
Una nueva vida
14 de julio de 1935
– ¡Mírame, Tío Jimmy! –
James Evans miro al joven de ocho años montando en su escoba a diez metros de altura. El hombre, conocido como Harry Potter en otros tiempos sonrió ante la demostración aérea sobre su cabeza.
– ¡Lo estás haciendo bien Tommy! ¡No pierdas tu enfoque! –
Ese era un día especial para ellos. Hacía ya un año desde que el pequeño Tommy había llegado a Hogsmeade, un año lleno de cambios y descubrimientos para él. Adoraba la magia y cualquier cosa que se pudiera hacer con magia, y se la pasaba preguntando acerca de su funcionamiento.
James notaba cómo su protegido había crecido durante ese año. Los primeros seis meses habían sido difíciles debido a los siete años de horribles experiencias en el orfanato, y Tommy había desarrollado un grueso escudo para ocultar su daño emocional; James tuvo que trabajar por semanas para poder establecer un lazo de confianza con el chico.
Le enseñó matemáticas básicas y a leer, así como las teorías mágicas y científicas. James aún sonríe ante los comentarios de Tommy respecto a su resistencia a aprender algo que no se relacionaba con la magia, como la ciencia.
– ¿Por qué tengo que aprender ciencia? ¡Eso es para muggles! – Decía.
– Porque a veces los muggles pueden hacer cosas que los magos no – Respondía con calma.
Tommy agregaba:
– ¡La magia es mejor! –
– No, sólo es diferente – Antes de que el chico le interrumpiera, James levantaba su mano y proseguía: – La ciencia muggle ha avanzado mucho en los últimos cien años, y continuará haciéndolo –
>> Mira a los aviones. Veinticinco años atrás sólo podían volar distancias muy cortas, y sólo ocho años atrás un americano atravesó el océano Atlántico en soledad. En comparación, un mago cualquiera puede aparecerse casi al instante dentro de Inglaterra pero no se puede utilizar la aparición si quieres viajar a América. Hay muchas invenciones muggles que permiten hacer cosas que nosotros los magos hacemos –
Tommy lo miró con expresión rebelde. James sabía que lo último que Tommy quería escuchar era cosas positivas de los muggles, pero era necesario... y ciertas.
– Míralo de esta forma: los muggles no pueden hacer magia. ¿Pero acaso un muggle no quisiera saber hacer magia? –
Tommy asintió.
– ¿No es acaso el teléfono un intento similar a la red floo? ¿O los aviones una versión de nuestras escobas? – James todavía veía resistencia en Tommy.
>> Mira, la comunidad mágica es feliz utilizando los mismos hechizos que utilizaron nuestros antepasados. La razón por la que los fundadores de Hogwarts son tan idolatrados es porque nos han legado una gran cantidad de descubrimientos mágicos. Pero muchos de los nuevos avances mágicos han sido efectuados por magos nacidos de familias muggles o criados por ellos –
Pero estos argumentos no interesaron demasiado a Tommy hasta que James introdujo el tema de la electricidad en su educación; a partir de allí comenzó a interesarse en las ciencias.
Las discusiones por lo que Tommy estudiaba no eran los únicos puntos de dificultad durante ese primer año. El chico había desarrollado una gran resistencia a la autoridad mientras vivía en el orfanato, y al tiempo esa resistencia pasó a confrontar al mismo James al punto de que cualquier tarea que le pedía hacer era una gran batalla. Tuvo que mantener especial calma y recordar continuamente su infancia con los Dursley.
La paciencia de James normalmente ganaba, y Tommy creció aceptándolo como una figura de autoridad que no abusaría de él.
Era, sin dudas, su primera prioridad en su vida. Tommy era la única razón por la que él estaba en esa época, y sólo se dedicaba a sus propios estudios o a la Fundación Phoenix cuando el chico estaba ocupado estudiando o jugando con los vecinos del pueblo. Desde su fundación había contratado a Mary Catchbottom, una bruja nacida de familia muggle, para administrar el orfanato.
Era una maestra con experiencia en administración que reunió un staff de colegas conocidos, tanto muggles como mágicos. Además realizó búsquedas exhaustivas en los orfanatos de Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales para localizar cualquier huérfano que tuviera sangre mágica y que no conociera su condición.
