pensar en algo más lógico antes del momento de confrontación que era obvio que iban a tener. Nada más llegar a la puerta sintió que la maceta había cambiado de lugar, unos cuantos centímetros más a la derecha, pero lo justo para que pudiera notar el cambio al golpearla levemente con el pie al no estar acostumbrado a esta posición, había estado en su casa y quería que lo supiera. Volvió a ponerla en su sitio y abrió la puerta, siendo recibido por esa voz.

— Eres 4 minutos más lento que la última vez que nos vimos.

— Estaba ordenando tu desastre.

— Yo creo que te haces más viejo.

— Si bueno, el tiempo pasó, es lo natural. — Se hizo una pausa, un silencio denso, un ambiente incómodo. — ¿A qué mierda viniste Frank? Sin mentiras, ni excusas esta vez.

— Te extrañaba. — Sonaba como un susurro que transmitía todo el arrepentimiento. — Pero las cosas se complicaron, mientras más alejado de mí estuvieras sería mejor.

— ¿Piensas que no me cuidaré solo? ¿Qué me tienes que proteger de alguna forma?

— No, todo lo contrario. Sé que eres capaz de defenderte y de protegerte sin mi. Pero yo soy un desastre, yo soy quien no sabe cuidarse, yo soy quien no te podría proteger, no quería que tuvieras que hacerte cargo de los dos.

— ¿Y preferiste dejarme con la preocupación? ¿Preferiste que yo estuviera solo por cinco años sin saber nada sobre ti? ¿Creíste que aguantar todo eso era mejor que aguantar una pelea más? Al parecer eras más estupido de lo que pensé.— Rabia eso era todo lo que sentía y demostraba con sus palabras, cada una más dolida que la otra.

— Perdoname Matt, te prometo que no quise alejarme y que jamás lo volveré a hacer, esos años sin ti fueron lo peor que me pudo pasar. — Su voz era tranquila, sabía que el mayor estaba alterado y entendía el porqué, pero lo que más buscaba era su calma.

Frank se acercó a él y lentamente puso una de sus manos en su mentón, al no ser apartado fue subiendo el toque hasta su mejilla, quitó la máscara y limpio una pequeña lágrima que acaba de abandonar sus ojos perdidos. Ahora sin la máscara pudo apreciar el rostro de su amado y sin esperar mucho más lo beso como hubiera querido hacerlo desde hace mucho.

Al principio el beso no fue correspondido, pero poco a poco fue ablandando los nudos de dudas que existían en Matt y pudo comenzar a dejarse llevar por los labios que lo reclamaban, se tuvieron que alejar por algún momento, pero ambos sabían que no importaba cuanto se separaran, sería la última vez que estuvieran lejos.

— Te odio tanto. — Dijo en un susurro, la mentira se podía escuchar, pero daba igual. Por fin podían volverse a escuchar y eso era lo que contaba.

— Lo sé, pero prometo que me esforzaré para que puedas volver a amarme. — Y sin más volvieron a besarse, porque sabían que las palabras necesarias ya estaban dichas y no iban a inventar nuevas que pudieran significar todo lo que sentían.