
El pasillo era largo y Harry llevaba al menos cinco minutos caminado por él. Sus pasos silenciosos y dedicadamente lentos pusieron nervioso a cualquiera que se topó con él desde su salida del comedor, incluso asustó a Barty Crouch Jr., Bellatrix y Rodolphus Lestrange, Severus Snape y Anthony Dolohov. Todo eso en cinco minutos.
Había sido simplemente delicioso ver sus expresiones de terror cuando vieron la bonita sonrisa de dientes en su rostro y la risilla involuntaria que se escapaba regularmente de sus labios. Era bien sabido que su felicidad podía ser la desgracia de otros, sobretodo cuando se ponía en modo bromista.
Después de otros dos minutos de caminata, llegó a su destino planeado. La puerta de madera ornamentada frente a él siempre habia sido aterradora para todos, la serpiente finamente tallada al rededor de la cerradura gustaba de morder a cualquiera que no estuviera invitado explícitamente a entrar. Con su clara excepción, por supuesto.
Harry era libre de ir y venir a cualquier parte de la vieja mansión. Cualquier pasillo y puerta oculto se abrían para él a su paso, los retratos susurraban en la lengua antigua los secretos que detrás de ellos se escondían y, las serpientes talladas a lo largo de los muchos pasillos, gustaban de susurrar sus lugares favoritos para que él visitara. Siempre lo llamaban, y cuando giraba en un pasillo, las luces se encendian y las sombras aguardaban para ayudarlo en caso de necesitarlos.
Y por supuesto, siempre, siempre escuchaba el título, ansiado por todos pero portado por nadie. Nadie antes de él.
Consorte Slytherin.
No recordaba cuando fue la primera vez que escuchó el título dirigido hacia él, pero recordaba la primera vez que su esposo lo utilizó formalmente, de manera oficial, frente a miles de magos y brujas, entre ellos reporteros que se encargaron de esparcir la noticia como pólvora.
Harry se encontraba maravillado y complacido. Absolutamente aterrado pero con la seguridad de que estaría a salvo. Había dudado, durante mucho tiempo al inicio de la relación, un inicio fogoso que pronto se convirtió en otra cosa, algo más.
Dos años de diferencia en su edad era lo que los separaba, podía no ser mucho, y técnicamente no importaba, no para ellos cuando dieron uno, dos, tres y cuatro pasos en su relación, pero para los demás, fue un valde de agua fría con hielos del tamaño de un iceberg y sal de mar sin tratar.
Harry tenía quince y Tom diecisiete, los primeros encuentros fueron sencillos, ambos en Hogwarts y ningún obstáculo que una capa de invisibilidad y encantamientos de desilusión muy poderosos no pasaran con facilidad. El problema vino cuando, al graduarse Tom, la distancia mermó y el pasar desapercibidos fue más imprescindible.
Decidieron parar todo en ese momento. Fue lo mejor y no dudaron en dejar toda comunicación de lado, las primeras semanas fueron fáciles. Pero las semanas se convirtieron en un mes, dos meses, seis meses, y no podían esperar al próximo encuentro accidental que la vida les pusiera en frente.
Así que Harry se escapó de Hogwarts y buscó a Tom.
Sabia que era problemático, Tom podía ir a Azkaban, él sería la decepción de la familia, mira que meterse con alguien mayor a los quince años, y serían víctimas de los chismes en el té de la tarde de los sangre pura. Pensarían que había sido coaccionado, violado y cuántas cosas más, y lo mandarían a un internado al otro lado del mundo o algo parecido. Sus padres probablemente pensarían que era lo mejor para él sin tomar en cuenta su elección y deseo.
Él no quería esa vida.
Después de encontrar a Tom, planearon toda la noche el mejor movimiento a seguir.
Su relación, el sexo maravilloso, el entendimiento mutuo y el obvio sentimiento de protección hacia el otro fue más de lo que pensaban sería su futuro, y no podían dejar escapar la oportunidad de amar cuando se presentaba justo frente a sus narices.
