Girlie Pop

Sueños de libertad | Dreams of Liberty (Spain TV)
F/F
G
Girlie Pop
Summary
Marta no es como las demás chicas. Fina es exactamente igual que el resto… Salvo en las cosas en las que no lo es.Todo empezó porque a Fina le encantaba el maquillaje, concretamente el de Marta. A Marta le encantaba Fina y no se daba cuenta de que el sentimiento era mutuo.
Note
Holiholi. Estoy resubiendo dos historias que ya tenía en mi perfil. Pero antes de que me funéis por descarada me explico.Estoy recopilando en una sola publicación los one shots que tengo de este AU, que aprovecho para decir que se llama Girlie Pop porque está inspirado en canciones de pop de artistas femeninas (mind blowing lo sé……).La razón para hacer esto es que tengo pensado continuar con este AU pero creo que es lioso y horrible subir 20 one shots de 500 palabras. Sé que podría dejarlo como una colección de AO3 pero no quiero llenarme el perfil de cosas cortitas, prefiero tener una sola historia para recopilarlo todo. En mi opinión es más agradable de leer así, y también hace más sencillo navegar por los perfiles de la gente y las diferentes partes de un AU.
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Blank Space

“Tengo una larga lista de examantes /que confirman que estoy loca.
Esa lista tiene un hueco en blanco / y voy a escribir tu nombre.”

- Taylor Swift, ‘Blank Space’ -

Nada une más a dos personas que un visceral odio en común por una tercera.

Una de las primeras cosas que Marta y Fina se dieron cuenta que tenían en común aparte del amor por el maquillaje era su profundo asco compartido por el vicerrector Joaquín Merino: el insufrible Nº1, el docente con alma de villano de telenovela, un hombre que probablemente se miraba al espejo todas las mañanas con una sonrisa y se decía a sí mismo “Hoy va a ser un gran día de esparcir información errónea". No cabía duda: aquel hombre tenía un don natural para ser la peor imitación posible de la madrastra de Blancanieves que cualquier incauto pudiera encontrarse en el Campus de Toledo. Con su porte altivo, su eterna expresión de desprecio y su obsesión por recordarles a todos su supuesta superioridad intelectual, Joaquín Merino se movía por los pasillos como si esperara que los estudiantes le pagasen el diezmo mensual.

Las leyendas urbanas afirmaban que si ese hombre tenía permitido dar clases y conservaba todavía su puesto era únicamente por el (no tan) pasado de perversión y desenfreno sexual que compartió con la decana de la Universidad. Los rumores variaban dependiendo de quién los contara: algunos decían que en su juventud protagonizaron fiestas clandestinas tan escandalosas que aún se hablaba de ellas en los pasillos de administración. Otros, que Merino poseía información tan comprometedora sobre la decana Gema que le garantizaba su permanencia eterna en la institución, sin importar cuántos estudiantes lo detestaran.

Marta, escéptica ante el chismorreo, encontraba difícil imaginar al hombre disfrutando de algo tan mundano como el placer sexual. Fina en cambio se deleitaba con las teorías más extravagantes.

-Te juro que hay un foro en internet donde intentan descifrar qué pacto satánico hizo Merino para seguir aquí después de tantas quejas -le había dicho una vez a Marta mientras se repasaba el eyeliner frente al espejo del baño.

-Si algún día tengo pruebas de que el Diablo existe, lo invocaré para preguntárselo yo misma.

Lo único cierto era que, sin importar cuánto lo despreciaran estudiantes y profesores por igual, aquel hombre parecía inmune a cualquier intento de destitución.

Fina ya había tenido varias confrontaciones con él. La última vez, Merino la había regañado públicamente por “hablar demasiado durante la clase” como si fuese una cría de colegio, cuando ella solo estaba preguntando acerca de un tema que él mismo había planteado mal. Fue un escándalo en toda la facultad cuando Fina, sin pensarlo dos veces, le respondió que en realidad era él el que hablaba “como un maldito loro preparando unas oposiciones”. Desde ese momento, Merino le había echado el San Benito y ahora estaba teniendo problemas para pasar los semestres de sus asignaturas.

Marta, por su parte, estaba cada día más harta de lidiar con su actitud y su tono pedante. Su desdén hacia la alumna era evidente, disfrazado bajo la falsa cortesía de un profesor que "solo quería retar a sus alumnos". Desde que la chica andaba de amiga con Fina todos en el curso habían llegado a la misma conclusión: sí, tenía una forma particular de interpretar las cosas, pero eso no la convertía necesariamente en una mala persona sino todo lo contrario. Era genuina, íntegra y sorprendentemente divertida cuando menos te lo esperabas. Sólo necesitaba un poco más de paciencia que otra gente. Paciencia que el señor vicerrector parecía disfrutar negándole. El constante desprecio de su profesor hacia ella y la falta de respeto por sus tiempos y necesidades le ponían los pelos de punta.