El Ministerio de Magia no aceptó en principio la idea de que hubiera squibs y muggles conviviendo con niños mágicos en el mismo orfanato, pero tuvo que cambiar su postura (aunque fuera sólo políticamente) cuando un extenso artículo de la Fundación Phoenix y sus positivos esfuerzos salió publicado en El Profeta. El Ministerio terminó recibiendo gran parte del crédito, pero a James no le molestó; se conformaba con que el orfanato funcionara.
– ¡Baja ya, Tommy! ¡Almorzaremos en Las Tres Escobas! – Gritó James.
El joven se bajó de la escoba con elegancia.
– Me encanta volar, tío James, pero la escoba se vuelve incómoda después de un tiempo –
– Sé de lo que hablas Tommy, y con suerte alguien desarrollará un mejor encantamiento acolchonador para escobas. Ve a lavarte las manos – Le dijo, mientras recordaba su cómoda Firebolt en comparación con las antiguas escobas (o mejor dicho, actuales escobas); deseaba animarse a sacar su Firebolt y utilizarla por el jardín de su casa.
Diez minutos después los dos magos caminaban alegremente por Hogsmeade rumbo a Las Tres Escobas. Y luego de un buen almuerzo James admiraba a Tommy mientras devoraba una porción de torta de chocolate con avidez; le pareció bizarro estar sentado a la misma mesa que el que había sido (o sería en el futuro) Lord Voldemort, y más aún verlo sonreír con el chocolate entre sus pequeños dientes.
Concentrado como estaba en Tommy, no vio entrar al establecimiento a dos hombres que se dirigieron directamente a la barra.
James sintió algo extraño en el salón y observó a su alrededor. Distinguió a los hombres, sentados en la barra mientras bebían algo. Uno de ellos vestía una túnica negra muy elegante y tenía cabello oscuro y revuelto, pero no podía verle el rostro ya que estaba de espaldas a él. El otro mago le generaba toda clase de emociones, tenía un cabello de color castaño y su túnica era de un azul muy claro; lo reconoció inmediatamente.
¡Era Dumbledore!
Sólo había visto al gran hechicero con ese color de cabello una vez, cuando vio uno de sus recuerdos en su pensadero hacía ya siglos. Una fuerte sensación de deja-vu lo hizo estremecer.
Sabía, si mal no recordaba, que por estos tiempos era el profesor de Transfiguración en Hogwarts, y aún faltaban diez años para su confrontación final con Grindelwald. Si bien era un mago sumamente respetado por su talento, todavía no había adquirido la estatura de figura legendaria.
James se percató de que estar en Las Tres Escobas junto al mucho más joven Dumbledore lo alegraba, y las preocupaciones por no interferir o por hacer lo correcto ya dejaban de molestarlo; se había ganado su premio después de una vida entera de sacrificios y sufrimientos, y ahora sólo disfrutaba la extrañeza de verlo sentado allí.
Su mirada fija en Dumbledore no pasó desapercibida en su compañero, quien al tanto de que James lo miraba se lo comentó al profesor. Éste se dio vuelta y al mirarlo sintió su familiar mirada; rápidamente sacó su vista de él.
– ¿Puedo ayudarlo en algo, caballero? –
Tommy dejó su torta y miró hacia arriba con un dejo de asombro en su mirada. James también levantó su vista y vio a Dumbledore parado al lado de su mesa; tendría que ser prudente.
Se levantó y dijo:
– Lo siento, señor. Me ha recordado usted a un viejo profesor. Era bastante mayor que usted aunque de apariencia similar. Creo que me he perdido en mis recuerdos – Dumbledore sonrió.
– Yo mismo me veo a veces perdido en mis pensamientos. Lo encuentro bastante agradable – James sonrió y extendió su mano.
– Mi nombre es James Evans. Éste es Tommy Riddle – El profesor lo saludó.
– Albus Dumbledore, encantado de conocerlos a ambos – Terminó su frase guiñándole un ojo a Tommy.
– ¿Evans? – Cuestionó una voz.
James miró al mago que estaba con Dumbledore. No lo reconoció. Parecía un poco más joven que el profesor pero no pudo ubicarlo como miembro de la Orden o algún otro conocido.
– Sí, James Evans. Vivo aquí en Hogsmeade –
– El mismo James Evans de la Fundación Phoenix de Londres? – James advirtió un aumento del interés por parte de Dumbledore.
– Sí, yo la fundé, aunque Madam Catchbottom es la que se encarga de su administración y de su funcionamiento; le dice a todo el mundo qué hacer, incluso a mí – El mago desconocido lanzó una corta risotada.
