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Harry Potter - J. K. Rowling Doctor Who (2005) Junjou Romantica Mermaid Melody Pichi Pichi Pitch
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Summary
Inoko ha olvidado quién es, pero sus amigos y familiares no, y en su búsqueda para responder a todas sus preguntas y sobre todo por qué se le aparece en sus sueños un barco pirata con nueve tripulantes en ella, un peligro aparece en su mundo y la única manera de eliminarlo es ir a la Escuela de Magia que dirige el hombre que la acogió cuando estuvo en peligro muchos años atrás. Para ello, contará con la ayuda de un trío que cada año escolar se mete en problemas debido al chico con un rayo en su frente, un chico de pelo platino y ojos tristes y un extraño hombre del Espacio que viaja en una cabina de policía de los años 50. ¿Conseguirá Inoko recordar aquello que ha olvidado?
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Bienvenida a Hogwarts

Cuando el fuego verde desapareció de su vista Inoko se encontró en un salón. La decoración era prácticamente negra en todos los muebles que había allí y aunque podría asegurar que el lugar estaba abandonado, unas voces acercándose demostraron lo contrario. Sacando la varita de su abrigo se preparó para cualquier ataque y en cuanto se abrió la puerta suspiró aliviada.

-Ya podrías haber avisado.- Dijo mientras guardaba de nuevo la varita y dejaba sus cosas a un lado. -Pensaba que era algún enemigo.-

-Imposible.- Dijo la voz de Snape de forma solemne. -Este lugar está muy protegido y no siquiera el Señor Tenebroso podría entrar.-

-En eso lleva razón.- Dijo una voz a sus espaldas e Inoko miró al hombre, sobre todo a la cicatriz que le ocupaba media cara y aunque su rostro podría parecer siniestro, la sonrisa que mostraba transmitía una sensación de calidez. -Remulus Lupin.- Se acercó a Inoko con la mano extendida y ella la aceptó aunque enseguida hizo una inclinación como muestra de respeto.

-Lo sé. Sirius me habló mucho de ti. Bueno, de todos.- El rostro de Remus pasó a mostrar tristeza por la muerte de su mejor amigo e Inoko lo vio. -Siento mucho su pérdida.- Se dieron miradas de apoyo y decidieron pasar a otro tema más importante. -¿Hace falta comprar algo?-

-Todo lo que necesitas está en tu habitación, arriba, y el resto de cosas serán mandadas a Hogwarts inmediatamente.- Respondió Snape colocándose las mangas de su túnica.

-Pues si me disculpáis, subiré a mi habitación. A fin de cuentas llevo todo un día levantada y necesito descansar.- Ambos hombres asintieron con la cabeza e Inoko se dirigió a la puerta que daba al pasillo. Con un chasquido de dedos sus cosas fueron volando detrás de ella y así, se fue de allí, ajena a la conversación que tenían los dos hombres.

-¿Supondrá algún peligro?- Preguntó Remus viendo por dónde se había ido Inoko.

-No. El hechizo es poderoso y no les recordará.-

-Bien. En estos tiempos necesitamos toda la ayuda posible y si algo le sucede a ella, todos estaremos perdidos.-

Inoko durmió durante horas y cuando se despertó observó que era de día, tal vez el mediodía y tras levantarse se colocó una bata y bajó hasta el comedor, donde Kreacher preparaba el desayuno.

-Buenos días.- Dijo Inoko a lo que el elfo respondió con un gruñido. Se sentó en la mesa y agarró el periódico, viendo las imágenes moverse frente a sus ojos. Todo lo que leía eran desapariciones de magos, brujas y muggles. -Ag.- Lanzó el periódico lejos, sintiéndose abrumada por todas las malas noticias y esperó a que Kreacher le trajera el desayuno. Quiso ayudarle a hacerlo pero la última vez que lo hizo le lanzó un hechizo y desde entonces las veces que ha visitado aquella casa ha procurado mantenerse alejada del elfo.

-Hoy iré a Hogwarts y tu tren saldrá mañana a las 11 de la mañana. Por favor, no llegues tarde.- Giro la cabeza y vio a Snape en un extremo de la mesa leyendo el periódico.

