Segunda oportunidad (Kai, Korra & Asami - "Avatar: La leyenda de Korra" || Fanfiction spanko)

Avatar: Legend of Korra
F/F
F/M
G
Segunda oportunidad (Kai, Korra & Asami - "Avatar: La leyenda de Korra" || Fanfiction spanko)
Summary
Fanfiction spanko en español, basado en la serie animada de Nickelodeon "Avatar: La leyenda de Korra" (continuación de "Avatar: La leyenda de Aang"). En esta historia, el avatar Korra y Asami Sato son pareja y además son madres de Kai (joven maestro aire) por adopción. Kai es un adolescente que no para de meterse en problemas debido a su difícil pasado en las calles, sin embargo, con amor y una guía adecuada, su nueva familia puede ayudarle a confiar nuevamente y darse cuenta de que merece tener lo mejor y que no sólo posee defectos, sino también valiosas virtudes que vale la pena compartir, principalmente con quienes lo aman y aprecian tal como es.Contiene spanking (azotes como castigo) y la aparición de una pareja homosexual (Korra y Asami). Si dichos temas no son de tu agrado, por favor no continúes leyendo.Hago constar que no poseo los derechos sobre la serie ni ninguno de sus personajes, no pretendo infringir normas de derechos de autor. Lo único que poseo es la idea que dio origen a ésta trama y el fanfiction en sí. De la misma manera, dejo claro que en la vida real de ninguna manera apruebo el castigo físico como método correctivo sobre ningún ser vivo, sin excepción.Gracias, disfruten! ;)

– ¿Alguien ha visto a Kai? –preguntó Tenzin.–

– No desde que llegamos a la zona alta de Ba Sing Se… –respondió Jinora.–

– ¿Huh? ¡Kaaaai! ¡Kaaai, hermanito! –gritó Bolín, improvisando un altavoz con sus manos mientras proyectaba su voz en todas direcciones.–

– ¡Kai! –vociferó Mako, ignorando aquello de “hermanito. No por celos, sino porque le parecía demasiado pronto para que Bolín lo llamara así, o eso argumentaba–. ¿En dónde se habrá metido ese chico? Sabía que debíamos mantenerlo vigilado…–razonó rascándose la nuca.–

– ¡Oye! –contraatacó su hermano–. Nosotros también vivimos en la calle y tuvimos que hacernos cargo de nosotros mismos alguna vez, Mako, ¿lo olvidas? ¡Y míranos ahora! Dos apuestos y exitosos jóvenes en busca de aventuras a través del mundo! –terminó la frase abriendo los brazos al cielo, viendo el lado positivo de las cosas, como siempre–. El caso de Kai no puede ser peor que el nuestro.

– Hmmm…por alguna razón, eso no suena muy alentador. Recuerda nuestro primer encuentro con Kai. Confié en él, le dije que estaría a prueba por un tiempo–

– Pero no podíamos dejarlo ahí…–le interrumpió el maestro tierra–. Imagina que tú estuvieras en su lugar, huérfano y con policías de lealtad cuestionable persiguiéndote a toda hora. ¿No hubieras preferido tú también que un grupo de personas que esparcen la esperanza por todas las naciones te rescatara de tan duras condiciones?

 

Mako permaneció en silencio un momento, pensativo.

 

Jinora suspiró. Bolín se había vuelto uno de sus mejores amigos, siempre veía lo mejor en todos y se mantenía optimista en todas las situaciones…bueno, casi. De cualquier forma, la desanimaba bastante el hecho de que Kai estuviera perdido en aquella enorme y misteriosa ciudad. Aún no definía muy bien lo que sentía por el muchacho, pero ambos habían congeniado de manera instantánea y ella le tenía un enorme aprecio al maestro aire.
¿Acaso él no los apreciaba igual?

 

Tenzin le había mencionado a su hija que sería prudente ser pacientes con Kai, pues provenía de circunstancias adversas y a menudo le costaba confiar plenamente en las personas, sin mencionar que en ocasiones recaía en malos hábitos y su subconsciente le jugaba bromas un tanto pesadas, por así decirlo. En el fondo era un buen niño, pero tras haber quedado huérfano le costaba creer que verdaderamente merecía una familia, por lo que inconscientemente se autosaboteaba y caía en viejos patrones, mintiendo, robando o manipulando a las personas para que eventualmente dejaran de confiar en él y se alejaran. Si ellos se alejaban primero, quizás dolería menos, pues él no tenía el valor de ser el primero en alejarse cuando dudaba ser merecedor de esa nueva oportunidad.
Por suerte o por desgracia, había caído en las cálidas manos de la más extraña y genial familia que pudo haber deseado. Un grupo variopinto de tercas personas provenientes de distintas naciones, con o sin habilidades para controlar los elementos, que creían fervientemente en la posibilidad de devolverle la paz y la luz al mundo, de paso haciendo que el mundo espiritual y el terrenal volvieran a reconciliarse y unirse.
Percibiendo el desánimo en su hija mayor, Tenzin puso un brazo alrededor de los hombros de la joven maestra aire a modo de consuelo. Mako resopló con decisión.

 

– Vamos, hermano, busquémoslo –Mako comenzó a caminar hacia las calles, con Bolín pisándole los talones y sonriendo.–

– No tardaremos, tranquilos. Lo vamos a encontrar –gritó, entusiasta, a manera de despedida mientras agitaba la mano en dirección a donde estaban Tenzin, Jinora y Pabu (el hurón de fuego de Bolín), quien indudablemente los extrañaría.–

 

Ambos maestros aire correspondieron agitando la mano en el aire, aunque en cuanto dieron media vuelta para entrar a las habitaciones de huéspedes del palacio de la Reina Tierra, el monje no pudo evitar murmurar casi para sí mismo: “Será mejor que Korra y Asami no lo sepan, al menos por el momento…”
Jinora no pudo reprimir una ligera mueca de preocupación.

 

A esas alturas, Korra y Asami ya se encontraban dentro del palacio, recibiendo datos e instrucciones específicas del consejero real sobre cómo debían comportarse en presencia de la monarca, un montón de ridiculeces y tonterías burocráticas, según la “humilde opinión” de la joven avatar. Korra estaba tan absorta en su plan de reclutar maestros aire en cada ciudad que pisaran que por un momento su atención se dispersó y perdió de vista a su travieso hijo. Y Asami, claro, estaba bastante ocupada tranquilizando a su impulsiva novia para evitar que atravesara la pared de algún templo con el firme propósito de hacer las cosas a su manera. Para ser honestos, uno pensaría que con tantos ojos sería difícil perder de vista a un niño tan revoltoso como Kai, pero no olvidemos lo ágil y escurridizo que el joven se había vuelto el tiempo que estuvo sobreviviendo en las calles más peligrosas por su cuenta. Bumi era básicamente la definición de “déficit de atención con patas”, Naga y Pabu solían distraerse con facilidad jugando cuando estaban junt@s, y Tenzin francamente estaba demasiado abrumado con su situación general. La misión en la que accedió a apoyar al avatar, los asuntos referentes a la Isla Del Aire, el resto de su familia estando lejos, un bebé en camino…con trabajos podía vigilar y cuidar a la mayor de sus hijas durante el viaje. En resumen, nadie contaba con que el chico se escaparía. Y ahora había otra inquietud asediando la mente de nuestros temerarios héroes…

 

– Emm, ¿Mako? –inquirió Bolín con discreción.–

– ¿Qué ocurre? –preguntó mientras inspeccionaban las calles y plazas aledañas, tratando de no llamar la atención.–

– Y…¿y si Korra se entera? –murmuró tragando saliva con cierta dificultad.–

– Oh, vamos…es tierno que te preocupe que el avatar le arranque la cabeza a tu hermano mayor, pero si alguien la conoce bien, es Tenzin. Y no le dirá hasta que regresemos. ¿Qué podría salir mal? “No tardaremos”, tú lo dijiste.

– Bueno, sí, pero me refería a que…

– Shh, ¡silencio! Mira… –señaló una curiosa escena que se desenvolvía a pocos metros en una de las lujosas calles que observaban con atención.–

 

Una potente corriente de aire había aparecido de la nada, haciendo volar las pertenencias y parte del llamativo ropaje de un hombre excesivamente bien ataviado, quien ahora se apresuraba a recuperar la compostura, esperando no haber hecho el ridículo enseñando la ropa interior en plena calle. En el acto, un muchachito de piel morena y cabello desaliñado se acercó para devolverle el sombrero al pobre hombre y “ayudarle a reacomodar sus elegantes prendas”. El hombre le agradeció encarecidamente por su amable gesto y siguió su camino, pero Mako quedó sin palabras en cuanto reconoció en aquel adolescente a Kai…metiendo en su bolsillo la billetera del hombre rico al que acababa de “ayudar”.