– No puedo creerlo, he ido al colegio con esa bruja. Cuando ella entró en su primer año yo era un prefecto, ¡Pero siempre me mandoneaba! – El mago extendió su mano.
– Me llamo Thomas Potter. Me agrada lo que hace en la Fundación –
¿Así que así se sentía cuando el corazón de uno dejaba de latir? El cabello tan revuelto del mago que le había llamado la atención al fin y al cabo era como el suyo. Tuvo que contenerse mucho antes de poder devolverle el saludo.
– Un placer, señor Potter – Dumbledore dijo:
– ¿Ha fundado usted ese orfanato? Una gran idea, ya que algunos de mis alumnos quieren pasar su primer verano allí –
– Bueno, creo que lo disfrutarán – Respondió James. – Aunque los que no sean de Ravenclaw seguramente se quejarán –
Dumbledore levantó sus cejas sin comprender.
– El orfanato tiene una escuela para los estudiantes menores. Los estudiantes que provengan de los colegios mágicos cursarán clases de refuerzo, lo que quiere decir que podrán usar magia en sus vacaciones de verano; también podrán revisar las tareas que les asignen de los colegios mágicos – Dumbledore sonrió.
– Sí, algunos de nuestros alumnos se desmayarán ante la carga de tarea adicional pero creo que disfrutarán de utilizar la magia –
– Sí. Siempre he pensado que la prohibición del uso de magia en los menores es injusta – Agregó James.
– ¿A qué se refiere? – Preguntó el señor Potter.
James se esforzaba al máximo en dejar a un lado el hecho de que esa persona era su abuelo.
– Hmm, ¿Quieren acompañarnos en la mesa? La respuesta puede resultar extensa – Los dos magos compartieron una rápida mirada.
– Creo que sí, me gustaría conocerlo mejor ya que compartimos la responsabilidad de la educación de algunos estudiantes –
Tommy abrió grande sus ojos ante la visión de los dos magos sentándose en la mesa. James le acarició la cabeza revolviéndole el cabello, para demostrarle que todo estaba bien.
– Señor Potter, antes de que le responda, ¿Puedo preguntarle si es usted de sangre pura? – Preguntó James.
– Sí lo soy, ¿Por qué? – Contestó Thomas con un dejo de frialdad en su mirada.
– Y le estaba permitido usar magia durante sus vacaciones de verano, ¿Cierto? –
– Sólo con la presencia de nuestros padres o tutores – James asintió.
– La ley permite esas diferencias. Para un sangre pura es beneficioso ya que la práctica ayuda mucho a sus estudios. El uso continuo de magia facilita la maduración mágica de un joven. Los que no son de sangre pura, en cambio, pierden esa oportunidad y con el tiempo les cuesta un poco más madurar mágicamente, es decir, fortalecer su poder mágico –
– ¡No estoy de acuerdo! – Protestó Thomas Potter. – ¡La razón de que los sangre pura sean más fuertes es por la ausencia de sangre muggle en sus venas! – El comentario entristeció a James, y calmado contestó:
– Yo fui un huérfano por culpa de un hechicero oscuro que creía en la pureza de la sangre mágica. Mi padre tenía sangre pura pero mi madre era una bruja nacida de familia muggle. Eso me hace de sangre mestiza, pero he luchado contra varios magos de sangre pura y he sobrevivido. Ellos no –
Los dos magos miraron a James con extrañeza.
James señaló a Tommy.
– Él tiene sangre mestiza también. Su madre fue una bruja y murió cuando lo dio a luz, y aunque la pureza de sangre de la familia de su madre pueda rastrearse hasta los tiempos de los fundadores de Hogwarts, Tommy tiene que lidiar con su condición de ciudadano de segunda clase porque su padre fue un muggle – Tommy miró a James, quien agregó:
>> Sin embargo creo que será un excelente mago –
El joven sonrió complacido y avergonzado.
– Estoy de acuerdo con usted, señor Evans. Algunos de mis mejores alumnos tienen un trasfondo muggle – Añadió Dumbledore.
– Es un buen argumento – Concluyó Thomas Potter. – No creo estar de acuerdo, pero no soy un fanático de la pureza de sangre como otros que conozco –
– El mundo se está achicando, caballeros. Los muggles muchas veces le dan suma importancia al lugar de donde sus ancestros provienen. Este loco que ha tomado el control en Alemania demostrará muy pronto el enorme error de creer que un puñado de hombres es superior sólo por su ascendencia –
De nuevo Dumbledore y Potter compartieron miradas.
