nuestra cama

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nuestra cama
Summary
Aunque muchos días a la semana Anakin iba a su casa y se la pasaban viendo videos de sus idols favoritos, comiendo ramen o pidiendo sushi. Acostadas en la cama, que era su lugar. El de ellas nada más, porque Ahsoka nunca estaba invitada y tampoco le molestaba. Obi-Wan tenía piscina, una sala privada con una pantalla gigante; su cine. Tenía un salón completo de juegos y máquinas, pero le gustaba estar hombro con hombro con Anakin, con las espaldas descansando en el colchón.
Note
Esto es algo personal para mí y mi primer año estudiando en una escuela privada que no soportaba a las lesbianas, a los gays y a las personas bisexuales (toda la escuela estaba llena de lesbianas y gays y personas bisexuales, quiero compartir). También en lo confuso que es enamorarse por primera vez y más cuando es de un amigo o amiga y llenarte de miedo.También me atacó la idea de escribir de nuevo algo de obikin fem pero está vez de pubertas y dándose besos lindos.

Obi-Wan recuerda, con su cerebro riéndose de ella, ese día que, acostada en su cama, se dijo a sí misma que nunca iba a gustarle una niña.

 

Tenía miedo. Tenía miedo porque estaba apenas a la mitad de su segundo año de secundaria, le había bajado la menstruación cuando apenas salió de la primaria y los senos los sentía sensible y pesados y también sentía su cuerpo más raro cuando estaba cerca de Anakin, que olía a perfume de rosas y siempre llevaba bandas de colores en el cabello. 

 

Y Ahsoka les había dicho hace unos días que Barris, de 1ro B, le gustaba. Así: “Barris me gusta.” Ella y Anakin no supieron qué decir, pero Obi-Wan, a una persona de distancia, vio las mejillas de su mejor amiga encenderse como si tuviera bombillas dentro de la boca. Se regañaba porque últimamente no dejaba de pensar en la boca de Anakin.

 

Se abrazaban siempre que terminaban las clases y esperaban a sus padres afuera. Aunque muchos días a la semana Anakin iba a su casa y se la pasaban viendo videos de sus idols favoritos, comiendo ramen o pidiendo sushi. Acostadas en la cama, que era su lugar. El de ellas nada más, porque Ahsoka nunca estaba invitada y tampoco le molestaba. Obi-Wan tenía piscina, una sala privada con una pantalla gigante; su cine. Tenía un salón completo de juegos y máquinas, pero le gustaba estar hombro con hombro con Anakin, con las espaldas descansando en el colchón.

 

No supo cuándo empezó ese sentimiento. Cuando conoció a Anakin el primer día y se sentaron hasta los pupitres de atrás, en la esquina, su esquina, de ellas nada más. A la semana empezó su gusto por los ojos de Anakin y esas pestañas que quería arrancar y pegar en su diario y besarlas todas las noches. 

 

Después, ese deseo de sentir los brazos de Anakin alrededor de su cintura, cuando ponía las rodillas en la silla del pupitre y se inclinaba para hablar con Ahsoka a su derecha, Anakin siempre a su izquierda. Que la tocara, que ojalá le viera las piernas que sentía flacuchas y no tan deseables como las de las otras niñas. 

 

No le gustaba pensar que estaba enamorada de Anakin porque esa palabra era fuerte y prohibida porque era hacia una niña, a su mejor amiga, a su hermana de alma. Pero a veces se olvidaba de eso, cuando se veía a los ojos de Anakin y pasaban todo el día juntas. 

 

Se habían dejado de agarrar de la mano en el receso, porque la directora las había visto con los dedos, con las uñas pintadas de rosa y morado, entrelazados y había llamado al papá de Obi-Wan porque eran amigos y no quería llamar a el papá de Anakin que era el dueño de una de las empresas más grandes del país y el principal donador de causas a la institución.

 

—Hemos notado en su hija comportamientos poco adecuados de una señorita a otra señorita. En este colegio no permitiremos, de ninguna manera, ese tipo de comportamientos. 

