
Contrato
Hoy era un día especial, hoy nuestra protagonista principal de esta historia cumple veinte años de vida.
La noche anterior Haku le dio un té de manzanilla a la matriarca de la familia,* para que pudiera conciliar el sueño después de que llegara totalmente agotada de su trabajo como consejera, mascullando en voz baja que esta era la venganza de Tsunade por tardar tanto en volver mientras se disponía a seguir leyendo y ordenando informes, solo para ser detenida por Itachi y ser llevada como un saco de papas por Zabuza a su habitación; todos dándose cuenta lo cansada que estaba porque ni siquiera intento pelear contra el espadachín. Kakashi se encargo de acomodar la cama para que pudiera descansar y Kimimaro cerró las cortinas de su habitación para que no le molestara la luz lunar. Naruto y Sasuke se quedaron con ella en la cama hasta que se durmió, controlando así que no intentara retomar su trabajo.
Después que Chieko cayo rendida en los brazos de Morfeo los menores se fueron de la habitación, no sin antes dejar castos besos en las mejillas pecosas de la mujer, deseándole buenas noches. Al salir entre todos los hombres de la casa asintieron entre si, cada uno yéndose a sus habitaciones a dormir, los dos mayores comprobando que todo estuviera en orden antes de descansar.
En el presente los hombres estaban todos despiertos y ordenando lo más silenciosamente posible la casa, para no perturbar el sueño que tanto necesitaba la única mujer, controlando que el reloj biológico de ella no les traicione el día de hoy.
Kakashi e Itachi estaban en la cocina preparando el desayuno, siguiendo cuidadosamente los pasos escritos en una caligrafía envidiable en aquel cuaderno de tapa bordó, tratando de ser lo más perfeccionistas posibles en la preparación de los hot cakes junto a los tocinos y los huevos revueltos, Itachi picando las fresas y poniéndolas en un tazón junto a los demás frutos rojos, tratando de recordar cómo era que Chieko se hacia el café batido a mano. Aquel libro les salvo la vida, lo detallista que era la pelinegra se reflejaba incluso en su escritura, habiendo anotado paso por paso recetas que conocía de su vida anterior con algunas connotaciones propias de cómo los hacia ella.
El libro nació después de una pregunta inocente de parte de Naruto sobre las diferencias de cultura, donde Chieko explico que en lo que más se notaba era en la comida; y cuando preguntaron si podía demostrarlo les cocino toda esa semana algunos platillos típicos de su cultura, viendo la diferencia. Al quedarse enamorados de las pizzas caseras la pelinegra escribió la receta en ese libro desocupado, para después día a día ir rellenándolo con mas recetas de lo que le pedían que les enseñe.
Mientras los dos usuarios del Sharingan realizaban sus labores en la cocina; Naruto, Sasuke y Kimimaro se dedicaban a limpiar el lugar a fondo: Naruto encargándose del patio trasero junto a las huertas y flores de su madre, Sasuke de las habitaciones del brazo derecho de la casa y Kimimaro del lado izquierdo. Zabuza y Haku fueron a buscar los regalos que cada uno encargo de distintas tiendas y artesanos; además de ir a buscar los presentes de Hiriko obasan y Akiyama ojisan porque conociendo a los ancianos estos tratarían de ir cargando solos las monstruosas cantidades de bolsas, que por lo que saben, siempre le regalan a la joven mujer.
-¡Momochi-san! ¡Ena-san!-
Los dos ex-mercenarios se detuvieron confundidos, a pesar de que ambos eran aceptados por los civiles y ninjas en conjunto muchos no se atrevían a acercárseles directamente como ahora.
Hayate Gekkō corría en su dirección mientras llevaba algo protegido en sus brazos. Los dos jōnin esperaron a que se pusiera al día con ellos antes de que el más alto le espetara molesto.
-¿Qué quieres?-
-Zabuza…-
-Arigatō por esperar- el hombre trataba de recuperar el aliento mientras hablaba- Tengo entendido que hoy es el cumpleaños de Chieko-san ¿Verdad?-
Zabuza estaba por gruñir y mandarlo a la mierda cuando Haku se le adelanto al ver las intenciones de su protector.
-¿Para qué desea saberlo Gekkō-san?-
-Um, bueno, yo… quisiera darle este regalo como agradecimiento; estoy en deuda con ella por siempre aunque me diga que no es necesario y bueno, cuando oí que hoy es su cumpleaños le quise dar algo como una muestra de mi gratitud-
Tal vez dicha explicación hubiera sido suficiente para ellos y hubieran accedido al pedido sin más, pero cuando vieron como el rostro del hombre se iba sonrojando poco a poco a medida de que hablaba fue suficiente para provocar acidez en sus estómagos, los celos cobrando vida.
Si antes era difícil acercársele a la pelinegra con los dos pre-adolescentes dispuestos a ahuyentar a cualquiera que presentara algún interés por ella pues ahora era imposible, los siete hombres que vivían con ella protegían a la mujer como lobos a su alfa, pareciendo ante los ojos de los pretendientes bestias dispuestas a arrancarles la yugular ante la orden de Chieko.
