Destinos Alterados

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
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Destinos Alterados
Summary
Harry ha derrotado a Voldemort, pero fue una victoria costosa. Aberforth Dumbledore presenta un plan para regresar y matar al bebé Riddle, pero Harry tendrá que quedarse allí 10 años. ¿Puede Harry alterar el destino del mundo mágico? Segunda Guerra Mundial y Grindelwald.Los personajes le pertenecen a J.K.RowlingEsta historia le pertenece a DobbyElfLord yo solo la traduzco, pueden encontrar aquí:https://www.fanfiction.net/s/3155057/1/Altered-Destinies
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Dolor

Lord Voldemort cayó exhausto al suelo, con su túnica oscura manchada por su propia sangre que aún brotaba de sus profundas heridas. Su brazo izquierdo había sido cortado a la altura del codo, y si bien la herida que había sido cauterizada por la misma energía de la maldición que lo había amputado no sangraba, era extremadamente dolorosa. El hechicero tenebroso quiso convocar su varita, desesperado, pero no tuvo éxito.

Un par de botas y una andrajosa túnica aparecieron frente a él y con un esfuerzo miró con odio al joven que lo había derrotado y que había cogido su propia varita. Ni siquiera el odio que sentía al ver esos ojos verde esmeralda pudo evitar que sintiera cómo su vida y su magia se escurrían de su cuerpo.

El ataque había sido llevado a cabo a la perfección. El traidor a la sangre Weasley, amigo de Potter, y la sangre sucia Granger habían sido capturados dos semanas atrás y, utilizando al traidor de Snape, Voldemort, los mortífagos y sus aliados emboscaron por sorpresa a los Aurores y miembros de la Orden en Hogsmeade.

Tanto Potter como los sobrevivientes de la Orden y de los Aurores tuvieron que ver, inmovilizados, cómo Voldemort tiraba con el máximo desdén los cuerpos inertes y deshechos de sus amigos al suelo. Draco Malfoy, presente junto a los mortífagos, fue obligado por su amo a efectuar un Imperius sobre el único amigo de Potter que no había muerto. El pelirrojo, sin voluntad alguna sobre su cuerpo, tomó su varita y mutiló en pedazos el cuerpo de su novia Granger para luego ser liberado de la maldición. Éste, al ver lo que había hecho con el cuerpo ya muerto de su novia, cayó de rodillas con un grito desgarrador que llenó el tétrico ambiente. Las risas de los mortífagos se escuchaban de fondo, y cuando Ron Weasley levantó su cabeza para mirarlos con la ira atravesada en sus ojos, una explosión verde acabó con su vida.

Tal como estaba planeado, Potter enloqueció y la batalla final comenzó. Los mortífagos habían dirigido lo que quedaba de la Orden y de los Aurores hacia el castillo, entablando una furibunda batalla mientras Voldemort y Potter se batían a duelo. No mucho tiempo después los cuerpos de los mortífagos y de sus oponentes se hallaban esparcidos por doquier, y el castillo había quedado en ruinas salvo por la torre de astronomía.

En la locura de la batalla, Ginny Weasley vio cómo Harry volaba y se estrellaba contra el suelo producto de un hechizo explosivo de Voldemort, y distrajo momentáneamente al mago tenebroso para que su amigo pudiera recuperarse; esa decisión le costó cara ya que no pudo ver al troll que se había acercado por detrás y que terminó golpeándola fuertemente con un garrote.

Harry sólo pudo mirar con incredulidad cómo su novia moría instantáneamente por haber salvado su vida. Voldemort comenzó a reír y eso provocó un estallido de ira y furia en el muchacho como nunca antes había experimentado. El mago tenebroso dejó de reír al ver cómo su enemigo había comenzado a emitir un brillo e, instantes después, un rayo y una incontenible onda de fuerza brotó de él. Apenas tuvo tiempo para generar su más poderoso escudo defensivo y pudo contener gran parte de esa energía, pero no toda. El troll fue arrojado con fuerza hacia atrás, con sus gruesos huesos rompiéndose por completo, y él, el mago más poderoso de todos los tiempos, cayó maltrecho, chamuscado e indefenso al suelo.

– Parece que la Profecía te ha favorecido, Potter, ¡Pero no disfrutarás tu victoria! – Rugió el moribundo Voldemort, envuelto en dolor. ¡No era justo! Después de tantos estudios y sacrificios, había sido derrotado por un joven sin talento ni habilidad.

Harry Potter, el-niño-que-vivió, el elegido, se paró casi sobre el destrozado cuerpo del que había asesinado a todos sus seres queridos. A sus padres, a Sirius, a Remus, a todos los Weasley, a Hermione, a Dumbledore y a muchos inocentes más.

Potter miró hacia el cuerpo de Ginny; habían establecido un lazo mágico durante el año anterior, y su muerte había desencadenado la enorme explosión de energía que había brotado de él y había acabado con la guerra.

– ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que hacer todo esto? – Fue la angustiada pregunta del muchacho.

Voldemort pudo reír entre dientes y siseó:

– ¿Por qué? He aprendido que el mundo nunca es justo y que el fuerte toma al débil. Para el vencedor va el botín – Potter levantó su varita con lágrimas corriendo por sus mejillas, y apuntó al mago tenebroso caído.

– Yo he aprendido la misma lección. El mundo no es justo, pero tienes que intentarlo. ¡Reducto! –

El hechizo explosivo dio en la cabeza de su enemigo, de su Némesis, y estalló en pedazos. La segunda guerra había concluido.

*** Seis meses después ***

El héroe del mundo mágico se tumbó sobre la mesa de su cocina, completamente ebrio debido al whisky de fuego. Los últimos seis meses habían sido una tortura para él y varias veces se había sorprendido apuntándose con su varita. No tenía razón alguna para vivir ya que todos sus seres queridos habían sido asesinados, y ese día cumplía dieciocho años, por lo que se sentía peor aún y sumamente deprimido.

La comunidad mágica había festejado una semana entera el final de Voldemort y de la guerra, y todos querían agradecerle a su salvador y héroe. El Ministerio había sido casi por completo destruido, y sus funcionarios sobrevivientes insistían en que Potter se transformara en el nuevo ministro, no para que los dirigiera sino como una figura que pudiera mantener sus posiciones. ¿Acaso no se daban cuenta de que él no quería ser una persona pública? Todo lo que él quería era que lo dejaran en paz.