– Lo siento si eso los ofende, pero este tema en particular me revuelve el estómago – Agregó James.
– Entendemos, señor Evans. Hemos tenido algunas discusiones similares en el pasado – Dijo Dumbledore.
– Ha dicho usted que ha combatido contra magos oscuros. ¿Cómo es eso posible? Parece usted tan joven – Preguntó Thomas con curiosidad.
El último año había servido no solo para curar a Tommy sino también a él mismo. Harry Potter, el-niño-que-vivió ahora se veía simplemente como James Evans, el hombre-con-una-vida. Por unos instantes, Harry tomó el control de su cuerpo y respondió:
– He vivido en Hogsmeade el último año. Con la excepción del tiempo transcurrido entre mi nacimiento y mis quince meses de vida, este año ha sido el único tiempo de paz en mi vida – Pero se arrepintió y dejó que James contestara.
>> Lo siento caballeros, he venido a este tiempo y lugar para recuperarme y olvidar mis batallas. Aparentemente aún no he podido enterrarlas como quería –
– Tonterías, he sido yo el que ha preguntado. Me guardaré mi curiosidad – Contestó Thomas.
– Ciertamente – Dijo Dumbledore con una media sonrisa. – La misma curiosidad que hacía que te castigaran por escaparte al bosque prohibido – James les agradeció.
– Gracias. Bien, le he prometido a Tommy que iríamos al Callejón Diagon. Si no les molesta, creo que nos marcharemos –
Antes de la despedida, Dumbledore le informó a James que los habitantes de Hogsmeade siempre eran invitados a los partidos de Quidditch del colegio.
Tommy se sacudía por la emoción al escuchar la invitación:
– ¡Tío James fue un buscador! ¡Y vuela muy bien!–
– Bien, joven Riddle. Entonces creo que los veré en el partido inaugural de la temporada, creo que será Gryffindor vs Slytherin – Agregó Dumbledore sonriendo.
James y Tommy salieron de las Tres Escobas luego de dejar el dinero de su almuerzo en la mesa. Los dos magos miraron cómo el niño y su benefactor se desaparecían con un ligero pop.
Unos instantes después arribaban al Callejón Diagon. Tommy abrió sus ojos inundados de sorpresa y excitación. James lo miraba con regocijo, y creyó que su rostro había sido el mismo en su primera visita allí junto a Hagrid.
No había habido ningún hechicero oscuro en Inglaterra en cien años, desde que Lord Caligo quiso tomar el poder del mundo mágico a principios del siglo XIX. Después de eso sobrevino para Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda un largo período de paz y prosperidad. El callejón así lo reflejaba: las tiendas lucían llenas de vida y de productos, los magos y brujas caminaban y paseaban sin preocupaciones ni miedo a ataques. Mostraban una simpatía que Harry Potter nunca había visto, ni siquiera a sus once años.
Tommy caminaba extasiado mirando hacia todas partes. La tienda de suministros de Quidditch estaba en el mismo sitio que en épocas de Harry y el joven corrió hacia allí para mirar, o mejor dicho admirar, una escoba Tinderblast del escaparate. Comenzó a recitar cada una de las características de la misma. James rio:
– Creo que te he convertido en un fanático –
Luego de que pudiera arrastrar a Tommy lejos de esa tienda (aunque miraba sobre su hombro a cada rato) siguieron caminando, hasta que llegaron a una tienda que James no conocía de su época: la Compañía Británica de Juguetes Mágicos. Las mandíbulas de Tommy cayeron ante la vista de decenas de niños buscando su juguete perfecto para fastidiar... perdón, para que sus padres le compren.
Tommy corrió a la tienda soltándose de la mano de James, quien meneando su cabeza y sonriendo lo siguió tranquilamente y se detuvo del lado de afuera para observarlo.
El niño no había estado con muchos otros de su edad durante ese último año, aunque por sus experiencias en el orfanato no se había quejado. Temía que al estar con otros muchachos Tommy volviera a adquirir sus viejas costumbres de silencio y frialdad, pero sin embargo no parecía ocurrir en ese momento.
No podría parecerse menos a Voldemort, por lo menos ahora. Pensó mientras se apoyaba en una pared mientras lo miraba.
– ¿Señor Evans? – James se dio vuelta y vio a una mujer joven, rubia y un poco más baja que él. Tenía ojos azules y mejillas rosadas, lo que le daba un aire de Veela.