-Siempre puedo transportarme hasta allí.- Snape no volvió a decir nada e Inoko agradeció a Kreacher por el desayuno, aunque este, como era de esperar, respondió con un gruñido. -¿Vendrán hoy el resto de los miembros de la Orden?- Snape asintió con la cabeza. -¿Y tú qué harás?-

-Reuniones.- Ella sabía perfectamente con quien, pero Kreacher estaba cerca y ese elfo era capaz de traicionar a cualquiera con tal de conseguir unas monedas.

En ese momento el móvil de Inoko empezó a sonar y tras levantarlo de la mesa vio el nombre de Akihiko en la pantalla. Disculpándose, se levantó y salió al pasillo contestando a la llamada.

-No te despediste.- Fue lo primero que dijo él con su tono de voz serio, incluso un poco molesto.

-Lo sé.-

-No entiendo esa costumbre tuya de irte sin despedirte primero.-

-No me digas que has ido a la casa.-

-No.- Inoko suspiró y empezó a andar por el pasillo, llegando a la habitación en cuyas paredes estaba el árbol genealógico de toda la familia Black.

-¿Misaki?-

-Sebastian nos lo dijo.- Escuchó la voz del muchacho y sonrió. Se lo podía imaginar intentando calmar a Akihiko y rindiéndose al momento porque era una misión imposible. -¿Qué tal el viaje?-

-Tranquilo, aunque aún me queda el viaje en tren y ese es el más largo.-

-Mándale saludos a Snape.- Dijo Akihiko intentando cambiar de tema enseguida. Cualquier cosa que tuviera relación con la misión de ella la evitaba por completo.

-Lo haré, no te preocupes.- Miró cada dibujo en la pared y se paró en el de Sirius. Acariciando su nombre sonrió de manera melancólica y escucho las quejas de Akihiko hasta que decidieron cortar con la llamada, Inoko prometiéndole enviarle cartas a menudo.

-¿Muy enfadado?- Preguntó Snape cuando volvió ella al comedor.

-No. Tan solo le gusta dramatizar por todo.- Se sentó de nuevo en la mesa y siguió comiendo. -Te manda saludos.- Snape hizo solo un sonido de aprobación y volvieron a quedar en silencio. Cuando terminó se levantó y enseguida el elfo se acercó para llevarse el plato, quejándose por lo bajo de algo. -Voy a prepararme.- El hombre asintió e Inoko salió de allí, observando cada cuadro hasta llegar a la habitación. Lo cierto es que por el cansancio apenas se había fijado en la decoración, aunque era como el resto de la casa: muebles y paredes de un color oscuro y lo único que destacaba eran las cosas de Inoko.

Cuando ya se duchó y se cambió a una ropa más cómoda, la puerta sonó y mientras esperaba en el pasillo vio a Snape abrir la puerta al resto de la Orden del Fénix.

-Un placer conoceros a todos.- Dijo sonriente, mirando a cada miembro del grupo que estaban expectantes a la reunión que iba a suceder en unos minutos.

*

Al día siguiente Inoko ya se dirigía a la estación, dejando atrás la casa Black y de la Orden del Fénix, donde Kreacher seguiría cuidándola hasta el regreso de alguien.

Llegó a la estación de trenes con un conjuro y apareció en un cubículo del baño, así se evitaba de sorpresas y que se crease el pánico en el lugar. Suspirando agarró su maleta y salió de allí, dirigiéndose hasta la pared que la llevaría hasta el andén 9 y 3/4 con una sonrisa cuando vio a los muchachos yendo al mismo lugar, dándose cuenta de quiénes eran los que irían a Hogwarts por primera vez por los nervios que llevaban.

Finalmente llegó a la columna que la llevaría al tren y, al contrario de todos los que se dirigían al mismo lugar, ella no cogió carrerilla para cruzar la pared, sino que anduvo tranquilamente hasta que sintió que traspasaba la columna y al abrir los ojos se vio frente al Expreso de Hogwarts en todo su esplendor. Todo estaba lleno de familias que se despedían de sus hijos, algunos desde las ventanas y otros en el suelo, listos para subir al tren. Aunque la situación actual era peligrosa, podía sentir la emoción de todos allí para ir a aquel colegio tan majestuoso.

