El ronroneo de la arañita

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El ronroneo de la arañita

Tony se despierta con el trino de las aves que se encontraban tras la ventana; el ruido lo hace gemir de molestia, por lo que se entierra más en las suaves sábanas, en un intento vano de volverse a dormir y sofocar el ruido. Solo que cuando el trino de las aves realmente se registra en su cerebro adormilado, se despierta sobresaltado, sentándose en la cama.

Las aves no se escuchan en lo alto de su Torre, así que no está ahí. Un momento de pánico comienza a gestarse en su cuerpo, provocando que mire a su alrededor buscando algo que lo ayude a orientarse. Cuando ve en un rincón una capa roja que descansa cómodamente sobre una silla, logra calmarse, dejando salir un suspiro por el alivio. Al lado de la capa ve la mesita donde hay envoltorios y platos de comida de la noche de película. Sonriendo al recordar la maravillosa velada, se gira a su izquierda, entusiasmado por la idea de ver a sus dos hombres favoritos en un nuevo día.

El primero al que ve es Peter, quien duerme plácidamente boca arriba, cubierto hasta la mitad por las sábanas. Sus brazos se encuentran alzados sobre su cabeza, formando un arco como una bailarina de ballet; suaves ronquidos salen de sus labios y Tony no puede evitar arrullarlo de ternura (y mira que un adolescente no debería verse tierno). Ver al adolescente tan tranquilo y seguro a su lado provoca que el ingeniero sonría tontamente por el inmenso cariño que siente por él. Viendo más allá de Peter, se topa con la espalda de su marido, quien por fortuna aún duerme; el lento y rítmico movimiento de su cuerpo al respirar le parece hipnotizante y lo emboba por completo.

Satisfecho con la inspección a su marido, regresa a su niño y con cautela baja sus brazos para evitar que se adormezcan por la posición. Peter gime por la molestia, por lo que Tony rápidamente lleva una mano a su cabeza, jugando con sus rizos desordenados por el sueño en un intento por hacerlo volver a dormir. Sin poder contenerse, Tony se inclinó y dejó un beso prolongado en la frente de su arañita, quien suspiró felizmente.

Justo cuando Tony se alejaba, escuchó un peculiar sonido que tardó un poco en identificar y que provenía de su arañita. Era grave y áspero, como si alguien tuviera una ronquera de días… No, espera, no era ronquera, sonaba más bien como el ronroneo de un pequeño motor; como cuando haces rugir el motor de una moto para impresionar a la despampanante chica.

Tony se aleja mirando entre sorprendido y confundido a su hijo, quien dejó de emitir aquel sonido en cuanto la caricia se detuvo. Curioso volvió a acercarse, inclinándose sobre el pecho de Peter para poder volver a escuchar aquel sonido.

—¿Qué haces, Tony? — dijo una voz de barítono un poco ronca por el sueño.

Tony gritó (no chilló, Tony Stark no chilla. Nunca) por la inesperada voz, haciéndolo saltar del susto en la cama. Furiosamente, dirigió una mirada desaprobadora con un puchero indignado en sus labios al hombre que se estiraba hacia arriba y gemía de satisfacción al escuchar crujir sus huesos.

—¡Stephen! — reprendió en un susurro, enviando mirada evaluadora para saber si su hijo se había despertado o no por el grito (chillido) que soltó y por el brusco movimiento. El hechicero simplemente dejó escapar una risita baja con los ojos brillando en diversión cuando se volteó a ver a su amado esposo— No hagas eso, Houdini, ¿no ves que tengo una afección cardiaca? —continuó agarrándose el pecho la reina del drama— Vas a despertar al bebé araña.

Stephen resopló ante los ridículos apodos, moviéndose en la cama para quedar de frente y poder observar a Tony con los brazos cruzados y una ceja levantada.

—¿Qué estabas haciendo? — indagó, insistiendo en querer saber, porque su marido estaba inclinándose sobre el adolescente con esa mirada de confusión.

Tony abrió la boca para comenzar a explicarse (sin saber muy bien cómo hacerlo dado la naturaleza del acontecimiento) para después cerrarla y optar mejor por demostrarlo. Tentativamente volvió a llevar su mano al cabello del niño, jugando con él, y como si esa acción se tratase de un interruptor, el ronroneo volvió a escucharse, retumbando por toda la habitación, por lo demás silenciosa.

Tony señaló con su mano libre a su hijo como si eso explicara todo, dejando de acariciar la cabeza del muchacho, mientras que Stephen centró la vista en el niño con curiosidad.

—Creo que se rompió, Stephen— dice Tony mirando preocupado al adolescente. Stephen solo resopló con cierta diversión.

—No está roto, Tony— agrega el hechicero dulcemente, tratando de calmar a su esposo, quien comenzaba a mostrar signos de angustia— No sé qué sea, pero no creo que sea malo. Siempre podríamos preguntarle; quizás él sepa antes de hacer conjeturas.

Tony asintió mirando a su niño con los ojos brillantes; dicho niño comenzó a removerse contra el cómodo colchón, arrugando la nariz como un conejito, un signo adorable que significaba que estaba por despertar. Peter se estiró, bostezando en el proceso y parpadeando lentamente conforme abría los ojos. Su atención se centró en las dos figuras que lo rodeaban y cuando a su cerebro recién despertado llegaron los nombres de sus figuras paternas, esbozó una sonrisa somnolienta.

