
La noche en Hell’s Kitchen estaba cubierta de un aire helado, el viento cargado del aroma de pinos y galletas recién horneadas que escapaban de las ventanas iluminadas hasta todos los rincones de aquel lugar. En un pequeño apartamento, el de Matt Murdock, los preparativos para la fiesta estaban en marcha ¿Lo mejor? había pasado un año desde que Matt y Frank decidieron tener algo formal, compartiendo no solo su vida diaria juntos, sino también un vínculo profundo que ambos habían aprendido a valorar más de lo que podían expresar con palabras antes, pero ahí estaban y este día tenía que ser perfecto o al menos Matt iba intentar que fuera así.
Matt quería que esa noche fuera especial, un recuerdo que quedará grabado en sus mentes para siempre y mientras terminaba de ajustar los detalles en la sala, Frank entró al departamento luego de venir de su trabajo de hoy, el sonido de sus pasos inconfundible para los sentidos agudos de Matt, que le indicaron su llegada.
"Bienvenido a casa, Frank", saludó Matt con una sonrisa tranquila, girándose hacia la puerta para abrazarle y sentía que estaba muy fría su ropa.
Frank, con su mirada seria y su andar de siempre, dejó caer su mochila junto a la entrada y a pesar de su expresión dura, sus ojos se suavizaron al ver la decoración navideña que Matt había puesto. Estás eran luces cálidas, que adornaban las paredes y un pequeño árbol en la esquina emitía un brillo dorado, y el aroma a vino caliente llenaba el ambiente, lo que volvía todo tan mágico como una película navideña.
"¿Todo esto es para nosotros?", preguntó ese hombre, sorprendido de que su pelirojo favorito fuera capaz de algo así sin ayuda.
"Para ti", corrigió Matt, acercándose para besar suavemente la mejilla de Frank, colocándole un gorro navideño, "Quiero que esta noche sea perfecta para mi cachorro".
Frank dejó escapar una risa baja algo apenado ya que no estaba acostumbrado a tantos halagos aún, pero en un gesto dulce, rozó la barbilla de Matt con su nariz antes de asentir, "Entonces mejor no perdamos tiempo, mi dueño" y es así que la celebración navideña inició para ellos dos.
Matt lo guió al baño, donde una tina de agua caliente los esperaba, el vapor llenaba el espacio, mezclándose con el aroma a cereza y pino que Matt había elegido para relajar a Frank. Con movimientos lentos y seguros, Matt comenzó a desvestirlo, desabrochando cada botón con cuidado, dejando que sus dedos rozaran la piel de Frank como si estuviera desnudando algo más que su cuerpo, también su alma de alguna manera y no podía decir que no amaba ver el cuerpo de su amado, ya que él pelinegro tenía un cuerpo muy atractivo.
"Vienes cansado... Déjate llevar esta noche", susurró Matt, su voz baja pero cargada de muchos mensajes que solo su cachorro iba a entender.
Frank, siempre indeciso a mostrarse vulnerable, asintió y cuando estuvo completamente desnudo, Matt lo ayudó a entrar en el agua, sus manos firmes y cuidadosas. Y claro, se unió a él poco después, colocándose detrás para rodearlo con sus brazos y quedarse pegado a su cuerpo.
"Eres todo lo que necesito", dijo Murdock, dejando un beso en el hombro de Frank mientras se bañaban. El agua parecía lavar más que el cansancio físico y cada caricia, cada palabra susurrada era una promesa de amor eterno entre esos dos hombres que habían sido unidos de maneras muy peculiares.
Más tarde, ya vestidos y envueltos en ropa cómoda y navideña, se sentaron a la mesa. Matt había preparado una comida sencilla, con un par de copas de vino tinto, galletas caseras decoradas con pequeños toques de chocolate y un pastel que había comprado especialmente para la ocasión que estaba hecho con harina de hotcakes.
"¿Tú hiciste todo esto?", preguntó Frank, levantando una ceja mientras mordía una galleta y se lamía los labios tal cual como un perro.
"Con un poco de ayuda de Karen, ella hizo que se vieran bien obviamente", admitió Matt con una sonrisa, dando a entender que todo lo demás era suyo, incluido el vino.
Frank se rió por lo bajo, sorprendido por el esfuerzo que ese hombre había puesto en la noche y durante la cena, hablaron de recuerdos, de sueños a futuro y de cosas que usualmente no compartían en los días llenos de acción.
"No sé cómo aguantas todo esto", confesó Frank de repente, su voz seria y Matt tomó la mano de él y la sostuvo con firmeza, "Porque tú lo vales, porque tú eres mi refugio, mi hogar y diste calidez a esta casa, tal cuál como la navidad".
Frank apretó su mano en respuesta, sus ojos brillando con algo que no necesitaba palabras para ser comprendido y agradeció esos segundos de silencio que hubo entre ambos.
Es así, que cuando la noche avanzó, el pelirojo se levantó del sofá, extendiendo una mano hacia su pareja, "Ven conmigo, cachorro, que aún falta una cosa más por hacer".
Frank lo siguió hasta la habitación, donde la luz del árbol se filtraba suavemente, creando un ambiente cálido e íntimo. Y sin dejar más segundos pasar, Matt lo tumbó con cuidado sobre la cama, inclinándose sobre él, dejando que sus labios encontraran los de su cuerpo, en un beso lento y apasionado que encendió las llamas en ambos.
"Eres mío, ¿Lo sabes?", susurró Matt contra su boca, su tono firme pero lleno de cariño y le volvió a besar con fuerza.
Frank asintió, dejándose llevar por el deseo que se formaba entre ellos. Las manos de Matt exploraron cada rincón del cuerpo de su hombre, tocándolo con una mezcla de anhelo y necesidad. Y por su parte, Frank respondió con gemidos bajos, sus manos aferrándose a los hombros de Matt, como si temiera que pudiera desaparecer en una noche tan hermosa.
El ritmo de sus cuerpos era una danza perfecta, lenta al principio, pero aumentando en intensidad con cada momento hasta ya estar sin ropa ambos. Matt no dejó de susurrar palabras de amor y aliento, su voz entrecortada mezclándose con los sonidos de placer de Frank y así estuvieron quién sabe cuánto tiempo más, pero tenerse mutuamente era el mejor regalo de navidad que ambos podían pedir.
Cuando ambos alcanzaron el orgasmo, el mundo pareció detenerse, sus cuerpos se abrazaron con fuerza y sus respiraciones estaban entrelazadas mientras el reloj marcaba finalmente el cambio de día.
"Feliz Navidad, mi cachorro", murmuró Matt, besando suavemente la frente de Frank con dulzura y su nariz igual.
"Feliz Navidad, Matt", respondió Frank, su voz llena de emoción y algo de timidez.
Y así, envueltos en el calor de su amor y la promesa de estar juntos, se quedaron dormidos. Abrazados bajo las luces parpadeantes del árbol navideño y dejando que la magia de la Navidad los envolviera por completo durante el resto de la noche y hasta el amanecer.
FIN.