Después de esa horrible primera semana, Harry tomó la decisión de esconderse en la cabaña de Hagrid, en Hogwarts. El colegio había sido dañado en su totalidad y era inhabitable, y los integrantes del Ministerio debatían acerca de cerrarlo y reubicarlo en una más moderna y conveniente locación. La sola idea de ser uno de los pocos sobrevivientes de los últimos graduados de Hogwarts lo deprimía aún más.

Harry se despertó sobresaltado ante un ruido, e hizo un colosal esfuerzo en levantar su pesada cabeza de la mesa. Notó a alguien sentado frente a él, en esa misma mesa, aunque veía borroso. Al ponerse sus lentes, se shockeó.

– Profesor Dumbledore? – La figura se levantó y agarró a Harry de la parte de atrás de su sucia camiseta.

– Chico estúpido, eres repugnante –

Potter estaba confundido, mientras la figura lo llevaba de malos modos fuera de la cabaña. ¿Qué estaba haciendo Dumbledore ahí? ¡Había muerto durante su sexto año, dos años atrás!

Su mente ebria y confusa repentinamente sintió un shock frío y húmedo. Su cabeza estaba sumergida en agua y no podía respirar, se estaba ahogando. Luchó como pudo contra la mano que le sostenía con fuerza el cuello y finalmente pudo soltarse.

– Qué demonios... – Bramó Potter dando una necesaria bocanada de aire, pero su grito fue interrumpido ya que nuevamente su cabeza terminó debajo del agua del barril. Luego de lo que le pareció una eternidad, la fuerza que lo sumergía volvió a soltarlo.

Se empujó a sí mismo lejos del barril y cayó sentado en la tierra del suelo. Tosía y respiraba como podía, sintiendo sus pulmones repletos de agua. ¿Podía sentirse más miserable?

Aún confundido y entumecido, pudo ver cómo un vaso lleno de líquido flotaba frente a su propia cara, y una brusca y conocida voz que le ordenaba beberlo.

Harry agarró el vaso y bebió su contenido de un sorbo.

– ¡Por Merlín, esto es horrible! – Maldijo Harry.

Sin embargo, unos momentos después de beberse esa espantosa poción, Harry sintió cómo su mente se clarificaba rápidamente por primera vez en tres semanas de alcoholismo. Recién en ese momento pudo observar a su atacante.

El parecido seguía resultándole increíble, aunque mirándolo con detenimiento podía distinguir diferencias, como la falta del característico centelleo en la mirada de Dumbledore. En cambio, vio ira en sus ojos.

– ¿Qué haces aquí? – Le preguntó parcamente Harry.

– Buscando alguna cabra – Le contestó Aberforth, más agriamente aún, pero provocó la primera sonrisa de Harry en meses.

Con cierta dificultad, siguió al hermano de Albus a la cabaña y tomaron asiento alrededor de la mesa. Harry echó a un lado la botella casi vacía de whisky, que le revolvió el estómago de sólo verla.

– Ha sido difícil ubicarte, muchacho – Dijo Aberforth.

– Eso quise. No pude soportar las celebraciones –

– Tuve miedo de hallar sólo tu cuerpo –

Harry no contestó.

– Tu cicatriz se ha desvanecido casi por completo. Debemos actuar con rapidez – Dijo Aberforth nuevamente.

– ¿Qué quiere decir? Deje en paz mi cicatriz, si se desvanece será mucho mejor para mí – Le contestó Harry con malas pulgas.

Aberforth meneó su cabeza.

– No, la necesitamos. Te he estado buscando por un mes. ¿No quieres una oportunidad de enmendar este desastre? –

– ¿Qué? ¿Cómo? – Preguntó el muchacho sin comprender.

– ¡Quiero decir, que puedas salvar a mi hermano, a tus padres, a todos! – Agregó Aberforth.

Harry había quedado pasmado ante la idea pero no sabía cómo podría hacerse. ¡Estaban todos muertos!

Aberforth dibujó una leve y maquiavélica sonrisa en su rostro.

– Robaremos una página del propio libro de Voldemort. Lo mataremos cuando aún era un niño – El muchacho abrió sus ojos sorprendido; por primera vez desde la batalla sintió que su cerebro funcionaba y se volvía a poner en movimiento.

– ¿Cómo... haremos... eso? –

– Retrocederás al pasado, buscarás a ese mal nacido cuando era aún un bebé y lo matarás. Simple – Harry bufó del fastidio, desilusionado.

– No se puede viajar tan atrás en el tiempo –

– He podido encontrar la forma de hacerlo. Puedo sobrecargar un gira tiempo mágicamente, pero tiene un costo – Explicó Aberforth, pero como Harry sólo levantó sus cejas como respuesta, continuó: – En primer lugar, quedarás varado en el pasado por un largo rato –

– ¿Qué quiere decir? ¿Cuánto tiempo? –

– No lo sé con exactitud, pero supongo que entre diez y doce años. La magia del gira tiempo necesita recargarse – Pensativo, a Harry no le pareció un precio excesivo. ¿Diez años a cambio de salvar a todos sus seres queridos? No tenía problema alguno con ello.

– ¿Y en segundo lugar? – Aberforth suspiró.

– Esta es un área desconocida de la magia y existen muchos riesgos. Nadie ha ido tan lejos y el comportamiento de los gira tiempo se torna volátil e inestable a medida que se sobrecargan. Además, accidentalmente puedes alterar algo del pasado que no parece relacionado con la misión y cambiarlo todo; a tu regreso puedes encontrar un mundo aún peor que éste. Y cuando regreses en el tiempo muy posiblemente tengas los recuerdos de estos tiempos contigo, pero ningún recuerdo de tu nueva vida en el pasado, no lo sé –

– ¿Por qué yo? ¿Por qué no lo hace usted? – Preguntó Harry abrumado, luego de unos momentos asimilando toda esa información.