El usuario de hielo logro ocultar su malestar en una sonrisa, recibiendo el paquete con poderosas ganas de congelarlo ahí mismo. Cuando el hombre se despidió siguieron con su camino, el mayor de ellos teniendo un debate interno sobre si debían destruir aquella cosa o dejarlo pasar por esta vez.
Tierra, pólvora, humo, sangre… sus sentidos aturdidos desorientándola por completo; su cuerpo sin responder a sus ordenes de levantarse y ver cuántos de sus hombres salieron heridos. Cuando pudo coordinar sus movimientos se arrodillo con lentitud, su visión borrosa dificultándole ver cuánto daño causo aquella granada. Cuando su visión se alineo se dio cuenta de la sangre chorreando de su oído izquierdo junto a la carne desgarrada de su cadera, su cerebro apenas registrando el dolor ante su estado de confusión y shock. Con movimientos torpes vendo con lo que le quedaba intacto de su uniforme desde su vientre hasta su cadera, formando un nudo firme para evitar desangrarse por culpa de la metralla que quedo varada en su carne. Con manos temblorosas se inyecto la morfina, suspirando ante la pérdida de dolor paulatina. Sus compañeros de escuadrón estaban en la misma situación, desorientados y heridos, mas no muertos.
¿Cómo? ¿Cómo están todos vivos si una puta granada de las más potentes cayó en medio de su trinchera?
Parece que todos tuvieron el mismo pensamiento, todos dirigiendo su mirada al lugar donde recordaban haber visto caer aquella arma explosiva, cuando jadeos horrorizados y algunas arcadas se hicieron presentes. Sus ojos mieles se dirigieron al mismo lugar que al de sus compañeros, copiando la misma expresión de horror. Ahí en medio estaba el cuerpo destrozado de Mike, el más pequeño de su escuadrón y lo que para ellos significaba su símbolo de esperanza. El niño se lanzo sobre la granada sacrificándose por los demás, muriendo como un héroe. Las lagrimas quisieron caer de sus ojos cuando oyó a esos malditos hijos de puta acercárseles; uso la rabia, la tristeza, el horror y la desesperanza que hervía en su pecho como combustible para tomar su fusil, levantarse ignorando el dolor punzante en sus caderas e iniciar una ráfaga de balas contra todos esos malditos bastardos desgraciados, sintiendo como la euforia corría por sus venas al verlos caer ante sus municiones. Su ira no disminuía, iba en aumento ante cada recuerdo que le asaltaba con el pequeño Mike, aquella luz de esperanza que estos hijos de puta se encargaron de destruir. Dejándose llevar por todos esos sentimientos, en especial por el odio ante sus enemigos salió de la trinchera con sus cuchillos en manos soltando un grito que resonó sobre las explosiones, yendo directa a acabar con estos bastardos seguida de sus compañeros que estaban iguales o peor que ella mentalmente. Cuando choco con el primer soldado le desgarro la garganta, rematándolo con una puñalada directa al corazón mientras descargaba su furia en gritos desgarradores, yendo por el siguiente.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, diez, catorce, veinte… no fue capaz de registrar a cuantos mato ese día, solo recordando cuando uno de los suyos le detuvo de seguir desgarrando el pecho de aquel ultimo enemigo a cuchillazos desenfrenados, quitándola con toda la delicadeza que podía juntar mientras la llevaba con el médico de las trincheras, nadie sabía donde terminaba su sangre y donde comenzaba la de los otros sobre los restos de su uniforme. Solo recuerda cuando les pidió que recogieran los restos de Mike, que merecía ser enterrado en su hogar y no en esta tierra abandona por Dios.
Mientras el médico hacia lo posible con los escasos recursos con los que contaban ahora mismo para extraerle la esquirla incrustada en sus carnes rasgadas, su mirada opaca recayó sobre la figura que se puso a su lado, reconociendo a la persona que le miraba con lastima. Odiaba esa mirada. Cuando le estaba por decir que diga sus razones para venir a verla o que se vaya a la mierda un collar se puso frente a sus ojos, sorprendiéndola. Antes de que alguien lo registrara tomo con todas sus fuerzas el cuello de la remera del tipo, estampillándolo contra la pared y reabriendo sus heridas. Cuando exigió saber porque tenía tal posesión en sus manos y la persona iba a responderle…
Despertó.
Sus ojos dorados escanearon frenéticos el lugar donde se encontraba, su respiración errática ante la adrenalina que corría por sus venas, sus manos sosteniendo fuertemente el kunai debajo de su almohada, aun un poco desorientada al rememorar de forma tan vivida los recuerdos crudos de la guerra. Cuando fue capaz de reorientarse y recordar que ya no estaba en medio de las trincheras del ejército de los EEUU, sino que en su propia casa en otro mundo completamente distinto, pudo relajarse de nuevo.
Durmió demás.
