
Reencuentro
—Miguel, esto nos hará bien a los dos, tienes la posibilidad de seguir en el equipo de fútbol y yo ya conseguí una oferta mejor en... Otro país.
"Nos hará bien."
¿De verdad lo consideraba así?
No entendía el porqué.
Le parecía tan injusto haber tenido que ver partir al amor de su vida hacia un nuevo destino. Quedarse en su instituto no era algo que buscara, de hecho le había mencionado la posibilidad de renuncia y seguirlo hacía donde sea con los ahorros que había conseguido, pero Peter ya le había dejado claro que eso no era una posibilidad que pudiera tomar.
Y cuando el castaño se empeñaba en algo, era muy difícil sacarlo de esa idea.
Le partía el corazón. Peter había sido su primera vez en casi todo. Su primer beso, su primera conexión, incluso su primera vez sexual, aquella que recordaba con tanto cariño.
Peter le había ayudado demasiado esa vez, le enseñó a complacerlo, hasta en el presente, ahora con sus 28 no había querido probar otra piel que no fuera la de su querido Parker. Que lo llamen como quieran, obsesión o no, él sabe cómo se siente al respecto. Peter lo era todo.
También, mentiría si dijera que no se había masturbado varias veces pensando en aquellos toques, el recordar como el castaño abría las piernas para recibirlo, los jadeos, gemidos e incluso los arañazos en su cuerpo cuando estaba llevándolo al límite. Cosas que no olvidaba, ni tampoco estaba dispuesto a afrontar.
No todo era tan malo, pero sin dudas no era igual cuando el hombre estaba en su vida. Él la hacía mejor. Bien dicen que una relación tendría que mejorar tu vida, ¿No? Bueno, su castaño hacía eso.
Ahora, años después, es profesor de educación física, luego de terminar sus estudios en la misma institución, la cual mostró una oferta que no pudo rechazar. No se arrepiente de eso, Parker ya se había ido para entonces , y no hubiese ganado nada diciendo que no.
Gana buen dinero, la localización le favorecía, todo estaba bien desde que se había conseguido un nuevo departamento hace un par de años atrás.
Lo que le parecía curioso, aunque no había forma de que hiciera caso a su mente, es que aquél lugar jamás terminaba de ordenarse. Había días en los que solo se quejaba del desorden, evitaba las llamadas de sus amigos, se encerraba a ver la televisión luego de un día agotador de trabajo.
Pasaron muchas cosas desde que Peter ya no estaba.
Dicen que uno sabe cuando conoces al amor de tu vida, y pueden llamarlo romántico, pero él había intentado seguir adelante. De alguna manera lo había logrado, pero cuando se habla de temas del amor o el sexo, su mente rehuía de forma esporádica. No es que no desease seguir adelante, lo había hecho a su manera, y de todas formas su personalidad siempre ha sido bastante hosca.
Ninguno de sus amigos se sorprendió cuando su personalidad “volvió” una vez que Parker había desaparecido de Estados Unidos.
Esta vez, la única razón por la cual limpió todo el departamento ese día, es que su amigo le había amenazado con que si no salía, todos iban a ir a su casa para limpiarlo. Y eso no lo podía permitir. No con tantos objetos valiosos (de una forma sentimental) que tenía.
Es bastante receloso de sus cosas, es su cueva, si lo tienen que poner de esa manera. No lleva a nadie al departamento si no confía en ellos, por ende, nunca ha llevado ni siquiera a un intento de cita. Ese era su santuario, no podía mancharlo de esa forma.
Durante mucho tiempo, lo obligaron a salir. Promesas con que iba a encontrar a alguien "mejor", que necesitaba conocer gente, que necesitaba salir, hablar, coquetear. ellos querían que olvide a su antiguo amor. Ya habían pasado más de 10 años, pero la depresión en la que estaba sumido no quería ninguna de esas soluciones.
Esta vez aceptó porque no podía decir que no. Estaba de humor, quería que lo vieran fracasar y que, con un poco de suerte, les diera pena ajena volver a invitarlo, por enésima vez.
Lo único que hizo en todos esos años fue ponerse mucho más en forma, logrando tener una gran espalda, ganar altura y peso muscular. Aunque realmente, la altura es más que nada genética. Estaba sano, eso sí podía mencionarlo como algo bueno, pero no estaba en su mejor momento sentimental. Su cara seria no ayudaba tampoco.
