
Una tarde de tetro
Una tarde en el teatro
Harry observó por la ventana del coche a tres personas correr hacia la puerta de salida del garaje. La mujer llevaba un elegante vestido blanco, su cabello pelirrojo estaba recogido con una pinza dejando a la vista una sonrisa con la que miraba a su hijo a quien llevaba de la mano. El hombre en la otra mano del pequeño era moreno y animaba a su descendencia a que corriese tan rápido como pudiese o no les dejarían entrar a ver la función. Llevaba un traje gris y camisa azul, su hijo era una copia en miniatura de él.Suspiró con tristeza y volvió a sentarse en el suelo de los asientos traseros del coche de su tío Vernon. Los Dursley habían ido a ver El gato con botas al teatro, no habían podido dejarle con la señora Figg esa vez y habían decidido que dejándole en el coche habría menos posibilidades de que destrozase algo, con una rendija de la ventana tenía suficiente para que respirar, habían oído que podía morir de otro modo y eso no lo verían muy bien los vecinos.
Dudley había estado hablando toda la semana de esa salida, el cuento que se sabía de memoria y lo maravilloso que sería ir al teatro sin otra finalidad que darle envidia. Harry se había portado muy bien todos esos días, no cediendo a las provocaciones de su primo esperando que sus tíos milagrosamente cambiasen de idea. Cuando valientemente le había preguntado a su tía si podía ir, ésta le había contestado que no podía ir con esas pintas señalando su desordenado pelo, sus gafas rotas y su enorme ropa de segunda mano, y que no sabía como se atrevía a pedir más de ellos que se lo habían dado todo antes de caminar hacia la cocina murmurando “niño desagradecido, bueno para nada”.
Harry frotó sus ojos y exhaló entrecortadamente. Metió las manos bajo su ancha camiseta y sacó un libro con una pequeña sonrisa. Al menos en el colegio si premiaban que se portara bien. Ese viernes había podido elegir el primero el cuento que se llevaría a casa para el fin de semana. Sabía que sus tíos se lo quitarían en cuanto lo viesen como había pasado otras veces, así es que lo había ocultado.
Se quitó las gafas rotas y con cuidado las limpió en la camiseta, se las volvió a poner y comenzó a leer las aventuras del intrépido gato imaginando cómo sería verlo en el teatro. Al menos esta vez sus grandes ropas habían servido de algo.
Fin