Desde que las pesadillas empezaron jamás pararon, y después de miles de noches de insomnio y pastillas para dormir se dio cuenta que mientras durmiera lo necesario para poder ser un humano funcional durante el día las pesadillas no llegarían, por lo que su reloj biológico ya sabía que siempre debía despertarse antes que el sol o cuando sale para así evitar despertarse sudando frio mientras los recuerdos crudos le torturaban.
La única vez que las pesadillas se fueron y podía dormir más de seis horas seguidas fue cuando empezó a dormir con Dean; su esposo dándose cuenta de sus pesadillas y haciendo de todo para hacerle olvidar. No fue necesario tanto, con solo sentir sus musculosos brazos rodearla protegiéndola de la oscuridad y sus dulces besos que le hacían olvidar hasta su nombre fue suficiente para ella. Cuando murió las pesadillas volvieron peor, convertidas en terrores nocturnos imposibilitándole dormir, solo cuando quedaba inconsciente a causa del alcohol podía descansar. Después con las docenas de pastillas experimentales que tomaba por día para poder sobrellevar su enfermedad era un milagro que estuviera consciente por más de doce horas.
Ahora con más de cinco décadas encima y cursando una segunda vida llego a una tregua con su mente, teniendo de vez en cuando alguna que otra pesadilla sobre sus años en el campo de batalla. o sobre cuando Dean murió y ella se convirtió en un vacio andante, o sobre su muerte sacrificada. A veces solo eran recuerdos (como ahora), y otras eran imágenes o visiones de los hubiera que podrían haber ocurrido que lastimaban mucho más a su maltratado corazón que sus memorias.
Cerró sus ojos cuando reconoció aquel par de chakras que le acompañaban desde que llego aquí, ocultando su sonrisa divertida al oír los pasos ligeros en su dirección, guardando el kunai de vuelta dentro de su almohada. Cuando los sintió subir a su cama espero paciente a que se pusieran a su lado, tomándolos por sorpresa al agarrarlos y arrastrarlos con ella bajo las sabanas, haciendo que quedaran bajo sus brazos mientras ella se acomodaba boca arriba y les sonreía divertida sin abrir los ojos todavía.
-¡Okāchan, suéltanos!-
-¡Chieko!-
-No, quiero seguir durmiendo y no puedo si no tengo a mis personas favoritas para abrazar conmigo. No tienen opción-
-¡Pero Okāchan!-
Era sabido que Naruto solo se quejaba porque podía hacerlo, en ningún momento haciendo algún movimiento para escapar del agarre mortal de su madre, siendo tan descarado como para acomodarse para seguir con lo que les pidió la mayor. Sasuke no opuso resistencia alguna, sabiendo que es una batalla perdida desde el principio.
-Chieko, tienes que levantarte-
-No quiero- se acurruco aun mas en su almohada, tapando a los muchachos junto a ella con sus sabanas blancas- Buenas noches~-
-Onēsan-
Haku miro divertido como los dos pre adolescentes que mandaron a despertar a la cumpleañera se encontraban cómodamente aprisionados en los brazos de esta, bien acurrucados junto a ella. Entro a la habitación directo a las ventanas y corrió las cortinas lilas, dejando que la luz solar entrara por fin. Después se acerco a la cama donde descansaba aquel trió, tratando de sacarlos de la cama cuando su brazo fue agarrado por una mano mas grande, tirándolo con fuerza hacia el lecho de la mayor quedando encima de ella. Antes de que pudiera registrar que había pasado fue envuelto en cálidas sabanas junto a una mano posada suavemente sobre su cabeza.
-¡Onēsan!-
-Shhh Haku, estamos tratando de dormir-
Las suaves risitas del rubio junto al bufido divertido del azabache fueron suficientes para provocarle una sonrisa, dejándose llevar y cerrando sus ojos esperando al próximo que mandaran. `` La cama no es tan grande para recibirlos a todos´´, piensa el adolescente divertido.
Pasaron quince minutos cuando la próxima persona fue a la habitación, Zabuza bufando divertido ante la tierna imagen mientras negaba con la cabeza.
-Levántate y suelta a los chicos Chieko-
-No quiero-
Su ceja tembló ante la respuesta infantil que dio, cubriéndolos a todos con las sabanas ignorándolo a propósito.
-Bueno, ya que no quieres levantarte tendré que ir yo a ver tu huerta y plantas-
-¡Ni se te ocurra tocar a mis bebés Zabuza!-
A paso veloz la mujer se levanto de la cama, tomando una muda de ropa y cerrando con fuerza la puerta del baño privado, diciendo que en quince minutos estaría lista mientras se escuchaba la ducha de fondo.
Los menores gimieron ante la pérdida de calor, mandándole miradas fulminantes al moreno por hacer que se levantara y los abandonara. El mayor se rio de ellos de forma burlista, saliendo de allí al haber cumplido con su misión.