Pero Marta nunca se quejaba en voz alta, pues ya había asumido que no tenía sentido hacerlo; en su lugar se limitaba a mirar a Fina cuando él empezaba con sus discursos de superioridad intelectual, y las dos sostenían conversaciones telepáticas que decían “este tipo no puede ser real”.

 

Así que en un acto de absoluta madurez, Fina y Marta decidieron hacer lo que cualquier persona racional haría en su lugar: fastidiarle la existencia entera.

 

-Tía, ¿tú qué harías si quisieras molestar un rato a Merino? -preguntó un día Fina en la cafetería. Andaba fantaseando con quemarle el bigote después de una clase particularmente inútil en la que el hombre se había dedicado a leer un PowerPoint escrito en tipografía Comic Sans y a bostezar cuando los estudiantes le plantearon sus dudas sobre la materia que enseñaba.

Su amiga se quedó pensativa por unos instantes. Tras treinta segundos habló con mucha seriedad.

-Me colaría en su oficina y le cambiaría la configuración del ratón para que el clic derecho fuese el izquierdo, y al revés.

La morena sonrió encantada ante la crueldad de la idea, pero no estaba satisfecha.

-¿Qué harías si quisieses fastidiarlo de verdad?

-Comprar bots para que le dejasen reseñas falsas en internet diciendo que es la personificación de una colonoscopia, que dirige el plan de estudios del infierno, que su asignatura se considera una ruptura de los convenios de Ginebra... Cosas así. Y luego le cambiaría nuevamente la configuración del ratón para que el clic izquierdo sólo pueda darse con la rueda de desplazamiento vertical.

-Wow, qué perverso. Me encanta. ¿Y si tu propósito fuese hacerle llorar de la rabia?

-Hmm… todo eso anterior y además programaría su correo electrónico para que todo lo que mandase llegase con veinticuatro horas de retraso. Luego le cambiaría levemente la configuración de las teclas del ordenador… En plan, cambiaría la A por la E, la T por la Z... Ah, y por supuesto, configuraría su corrector automático para que cada vez que escribiera su nombre, se cambiara por ‘Ilustrísimo Señor Don Joaquín El Insignificante, desgracia de la Casa de Merino’

-Sigue por favor, no sabes cómo me estás poniendo ahora mismo. -dijo Fina imitando en broma un tono lujurioso muy exagerado.

-Además, como tiene tantas faltas de ortografía, invertiría los atajos del teclado para que el Ctrl + B fuese Ctrl + V. Creo que eso es lo más cruel que se puede hacer sin acabar en la cárcel.

-Me encantan tu falta de ética y de moral. Eres un genio del mal.

-Ah, casi se me olvida. También me encargaría de esparcir rumores de que tiene una colección secreta de discos de Britney Spears.

-Oye, pero Britney es genial.

-Pero un hombre con una masculinidad tan frágil como la suya jamás se permitiría admitir eso.

-¿Y estarías dispuesta a ejecutar alguno de esos planes tuyos tan brillantes aunque suponga saltarse las normas? No tenemos que hacerlo si no quieres eh. Pero si lo hacemos… buf, podríamos pasar a la historia de esta universidad.

-Sí lo haría. Por el bien de los estudiantes. También Prometeo se sacrificó para regalarle el fuego a la humanidad, supongo.

Las dos se miraron con determinación. Habían nacido para esto y había llegado su momento de brillar. Entre el cerebro de Marta y la osadía de Fina iban a hacer caer el nombre de ese señor.

 

Pocos días después su plan estaba ya avanzando con éxito. Marta se coló en su despacho durante veinte minutos mientras su amiga vigilaba la puerta con la excusa de estar esperando al profesor para preguntarle unas dudas. Fina no tenía ni idea de qué hizo exactamente, pero sonrió encantada cuando al día siguiente el Bigotes apareció con un ordenador nuevo. Lo que no pudo evitar es que todos los correos que el hombre mandó a lo largo de la mañana en que Marta obrase su magia estuviesen firmados con “Atentamente, Don Joaquín Merino, experto nacional en siestas dentro del horario laboral”.

-¿Qué le hiciste exactamente? -trató de sonsacarle Fina.

-Una cosa muy mezquina. -dijo Marta, mirando hacia otro lado que parecía una mezcla de emoción y arrepentimiento.

