
Capítulo 9.- De regreso a Hogwarts parte II
Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marvel Estudios, Disney y a Stan Lee, los personajes de Harry Potter pertenecen a su autora J.K. Rowling. Este fanfic lo hice solo y únicamente como diversión.
Personajes: Dr. Strange/Tony Stark. Dr. Strange/James Potter (pasado)
Aclaraciones y advertencia: Romance, Crossover, Universo semi alterno, mención de Mpreg y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.
Beta Reader:
Resumen: Stephen conoció a James Potter durante su época de colegio en Hogwarts. Dejó el mundo mágico poco antes de que estallara la guerra contra Voldemort, para perseguir su sueño de convertirse en medico (tanto medimago como no mágico). Por casualidad conoce a Tony Stark, se hacen amigos y con el tiempo, se casan, pero ¿qué pasaría si el joven Harry Potter fuese el hijo de Strange?, ¿Cómo lo tomaría la nueva familia del Hechicero Supremo?
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El pasado regresa
Capítulo 9.- De regreso a Hogwarts parte II
Cruzaron el umbral y se sumergieron en la casi total oscuridad del vestíbulo. Olía a humedad, a polvo y a algo podrido y dulzón (una combinación extraña); la casa tenía toda la pinta de ser un edificio abandonado.
Tony miró hacia atrás, vio a Stephen y a Sirius que iban detrás de él. Oyó un débil silbido, y entonces unas anticuadas lámparas de gas se encendieron en las paredes y proyectaron una luz, débil y parpadeante, sobre el despegado papel pintado y sobre la raída alfombra de un largo y lúgubre vestíbulo, de cuyo techo colgaba una lámpara de cristal cubierta de telarañas y en cuyas paredes lucían retratos ennegrecidos por el tiempo. Tony oyó algo que correteaba detrás del zócalo. Tanto la lámpara como el candelabro, que había encima de una desvencijada mesa, tenían forma de serpiente.
—¿Pasa algo? —preguntó Sirius al notar la incomodidad de Stark. Tony negó con la cabeza.
—Nada. Solo —el castaño miró a su esposo, quién frunció el ceño, como oponiéndose a lo que pudiera estar pensando —. ¿Quién es tu decorador? Estoy seguro de que a los chicos les gustaría una casa del terror…
Sirius sonrió al tiempo que Stephen suspiraba. La señora Weasley, entró por una puerta que había al fondo del vestíbulo. Corrió a recibirlos con una sonrisa radiante.
Tony contempló a la mujer; pelirroja, rellenita y un poco baja. Se le antojaba como la típica madre cariñosa que bordaba suéteres, preparaba comidas caseras y avergonzaba a sus hijos con sus novias.
—¡Oh! Stephen, Sirius, ¡cuánto me alegro de verlos! —susurró, y los estrujó con un fuerte abrazo; luego se separó un poco, luego miró a Tony sin borrar su gesto jovial. —¿Dónde está Harry?
—En casa, a salvo en su cama —respondió Tony.
—Molly, déjame presentarte a mi esposo; Anthony Stark. Tony, ella es Molly, su hijo menor es amigo del nuestro —ahora que la relación de Stephen con Harry era mejor, el niño se había vuelto más abierto, contándole sobre su vida, tanto con los parientes de Lily, como su tiempo en Hogwarts.
La matriarca Weasley hace un gesto de incomodidad, fue rápido, pero Tony pudo darse cuenta.
Tony comprendía. La mujer seguramente era amiga de los fallecidos James y Lily, y el escuchar que otra persona ocupaba su lugar, debía ser doloroso.
—¿La reunión ya ha comenzado? —preguntó Sirius para disipar la atmósfera incómoda.
—Está por iniciar, aunque, bueno —miró a Tony, incómoda —. La reunión es sólo para miembros de la Orden. Ron y Hermione están arriba; el Sr. Stark puede esperar con ellos hasta que se acabe.
Stephen frunció el ceño. No pensaba dejar a su esposo de lado, mucho menos por una estúpida regla. Él tampoco pertenecía a la ridícula orden de Dumbledore; solo accedieron a asistir a la reunión, por el bien de Harry.
—Te recuerdo, Molly, que yo tampoco pertenezco —dijo Strange con enojo.
—Cierto. Ellos solo accedieron a venir por Harry —agregó Sirius. —Albus sabe que Tony vendría.
Molly suspiró derrotada.
—Bien, bien; vamos. Y hablen en voz baja en el vestíbulo —añadió con un susurro apremiante.