Los tres acomodaron la habitación de la mujer en lo que esta tardaba en asearse, mirando con ojos enojados la pila de papeles en el escritorio de ella. Terminaron justo cuando Chieko salía completamente lista del baño, dejándolos sorprendidos al dejar su pelo totalmente suelto. Cuando se dio cuenta de que todo estaba ordenado les dio una sonrisa agradecida, sus manos desacomodando sus cabelleras en una caricia dulce.
Así los cuatro fueron hasta el comedor, la mayor deteniéndose en seco al ver el tipo de comida en la mesa. Sus ojos se abrieron en asombro, ella iba con la idea de que tenía que hacer el desayuno porque pareciese que todos se levantaron antes que ella. Cuando quiso pedir alguna explicación Kakashi llego a su lado y la escolto hasta tu lugar en la mesa, siendo todo un caballero al sacar la silla por ella y acomodándola con delicadeza. El peliplata solo sonrió debajo de su máscara ante la ceja arqueada de la pelinegra. Antes de que pudiera hablar una taza se le puso en frente, Itachi sonriendo inocente ante su expresión cuestionadora. Tomo el objeto entre sus manos, sus ojos brillando al reconocer el exquisito aroma del café batido en sus manos. No se dio cuenta como todos esperaban expectantes su primer sorbo, suspirando aliviados cuando sonrió suavemente después de probarlo.
-Okāchan-
Chieko levanto su mirada dorada de su taza de café, sus ojos curiosos ante el llamado de su hijo.
-¡Feliz cumpleaños!-
Fueron puros reflejos que logro apoyar la taza en la mesa antes de recibir el cuerpo de su hijo en sus brazos, su mirada conmocionada causando risas en los demás al pensar que el abrazo le tomo por sorpresa.
``Lo olvide´´
Desde que murieron los Uchiha no volvió a festejar su cumpleaños, siendo un hecho insignificante para ella desde el día en que murieron sus padres, festejándolo solo porque Caden y Dean eran lo suficientemente insistentes para hacerle ceder, y desde que murió su esposo directamente dejo de tener en cuenta esta fecha, solo aceptando ir a un bar y tomar algunas copas como festejo. Cuando llego a este mundo Mikoto era una de las que mas insistía en que festejara, por lo que cuando murió también se fueron con ella sus ganas de celebrar.
Logro salir de su conmoción para devolverle el abrazo a su hijo, seguido de varios más de parte de todos los miembros de su familia. Cuando se separo de Kimimaro la sonrisa que les dio humillaba al sol, el amor y cariño desbordando de sus ojos dorados al mirar a sus muchachos. Desayunaron entre charlas divertidas, los hombres conociendo de sobra que a Chieko le gustaba cuando disfrutaban de las comidas entre conversaciones. Les dio besos en las mejillas a los dos cocineros en agradecimientos por tan delicioso desayuno, provocando que los otros se quejaran en voz alta lo injusta que era al besarlos solo a ellos cuando todos ayudaron con la casa. Entre risas la pelinegra les beso en la mejilla a todos, Sasuke casi desmayándose cuando casi recibió el beso en la comisura de sus labios al moverse sin querer.
A la hora del almuerzo su casa se lleno de personas, su equipo siendo los primeros en llegar y casi asfixiarla en un abrazo grupal; después llegaron Hiriko obasan y Akiyama ojisan que alegres le abrazaron para luego ser escoltados por los menores adentro; Shinobu-sensei y Gai-sensei llegaron juntos, Gai soltando lagrimas de felicidad pura al ver a su primera discípula tan radiante; por ultimo llegando Jiraiya y Tsunade, esta ultima cargando consigo tres botellas de sake provocándole unas risas a la pelinegra.
Aun con todos sus intentos de alejar a Chieko de la cocina cuando todos se distrajeron con algo silenciosa llego y se puso a condimentar la carne, solo para ser echada por una indignada Hiriko cuando le descubrió, ordenándoles a los menores que no le dejaran pasar a la cocina. Sus compañeros de equipo fueron suficientes para distraerla, Hideo y Daiki llevándola al patio trasero para mostrarle nuevos movimientos coordinados mientras Kenshin les vigilaba que no destruyeran el lugar.
El almuerzo fue animado, comiendo en el jardín rodeados de flores al ser demasiados para el comedor. Tanto Kenshin como Daiki se dedicaron a contar anécdotas vergonzosas de la pelinegra, Hideo siendo el único que se apiado de ella y enojándose juntos cuando mencionaron frente a todos el momento en que ambos se perdieron en el país del agua por perseguir un conejo herido, devolviéndoselas contando cuando el moreno y el rubio fueron engañados por unos gitanos donde le robaron todo lo de valor y si no fuese por Hideo y Chieko hubiesen dado por perdido para siempre sus pertenencias. Todos terminaron riendo a carcajadas de las desgracias del equipo Kenshin, hasta Kimimaro y Sasuke bufando divertidos ante las peleas infantiles del cuarteto.