Al llegar al bar al que le habían invitado, tomó su billetera, pagando aquella entrada VIP. Si algo odiaba es tener que ver a jóvenes pasándose de borrachos. Aquél sector VIP lo usaban casi siempre los mayores de 25, todo para no causar conflicto con los más jóvenes, debido a que muchas veces llegaba anteriormente el problema de acoso.
Además, la entrada para gente mayor es más cara y obtienes también más beneficios, por supuesto.
Se hizo paso entre la multitud, entregando la entrada a uno de los guardias que lo dirigió a las escaleras y de ahí al balcón donde dió una vista rápida.
El lugar no era malo, de hecho es uno de los lugares más lindos de la ciudad, sin ser tan excesivo y pesado con el asunto de la distinción de edades. Claro, podías entrar a la zona más barata, pero, ¿Querías? Ahí es donde se encontraban usualmente los universitarios, no la gente que como él, ya tiene un trabajo estable.
Podías ver el primer piso desde el balcón, las luces neón por todos lados podían llegar a ser molestas, pero una vez que te acostumbras, lo demás da igual.
Bebió durante, aproximadamente, dos horas, quería pasarse la noche sin acordarse de nada mañana. Tampoco es que estuviera deprimido esa noche en especial, en realidad su humor estaba bastante bien, pero hay veces que como tal, le gusta la bebida.
De vez en cuando sus amigos le invitaban a bailar, cosa que rechazaba y volvía a la barra. Y si alguno logró que saliera a la pista, terminaba por solamente beber de su vaso, mientras en realidad lo que hacía era observar a su pareja de baile mientras él intentaba no tocar a nadie.
Siendo de contextura ancha, no era raro que llegaran a chocar seguido con él.
Así durante un buen tiempo hasta que sus ojos se posaron en un cuerpo que, pedia a todos los cielos, que no fuera de aquél hombre que tenía en mente. Pero, Dios, el destino a veces era cruel con los enamorados.
Peter estaba ahí.
El hombre había estado bebiendo con medida, al menos en un inicio, y apenas se sentía mareado cuando dio media vuelta.
Eso no evitó que las náuseas subieran y su cuerpo temblara. No podía ser él, ¿o sí? estaba alucinando, no podía ser Miguel, no podía ser el moreno que le había besado con tanta devoción, aquel que se aseguraba de amarlo todos los días y quien le había jurado amor eterno. no podía ser ese Miguel.
Su corazón latió con fuerza, volteando a otro lado para no verle, no le reconocería, ¿cierto? Hablando de su físico, había cambiado bastante, al punto de que Miles incluso no lo había reconocido. Miguel no podría saber que es él.
Aún con eso, terminó caminando lejos, apresurado mientras trataba de dejar el tumulto de gente atrás. Necesitaba salir, y logró hacerlo por la puerta trasera hacia el callejón. Tenía que irse. Huir. Había visto la musculatura, mucha más altura, la quijada mucho más marcada al igual que las facciones. La piel morena seguía igual de impoluta y sus labios parecían igual de apetitosos, eso seguro.
El mexicano siempre había sido bastante atractivo de joven, siendo ahora un hombre en plena flor de juventud, seguro que le daría un infarto si le miraba de cerca.
No, no era Miguel, era solamente un espejismo.
Haber cortado con él hace años, no había sido fácil, para nada. Aunque la gente pudiera verlo como alguien frío, no lo había sido. Al contrario, tenían que entender que había dejado a Miguel por razones que él creía que eran bastante razonables. Sabía que tenía que alejarse del hombre, había dejado atrás todo aquello pensando que podría olvidarlo, y sobre todo que es lo que quería.
En parte, era verdad, era todo lo que quería, de forma profesional, pero no había pasado de ahí, su vida sentimental era un desastre.
Siempre que había tratado al menos de salir con alguien, termina cerrándose por completo, no eran él, nadie era él, lo quería a él, ¿le era tan difícil admitirlo? No, pero ahora se ha hecho a un lado, no puede volver a él después de años, no al menos esperar que le va a dar la bienvenida, y tampoco sabría qué hacer.
En realidad es que está quizá demasiado ebrio para lidiar con eso, aunque sabe que no es verdad. No llega a estar siquiera feliz o mareado.
En su vecindario, estaba Miles, lo recuerda, era un niño pequeño la última vez que lo vió, ahora era un adolescente que casi se volvía legal en todo estado y en algunos ya lo era. Tener 19 años... cómo volaba el tiempo.