– ¡Tu cicatriz, muchacho! Te conecta con Voldemort, y puedes utilizar esa conexión para facilitarte la búsqueda. No sabemos casi nada de él y sería un gran contratiempo tener que buscarlo por toda Inglaterra. Además, yo existo en esos tiempos y mi firma mágica se duplicaría, lo que conlleva grandes riesgos y desenlaces inesperados. Imagina que cada vez que alguien me envíe una lechuza habrá una chance de 50-50 en el que la reciba, y así el secreto no duraría –

>> Albus era un estúpido pedante y cometió muchos errores, pero era mi hermano y lo quiero de vuelta – Concluyó Aberforth.

El cerebro de Potter bullía. Le resultaba increíble tener la chance de prevenir que Voldemort se transforme en un peligro para todo el mundo mágico. Y le resultó enfermiza (como mínimo) la idea de asesinar a un infante, aunque si lo pensaba sería casi como una revancha ya que él había querido matarlo cuando tenía sólo un año de vida. Los centenares de vidas que salvaría lo calmaron un poco y aliviaron su culpa; después de todas las cosas que tuvo que hacer durante la guerra, esto parecía sencillo.

– ¿Cuándo empezamos? – Dijo finalmente ante un expectante Aberforth.

Los dos magos planificaron largamente hasta bien entrada la madrugada. Sólo habría una posibilidad para que el plan resultara, y si tenían éxito podrían cambiar el curso de la historia para siempre.

Potter accedió a encontrarse con Aberforth al día siguiente, cerca de la cabaña de los gritos. El hermano de Albus le había dicho que reaparecería en el mismo lugar desde el cual saldría de su línea de tiempo, y la cabaña aún no había sido construida en aquellos tiempos. Esto evitaría cualquier mirada curiosa que sorprendiera la llegada de Potter, y como además el sitio era un prado no corría riesgos de aparecerse dentro de algún árbol u otra cosa.

Dedicó todo el día de la misión preparándose. Retiró una gran cantidad de galeones de la bóveda familiar de Gringotts ya que, como Aberforth le había dicho, pasaría diez años en el pasado. Aprovechó su visita al Callejón Diagon para hacer algunas compras, en especial un costoso y antiguo baúl con un útil encantamiento de extensión interno, en donde metió ropa de la época y muchos libros relacionados con magia, historia muggle y mágica, leyes y varios más. No se había olvidado de empacar, además, sus túnicas de guerra, su capa de invisibilidad o el mapa de los Merodeadores, por nombrar sólo algunos.

Ya en el atardecer, se apareció en la cabaña de Hagrid, algo imposible de realizar si el castillo de Hogwarts estuviera funcionando y sus encantamientos de protección activados. Con su varita achicó el pesado baúl hasta un tamaño que consideró apropiado, y se lo metió en el bolsillo de su chaqueta. No le agradaba vestirse como solían vestirse sus abuelos pero no tenía opción; una vez que estuvo preparado, atravesó caminando buena parte de los terrenos del castillo para encontrarse con Aberforth en la cabaña de los gritos.

El anciano hechicero ya estaba preparando el ritual para sobrecargar el gira tiempo. Potter observaba cómo diseñaba una variedad de antiguas runas sobre el suelo, y así estuvo por unas dos horas hasta que le dijo a Potter que estaba todo listo.

– Recuerda, estarás en el pasado por aproximadamente doce años, y al segundo siguiente la magia te arrojará instantáneamente de vuelta a este tiempo. No puedes detenerlo ni acelerarlo – Como Harry asintió, continuó explicando. – El gira tiempo no aparecerá contigo en el pasado; para prevenir que éste se pierda o se dañe existirá astralmente hasta que finalice su recarga. Luego se reactivará y te traerá de vuelta – Aberforth miró al muchacho.

>> Buena suerte. No nos defraudes –

– No lo haré –

El encantamiento se activó y Harry Potter, el niño-que-vivió, desapareció de su línea de tiempo.

Todo fue instantáneo, y no sintió absolutamente nada. Recordaba que tampoco había sentido nada la vez que había utilizado un gira tiempo con Hermione, pero creyó que al estar sobrecargado y al retroceder tanto tiempo en el pasado sería diferente. Sólo pudo percatarse de que ya no estaba en su época porque Aberforth y la cabaña habían desaparecido.

Agudizó su vista. El atardecer le permitió distinguir a lo lejos algunos techos de Hogsmeade por sobre los árboles cercanos, y luego de una rápida inspección a sus alrededores se dirigió al pueblo.

Descubrió, al llegar, que Hogsmeade casi no había cambiado durante más de cincuenta años, por lo menos su calle principal. Algunas pequeñas tiendas habían cambiado un poco pero las Tres Escobas lucía exactamente igual. Por el contrario, a medida que recorría la calle notó que en las afueras del pueblo y todo a su alrededor había nuevas casas (viejas para él) en construcción. No quiso seguir caminando ya que estaba sumamente nervioso, por lo que decidió ir a Las Tres Escobas.

Una vez dentro, pudo notar el cambio. Su decoración parecía vieja y anticuada (para él), y reconoció que le llevaría algún tiempo acostumbrarse a los cambios. Se dirigió a la barra en donde un viejo mago leía El Profeta.

– Buenos días, caballero – Dijo el cantinero a modo de bienvenida. – ¿Puedo ofrecerle algo en esta hermosa tarde? –

Potter ordenó un sándwich liviano y solicitó una copia del periódico. Una vez sentado en una de las mesas, abrió el periódico con su estómago estrujado por los nervios, y observó la parte superior del frente. ¡16 de Junio de 1934!

El muchacho agachó su cabeza suprimiendo un enorme insulto: había aparecido siete años después de lo previsto y eso no estaba en los planes. Un joven Voldemort (y futuro mago tenebroso) de siete años se hallaba en algún lugar de Londres, lo cual complicaba mucho las cosas.

Le tomó unos cuantos minutos calmarse, e intentó olvidar el mal trago leyendo el periódico mientras comían su sándwich. El Profeta contenía una inusual cantidad de noticias del mundo muggle, especialmente de Alemania, y a medida que siguió leyendo cayó en la cuenta y emitió un gruñido de fastidio; Hermione lo hubiera fustigado por no haber investigado un poco mejor, aunque no había tenido casi nada de tiempo.