—¡Hola, chicos! — saludó lentamente, arrastrando un poquito las palabras por el sueño.

Tony y Stephen respondieron con sonrisas a juego. El hechicero se inclinó, pasando una mano temblorosa sobre los rizos esponjosos del adolescente, continuando su camino por su oreja y descansando en su mejilla, donde acarició con el pulgar. Peter se inclinó ante el toque, cerrando sus párpados para después mover la cabeza hasta atrapar con cuidado la mano del hechicero contra la almohada y poder frotar su mejilla contra la palma como si fuera un gatito buscando cariño. Sin darse cuenta, aquel curioso ronroneo volvió a rugir con fuerza en su pecho, sorprendiendo a los tres. Peter se congeló y el ronroneo abruptamente se detuvo, ocasionando que tosiera violentamente. Tony y Stephen se acercaron a su joven araña para ayudarlo a que recuperara el aliento.

Cuando todo pasó, el vigilante se removió inquieto en su lugar, con la mirada centrada en sus manos inquietas que retorcían un pedazo de sábana. Ambos adultos esperaron a que el adolescente comenzara a hablar y cuando se dieron cuenta de que no diría palabra alguna, comenzaron a interrogarlo.

— ¿Qué era lo de hace rato, tesoro? — Tony fue el primero en hablar, poniendo cariño en sus palabras y usando un apodo amoroso para tranquilizar a la arañita.

—Puedes decirnos lo que sea, Peter— Stephen habló, atrayendo a Peter hacia sus brazos, brindándole consuelo y seguridad. Peter vaciló sin saber cómo iniciar.

—Es… es algo de Spider-Man— la voz de Peter era un susurro. Algunas lágrimas se asomaron por la esquina de sus ojos y no sabía por qué. O quizás sí sabía: tenía miedo al rechazo por parte de ambos hombres. Inhalando profundamente y exhalando suavemente, continuo—  Apareció hace dos meses cuando estaba feliz en mi cama con sábanas limpias después de cenar con May. Lo investigué y al parecer hay una araña que ronronea, ¿sabes? La araña lobo, que lo hace cuando busca pareja—ante sus últimas palabras no pudo evitar sonrojarse y desviar la mirada— aunque yo no he atraído pareja… solo… solo lo hago cuando estoy feliz, a gusto y me siento protegido y seguro.

Ambos hombres tenían miradas de sorpresa para después pasar a una de diversión ante la evidente incomodidad del niño.

—¿Por qué no nos lo dijiste, Underoos?

Encogiéndose de hombros, Peter tomó el valor para observar a su mentor.

—Es raro… Siento, siento que me estoy convirtiendo en… en cualquier cosa que no es humano.

Peter confesó, atragantándose con un sollozo, sintiendo algo de miedo. Stephen, al sentir la angustia del adolescente, lo acercó más hacia su pecho, acomodándolo en su regazo para después mecerlos a ambos de un lado a otro. Tony también se acercó y comenzó a pasar su mano contra la espalda del adolescente.

—Si lo sabían, me iban a alejar de ustedes por ser demasiado raro—Sin resistirse, Tony tomó entre sus manos el rostro de su araña, para limpiar sus lágrimas y darle consuelo.

—No es demasiado raro, niño.  Has hecho otras cosas más raras, como dormir en el techo o hacer tu tarea ahí—había cierta diversión en la voz de Tony, quien audazmente ignoraba la mirada asesina del hechicero— y aun así te queremos. Stephen y yo lo hacemos y nada nos hará hacer que te amemos menos; así te salgan ocho patas y seis ojos, no te alejaremos. Estás atrapado con nosotros para siempre.

Stephen resopló y Peter rió acuosamente. Tony asintió satisfecho por haber calmado al niño y haberlo hecho reír. Acercándose a sus dos chicos, Tony se unió a los abrazos, dejando sin escapatoria al adolescente al estar atrapado entre ambos adultos; no es que se quejara. Peter prácticamente se derritió entre ambos, ronroneando felizmente cuando Stephen comenzó a rascarle la nuca. Ambos hombres se miraron con sonrisas cariñosas ante lo adorable que era su cría de araña. Tony se inclinó y besó la frente del adolescente mientras Stephen hacía lo mismo y besaba la coronilla de su cabeza.

Je, mira, qué ironía, ellos que dijeron alguna vez en el pasado que nunca tendrían hijos, estaban aquí ahora consolando a uno. Un adolescente, para variar, con poderes de araña y complejo de superhéroe y sin siquiera ser suyo realmente.

—Te amamos mucho, Peter, prácticamente te hemos adoptado extraoficialmente y estamos contigo en el largo plazo— añadió Stephen en tono suave.

Peter sonrió y rio, su risa con un toque aún infantil en los brazos de sus padres.

—Así que, bambino, esperemos poder seguir escuchándote acelerar tu pequeño motor.

La sonrisa maliciosa de Tony se ensanchó aún más por las protestas de su joven araña y el resoplido de su marido.