– ¿Sí, soy yo, puedo ayudarla? –
– Me deja helada, ¿Usted no se acuerda de mí? – Le dijo, sonriendo ante la incomodidad de James.
Luego de algunos segundos que parecieron eternos, cayó en la cuenta.
– ¡Señorita Underhill! Es agradable verla aquí –
– Digo lo mismo, señor Evans. ¿Cómo está el pequeño Tommy? –
– Está muy bien, ha sido un buen año para él. Está dentro de la tienda, supongo que buscando algún juguete nuevo. Recuerdo haberla buscado un par de veces en el hospital pero me han dicho que se había ido – Underhill se sonrojó un poco.
– ¿Ha ido usted a verme? ¡Qué lindo detalle! Pero estuve muy ocupada con mi entrenamiento de sanadora profesional el otoño pasado – James sonrió.
– ¡Eso es excelente! Me alegro mucho, ha sido usted de gran ayuda la primavera pasada –
– Gracias, es que Tommy ha sido un gran paciente. ¿Siguen viviendo ustedes en Hogsmeade señor Evans? –
– Llámeme James por favor. Sí, aún vivimos allí. De hecho hoy se cumple un año desde que Tommy llegó a su nuevo hogar – Dijo James.
– ¿En serio? El tiempo ha transcurrido muy rápido – Contestó Underhill con una sonrisa tímida. – No estoy segura de llamarlo así, apenas lo conozco señor Evans –
– Lo siento, pero no me he criado aquí, y que una bella mujer de mi edad me diga señor parece incorrecto –
A medida que sus palabras salían de su boca notó que se sonrojaba. Genial, pensó, es la primer y única mujer con la que platico desde Ginny y termino hablando estupideces a lo Malfoy.
Tommy apareció repentinamente.
– Tío James, puedo... ¿Qué le sucede a tu rostro tío James? ¡Pareces un tomate! –
Tommy comenzó a reírse, para vergüenza de James.
– Puedes llamarme Sarah – Susurró la mujer, intentando hacer menos vergonzoso ese momento para James. Luego imitó a Tommy y comenzó a reír, y finalmente James se contagió y no aguantó más la risa.
Los adultos son extraños. Pensó Tommy mirando a los dos mayores riendo como niños.
Los tres terminaron pasando el resto del día juntos, paseando por el callejón. Sarah actuaba como una guía de turismo ya que conocía muchos detalles que James nunca supo. Concluyó que era una de las diferencias entre crecer en el mundo mágico y hacerlo en el mundo muggle.
Compró una lechuza, aunque no le hizo ninguna gracia. Aún añoraba a Hedwig y no había podido superar su muerte. No había sido sólo su mascota, sino su única amiga y compañera en sus larguísimos días de verano en la casa de los Dursley. Le hablaba por horas, sobre todo después de la muerte de Sirius.
La nueva lechuza era pequeña y marrón clara, salvo por sus orejas y su pecho; Tommy la llamó Tufts. Al principio estaba dubitativo ya que parecía poseer la energía de Pigwidgeon, pero por lo menos era un poco más inteligente, lo suficiente como para recibir órdenes.
Tommy recibió un regalo especial por parte de James, un cachorro negro de casi tres meses. Según el dueño de la tienda de mascotas el cachorro era descendiente de una raza oriental de perros conocida como Guardianes Espirituales.
– Ahora recuerda: será tu responsabilidad. Tendrás que alimentarlo y cuidarlo – Le dijo James a un sobreexcitado Tommy.
– ¡Ya lo sé tío James! ¿Cómo lo llamaremos? ¿Tuviste un perro cuando eras pequeño? –
– No, pero mi padrino tenía un perro que se llamaba Canuto – Bromeó James.
– ¿Canuto? – Rio Tommy. – Me gusta, ¿Podemos llamarlo Canuto? –
James se imaginó la cara de Sirius si se enterara de que un cachorrito inocente llevaba su mismo apodo de animago y se lanzó a reír. Tanto Sarah como Tommy lo miraban intentando comprender dónde estaba la broma.
– ¿Sí, por qué no? – Dijo, cuando paró de reír.
La hermosa tarde llegaba a su fin y Tommy mostraba signos de cansancio, aunque llevaba a su mascota en sus brazos con una sonrisa. Llegando a uno de los puntos de aparición James le preguntó a Sarah si quería cenar con ellos.