Evitando llamar la atención se subió enseguida en el tren y buscó el compartimento que Dumbledore había preparado para ella. De esa manera podía ninguno de los alumnos la abordaría a preguntas o a miradas sobre qué hacía allí o si era una nueva profesora para el año escolar.

Tras dejar las cosas encima del asiento, se sentó sobre el cómodo sillón y observó las despedidas que había en el exterior, sonriendo enternecida por todos los padres que miraban orgullosos a sus hijos.

Y tras unos minutos, el tren comenzó a moverse y dejaron muy atrás la estación, llegando enseguida al campo, mostrándose en todo su esplendor a todos los que mirasen por la ventana.

Aprovechó el tiempo dibujando el paisaje que tenía o algunos garabatos por sus cuadernos de las diferentes asignaturas en Hogwarts. Incluso con su magia hizo que los dibujos cobrasen vida y todos iban de un lado a otro por las hojas. Y mientras reía por lo que estaba sucediendo con sus apuntes, un pequeño golpe en la puerta la hizo sobresaltar y al ver que se trataba de la señora que lleva el carrito de dulces de Honeydukes sonrió.

-Buenos días, querida.- Dijo la anciana al ver a Inoko que la miraba con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Qué vas a querer?-

-Deme un poco de todo.- La anciana asintió y se dispuso a agarrar cada cosa del carrito. Mientras esperaba vio a un grupo de alumnos que la miraban expectantes y, sin decirles nada, les saludó con una sonrisa y moviendo la mano ligeramente.

Enseguida el rumor de que ella estaba allí recorrió todo el tren y cuando llegaron a los oídos de Draco, el muchacho se quedó en silencio, dejando de hablar en mitad de algo que estaba contando.

-Draco.- La voz de Pansy le hizo reaccionar. -¿Te encuentras bien?-

-Sí... sí, me encuentro bien.- Miró al pasillo con su corazón latiendo a gran velocidad, deseando volver a ver a la muchacha con la que llevaba soñando desde que la vio hacía 3 meses.

Y un par de vagones más adelante, otro muchacho se quedó mudo al escuchar sobre la muchacha que tenía un compartimento para sí sola y compraba del carrito de dulces. Y aunque tenía ganas de levantarse e ir a buscarla, la conversación que tenía con sus dos mejores amigos era más importante y, mirando al pasillo una última vez, centró su atención en la muchacha de pelo castaño y el muchacho pelirrojo que tenían una pequeña discusión.

*

Cuando Draco bajó del tren vio a Inoko a unos metros, cerca del camino que los llevarían al castillo y dónde los carruajes esperaban a los alumnos. Ella sabía por qué había salido el último y por qué escuchó a un chico pelirrojo y a una chica de pelo castaño preguntar por Harry. Ambos se miraron durante varios segundos e Inoko retomó su camino hasta Hagrid que la esperaba llevando sus maletas en su gran mano. Los dos amigos se saludaron con un abrazo y Draco observó que se montaban en un carro y la chica con la que llevaba soñando desde que la vio aquella noche en el castillo desapareció en el camino.

Al llegar a la puerta el profesor Flitwick pasaba lista, a pesar de conocer a varios alumnos, y Draco no iba a ser menos a pesar de estar exigiendo que tuvieran cuidado con su equipaje. Volvió a ver a Inoko saludar al conserje del castillo y aunque siempre había visto a ese hombre de mal humor, al verla a ella su mirada se relajó y pudo ver un cierto brillo en sus ojos. Y los ojos de Inoko y Draco se encontraron una segunda vez, aunque esta vez ella solo inclinó la cabeza como saludo antes de saludar a Snape que apareció para ayudar a Draco y de ver a lo lejos a Harry y a Luna, a quienes saludó con una cálida sonrisa.

-¿Quién es?- Pudo escuchar que Luna preguntaba a Harry.

-Es una amiga.- Dijo Harry y en aquel momento Draco sintió una pequeña puñalada en su corazón y, por primera vez en su vida, quiso acercarse a Harry para descubrir más cosas sobre aquella nueva visitante.

Entraron en el castillo y aunque todos los alumnos estaban cenando una vez pasada la ceremonia del sombrero seleccionador, las puertas se abrieron y apareció Inoko, recibiendo la mirada de todos los alumnos, muchos suspirando por su belleza y otros murmurando quién podría ser.