– Es él –reaccionó el maestro fuego rápidamente–. ¡KAI!

 

En cuanto escuchó su nombre, el joven se dio a la fuga, corriendo como alma que lleva el diablo, esquivando transeúntes y carrozas a diestra y siniestra. Realizó una barrida digna de mención honorífica, como hubiera hecho el mejor beisbolista del mundo moderno, y se coló por debajo de un carro que parecía transportar a un noble. Mako lo perseguía como un tigre a su presa y se maldecía por dentro por no haber podido mantener la boca cerrada unos segundos más.

“Si no hubiera gritado su nombre, ahora mismo lo tendría en mis manos…ese niño”, se recriminaba mentalmente mientras, por otro lado, Bolín hacía su mejor intento por seguirles el paso sin chocar con nadie en el proceso, aunque iba varios metros más atrás. Sus habilidades de tierra-control aún no estaban adecuadamente pulidas para atrapar al ladronzuelo sin causar daños colaterales en una avenida tan concurrida.

Al llegar a una esquina, Kai dobló bruscamente a la izquierda y se introdujo en una estrecha callejuela, perdiendo por un momento a los hermanos, pero, para su mala suerte, Mako lo atrapó sosteniéndolo por la parte trasera de la camiseta en cuanto entró a un vagón de tren. Con rapidez sorprendente, el chiquillo ejecutó una maniobra lo suficientemente compleja como para zafarse del agarre y salió airoso del vehículo en el último segundo antes de que las pesadas puertas se cerraran, dejando a Mako y a Bolín atrapados en el interior del vagón, con un destino aún desconocido para ellos y unas muecas de confusión bastante divertidas en el rostro.

Kai parecía estar burlándose de ellos mientras sacudía la mano en el aire, viendo el tren alejarse en el horizonte hacia el anillo exterior de Ba Sing Se, la zona más pobre y marginal de la contrastante ciudad.

La única razón por la que Mako no echaba humo por las orejas es porque aún no descubría cómo, aunque poco le faltó para hacerlo, pues al llegar al anillo exterior, el par de hermanos intentó abordar un tren de vuelta a la zona de la clase alta de la sociedad, topándose con el no tan sorprendente hecho de que el niño les había robado a ambos, dejándolos a la deriva en aquel lugar, sin dinero ni documentos que pudieran servirles para realizar aquel viaje de vuelta al palacio de la Reina Tierra.

 

– Ahora sí lo voy a… –masculló el mayor entre dientes.–

– ¡Mako! –interrumpió Bolín antes de que terminara la frase.–

– ¿Qué? No me digas que tú no… ¿Sigues pensando que es un inocente angelito? –el maestro fuego estaba fúrico, por decir lo menos, aunque no le serviría de mucho si querían resolver aquella crítica situación cuanto antes.–

– Pues…no. No sé. Es un niño, quizás esté asustado y triste, solo en esta enorme ciudad desconocida… –Bolín estaba a punto de dejar escapar un par de lágrimas, pero su hermano le dio un codazo en el costado–. ¡Ay! Está bien, está bien… –se sobó el área dolorida, admitiendo su error–. Tal vez subestimé a mi hermanito, pero…

– Aquí vamos otra vez –Mako rodó los ojos mientras jalaba a su hermano para sentarse ambos en una banca para pensar una posible solución a su dilema–. No es nuestro hermanito, Bolín…o no parece que quiera serlo.

– Bueno, es MI hermanito. Y si YO soy TU hermanito, entonces eso lo convertiría en TU hermanito también, genio –el menor de ambos zanjó el asunto con uno de sus “maduros e irrefutables” argumentos, cruzándose de brazos–. Aunque a veces pareces más una especie de tío cascarrabias… –gruñó por lo bajo.–

– Como digas… –se resignó el mayor, tratando de echar su mente a andar para dar con un plan productivo–. Ahora Korra sí que querrá matarme…

– ¿Y por qué piensas que no querrán matarlo a él?

 

Mako palideció. Y de pronto se le esfumaron las ganas de desquitarse con el chiquillo. Desistió de ese plan en cuanto cayó en cuenta del destino que aguardaba al joven maestro aire en cuanto volviera a casa con su nueva familia.

El que Asami fuera menos impulsiva que Korra no la hacía menos letal como madre, sólo hacía que sus regaños fueran más terroríficos. Para ser madres de Kai por adopción, ambas solían hacerse cargo de él como si hubiera formado parte de sus vidas desde siempre. De pronto los hermanos se encontraban sintiendo algo de lástima por el niño y lo que le esperaba en un futuro no muy lejano.

En el ínter, el pequeño ladrón se encontraba despreocupadamente gozando de la buena vida en uno de los más exclusivos hoteles de la ciudad, pidiendo todos los apetitosos platillos que encontraba en el menú del room service y nadando en todas las albercas del complejo, aunque la balanza no tardó en inclinarse hacia el lado opuesto, haciendo evidente que la suerte para él había terminado tan pronto como comenzó. Un movimiento en falso durante uno de sus “inocentes” robos salió terriblemente mal, haciéndolo caer en las garras de los agentes Dai Li, la guardia secreta de la tirana Reina Tierra.

Mientras Mako y Bolín vivían una aventura de ensueño encontrando a su familia y a su abuela paterna en aquel insospechado lugar, Kai y otros maestros aire capturados eran obligados a perfeccionar sus habilidades para conformar lo que sería un ejército secreto que la egoísta reina pensaba utilizar a su favor, mintiendo descaradamente al decir que en su reino no había ni rastro de maestros aire. Korra presintió desde el primer momento que aquella horrible mujer no era de fiar, pero no supo precisar por qué, hasta que un par de días después Mako y Bolín, los otros miembros del “Equipo Avatar”, por fin consiguieron volver al palacio con la ayuda de sus recién encontrados parientes y le contaron a Korra los malvados planes de la monarca y todo aquello que habían vivido, incluido el encuentro fortuito con el miembro más nuevo de la familia.

 

– ¡LO SABÍA! –gritó la joven avatar al tiempo que lanzaba al cielo una gigantesca bola de fuego que asustó incluso a Oogi y a Naga (bisonte volador y perro polar, respectivamente), los dos gigantes peludos de su peculiar equipo–. Maldita sea…

– No hay tiempo que perder. Todos al dirigible. Ahora –ordenó Asami, tomando después las manos de su novia entre las suyas, mirándola intensamente a los ojos, disimulando las lágrimas que amenazaban con bajar por sus mejillas–. La reina está en una reunión importante, si actuamos ahora podremos aventajarla antes de que note siquiera que nos fuimos.

 

Los chicos pusieron manos a la obra, encendiendo el monstruoso vehículo volador a la vez que Jinora y Tenzin se aseguraban de meter a sus tres peludos amigos en la nave.

 

– Esa arpía me las va a pagar… –masculló Korra, con semblante mortalmente serio, ya en la cabina del dirigible.–

– “Nos” las va a pagar –corrigió la pelinegra con una marcada exhalación–. Cuando sea el momento.

El avatar suspiró con exasperación.

– Ese niño no deja de meterse en problemas… –negó con la cabeza, tomando asiento.–

Con media sonrisa agridulce, la mujer de ojos verdes se sentó en el regazo de la morena y la tranquilizó con un suave beso en los labios.

– Primero nuestro hijo y los maestros aire, luego nos encargamos de la arpía –susurró, tratando de darse ánimos ella misma y mantener la ira de su novia contenida hasta que fuera el momento de liberarla sin reservas.–

 

En menos de lo que canta un gallo, se encontraban envueltos en la que sería una de las muchas batallas que enfrentarían a lo largo del camino que habían decidido recorrer acompañando al avatar en su misión de balancear en el mundo las fuerzas del bien y el mal, así como también fomentar la sana convivencia entre el mundo espiritual y el terrenal.
Como si ambas tareas no fueran ya suficientemente complejas, aquella disputa estaba poniendo a prueba todas las habilidades físicas y mentales de Korra, que no podía evitar preocuparse por el bienestar de tod@s sus amig@s mientras peleaban contra un ejército de agentes Dai-Li en la explanada del enorme complejo militar del Reino Tierra, que se asentaba soberbiamente sobre el sótano en el que los agentes secretos del Reino Tierra mantenían privadas de su libertad a todos las personas que, tras la Convergencia Armónica, habían manifestado poderes de maestr@ aire. Todo por órdenes de la reina.
Aquella mujer en verdad se estaba haciendo odiar, era más que evidente que no había llegado al trono por simple herencia, mucho menos por elección justa y democrática de su inocente pueblo.

Con el más astuto de los planes, Jinora había conseguido concentrar, por sugerencia de Korra, parte de su energía para generar una proyección astral de sí misma y localizar al chico que poco a poco se iba adueñando de sus más puros sentimientos: Kai. La joven y talentosa maestra aire les había conseguido una valiosa ventaja, y fue ese el momento en que Jinora perfeccionó la habilidad que por cuenta propia había desbloqueado, misma que más adelante podría hacerla merecedora indiscutible de sus tatuajes, aquellos que l@s maestr@s aire obtenían cuando inventaban alguna técnica de meditación, combate o manejo de la energía.