Fina le sonrió como una niña traviesa, asintiendo de forma absolutamente entusiasta. No iba a poder sonsacarle más así que se conformaba con la idea de saber que fuese lo que fuese, le había hecho sudar la gota gorda a ese sujeto. Podía ver a Marta configurando los atajos con una claridad inquietante. La desesperación de Merino al tratar de enviar un correo y que el ratón no dejara de hacer lo contrario de lo que él pensaba… la imagen la cautivaba.

Lo que sí consiguió averiguar a posteriori es que la chica se había dado acceso a sí misma al calendario de Google del hombre y pasó la tarde entera programándole eventos falsos para el próximo año tales como “"Evaluación de incompetencia docente”, “Revisión: Top 10 de mejores frases de autoayuda de Paulo Coelho”, “Convención de bigotes ridículos en Cipotillo del Sotopene”.

A la mañana siguiente la foto de su cara que el profesor tenía en su perfil de LinkedIn apareció editada sobre un fotograma de Britney Spears haciendo de azafata en el videoclip de ‘Toxic’ a lo largo y ancho de casi cada esquina de la universidad: en los baños, las aulas, la máquina del café e incluso en la misma puerta de su despacho. Sobre todas y cada una de ellas, dos gamberras sin escrúpulos habían pegado un par de ojitos móviles. Bajo la foto una leyenda rezaba “Amante bandido de las cosas tóxicas” .

A pesar de los rumores que le llegaron al vicerrector, nadie pudo demostrar que habían sido ellas porque las cámaras de seguridad eran falsas para ahorrar en presupuesto, una de las muchas medidas brillantes del hombre. Las chicas quedaron impunes.

Cuando el hombre hizo desaparecer los carteles con su cara, éstos fueron sustituidos por otros que anunciaban su nominación a los Premios a la Aplicación de la Metodología del Siglo XVII por su increíble capacidad para hacer que los estudiantes pierdan la fe en el futuro. A la semana siguiente Marta programó y lanzó un bot para que cada vez que alguien buscara “Joaquín Merino” en cualquier red social, una sugerencia dijera “¿Quisiste decir: ‘mayor genocida histórico de patitos de goma’?”. Un QR en todos los baños de la facultad (salvo los de profesores) te llevaba al perfil de Spotify de DJ Merino al ser escaneado, perfil que contaba con varias playlist tales como “Lo-fi Beats para estudiar cuando tu profesor no te ha enseñado nada”, “Pestañea dos veces si odias la docencia” y “10 horas de música para calmarse después de aguantar los chistes de un hombre que lleva bigote”.

Pero sin duda lo mejor fue lo más sencilla de ejecutar. Todo marchaba sobre ruedas cuando sucedió el incidente del Informe Sterlitz. Era viernes y estaban en clase con Merino cuando, en uno de sus usuales arranques de egomanía, el profesor empezó a divagar.

-Como bien sabemos -andaba explicando mientras gesticulaba y caminaba por el aula como un pavo real en celo-, en términos económicos, la globalización ha conllevado un incremento indiscutible en el bienestar general de la totalidad de la población y es por eso que debemos agradecer al capitalismo el hecho de que…

Marta parpadeó.

-Eso es objetivamente falso. -señaló en voz alta. El pensamiento se había escapado de sus labios antes de poder racionalizar que lo mejor era no llevarle la contraria al hombre.

Hubo un silencio. Merino la miró con el ceño fruncido.

-¿Perdón? -masculló después de moverse el nudo de la corbata.

Fina ya estaba conteniendo la risa. La chica, sentada a su izquierda, ladeó la cabeza genuinamente confundida mientras miraba a Merino.

-Es cierto que la globalización ha traído grandes ventajas a la humanidad, no se lo voy a discutir. Pero Usted afirma que siempre conlleva un incremento en el bienestar general sin tener en cuenta que también ha generado altos impactos negativos como la profunda y creceinte desigualdad en ciertos sectores, o la precarización laboral. Por no mencionar el enorme problema a largo plazo con el impacto ambiental.

-Supongo que lo dices porque has leído el informe de 2002 de Sterlitz, pero…

-Sí lo he hecho. -le cortó nuevamente la chica. -Pero el nombre del informe no es ‘Sterlitz’ sino ‘Stiglitz’, porque su autor fue el economista estadounidense Joseph Stiglitz. Debería al menos aprenderse las fuentes de las que extrae su información, Usted vive literalmente de divulgar este tipo de conocimiento y puede generar una enorme confusión entre sus alumnos si no lo hace correctamente.