– Me gustaría, pero tengo una clase mañana temprano y necesito revisar mis apuntes –
James sonrió pero internamente pensaba lo malo que era con mujeres, y que quizá Sarah era dulce con ellos sólo por Tommy.
– Te entiendo. Quizá en otra oportunidad – Sarah sonrió.
– ¿Qué te parece el viernes por la noche? Salgo del trabajo a las seis –
James se sorprendió ante la propuesta, ya que esperaba una respuesta sin compromiso. ¡Quizá sí estaba interesada!
– Estaría encantado. Tendré la comida lista a eso de las siete –
– ¿Un hombre que cocina? ¿Cómo puedo resistirme a eso? Claro, sólo si Tommy está de acuerdo – Dijo Sarah, pero el pequeño sólo parecía interesado en Canuto.
Luego de que se despidieran, James guio a Tommy al punto de aparición, y justo antes de que se desaparecieran rumbo a Hogsmeade Tommy le dijo, con picardía:
– Entonces tío James, ¿La señorita Underhill es tu novia?–
Mientras duraba la aparición James imploraba que Sarah no lo hubiera escuchado, aunque juraba haber visto una mirada un tanto avergonzada en ella un segundo antes de que desaparecieran del callejón.
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18 de julio de 1935
Un muchachito de ocho años, un cachorro de tres meses y una lechuza contribuían para que fuera una larga semana para James, aunque solo Tommy lo hacía a propósito; no paraba de preguntar cuánto faltaba para que la señorita Underhill fuera a visitarlo. Canuto era sólo un cachorro: entusiasta corría por toda la casa olfateándolo todo, y Tufts disfrutaba volar por el interior, con la manía de revolotear ruidosamente sobre algún desastre que provocaba Canuto.
La respuesta de James fue simple: sacarlos de la casa. Creyó que si los tres corrían y paseaban por Hogsmeade gastarían mucha energía, y tuvo razón... en parte.
Finalmente, llegó el viernes.
James y Tommy estudiaron por la mañana. Se dedicaron al tema de la electricidad, y Tommy se sorprendió al descubrir que su descubridor Franklin era también un mago. James no lo sabía y no recordaba haberlo aprendido eso en sus clases de Historia de la Magia (aunque muy posiblemente Binns lo haya mencionado estando él dormido). En el mundo mágico, Franklin era conocido como el creador del campo de la Tecnomagia, la combinación de magia y tecnología muggle.
Tommy se entusiasmó con la idea de Franklin siendo un mago. Éste acabó su vida muggle en 1790 "falleciendo" a sus 84 años de edad, pero en realidad se había transformado en el director de la Academia de Magia de Filadelfia, un colegio fundado por él mismo justo al lado, secretamente, de otro que también había fundado: la Academia de Filadelfia, una universidad muggle conocida más adelante como la Universidad de Pennsylvania.
James se alegró de haber encontrado esta información ya que hizo que Tommy aceptara un poco más a los muggles. Franklin parecía ser un buen modelo para él; utilizaría cualquier cosa para achicar lo máximo posible la probabilidad de que Voldemort apareciera.
Por la tarde, Tommy y las mascotas fueron sacados de la casa para que James pudiera concentrarse en los proyectos de la Fundación Phoenix. Tenía en mente algo que Dumbledore había mencionado sobre algunos alumnos de Hogwarts que tuvieran que pasar sus vacaciones en la fundación. Eso significaba que debería entablar una buena relación con el director actual de Hogwarts, y así facilitar la resolución de cualquier problema que surgiera.
Sarah llegó a eso de las seis y media a través de la red floo. Vestía una túnica elegante y bastante ajustada, aunque James deseaba que alguna vez se impusiera la moda muggle en las brujas; la sola idea de Sarah en una mini falda hizo que su corazón se desbocara.
– ¡Hola James! –
– Hola Sarah, bienvenida – La saludó mientras ella salía de la chimenea.
– ¡Qué hermosa es tu casa! – Dijo, mirando todo a su alrededor.
– Gracias. He recibido mucha ayuda de la agente que me la ha vendido – Las mejillas de Sarah se ruborizaron.
– Sí, lo sé. Anne Prewett. Era un año mayor que yo en Hogwarts – James se puso nervioso; nunca se habituaría a que las mujeres platiquen con él.