Basándose en lo mucho que había leído sobre Ba Sing Se, creyó que las instalaciones secretas de los agentes Dai-Li se encontrarían bajo el infame Lago Laogai, sin embargo estaba equivocada. La cínica reina estaba ocultando todo prácticamente bajo sus narices…bajo el mismísimo palacio, más bien. Ahí estaba la base subterránea de entrenamiento en la que tenían confinados a los maestros aire. Y a Kai. Acordaron actuar esa misma noche, se les estaba agotando el tiempo.

Ya estando fuera del palacio, fue Jinora quien logró distraer a un par de guardias, facilitando así que su equipo (Mako, Bolín, Bumi, Tenzin y Korra) capturara a los guardias y los inmovilizara para poderse colar al interior del edificio. Korra, Tenzin y Bumi fueron a buscar a los maestros aire mientras que Jinora, Mako y Bolín se escabullían a liberar a Kai de la celda de confinamiento solitario en la que lo habían encerrado tras haber defendido, por enésima vez, a otro maestro aire cautivo.

Por supuesto que ver a Jinora saludar a Kai con un tierno beso en la mejilla dejó a Bolín boquiabierto y a Mako al borde de un mini infarto, pero Tenzin no tenía por qué saber nada…aún. Una vez que salieran tod@s iles@s de ahí, ya se ocuparían de lo demás. Por ahora, “ardía Troya” fuera de esos muros y había que salir de ahí cuanto antes. De cualquier forma, el pequeño ex ladrón no malgastó el tiempo y se disculpó de inmediato con Mako y Bolín por haberles robado, por haber escapado y por haberlos dejado en un tren completamente desprovistos de dinero y papeles. Bolín, como era de esperarse, lo perdonó en el acto, sin embargo Mako se lo pensó un poco más.

Se habría hecho del rogar para otorgarle su perdón al menor, pero su corazón se ablandó por dos razones: 1) Gracias a Kai, él y Bolín habían reencontrado a su familia. 2) Extrañamente sentía el impulso de ser benévolo con el chiquillo, pues lo que le esperaba una vez que se reuniera con sus madres no era algo precisamente envidiable. Lo más importante era que estaba vivo. Y eso seguiría siendo así, a menos que Korra o Asami lo medio “mataran” más adelante.

 

Mientras Jinora y los chicos (Mako y Bolín) liberaban al resto de los maestros aire, Korra y los dos hermanos maestros aire (Bumi y Tenzin) se batían en combate con aquel batallón de brutos descerebrados (palabras del avatar) que defendían la causa perdida de la ambiciosa reina. Lo mejor es que ahora sus fuerzas se habían multiplicado, pues luchaban con ayuda de los prisioneros recién liberados. Llamaradas y explosiones sacudían el campo de batalla, rocas gigantescas volaban por aquí y por allá, torbellinos de aire levantaban polvaredas que obstruían la visibilidad de los combatientes, remolinos de agua se agitaban por los aires y serpenteaban por el suelo, haciendo perder el equilibrio a unos y la conciencia a otros.

Rasguños, moretones, heridas, concusiones, jadeos, gritos, gruñidos y maldiciones se hicieron presentes durante un buen rato…hasta que por fin, con un atronador zumbido, ambos dirigibles y un bisonte volador se elevaron con todos los maestros aire y los miembros del Equipo Avatar a bordo, dejando en tierra, literalmente, a la bola de bobos soldados corruptos y a una reina que, más que parecer una amenaza mundial, ahora daba la impresión de ser una niña en plena rabieta porque le habían arrebatado un juguete recién adquirido. Habría sido cómico ver a la reina despotricar al aire mientras se alejaban confirmándole su inminente derrota; intentaba controlar, sin éxito, una avalancha de estornudos que no la dejaba ni maldecir a gusto, producto de la terrible alergia que sufría en presencia de cualquier animal.
Por suerte para tod@s, Oogi, Pabu y Naga ahora se encontraban fuera de su alcance, y, de no ser porque estaban ya demasiado lejos de sus malévolas garras, a Korra también le habría parecido gracioso ver lo ridícula que lucía la reina ahora que había perdido la batalla.
No obstante, la expresión del avatar denotaba otra cosa...

Una vez fuera de peligro, aterrizaron, haciendo una rápida escala sin siquiera apagar motores, dándoles a elegir a los maestros aire entre dos opciones: ser reubicados en un lugar más seguro o ir al templo del aire del norte a seguir entrenando con Tenzin y su familia. Fue la más grata sorpresa para el monje calvo que casi todos respondieran que querían ir con él para seguir perfeccionando sus habilidades de aire control.
Conmovido, abrazó al avatar para reconocerle el excelente trabajo que había hecho y para agradecerle por la manera en que se estaba esforzando para completar su misión en el mundo, lo que le proporcionó a Korra una bocanada de aire fresco, haciéndole saber que su extenuante trabajo era apreciado por sus seres más queridos y que sus acciones y sacrificios no caían en saco roto.

Dedicar su vida, en cuerpo y alma, al bienestar del cosmos, tenía sus recompensas. Pero aún no podía bajar la guardia. Quedaba un buen trecho por recorrer, lugares y personas que salvar y proteger, maestros aire que debían ser encontrados y “reclutados”…y una situación en particular con la que debía lidiar antes de que fuera demasiado tarde. Su hijo. Era verdad que no tenían mucho tiempo de haberlo adoptado, pero los límites y estructuras que salvaguardaban su integridad debían ser claros y tanto ella como su novia debían reforzarlos para mantener al maestro aire a salvo.
Habían acordado que Kai iría con Korra, Asami, Mako y Bolín en busca de los demás maestros aire mientras Tenzin y su familia ayudaban a los recién rescatados a instalarse en el Templo del Aire e iniciar su formación.

Por su parte, Lin tenía que volver a Ciudad República tras aquella exitosa misión para dar un informe detallado a los medios y al presidente, y después pondría manos a la obra en solucionar el problema que la había hecho ir hasta Ba Sing Se con el motivo de proteger a Korra, como había jurado hacer desde que supo que la chica era el avatar: Zaheer y su banda de locos estaban sueltos nuevamente y eso representaba una amenaza para el mundo entero. Tenía que cazarlos y aprisionarlos, uno por uno, así se le fuera la vida en ello.

Una vez que Oogi (el bisonte volador) y cada dirigible tomaron rumbos separados, Korra selló las puertas del dirigible del Equipo Avatar y, antes de dar media vuelta, dejó escapar un suspiro. Estaba aliviada de haber logrado su propósito, exhausta por la desgastante pelea contra la guardia real, eufórica por estar de nuevo reunida con sus seres queridos y tratando de mantenerse en pie tras la disminución de adrenalina en su sistema. Ahora estaban a salvo, era verdad, pero para ser honesta, no había dormido muy bien desde la desaparición de su hijo…y en cuanto giró y posó los ojos en él pudo detectar que cierta vergüenza se había apoderado del chico. Bien. Tenía motivos de sobra para sentirse avergonzado…o los tendría pronto.

 

Kai se encontraba en una esquina del amplio vestíbulo de la nave, siendo “ferozmente atacado” por un hiperactivo Pabu y por Bolín, quien no dejaba de abrazarlo, feliz de haber recuperado a su “hermanito”, tratando de reprimir el torrente de lágrimas que amenazaba con salir de sus ojos a borbotones. Mako no había podido ni reclamarle el descarado robo de su identificación y dinero días antes, y ya no sabía si tenía corazón para hacerlo, pues gracias a que Kai los había metido en aquel aprieto, Bolín y él habían encontrado a su familia paterna tras años de no saber de ellos. Además, cualquier cosa que Mako pudiera decirle se quedaría corta comparada con lo que estaba por venir. Suspirando lentamente, Korra se acercó a ellos con decisión y bastó con una sola mirada suya para desarmarlos a los tres.

 

– No quisiera interrumpir la emotiva reunión, caballeros, pero me temo que necesito robarles a este jovencito un momento –antes de que Kai pudiera siquiera pensar en ocultarse tras su “hermano mayor”, Korra ya lo había tomado de la mano para llevarlo aparte, ante lo cual el menor intuyó, con justa razón, que sería inútil y hasta contraproducente oponer resistencia.–

– M-Mamá…¿Korra? –musitó, tanteando el terreno, sin poder evitar tartamudear, especialmente en cuanto vio a los hermanos esbozar una sonrisita y desaparecer hacia la habitación que ambos compartían.–

– ¿Estás bien, cariño? –cuestionó ella, ya arrodillada frente a él, examinando su rostro y extremidades en busca de señales que revelaran el maltrato del que el chico había sido víctima–. ¿Te duele algo, Kai? ¿Te hicieron daño?