—¿Por qué? —preguntó Tony con curiosidad.
—No quiero que se despierte nada.
—¿Qué es lo que...?
—Ya te lo explicaré más tarde —respondió Sirius al tiempo que posaba una mano en la espalda de Stark, obligándolo a caminar.
El lúgubre vestíbulo estaba abarrotado de magos y de brujas. Lupin era la única cara conocida para Tony, pero había otro que le resultaba familiar por las pocas fotos que Stephen conservaba de sus días de escuela; Severus Snape. Molly se encargó de las debidas presentaciones. Tonks, una chica agradable, cuyo cabello cambiaba de color; a Stark le parecía agradable y estaba seguro de que se llevaría bien con Peter.
La joven era ruidosa y fue amonestada un par de veces por la pelirroja.
—No seas tan dura, la chica solo quiere expresar…
Pero sus últimas palabras quedaron sofocadas por un espantoso, ensordecedor y espeluznante alarido detrás de unas apolilladas cortinas de terciopelo que se abrieron, permitiendo ver el retrato de una anciana con una gorra negra que gritaba sin parar, como si estuvieran torturándola; aquello hubiera sorprendido a Tony, de no ser por la gran colección de cuadros mágicos (en especial de ancestros), que existían en la casa Strange.
La anciana echaba espuma por la boca, sus ojos giraban descontrolados y tenía la amarillenta piel de la cara tensa y tirante; los otros retratos que había en el vestíbulo detrás de ellos despertaron y empezaron a chillar también, hasta tal punto de ensordecer.
Lupin y la señora Weasley fueron corriendo hacia el retrato e intentaron cerrar las cortinas y tapar a la anciana, pero no podían con ellas y la anciana cada vez gritaba más fuerte y movía sus manos como garras; parecía que intentaba arañarles la cara.
—¡Cerdos! ¡Canallas! ¡Subproductos de la inmundicia y de la porquería! ¡Mestizos, mutantes, monstruos, fuera de esta casa! ¿Cómo se atreven a contaminar la casa de mis padres?
—¡Silencio! —ordenó Stephen con voz potente; su magia vibró y todo el salón quedó en silencio.
—Tú… —dijo la anciana más calmada, pero con voz cargada de odio —. ¿Qué haces aquí? Maldito traidor a la sangre —luego miró a Sirius —Tú. ¡Engendro, vergüenza de mi estirpe!
Strange puso los ojos en blanco, hizo un movimiento con las manos y al instante, la anciana del cuadro se vio atrapada entre dos portales que la llevaban en un viaje sin fin. Todos miraron a Stephen.
—¿Qué? —dijo el hechicero con tono monótono —Era molesta —dio la vuelta, caminó unos pasos y al instante, todos le abrieron paso. Tony y Sirius no pudieron evitar contener la risa. Cada que Stephen hacía que alguien callera durante horas por un portal; le recordaba la primera vez que lo hizo con Rogers.
…
La reunión se llevó a cabo poco después. Había brujas y magos que Strange no conocía, pero no le gustaba como miraban a Tony, ¿no se supone que ellos se oponían a los ideales de pureza de Voldemort? Que hipócritas.
—¿Qué hace un muggle aquí? —cuestionó uno de los magos, lo que por poco le hace terminar dentro de un portal. —¿Por qué no trajiste a Potter, Strange?
El hechicero frunció el ceño, comenzaba a cuestionarse el haber accedido a presentarse en tan ridícula reunión. Estaba perdiendo la paciencia.
—Harry, nuestro hijo, se encuentra en casa, a salvo y lejos de una guerra que no es su responsabilidad —dijo Tony y al instante, la sala se llenó de protestas.
—¡Por supuesto que está es su pelea! —Gritó “Ojo Loco” —Es el niño que vivió.
—Es comprensible que un muggle no comprenda la importancia del joven Potter…
—No me importa si creen que es el mismo Jesucristo resucitado —lo interrumpió Tony. Comenzaba a molestarse; esos idiotas magos se creían con el derecho de decidir sobre el futuro y la vida de un niño —. Harry es mi hijo, y ni su padre o yo, vamos a permitir que se involucre en una guerra a la que fue arrastrado, solo por qué una estúpida profecía decía que él podría derrotar a la versión mágica de Hitler.
Los magos se miraron confundidos, no comprendían quién era ese tal Hitler.