El partido Nazi controlaba Alemania y, recordando algo de historia muggle, concluyó que la segunda guerra mundial comenzaría en 1939. ¡Había llegado siete años después de lo previsto, y como si no fuera poco tendría que soportar vivir durante la peor guerra de la historia de la humanidad!

Recién ahora se percataba por qué El Profeta reflejaba tantas noticias sobre la creciente tensión entre Inglaterra y Alemania. El mago oscuro Grindelwald había sido un gran aliado de Hitler, quien siempre había estado fascinado por la magia. Grindelwald utilizaba al líder nazi para atacar a sus oponentes mágicos. El Callejón Diagon había sido un objetivo del intenso bombardeo de Londres por parte de Alemania.

Entre desesperado y fastidiado, se levantó y entabló una corta conversación con el cantinero. Le contó que vivía en Londres pero que quería mudarse fuera de la ciudad, y se enteró de que las nuevas casas que estaban en construcción en Hogsmeade estaban siendo vendidas por una oficina inmobiliaria situada en la calle principal.

Apuró su sándwich y salió de las Tres Escobas. El aire parecía más limpio, y el sol de la tarde más brillante. Miró hacia el castillo de Hogwarts que se elevaba a lo lejos y volvió a emocionarse. Si debía permanecer por doce años en esa época entonces buscaría alguna propiedad allí mismo, en el pueblo que tanto le gustaba y cerca de su verdadero hogar.

Potter se adentró por entre las nuevas casas en construcción, en reposo ya que era sábado, y se maravilló con los métodos mágicos que se utilizaban para construirlas. Casi todo lo que sabía de la magia provenía de Defensa contra las Artes Oscuras o de los Aurores, y reconocía que había grandes vacíos en su educación; le dio la impresión de que esas casas no se construían sino que crecían.

De pronto escuchó pasos acercándose, y tuvo que controlar su instinto para no adoptar una postura defensiva.

– ¿Puedo ayudarlo, señor? – Dijo una voz suave y femenina.

El muchacho se dio vuelta, quitando su mano del bolsillo interno en donde guardaba su varita, y recibió el enésimo shock del día. Acaso esa mujer era Ginny?

>> ¿Se encuentra bien, señor? –

Harry asintió como pudo, mientras su corazón retomaba su ritmo normal.

– ¿Está usted interesado en alguna de estas propiedades? – Preguntó la mujer. Ahora que pudo mirarla mejor, era obvio que no podía ser Ginny aunque era sumamente parecida. Tenían casi la misma altura pero su cabello era de un pelirrojo más rubio que el típico rojo de los Weaslys.

– Lo siento, la he confundido con otra persona. Mi nombre es James Evans y sí, estoy interesado en alguna propiedad aquí en Hogsmeade – La joven bruja sonrió.

– Encantada de conocerlo, señor Evans. Mi nombre es Anne Prewett –

Potter sonrió incrédulo para sus adentros. Claro que no era Ginny la muchacha que estaba parada frente a él, pero intuyó que se trataba de su abuela ya que recordaba que el apellido de soltera de Molly era Prewett. Y consideró brevemente la posibilidad de que alguien, en algún lugar, estuviera divirtiéndose con su vida haciéndosela cada vez más complicada.

(Nota del autor: Sí, de hecho, lo estoy!)

Harry y Anne pasaron un par de horas mirando algunas casas y discutiendo posibilidades. Descubrió que le recordaba mucho a Molly Weasley, y si Anne no era su madre probablemente sería alguna tía. La joven no lo trataba como a un chico de dieciocho años, y dedujo que su agobiada mirada y las heridas que aún no sanaban en su interior le hacían ver mayor.

Como lo tenía planeado, le narró a la joven Prewett que había sido criado en un pequeño asentamiento mágico de Australia, lo que podría cubrirlo de cualquier eventualidad relacionada con su acento o con alguna frase moderna que se le escapase.

El muchacho debía aguantar la sonrisa cuando discutían el precio de las propiedades que veían. Los precios de los '30 eran increíblemente bajos y con los galeones que había retirado de su bóveda (suficientes para una vida bastante cómoda en los '90) le alcanzaba para varias comodidades. Finalmente eligió una casa de cuatro dormitorios en las afueras del pueblo. Poseía los más modernos encantamientos domésticos para los '30, algo que él podía remediar fácilmente una vez ubicado, y planificó mentalmente una visita al Callejón Diagon por la mañana del próximo día para comprar muebles y ropa.

Finalizó rápidamente la transacción para comprarla y la señora Prewett (Harry notó su anillo de bodas) se encargó eficientemente del papeleo. Acordó con la joven en que iría a Gringotts al día siguiente por la mañana para abrir una bóveda y depositar sus galeones, para así poder transferir el monto para pagar la casa; finalmente se despidió de Anne y se dirigió por medio de la aparición al Caldero Chorreante para rentar un cuarto para pasar la noche.

Luego de una noche de sueño intranquilo y repleto de pesadillas (como los últimos seis meses), Harry bajó a tomar su desayuno. Le pareció extraño que no estuviera el cantinero que se llamaba Tom, y supuso que quizá aún no había nacido, pero no le pareció extraño que el lugar estuviera tan oscuro y sucio como siempre. Menos de una hora después Harry entraba al callejón: ¡Estaba atiborrado! ¡Jamás había visto tantas brujas y tantos magos en un solo lugar! Parecían felices, lo cual le pareció lógico ya que aún faltaban algunos años para que comenzara la amenaza del joven Voldemort y sus mortífagos. Calculando aproximadamente la cantidad de personas que podía distinguir, se sorprendió de cuán severas habían sido las dos guerras contra el mago oscuro y cuántas personas habían resultado muertas.

Una vez dentro del banco, el segundo lugar más seguro según Hagrid, tuvo que hacer una fila de varios clientes hasta que por fin fue su turno ante el duende.

– ¿Qué necesita? – Preguntó el duende sin ninguna gana.

– Buenos días. Mi nombre es James Evans. Me gustaría hacer negocios con usted, podríamos beneficiarnos mutuamente. ¿Puedo preguntar su nombre, señor? – La expresión del duende fue de incredulidad, debido a lo inusual de la amabilidad.