Y cómo se daba cuenta que jamás podría superar del todo a Miguel. Ni los besos, ni las marcas, ni la forma en la que las manos se paseaban por su figura y le susurraba cosas tanto en doble sentido como siendo amoroso. Era un balance perfecto cuando el menor se empujaba con fuerza y terminaban juntos con las sábanas enredadas entre las piernas.
En su tiempo, le había encantado verlo por la mañana y que los rayos del sol pegaran en la piel morena, que la espalda se volviera de oro por la luz, antes de acercarse a abrazarlo por la espalda y se acomodaran. Miguel siempre sabía, no estaba seguro cómo o porqué, quizá estaba siempre despierto o se despertaba a sus toques, pero siempre terminaba dándose media vuelta y ambos terminaban pegados sin saber cuándo terminaba uno y empezaba el otro.
Pero esos días habían quedado atrás.
Hace años, cuando se fue de ahí, era diferente. Su cabello era horrible, algo largo, y tenía las facciones más finas, femeninas. Tenía una figura mucho más curva y una voz totalmente más aguda que la de ahora, que siempre había intentado evitar.
Ahora que regresaba, sus ojos denotaban madurez y su figura había cambiado, aunque las ligeras caderas seguían ahí, cualquier miedo, inseguridad o disforia, se había evaporado.
Tenía la espalda ligeramente más ancha y el cabello bien cortado; la voz ronca con los años y probablemente se veía muy diferente, o eso quiere creer. El rostro alargado junto a la quijada más marcada y la feminidad casi imperceptible en su cuerpo, los miedos se habían ido, se sentía más seguro en su cuerpo, y se demostraba por la ropa que llevaba, con una camisa que no llevaba abrochados los primeros botones.
En su momento, Miguel había sido quien mejor le entendía, había acariciado todo, haciéndole sentir amado a pesar de las circunstancias, incluso llamándose homosexual, muy a pesar de que las situaciones no parecían indicar que Miguel lo fuera. no al menos a ojos ajenos. Pero Miguel siempre se había asegurado de hacerle saber que a sus ojos, seguía siendo un hombre, sobre todo, que disfrutaba de todo con él, incluso en el ámbito sexual.
Ya no hay senos, ya no hay caderas prominentes, incluso se siente un poco más llenito, asegura que se pondrá a dieta todos los años y termina haciendo ejercicio, claro, pero sin comer bien, es obvio que tendría algo de grasa. No que le molestara.
Aquel día que llegó, su tía May había ayudado, dejándole quedarse en la habitación de huéspedes, y Miles al darse cuenta, le había insistido en ir al bar.
No le gustaba bailar, así que cortaba cualquier intento, se quedaba callado a los coqueteos, no sabía que hacer más que ponerse colorado.
Pero ahora estaba ahí, y al siguiente momento, no. Porque quedarse dentro significa que tendrá que seguir su curiosidad. Lo primero que quiere hacer en realidad, es inhalar hondo, para poder calmarse.
Mientras tanto, Miguel al principio sí había dudado en que su condición con el alcohol había influido en su visión, incluso se tuvo que acercar a la silla, en caso de que hubiera más síntomas, pero no. Cuando conectaron miradas ya no había marcha atrás. Ese era Peter. Su Peter. Se dirigió hacia la pista, con intenciones de cruzar, dejar atrás a todos aquellos que bailaban y hacerle frente. Sin embargo no pudo darse cuenta que el mayor ya estaba huyendo. Fue interceptado por uno de sus amigos. El odio que le tuvo fue casi instantáneo.
—¿Ya te vas, es…
—Surgió algo, no los quiero en mí casa. Toma, invitales algo por la molestia.
Con rapidez tomó su billetera, aún así fijando su vista por sobre el hombro de su compañero para seguirle el paso a aquel castaño. Le entregó un par de billetes en la mano, asegurándose de que pasaran al menos por dos o tres rondas más. No los quería siguiéndolo.
Cuando le dió aquello, pudo hacerse paso entre las personas, no muchas se quedaban frente a él ante lo intimidante que se veía en esos momentos. Estaba seguro que su cara no inspiraba demasiada confianza, y menos ahora que estaba completamente enojado.
Abrió la puerta que daba a la intemperie, buscando con su mirada a Parker quien estaba tomando aire con los ojos cerrados, eso hasta que volvieron los orbes volvieron a conectar.