 

Obi-Wan estuvo castigada por una semana y le prohibieron llevar a Anakin a la casa. Luego hizo un berrinche, dejó de comer y de hablar y sólo así le permitieron llevar a Anakin a su cama y reírse bajó las sábanas. 

 

Una vez le preguntó a su nana si amar a otra mujer estaba mal y le contestó que no, que no hay nada más hermoso que la amistad entre niña y niña. Pero Obi-Wan no le dijo que no sólo quería la amistad de Anakin, que a veces sólo podía dormir si pensaba en ella y en Anakin adultas, despertando en la misma cama, con las piernas enredadas, con los pechos rozándose y besándose los labios. 

 

Intentó sentir lo mismo por algún chico de su salón, el más aceptable y menos sucio. No pudo. Cuando él intentó robarle un beso, Obi-Wan pudo notar su aliento asqueroso a atún porque el receso no había terminado y ellos estaban detrás de los baños, y lo empujó al suelo y el niño quiso llorar por el empujón. Obi-Wan lloró en los brazos suaves de Anakin, en su cama. Anakin le acarició el cabello y la espalda y le dió besitos en la frente y la nariz, tan tiernos y amorosos y desinteresados que Obi-Wan lloró más por eso.

 

Fue un alivio darse cuenta que Anakin no mostraba ese tipo de interés romántico por nadie más. Sólo hablaba con ella y Ahsoka y con el equipo de voley pero en su mayoría eran niñas de tercero. Ningún niño le hablaba y ella tampoco les hablaba. Obi-Wan se alegró de eso. 

 

Anakin era más alta que ella y cuando tenían la clase de educación física le gustaba correr a su lado y estar en el mismo equipo. Se sentía protegida y amada estando cerca de ella, de sus brazos y su pecho. Sus papás nunca la abrazaban, sólo su nana y Anakin, a Ahsoka no la dejaba porque siempre estaba pegajosa de sudor. 

 

En el verano había visto el cuerpo de Anakin porque fue invitada a la casa de playa que el papá de Anakin tenía y nunca ocupaba. La mamá de Anakin las había llevado pero no las molestaba. Fueron a bañarse a la playa, a mojarse la piel y a reírse cuando les entraba agua salada por la nariz y se sentían ahogadas. Cuando Anakin se quedó dormida, recostada sobre una toalla porque odiaba la arena, Obi-Wan prestó total atención a su mandíbula fuerte y marcada, a sus clavículas mojadas, a sus pechos (más grande que los de ella), en su abdomen plano y moreno y por un momento tuvo el deseo de lamerlo y morderlo con amor. Le vio los dedos de los pies, con las uñas pintadas de azul y morado que ella misma le había pintado en el coche mientras viajaban, y después las piernas y los muslos que tenían más carne que los de ella. 

 

En ese instante aceptó que estaba enamorada de Anakin, que nunca sentiría algo así, algo más gigante que su cuerpo, por alguien más.

 

Cuando regresaron a la ciudad, Anakin quiso quedarse a dormir con ella pero Obi-Wan le dijo que no, que se sentía muy quemada por el sol y que le había bajado la regla y no se sentía de humor. Anakin le dió un beso en el vientre antes de irse, como hacía siempre que Obi-Wan se retorcía de dolor y lloraba porque tener algo absorbiendo la sangre entre sus piernas la molestaba e irritaba bastante. 

 

—Te veo después. ¿Puedo venir a verte, verdad? —le preguntó Anakin viéndola a los ojos y Obi-Wan tuvo que bajar la mirada porque sino le iba a pedir que se quedara toda la noche con ella.

 

En cambio se mordió el labio y lo liberó de la cárcel de sus dientes cuando contestó: —Sí. Ven mañana en la tarde y me traes una orden de arroz chino.

 

De mala suerte, ese día sí le bajó y su nana le hizo un té y cuando le apagó las luces, Obi-Wan lloró porque quería a Anakin aquí con ella, en la cama de las dos. Pensar que Anakin la veía como amiga, como su mejor amiga, como su hermana y ya y no como la mujer de su vida le hizo jalarse los cabellos como una loca sufriendo. No quería perder nunca ese lazo con Anakin, ese hilo fuerte que la cosía con nadie más.