– Grintott es mi nombre. ¿Qué clase de negocio quiere realizar? –

– Necesito abrir una bóveda, señor Grintott. Y tendrá que ser una de las grandes – Dijo Harry.

El duende entrecerró sus ojos. ¿Un mago pudiente estaba siendo cortés con él?

– Vamos a mi oficina. Discutiremos el asunto en privado – El duende saltó de su alto banquillo y caminó por delante del muchacho; el asiento vacío fue ocupado rápidamente por otro duende.

– ¿Cuál sería el monto que el señor quisiera depositar? – Preguntó Grintott, una vez sentados en su oficina.

– 19,634,254 galeones – Respondió Harry.

El rostro del duende se transformó por la sorpresa. ¿Quién era este mago desconocido que quería depositar tanto dinero?

Sin perder tiempo, el duende conjuró los formularios necesarios y los completó rápidamente. La única preocupación de Harry fue cuando le exigieron cinco gotas de su sangre para fines de identificación. Sabía que sus abuelos estaban vivos en ese tiempo y podía ser un problema.

Afortunadamente no lo fue. Si un Potter usara su sangre para buscar cualquier bóveda a la que tuviera acceso, Harry tendría que morir primero. Similarmente, Harry no podría acceder a la bóveda de la familia Potter hasta que ellos murieran.

El muchacho se sorprendió gratamente de lo rápido que se efectuó la transacción. En unos treinta minutos la bóveda estuvo configurada, la transferencia para su nueva casa efectuada y se abrió una cuenta de gastos. Los duendes, en especial Grintott, fueron amables para con él, por lo que lo nombró su administrador de cuenta.

Harry dedicó el resto de su visita al Callejón Diagon a comprar muebles para las cuatro habitaciones, el living, la cocina y el comedor. Tuvo que comprar, además, enseres de uso diario como vajilla, sábanas y platería ya que no tenía nada y tendría que pasar muchos años varado en ese tiempo. Al pasar por Flourish & Botts se percató de que precisaba de libros para su estudio, ya que buena parte de los que había traído consigo en el baúl aún no habían sido publicados.

Tuvo que comprar, también, una escoba y una lechuza, recargando pesadamente su cuenta de gastos. Si bien había traído su Saeta de Fuego, no podría mostrarla ni volar en ella con gente alrededor, así que eligió una buena escoba (para la época) para utilizar; con respecto a la lechuza, le dolió en el alma reemplazar a Hedwig, a quien Draco Malfoy había matado un par de semanas antes de la batalla final.

Con sus compras encogidas mágicamente en bolsas (menos los muebles, que serían enviados a su nueva casa en un par de horas) Harry regresó a Hogsmeade. La casa que había comprado reconoció los cambios de titularidad y permitió inmediatamente su acceso, y luego de recibir (y agrandar con su varita luego de presentar sus facturas) sus nuevos muebles, pasó algunas horas acomodando y ubicando todo; finalmente el muchacho colapsó agotado en su nuevo sillón. Estaba profundamente cansado, no sólo por todo lo que había hecho en la casa sino porque estuvo nervioso desde que había llegado de su realidad. Apenas podía mantener abiertos sus ojos pero igualmente notó la creciente oscuridad del anochecer y lo fría que parecía esa casa: sin retratos ni fotos, sin recuerdos de ningún tipo de su pasado.

Se percató, repentinamente, de que era la primera vez en su vida que tenía un hogar propio, y todo lo que estaba allí dentro le pertenecía. Se sentó en el sillón, pensando que por primera vez no había mortífagos buscándolo, ni nadie que lo conociera como el niño-que-vivió. Era un muchacho completamente... normal.

Harry notó cómo sus emociones se revolvían en su interior. Su mayor deseo había sido concedido, pero el costo había sido horrible: había perdido a toda su familia, a todos sus amigos y a todos los que se preocupaban por él. Algo en él se quebró y ya no pudo contener sus lágrimas. Lloró pesadamente, por la muerte de todos sus seres queridos, por los alumnos de Hogwarts muertos en batalla, por los asesinatos de los miembros de la Orden, de la oficina de los Aurores, en fin, por la destrucción de su mundo. Acurrucado en posición fetal, su mente se enfocó en Voldemort, en el causante de toda esa locura destructiva y asesina.

Recordó su sufrimiento luego de la confrontación final con Voldemort, y cómo mirara donde mirara, todo le recordaba el precio que tuvo que pagar por su victoria. Ahora, nada de eso había ocurrido aún y yacía en un cómodo sillón, con una sensación de normalidad todo alrededor.

No podía contenerlo más. Inconscientemente toda una vida de dolor y miedo, de muerte y abusos fue liberada de su interior, y no pudo evitar soltar un largo y desgarrador grito de furia y tristeza, mientras sus lágrimas seguían corriendo por sus mejillas incontrolablemente.

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Una repentina e imprevista tormenta sacudió el pueblo de Hogsmeade, iluminando la reciente noche con truenos y relámpagos. Muchos de los alumnos de Hogwarts tuvieron que echarse a correr para buscar refugio en la torre de Astronomía de la copiosa lluvia y de las ráfagas de viento. La violencia de la súbita tormenta golpeó con fuerza contra las innumerables ventanas del ancestral castillo.

Sentado en su oficina, el profesor de transformaciones Albus Dumbledore observaba la tormenta a través de su ventana. El por ese entonces el mago más poderoso de las últimas generaciones pudo percibir la magia fluyendo en la tormenta, y se reclinó en su sillón pensativamente, con preocupación.

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Luego de una eternidad de dolor y lágrimas, un emocional y físicamente exhausto Harry cayó inconsciente. La tormenta se disipó lentamente mientras el muchacho se quedaba dormido, sin soñar en nada por primera vez en mucho tiempo, y no abrió sus ojos hasta un día y medio después.

Su despertar fue trabajoso, y aún sentía que había quedado sin fuerzas luego de su estallido de emociones. Apenas pudo subir las escaleras para tomar una ducha, y una vez limpio y vestido según la época se tiró nuevamente en el sillón del living, decidiendo que descansaría los siguientes cuatro días y que comenzaría la búsqueda en Londres la próxima semana.