Cuando llego la hora de los regalos los muchachos los llevaron a todos a la sala de estar, dejando que fuese Naruto quien le diera su primer regalo. El niño le dejo en su regazo con una gran sonrisa una caja naranja atada con un lazo azul, provocándole una sonrisa a Chieko ante la elección de colores. Abrió con cuidado el regalo, sus ojos abriéndose de la sorpresa ante lo que había adentro: un relicario de plata en forma de corazón reposaba en el medio, levantándolo con gran delicadeza ante tan hermosa pieza, viendo de cerca el grabado de su nombre en el medio del corazón. Miro a su hijo con ojos cristalinos, este con movimientos ansiosos le pedía que lo abra. Cuando lo hizo una sonrisa acuosa se dibujo en su rostro, ahí dentro había tres fotos: en la tapa de la izquierda estaba la ultima foto que se saco con su equipo, los cuatro sonriendo a la cámara haciendo la misma señal de la paz; en la tapa derecha había una foto vieja de ella con Hiruzen, ambos sonriendo por algo que dijo la pelinegra; y en el medio estaba la foto mas reciente que se sacaron , estando los siete hombres de la casa rodeándola a ella mientras todos sonreían a su manera a la cámara: Zabuza detrás de ella con su mirada seria y las vendas ocultando la mitad de su rostro, Kakashi e Itachi a sus costados cada uno con una mano apoyada de forma casual en sus hombros; y los cuatro menores frente a ella con Naruto y Sasuke en el medio y Kimimaro y Haku en las orillas con las manos de Chieko en sus hombros.
Chieko tomo a su hijo y unió sus frentes, sonriendo enternecida por tan hermoso regalo de parte de su retoño. Le abrazo y le lleno de besos hasta provocarle risas incontrolables al rubio, soltándolo después de muchos pedidos de clemencia de parte del mismo.
Un tímido Sasuke fue el siguiente, entregándole una caja similar pero de color azul marino con una cinta blanca atándola. Al abrirla se encontró con una horquilla de plata con detalles dorados, una flor de loto de oro decorada con perlas coronando el adorno. Acerco al azabache, besando su frente descubierta con cariño para luego seguir con sus mejillas, los demás viendo como el Uchiha menor dejaba de funcionar al irse toda su sangre a las mejillas.
Y así siguieron todos, cada uno recibiendo besos y abrazos de agradecimiento. Kakashi le regalo un nuevo adorno para las vainas de sus espada: un circulo de jade verde unido a una borla roja; Itachi un nuevo par de pendientes con dos jades morados colgando en forma de gota; Haku le obsequio un nuevo conjunto de ropa que necesitaba urgente ante su habilidad innata de destruir su ropa en batallas; Kimimaro un cuaderno artesanal de dibujo con un juego de pinceles nuevos; Jiraiya un par de libros de portadas sospechosas; Tsunade un libro de herbolaria y otro de venenos; Shinobu un conjunto de senbon personalizados; Gai un conjunto spandex verde que hizo volar la imaginación de cierto escritor pervertido; Kenshin, Daiki y Hideo una pulsera cosida de cuero con un dije de lobo aullando tallado en cuarzo blanco mostrando cada uno el suyo diciendo que combina con sus tatuajes; siendo Zabuza el ultimo en entregarle su regalo con un leve sonrojo en sus mejillas.
Curiosa abrió el paquete liviano que puso sobre su regazo, mirando asombrada lo que allí se encontraba: un haramaki morado casi completamente igual al que tenía anteriormente que fue destruido en la pelea contra Tayuya, teniendo que usar un obi que Hiriko obasan le dio para sostener sus espadas.
-Zabuza me pidió que hiciera un haramaki senninbari (cinturón de las 1000 puntadas) cuando el tuyo se destruyo por completo-
Chieko jadeo despacio ante lo que le informo la anciana mujer, tomando con cuidado aquel tejido; la mayoría confundidos sobre el significado de lo que dijo la anciana comerciante.
-Hay una creencia popular entre los espadachines que decía que cuando un soldado partía a la guerra su familia le regalaba un haramaki senninbari. Su madre, su hermana o su esposa se paraban en la calle y le pedían a las mujeres que pasaban que contribuyeran con una puntada hasta completar las 1.000, sirviendo como un talismán protector para el que le recibiera y un pedido silencioso a los dioses para que volviera convida a casa-
Todos miraron al sonrojado espadachín con sorpresa ante su dulce gesto. Este solo chasqueo la lengua molesto y desvió la mirada indiferente, sonrojándose aun mas cuando la pelinegra le abrazo para luego besarle la mejilla agradecida con el maravilloso gesto.
Al final los dos ex mercenarios le dieron el regalo del jōnin que salvo, gruñendo para sus adentros cuando el simple par de guantes para entrenar con espadas le sacara una sonrisa sincera a la pelinegra, agregando otro nombre más a su lista de los tipos que debía vigilar más de cerca.
Al caer la noche con los dos sannin completamente ebrios por querer competir contra la espadachín y perdiendo miserablemente, los invitados se fueron a su casa; la pelinegra formando cinco clones de cristal para escoltar a sus invitados intoxicados: Jiraiya, Tsunade, Shinobu, Kenshin y Daiki; Hideo ofreciéndose en acompañar a los dos ancianos a sus hogares con Gai.
