Gran Hermano Haikyuu

Haikyuu!!
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Gran Hermano Haikyuu

Hinata salvó a Atsumu de la placa, una decisión que muchos se esperaban, aunque no dejó de ser una jugada arriesgada en una casa tan polarizada como ésta.

En el living, Kiyoomi estaba sentado al lado de Akaashi, con su expresión de siempre, pero con la crítica lista para salir.
—Se está poniendo toda la casa en contra salvando a Atsumu. Nadie lo quiere —dijo con voz seca, sin mirarlo directamente pero asegurándose de que Akaashi lo escuchara.

Atsumu, que pasaba por el pasillo camino a la cocina, escuchó el comentario. Se detuvo en seco, el cuerpo tensándose de inmediato. ¿Quién se creía que era Sakusa para hablar así de él?

—¿Perdón? —dijo girándose hacia ellos, la rabia notándose en su tono.

Kiyoomi alzó la vista lentamente, como si apenas estuviera registrando su presencia.
—¿Qué dije que no fuera cierto? —respondió con desinterés, encogiéndose de hombros.

Atsumu avanzó unos pasos, plantándose frente a él.
—Es un juego, Sakusa. Hinata puede hacer lo que quiera. Si me salvó, por algo será. ¿O qué, te molesta que tenga amigos? 

Kiyoomi soltó una risa baja, cargada de burla.
—Amigos. Claro, Atsumu. Porque a vos te sobra gente que te banca, ¿no? —dijo, ladeando la cabeza mientras lo miraba con frialdad.

Akaashi intentó intervenir, levantando una mano para separarlos.
—Chicos, cálmense. No tiene sentido pelear… Está bien que Shoyo me meta en placa, así funciona el juego y nos va a ayudar a darnos cuenta qué quiere la gente.

Atsumu ignoró las palabras de Akaashi y continuó la pelea con Kiyoomi.
—¿Y qué te molesta tanto? ¿Que alguien como yo tenga algo que vos no? ¿O te da miedo que la gente vea que no sos tan perfecto como te pensás y te saquen?

La risa de Kiyoomi desapareció.
—No proyectes, Atsumu. Esto no es sobre mí, es sobre vos. Y si te salvó, fue un error. Todos sabemos que no te van a aguantar mucho más tiempo.

El silencio en la sala se hizo pesado. Atsumu abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. En lugar de replicar, y salió hacia el sauna, dejando la tensión flotando detrás de él.

—Te fuiste medio al carajo, Kiyoomi —dijo Akaashi después de unos segundos, en voz baja.

Pero Kiyoomi no respondió, simplemente miró a Atsumu ir hacia el sauna, con algo de arrepentimiento en sus ojos.

 


 

Atsumu ya había pasado por esto. Iban a la secundaria cuando su hermano le dijo que todos sus compañeros lo odiaban y que iba a hacer todo en su poder para no terminar como él. Se hizo el desentendido, pero no podía soportar siempre ser demasiado para la gente que lo rodeaba.

Estaba seguro que Suna y Osamu lo querían, pero también estaba seguro que alguno de sus tantos votos vino de ellos.

Se encerró en el sauna y se dejó caer en el banco, apoyando los codos en las rodillas y las manos en el rostro.

Las palabras de Kiyoomi le dolían más de lo que deberían. "No te van a aguantar mucho más tiempo". ¿Era verdad? ¿Por qué Kiyoomi lo odia tanto? ¿Si ni siquiera lo conoce?

Una lágrima resbaló por su mejilla, seguida de otra, y luego ya no pudo detenerse. Lloró en silencio al principio, pero pronto los sollozos escaparon de su garganta. Le dolía admitirlo, pero tenía miedo. Miedo de que Kiyoomi tuviera razón, miedo de que incluso Suna y Osamu estuvieran cansados de él.

En ese momento, la puerta del sauna se abrió lentamente. Atsumu levantó la cabeza, alarmado, y se encontró con Osamu, quien lo miraba con una mezcla de preocupación y cariño.

—¿Querés un alfajor? —ofreció Osamu, cerrando la puerta detrás de él. Se sentó al lado de su hermano, dejando un espacio entre ellos.

Atsumu intentó limpiarse las lágrimas rápidamente y asintió, sabía que el ofrecimiento de comida era la forma que tenía su hermano de demostrar cariño.
—No tenés que disimular conmigo, boludo.

Atsumu soltó una risita amarga, pero no dijo nada. Osamu esperó unos segundos antes de volver a hablar.
—¿Qué pasó?

—Kiyoomi. —contestó Atsumu.

Osamu lo miró fijamente, como si estuviera evaluando qué decir. Finalmente, soltó un suspiro.
—No le tenés que dar bola Tsumu, hay gente que te quiere en esta casa, y mucho. Hinata te salvó, ¿o no? Eso ya te dice algo.

—Pero no entiendo por qué siempre me busca y me bardea, si yo no le hice nada.

Osamu acarició un poco la espalda de su hermano.

–Ni idea qué le pasa con vos, pero tratá de que no te afecte.

—¿Y vos? —preguntó Atsumu, con la voz quebrada y los ojos fijos en el suelo—. ¿Vos me votaste?

Osamu dudó un segundo, apenas un instante, pero Atsumu lo notó. Ese silencio fue suficiente para que su pecho se apretara aún más.

—Solo fue un voto —admitió Osamu, cruzando los brazos como si estuviera preparado para defenderse—. No pensé que te iba a afectar tanto.

Atsumu levantó la cabeza, incrédulo.
—¿Me estás jodiendo? ¿Vos también, Osamu?

—Pará, Tsumu. No fue por odio ni nada de eso —se apresuró a decir Osamu—. Lo hice porque pensé que estabas a salvo. Era obvio que Hinata te iba a salvar.

Atsumu rió, pero era una risa amarga, como si estuviera a punto de romperse otra vez.
—¿Esa es tu excusa?

—Sí, y no pienso disculparme por eso —respondió Osamu, mirándolo directamente—. Esto es un juego, Tsumu. Y si me estás preguntando, sí, te quiero. Sos mi hermano, y me preocupás, pero eso no significa que voy a andar protegiéndote todo el tiempo.

Atsumu lo miró con los ojos llenos de lágrimas, pero no dijo nada. Su silencio hablaba más que cualquier palabra.

Osamu suspiró y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—Mirá, si te querés enojar conmigo, hacelo. Tenés todo el derecho. Pero no te pongas en plan de que nadie te quiere. Porque eso es una mentira, y lo sabés. Solo te pido que pienses en lo que te dije —añadió Osamu, poniéndose de pie—. Dale tiempo a la gente, pero dale tiempo a vos mismo también. Cuanto más te conozca Kiyoomi, mejor le vas a caer.

Osamu salió del sauna. Atsumu se quedó ahí, mirando al vacío, intentando procesar lo que acababa de pasar. Una parte de él seguía enojada, pero otra sabía que su hermano tenía razón.