-Alumnos y alumnas, este año tendremos la presencia de una alumna de prácticas de la escuela de Magia y Hechicería de Mahoutokoro.- Inoko fue andando por el pasillo y en su rostro se podía ver una seguridad que llegó a cada uno de los alumnos, incluso de Harry que acababa de llegar y tanto como Hermione, Ron y Ginny estuvieron preguntando quién era ella hasta que Harry dijo su nombre antes de que lo hiciera Dumbledore. Inoko, que tras hacer una reverencia como presentación a todas las personas que la miraban se fue a sentar a la mesa de los profesores, saludando a todos con una sonrisa y pequeñas inclinaciones y colocándose entre Hagrid y el profesor Snape. Hablaba con ambos, aunque se veía cómo su modo cambiaba de uno a otro, mientras con Hagrid lo hacía de manera más animada, movía las manos y sonreía de oreja a oreja, con Snape lo hacía más calmada, mostrando seriedad aunque en sus ojos se podía ver un profundo cariño hacia el profesor. Y, si te fijabas fijamente, podías ver que los ojos oscuros de Snape mostraban el mismo sentimiento, pero claro, ¿quién se iba a fijar en el profesor de pelo graso y de semblante serio teniendo a Inoko en el Gran Comedor?

-¿La conoces?- Preguntó Hermione asombrada. -¿Cómo es que la conoces?-

-La vi el último día antes de irnos de aquí. Escuché una voz... estaba cantando y esa voz me llevó hasta ella en el Lago Negro.- Quiso contarle sobre todo lo que la rodeaba y cómo sus ojos cambiaron de color en cuanto ella se dio cuenta de su presencia, pero Dumbledore siguió hablando.

-Y este año habrá un ligero cambio. La asignatura de Pociones que enseñaba el profesor Snape pasará a enseñarla el profesor Slughorn, a lo que la asignatura de Defensa contra las artes oscuras pasará a manos de el profesor Snape.- Los únicos que aplaudieron con entusiasmo fueron los de Slytheryn, aunque Inoko, desde donde se encontraba sentada, pudo ver que Draco mantenía la mirada fija en la mesa mientras que Harry la mantenía en Inoko, pensando en por qué estaba realmente allí.

Al terminar la cena en la que el único tema de conversación fue la llegada de Inoko, todos fueron en dirección a sus respectivos dormitorios, aunque en el jaleo de todos los alumnos en los pasillos, Harry vio que Inoko se dirigía a su habitación en una de las torres del castillo y cuando quiso dirigirse a ella, la voz de Ron le paró. Él y Hermione estaban mirándole expectantes, y cuando Harry giró la cabeza Inoko había desaparecido.

-¿Qué te había pasado?- Preguntó Hermione mientras subían las escaleras.

-Nada... quería saludar a Inoko.- Ninguno mencionó más el tema y Harry apenas durmió aquella noche, aunque él no fue el único, ya que un muchacho en una de las habitaciones de Slytheryn miraba al techo y con su corazón latiendo con fuerza al pensar en ella.

*

-¿Contraseña?- Preguntó el retrato de Salazar Slytheryn cuando Inoko apareció ante el cuadro.

-Me conoces desde que tengo dos años, ¿de verdad necesito contraseña para poder entrar en mi habitación?- El cuadro la miró con seriedad y se cruzó de brazos.

-¿Contraseña?- Volvió a preguntar e Inoko suspiró frustrada, aunque cuando iba a decir la contraseña apareció en el cuadro Helga Hufflepuff con una sonrisa tranquilizadora.

-Salazar, déjala entrar, es Inoko. Te cae bien.- El hombre chasqueó la lengua y el cuadro se movió, mostrando el interior de la habitación a Inoko. -Bienvenida, cielo.-

-Muchas gracias, Helga.- Ambas mujeres se sonrieron e Inoko entró al interior de la habitación que una vez fue suya y de su madre años atrás. La decoración no había cambiado y la chimenea al fondo del salón la recibía encendida y calentando el lugar.