Ya con todos los miembros de su familia durmiendo plácidamente en sus habitaciones después de ordenar y lavar los trastes en conjunto, después de que cada uno fuera recompensado con un abrazo cálido de parte de la cumpleañera y fuesen cegados con una sonrisa mas resplandeciente que el mismo sol; Chieko se encontraba admirando la luna desde su ventana, el recuerdo de una canción resonando en su mente.
‘Let me sing a lullaby
As you close your eyes
And as you're drifting off to sleep
How I hope that the dreams
That you find are bright…’
Sin pensarlo los versos salieron de su boca, siguiendo una melodía que solo ella podía percibir, su voz cantando suave aquella canción.
‘Love, can we meet again soon in the bluest of skies?
Where a tomorrow waits for you and I
So hold me tight one more time,
But don't kiss me goodbye
'Cause I know that I'll see you on the other side…’
Unos ojos tan hermosos como el mar mismo se materializaron frente a ella, aquellos que brillaban con tanto amor cada vez que le miraban, aquellos que buscaba siempre para sentirse segura, aquellos que extraña con tan amor y dolor guardado. Su voz se elevo unos tonos, como si quisiera que aquel pedido escrito en los versos llegaran al dueño de su corazón, permitiéndole verlo una última vez, pidiendo por favor que le abrace de nuevo mientras unen sus labios en un baile desenfrenado, espantando sus demonios con solo su toque.
‘I will think of our song when the nights are too long
I'll dream of you
For that's where I belong
Love, can we meet again soon in the bluest of skies?
Only… in my dreams,
Do we meet again… ’
Su voz se fue apagando poco a poco, el recuerdo de su amado desvaneciéndose en el aire dejando un frio instalado en su pecho, donde debería estar su corazón que le fue arrebatado cuando él partió. Las lágrimas caían silenciosas, ni un solo ruido emitió de su llanto.
`` Solo deseo que estés aquí a mi lado my love, criando juntos a este hermoso niño hasta verlo convertirse en un hombre de bien, ser lo primero que veamos al despertar y lo último que veamos al dormir, envejecer juntos en una vida pacifica lejos de la guerra y las batallas… Pero no se puede, y mi pecho se marchita cada día de tu ausencia; pensé que al morir nos volveríamos a encontrar, ahora solo deseo verte una última vez, despedirme con un último beso y llorar en tu pecho hasta cansarme…Por favor, déjame verte una última vez, por favor…vuelve´´
La luna y las estrellas fueron los únicos testigos de aquellos sentimientos resguardados con cadenas en su pecho, siendo un recordatorio constante de lo que perdió. La luna ilumino la figura derrotada de la mujer que lloraba silenciosa por su amor perdido, tratando de consolar un poco su lastimada alma, sufriendo con ella al verla acunar en sus manos con tanto amor aquellas placas, el único recuerdo que poseía de su esposo.
Se sentía tonta por llorar después de tan hermoso día que paso con sus seres queridos, pero no podía evitar que el anhelo se hiciera presente, su corazón sangrando cada vez que su mente le traicionaba al poner una imagen de Dean al lado de los muchachos, sonriéndole con tanto cariño. Los amaba, a cada uno de los hombres que vivían con ella, los que conformaba su numerosa familia.
Pero tenía miedo.
Miedo de perderlos, miedo de no ser lo suficiente para protegerlos del destino retorcido que adoraba jugar con sus vidas; miedo de volver a perderse en el dolor y que ahora no haya nadie a su lado que la rescate de su oscuridad y dolor, miedo de morir y dejarlos solos y heridos, miedo de hacer algo que les desilusionara; tenía miedo, tanto miedo.
Lloro hasta quedarse dormida, dándose el privilegio de descargar sus sentimientos en medio de la solitaria noche, siendo su único consuelo aquellas placas junto al relicario resguardados en su pecho; sus lágrimas cayendo de sus parpados cerrados aun cuando se dejo llevar por la inconsciencia.
Una semana después…
Un malestar se instalo en su pecho impidiéndole concentrarse en los papeles que tenía enfrente, su ceño fruncido alertando a su compañía.
-¿Qué pasa?-
-No lo sé… Un presentimiento tal vez-
-¿Bueno o malo?-
-Eso es lo que me preocupa, no me deja respirar-
Tsunade miro preocupada a su consejera, viendo como la diestra de ella se ubicaba sobre su pecho tomando con fuerza su ropa, justo donde el corazón habita. Antes de que pudiera seguir interrogándola Kakashi interrumpió abruptamente en la oficina seguida de la fémina de su equipo, activando las alarmas internas en ambas mujeres.
-¿Qué paso Kakashi?-
-Naruto y Sasuke no se encuentran por ningún lado, hoy teníamos entrenamiento y ya pasaron tres horas desde que fuimos a buscarlos cuando no llegaban-
Sakura informo con lágrimas ya formándose en sus ojos, los otros adultos en el cuarto viendo como el color abandonaba el rostro de Chieko, sus ojos tormentosos dejando ver el caos en su mente.