– ¿En serio? ¿Qué pequeño es el mundo –
– Tranquilo – Dijo ella. – Me la encontré en el hospital. Está embarazada y me tocó atenderla en una de mis rotaciones en la guardia de maternidad. Quería saber sobre ese muchacho guapo al que le había vendido una casa en Hogsmeade – James tuvo que utilizar sus dotes de oclumancia para que la consternación no se reflejara en su rostro.
– Me alegra que haya podido vender otra casa – Sarah sonrió.
– Hmm, creo que alguien está siendo modesto –
– No estoy siendo modesto. Es que tu belleza nos pone a nosotros lo mortales en vergüenza – Le contestó, sonriendo.
Sarah rio ante la ocurrencia de James. A él le fascinaba su risa, y podría pasar horas escuchándola reír.
Ese pensamiento preocupó a James; ¿Se estaba enamorando de ella?
Wow, esto se complicaba. Necesitaría pensar en ello más tarde.
Tommy entró a la sala con sus compañeros.
– ¡Hola señorita Underhill! ¿Podemos comer ahora tío James? Estamos hambrientos – James miró a la muchacha.
– ¿Estás lista? Creo que el trío desastre quieren comer – Sarah accedió y fueron hacia el comedor. James había preparado una cena al estilo inglés, gracias a la práctica que había obtenido por vivir con los Dursley; le preguntó a la rubia sanadora por sus tiempos en Hogwarts mientras comían.
– Pertenecía a la casa Hufflepuff, y pasé horas en la enfermería del colegio como asistente de Madam O'Niel en mis últimos dos años. Tuve suerte de hacer muchos amigos de mi casa, y disfrutaba mucho las clases de Pociones con el profesor Matthews y las de Transfiguración con el profesor Dumbledore –
– ¿Sabías que hay 393 tejas en el techo de la enfermería? – Preguntó James.
– ¿Sí? Nunca las conté, ¿Cómo lo sabes? –
– Creo haberlo leído en algún sitio – Mintió James. Lo sabía por haber pasado tantas noches internado allí, y terminaba contando cualquier cosa sólo para tener ocupada su mente.
– ¿Jugaba usted al Quidditch? – Preguntó Tommy.
– No, pero iba a alentar al equipo de Hufflepuff. Nunca pudieron ganar la Copa, ¡pero siempre nos divertíamos! –
– ¿Pero no es más divertido ganar? – Volvió a preguntar Tommy.
– Supongo, jovencito! ¿Pero si ganas y no te diviertes con tus amigos al mismo tiempo entonces cuál es el punto? –
Tommy sólo asintió.
Sarah miró a James.
– Y dime James, ¿Dónde te has criado? – James se puso pálido.
– Honestamente no me gusta hablar de ello. Mis padres fueron asesinados cuando yo era un bebé. Había un mago tenebroso que hizo lo posible por destruirlo todo, así que crecí en medio de una guerra. Vine aquí luego de que la guerra terminara buscando paz y tranquilidad – Sarah apoyó su mano sobre la de James.
– Cuánto lo siento, no quise hacerte recordar todo eso –
– El tío James tiene pesadillas a veces, como yo – Dijo Tommy serio. – Me asustan – James miró a Tommy y le dijo con suavidad:
– No sabía que mis pesadillas te asustaban, lo siento mucho. Usaré un encantamiento silenciador en mi habitación así no te despertarás más, ¿Está bien? –
– Ok tío James. Pero desearía que no tuvieras más esas pesadillas. Suenan horribles –
– Deseo lo mismo, a decir verdad – Murmuró James.
Notó que Sarah los observaba con sus hermosos ojos vidriosos.
– Lo siento, creo que esta conversación tomó un giro equivocado. Hablemos de otra cosa, como por ejemplo tu programa de Sanadora – Sarah agradeció con una sonrisa, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para reponerse.
– Me está yendo muy bien, mis profesores son excelentes y estoy aprendiendo tanto! El año que pasé en San Mungo como medi-bruja me ha servido mucho y pude comprender cómo funciona realmente un hospital, no sólo como lo dicen los libros –
– ¿Querías ser sanadora desde un principio? –
– No, pensaba volver a Hogwarts para tomar el puesto de Madam O'Neil cuando se retire en un par de años – Dijo la rubia estudiante.
– Si supiera que estarías a cargo del ala de la enfermería del colegio encontraría una razón para ir – Bromeó James.
– ¡Es usted pícaro señor Evans! ¡No debería decir cosas como esa! – Sonrió Sarah.
– Perdón. Quizá aún no me acostumbro a las reglas que se imponen aquí –
– No, está bien. Creo que está diciendo las cosas que pensamos – Susurró Sarah. James tragó saliva, y cambió de tema.