—Comprendemos su preocupación, Sr. Stark —habló Albus. Usaba su típico tono comprensivo, que buscaba ganarse la simpatía del hombre.
—No lo creo. Tienen niños aquí, que ni siquiera tienen la edad legal para beber y mucho menos para luchar —lo interrumpió Tony. —Si ustedes quieren ser negligentes con sus hijos ¡Bien! Pero no voy a dejar que el nuestro pierda lo que le queda de infancia, por esto…
—Profesor Dumbledore —Strange, quién hasta el momento se había mantenido al margen; tomó la palabra —. Usted me aseguró que, nuestro hijo se encontraría a salvó dentro de los muros de Hogwarts —espetó molesto —. De acuerdo con lo que sabemos, Harry ha en estado peligro de perder la vida, más veces de las que cualquier persona común…
—¡Harry Potter no es común!
—No, no lo es —concedió Tony. —Es un niño extraordinario, pero sigue siendo un niño. No un soldado.
—Es gracioso que el muggle al que apodan “el mercader de la muerte”, se preocupe tanto por la seguridad de los niños en una guerra —dijo Ojo loco con sorna. Tal vez no conociera mucho sobre la gente sin magia, pero sin duda, la fama de Tony Stark trascendía fronteras.
Stephen lo miró con odio. Ese nombre era un terrible recordatorio de una vida que Tony detestaba y que le producía tanto dolor.
—Él ya no es ese hombre —habló el hechicero con enojo —. Protege a los inocentes, es un héroe que arriesga su vida por la seguridad de las personas.
—Entonces debería comprender —Molly miró al matrimonio de héroes con el ceño fruncido. —Muchos magos y brujas han sufrido por “Quien no debe ser nombrado” …
—Si necesitan ayuda con Voldemort, los maestros de las artes místicas, estaremos más que dispuestos a colaborar —la interrumpió Stephen —, pero como Tony dijo; ninguno quiere que nuestro hijo se vea más involucrado en esta guerra.
—¿Qué es lo que quieren, muchacho? —cuestionó Dumbledore, sabiendo que no podrían hacerlos cambiar de opinión. Debían ceder, dado que Stephen y Tony eran los tutores legales de Harry, tanto en el mundo mágico, como en el muggle; ellos podían llevarse al niño y jamás lo volverían a ver, condenándolos a una posible derrota.
—Harry es igual de terco que James y un imán de problemas —aceptó Stephen de mala gana —. No vamos a ser tan cretinos como para hacerte jurar, Albus, que mi hijo no sufrirá daño dentro de Hogwarts, en cambio, quiero que se le permita llevar todo lo que su papá y yo le demos para su protección.
—Y la promesa de que no ocultaran nada, ni a él, ni a nosotros —agregó Tony al recordar que esas personas dejaron a su hijo mayor en la completa ignorancia, cuando había un “peligroso asesino” tras él.
—Y si nos negamos —dijo Snape desafiante.
—Entonces sacaremos a Harry de Hogwarts —sentenció Strange. Los hechiceros tenían una relación muy cordial con Ilvermorny y no tendría problemas para que la actual directora lo dejara entrar, y si no era posible, bueno, su hijo no sería el único mago educado en casa.
Dumbledore dio un largo suspiro y asintió con la cabeza.
—Será como ustedes quieren —sentenció el anciano director a pesar de las quejas.
…
Harry y Peter observaron a sus padres trabajar. Tony y Stephen habían decidido equipar al niño con la mejor protección que tuvieran sus diferentes habilidades.
Los dos adultos habían salido un par de horas y al regresar; sentaron a Harry y le contaron sobre la Orden del Fénix, sus intenciones, como James perteneció a ella en su momento. Todo.
—No me gusta la idea de que vayas a un lugar que ya ha demostrado que no puede protegerte —dijo Tony antes de suspirar —, pero sería hipócrita de nuestra parte el negarte ir, si así lo deseas.
—No te forzaremos a nada —le aseguró Stephen —. Estoy seguro de que Waterston* te recibirá con los brazos abiertos en Ilvermorny, si no es así, puedes estudiar en casa.
Harry se lo pensó. Por un lado, podría ir a un colegio donde podría ser uno más del montón; tener una vida normal «o lo más normal posible, considerando quienes eran sus padres», pero no quería dejar a sus amigos, ni dejar que Voldemort ganara.
—Me quedaré en Hogwarts —ambos adultos asintieron. No estaban de acuerdo, pero tampoco querían alejar al niño de sus amigos.