Sólo salió de su sillón para realizar pequeñas incursiones al centro del pueblo para comprar objetos y adornos para su nueva casa; algunos de los dueños de las tiendas que Harry visitó se preguntaban quién era ese solitario y callado mago de cabello oscuro, de triste sonrisa.

La verdad era que el muchacho no se sentía solo. Mientras paseaba por Hogsmeade oía las voces fantasmales de Ginny, Ron y Hermione acompañándolo. Escuchaba (y hasta percibía) la excitación de su antigua novia al mirar las decoraciones de una tienda de adornos, a Hermione insistiendo en que comprara más libros de la época para poder estudiar, y a su gran amigo Ron pidiéndole de ir a la tienda de suministros de Quidditch y ver las "antigüedades" que allí se vendían.

No, no estaba solo. Siempre llevaría a sus amigos consigo, fuera donde fuera.

Harry comenzó su búsqueda el lunes por la mañana, sabiendo que a Tom Riddle lo habían dejado en un orfanato de Londres siendo un bebé. El futuro señor tenebroso tenía, ahora, unos siete años, y si bien no le gustaba un ápice la misión no había cambiado: matar al mago oscuro para librar al mundo mágico de su ascenso al poder.

Descubrió que había dieciséis orfanatos para esa época, y tuvo que buscar en todos ellos ya que Dumbledore nunca le había dicho en qué orfanato había encontrado a Tom Riddle de niño. El tiempo no era en realidad una preocupación; estaría atascado en esa época por doce años.

Tres días de búsqueda habían transcurrido y aún Harry no había dado con Riddle. Estaba asombrado por la cantidad de orfanatos que había en Londres y por la gran cantidad de huérfanos que había en cada uno de ellos, y cada uno de esos orfanatos albergaba más jóvenes y niños que Hogwarts mismo... y con mucho menos presupuesto y personal.

El muchacho de la cicatriz se detuvo en un pequeño pub para comer algo. Planeaba visitar dos orfanatos más durante esa tarde, y anhelaba profundamente acabar con esa misión para poder luego disfrutar de una tranquila vida por los próximos doce años, hasta que el gira tiempo se vuelva a activar y pueda regresar a su tiempo.

Al salir del pub, pasó caminando por un angosto callejón y notó algunos muchachos reunidos al otro extremo del mismo. Estaban sobre excitados e insultaban a alguien a quien Harry no podía ver. No pudo evitar que sus recuerdos sobre Dudley o sobre algunos alumnos de Slytherin aparecieran en su mente, y tuvo un mal presentimiento. Hermione lo llamaba su "necesidad de salvar a todos"; era completamente incapaz de darse vuelta y marcharse sin hacer nada al respecto.

Atravesó el callejón a paso redoblado hasta que estuvo al lado del grupo de muchachos. Recién en ese momento pudo ver a dos jóvenes de unos diez años pateando algo que estaba en el suelo, provocando las risas de los demás.

– ¿Qué está pasando aquí? – Vociferó Harry indignado.

Los muchachos se detuvieron mientras que uno de los que propinaba las patadas le gritó:

– ¡Qué le importa! ¡Esto no le concierne! – Harry ahora pudo ver a un joven acurrucado en el suelo, y le contestó con firmeza:

– Me llevaré a este joven conmigo –

– ¡No lo hará! ¡Es un fenómeno! ¡Le daremos una lección! – Recriminó el joven, haciendo que el resto de los abusadores se acercara desafiante a Harry.

La palabra fenómeno hizo que Harry se enfureciera.

– Me llevaré a este joven conmigo. ¡Ahora márchense de este callejón! –

La respuesta de Harry, tranquila pero severa, era por su tono una promesa de doloroso escarmiento si seguían ignorándolo. Sin siquiera saber por qué, los agresores desistieron y comenzaron a irse del callejón.

Unos momentos después, el muchacho se dirigió hacia el pequeño joven que aún estaba tirado en el suelo. Tomó un pañuelo para limpiarle la sangre de sus heridas y le dijo en un tono sereno:

– Tranquilo, no seguirán golpeándote. Estás a salvo –

– Ellos siempre me lastiman. Y lo seguirán haciendo hasta que pueda lastimarlos yo. ¡Ya verán! – Contestó el joven, entre sollozos.

– Bueno, hoy por lo menos no volverán a molestarte. Déjame revisarte –

Harry examinó el golpeado cuerpo del joven, tal como Madam Pomfrey le había enseñado tiempo atrás (o muchísimos años después, según cómo se lo mirara) y notó que tenía un hombro dislocado y quizá dos costillas rotas.

– Necesitas ir al hospital. Te levantaré con cuidado y te llevaré. ¿Cómo te llamas? – El joven miró a Harry por primera vez, y sus ojos marrones coincidieron con los verdes de su protector.

– Me llamo Tom Riddle –

"Me llamo Tom Riddle"

El mundo de Harry se estremeció con esas sencillas palabras. ¿Cómo podía ser posible que ese joven golpeado y maltrecho fuera el futuro señor oscuro y asesino de masas? La mente de Harry se encegueció. Era simple, extremadamente simple cumplir con la misión en ese momento, y se evitarían tantas muertes y barbaridades matando a este pequeño.

¿Era lo correcto?

Le había parecido tan simple hacerlo, sentado en la cabaña de los gritos junto a Aberforth. Era una decisión tan impersonal, tan teórica: matar a un inocente niño. Un acto de maldad que evitaría otros miles más. Sintió que la moralidad lo empujaba en ambas direcciones.

Voldemort había sido responsable por la muerte de miles, incluyendo a sus padres, a Ginny, a Ron, a Hermione, al resto de los Weasley y a Sirius. Riddle había matado a muchos otros antes incluso de que terminara el colegio. Sin embargo, este Riddle, Tommy Riddle, aún no había matado a nadie.

– Cierra tus ojos – Pidió Harry, tapándoselos con su mano izquierda, y disimuladamente con su varita efectuó un silencioso legilimens.

Al instante vio las imágenes de la mente de Tommy. Había sido tratado como fenómeno desde que era un infante, y pudo ver la memoria de un muy joven Tommy hablando con una pequeña serpiente de jardín. Unos chicos más grandes que él se acercaron para molestarlo y uno de ellos le pisó la cabeza y la mató enfrente de él; el llanto de Tommy sólo los hizo reír.

