
Chapter 4
Gaara se quedó allí, pensando en lo que sucedió antes-¡Espera!, no debemos- las palabras resonaron en su mente mientras intentaba entender a que se refería su hermano. Lo dijo como si estuviera mal pero, ¿desde cuándo estar cerca de su hermano estaba mal? Era cierto que el pelirrojo no solía hacer ese tipo de acercamiento, pero había pensado que era un nuevo impulso para compartir emociones; Pensó que Kankuro estaría feliz, pero no lo estaba. Gaara no tenía malas intenciones, solo quería aliviar la tensión que había estado molestando a su hermano y a el mismo por un tiempo, al principio parecía que estaba haciendo un buen trabajo, pero luego algo se apoderó de él, fue como un transe; los ojos de Kankuro eran hipnotizantes y su cuerpo era magnetizante y cálido, contrastando la noche oscura y el frio de esta. Los labios del shinobi de rostro pintado parecían suaves y tentadores, pero su lastimado rostro y cuerpo hacían que su estomago se revolviera. Aún así la casi inexistente luz que proporcionaban las estrellas hacia que Kankuro se viera hermoso, y su sonrisa anterior y su postura relajada le dieron un aire de paz y tranquilidad; algo extraño en el maestro de marionetas. Luego la mirada seria y un poco sorprendida que le estaba dando cuando comenzó a acercarse era irresistible. Gaara no sabía lo que iba a suceder, pero ni por un segundo sintió que estaba mal, incluso cuando un revoloteo se formaba en su estómago y su cara estaba un poco caliente. Era algo nuevo y desconocido para el Kazekage, pero se sintió bien hasta que el precioso silencio fue interrumpido por esas palabras llenas de... ¿culpa? ... ¿miedo? ¿O tal vez arrepentimiento?, era casi tóxico para el shinobi con la marca de amor.
Cuando regresó a su habitación, una sensación no tan buena reemplazó a la que tenía antes; no podía describirlo del todo, estaba vacío y algo decepcionado, pero no lo admitiría.
En el momento en que su hermano se había apartado de él, Gaara había sentido frío; le había hecho algo malo a su hermano y quería irse. Cuando lo dijo, Kankuro parecía no querer que lo hiciera-¡No es tu culpa!- Pero eso solo ayudó a Gaara a saber con certeza que lo que hizo fue un error, entonces se fue. El castaño parecía que iba a detenerlo, pero no se movió y Gaara no podía explicar por qué eso lo molestaba.
Aún tenía trabajo por hacer, pero no podía concentrarse en él, así que se acomodo para dormir. El futón no se sentía tan suave como la piel de Kankuro se veía, y se sentía más frío que antes de dejar la habitación para ir a la de Kankuro, y mucho más frío de lo que se sentía en dicha habitación. Su boca se volteo en una mueca de desdicha y lo que serian cejas se fruncieron tristemente, nerviosamente, probablemente haciéndolo ver como un cachorro triste. Cubrió todo lo que pudo entre el futón, agarrándose de las sábanas, ocultándose la boca y la nariz lo más posible, porque la cobija no podía llegar más lejos para cubrir toda su cabeza. Mantuvo su agarre en el borde de la manta y miró hacia el techo, el olor limpio del detergente lo ayudó a calmarse, olía a lavanda y el algodón comenzó a sentirse lo suficientemente suave como para hacerlo comenzar a quedarse dormido hasta que la imagen inesperada de un campo de lavanda y las plantas de algodón lo ayudaron a cerrar los ojos por completo-Mañana será un gran día-fue su último pensamiento antes de quedarse completamente dormido.
...