—Bien —con eso, la conversación se dio por concluida.
…
El tren iba adquiriendo velocidad, y las casas que se veían por la ventana pasaban volando mientras ellos se mecían acompasadamente. No había pasado ni 10 minutos desde que se separó de su familia y ya los extrañaba. Antes, ir a Hogwarts era como un sorbo de agua fresca en medio del desierto, ahora, no estaba seguro.
—¿Vamos a buscar nuestro compartimento? —propuso Harry. Ron y Hermione se miraron. Se había encontrado con ellos al abordar el tren.
—Esto... —empezó a decir Ron.
—Nosotros... Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los prefectos —dijo Hermione sintiéndose muy nerviosa.
Ron no miraba a su amigo, pues parecía muy interesado en las uñas de su mano.
—¡Ah! —exclamó Harry sintiéndose incomodo—. Bueno, de acuerdo.
—Auch, golpe bajo —dijo Sabrina.
—No creo que tengamos que quedarnos allí durante todo el trayecto —se apresuró a añadir Hermione —. Nuestras cartas decían que teníamos que recibir instrucciones de los delegados, y luego patrullar por los pasillos de vez en cuando.
—Bien —repitió Harry—. Bueno, entonces ya..., ya nos veremos más tarde.
—Sí, claro —dijo Ron lanzándole una furtiva y nerviosa mirada a su amigo—. Es una lata que tengamos que ir al vagón de los prefectos, yo preferiría... Pero tenemos que hacerlo, es decir, a mí no me hace ninguna gracia. Yo no soy Percy —concluyó con tono desafiante.
—Ya lo sé —afirmó Harry, y sonrió. Pero cuando Hermione y Ron arrastraron sus baúles y a sus respectivas mascotas hacia el primer vagón del tren, Harry tuvo una extraña sensación de abandono. Nunca había viajado en el expreso de Hogwarts sin Ron. Y ahora, lejos de sus amigos y familia, se sintió realmente solo por primera vez.
—¡Anímate! Aun me tienes a mí y no planeo ir a ningún lado —Harry no pudo evitar reír por el comentario; le recordó que, siendo una IA en su muñeca, no podía irse a ningún lado —. Bueno, no me iría de tu lado, aunque tuviera un cuerpo.
Harry sonrió. No tardó mucho en encontrarse con la hermana menor de Ron. Luego echaron a andar por el pasillo mirando a través de las puertas de paneles de cristal para ver el interior de los compartimentos, que ya estaban llenos. Potter se fijó, inevitablemente, en que mucha gente se quedaba contemplándolo con gran interés, y varios daban codazos a sus compañeros y lo señalaban. Tras observar aquel comportamiento en cinco vagones consecutivos, recordó que en casa de sus abuelos había leído El Profeta en reiteradas ocasiones donde no paraba de llamarlo mentiroso y un fanfarrón. Desanimado, se preguntó si esa gente que lo miraba y susurraba se habría creído aquellas historias. Tal vez no fue tan buena idea regresar al colegio.
En el último vagón encontraron a Neville Longbottom, que, como Harry, también iba a hacer el quinto año en Gryffindor; tenía la cara cubierta de sudor por el esfuerzo de tirar de su baúl por el pasillo mientras con la otra mano sujetaba a su sapo, Trevor.
—¡Hola, Harry! —lo saludó, jadeando—. ¡Hola, Ginny! El tren va lleno... No encuentro asiento...
—Pero ¿qué dices? —se extrañó Ginny, que se había colado por detrás de Neville para mirar en el compartimento que había tras él—. En este compartimento hay sitio, sólo está Lunática Lovegood.
Neville murmuró algo parecido a que no quería molestar a nadie.
—No digas tonterías —soltó Ginny riendo—. Es muy simpática. —Y entonces abrió la puerta del compartimento y metió su baúl dentro. Harry y Neville la siguieron—. ¡Hola, Luna! —la saludó Ginny—. ¿Te importa que nos quedemos aquí?
La muchacha que había sentada junto a la ventana levantó la cabeza. Tenía el pelo rubio, sucio y desgreñado, largo hasta la cintura, cejas muy claras y unos ojos saltones que le daban un aire de sorpresa permanente. Su aspecto era en verdad extraño, pero habiendo convivido con personas como los Avengers, no le resultaba tan rara. El hecho que se había colocado la varita mágica detrás de la oreja izquierda, o que llevaba un collar hecho con corchos de cerveza de mantequilla, o que estaba leyendo una revista al revés, le resultaba interesante y estaba seguro de que papá Tony la consideraría agradable. La chica miró primero a Neville y luego a Harry, y a continuación asintió con la cabeza.