 

Aquellas preguntas agarraron al portador del nombre con la guardia baja. Muy baja. Esperaba que su nueva madre le gritara, que le dijera que no quería ni verlo, que no merecía su confianza…que estaba castigado de por vida, en el mejor de los casos. Que estaba fuera del testamento y fuera de sus vidas, en el peor de los escenarios. Pero nada de eso. En lugar de todas esas reacciones desmedidas, lo que percibió tras el inquebrantable semblante del avatar es lo que lo privó del habla por un momento: preocupación. Y, junto con eso, un sentimiento inesperado se hizo presente en él, ensombreciendo la alegría que por un momento lo había sobrecogido al reencontrarse con Jinora, que poco a poco se convertía en algo más que su amiga. Culpa. Ahora sentía culpa.

Ahora recordaba por qué había huido de todas las familias en las que había estado. Porque no soportaba ser él el causante del pesar y la congoja en quienes lo rodeaban, no le gustaba sentir que todas sus acciones eran reprobables ni que eran motivo de decepción para las familias que lo habían acogido desde que sus padres habían muerto. No soportaba pensar que era una carga para quienes eran buenos con él, entonces prefería pasar poco tiempo con cada familia, aprovechar la más mínima oportunidad para robar cuantas riquezas tuviera a su alcance en casas y puestos del mercado, y darse a la fuga a la mayor brevedad posible, así no tendría que mirar atrás y ver los rostros confundidos y dolidos de las personas que dejaba a su paso.

Pero ese era el antiguo Kai. El que no había prometido ser una mejor persona. Y ahora comenzaba a notar que sus viejas tácticas eran obsoletas. Primero, porque Korra era el ser más testarudo sobre la faz de la tierra; segundo, porque Asami era excesivamente comprensiva con aquell@s a quienes permitía entrar a su corazón. Y, le gustara o no, ahora él era uno de ellos.

 

– Kai, hijo, por favor responde. ¿Estás herido? –Korra se puso de pie, alarmada al no obtener respuesta, y posó una mano en la mejilla del menor.–

Abrumado por el choque entre su conflictivo pasado y su inmejorable presente, reaccionó sin pensar, dando un manotazo para evitar el contacto con la mujer.

– Déjame, ¡estoy bien! –exclamó, dando un paso atrás y desviando la mirada.–

Extrañada por aquel abrupto cambio en su comportamiento y aliviada de que Kai no tenía más que un par de insignificantes rasguños en los antebrazos, Korra exhaló con pesadez, cambiando de proceder tan rápidamente como el adolescente.

– Muy bien. En vista de que los hurones de fuego no te comieron la lengua, aprovechemos este momento para platicar. Tú, tu madre y yo –sentenció, tomándolo de una oreja y llevándolo a la cabina de control, donde Asami se encontraba aún “pegada” al timón.–

 

En cuanto la ojiverde vio de reojo quiénes acababan de entrar en su área de trabajo, rápidamente se aseguró de que hubieran alcanzado la altitud adecuada y activó el piloto automático, fijando el rumbo hacia las coordenadas de su siguiente base temporal. Acto seguido, giró y corrió hacia el par, casi abalanzándose sobre su hijo para envolverlo en un abrazo, pues desde que el niño había escapado no había tenido oportunidad de dirigirle palabra ni verlo.

 

– ¡Kai! –se arrodilló enseguida, dejando un beso en su cabeza y comenzando a examinarlo por doquier como si estuviera buscando pulgas en el pelaje de un perro polar. Lo estrechó contra su pecho, casi sacándole el aire sin querer y hundió la nariz en su alborotado cabello, dejando salir el par de lágrimas que había estado escondiendo para mantenerse enfocada durante la misión-. Por favor no vuelvas a asustarnos así… –susurró–. Qué alivio tenerte de vuelta…¿te encuentras bien, cielo? –preguntó separándose un poco para verlo a la cara.–

 

Ciertamente, le extrañó ver que el “niño” (tenía 12 años, pero seguía y seguiría siendo SU niño) estaba mirando en diagonal hacia el suelo y había cerrado los puños tras dudar sobre si debía abrazar de vuelta a la pelinegra o no. Jamás alguien había arriesgado así su vida por él, y tampoco sabía si merecía que personas tan increíbles arriesgaran todo por alguien que les “pagara” de manera tan malagradecida como él. Ellos no merecían eso. Eran su familia ahora, no lo habían dicho “de dientes para afuera”, lo habían dicho de corazón…y él había estado a punto de dejarlos. Iba a abandonar y lastimar a las personas que habían jurado no abandonarlo ni lastimar su corazón jamás. Y lo peor del caso es que iba a abandonarlos “para que no lo abandonaran”. Y con el reciente giro de eventos, el adolescente ya no sabía debajo de qué piedra esconderse.

La verdad es que ya no estaba seguro de querer escapar, simplemente lo había hecho por instinto, por costumbre…pero, ¡demonios!, esto de permanecer unidos como familia estaba resultando difícil, pues todos sus malos hábitos pasados estaban saliendo a la luz y tenía terror de que descubrieran algún imperdonable “defecto” suyo y se arrepintieran de haberlo adoptado. Como toda respuesta, se mordió el labio inferior y levantó la vista con una lentitud excruciante. Intentó articular en palabras un “lo siento”, pero la disculpa se negó a salir de su garganta, y era difícil saber si lo turbio de su mirada se debía a que estaba a punto de llorar o a que estaba molesto porque sus intentos de huir nuevamente se habían visto frustrados, pero Asami no sabía que en ese momento haber tratado de huir nuevamente era la tontería de la que el menor más se arrepentía en su corta vida.

Durante este extraño intercambio, Korra se mantuvo de pie detrás de Kai, dando tiempo a que las aguas se calmaran, pero en los fugaces instantes en los que sus orbes azules se cruzaban con los de su novia, eran cosas demasiado intensas las que se comunicaban, a pesar del silencio. Ambas estaban exhaustas y a la vez no cabían dentro de sí mismas de alegría, al fin podrían descansar…un poco mejor que las noches anteriores, al menos. Apenas podían creer que todo había salido bien, pero Korra estaba bastante segura de que la mirada que la ojiverde le dirigió mientras abrazaba al pequeño era un inconfundible agradecimiento, era una mirada que a todas luces gritaba “gracias por recuperar a nuestro hijo”.

Poco tiempo atrás, a partir del primer abrazo que Kai le había regalado a Korra (que, por supuesto, jamás se les olvidaría), la pareja de mujeres y el muchacho se habían hecho una promesa: serían familia en las buenas y en las malas, para siempre, al costo que fuera. Y eso implicaba que encontrarían solución a todas las tribulaciones junt@s. Pero Kai no tenía ni palabras para expresar el remordimiento que sentía en ese momento. Y le dolía pensar que el dolor y la tristeza que asomaban tras los ojos de sus madres eran culpa suya. Internamente, creía que “mami Asami” era la mujer más hermosa y el ser más bondadoso que había visto en su vida; de la misma manera, pensaba que “mamá Korra” era la mujer más valiente y perseverante que había conocido.

Y bueno, dicho sea de paso, también le había quedado claro que ambas podían ser letales y atemorizantes por las malas o si se trataba de proteger a los suyos. Ahora sabía que en ningún lugar estaría mejor que con ellas…simplemente no se explicaba por qué había cometido la estupidez de huir. No lo sabía, pero de una cosa sí estaba seguro: nunca más quería provocarle dolor a ninguna de las dos. Ellas sabían que en el pasado había cometido errores, como mentir, robar, meter a otros en problemas…y era un niño bastante enérgico y travieso, pero en el fondo no era malo. Tod@s en el Equipo Avatar habían pasado por etapas difíciles en sus vidas, por lo que hacían un esfuerzo por no juzgarlo y le tenían infinita paciencia mientras cambiaba sus viejos hábitos por otros mejores o más saludables, pero en ciertos momentos era más que claro que el menor necesitaba un “empujoncito” para ceder y soltar lo que ya no le aportaba cosas positivas. Éste era uno de esos momentos, aunque él no lo supiera. Y aunque al inicio no se lo pareciera, lo que estaba por venir le daría paz a su conciencia y afianzaría el vínculo familiar entre ell@s.