Cuando el cuadro se cerró e Inoko se quedó sola suspiró mostrando todo el terror que estaba sintiendo en aquellos momentos. Unas pocas lágrimas salieron de sus ojos y cuando abrió los labios para soltar un gimoteo, una voz desde el exterior la sacó de su trance.

-¿Inoko?-

-¿Quién es?- Respondió ella acercándose al cuadro.

-Soy Draco. Draco Malfoy.- Inoko abrió los ojos. ¿Cómo es que estaba ahí? Y, lo más importante, ¿por qué había ido hasta allí? -¿Puedo pasar?-

Dudó unos segundos, pero al final empujó la puerta y el rostro de Salazar Slytherin mirándola con el semblante serio apareció ante ella, como si la juzgase por lo que estaba haciendo al dejar entrar a un alumno pasado el toque de queda y a una habitación con una chica. Rompían demasiadas normas y tanto él como ella podían sufrir las consecuencias.

-Es de tu casa.- Dijo antes de mirar a Draco. Sus ojos seguían mostrando pánico, pero si se fijaba un poco más, se podía ver una pizca de esperanza al tenerla delante, como si ella fuese la única que pudiera ayudarle a salir del infierno que estaba viviendo. -Pasa.- Se echó a un lado y ambos se miraron hasta que Draco entró a la habitación de Inoko, cerrando ella la puerta y quedando los dos finalmente solos. -¿Quieres algo de beber? Me han dejado varias botellas y no creo que vaya a beber ni la mitad.-

-Cerveza de mantequilla, por favor.- Inoko tan solo sonrió y fue hasta el carrito de bebidas que Dumbledore había dejado ahí y que Hagrid había completado, aunque estaba segura que no bebería ni la mitad. Agarró la botella de cerveza y llenó dos jarras, yendo hasta Draco que miraba una fotografías puestas encima de la chimenea. La que observaba en concreto era una de Inoko cuando tenía cinco años y su madre al lado, ambas en el exterior de la cabaña de Hagrid y sonrientes.

-Esa nos la hicimos el día de mi cumpleaños. Fue gracioso porque aunque era un día que tenían que darme regalos, yo le hice uno a Hagrid.- Inoko sonrió.

-¿Estuviste viviendo aquí?- Asintió con la cabeza.

-Hogwarts se convirtió en mi hogar. Literalmente.- Miró la foto con su madre. -Huimos de algo que sucedió cuando tenía dos años, alguien quiso atacarnos y llegamos aquí. Dumbledore nos acogió.-

-¿Y qué pasó?-

-Mi madre se casó y nos mudamos a Japón.-

-¿Cómo es que nunca has venido? Te habría visto.-

-Venía en verano, cuando todos estabais en vuestras casas.- Inoko rio ligeramente y le miró. -¿Qué haces aquí?- Draco se encogió de hombros y caminó hasta el sofá. -¿Me has echado de menos?-

-No. Digamos que he tenido un verano... movidito.- Se sentó y colocó una pierna encima de la rodilla contraria, un brazo sobre el sofá y el otro sujetando la bebida que llevó a sus labios.

Inoko suspiró y se puso de espaldas a la chimenea, sintiendo el fuego calentar sus piernas.

-¿Te dolió?- Draco la miró preguntándose a qué se refería. -La marca tenebrosa.- Y vio que sus ojos pasaban a mostrar pánico sobre cómo pudo darse cuenta de lo que tenía en su antebrazo. Y antes de que pudiera preguntárselo, ella se adelantó. -La estoy sintiendo. Es oscura, como si fuera consumiendo la luz que hay alrededor poco a poco.- Le miró el antebrazo donde la marca era tapada por la túnica y luego a sus ojos. -¿Te dolió?- Volvió a preguntar y Draco asintió. En ese momento reinó el silencio y lo único que se escuchó fue la madera siendo consumida por el fuego. -No tienes por qué hacerlo solo, ¿sabes?-

-No creo que estés aquí para traicionarles.- Inoko negó con la cabeza y fue hasta el sofá, sentándose a su lado.