Harry se concentró en su núcleo mágico. A la edad de siete años, parecía del tamaño de una pelota de golf. El núcleo mágico de Voldemort era del tamaño de una pelota de playa, de un color similar al alquitrán, oscuro y áspero. El de Tommy parecía incorrupto, limpio. Notó pequeñas manchas de oscuridad producto del abuso y del trauma, pero parecían superficiales.

Tom Riddle aún no estaba contaminado por la insana demencia que Voldemort había mostrado en las dos guerras contra el mundo mágico.

La mente de Harry trabajaba a toda máquina. Si no seguía expuesto al abuso y a los golpes que recibía en el orfanato, ¿Cabía la posibilidad de que se transformara en un individuo normal y responsable? ¿O su increíble maldad terminaría por salir a la superficie a medida que creciera?

Harry recordó las memorias que Dumbledore le había mostrado en su pensadero durante su sexto año. El abuelo y el tío de Riddle habían sido aberraciones provocadas por haber tenido descendencia sólo entre familiares durante generaciones. Convencidos de su superioridad por ser descendientes de Slytherin, la familia Gaunt perdió todo contacto con la realidad. La madre de Tommy tampoco parecía muy cuerda: la poción de amor que había utilizado con Tom Riddle había sido por pura insana, aunque también por desesperación por salir de esa horrible casa. ¿Había sido la locura de esa gente heredada o reforzada por sus creencias?

Comenzó a dolerle la cabeza. Hermione hubiera podido recitar una docena de teorías al respecto, pero él no tenía ni idea. Lo suyo no era la teoría, sino la práctica, y decidió que aún no tenía suficiente información para tomar una decisión correcta. No podría matar a un niño inocente si, quizá, no era necesario. ¿Y si lo sacaba de ese ámbito destructivo del orfanato, cambiaría su vida? No lo sabía, necesitaba tiempo.

Harry sacó su mano de los ojos de Tommy y lo levantó con cuidado.

– Tranquilo, te sanarán en un santiamén –

Un ligero pop sonó en el angosto callejón, y las dos personas que estaban allí desaparecieron. Diez minutos después, diez muchachos del orfanato regresaron una vez que recuperaron el coraje, aún sin saber por qué habían abandonado el juego de golpear e insultar al fenómeno a causa de aquel extraño muchacho de cabello negro. Para su sorpresa, el callejón estaba vacío y se miraron con incredulidad. Si nadie había salido del callejón, ¿Dónde se habían metido?

Harry y Tommy se aparecieron en la zona de aparición del hospital de San Mungo y depositó al joven en una camilla con cuidado; una sanadora se acercó rápidamente.

– ¿Qué ha ocurrido con este muchacho? –

– Lo rescaté de una parva de jóvenes que lo estaban golpeando en un callejón no muy lejos de aquí – Dijo Harry. La sanadora examinó a Tommy con su varita.

– ¿Es usted su padre? ¿Qué hacía este muchacho vagando por las calles muggles de Londres? –

– No, no soy su padre – Le respondió. – Pasé por allí de casualidad, creo que vive en un orfanato de la zona –

– Hmm, tiene dos costillas rotas, un hueso roto y una ligera concusión. Tuvo suerte de que usted apareciera. Llamaré a una enfermera para que lo traslade a una habitación –

– Permítame – Harry sacó su varita y con un hechizo levitatorio llevó la camilla hasta la habitación, lo que sorprendió a la sanadora.

Una vez allí, la medi-bruja despertó con dulzura al joven.

– Bebe esta poción, querido. Te ayudará a calmar el dolor –

Tommy levantó su cabeza con esfuerzo para beber la poción, y por el gesto de su rostro no le gustó su sabor en lo más mínimo. La sanadora continuó examinándolo, mientras el joven permanecía con sus ojos cerrados, ignorándola.

Harry notó que la sanadora no era mayor que él, y creyó que era una reciente graduada. También notó que era bastante atractiva: era casi tan alta como él y su cabello largo y rubio estaba sostenido en lo alto por un moño. No supo qué pensar cuando se dio cuenta de que era la primera vez que observaba a una chica desde la muerte de Ginny, seis meses atrás.

Luego de que Tommy volviera a dormirse, la sanadora le dijo a Harry:

– Necesitamos que usted se quede para responder algunas preguntas. ¿Sabe el nombre del muchacho? – Harry suspiró; no quería que el Ministerio se percatara oficialmente de su existencia.

– Me dijo que se llamaba Tom Riddle. Mi nombre es James Evans –

– Encantada, señor Evans. Me llamo Sarah Underhill – Respondió la sanadora mientras llenaba unas formas.

– ¿Sabe usted quiénes son sus padres y cómo ponerse en contacto con ellos? –

Sí, por desgracia. Pensó Harry para sí mismo, y respondió:

– No, aunque creo que su madre falleció tiempo atrás. Como le he dicho, pasé por donde lo estaban golpeando de casualidad – La medi-bruja miró a Harry por sobre sus anotaciones.

– ¿De dónde es usted, señor Evans? –

– He adquirido recientemente una casa en Hogsmeade – Dijo él, sin entrar en detalles.

La sanadora terminó de completar sus formas y efectuó un hechizo en Tommy, y luego siguió completando sus formas con un suspiro.

– Es de sangre mestiza –

– ¿Es eso un problema? – Preguntó Harry en un tono de voz neutro.

Aunque no tan neutro para la sanadora.

– No para mí. Sin embargo, si fuera de sangre pura se podría rastrear a su familia. Además, el Ministerio no pagará por este tratamiento, y no sé cómo hará él para pagarlo –

– ¿Sólo los... sangre pura... reciben tratamiento gratis? – Preguntó, sintiendo que su presión se elevaba al ver que la sanadora asentía. ¿Era igual en su tiempo? No lo sabía ya que nunca había sido internado en San Mungo. Recordó la vez en la que el señor Weasley había estado allí y no había pagado la cuenta; había creído que era porque era un funcionario del Ministerio.

