Cobra sentido la expresión
Habían pasado ya varios meses desde el regreso de las vacaciones de verano, Nevermore había prosperado y casi olvidado el incidente del monstruo. Existía una tranquilidad que revestía cada espacio de la academia. Durante una de las muchas ya tranquilas noches, ocurriría aquel acontecimiento que definiría un antes y un después entre las habilidades de la vidente; su nueva capacidad de predecir el futuro.
Era la temporada de invierno y el frío del bosque se colaba dentro de la habitación más alta en la academia. Wednesday había estado incómoda toda la noche e incapaz de conciliar el sueño. Podía escuchar el crepitar de la ventana, los gruñidos del lobo y a Mano arrastrar objetos por toda la habitación hasta su cama. Pronto su cama estaba llena de ropa, abrigos, sabanas y hasta peluches, los objetos amontonados pertenecían a ambas dueñas de la habitación; aunque le hubiera gustado decirle a Mano que se detuviera, Wednesday encontraba acogedor el calor generado y la combinación de emociones de estarse asfixiando y ser enterrado vivo, así que no lo hizo. Cuando al fin logró hacer las paces con los ruidos molestos de la habitación, su cuerpo comenzaba a relajarse lo suficiente para sentir el principio de la inconsciencia, una piedra se deslizó de una de las prendas del lobo apiladas en su cuerpo, logrando caer en la palma de la vidente; lo que desencadenó su experiencia cercana a la muerte menos favorita.
Despertó dentro de una cueva poco iluminada, su cuerpo se sentía caliente aún más de lo que debería sentir por la humedad dentro de la cueva, las gotas caían desde su frente y su respiración era agitada. Un dolor invadió su cuerpo, desde el estómago hasta los extremos, recorriendo todo el camino a sus pies y manos. El dolor la obligó mirar al origen encontradose con su vientre hinchado, el cual hacía movimientos dignos de una película de terror, este se estiraba y contraía como si en cualquier momento la piel se desagarraría revelando un extraño ser. Como en sus primeras visiones la vidente carecía de la habilidad de controlar su cuerpo, estaba encerrada en la prisión de piel, incapaz de ser dueña de sus movimientos, por tercera vez en su vida Wednesday estaba aterrada porque conocía muy bien estos síntomas, recordaba todos los libros de medicina leídos y sus títulos en grande se alineaban uno a uno. En su mente se escribía en letras gigantes “Parto”. Con una larga punzada y un gemido reprimido sintió como su cuerpo expulsaba al fin el invasor de su interior, lo observó en el piso mientras se apresuraba a tomarlo en brazos, su mente fue invadida por un solo sentimiento, amor, infinito amor. La criatura invasora era pelinegra como los Addams, pero estaba acompañada de cola y orejas. Súbitamente la escena anterior se repitió, los movimientos erráticos en su estómago y el dolor ocupando todo su cuerpo, hasta liberar un grito atronador dentro de la cueva que resonó hasta su despertar en la fría habitación de la academia. La vidente se sentó en un súbito movimiento, arrojando con él cada objeto sobre el piso, provocando así atronadores sonidos que recorrieron la silenciosa habitación y por consecuente el sonido de garras sobre la madera respondió al inesperado ataque a Wednesday a mirar al lado perteneciente a su compañera de cuarto.
Enid se encontraba a 4 patas con una transformación parcial y su cubre ojos aún puesto, la posición que la rubia llamaba “modo ataque”, Wednesday miró fijamente la cola peluda y crispada de Enid, muy similar a la del invasor en su visión, como un detonante, la ira explotó y exclamó:
-¡Maaalditos lobos!