Ninguno esperaba encontrarse, no después de tantos años, no de aquella forma, era una manera cruel de hacerlo, no había preparación, no había advertencia, sólo un golpe de realidad que no sabía si agradecer o maldecir.
Cerró la puerta a sus espaldas, caminando con determinación hacía el cuerpo ajeno. Le tomó de las manos, le juntó las muñecas y lo llevó contra el paredón, pegando su cuerpo a él
El castaño había retrocedido de espaldas, dios, qué grande se ha puesto , le recorrió un pequeño escalofrío por la espalda, tropezando, pero recuperándose gracias al agarre. El golpe seco de su espalda le quitó el aire y jadeó tan pronto sintió el calor del menor. Tuvo que mirar hacia arriba, no estaba asustado porque estuviera cambiado, estaba aterrado por las consecuencias de sus acciones.
Eso o es que quizá aún no se ponía a pensar demasiado en lo que tenía enfrente. Lo sorpresivo es que se tomara la confianza de volver a agarrarlo de aquella forma. ¿Lo peor? Tenerlo ahí enfrente y poder sentirlo, no se siente ajeno, no es como si hubieran pasado todos esos años.
—¿Lo primero que haces al encontrarme es huir de nuevo, Parker? No estamos en un puto juego como para que te saltes la cinemática.
Bajó su rostro para verlo fijo, viendo cada facción cambiada en el rostro de su ex novio. Si, estaba cambiado, pero claro que lo podía reconocer.
No olvidaba esa nariz con facilidad y mucho menos un cuerpo que lo hizo conectar con la tierra hace ya tantos años atrás.
Peter se quedó en silencio en un inicio, solamente queriendo captar los cambios en aquél rostro moreno, se veía mucho más maduro, mucho más serio, los ojos rojos centelleaban con enojo, nunca había visto eso en él en el pasado. Pero no es el mismo hombre, y no puede pretender que él tampoco. Ha pasado tiempo.
Ha pasado mucho tiempo , tiene que recordarse eso en cuanto sus ojos miran aquellos labios carnosos, relamiéndose. Aunque el menor no lo dejó moverse, apretando más su agarre.
La mano libre recorría sin pena la cadera de su ex novio, apretando con fuerza un par de zonas para ver qué tanto había cambiado. Claro que se notaba la diferencia. El cuerpo se erizó, las manos eran más grandes, pero igual de suaves, sin ninguna agresión, no más que la de las muñecas, trató removerse, pero apenas si logró acomodar una de sus piernas entre las del menor, rozándose contra él, pudo sentirlo, el hormigueo de su propio vientre, esta vez con el rostro encendido.
Para ese tiempo Miguel no estaba tan bien formado como ahora, sus manos cubrían gran parte de la anatomía que se le ocurría tomar de Peter.
Metió su mano por dentro del pantalón, acariciando la piel antes de meterla entre la ropa interior.
Y es que escuchar el suspiro de Peter al acercarse a él, dándole pequeños besos sobre las patillas hasta acercar su boca al oído de este y poder susurrarle, había podido sentir ante su tacto las cosquillas en la entrepierna, suspirando.
—No te escaparás de mí una segunda vez, Peter.
—No, Miguel, espera, espera, aquí no. —jadeó, la mano acarició, paseándose con los dedos primero, uno pensaría que Miguel sería solamente brusco, tosco, y Peter conocía que aún cuando podía llegar a eso, siempre era suave al inicio, pero no pudo evitar el suspiro.
No es que este fuera el escenario más erótico en su mente, es que se trataba de aquél hombre.
—Aquí no, podemos platicar en otro lugar, ¿te parece? algún otro lugar. —susurró, ni siquiera él estaba demasiado convencido, podía sentir la traición de su cuerpo cuando de entre sus piernas sintió el calor con tan sólo aquello.
No estaba tratando de escapar, no ahora, pero sabía que podría hacerlo si Miguel lo soltaba, o creía que podría hacerlo. Que sería capaz de resistirse a los toques, aún cuando su mejilla se acarició con la del moreno, inhalando la loción; era distinto, pero le sentaba bien, no pudo evitar gemir suave cuando sus caderas trataron de acomodarse, provocando fricción entre ambos.
Tuvo que tensar la quijada para no soltar más sonidos, mirándole serio.
No iban a hacer eso. y mucho menos ahí.
—No, así no, platiquemos antes, Miguel, no. —se removió gruñendo, ¿y si alguien veía? lo peor era sentir su vientre tensarse, aún cuando le preocupaba, era excitante, maldijo un poco más.