-Pero puedo estar contigo.- Se miraron y aunque apenas se conocían, sintieron que una fuerte conexión había nacido entre ellos. Tal vez en ese mismo momento o cuando tuvieron aquel encuentro apenas tres meses atrás. Pero lo sintieron y Draco por primera vez desde que Voldemort volvió, lloró. E Inoko tan solo le abrazó. -¿Quieres pasar aquí la noche? Hay otra habitación.- Draco la miró. -Si sales ahora alguien te pillará y no creo que tu casa quiera perder puntos el primer día.- El muchacho asintió y vio que Inoko se levantaba, ofreciéndole la mano delante de él. Al principio dudó, pero finalmente aceptó aquel ofrecimiento y, con las manos unidas, se alejaron del salón. El contraste de sus pieles era notable, mientras que la piel de Draco era pálida y fría al tacto, la de Inoko era más tostada y cálida. Ambos sintieron un escalofrío cuando sus manos se unieron, pero sintieron que era algo agradable. Y tanto Inoko como Draco; pero sobre todo él; quisieron sentirlo de nuevo. Inoko le acompañó hasta la habitación donde dormiría.

-Que descanses, Draco.- Inoko le sonrió, pero él solo la observó. Al final hizo una inclinación con la cabeza y la siguió con los ojos hasta la habitación donde ella dormiría. Antes de entrar cada uno en su respectiva habitación, se miraron una última vez e Inoko le sonrió una vez más, pero cuando entró, no vio que Draco le había devuelto la sonrisa.

A la mañana siguiente cuando Draco despertó no vio a Inoko en ningún lado, ni en su habitación ni en el salón, aunque sí vio que encima del sofá estaba su uniforme con una nota encima.

He pedido a uno de los elfos que lo trajera de tu habitación

PD: siempre me han gustado los colores de Slytheryn, pero no se lo digas al cuadro de Salazar o me lo recordará el resto de mi vida

Draco sonrió al ver la nota y se cambió ahí mismo con su uniforme, colocándose la túnica y bajando al Gran Comedor donde sus amigos le esperaban en la mesa de Slytheryn. En el camino encontró a Inoko charlando con Slughorn en el pasillo y cuando sus miradas se encontraron ella le lanzó una pequeña sonrisa aunque siguió hablando con el profesor. Draco fue hasta la mesa de Slytheryn y se sentó junto a Blair y a Pansy, sin dejar de observar a Inoko. Pero entonces, cuando Inoko se separó del profesor Slughorn y pensó que se sentaría con ellos, apareció Harry Potter con Hermione Granger y Ron Weasley por la puerta y observó cómo ella se acercaba a ellos, cómo se presentaba a Hermione y Ron y cómo se sentaba con ellos en la mesa de Gryffindor, recibiendo las miradas de admiración de los chicos y de algunas chicas, y de curiosidad del resto de personas.

Draco sintió su cuerpo llenarse de celos, pero su cabeza actuó rápidamente, diciéndose a si mismo que era lógico que se acercase a ellos. Y aunque nunca se lo diría, a ella le sentarían genial los colores de Gryffindor porque eran unos colores que desde ese momento le recordarían siempre a ella.

Cuando todos los alumnos terminaron su desayuno y se dirigían a sus clases, Harry, Hermione y Ron observaron a Inoko asombrados.

-¿Te graduaste aquí?- Inoko se encogió de hombros mostrando una tímida sonrisa en sus labios.

-Bueno, no hubo ceremonia de por sí y tampoco tengo tantos títulos necesarios para trabajar, pero cuando venía aquí en verano le mostraba a Dumbledore y a algunos profesores lo que había mejorado en todas las asignaturas así que al ver que ya no tenían nada que enseñarme, me gradué. Fue algo muy sencillo, incluso lo hicimos en el Patio del Reloj. Hagrid llevó pajarita.- Inoko sonrió orgullosa de aquel día y recordando cualquier detalle, desde las palabras de Dumbledore, las lágrimas de felicidad de McGonagall (incluso las de Snape) y los aplausos que resonaban por todo el patio. -Luego el Gran Comedor estaba lleno de banderas, confeti que caía del cielo, un enorme banquete y regalos. Hagrid me regaló un hipogrifo, Buckbeak, pero como no podía tenerlo en mi casa en Japón, lo dejé aquí.- Harry, Ron y Hermione se miraron y no necesitaron decirle nada a Inoko porque les sonreía. -Lo sé, Hagrid me lo dijo y me alegra que esté a salvo.-

-¿Le has visto?- Asintió.