—Gracias —dijo Ginny, sonriente. Harry y Neville pusieron los tres baúles y la jaula de Hedwig en la rejilla portaequipajes y se sentaron. Luna los observaba por encima del borde de su revista, El Quisquilloso, y parecía que no parpadeaba tanto como el resto de los seres humanos. Miraba fijamente a Harry.
—¿Has pasado un buen verano, Luna? —le preguntó Ginny.
—Sí —respondió ella en tono soñador sin apartar los ojos de Harry—. Sí, me lo he pasado muy bien. Tú eres Harry Potter —añadió. Él suspiró, listo para lo que sea que planee hacer o decir la chica.
—Técnicamente es Harry Strange —respondió Sabrina haciendo que Neville y Ginny saltaran asustados.
—¿Qué fue eso? —preguntó Luna asombrada al no saber de dónde provenía la voz.
El niño mostró el reloj en su muñeca, e inmediatamente, la IA se presentó. Les dijo que había sido creada para ayudar a Harry en todo lo que necesitara, además de estar equipada con toda la información de la red y muchas cosas más.
El tren avanzaba traqueteando a través del campo. Hacía un día extraño, un tanto inestable; había unas amenazadoras nubes grises. Harry suspiró. Extrañaba a su familia.
—¿Saben qué me regalaron por mi cumpleaños? —preguntó de repente Neville después de un rato de silencio.
—¿Otra recordadora? —aventuró Harry acordándose de la bola de cristal que la abuela de Neville le había enviado en un intento de mejorar la desastrosa memoria de su nieto.
—No. Aunque no me vendría mal una, porque perdí la vieja hace mucho tiempo… No, mira…
Metió la mano con la que no sujetaba con firmeza a Trevor en su mochila y, tras hurgar un rato, sacó una cosa que parecía un pequeño cactus gris en un tiesto, aunque estaba cubierto de forúnculos en lugar de espinas.
—Una Mimbulus mimbletonia —dijo con orgullo, y Harry se quedó mirando aquella cosa que latía débilmente y tenía el siniestro aspecto de un órgano enfermo—. Es muy, muy rara —afirmó Neville, radiante—. No sé si hay alguna en el invernadero de Hogwarts. Me muero de ganas de enseñársela a la profesora Sprout. Mi tío abuelo Algie me la trajo de Asiria. Voy a ver si puedo conseguir más ejemplares a partir de éste. Harry ya sabía que la asignatura favorita de Neville era la Herbología, pero por nada del mundo podía entender que de interesante tenía aquella raquítica plantita.
—Ungh, se ve como el último intento del Sr. Stark de preparar la cena —comentó Sabrina y Harry estaba de acuerdo.
—¿Hace… algo? —preguntó, no quería que el otro niño se sintiera mal.
—¡Ya lo creo! ¡Un montón de cosas! —exclamó Neville con orgullo—. Tiene un mecanismo de defensa asombroso. Mira, sujétame a Trevor…
Entonces puso el sapo en el regazo de Harry y sacó una pluma de su mochila. Los saltones ojos de Luna Lovegood volvieron a asomar por el borde de su revista para ver qué hacía Neville. Éste, con la lengua entre los dientes, colocó la Mimbulus mimbletonia a la altura de sus ojos, eligió un punto y le dio un pinchazo con la punta de su pluma. Inmediatamente empezó a salir líquido por todos los forúnculos de la planta, unos chorros densos y pegajosos de color verde oscuro. El líquido salpicó el techo y las ventanas y manchó la revista de Luna Lovegood; Ginny, que se había tapado la cara con los brazos justo a tiempo, quedó como si llevara un viscoso sombrero verde, y Harry, que tenía las manos ocupadas impidiendo que Trevor escapara, fue salvado por Sabrina, quien desplegó un escudo, lo suficientemente grande como para proteger la mitad del cuerpo, aunque sus piernas no fueron tan afortunadas. El líquido olía a estiércol seco.
Neville se disculpó por lo sucedido. Harry suspiró. Este año iba a ser tan… interesante como el anterior.
Continuará….
….
Bueno, bueno, espero les gustara el último capítulo del año. Espero poder subir algo pequeño, de algún otro fic, antes del viernes, pero no prometo nada. En fin, felices fiestas.