Aunque el latino lo miró con detenimiento, cada acción que tenía el menor cuando sus cuerpos se rozaban. Claro que por su parte los suspiros de placer no tardaron en aparecer, teniendo que quitar la frustración al apretar el agarre de las muñecas.
Pero había una sensación burbujeante y molesta en su pecho, le enojaba que tan siquiera se le pasara por la mente la intención de irse. Eso no lo iba a permitir. No iba a dejar que de nuevo se deslizara entre sus manos en aquél momento.
—No, aquí y ahora.
No dijo mucho más.
Su mano que estaba en la ropa interior, la utilizó para llevarla al medio, acariciando la intimidad de Peter. Se encargó de acariciar los pliegues. Eran cálidos, suaves, y ya estaban comenzando a humedecerse, había extrañado eso. El poder tocar el cuerpo del castaño otra vez.
Poder tocar, jugar y aprender en el proceso.
Peter en cambio era capaz de sentir su cuerpo tensarse, no era miedo, era emoción, y se detestaba un poco por eso, tenía pensamientos mixtos. Por supuesto que quería aquello, más que nada, pero al mismo tiempo, se preguntó qué tan conscientes estarían los dos, ¿qué tan consciente estaría Miguel, habría bebido demasiado?
En su cabeza aún escuchaba las indicaciones que había dado; “así, Miguel", "despacio", "en círculos", "prueba de esta forma."
El moreno terminó por empujar su torso contra él, teniéndolo completamente pegado a la pared mientras escondía su rostro en el cuello ajeno, besando aquella parte mientras sus dedos se hacían espacio en los pliegues, abriéndolos, logrando introducir dos de ellos en la vagina.
Quiso hacerle saber de aquella manera, que sí había aprendido a estimularlo, por lo que utilizó sus dígitos, primero acariciando cada textura dentro de la cavidad para luego hacer como si escarbara con suavidad. Apretó sus labios, evitando gemir cuando su propia entrepierna pedía a gritos atención.
Cualquiera se volvería loco si solo viviera de masturbarse de vez en cuando.
El mayor dejó de respirar cuando los dedos fueron haciéndose paso, aguantando un pequeño sobresalto por la sorpresa, eran igual de cuidadosos de lo que recordaba, pero ya no había esa duda, no había ese juego o curiosidad, era solamente saber dónde tocar para hacer que reaccionara.
Había dejado de tironear cuando los besos llegaron, provocando que su cuerpo apretara los dedos, no pudo evitar gemir bajo cuando comenzó a sentirse mejor, y aunque esperaba no estar tan mojado, lo dudaba, podía sentirlo, la facilidad con la que el moreno se deslizaba en él.
—Vamos a hacerlo aquí. Cómo te atrevas a escapar te juro que te tumbo. Y no estoy bromeando. —Amenazó contra el oído, quitando sus dedos cuando sintió los primeros apretones. Separó su rostro de dónde estaba pero no dejó de mirarlo, llevando sus dígitos a su propia boca para poder degustar al castaño en frente de este al momento de soltarlo, la lengua alrededor de los dedos. Le dió una indicación de que se pusiera contra el contenedor al mover su cabeza en dirección a este.
Su mente había estado centrada en las sensaciones que ni siquiera recordaba que estaban en el callejón, la voz lo hizo romper la burbuja, escuchándolo con cierta sorpresa. ¿ahí? bueno, quería pensar que nadie podría escucharlos, quizá...
—Abre las piernas, yo me encargo de lo demás.
Peter evitó la mirada, afianzándose a los pantalones unos segundos.
—¿Podemos tan siquiera...? platicarlo, no lo sé. —susurró, aún así, negó, no iban a hacerlo… No deberían.
Miró al final del corredor, dudaba poder llegar al final sin ser tacleado. Y claro que detestaba la idea de detenerse, podría preocuparse de las consecuencias después. Se acercó para tomarle de la nuca, con una sonrisa.
A la mierda todo, entonces.
—Has crecido mucho, ¿Hacerte cargo? pensé que eso es lo que hacía yo. —Su mano acarició el vientre contrario, deslizándose aún por sobre la ropa a tocar la erección, mirándole a los ojos, para frotar la mano contra él.— No es muy buena idea aquí. —susurró, quería besarlo, pero en vez, suspiró contra sus labios.
Quizá podría hacerlo entrar en razón.