-Llevo viéndole desde que Hagrid lo puso en mis brazos cuando aún era solo un cachorro.- Y los ojos de Harry se abrieron por completo. ¿Entonces eso significaba que ella había conocido a Sirius cuando tuvo que ocultarse?

-Pero entonces tú...- Hermione no pudo terminar porque la voz de Snape irrumpió en la clase y todos se quedaron en silencio.

-Mantened el silencio y las preguntas al final.- Comenzó diciendo el profesor acercándose a la mesa donde Inoko ya le esperaba. Todos sabían que no iba a ser una alumna como el resto, pero sí que estaría con el resto de profesores como prácticas. Nadie lo cuestionó porque todos estaban encantados de tener a alguien como Inoko en sus clases.

-Señorita Usami, viendo la capacidad tan inepta de los alumnos a la hora de realizar hechizos, ¿nos podría hacer una demostración?- Inoko asintió y fue al centro de la clase. Todos los alumnos estaban en círculo, observándola.

-¿Algún voluntario?- Todos los chicos levantaron la mano y las chicas rodaron los ojos al ver lo desesperados que se volvían por captar su atención. En cambio Inoko soltó una pequeña risa y fue girándose sobre sus pies lentamente, mirando a cada alumno y alumna, pensando en quién debía sacar. Y, detrás de Dean Thomas y Seamus Finnigan, vio que Draco miraba a otro lado, como si el estar ahí le aburriera. -Draco Malfoy, al centro por favor.- Todos se quedaron en silencio, los brazos fueron bajando y la clase entera se llenó de murmullos sobre por qué Inoko había hecho salir a Malfoy, junto con otros murmullos sobre él. -Silencio, por favor. Porque este hechizo lo voy a hacer una sola vez y no voy a explicarlo de nuevo al finalizar la clase.-

Draco siguió las indicaciones de Inoko, observando cómo se colocaba frente a él y atendiendo a todo lo que ella decía, desde cómo colocar los pies hasta la manera correcta de sujetar la varita.

-Puede que te haga daño.- Susurró solo para que él lo escuchara.

-He sufrido cosas peores.- Draco sonrió de lado e Inoko aguantó la sonrisa que quería mostrar, aunque Draco lo sabía.

Y así, con uno frente al otro, Inoko abrió sus labios y de entre ellos salió el hechizo.

-Encantenae.- Ninguno se lo esperaba, y cuando las cadenas salieron del suelo y atraparon a Draco de pies y manos, imposibilitándole de usar su magia, un gran jadeo de asombro salió de los labios de todos los alumnos y alumnas allí. Pero no era por el hechizo en sí, de eso ya estaban acostumbrados a cualquier cosa. El motivo por el que se quedaron sin aire fue al ver que Inoko cambiaba completamente cuando conjuraba un hechizo, sus ojos se volvían más oscuros y se convertía en una persona completamente distinta. Casi como...

-¿Estás bien?- Le preguntó a Draco acercándose a él para comprobar que el hechizo había salido correctamente. Él observó el cambio justo enfrente de ella y sintió un escalofrío al ver aquel cambio. No fue como el que sintió cuando vio a Voldemort entrar por las puertas de su casa, ni cuando vio la Marca Tenebrosa por primera vez en su brazo. Esta vez era diferente, algo inexplicable.

El peli rubio asintió con la cabeza, aguantando cualquier gesto de dolor que luchara por salir. No quería mostrar ni un momento de debilidad ante todas las miradas que había sobre él, aunque Inoko lo sentía, sentía el dolor, y no solo el que le causaban las cadenas que tiraban de él, sino el dolor emocional que tenía desde hacía tanto tiempo.

Ambos se miraron unos segundos e Inoko murmuró unas palabras que lo liberaron de las cadenas, cayendo al suelo de rodillas y jadeando tras haber aguantado tanto el dolor. Inoko se puso de rodillas frente a él para comprobar que se encontraba bien y cuando sus manos se tocaron volvieron a mirarse, aunque en ese momento Draco se levantó de golpe y salió casi corriendo de la clase, dejando a todos en el aula sin palabras.

