
Chapter 8
No fue necesario ingresar a la casa para darse cuenta de lo abandonada que se encontraba.
Las paredes de madera estaban descascaradas, las telas de las arañas invadían las esquinas del techo de lo que alguna vez fue una hermosa galería y los sillones de jardín que se encontraban sobre el piso de madera, tenía manchas de humedad sobre los cojines.
Aún así, bajó del carruaje en el que había llegado para inspeccionar de cerca el lugar.
La puerta de entrada se encontraba abierta y él no estaba seguro de si alguien se habría atrevido a ingresar para saquear lo poco que quedaba en aquella destartalada y pequeña casa.
La brisa removía con suavidad su alborotado y largo cabello negro, dándole a su hermano una vista demasiado melancólica desde su posición.
—No van a regresar, hermano.—Murmuró el joven a sus espaldas.— Ya a pasado casi un año y no hemos tenido noticias de ellos.
Las manos enguantadas se deslizaron por su cabello, intentando mantener la compostura que sentía que perdería en cualquier minuto.
—No me interesa.—Respondió el hombre, observando la vieja casa y sintiendo el olor nauseabundo de la humedad que había comenzado a destruir una de las columnas de madera que sostenía el techo de la galería.— Mikoto podía hacer lo que quisiera, pero no tenía que alejarnos de nuestros sobrinos.
—¿Crees que no me siento mal por esto, Madara? —Preguntó con su voz que parecía estar a punto de romperse.— Hemos buscado por todo Japón y no hemos tenido una maldita pista de ellos.
La furia comenzaba a aparecer en ambos hermanos, una vez más.
Tanto tiempo buscando rastros de su familia. Casi un año desde la última vez que los vieron y no habían logrado encontrar absolutamente nada.
Ni cartas, pergaminos... No había absolutamente nada e incluso, se habían encargado de hablar con las personas que sabían que eran amigos de Mikoto. Sin embargo, siempre obtuvieron el mismo resultado.
"—Es triste saber que se han ido, pero no puedo ayudarlos con lo que buscan. Nunca mencionaron hacia donde se mudarían."
Nuevamente quedaban en la nada, sin un camino que seguir, sin saber hacia donde partieron o que tan lejos se encontraban.
—No se como carajos le vamos a decir a nuestro padre que no hemos hallado nada.—Mencionó el mayor.— Y tampoco estoy de humor para sus arranques de furia, Izuna... Por favor, piensa con quien podríamos investigar.
—¿Crees que no me he dedicado a buscar?—Preguntó con molestia.— Quiero a mis sobrinos de vuelta, Madara. Mikoto no pudo haberse marchado tan lejos, no tenía dinero y bien sabes que papá le negó su herencia luego de irse con Fugaku.
Un suspiro molesto salió de los labios del mayor.
No querían pensar en que el tiempo se acababa, porque a pesar de pensar que pudieran tener el resto de su vida buscando a su familia, no quería perder lo que tanta felicidad les había traído hace años.
Y es que desde un inicio, el hecho de que Mikoto llegara anunciando su embarazo, no había hecho más que desatar la furia de su padre, Tajima, al descubrir quien era la persona con la que su hija se había emparejado.
Siendo una familia respetable y de poder dentro de Japón, no se podían permitir estar en la boca de todos, justo como el cabeza de familia sabía que pasaría. Y es que ¿Cómo se explicaría que su propia hija tuvo un hijo fuera de un matrimonio? Por no mencionar que el joven que había logrado dicho acto, era un simple trabajador por el que Tajima apostaba, no tenía donde caerse muerto.
Había sido una sorpresa para aquellos hombres de familias acaudaladas que de la noche a la mañana, Tajima haya dejado de mencionar a su hija. Aún así, tanto Madara como Izuna, habían presenciado la desastrosa tormenta que se había llevado a cabo en su hogar.
El padre de familia se había encargado de informarle a su hija que buscaría a un esposo que se quisiera hacer cargo del "pequeño bastardo" que ella llevaba en su vientre, alguien que acepte darle su apellido al niño. No había buscado su opinión, solo le había informado para que supiera como sería su futuro a partir de ese momento.
Y a pesar del miedo que siempre le había tenido la dama a aquel alfa, se negó rotundamente a que eso pasara.
Claro está que los gritos no se hicieron esperar, acompañados del llanto desesperado de Mikoto y la obligada intervención de Madara en cuanto vio que su padre estaba levantando su mano para golpear a su hermana.
Izuna se obligó a sacar a la joven del lugar, aún escuchando a su padre forcejear contra el mayor de los hermanos y dejándole en claro que no iba a ver un solo gramo de oro de su parte, y siguiendo las indicaciones de Mikoto, su hermano la había llevado hacia el hogar en el que residía su pareja.