 

– Kai…¿no vas a hablar, corazón? –insistió la mujer de labios escarlata, tomando las manos del muchachito entre las suyas, trayéndolo de vuelta a la realidad, ya intuyendo lo que sucedía. Él sabía que estaba en problemas, sobretodo porque ya le habían advertido previamente lo que pasaría si escapaba o traicionaba la confianza de su nueva familia, cayendo así en los antiguos malos pasos que nada bueno le habían traído.–

 

Para no añadir tensión al momento, Korra pasó junto a Asami, se inclinó para tocar su hombro y besar su sien, y después se acercó a una bandeja que reposaba cerca del timón, tomando una toalla húmeda, con la que procedió a limpiarse el rostro, el cuello y las manos. A ambas se les daba bastante bien relevarse y compartir la responsabilidad en momentos como éste; el que una de las dos guardara silencio momentáneamente mientras la otra abordaba algún asunto en concreto con su pequeño era una de sus técnicas como madres para no abrumarlo ni hacerlo sentir atacado o en desventaja; también era una forma de no desvirtuar la autoridad de la otra hablando o actuando al mismo tiempo, salvo en contadas ocasiones en las que los ánimos estaban demasiado caldeados o alguna emergencia no daba oportunidad de hacer todo calmadamente.

A pesar de que podía sentir que Korra no estaba muy contenta con sus acciones, por un segundo Kai se sorprendió deseando que la morena no se alejara de él, pues eso lo dejaba completamente a merced de su otra madre, y definitivamente no había manera de decidir quién de las dos era más o menos temible al momento de tener pláticas serias, pues ambas eran bastante “contundentes” cuando había que poner las cosas claras, y aquello era arma de doble filo. Kai no podía quejarse del cariño que le procuraban, pero recibía la misma cantidad de atención cuando se portaba bien que cuando se portaba mal, y ciertas partes del proceso no siempre resultaban fáciles o agradables. Así que, en un acto medio suicida, decidió que era mejor no hablar aún y no hizo más que negar con la cabeza. Error. Claro que era la parte “infantil” de Kai la que estaba actuando ahora, tratando de posponer el regaño un poco más, pero aquella había sido una situación tan crítica que, por desgracia, ninguna de las dos mujeres pensaba irse a la cama sin haber hablado del tema a profundidad.

 

– No quiero, ma… –gruñó por lo bajo, absteniéndose de pronunciar aquella última palabra tan importante y especial en caso de que decidieran que “ya no lo querían tener como hijo”, ahora denotando cierta molestia, producto de los conflictos internos que estaba experimentando. Aún no entendía que la mejor forma de lidiar con emociones tan grandes era externándolas, pues basándonos en su madurez y experiencias, era bastante complicado que él pudiera desenmarañar toda aquella carga psico-emocional por su cuenta.–

– No es cosa de “querer”…necesitamos hablar sobre esto ahora, Kai. Sé que lo entiendes –razonó Asami con él y se incorporó–. Y si ahora no quieres hablar, entonces pido que escuches y eventualmente comprenderás que hay cosas que es necesario hablarlas en el momento –expresó la ingeniera.–

 

Antes de que su interlocutor pudiera reaccionar, rodeó sus hombros con un brazo y lo guió hacia el ancho sillón de una plaza que estaba junto a una de las paredes de la habitación, al lado de una pequeña mesa para café. Era un antiguo mueble acolchonado, de respaldo alto y sin antebrazos en el que la mujer solía sentarse en sus breves descansos mientras pilotaba, y se regalaba a sí misma unos minutos para tomar té, leer (libros o secciones del periódico), escuchar el radio, cepillarse el cabello o retocarse el maquillaje. Sin mayor demora, tomó asiento y situó al menor frente a ella, inhalando lentamente antes de hablar.

De haber peligrado su vida, Kai se hubiera resistido con uñas y dientes o habría hecho uso de sus habilidades, pero en presencia de ambas mujeres no se sentía amenazado en realidad, y ya estaba en problemas por haber huido y cometido actos deshonestos, así que ni por la mente le pasó resistirse, además de que hubiera sido poco menos que inútil sacar sus truquitos de aire control de la manga…por todos los cielos, ¡su mamá era el avatar! Sus propias habilidades no serían competencia para ella, y quizás hasta se metería en más líos si las usaba ahí. Estando en presencia de la pareja, no hacía falta “defenderse” ni “protegerse” de nada, mucho menos de ellas. Si había dado su consentimiento a la adopción es porque confiaba en ellas más que en cualquier otra persona que hubiera conocido en la vida, y ahora mismo una parte de él estaba a nada de gritar “¡lo siento!”, pero su lado más soberbio lo impedía. Irónicamente, el mismo lado que temía ser abandonado o reemplazado por alguien más “adecuado” que él para ser hijo de semejantes mujeres.

 

– Kai, tus ojos en mí, por favor –pidió la de piel pálida pacientemente, y entonces el “niño” obedeció–. ¿Qué es lo que dijimos que iba a suceder si volvías a cometer actos deshonestos o huías de tu familia?

– . . . Que me ibas a… –empezó a decir tras un segundo de silencio y se detuvo a media frase. Aquello era muy vergonzoso de repetir en voz alta, y Asami lo sabía.–

– ¿Sí? –repitió, y el verde de sus ojos se intensificó.–

– Que me iban a castigar –suspiró y miró al suelo. Lo peor ya no era el miedo que sentía de que sus cuidadoras se decepcionaran de él, sino que él mismo se decepcionaba de sus irresponsables decisiones.–

– Así es –confirmó ella y, tras un instante, tomó la barbilla del menor en una de sus manos y lo invitó a mirarla de nuevo.–

 

Lo que vio la desarmó por completo, Kai entendía que había cometido un error, pero no iba a echarse para atrás, no en ese momento. Permanecieron un momento así, mirándose fijamente, ambos con un brillo esmeralda en la mirada tan similar que nadie dudaría que aquel chico realmente era hijo de ambas, pues tenía los ojos de la empresaria y la piel de la maestra de los cuatro elementos.
Asami lo atrajo hacia sí y lo estrechó entre sus brazos con fuerza, agradeciendo internamente que estuviera intacto y de vuelta con ellas. Kai no se atrevió a corresponder al gesto, y en ese momento ambas mujeres cruzaron miradas desde extremos opuestos de la habitación. Sabían que ese acto de “timidez” se debía a la culpa que el morenito sentía…tomando fuerzas de ese fugaz encuentro visual, la pelinegra se separó y tomó al menor por los hombros con gentileza.

 

– No creo que sepas lo preocupadas que nos tenías, hijo… –comenzó–. Imagínalo. Tras indagar y arriesgar nuestras vidas, nos enteramos de que la mismísima Reina Tierra era quien había estado robando a su gente y estaba haciendo desaparecer a los recién revelados maestros aire; de pronto desapareces tú, Mako y Bolín van a buscarte y días después, a su regreso, nos enteramos no sólo de que tú les habías robado y habías huido por tu propio pie, sino que esa arpía maldita te había secuestrado.

Kai cruzó los brazos. Un gesto ambiguo que no pasó desapercibido para Korra, que se había sentado cerca del ventanal lateral de la cabina, revisando un viejo y enorme mapa.

– ¿No te hemos dado motivos para confiar en nosotras? –preguntó finalmente Asami, sin poder ocultar un dejo de dolor en su voz.–

 

Ahora era Kai quien se sentía totalmente indefenso y desprovisto de pretextos. Porque realmente NO LOS TENÍA. Sin más, dejó caer los brazos nuevamente a ambos lados de su delgado cuerpo y, junto con eso, cayó su orgullo.
Sí, la víctima de la reina loca había sido él, principalmente, pero quien debía estar dolido no era precisamente él…no en ese sentido y no aún, al menos. Antes incluso de que la desquiciada monarca lo abdujera y tratara de utilizarlo para sus malvados planes, había sido él quien decidió irse y dejar atrás a las personas que lo habían acogido con las mejores intenciones. Nadie lo había obligado.

 

– Lo siento, A-Asami… –murmuró una vocecita justo cuando la heredera creía que toda esperanza de obtener respuesta se había evaporado. Por supuesto que el castigo seguiría en pie, pero aquella plática era sumamente importante para que Kai no lo sintiera como algo injusto y para que se liberara del peso que oprimía su conciencia, pues sólo así podrían aclarar las cosas y empezar de cero nuevamente como familia, reiterando el vínculo al que l@s 3 habían accedido por propia voluntad. Kai no sólo necesitaba contención y amor incondicional, sino también límites y reglas que conformaran una estructura firme que le brindara seguridad y estabilidad constante, le gustara o no, pues aunque sonara aburrido eso le traería más ventajas de las que imaginaba en ese momento.–

– Lo sé –respondió ella empáticamente–. También yo lo siento… –dijo y de inmediato captó la atención del adolescente, que la miró por un instante como si no entendiera del todo–. Por todo lo que tuviste que pasar en los meses anteriores, lo que tuviste que vivir en estos días y por lo que sea que te haya hecho sentir que también tenías que huir de nosotras –expresó y el chico sintió un nudo formarse en su garganta–. Por no haber aparecido antes en tu vida…y por lo que sucederá ahora, aunque no por eso dejo de estar segura de que será lo mejor en ésta situación –recalcó y Kai suspiró mirándose los pies, resignándose a lo inevitable y, por ende, dándole la razón–. Y, ¿Kai?