El plan fue arriesgado. Cualquiera podría descubrirlos si se esforzaba un poco, pero tenían la ignorancia a su favor, habían sido tan meticulosos con su relación en Hogwarts, que nunca fueron vistos juntos.
¿Quién pensaría que el perfecto y carismático Tom Riddle, heredero de Slytherin, tendría una relación amorosa con el niño dorado de Gryffindor, Harry Potter?
Entonces, la ignorancia fue definitivamente una bendición.
Fue con la ayuda de Luna Lovegood, quien siempre sabia de estas cosas, que el plan dio frutos y un año y medio después, fueron cosechados con éxito.
Así que, el 30 de mayo de 1997, minutos despues de la última prueba de los EXTASIS para los alumnos de séptimo año en Hogwarts, el baúl junto a todas las pertenencias de Harry Potter, y él mismo, desaparecieron.
Salió en todos los periódicos del mundo mágico y los aurores fueron movilizados, pero nadie pudo encontrarlo durante más de dos meses, hasta que él mismo se reveló, sus diecisiete años cumplidos y un anillo reluciente de oro y Esmeralda visible en su dedo anular izquierdo.
Sus padres protestaron con ahínco pero nada le hizo cambiar de opinión y poco después, hubo una conferencia de prensa. El candidato a ministro, Tom Marvolo Riddle, Lord Slytherin, dio a conocer a su Consorte. Y en pos a eso, Luna Lovegood y Neville Longbottom fueron los esperados padrinos de boda, o más bien, testigos de unión.
Un vínculo del alma. Un contrato que los unía por la eternidad. Mientras Tom viviera, Harry también lo haría. Y Tom había llegado más lejos que nadie en su búsqueda de inmortalidad.
Cuando Harry detuvo el hilo de sus pensamiento, estaba a un metro de distancia de la puerta, la serpiente de brillantes piedras rojas como ojos paseando a lo largo de la superficie y abriéndola de par en par para él.
—Hey, cariño —saludó, su sonrisa más moderada pero con más felicidad que la anterior. Aunque ciertamente, los mortífagos que había visto en su camino ahí no pensarían lo mismo. Sea como sea, su esposo estaba sentado detrás del escritorio, sobre una hermosa y mullido silla que Harry había seleccionado para él como regalo por su sexto aniversario de unión dos años atrás.
Tom era más de lo que Harry podría haber deseado cuando era niño, y aunque en ese entonces no sabia que le atraían los chicos, definitivamente había deseado alguien que pudiera protegerlo y amarlo, y visceversa. Harry se preparó para proteger su propia vida y su corazón, y cuando tenías un pedazo de éste fuera de tu cuerpo, caminando como Ministro de Magia británico y siendo objetivo usual de ataques, saber proteger su corazón era importante.
Aunque tardó tiempo en entender que lo que sentía era amor —a Tom le tomó mucho más, solo para aclarar—, también entendió que haría todo lo posible por preservarlo, no en una caja de cristal como una rosa, sino en un bunque de guerra con paredes de hierro sólido de dos metros de grosor y miles de barreras de protección y defensa.
—¿Terminaste tus reuniones? —preguntó inmediatamente después de dejar un beso en la mejilla con un rastro de barba de tres días. Iba a dar la vuelta para sentarse en el cómodo sofá —que también eligió—, pero la mano más grande de su esposo lo jaló hacia su regazo y él se dejó mover sin resistencia.
Harry puso sus manos delgadas sobre los hombros de Tom y le dio una sonrisa cariñosa. Los ojos caoba con destellos marrones lo miraban fijamente y Harry creyó poder perderse en ellos, se adelantó para darle un casto beso en los labios, desviándose a la fuerte mandíbula y dejando pequeños besitos por toda la línea.
—Terminó hace un par de horas —informó la voz sedosa y gruesa de Tom, a Harry le gustaba compararla con un buen chocolate negro—, hubieras venido antes.