-¿Puedo...?- Miró a Snape y el profesor, sin mover su rostro, manteniéndolo serio en todo momento, asintió con la cabeza e Inoko fue detrás de Draco.

-¿Por qué va detrás de ese hurón?- Murmuró Ron por lo bajo, molesto porque Inoko fuera a comprobar que Draco, el mismo que le hizo la vida imposible a casi todos allí mismo, estuviera bien.

Le siguió por el pasillo, llamándole hasta que fueron a uno de los patios interiores del castillo. Cuando Inoko se puso frente a él vio que varias lágrimas corrían por sus mejillas y miraba al suelo, evitando mirarla. Enseguida Inoko le rodeó con sus brazos y miró alrededor, comprobando que no hubiera nadie allí, aunque por suerte, estaban en una zona del patio oculta a los ojos de los demás.

-Está bien.- Murmuraba acariciándole el pelo, enterrando los dedos en aquellos mechones rubios. Al principio Draco no aceptó el abrazo, más bien quiso alejarse, pero al ver que Inoko no se apartaba, sino que aumentaba la fuerza, se agarró a su camisa y estuvo llorando durante largos minutos.

No dijeron nada cuando Draco se calmó, tan solo Inoko secó las lágrimas con un pañuelo de tela que tenía guardado en el bolsillo y para evitar que nadie dijera nada de sus ojos rojos, lanzó un conjuro que los devolvió a su estado anterior y el azul brillaba de nuevo.

-Gracias...- Murmuró entregándole el pañuelo e Inoko, con una sonrisa, lo guardó de nuevo, las manos de ambos rozándose ligeramente y el corazón de Draco dio un respingo.

-¿Volvemos?- Le ofreció su mano y Draco, dubitativo durante unos segundos, acabó por enlazar sus dedos con los de Inoko y, de esa manera, retomaron su camino hasta la clase, donde Snape enseñaba nuevos conjuros a los alumnos. Agradeciendo que todos les daban la espalda y que la túnica de Draco tapaba sus manos unidas, pudieron estar en esa posición hasta que la clase terminó y mientras Draco se iba con sus amigos, Inoko volvía con Snape.

-Que no vuelva a ocurrir.- Dijo Snape en cuanto Inoko estuvo frente a él. La muchacha rodó los ojos y empezó a recoger sus cosas.

-No seas aguafiestas. Necesitaba a alguien.- El profesor no volvió a decir nada y salió de la clase. Inoko tan solo sonrió, sabía que tras ese rostro serio había preocupación e incluso admiración por lo que había hecho así que, sujetando con fuerza sus cuadernos, salió de allí, encontrándose con Harry, Ron y Hermione que se dirigían a su siguiente clase.

Cuando Inoko por fin llegó a su habitación después de la cena en el Gran Comedor se lanzó sobre el sofá, tumbándose frente al fuego.

-¿Un día duro, cielo?- Escuchó la voz de Helga.

-Demasiadas clases. Ahora entiendo por qué Severus está siempre tan serio.- La mujer en el retrato soltó una pequeña risa. -Escribiré una carta para mi madre, Akihiko y Kahoko y me iré a dormir.-

-¿No vendrá ese amigo tuyo?- Preguntó Salazar con ironía e Inoko rodó los ojos, chasqueando los dedos para que los folios de papel y las plumas fueran hacia ella.

-Solo fue una vez. Tampoco es que vaya a convertirse en...- Y la puerta sonó. -Le habías visto venir, ¿verdad?- Pero el hombre no contestó e Inoko, sonriendo a pesar de la situación, fue a abrir la puerta, encontrándose; como no; a Draco.

Estuvo unos segundos en silencio y cuando abrió los labios para hablar, Inoko se hizo a un lado y le dejó entrar.

-Gracias.- Murmuró entrando al interior y sintiendo una pequeña paz como nunca había sentido. Inoko dio una última mirada a Salazar que la observaba serio y a Helga que estaba con una sonrisa y cerró la puerta, donde Draco ya la esperaba sentado en el sofá.

-Bienvenida a Hogwarts, Inoko.- Murmuró la muchacha. -Espero que no pase nada malo.- Y se dirigió hacia el muchacho.

Continuará...

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