
Chapter 1
Alguna vez, la mayoría de personas ha tenido la fantasía de estar en su libro/serie/película/historia favotito/a.
No podéis negarlo. A lo mejor no os acordáis porque erais demasiado pequeños, pero seguramente sucedió aunque fuera solamente una repentina y rápida idea que se fue tan rápido como vino.
Y, cuando lo piensas, normalmente pensarías en el plot original o donde quiera que se centra la historia. Porque, claro, es la parte que conoces y donde están tus personajes favoritos. No te podrías perder algo así.
Él también fue así una vez. Sin embargo, ya había dejado toda esperanza o importancia a conocer a sus personajes favoritos y esas cosas. Había sabido que iba a morir desde hacía mucho tiempo.
Ya no recordaba su nombre, el de su otra vida, recordaba vagamente tener un cuerpo femenino y unas aleatorias memorias de su normal y aburrida vida. Lo que recordaba más eran cosas tales como series y películas que se vio, libros que leyó, cosas aprendidas en la escuela o cualquier otra facultad educativa...
Pero volvió a nacer. O, más bien, reencarnó. Porque el cuerpo ya le perteneció antes a otra persona. O le hubiera pertenecido a otra de estar vivo el cuerpo. Porque hubo una vez, un bebé que nació muerto, sin siquiera un alma por un corto período de tiempo. Todo eso lo vio como si estuviera viéndolo desde una televisión de muy mala calidad. Hasta que 'pestañeó' (o lo más cercano que pudiera en ese estado de muerto a pestañear) y lo siguiente que supo fue abrir los ojos en ese cuerpo del bebé que nació muerto.
Al menos, sabía que era suyo. No era un ladrón de cuerpos ni nada. Lo que le faltaba.
Fue difícil al principio. ¿Cómo no? Ni siquiera recordaba morir y ni siquiera recordaba lo suficiente como para echar en serio de menos su vida anterior o tener algún arrepentimiento real. Bueno, excepto no haber podido vivir para ver el final de One Piece, pero estaba bastante seguro de que ese anime no iba a acabar nunca, así que hubiera muerto antes o después, seguramente seguiría sin haber visto el final. Ya a estas alturas estaba resignado.
Después de los primeros pocos meses, consiguió salir lo suficiente de su burbuja de angustia y depresión como para darse dos metafóricas bofetadas (porque ciertamente no podía físicamente con esas extremidad que poco caso le hacían) para despertarse del todo y decidir que diera igual su otra vida, esta era su vida, una nueva vida, y la viviría como pudiera.
No pasó mucho hasta que descubrió que estaba en Naruto, ya emocionado de poder ver a algunos de sus favoritos en la vida real. No fue hasta después que realmente se dio cuenta de que sí, era la vida real, tan real como la anterior, ellos no eran unos personajes, sino personas. Muy en el fondo, siempre lo había sabido, pero seguramente lo retuvo en su subconsciente para usarlo como forma de manejar el trauma instintivamente, hasta que se dio cuenta de que eso no era nada justo.
También descubrió que era un Uzumaki. Con esas cabezas rojas pero algo borrosas, no había duda.
No fue hasta los dos años que cayó en la cuenta de que estaba en Uzushio, con el clan Uzumaki vivo pero a punto de caer.
Ni siquiera había empezado la Segunda Gran Guerra Shinobi, pero la primera ya había acabado no hacía mucho, solamente unos pocos años. Para cuando se dio cuenta de esto, amaba demasiado a esa aldea, a ese clan, como para huir antes de que todo pasara Porque sabía que no podía hacer algo él solo y también sabía que no podía contarle a nadie sobre su otra vida. Zetsu estaba por ahí en algún lugar y no podía permitirse decir algo así en voz alta.
Así que decidió quedarse. Estudiaría, entrenaría y se haría más fuerte. Y pelearía cuando llegara su momento. Quería, al menos, salvar a unos pocos más Uzumaki o de los otros clanes también.
Había aceptado ya hacía mucho tiempo que moriría antes de que todo empezara, que solamente era una piedra más. Y sí, se hizo fuerte para a lo mejor ser una buena pieza en el tablero, más fuerte de lo que se había esperado en un principio, pero ya tenía unos años más, aunque no era viejo, y sabía que algunas cosas tenían que seguir su curso cuando no podías remediarlo.