El maestro aire levantó la vista.

– Soy “mamá” –añadió en un tono más suave y con un sutil amago de sonrisa reconfortante curvando las comisuras de sus tersos labios.–

El menor se sonrojó visiblemente y asintió con levedad. Se sabía en una especie de callejón sin salida, sin embargo, aquellas palabras le proporcionaron una extraña y agradable sensación de alivio. “Aún tengo familia”, pensó, “y no me dejarán por haberlas hecho enojar o preocuparse”. Estaba aún en shock, procesando aquel último pensamiento, descartando hábitos y mecanismos de defensa obsoletos, cuando las amables manos que lo anclaban al presente lo situaron acostado boca abajo sobre el regazo de la mayor.

 

– Me gustaría que con esto queden claras dos cosas –añadió mientras colocaba una mano sobre la espalda baja del joven y otra sobre su retaguardia, por encima de los pantalones–. La primera es que, lo que sea que pase por tu corazón y tu inquieta cabecita, lo podremos resolver juntos si buscamos la forma de comunicarnos. Y la segunda es que, cualquier cosa que mamá Korra y yo te digamos, la vamos a cumplir. Prometimos ser tu familia y cuidar de ti, y jamás te diremos algo que no sea verdad…pero para que esto funcione, necesitamos que pongas un poco de tu parte, mi amor. Necesitamos que nos des la oportunidad de estar para ti en las buenas, en las malas y en las peores. Que estés presente, tal como nosotras prometimos estarlo, al costo que sea, así tengamos que rescatarte de las garras de Vaatu una y mil veces. Porque eso hacen las verdaderas familias. Incluso las familias tan grandes, variadas y caóticas como la nuestra –agregó con un ligero tinte de humor, refiriéndose a la peculiar familia que había resultado ser el Equipo Avatar aún sin planearlo, pues estaban incluidos en ella miembros de dos, de cuatro y hasta de seis patas.–

 

Una vez habiendo aligerado la atmósfera y habiéndole dejado claro al chico que no lo dejarían ni a sol ni a sombra, Asami no demoró ni un segundo más. Era ahora o nunca. Levantó la mano y, en cuanto percibió una inhalación por parte de su protegido, dejó caer el primer azote con fuerza moderada y comenzó a repartir palmada tras palmada, intercalando entre ambos lados y cubriendo toda el área a su disposición. Con cadencia pausada y rítmica, el impacto de cada azote reverberaba en las cuatro paredes del amplio salón. Las primeras decenas no fueron difíciles de sobrellevar para el maestrito (y Asami no estaba siendo exageradamente dura, pues a pesar de haberle advertido que lo castigaría, ésta era la primera vez que se veía en la necesidad de hacerlo desde la adopción), no obstante, poco después su mente llegó a un punto desconocido y fue entonces cuando comenzó a batallar un poco para mantener la compostura en distintos sentidos.

En el pasado lo habían golpeado, amenazado, perseguido, insultado…y claro, era de esperarse, pues como delincuente juvenil el trato que podía esperar de otras personas no era muy distinto a eso…pero nunca antes lo habían corregido. Mucho menos alguien que de verdad lo quisiera o se preocupara por su bienestar. No lo habían castigado así jamás, ni se habían tomado el tiempo de hablar con él ni explicarle sus errores y las consecuencias de los mismos. ¡Ni siquiera se habían tomado el tiempo de darle una advertencia! Al parecer, sus familias temporales habían olvidado que, desde la muerte de su padre y madre, se las había tenido que ingeniar solo para sobrevivir, por etapas, en la calle. Y mágicamente esperaban que tuviera la madurez y la inteligencia emocional de un adulto y que hubiera desarrollado, a sus cortos 12 años, la ética suficiente para saber lo que debía o no hacer.

El asunto es que, cuando eres más astuto que las personas a tu alrededor y percibes que en realidad no se interesan por ti, la tentación es demasiado grande, cualquier oportunidad es buena para probar los límites y para probarte a ti mismo que “no necesitas de nadie”, y si nadie está presente para contenerte, tarde o temprano te desbordas. A menos que corras con suerte y aparezcan personas que sí “puedan contigo”. Que estén al pendiente y se den cuenta de todo lo que haces y de lo que te sucede, que escuchen cuando les hablas, que se interesen por saber de ti y de tus gustos, que vigilen tus acciones con el afán de conocerte y guiarte, no de controlarte. Personas a las que no sea fácil engañar ni “sacarles la vuelta”…personas que no caigan en tus manipulaciones (conscientes o inconscientes) y vayan directo al grano, a tu esencia, que sepan que tú no eres tus acciones. Que sean capaces de atravesar todos tus filtros y defensas, que tengan la paciencia de esperar a que tú mismo dejes que se derriben tus muros y entonces te permitas ser con ellas como realmente eres.
Personas como Korra y Asami.

 

En ese momento, Kai estaba dándose cuenta de que ya no tenía que correr, no tenía que esquivar nada. No tenía que robar para evitar morir de hambre ni esconderse para no morir de frío o para evitar que la policía lo atrapara. No tenía que mentir para evitar caer en manos equivocadas ni tenía que rendir cuentas de cosas que no correspondían a las exigencias de su edad. Ya no estaba solo. No tenía que aparentar ser maduro, rudo y autosuficiente. Lo era si había necesidad, pero ahora mismo no la había…y sinceramente esperaba no tenerla hasta alcanzar la adultez. Ya podía permitirse ser un adolescente.

Él no era el adulto, él no tenía que responsabilizarse de nadie más ni hacerse cargo de situaciones que lo rebasaran…solamente tenía que ubicarse en su edad, procurar confiar y hacerse cargo de sus acciones y palabras. Sus decisiones serían guiadas por quienes ahora eran sus guardianas y protectoras, y sus complejas emociones ya irían saliendo a la luz para que pudiera reconocerlas, asumirlas y procesarlas, pero no solo. Ya no. Ahora estaba seguro, y era un alivio no tener que temer por su vida. Nada ni nadie estaba amenazando su integridad…pero la mente es experta jugándonos bromas pesadas y haciéndonos pasar un mal rato aunque las cosas no sean para tanto.

Justamente porque Kai ya no estaba solo ni estaba en control de la situación, su mente entró en conflicto. Su madre no había detenido sus movimientos ni un segundo, por lo que los azotes que apenas se sentían al inicio, iban percibiéndose más contundentes conforme avanzaban en el correctivo. Tampoco había aumentado la fuerza considerablemente, pero vamos, después de unos cuantos azotes, cualquier paliza empieza a sentirse más fuerte que cuando empezó.

Sin poder controlarlo, la respiración del chiquillo comenzó a tornarse irregular y ocasionalmente movía los pies, entrelazando los tobillos y emitiendo pequeños quejidos guturales, producto de la incomodidad que sentía y que iba en aumento. Sus siempre ágiles manos ahora buscaban asirse a prácticamente cualquier cosa, aunque lo que encontraron fue una pata (del enorme sillón) y un pie (de su madre), por lo que retrajo dichas extremidades y se limitó a apoyar los antebrazos como pudo en la esquina del asiento del dichoso sillón, apretando los puños ocasionalmente para liberar un poco de tensión.

En un desliz, al poco rato, una de las manos del joven actuó por cuenta propia y trató de viajar a su zona sacra para detener el azote que estaba por caer; para su mala suerte, el menor se topó al mismo tiempo con la mirada reprobatoria de Korra, que lo observaba a escasa distancia con una ceja arqueada, y con la mano de Asami, que atrapó la suya en un parpadeo, imposibilitándole la defensa que intencionaba. Frustrado, lanzó un gruñido y dio un par de leves pataditas, dejando caer la cabeza con exasperación.
Tras al menos una veintena más de palmadas, Asami calculó que el mensaje estaba quedando más que claro; dio tres golpes más en el centro del trasero contrario y se detuvo, lanzándole una mirada a su novia antes de hablar.

 

– De pie, por favor –pidió y, casi al mismo tiempo que Kai obedeció, Korra apareció a su lado.–

Sin muchas palabras de por medio, Asami besó la frente del castaño, se levantó y dio un paso a un lado para dejarle el sillón libre al avatar. Korra intercambió una mirada cargada de amor y respeto con su amada y, para evitar que la atención del chico se dispersara, en un movimiento fluido, tomó asiento y guió con cuidado a su hijo para que asumiera la misma posición en la que segundos antes se encontraba. Sin muchas fuerzas para protestar, Kai se encontró una vez más de cara al suelo, incapaz de ocultar un gemido y un puchero.