– Entonces, ¿Qué hizo que se convenciera para querer convertirse en una sanadora profesional? –
– Pura suerte – Le contestó, con inocencia. – Una nueva organización de caridad estaba buscando pasantes que trabajaran allí por tres años, y a cambio pagaban gran parte del programa de sanadora. La sanadora que me dirigía en San Mungo me mencionó y no quise perder la oportunidad –
– ¡Muy bien hecho! ¿Qué caridad era esa? –
– Es muy reciente, la Fundación Phoenix –
James hizo una pausa en la conversación y pensó. ¿Podía saber ella que era él el fundador de la organización que financiaba sus estudios? Se había esforzado mucho en que su nombre no apareciera en público; la señora Catchbottom era la cara visible de la Fundación.
– ¿Qué piensas de su trabajo? – Le preguntó a ella en un tono casual de voz.
– Bueno, no hubiera logrado obtener la posición si no hubiera aprobado, por lo que el dinero realmente no interfirió. Además esos niños merecen un buen lugar para vivir y estudiar, sin tener que andar escondiendo su condición – Explicó con serenidad.
James comenzaba a concordar con ella pero Tommy lo interrumpió.
– ¡La señora Catchbottom es muy buena! ¡Es mucho mejor encargada que el señor Roughton!– Sarah lo miró sorprendida.
– ¿Ese era el orfanato en el que creciste? Era un sitio horrible antes de que la fundación se hiciera cargo... – La muchacha tenía su ceño fruncido, señal de que estaba pensando mucho.
>> ¿Es así como la señora Catchbottom se enteró de la existencia de la fundación? ¿Porque tú le dijiste? –
– Es una forma de decirlo – Le respondió encogiéndose de brazos.
– Tío James, creo que Canuto y Tufts quieren ir a jugar – Dijo el pequeño, usando su inocencia y abriendo sus ojos marrones.
– Bien, ve con ellos, pero vuelvan antes de anochecer – Les dijo James sonriendo.
Luego del griterío de Tommy, corriendo seguido por su cachorro y la lechuza, el silencio se adueñó del comedor.
– Has hecho un gran trabajo con Tommy. No parece el mismo niño que cuando lo asistí luego de que lo golpearan – Dijo Sarah.
Espero que no. Pensó James para sí mismo.
– Cómo es que Tommy conoce a Catchbottom? No comenzó en Phoenixhasta meses después de que ustedes llegaran a San Mungo – Preguntó ella.
– Supongo que se podría decir que soy su socio silencioso – Dijo él, encogiéndose de hombros.
Los ojos de Sarah se hicieron enormes.
– ¿Tú eres el fundador anónimo? ¡Todos en Londres se preguntan quién es ese fundador anónimo! ¿Por qué no quieres que se sepa? – James suspiró.
– No me gusta que la gente me señale ni hable de mí. Sólo lo hice por la monstruosidad que era ese orfanato, y por Tommy – Sarah parecía tocada con el comentario, y James estuvo tentado de utilizar legilimancia para saber qué pensaba... pero se contuvo de hacerlo.
Se levantaron y fueron hacia el living para platicar un par de horas más. James disfrutó mucho su visita y no recordaba otro momento en el que había podido platicar con alguien sin estar preocupado o pensando en su agrio futuro de muerte.
A medida que la conversación se alargaba, James fue sintiendo la necesidad de contarle todo. No sólo por ella, sino porque nunca había hablado con nadie sobre todo lo que le había pasado y soportado.
Finalmente Sarah se levantó y se preparó para marcharse.
– He pasado una hermosa velada, James. Lamento tener que irme –
– Yo también lo he disfrutado mucho. Si quieres, podemos vernos de nuevo – Le dijo él, levantándose tras ella.
– ¡Claro! ¡Me gustaría!– Le dijo. Tomó un puñado de polvo floo y lo arrojó a la chimenea del living. El verde iluminó el lugar, y súbitamente Sarah se dio vuelta y besó a James en la boca, para luego marcharse entrando al fuego. Fue un beso corto, de esos que no llegan a durar más de un segundo, pero que dejó a James con una sonrisa idiota en su rostro y sin poder quitar sus ojos de la chimenea.
Una vocecita inocente a su espalda lo sacó de su ensimismamiento.
– ¿Lo ves, Canuto? ¡El tío James tiene una novia! –