Así que estuvo ahí cuando se escucharon los primeros gritos, habiendo sido desprevenidos.
Él, sin embargo, ya había colocado defensas en la aldea. Ya había sabido sobre esto. El Fuuinjutsu era una de sus especialidades, después de todo.
Ahí estuvo mirando desde lejos cómo los civiles eran evacuados con éxito y cómo más y más Shinobi de la aldea morían, especialmente del clan Uzumaki.
Ahí estuvo cuando liberaron esas cadenas los Uzumaki, uno de los Kekkei Genkai del clan, al unísono.
Ahí estuvo cuando los grandes edificios empezaron a colapsar.
Ahí estuvo cuando unos pocos niños Uzumaki pudieron ser llevados a otro sitio con las máximas esperanzas de que sobrevivieran.
Ahí estuvo cuando los enemigos se estaban acercando a donde el Uzukage estaba actualmente intentando planear algo, cualquier cosa, para salvar a algunos de los Shinobi que quedaban.
Él había estado ahí casi todo el tiempo, donde todas las defensas de la aldea estaban conectadas de una forma u otra. Era su trabajo y había podido establecer más defensas incluso cuando ya estaban destrozadas la mayoría. Eran una maravilla estos sellos. Los enemigos se estaban acercando y él quería intentarlo por primera vez en mucho tiempo, luchar por vivir en vez de estar profundamente resignado con su propia muerte.
Quería intentar de verdad dar la vuelta a todo el tablero aunque solamente quedaran unos pocos. Antes había sido algo entre pánico, desesperación e ignorancia cuando se decía a sí mismo que cambiaría las cosas, que él solo podía evitar esa masacre. Después se dio cuenta de la realidad y maduró.
Pero, por una vez más, lo iba a intentar. Ya no era ignorancia, había pasa años como Shinobi y había visto la realidad. Ya no era pánico, demasiado acostumbrado ya a las batallas, demasiado experimentado a pesar de su joven edad. Ya no era desesperación, porque ya a estas alturas era prácticamente imposible seguir sintiendo eso.
Lo iba a intentar y eso era todo lo que necesitaba.
Si moría, moría. Si fracasaba, fracasaba. Si ganaba, ganaba. Si sobrevivía, sobrevivía. Pero lo intentaría, porque no quería acabar ahí sin pelear, porque no quería mirar atrás, ver toda esa vida suya y arrepentirse de no haberlo intentado al menos.
Sintió cómo algo dentro de él hizo clic por primera vez, algo que siempre estuvo ahí pero que siempre había algo que le impedía alcanzarlo. No sabía qué era, podía ser el cambio de perspectiva, podría ser que, por una vez, no dudaba ni por un segundo de una decisión tan grande.
Dio un paso al frente y una mano se posó en su hombro.
"Espera un momento." Era su Kage, quien iba a salir también a pelear viendo que ya no había más planes que poder hacer. No sé giró a mirarle, tenía prisa y no sabía qué pasaría si fuera a mirar atrás. "Sé qué hace tiempo que no nos llevamos bien, sé que no tengo ninguna escusa o derecho de tener tu perdón." Oh, era una de esas confesiones en el último minuto para partir en paz. Bueno, fuera lo que fuera, lo aceptaría. Estaban demasiado cerca de morir como para negarle eso por más incómodo que pudiera llegar a ser. "Te quiero, muchísimo. No tienes por qué, pero espero que sepas perdonarme por esto y seguir viviendo." Espera un segundo, ¿cómo que es-?
Se dio la vuelta, no mirando hacia atrás, sino a su-.
"Sigue viviendo, con eso basta, hijo."
Lo último que vio fue la cara de su padre, llorando pero sonriendo. Todo se volvió oscuro y perdió la consciencia.
Cuando volvió en sí, las olas del mar sonaban más calmadas de lo que recordaba, el viento soplaba más solitario que nunca y el olor era a la vez tan familiar como extraño.
Nunca estuvo preparado para lo que le esperaba al despertar. Aunque claro, nunca estuvo tampoco preparado para despertar en una nueva vida. No era nada nuevo.