Lecciones
Lecciones
Las tardes en la alacena terminaron. Sin embargo las lecciones aprendidas no las había olvidado.Había aprendido a correr y sortear obstáculos sin casi mirarlos y todo para esconderse bajo la cama de donde su tío Vernon le costaba mucho esfuerzo sacarlo y muchas veces lo dejaba por imposible. Había desarrollado muy buenos reflejos que más adelante le ayudaron a esquivar hechizos y bludgers.
Había aprendido a pasar desapercibido, a andar sin que sus pies hiciesen ruido en el suelo, a moverse como un fantasma para que su primo no reparase en él y decidiese divertirse golpeándolo. En los oscuros pasillos de Hogwarts, su capa de invisibilidad era el complemento que le faltaba para que nadie pudiese reparar en él, no porque lo oyese sino porque fuese una persona perceptiva e intuyese que había alguien cerca.
Había aprendido a apreciar cualquier compañía que no le juzgase, insultase ni golpease como sus familiares, incluso la de las arañas. Quizás por eso le había resultado tan fácil aceptar a Hagrid cuando fue a buscarle y se había hecho amigo de Ron y Hermione tan rápidamente. También agradecía no tener pánico a las arañas como Ron, sino en segundo habrían estado perdidos.
Había aprendido a interpretar sombras y sonidos en la oscuridad de su alacena. Y gracias a eso cuando en mitad de la noche escuchó “¡Auch! Maldita cama. ¿Dónde dejé mi varita?”, pudo levantarse, rodear la cama e identificar la varita de Draco que había ido a parar a dos metros del lecho.
- Ten. – dijo Harry dándole su varita a Draco.
- ¿Cómo la has encontrado tan rápido? – preguntó Draco. – Lumus.
- Hace tiempo que me acostumbré a ver en la oscuridad.
- Pues ayúdame a encontrar al mosquito.
Fin