-¿Ya buscaron en todas partes?-
-¡Si y no aparecen! Incluso fuimos hasta Ichikaru ramen y a su casa pero nada-
Una gran explosión de chakra les hizo tambalear, un gruñido animal inundo todo el lugar. Los tres vieron conmocionados como el chakra dorado de la pelinegra salía en oleadas de ella, elevando su trenza con el poder que emitía, sus ojos cerrados en concentración pura. Unos segundos después estos mismos se abrieron sacándole jadeos sin aliento a los presentes al verlos brillar intensamente. En menos de un segundo su figura desapareció del lugar entre destellos dorados, dejando un cráter en la madera del piso.
Pobre alma desdichada quien quiera que sea el que se atrevió a llevarse a los cachorros lejos de su madre.
Corría sin parar, no podía perder de su radar el chakra de su hijo, el de Sasuke preocupandola al no ser capaz de detectarlo. La rabia ardía en su pecho como motor a punto de estallar, usándola como combustible para obligar a sus piernas moverse más rápido, la velocidad con la que iba siendo difícilmente superada por algo más que no sea un rayo. Un gruñido gutural salió de su garganta, soportando apenas las ganas de gritar de frustración al identificar el chakra que llevaba a sus niños.
Orochimaru.
Acelero aun mas, sus espadas pulsando ante los deseos asesinos de su maestra, dándole más poder* para alcanzar su objetivo. Fue bastante tarde para reconocer donde freno aquel chakra oscuro, señal de que ya le esperaba mientras sus pensamientos apuntaban a una sola cosa: ``Voy a matarlo´´.
Cuando se detuvo a unos metros del hombre serpiente logro reconocer donde se encontraban parados, el Valle sin Fin. Chieko estaba sobre la cabeza del líder del clan Senju, mientras que Orochimaru junto a sus cargas pataleantes se encontraban en la cabeza del líder del clan Uchiha; que ironía.
-Vaya, te subestime mí querida Chieko, pensé que tardarías hasta un día en encontrarnos pero viendo tu manejo del Hiraishin no me sorprende-
-Déjate de mierdas Orochimaru, suéltalos ahora-
Sasuke y Naruto sintieron escalofríos recorrer sus cuerpos al oír el tono iracundo con el que se dirigía al traidor, Orochimaru sonriendo de forma burlesca. Chieko gruño de forma audible, tomando con fuerza los mangos de sus espadas.
-Yo no haría eso si fuera tu Chieko-chan~-
El asco domino las expresiones de los menores maniatados con lo que parecían cadenas resistentes, removiéndose con más fuerza tratando de liberarse.
-¿Por qué no debería Orochimaru?-
Aquel brillo sádico en los irises dorados solo aumentaban los deseos del sannin por poseerla, convertirla en su discípula mas leal quebrantando su espíritu y doblegarla a su voluntad, relamiendo sus labios ante los escenarios que reproducía su mente. Antes de que la mujer pudiera reaccionar tomo al Uchiha de los cabellos con fuerza, obligándolo a mostrar su impoluto cuello y dejándolo indefenso ante sus colmillos; con su otra mano dejo a la vista el vientre del Uzumaki mostrando el diseño del sello que mantenía prisionero al Kyūbi, sus cinco dedos brillando en chakra oscuro sobre el sello.
Chieko se congelo, sus latidos resonando en sus oídos, un sudor frio formándose en su nuca ante el miedo que le invadía. Sus ojos dorados miraron aterrados a los niños sometidos por el traidor, casi dejando de respirar al ver el terror inscripto en los ojos de los menores.
-¿Crees que no me di cuenta como proteges a estos mocosos, Chieko-chan? Incluso fuiste tan lejos como para matar a todo mi equipo de elite, es una lástima ya que solo eran unos pequeños niños como ellos-
Sabía lo que estaba haciendo, quería jugar con la culpa que residida en su mente ante las vidas que arrebataba sin piedad. Gruño más fuerte, la frustración siendo visible para todos. Suspiro con pesar, dejando ir los mangos de sus espadas, parándose recta con los brazos cruzados en su pecho.
-¿Qué quieres?-
Los dos menores jadearon, el miedo instalándose en sus corazones al verla ceder.
-¡Chieko no! Agh-
-¡Okāchan!
Sasuke fue sometido con más dureza por el sannin, sintiendo los colmillos acariciar su piel provocándolo que se erice por completo; Naruto recibió una patada en su vientre sacándole todo el aire de golpe. Chieko clavo sus uñas en sus brazos tratando de contenerse, no podía arruinar esto dejándose llevar por su lado protector.
-Quiero muchas cosas en esta vida Chieko-chan, la cuestión es que puedes darme-
Hilos de sangre cayeron de los cortes semi circulares sobre sus brazos, curándose al instante una vez dejo caer los brazos en símbolo de derrota, sus uñas tenidas de carmín.