Y es que, por todos los santos, aquellas palabras pudieron hacerle flaquear en su inconsciente, pero el resto de su cuerpo recordaba cada noche que Peter no había estado en su cama. Eso hacía muchísimo más eco que cualquier palabra que pudiera decirle.
—Aquí, ahora, y como yo diga.
La declaración no dio espacio a réplica, apretándole la muñeca y girándolo de forma brusca al empujarlo contra el contenedor. Le separó las piernas utilizando su pie.
La vuelta repentina había logrado hacerlo ahogar un grito de sorpresa, pero sintió que tuvo que aferrarse al contenedor, sólo para poder mantenerse de pie. El frío le erizó la piel, y odió en su interior que aquello le pareciera tan excitante.
No era solamente la demanda, era saber la calentura del hombre.
Y claro, que era Miguel, que no era cualquier persona, era una distinta clase de morbosidad de saber que el moreno haría lo que fuera por tenerlo ahí mismo, que no podía evitar humedecerse por la idea.
—La tengo tan dura de solo pensar en cómo vas a acabar esta noche, Parker.
Tironeó la prenda que lo separaba de su paseo por el hermoso cuerpo de Peter. Al tirar del pantalón y la ropa interior pudo presenciar lo húmedo que se encontraba, su boca se llenó de saliva de solo pensar en lo bueno que sería comerlo en ese estado, pero lo complicado que se volvía el momento de no saber cuándo iba a ser descubiertos hizo que dejara aquello para otra oportunidad.
Le tomó de las nalgas para separarlas y apoyar su verga contra los pliegues, frotándose por unos buenos segundos hasta guiar su glande a la vagina y empujarse dentro de su pareja.
—Ah, mierda... espera. —sintió su cuerpo reaccionar al mover sus caderas contra él, ansiando más de aquello al sentirlo entrar, y se sintió temblar, soltando un gemido alto. Tuvo que cerrar los ojos, hacía tiempo que no se sentían el uno al otro, que ahora que el menor había crecido, con él habían llegado otras cosas, podía sentirlo, y le costó mantenerse de pie.
El cuerpo de Miguel estaba más que complacido con la calidez con la que la anatomía que estaba profanando le envolvía. Bajó su vista hasta la unión de los cuerpos, mordiendo su labio inferior. Demasiado caliente como para pensar en las consecuencias.
Su cuerpo intentó pegarse a él de golpe, aguantando el pequeño grito, su cuerpo reaccionó, apretando con fuerza, su cuerpo arqueado contra el metal, jadeando cuando sus caderas intentaron moverse.
—Has crecido no solamente de estatura. —intentó bromear, aunque la sensación volvió a azotarlo, apretando al menor con fuerza en su interior, sintiendo el aumento de su líquido transparente entre las piernas, demasiado apenado de decir algo, así que decidiendo moverse contra él.
—Esperé demasiado tiempo.
Podía sentir su cuerpo vibrar a las palabras, estaban tan cargadas de deseo que era contagioso con facilidad, no quería admitir que lo había extrañado demasiado.
Al hombre que siempre podía recorrerlo, el que deseaba tener contacto físico en todo momento. Jamás le había molestado, y se había acostumbrado tanto a eso, que no tenerlo en esos momentos, habían sido extraños, y dolorosos.
Pero justo ahora, podía sentir el roce continúo, la intromisión de su cuerpo siendo violentado, con las piernas temblando, era demasiado placer de golpe, junto a su cuerpo que reaccionaba, deshaciéndose en jadeos. La piel erizada y levemente húmeda, sus caderas parecían irse contra él en un intento de satisfacerse con él también.
El latino había tomado el final de su propia camiseta, colocándola en su boca para morderla y empezar a empujar su cadera más fuerte que antes, moviéndose contra Peter. El chapoteo de los cuerpos se hubiera escuchado en todos lados de no ser por la música a todo volumen que tenían a tan solo unos metros.
Para el castaño era doloroso, pero le gustaba la sensación de necesidad, y su cuerpo disfrutando al apretarle erráticamente, casi parecía quejarse cuando salía de él, queriéndole más profundo contra su interior.
El torso del menor subía y bajaba, desalineado por la experiencia más caliente que había tenido. Las grandes manos recorrían las caderas de Peter hasta llegar a los pectorales, apretando con fuerza estos tan pronto las embestidas se fundieron en un vaivén tosco y brusco. Todo mientras la humedad de Parker hacía que su verga tuviera un delicioso y fácil acceso en la vagina, haciéndolo voltear los ojos por unos segundos debido al placer que le brindaba.