Si antes, alguien le hubiera dicho a Harry que Tom Riddle hacia pucheros cuando estaba descontento, Harry lo habría tomado por loco y seguido con su camino, pero ahora él mismo añoraba besar el puchero casi invisible formado en los pálidos labios rellenos.
—Lo siento, tuve una cita con el sanador y vine directo aquí después de comer algo.
—¿El sanador? ¿Te sientes mal? ¿Estás enfermo? ¿Por qué no me dijiste antes? Deberías haberme avisado para acompañarte —lo reprendió. Tom tomó el bello rostro entre ambas manos y acarició las mejillas con sus pulgares, adorando el rubor rosado de su Consorte.
Harry rodó los ojos con fastidio e hizo una mueca.
—Ni siquiera salí, él vino aquí, además, estabas ocupado con tu reunión y puedo cuidarme solo. Y no, no estoy enfermo, a menos que califiques un embarazo como una enfermedad, de ser así, patearé tus bolas con tanta fuerza que no te querrás levantar del sofá, porque no te dejaré dormir en Mí linda y cómoda cama, Tom Marvolo Riddle —farfulló entre dientes.
—Espera, espera. Detente y retrocede... —la confusión y la incredulidad fueron visibles en su bonito rostro antes de que continuara—, "embarazo" dijiste.
Harry reaccionó, un poco tarde a decir verdad, ya que no se dio cuenta de las palabras que se le escaparon en el furor del momento.
—¡¿Dije eso?! ¿Realmente? No lo recuerdo, yo-
Tom se rió libremente durante un buen rato antes de besarlo con alegría.
—¿Qué tan lejos estás? —con devoción, sus fuertes manos acariciaron ambos costados del hombre más pequeño y terminaron sobre su, aún, plana barriga.
Harry absorbió todas las emociones reflejadas en los ojos de su esposo con fervor, sonriendo para sí mismo felizmente. Ah, que linda es la vida.
—Ocho semanas y contando —anunció petulante, ambas manos en sus caderas y aire de importancia en su postura.
—No me dijiste nada, cariño. ¿Ocultaste tus síntomas a propósito? —aunque para el público mágico fuera extraño pensar en Tom como alguien cariñoso y preocupado, Harry era la única persona que lo hacia ver más allá de todo y evocar estas emociones. Estaba preocupado y sobretodo, frustrado consigo mismo por no haberse dado cuenta antes de la inusual palidez de su pequeño Consorte, sus ojeras más pronunciadas y el leve agrietamiento y falta de color de sus labios regordetes.
—La verdad pensé que era un malestar estomacal, por lo menos hasta que empezaron los mareos, pero eso fue hace apenas dos días y quería confirmar con un Sanador calificado antes de decirte cualquier cosa. Sé que no estaba planeado, pero... espero que estés feliz, papá —sonrió ante su astucia cuando la cara de su esposo se iluminó completamente ante la palabra. A Tom le sentaría la paternidad, estaba seguro, especialmente viendo como se comportó con su ahijado —Teddy— y con los gemelos de Luna y Neville.
—No puedo creer que no me di cuenta de que algo andaba mal contigo —bajó la mirada un poco avergonzado de su falta de atención con Harry.
—Sé que te sientes mal, pero no es tu culpa ¿sí? De hecho, si cuide mi comportamiento a tu alredor porque no quería preocuparte. Has estado ocupado con el cambio del jefe del departamento de Aplicacion de la Ley Mágica y no quería cargarte con algo que probablemente era solo un malestar estomacal, lo sé, lo sé, no lo fue. Pero entiendes el punto —Tom volvió a sus pucheros y esta vez Harry, riendo, no pudo evitar besarlo con amor.
—Aún así...
—Olvidate de eso, Tom —dijo divertido—, ¿por qué no mejor celebramos? Estoy aquí cargando con nuestro heredero o heredera, creo que merece una celebración.