-Un trato-
Los chicos buscaban desesperados una forma de liberarse, un sudor frio corriendo sus nucas ante el miedo que a cada segundo que hablaban los mayores se incrementaba, un vacio en sus estómagos amenazándolos con consumirlos.
-Oh, te escucho-
-Iré contigo, a cambio déjalos ir sanos y salvos. Iré contigo mientras me jures por lo más sagrado que tengas que los dejaras en paz, que dejaras de codiciar los poderes de Sasuke, Itachi y Kimimaro, que podrán vivir libres lejos de tus oscuras garras; no luchare, no protestare ni hare nada que signifique recuperar mi libertad mientras sepa que mi familia está a salvo y… colaborare con todos los experimentos que quieras mientras dejes a Konoha en paz-
La sonrisa del sannin era horriblemente ancha, demostrando lo conformado que estaba con aquel jugoso trato que le ofrecía su objeto de interés. Aflojo su agarre sobre los chicos, estos mismos removiéndose con más fuerza. No querían que Chieko los salvara si eso significaba su libertad, preferían mil veces ser ellos los prisioneros antes que ella. Lagrimas de frustración se formaron en la comisura de sus ojos al no ser capaces de liberarse, sintiendo sus corazones caer cuando la mayor se negó a mirarlos a los ojos, poniendo toda su atención en el hombre.
-No puedo permitirme dejar pasar tan jugoso trato, es un trato hecho Chieko-chan-
La postura tensa de la mujer se relajo, viendo con mala cara como Orochimaru dejaba libres de su agarre a los muchachos mientras los pateaba a su dirección. Realizo una serie de sellos, mordiéndose su pulgar hasta sangrar. Poso su mano en la roca lisa, llamando a su invocación.
-Kuchiyose no jutsu-
Una gran nube de humo se formo, dejando a la vista al rey mono Enma que con sus ojos claros observaba su entorno, gruñendo audiblemente al ver al hombre serpiente pero deteniéndose de atacar al ver a su invocadora no hacer ningún movimiento. Chieko le dio con una sonrisa cansada un rollo, su rollode invocación, provocando que la mire con incredulidad.
-¿Heishi?-
-Toma a los chicos y vete a la aldea, no pares por ningún motivo hasta que estén a salvo-
-¿Por qué…?-
Chieko entendió sus preguntas silenciosas, sus ojos por primera vez siendo completamente sinceros junto a su sonrisa, opacos y cansados, que le provocaron ganas de vomitar. Estaba derrotada.
-Así como Hiruzen dio su vida por los que ama yo daré mi libertad, es mi último pedido como tu invocadora y amiga Enma, llévatelos y encuentra alguien digno de poseerte-
El Rey Mono miro reticente el contrato en sus manos, escrutando con la mirada a la joven mujer que parecía de más años ante sus ojos, reflejando por primera vez la edad de su alma. Suspiro tembloroso asintiendo, dando un gran salto hasta donde estaban los niños encadenados que protestaron bajo su agarre, empezando a correr sin mirar atrás y haciendo oídos sordos ante los gritos y suplicas de los menores.
Chieko miro para atrás, viendo como las razones de su existir eran puestos a salvo, su corazón sangrando ante las lagrimas que su hijo derramaba mientras le suplicaba volver. Sonrió, sonrió tan radiante como pudo una última vez para ellos; quería que le recordaran por sus sonrisas y buenos momentos a su lado, por lo que no dejo que vieran el miedo que corría por su cuerpo, sonriendo a ojos cerrados para evitar que sus sentimientos desborden.
Así los dos pelinegros quedaron solos en medio de aquel valle, uno regodeándose por su triunfo y el otro con otra herida en su ya roto corazón.
-¿Oh? Así que el viejo te dio su invocación ¿Por qué le diste el contrato Chieko-chan?-
El cuerpo de Chieko se crespo ante la falta de respeto de Orochimaru hacia su maestro, sus puños cerrándose con fuerza aguantando su rabia.
-Tal vez tengamos un trato Orochimaru pero no toleraré ninguna falta de respeto hacia Hiruzen- los ojos dorados brillaron peligrosamente en dirección a la serpiente- No soy tan cruel como para darte en bandeja de plata el ultimo recuerdo que tengo de él para que lo destruyas o corrompas-
Orochimaru rio, sus deseos de poseer tanto poder a su lado enviando corrientes deliciosas por todo su cuerpo. Con una seña se puso en marcha, confiado de la honorabilidad de la mujer a la hora de cumplir su trato. En menos de un segundo otro par de pasos se oyeron detrás, sonriendo maquiavélico ante su nueva discípula.
Así los dos ninjas avanzaron sin parar hacia la fronteras con Otogakure, confiados que una vez cruzadas las fronteras no podrían localizarlos. Al ritmo que llevan solo tardaran un día en llegar, siendo que la pelinegra acorto mucha distancia con el Hiraishin. Se fueron sin mirar atrás, dejando como única evidencia de su encuentro un hitae tae negro con el símbolo de Konoha grabado sobre las manos del Shodaime Hokage.