Utilizó su diestra, sacándola del templado lugar debajo de la camisa con la excusa de llevarla sobre el cabello castaño, empujándolo hacia atrás para juntar sus labios. Un beso brusco, necesitado y caliente. No pensaba dejarlo respirar mientras se adueñaba del cuerpo del hombre. No deseaba dejarlo ir tan fácil.
Las manos del mayor trataron de mantenerle de pie contra el contenedor mientras las piernas se ponían tensas. No había tenido tiempo de quejas cuando fue besado.
Cualquier sonido quedaba ahogado cuando su lengua tocaba los labios contrarios, y los dientes se aseguraban de hinchar los del menor. A pesar de todo, no quería que aquello pasara desapercibido, estaba pasando, y se aseguraría de recordarlo al día siguiente.
Pudo sentir el nudo en el vientre, y no quería admitirlo, pero sentirlo, más grueso que hace años y saber que estaba más grande, que era aquella fuerza bruta la que estaba dispuesta a satisfacerse con su cuerpo, era más de lo que podía tolerar.
Para O'Hara solo hubo un momento en que sus labios se vieron forzados a separarse, fue cuando sintió aquella presión en su pene. Fue distinta a las demás que había experimentado al ingresar en su ex novio, y fue delicioso.
—Miguel, justo ahí... —el gemido llegó ronco, había sido alto y opacado por la música, pero su mano se fue entre sus piernas, para ayudarse con dos de sus dedos a rozar el clítoris hinchado, gimiendo al sentirlo chocar contra él.— ahí, no pares, Miguel.
Los dedos aumentaron su ritmo, lloriqueando al sentir el botón erecto entre los dedos, sintió el nudo en su vientre bajo, estaba seguro de que el moreno a su espalda recordaría sus expresiones y la forma en la que su cuerpo le avisaba al menor cuando estaba a punto de llegar.
Así que, queriendo más de eso, y siendo guiado por las voces del mayor, esa bella sinfonía de gemidos que llegaban a sus oídos que su cuerpo respondió haciéndole caso. ahora la mano que estaba antiguamente en el pecho ajeno bajó a la cadera, agarrando gran parte de esta al empujarle contra su pelvis. Sus ojos se mantuvieron alerta a cualquier cambio facial de su amado, disfrutando al momento que ambos cuerpos respondían el uno al otro.
La tensión en su vientre se hizo presente pasado unos minutos, teniendo que esforzarse para mantenerse hasta las últimas circunstancias. No dejó de penetrarlo hasta que vació todo su esperma dentro del agujero húmedo del mayor, logrando permanecer dentro de él, empujando al castaño contra el contenedor, manteniéndolo apretado contra este, mientras el gemido de Peter había sido lastimero, sentirlo contra él incluso post orgasmo, sólo había prolongado la sensación, dejándolo tembloroso, y sin ganas de oponer resistencia.
Había tenido que recostar su rostro contra el metal frío para recuperar el aliento antes de recordar dónde estaban.
Suspiró, gruñendo suave. Tenía que quitarse al menor de encima, pero se dejó hacer, era cálido, y aunque no quería romper el contacto, se volvió a acelerar cuando escuchó la puerta, completamente tenso, su mano se había ido a la cadera del moreno para encajar las uñas, el mismo apenas iba a reclamar porque quisiera que saliera, pero ambos se quedaron en silencio mientras escuchaba risas, ambos siendo escondidos gracias al contenedor y la oscuridad.
—Quieto. —susurró. Con un poco de suerte los confundirían con un par de borrachos (nada alejado de la realidad) y se retirarían de ahí.
Miró su reloj con cautela. Suponía que ya estarían bien borrachos, así que a poco fue saliendo de Peter con delicadeza tan pronto aquellos hombres se fueron.
Se sentía extraño tener al más grande de aquella manera, siendo ahora cuidadoso y saliendo de él, sentía el pequeño dolor de ello, lo seguía queriendo dentro, su cuerpo se quejaba por ello. Aún así, pronto sintió la calidez escurrir entre las piernas, volviendo a sentir la vergüenza inundarle.
El moreno soltó un suspiro ante la baja de tensión, acomodando sus pantalones sin dejar de ver entre las piernas ajenas, disfrutando de ver su semen escurrir entre los muslos de Parker.