– M-Mami, pero ya dije que lo siento… –probó, haciendo uso de aquel término con su más tierna voz, aunque no era para chantajear, realmente lo sentía y esas palabras habían nacido de él. Ahora sí que había entrado en razón.–

– Lo sé, hijito, pero aún no terminamos –expresó la ojiazul, acariciando su cabeza y el área entre sus hombros para darle un breve respiro y ayudarlo a relajarse-. Has sido muy valiente aceptando el castigo que mami Asami y yo advertimos que te daríamos si volvías a cometer actos deshonestos, y estamos orgullosas de ti, pero necesito que sepas que la forma en que me hablaste hace un rato en el vestíbulo no era necesaria en absoluto, no la apruebo ni la aprecio –explicó sin flaquear ni un ápice y la ingeniera levantó una ceja hasta la coronilla, mirando al jovencito, ya que no estaba enterada de que su retoño le había hablado con brusquedad a su mujer.–

– Hmmm…. –el niño se quejó, miró al techo deseando que todo terminara cuanto antes y bajó la cabeza, resignado y arrepintiéndose de todas y cada una de sus acciones de los últimos días, incluida la grosera contestación que le había dado a Korra apenas un cuarto de hora antes.–

 

Con un asentimiento previo, Korra dio inicio a su parte del correctivo. Por desgracia para el muchacho, pasaba horas enteras cada día entrenando y haciendo ejercicios que aumentaban su fuerza y resistencia exponencialmente, por lo que, no sólo no se cansaría rápido, sino que los azotes que le propinaba eran notablemente más fuertes que los que recibió estando en manos de Asami. Apenas llegaron a la décima palmada, Kai se mordió el labio inferior y tensó los hombros. Aquello no sería fácil de soportar, ni siquiera sabiendo que lo merecía.
La atlética mujer no disfrutaba hacer sufrir al niño al que prometió proteger, pero dejarle ciertas cosas claras era precisamente lo que le permitiría crecer dentro de límites específicos y saludables.

Tenía que saber que sus actos tenían consecuencias, que a sus madres no “se les iban” ni “se les olvidaban las cosas” y, sobretodo, que siempre cumplirían lo que le prometían, lo cual tenía pros y contras.
Contras: que, si Kai tomaba malas decisiones tras haber recibido una advertencia, podría terminar castigado o con dificultad considerable para sentarse.
Pros: que, pasara lo que pasara, sabía que podría contar siempre con sus mamás, y podía estar seguro de que jamás le mentirían ni se aprovecharían de él ni de sus cualidades, así como tampoco lo pondrían en peligro ni permitirían que él se hiciera daño si podían evitarlo.

 

– No es necesario faltarnos al respeto, Kai –comenzó a decir el avatar–. Estoy segura de que ya te has dado cuenta de que en esta familia nos respetamos y aceptamos sin necesidad de transgredir los límites de nadie ni empequeñecer a los demás.

– M-hmm –confirmó él rápidamente.–

– “Sí” –corrigió con un azote más, recordándole que era importante usar palabras en situaciones como aquella.–

– ¡Sí! –exclamó cerrando los ojos y con una voz ligeramente más aguda que de costumbre.–

– Mejor –aprobó–. No quiero que sientas que debes mentir, robar o huir más. Me gustaría que, siempre que te sientas tenso o atrapado, te acerques a nosotros. Ahora somos tu familia, corazón…y prometemos escucharte y ser comprensivas con lo que necesites, pero como ya te dijo mami Asami, la confianza funciona en ambos sentidos –agregó sin pausar sus movimientos–. Lamento que sintieras que tenías que huir, y no quisiera pensar que hicimos algo para alejarte…quizás fue por costumbre, quizás esperabas más de nosotras y no pudimos dártelo en el momento, pero de cualquier forma las cosas se pueden hablar. Y sé que el abrazo que me diste cuando te recibimos en el Equipo Avatar no fue falso, Kai, pude sentirlo.

En ese momento, el portador del nombre dio libertad a sus lágrimas y dejó de intentar frenarlas. Sus intentos de zafarse eran cada vez más débiles y simplemente permaneció en el lugar, aguantando el castigo lo mejor que podía.

– Ahora sabes que puedes acercarte a nosotras y decirnos lo que quieras –dijo, sin incrementar la fuerza ni la velocidad de las nalgadas, para que el menor pudiera seguir escuchando y asimilando sus palabras, y continuó hablando–. Pensar que otras familias te hicieron daño cuando sólo buscabas amor me hace querer arrancarle la cabeza a esas personas, y mientras nosotras vivamos, puedo asegurarte que nadie volverá a tratarte así, Kai. Pero tenemos reglas…y a pesar de lo lastimado que estaba tu corazón, no es correcto tratar mal a personas que nada te han hecho. Admito que es divertido molestar a Mako y a Bolín, y seguramente te agradecen el haber recuperado a su familia –dijo con una tenue sonrisa, sorprendiendo a su novia con aquella afirmación y disminuyendo un poco la fuerza del castigo–, pero si quieres recibir cosas buenas a cambio, también sería bueno dar lo mismo a cambio, campeón. No porque lo que te hicieron estuviera bien, sino porque yo sé que tú eres así. Tú no llegaste al mundo como un ladrón. Te he visto interactuar con otros niños, con los animales y con las personas que necesitan ayuda…te importa protegerlos tanto como a nosotros nos interesa proteger al mundo. Y eso es lo que necesitamos. Las personas que no valoraron tu luz e hicieron brotar tu obscuridad son un montón de cabezas de alcornoque y no merecen ni tu desprecio, pero aquí es el lugar correcto para descubrir y expandir todas tus virtudes…aquí celebramos las cualidades que nos hacen únicos y nos motivamos entre nosotros para ser cada vez mejores.

 

A estas alturas, el llanto del menor fluía tan tranquilamente que ni siquiera notó el momento en el que Korra detuvo al correctivo. El avatar tenía en mente darle una lección aún más severa, quizás incluso dar una decena de azotes sobre su ropa interior para que recordara no reincidir en las faltas, pero en vista de las circunstancias, descartó el pensamiento. No era necesario. Su niño había entendido todo perfectamente y ahora estaba consciente de lo innecesario de sus acciones anteriores. Claro, gracias a él, sus “hermanos mayores” habían encontrado a su familia, pero mentir, robar y huir no había estado bien, no importa cuál fuera la razón. Ahora quería que Korra y Asami se enorgullecieran de él tanto como a él le enorgullecía ser el hijo del avatar y de la empresaria más brillante del mundo.

 

– ¿En dónde crees que estaría yo si tu mamá no me apoyara en todo momento? –cuestionó finalmente con tono humorístico mientras acariciaba su espalda, obteniendo una sonrisita irónica de parte de la susodicha–. Estaría perdida…completamente perdida. Y tampoco soy la mejor para hablar –compartió mientras le ayudaba a ponerse de pie–. Puedes preguntarle a cualquiera del equipo, yo era experta en hablar a golpes hasta con las paredes, o decía las cosas así sin más, sin antes pensarlas, y me metía en infinidad de problemas y situaciones vergonzosas…algo así como tú con esa forma tan “enérgica” de hablarme hace un rato, jovencito –contaba recordando sus “tonterías” con una tenue sonrisa mientras limpiaba con sus pulgares las lágrimas en las mejillas del castaño, “secretamente” ayudando así a que el niño se tranquilizara y viera que en verdad no estaba molesta con él ni le guardaba resentimiento, incluso Asami se había vuelto a acercar–. Por eso fui un poco más dura contigo, porque no había razón para hablarme así, aunque imagino que fue por lo abrumador del momento y de que yo me acercara a revisar si estabas bien…me dan ganas de estrangular a quien se haya atrevido a hacerte daño después de situaciones en las que el principal afectado fueras tú. Pero a veces es preferible despotricar un poco o hablar de más y discutir que guardarse todo y alejarse. De esa forma no siempre se solucionan los conflictos, mucho menos los internos, porque los llevamos a dondequiera que vamos, ¿lo entiendes, peque? –preguntó al menor, ahora acomodándolo sentado sobre su regazo mientras acariciaba su espalda en suaves círculos.–

 

El jovencito sorbió débilmente por la nariz y esbozó una diminuta sonrisa, encontrando su voz a los pocos segundos.

– S-Sí…creo que sí –dijo evidenciando cierta congestión al hablar.–

– ¿Crees? –terció la empresaria, tomando asiento junto a Korra, pues había espacio suficiente, y acercando a la nariz de su hijo un pañuelo.–

– Es que, bueno… –comenzó Kai y, acto seguido, se limpió la nariz con el lienzo que le era proporcionado–. Es que…lo hice sin pensar. Y después…pensé que mamá estaba enojada conmigo –explicó a la ojiverde tras haber despejado sus vías respiratorias–. No sabía si era peor volver a acercarme.