 

Anakin la despertó con otro beso tierno sobre el vientre, le había levantado la bata de dormir. Obi-Wan la dejó quedarse encima de ella. No le importó la puerta abierta ni que no estuvieran escondidas debajo de las sábanas. Le besó la frente a Anakin y la barbilla también, porque le dió miedo besarle los labios. 

 

—Anoche quería dormir contigo. —le susurró Anakin jugando con el collar que le había traído cuando viajó a Japón hace un año. El primer regalo que le había hecho. 

 

El primer regalo de parte de Obi-Wan fue un poema porque la profesora de Lengua y Lectura, el catorce de febrero, les había asignado al grupo hacer un poema a la persona que más amaban. Obi-Wan se lo entregó en forma de corazón, que hizo con ayuda de un tutorial que vio en YouTube. Anakin lo puso en un cuadro y desde ese día descansaba en la mesita a un lado de su cama.

 

—Yo también.

 

Anakin se bajó de su cuerpo y le hizo cosquillas para que Obi-Wan se despertara por completo. Después se metieron a bañar. Fue la primera vez que se vieron desnudas pero Anakin actuó normal al respecto, ignoró los rollitos de Obi-Wan, su espalda llena de granitos rojos, sus nalgas no tan gordas. A los ojos de Obi-Wan, Anakin era perfecta, la había visto en la playa, pero aquí, sin el bikini cubriéndola, Anakin era una diosa. 

 

Anakin le lavó la espalda y le hizo un masaje en el vientre bajo y le lavó entre los muslos manchados de sangre. Obi-Wan quiso bañarla también pero no se lo permitió. —Tú eres la que se siente mal. Vamos a acostarnos. —le dijo y la cubrió con una toalla.

 

Después de que Obi-Wan se puso una toalla femenina, sus calzones y una bata sin sostén, se acostó en los brazos de Anakin. 

 

—Quiero que vivas conmigo, Anakin.

 

Anakin se rió y Obi-Wan pudo escuchar el corazón de su amada latiendo perfectamente. —Algún día viviremos juntas, cuando seamos grandes.

 

—No me hagas promesas que no me vas a cumplir. —dijo Obi-Wan con una lágrima saliendo de su ojo y agarrándose el vientre por el dolor.

 

Anakin se quedó en silencio un rato y Obi-Wan empezó a llorar sin importarle nada. Anakin la abrazó más fuerte y después le alzó la cara para darle un beso lento en los labios. Obi-Wan respondió. 

 

Cuando se separaron, se vieron a los ojos y volvieron a besarse. De pronto, Obi-Wan se olvidó de los cólicos y se concentró sólo en el aliento a menta de Anakin y en lo suave que era su lengua sobre la de ella. 

 

No se dijeron nada después. Durmieron hasta que el hambre las despertó y bajaron a la cocina por pizza y refresco. Volvieron a quedarse dormidas con la televisión prendida y las piernas enredadas, roncando.

 

Obi-Wan de nuevo despertó con un tierno beso pero esta vez sobre sus labios. Le sonrió a Anakin y ella le devolvió la sonrisa.

 

Anakin empezó a acariciarle la mejilla. —No quiero pasar otra noche lejos de ti. 

 

Obi-Wan le mordió con dulzura el dedo que la acariciaba. —No te vayas entonces. Pide permiso y quédate otra noche. 

 

—Sabes que no podemos. Pero tenemos la escuela, tenemos la cama y nos tenemos para besarnos y amarnos todo el tiempo. 

 

Empezó a llorar pero Anakin tenía razón. —Soy tuya. —le prometió y le pidió un beso, que Anakin le concedió. 

 

—Sí, eres mía y yo tuya. Somos una sola alma. 

 

El tercer año de secundaria se la pasaron besándose detrás de los baños, a veces dentro de un cubículo, sobre la taza. En la cama, en la playa y cuando nadaban en la piscina de Obi-Wan. Ya no les importaba un reporte cuando se tomaban de la mano y la directora las veía con la boca chueca y molesta.