Luego de aquel altercado, tanto Madara como Izuna se obligaron a mantener distancia con su hermana por pedido de ella, quien había argumentado que ya no tenía nada que ver con aquella familia que tanto la había lastimado.
Sin embargo, en el nacimiento de su primogénito, los hermanos Uchiha permanecieron en constante contacto con quien se había convertido en su cuñado y fue gracias a Fugaku, que habían tenido la oportunidad de poder conocer a Itachi, su primer y hasta ese momento, único sobrino.
Tiempo después y contrario a todo lo que se esperaba, Mikoto había aceptado que sus hermanos pudieran llevar al pequeño a su hogar, con la excusa de que sería bueno que su abuelo lo conociera. Y aún cuando Tajima no había perdonado a su hija por tal acto deshonroso, sus ojos brillaron por un cariño irreconocible para la familia en cuanto vio al pequeño de solo dos años, presentarse ante él y obligándolo a dejar atrás todo rastro de rencor hacia quien había denominado como "pequeño bastardo" desde que se encontraba en el vientre de su madre, convirtiéndose en una luz para sus ojos.
Años más tarde, el segundo hijo de Mikoto había nacido. Un pequeño omega de cabello negro y de mejillas rosadas y regordetas. Ambos niños ganándose el cariño de su abuelo y siendo pequeños consentidos de sus tíos al ser los únicos infantes en la familia.
A diferencia de lo vivido con Itachi desde un inicio, el padre de familia permaneció presente y expectante en el difícil parto que había llevado su hija con el segundo niño y recibiéndolo en brazos, se había jurado protegerlos de todo mal y procurado hacerlos tan felices como pudiera cuando estuvieran a su lado.
Los años habían pasado y aún cuando padre e hija no se dirigían la palabra, nada de eso fue un problema para que el abuelo dedicara por completo su tiempo a sus nietos.
Y actualmente, luego de haber creído que había una pequeña posibilidad de que la familia se pudiera unir como antaño, la mujer se había encargado de pisotear todo rastro de ilusión al largarse de su hogar junto a su familia sin decirle ni una palabra a nadie.
—Es hora de que comencemos a investigar afuera.—Sentenció el mayor, ganándose una mirada de Izuna.— Nuestro padre tiene colegas dentro y fuera de Japón. Si no hemos hallado nada aquí, significa que salieron.
—¿Sin dinero? Con suerte tenían para comer, Madara, ¿Cómo carajos pagarían un maldito barco siendo que eran cuatro?
Madara masajeó sus sienes.
—No lo se, hermano, pero si tenemos la posibilidad de encontrarlos, hay que contactarnos.—Dijo dándose la vuelta para subir al carruaje.— Vámonos, quiero llegar a casa cuanto antes.
°
Las criadas entraban y salían del gran salón. Algunas limpiando, incluso, lo que ya parecía brillar por lo pulido que se encontraba y otras simplemente, observando cada cierto tiempo si el monarca y su familia necesitaban algo más durante su desayuno.
Los temas de conversación en la mesa se mantuvieron durante el largo rato en que se encontraron allí y tanto Itachi como Naruto, no pudieron estar más agradecidos por ello.
Apenas si habían hablado algo luego de que el omega llegara al castillo, por lo que veían la oportunidad de conocerse e incluso, para Itachi poder conocer algo más del pasado de su prometido y de la vida de Minato.
Fue así que pudo comprender perfectamente las palabras de Naruto el día en que se conocieron y el sentimiento que albergaba cada una. La muerte de su madre era algo que aún les dolía tocar e Itachi no pudo evitar lagrimear ante la conmovedora historia de su final.
Por otro lado, Naruto por fin le encontraba contexto para el comportamiento del omega de cabellos negros. Su educación había estado a manos de su madre y teniendo conocimiento de la familia que tenían, entendía su forma tan correcta de comportarse ante ellos aún siendo un omega de clase baja.
Y no lo malinterpreten, no era algo que él considerara que no fuera posible. Es decir, Naruto sabía que el hecho de pertenecer a alguna clase social, no indicaba que tan educado sea. Aún así, era sorpresivo la manera en la que Itachi se dirigía a él, con frases elocuentes y un porte que le indicaría a cualquiera, que ya había sido educado para ser el omega del duque.
Conoció la historia de sus padres, como se amaron desde un inicio y los problemas que hubo en consecuencia.
Le reafirmó su idea del amor que le tenía a su hermano menor, observando una sonrisa que él consideraba maternal junto a un brillo de tristeza en sus ojos por tenerlo lejos.
Le habló de la relación que tuvo desde niño con su familia materna y expresó cuanto extrañaba a cada uno y aunque Naruto quiso preguntar un poco más por su padre, no estaba seguro de hacerlo.