– Yo pagaré el tratamiento ya que fui yo el que lo trajo al hospital. Pudo haber terminado en un hospital muggle, y sinceramente no creo que sepa algo sobre la existencia de la magia en este momento – La sanadora miró a Harry consternada (notando que tenía muy bonitos ojos).

– Eso significa que usted se ha transformado en su guardián mágico, supongo que estará al tanto de ello – El muchacho sintió que su corazón se detenía.

– ¿Qué yo soy qué? –

– Su guardián mágico. Ha traído usted a un chico muggle a un establecimiento mágico, y como no tiene parientes en nuestro mundo, usted ha aceptado legalmente la responsabilidad por su bienestar mágico –

Demonios, no es posible. Pensó Harry. La situación se ponía cada vez más complicada. Primero salva al futuro Voldemort de sus compinches de orfanato, ¡Y ahora accidentalmente se había hecho su guardián mágico!

– ¿Eso... qué quiere decir? –

– Que usted ha aceptado ser responsable por su educación mágica y por su comportamiento hasta que cumpla sus diecisiete años. ¿No lo sabía? – Cuestionó la sanadora.

– No, no lo sabía –

Harry se sentó en una silla de la habitación y consideró la situación en la que se había envuelto. Contra todos sus instintos (que insistían en finalizar esa maldita misión) como guardián mágico podría observar cualquier signo de oscuridad que podría mostrar Tommy. Si descubría alguno de esos signos, eso podría permitirle actuar sin la interferencia de nadie.

Miró a la bella sanadora, quien a su vez lo estaba mirando, esperando una respuesta.

>> Supongo que tendré que quedarme hasta que despierte y se recupere. Sólo Merlín sabe cómo Tommy reaccionará con todo esto – La sanadora sonrió.

– Creo que hace lo correcto, señor Evans –

Harry disfrutó de esa sonrisa.

Un par de horas después, Harry levantó su vista del Profeta al ver que Tommy se estaba despertando. Dejó el periódico y se acercó a la cama.

– Buenas tardes, Tommy. ¿Cómo te sientes? – El joven miró a Harry con cierta suspicacia.

– Bien, señor. ¿Dónde estoy? –

– ¿Recuerdas qué te ha sucedido? – Tommy asintió.

– Charles y su pandilla lograron alcanzarme, y comenzaron a golpearme –

– ¿Por qué? – Tommy bajó su mirada.

– Porque robé comida, señor –

– Tommy, mírame. ¿Por qué robaste comida? – El joven comenzó a sollozar.

– ¡Porque me encerraron en un armario por casi un día! ¡Estaba hambriento! ¡Sé que no debería haber robado, pero por favor no me castigue! –

A Harry se le rompió el corazón y no pudo evitar que su mente se llenara de recuerdos de su propia infancia con los Dursley.

– Nadie te castigará, Tommy. Estás en un hospital, y te he traído aquí porque estabas muy lastimado – Tommy miró a Harry sorprendido.

– ¿Usted me salvó? –

Harry asintió; la mirada inocente de sorpresa por haber sido ayudado por un adulto era algo doloroso de soportar.

– Tommy, creo que... necesito decirte algunas cosas que quizá te sorprendan. ¿Crees en la magia? –

– No, señor. No nos dejan leer nada de eso en el orfanato –

– Pues te digo que la magia es real. Algunas personas la utilizan para hacer cosas asombrosas, como los magos y las brujas. De hecho este es un hospital mágico – El rostro de Tommy reflejaba incredulidad.

– ¿Me está diciendo la verdad? –

Harry se percató de que fue una pregunta bastante similar a la que recibió Dumbledore de ese mismo muchacho de once años (cuatro años en el futuro), aunque sin el tono de exigencia ni desprecio.

– Sí Tommy, lo estoy. ¿Te ha ocurrido algo extraño alguna vez, algo que no has podido explicar? – Tommy asintió.

– Puedo hablar con las serpientes. Mis compañeros del orfanato detestan eso, me llaman fenómeno –

– Yo puedo hablar con serpientes también. Es una habilidad muy poco habitual que se llama lengua pársel. Cuando yo era pequeño mi primo me perseguía para golpearme, pero de pronto me hallé sobre el techo de mi escuela – Tommy sonrió ante la imagen.

– ¿Puede usted mostrarme algo de magia? –

Harry sacó su varita y apuntando al joven efectuó un hechizo levitatorio que lo elevó algunos cuantos centímetros de la cama.

– Wow! ¿Yo puedo hacer eso? – Preguntó luego de que retornara a la cama.

– Sí, si asistes a un colegio especial de magia –

– ¡Sería genial! ¿Puedo ir? –

Harry se sentó en la silla y le explicó sobre que podría asistir a Hogwarts a los once años y sobre que era su guardián mágico. Tommy parecía shockeado por haber descubierto que tenía un responsable.

– No recuerdo que nadie se haya preocupado por mí. Mi madre murió cuando yo era un bebé y no conozco a mi padre. ¿Por qué se preocupa por mí? –

– La ley mágica dice que soy responsable de ti por haberte traído a nuestro mundo. Normalmente te hubieras enterado de tu herencia mágica cuando cumplieras once años y fueras aceptado en Hogwarts. En ese caso, el director del colegio hubiera sido tu guardián mágico – Tommy se sentó en la cama, pensativo.

– ¿Qué va a ser de mí? ¿Puedo vivir con usted? – A Harry se le revolvió el estómago. Su mente veía al futuro mago tenebroso pero su corazón había escuchado algo muy similar a lo que le había dicho alguna vez a Sirius.

– Si quieres, pero puedes seguir viviendo en el orfanato –

– ¡Odio ese lugar! ¡Son malos conmigo, los odio! – Gritó Tommy desesperado.

Harry sintió fluir la magia del joven, y decidió rápido.

– Cálmate Tommy, si no quieres volver entonces puedes quedarte conmigo –

El rostro de Tommy se relajó ante las palabras de su benefactor y sonrió; comenzó casi de inmediato a atiborrar de preguntas a Harry, como dónde vivía o cómo se sentía al usar la magia. El futuro héroe del mundo mágico aún no estaba convencido del todo acerca del destino del chico, pero intuyó que había tomado la decisión correcta.

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