Tomó su teléfono, pero cuando vió las intenciones de Peter de moverse, le empujó la espalda baja contra el contenedor otra vez.
—Dije que te quedes quieto, carajo.
—¿Qué crees que haces? Oye, no... ¡Ay! —terminó por dejarle limpiar el desastre entre las piernas, pero se sentía incómodo cuando le ayudó con la ropa. Aún estaba mojado, aún se sentía incluso palpitar.
Gruñó. Dió unos pasos hacia atrás con la mano que tenía el celular, sacando una foto que, seguramente, usaría en un momento adecuado.
Tomó un pañuelo de su bolsillo, limpiándole los muslos para luego subirle los pantalones y la ropa interior. Tiró el pañuelo dentro del basurero, guardó su teléfono, volteó a Peter y lo tomó de la mano, aunque pronto fue deslizada hacia fuera. No quería que las cosas se malinterpretaran.
—No, espera, Miguel —gimió en preocupación, no quería que ninguno de los dos se sintiera extraño al día siguiente.—, sería bueno... platicar, cuando estemos más sobrios, pero tengo que irme.
Estaba alisando con torpeza la camisa, entre avergonzado por haber hecho aquello y haberse dejado tentar. Ahora ¿Cómo se deshacía de la sensación de culpa? siente que estuvo mal, no estaban conscientes… aunque nadie los ha forzado.
—Creo que podemos agendar un día, ya sabes. después, en algún momento. —retrocedió, incómodo, acomodando las telas en su entrepierna, picaba y estaba mojado, era simplemente algo que quería arreglar lo más rápido que pudiera; tenía que tomar alguna ducha al menos.
El menor de ambos soltó un suspiro, cruzándose de brazos cuando su mano había sido rechazada por el mayor, de nuevo con la sensación de molestia renovada.
Se puso en mitad del camino, evitando el paso del castaño hacia la salida del callejón.
—He bebido, pero el alcohol no nubla mí vista. Te reconocí. Acabamos de tener una cogida maravillosa, y planeo que se repita en mí casa, no te estoy pidiendo que vengas, te llevaré. Pero me harás el trabajo más fácil si sólo me sigues sin rechistar.
Parker tosió ante eso; sería mentira decir que no había algo en su entrepierna que había punzado a la idea. De nuevo, y esta vez podría volver a cumplir el delirio de montarlo, de la misma forma que había imaginado todos esos años que estuvieron separados. Podría besarlo tanto como pudiera y sería tocado tanto como le dejase.
Al ver cómo Peter se removió contra la ropa, una sonrisa se asomó en su cara.
Sinceramente estaba orgulloso de haberlo dejado en ese estado. Podía imaginar lo mojado que podría estar, quería deslizar su lengua y beber todo lo que había desperdiciado al principio.
—En mí casa hay una ducha.
Si tenía que poner excusas, tenía demasiadas en ese momento. pero si el mayor no quería palabras, tendría acciones. Y ninguna de ellas involucra dejarlo ir.
—Vienes agarrado de mí mano o en mí hombro. Solo hay esas dos opciones.
—Una ducha me vendría bien... supongo. —murmuró, se sentía pequeño, de alguna manera. Quizá es porque siente, y sabe que el hombre merece más explicaciones, y sobre todo que de alguna manera, se sentía como si hubieran muchos temas sin terminar.
Lo peor de todo es que realmente no deseaba negarse, no quería irse, aún si pensaba que era lo correcto, acababan de tener sexo y ninguno de los dos está del todo cuerdo. No estaba bien. Pero bueno, Peter B. Parker nunca se ha distinguido por tomar buenas decisiones.
—¿Vamos en taxi, entonces? —le miró, decidió hacer caso omiso a cualquier intento de tomarse las manos. quería hablar con él, no solamente... hacer aquello, ¿no estaba enojado, qué tantas cosas tendría para gritarle?
Además estaba el hecho de que una parte de sí, solamente quería tenerlo cerca, solamente quería volver a tenerle por las noches y abrazarse a él. No podía ser tan malo, ¿no es cierto? Las cosas no podían ser tan malas. Porque se trataba del mismo hombre que había besado tantas veces hacía años.
Y su memoria puede no ser la mejor. Pero el mexicano jamás fue un mal hombre, y quizá todo aquello serviría para empezar de nuevo. Después de todo, la última vez que se fueron, él había salido corriendo, dejando a Miguel con el corazón roto.
Sí, no podía ser tan malo… el sexo al menos no lo había sido.