Y ahí se lanzó. Durante cinco minutos enteros, Marta desmanteló el argumento de Don Joaquín Merino con datos, referencias académicas verificables y una precisión quirúrgica que no tenía absolutamente ninguna intención de ser cruel pero que lo fue de todas formas.

El silencio en el aula era sepulcral. Fina tenía una mano tapándose la boca, intentando no soltar una carcajada. Merino estaba completamente rojo y sin saber qué decir, mientras Marta lo miraba con la absoluta calma de quien corregía a un niño que afirmaba que la tierra era plana y el Sol giraba a su alrededor.

Finalmente el hombre se aclaró la garganta y, con la voz temblorosa de quien acaba de recibir un golpe mortal y está agonizando en el suelo, dijo:

-Bueno, eso es una… manera diferente de verlo, supongo.

Marta frunció el ceño.

-No, no lo es y lo sabe.

A esas alturas Fina estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no llorar de risa. Los demás estudiantes empezaron a reírse también. Alguien incluso murmuró un “Madre mía, me cago viva”. Merino, con la dignidad destruida, decidió fingir que nada había pasado y siguió como si nada durante cinco minutos más, cuando decidió que la clase había terminado antes de tiempo y todos eran libres de irse a disfrutar del fin de semana.

Fina casi se sintió estúpida: se habían esforzado tantísimo por ridiculizar su nombre cuando en realidad era el mismo Merino quien más se humillaba a sí mismo cada día sin necesidad de ayudas externas. Si a alguien en la estancia le quedaba la más mínima duda sobre la torpeza del hombre, había quedado seguramente disuelta y despejada. Ahora todo el mundo sabía la verdad.

-Marta, tía… -susurró limpiándose una lágrima de risa una vez salieron del aula-. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?

Marta la miró, completamente tranquila, con la misma expresión de siempre.

-Corregir información errónea. -respondió, como si fuera lo más obvio del mundo. -Ese tipo no sabe de lo que habla. No entiendo cómo le permiten seguir dando clase aquí.

Fina la observó en silencio por un momento. Dios santo bendito, cuánto adoraba a esa chica.

-Marta, le has sepultado vivo. El tío parecía a punto de evaporarse.

-Eso no es posible -respondió Marta, frunciendo levemente el ceño-. La evaporación ocurre cuando las moléculas de un líquido adquieren suficiente energía cinética para…

Su amiga le puso una mano en el hombro para callarla.

-Era una metáfora.

-Ah… Bueno, supongo que visto así tiene sentido.

De camino a la salida los murmullos en el pasillo y las miradas que el resto de estudiantes le dirigían a Marta no dejaban lugar a dudas: la noticia se había expandido como la pólvora. Mateo, un amigo de Claudia que estudiaba sociología, se les acercó con expresión fascinada.

-¿Es verdad que has dejado fuera de combate a Merino en medio de su propia clase?

-Totalmente. Ha sido un espectáculo. -respondió Fina con orgullo, adelantándose a su amiga. -El día de hoy va a pasar al folklore de esta ciudad y en cien años los historiadores van a estudiarlo como un acontecimiento histórico.

-Sólo hice lo correcto -dijo la rubia, muy confusa por la atención que estaba recibiendo. La confusión sólo aumentó al notar que su mejor amiga le daba un beso en la mejilla.

-Tía, llevo tres años aguantando sus monólogos y sus chistecitos rancios y te juro que nunca lo había visto tan descolocado. -afirmó una chica que pasaba a su lado. -El tipo estaba más rojo que un semáforo.

Fina asintió con entusiasmo.

-Estaba igualito que una bomba atómica a punto de explotar, ¿verdad?

Marta alzó la vista de su móvil y observó la interacción con su típica expresión neutra, sin entender del todo el alboroto.

-Solo hice lo correcto -asintió con naturalidad. -Si nadie le para los pies va a crear una generación de personas que no tienen ni idea de lo que han estudiado.

-Otra más. -afirmó Mateo.

Fina sonrió con ternura.

-Por cosas como esta es que la quiero tantísimo.

La tercera integrante de la conversación parpadeó en silencio, asimilando lo que había oído: No porque no entendiera la frase, pues ya había identificado en varias ocasiones que Fina usaba “te quiero” con ella de manera afectuosa y platónica. No era información nueva.

-Gracias. respondió finalmente. -Por la validación verbal y eso.

La morena le apoyó la cabeza en el hombro y apretó su mano. Mateo rió ante la situación.

-¿Ves lo que te decía? -preguntó Fina. -Es la mejor de todas.

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