Nieve de julio

Naruto
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Nieve de julio
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Summary
Cada noche de ese julio helado, uno de ellos trató de descansar mientras el otro vigilaba cerca del fuego, sintiendo, más que nunca, la soledad de los shinobi.«Haku... Tus manos son muy frías.»«Como toca, ¿no? Un ninja puro no guarda sentimientos cálidos en su interior.»
Note
Haku y Zabuza fueron los primeros personajes en Naruto que me llegaron al corazón. Que ya desde el primer arco se presentaran los problemas del concepto "shinobi" y de una vida vacía de sentido y de sentimientos es, para mí, de los grandes aciertos de Naruto. Hace tiempo escribí mi primer one-shot para estos dos, hablando de su muerte y de los momentos posteriores, pero ahora quería centrarme en cómo vivieron antes de enfrentarse a Kakashi. ¿Qué clase de relación pueden llevar dos personas que se quieren profundamente pero que están condenadas, para siempre, a privarse de este amor?

Mañana fría de sueño

Se había enamorado de él mientras su rastro quedaba como pisadas en la nieve que se borrarían después. Apenas una sombra... La silueta borrosa de dos asesinos de la niebla que, rechazados por sus actos, por haber nacido con el talento de manchar de sangre hogares cálidos, huían de su propio poder.

Durante el día le hablaba con rudeza, esperando fortalecerlo. Por las noches, sentado al lado de un fuego que se estremecía de frío, extendía las manos buscando el poco calor que aquel fuego alcanzaba a generar y se mantenía en silencio hasta que el niño se había dormido. Sólo entonces, turbado e incómodo, como si estuviera haciendo algo prohibido, se atrevía a observar de reojo su rostro de ángel, su cuello esbelto, la delicadeza de su figura, que se abrazaba a sí misma y parecía pequeña y frágil escapando en sueños de un enemigo que aún los perseguía. Con los ojos puestos en Haku, un cansancio abrumador le inundaba cuerpo.

Había estado huyendo por más de la mitad de su vida, había asesinado, había hecho lo necesario para sobrevivir. No tenía muchos caminos, después de convertirse en la prueba de que el sistema de Kirigakure era demasiado peligroso para mantenerse activo; el Mizukage le había propuesto unirse a sus soldados en aquel mismo momento y él había tomado la única opción que iba a permitirle decidir con libertad y seguir moviéndose por sus ideales: desaparecer de aquella tierra fría, como un fantasma, hasta que tuviera la fuerza necesaria para volver y arrasarla y quedarse lo que por derecho era su hogar.

Ni él ni Haku servían para tener vidas normales. Los abetos, el silencio y la nieve manchada de sangre eran el único espacio que abrazaría sus sonrisas, los pocos instantes de paz; para cualquier otro, significaría la muerte. Desde el día en que abandonó la aldea había cerrado el corazón para adaptarse a la nueva definición de esos tres conceptos básicos: a partir de aquel día, la alegría sería estupidez e ignorancia, la amabilidad, un peligro y el amor significaría debilidad. Los ninjas débiles no sobrevivían; ni él ni Haku deberían amar. Esa era la ley que se había impuesto. Otra de tantas leyes sagradas que no había logrado respetar.

Sabía por qué había tomado cada decisión en su desastrosa vida, pero a veces lo invadía la sensación de estar quemando su tiempo y el de este niño que le entregaba su talento y sueños sin dudar. ¿Para qué...? La intensidad de las llamas cubría las mejillas y los ojos cerrados de Haku de sombras danzantes, como un augurio del mundo en el que eligió meterlo aquella noche, cinco años atrás, cuando se encontró en el puente a un crío perdido y sin esperanza. Era una persona que ya no podía perder nada, alguien como él. No tenía ningún sentido culparse ahora por el futuro que esperaba a Haku...

Porque, aunque no le hubiera propuesto acompañarlo, tarde o temprano ese niño habría acabado siendo aplastado por un grupo de hombres armados con lanzas y técnicas que él no tenía el entrenamiento necesario para esquivar. Lo había salvado de acabar como un cadáver más en un callejón olvidado que los perros devorarían. Le había dado una razón para luchar, para seguir adelante protegiendo lo que era preciado para él. ¿Por qué, entonces, le pesaba tanto el sentimiento de culpa...?

Pero la respuesta era sencilla, pensó mientras acercaba un poco más las manos al fuego. Lo estaba utilizando. Se había enamorado de él entre bosques de nieve y árboles oscuros, entre huida y asesinato, mientras le recordaba que no podía llevar consigo una carga inútil, y por esto mismo no tenía derecho a lo que estaba sintiendo. Porque Haku era su herramienta y él, un asesino destinado a morir rechazado por la humanidad.

Un ninja solo no era nada. El valor de los shinobi se reducía a lo que hacían por su aldea, y él, como Haku, mercenarios renegados, habían perdido el derecho a valer, a sentir, a amar y a proteger.

Sonrió con amargura desviando la mirada del cuerpo joven que descansaba.

Pronto llegaría la mañana.