– Ambas estábamos furiosas, pero no contigo, mi cielo –le aclaró Asami–, sino con ciertas acciones tuyas y con la situación. Y quizás mami Korra estaba un poquito más furiosa que yo…

– Fue muy frustrante no saber en dónde estabas ni por qué o cómo habías desaparecido –“confesó” la morena–. Temíamos lo peor…y enterarme de que la reina te había secuestrado fue… –no pudo terminar la frase.–

– Fue devastador –completó la ojiverde, besando la mejilla de su novia y después dejando una caricia en la del niño–. Para las dos. No sabíamos cómo, pero no íbamos a parar hasta encontrarte. No nos gustó lo que Mako y Bolín nos contaron que hiciste en las calles y en el tren…ya nos contarás qué tanto hiciste en Ba Sing Sé, y por ésta vez no estarás castigado más que dos semanas por todo lo que robaste y mentiste en los días anteriores, además de los problemas que causaste –anunció–, pero francamente esa molestia se habría quedado muy corta a comparación del miedo que sentimos de no recuperarte jamás.

– ¿De verdad me…me extrañaron? –se atrevió a preguntar el adolescente tras mucho meditar, aún no daba crédito a lo que escuchaba.–

– Muchísimo más de lo que imaginas –externaron al unísono y Korra los envolvió a ambos en un abrazo, dejando por fin caer un par de lágrimas, pues había soportado demasiada presión aquella semana y el pensamiento de no recuperar a su hijo la había tenido aterrada y más alerta que nunca. La pesadilla por fin había terminado.–

Al inicio Kai se dejó abrazar, sin embargo a los pocos segundos fue él quien por iniciativa propia se abrazó a ambas figuras maternas, aferrándose a ellas como no había hecho con nadie desde que nació.

– Hagas lo que hagas, nuestro enojo siempre será con tus acciones, no contigo, mi corazón –le aseguró Asami–. Nunca contigo. ¿Podemos hacernos la promesa de tratar de hablar de todo lo que nos pase y de lo que sintamos? –cuestionó, acomodando un poco el alborotado cabello del maestro aire.–

– Sip –murmuró él con simpleza, esperando que aquello no fuera muy difícil de lograr.–

– ¿Y que vas a procurar acercarte a nosotras cuando sientas que algo te rebasa y te impulsa a volver a tus antiguos hábitos?

– Sí, mamá…mamás –corrigió con una sonrisita que delataba un leve rubor en su rostro.–

– Ese es mi niño –Asami depositó un beso en su cabeza.–

– Nuestro niño, querida –corrigió el avatar.–

– Nuestro, nuestro –repitió en tono bromista, pegándose más al costado de la castaña, y el menor rió con espontaneidad.–

 

Permanecieron así unos minutos más y después el primer oficial tocó la puerta con cautela para iniciar su turno laboral y así relevar a la ingeniera de su cargo durante el resto de la noche, tras lo cual ambas mujeres y el pequeño maestro aire pudieron retirarse a la recámara principal. Kai estaba tan cansado que no tuvo ni cabeza para avergonzarse pensando que quizás aquel hombre había escuchado parte de lo que había acontecido...de verdad esperaba que las puertas de la cabina fueran gruesas o a prueba de sonido.

Después de darse un rápido baño (el cual ambas esperaban que hubiera sido a conciencia) el menor se tomó la libertad de subir de un salto a la cama de ambas y sacudirse como perro, salpicando pequeñas gotitas de agua por doquier, pues su cabello aún estaba algo húmedo, pero estaba tan feliz de estar de vuelta y de haber terminado la “plática” pendiente con sus mamás que no quería irse a dormir a otro lado.
Dicho sea de paso, a Asami casi se le sale el corazón al ver los obscuros moretones que su “bebé” tenía en la espalda, el abdomen y las costillas…tal como le pasaba cada vez que Korra regresaba de patearle el trasero a algún villano. “Gajes del oficio”, se excusaba el avatar, pero este no era el caso…el pobre chaval había intentado defender a otro prisionero en la base militar y uno de los guardias se había desquitado con él durante el entrenamiento lanzándole más discos de piedra de los que él podía esquivar con sus ágiles acrobacias, así que algunos lo habían golpeado, y el impacto contra el suelo también fue considerable. En cualquier caso, Asami no aceptó un “no” por respuesta e hizo lo mismo que hacía cada vez que ella se accidentaba o cada vez que su mujer llegaba a casa con rasguños, heridas o un ojo morado, por ejemplo: curarlo.

Mientras la mujer de labios color rubí aplicaba una generosa cantidad de ungüento de árnica sobre los moretones y bálsamo de neem sobre los rasguños en los antebrazos del adolescente, Korra volvía de la cocina con una humeante taza de té de frutos rojos con canela y extracto de pasiflora, una combinación que había notado que le encantaba al inquieto maestrito, que de pronto andaba demasiado revolucionado, a pesar de lo intenso que había sido aquel día. Seguramente la flor de pasionaria le haría efecto dentro de poco…o eso esperaban, pues tras saltar sobre la cama, comerse un plato de rollos primavera y acompañar su té con una platito de galletas de mantequilla y jengibre, lo raro sería que no tuviera sueño.

 

– Mami… –dijo, sentado sobre el borde de la cama, ya en pijama, mientras veía a Korra guardar parte de su armadura.–

– ¿Sí, mi amor?

– ¿Puedo dormir con ustedes? –preguntó, abrazando una almohada contra su pecho.–

– Mmmm –la ojiazul fingió pensárselo un momento y, al ver de reojo que su novia salía del baño ya con camisón puesto, respondió–. Pregúntale a mamá.

– ¿Hm? ¿Preguntarme qué? –cuestionó Asami terminando de arreglarse el cabello y sentándose en su lado de la cama.–

– ¿Puedo dormir con ustedes? –pidió poniendo ojos de cachorro mientras giraba para quedar de frente a su madre.–

– Por todos los lémures voladores, creí que me preguntarías si podías pilotar la nave –murmuró, bromeando.–

– ¿Síiiiiiiiiiiiiiii?

– ¿Qué dijo mamá?

– Que te preguntara a ti –fingió un puchero y se arrodilló sobre el área de la cama donde van los pies al mismo tiempo que Korra se recostaba en su lado de la cama con la sonrisa más boba del universo plasmada en el rostro. Amaba ver interactuar a su mujer y a su hijo.–

– Mmmmm –la empresaria proyectó una expresión pensativa y tras un momento anunció su decisión–. Si me prometen que no van a roncar toda la noche, sí. Si no, se van a dormir con Naga –dijo.–

– ¡Noooooo! –exclamó el chiquillo, aunque poco después se desternilló de risa, pues sabía que era broma, además Naga le caía muy bien.–

– ¡Oye! Naga no ronca…mucho –la defendió Korra, fingiendo indignación mientras le daba un almohadazo no muy fuerte–. ¡Es un perro polar, no un tejón topo!

– Tú sí que roncas como tejón topo –dijo la pelinegra sólo para molestar a la castaña.–

– Sólo cuando muero de agotamiento –se defendió el avatar.–

– ¿O sea ahorita? –continuó Asami con una sonrisita burlona.–

– Oye, oye, no le cambies de tema a tu hijo –sacudió la cabeza tratando de no sonrojarse mucho y cambió el rumbo de la conversación–. Preguntó algo, algo muuuuy importante –añadió para ver si dejaban de hablar de sus ronquidos.–

– Por supuesto que puede –respondió con simpleza y ambas se acomodaron, haciéndole espacio en el centro a Kai.–

– ¡¡¡Síiiiiiiiiiiiiiiii!!! –gritó el chico, dando un salto de tres metros de altura con ayuda de sus habilidades de aire control y, justo antes de caer sobre las dos ocupantes de la cama, usó sus poderes para quedar suspendido en el aire a centímetros de ellas.–
Después, con la ligereza de una pluma y la gracia de un cisne, tocó el colchón como si no pesara ni un gramo, se zambulló entre las cobijas y sacó la cabeza, quedando entre ambas mujeres. Si acaso aún sentía molestias por la “plática” de aquella noche, lo disimulaba muy bien…eso, o el diablillo tenía tanta resistencia al dolor como sus madres, que prácticamente se la vivían combatiendo villanos desde hace un buen rato.

– Gracias, mami –volteó hacia donde estaba Asami y dejó un beso en su mejilla–. Gracias, mamá –giró hacia Korra y depositó otro beso en la mejilla de la morena-. Las amo –añadió con una vocecita diminuta, provocando que ambas adultas lo abrazaran a la vez–. Mucho, mucho.

– Nosotras a ti, cariño –correspondió Asami arropándolo con cuidado, inclinándose sobre él para dejar un beso en la punta de su nariz, luego otro en los labios de su amada, y finalmente procedió a apagar la luz.–

– Sueñen con bisontes voladores –sonrió el avatar antes de caer l@s tres en un sueño tan profundo como hace semanas no disfrutaban.–