El sol salió y los primeros rayos de luz iluminaron la cara del Shinobi. Cerró los ojos fuertemente mientras la repentina luz lo molestaba, tratando de cubrir todo su cuerpo entre las sábanas pero era inútil, el futón no era lo suficientemente grande-Grande-la idea lo hizo mirarse a sí mismo y su rostro se volvió en un gesto molesto y una mirada triste. Se sentó y miró a su alrededor, su cuerpo sin dormir lo hizo incapaz de levantarse, así que se dejó caer de nuevo sobre el algodón. Tenía bolsas debajo de los ojos, ya estaban allí antes, pero ahora deben ser mucho más grandes, su cuerpo dolía y los recuerdos de la noche anterior le revolvieron el estómago por la culpa. Cada momento que pasaba lo hacía odiar su decisión aún más. Se paso la mano por la cara y suspiro-¿Por qué soy tan estúpido?- Pensó una y otra vez hasta que la figura de su hermano apareció en su mente. Su rostro en la oscuridad, levemente iluminado por el suave resplandor de las estrellas, su pelo rojo alborotado como siempre de una manera tan encantadora, su piel pálida; casi como la nieve, pero un color melocotón la teñía, sus penetrantes ojos azul verdoso enmarcados por las líneas negras que los rodeaban, sus labios; pequeños y suaves, mientras que su expresión daba serenidad y un cómodo silencio, sus mejillas se pintaban de color rosa y la forma en que su propio corazón latía mientras jadeaba. El hombre se mordió el labio al preguntarse lo que podría haber pasado si él no se hubiera detenido en ese momento y una punzada floreció en la piel mordida, había olvidado la herida que allí se encontraba. Se lamio los labios y el sabor de la sangre llego a la punta de su lengua, y mientras se movía las heridas de sus costados también dolían, acaricio sus muñecas, también dolían. Gruño suavemente, ahora que no podía usar sus manos tan habilidosamente su trabajo de shinobi sería mucho más difícil hasta que mejorara. Se cubrió la cara con las manos y soltó un leve quejido, luego dejo que sus brazos cayeran en el suelo, sobre su cabeza, y cerró los ojos para tratar de dormir un poco. Sus rasgos mostraban una sensación desagradable y la pintura que llevaba se había arruinado por el constante pasar sobre ella durante la noche. El aliento de Kankuro se puso rígido y su cara comenzó a verse apacible, movió sus brazos y ahora sus manos se posaron en su estómago, sus dedos se enredaron el uno al otro y comenzó a relajarse. Hasta que un golpe en la puerta hizo que abriera los ojos de golpe y una mirada amenazadora se dibujara en sus facciones. Él no respondió, pero la puerta se abrió de todos modos; revelando a su hermana mayor, el titiritero se incorporó de nuevo y le dio una sonrisa cansada, su expresión se suavizó como si la brisa hubiera quitado las hierbas sueltas de un jardín. Y, oh, "un viento" le había quitado sus "hierbas", pero no había sido una suave brisa ni las hierbas que hubiera querido; las muertas, pero en cambio todo lo que quería conservar, era más bien como una tormenta que se lleva los pétalos de cada flor, y cada vez que uno quería crecer, el viento volvía. Pero su hermana no era esa tormenta; ella era la brisa. Temari le devolvió una sonrisa preocupada y entró en la habitación, arrodillándose junto a su hermano y fijando sus ojos en los suyos. El shinobi de arena se estremeció un poco y por un momento pensó que iba a recibir otro sermón, pero en cambio su hermana le acarició el pelo y palmeo su cabeza suavemente, calmando a Kankuro como hubieran deseado que su madre pudiera haber hecho cuando eran jóvenes. Kankuro se relajó y se inclinó para recibir más de esa caricia, haciendo reír a Temari. Sus hermanitos eran tan irremediables. Luego acarició un lado de su rostro, sus orejas y mejillas cubiertas por su calor. Inclinándose más cerca, ella besó la parte superior de su cabeza, cerca de su frente y la acercó a su pecho en un abrazo, sin dejar de acariciarlo suave y amorosamente. Las manos de Temari eran tan suaves y cálidas, su respiración era lenta y calmada y Kankuro podía oír los lentos pero fuertes golpes de su corazón sobre su pecho. Se sentía sin fuerzas y no podía-no quería moverse, respiró profundo y lento, cerró los ojos y finalmente se quedo dormido en los brazos de Temari.