No lo había visto en su hogar el día en que lo fue a conocer ya que, según su prometido, se encontraba trabajando en otra ciudad. Aún así, podría jurar que por la forma en la que hablaba de él y del cariño que les profesaba a ambos hermanos, era un hecho que era la clase de padre que no consideraba digno a ningún alfa que intente quitarle a sus tesoros.
Apenas si les quedaban restos de la comida en sus platos y aunque no quería levantarse de la mesa para buscar a Kakashi, Itachi sabía que Naruto debía continuar con sus deberes aunque agradecía que se haya tomado un largo tiempo para estar con él. Bien sabía que independientemente de que sea un matrimonio por obligación, siendo que no se enamoraron previamente a comprometerse, Naruto podía pasarlo por alto y seguir con su vida, solo atándose a él con la intención de obtener el heredero que con tanta necesidad le pedían.
Sin embargo, su atención por conocer su pasado, su confianza para hablarle del propio y las sonrisas que le dedicaba, lo hacían agradecerle a cualquier divinidad por haber sido elegido entre la gran cantidad de jóvenes que seguramente se habrían presentado allí para obtener el lugar en el que se encontraba actualmente, cuando bien sabía que si no hubiera sido por el duque, Itachi estaría sentado junto al conde Danzo en ese preciso momento.
—¡Sal de aquí, Kurama!—Los gritos de la cocinera hicieron eco en el silencioso salón, obligando que los presentes volteen la cabeza.
—Debías educar a ese perro, Naruto.—Dijo Minato, apretando el puente de su nariz entre sus dedos.
Itachi abrió sus ojos con un brillo de fascinación en ellos en cuanto vio al animal.
Un can de orejas grandes y caídas, de color gris oscuro y con el hocico de gran tamaño que acompañaba el resto de su cuerpo, salió de la cocina con lo que parecía ser un trozo de pan de cruzaba su boca de lado a lado, masticándolo en el camino mientras movía alegremente su cola de un lado al otro.
En cuanto terminó su comida, pasó su lengua por los bordes relamiéndose ante su amado y pequeño festín y le ladró alegremente a su dueño en cuanto lo vio.
Naruto se paró de su asiento, dispuesto a sacarlo y en cuanto fue a tomar su correa, el animal salió disparado hacia Itachi, sobresaltándolo en el momento en el que sus enormes patas se apoyaron contra su regazo y se elevó por completo, haciéndolo ver pequeño junto a la mascota.
Kurama le ladró una vez más antes de inclinarse sobre la mesa y terminar de devorar lo que quedaba del desayuno del azabache.
—Ven aquí, Kurama.—Pidió Naruto con voz firme.
El animal terminó tan rápido como pudo lo que restaba de comida y se bajó del azabache para caminar hacia su dueño, bajando su cabeza como si supiera que estaba a punto de recibir un regaño.
Naruto lo tomó del collar sin la necesidad de encorvarse para hacer aquel acto y cuando estuvo por salir del gran salón, Kurama ladró una vez más cuando vio ingresar al joven que se suponía, lo debía estar cuidando.
—Lo lamento, alteza.—Respondió el recién llegado.— Apenas llegamos de cazar y ha huido.
—No te preocupes, Konohamaru, todo está bien.—Respondió el rubio palmeando su hombro.— Encárgate de asearlo.—El castaño se inclinó ante su monarca y tomó la animal que salió queriendo robar un nuevo trozo de pan de camino al patio trasero.— Lo lamento.—Habló el duque volviendo sus pasos hacia la mesa.— ¿Te ha hecho daño? —Naruto se acuclilló frente a Itachi, buscando algún rastro de dolor que cruzara por su rostro. Sin embargo, solo se encontró con un brillo cautivador en sus ojos negros.
—Oh, no se preocupe, solo me sorprendió.—Dijo con una sonrisa.— Nunca vi un perro tan grande.
—Es un "Gran Danés".—Respondió Minato.— Aunque es menos educado de lo que debería.—Sus ojos azules se enfocaron en los de su hijo, en un silencioso regaño.
—Es algo bruto, pero es bueno.—Se excusó. Bajó su mirada hacia el kimono de su prometido observando las huellas de suciedad de las patas de su mascota.— Te acompañaré a tu cuarto para que puedas cambiarte y luego te llevaré con Kakashi para comenzar con tus clases.
Itachi tomó la mano que Naruto le extendía y se despidió del rubio omega con una reverencia antes de abandonar el salón.
—Supongo que fue una buena elección.—La voz de Iruka lo hizo sobresaltar y al girarse, solo le sonrió ampliamente.
—¿Verdad que si? —Sujetó las manos del moreno, apretándola entre las suyas con emoción.— Se ven tan lindos juntos que dudo que no haya sido la persona por la que Naruto estuvo esperando.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!