
El Sol y la Luna de Lord Slytherin
Althaia sabia que su vida empezó a mejorar.
La Madre Magia la reconoció como una New Blood cuando su cepillo de magia y sangre apareció en sus manos, y solo había un mago el cual era digno de ese derecho.
De ese evento han pasado cinco años. Luego de su vinculación solo pasaron unos meses para que su vientre se empezará a hinchar por el heredero que le daría a su señor esposo.
Fue un niño, de fuertes pulmones y cabello oscuro que Salazar llamó Prometeo. Nombrado como el titán que engañó a los dioses y entregó el fuego a la humanidad gracias a su astucia.
Pasaron los años y su pequeño siguió creciendo, y la amenaza de los cazadores igual.
Había escuchado que los Black tuvieron una hija sin magia, pero de hermosa belleza.
La chica fue lista y se mezclo en las cortes muggles. Seduciendo, manipulando y envenado a los que financiaban las cazas.
Luego se casó un conde que adoraba la magia, convirtiendo su fortaleza en un punto para que la recién gestada Hogwarts mantuvieron a niños con la bendición mágica lejos del peligro.
Althaia se hizo amiga de Rowena.
Se confesaron secretos.
El más doloroso por parte de Rowena, antes de su preciosa Helena su vientre protegió a cuatro bebés anteriores quienes llegaron a este mundo sin llantos, con la piel blanca y labios azules.
Cuando al fin pudo dar a luz a una bebé viva, con el rostro rojo por el esfuerzo, su esposo la mando a matar a ella y la bebé por una chica joven y manipulable.
— Debemos primero atravesar la tormenta antes de ver el sol, mi querida Rowena.
—Tu diste a luz a un heredero sano para Salazar.
—Yo tuve mi propia tormenta.
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Luego de tres años, Althaia quedó nuevamente embarazada.
Notó los ojos azules gélidos de Rowena mirar su vientre con envidia.
Salazar se mostró contento ante la noticia de otro bebé.
—Que la madre magia nos bendiga con otro hijo.
—Quisiera una niña— dijo con su mano sobre su vientre.
—¿Una niña?
—Que sea hermosa como tu.
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Fue en la madrugada del solsticio de invierno cuando Althaia se puso en parto. Salazar fue sacado de la habitación a la fuerza por Rowena y Helga.
El se quedó escuchando los gritos de su esposa y como la magia de ella se volvía pesada. Horas y horas, el cielo oscuro de la madrugada poco a poco se iba aclarando.
Miró por la ventana como aun la luna estaba en lo alto del cielo mientras que el horizonte el sol empezaba a asomarse cuando escuchó un llanto.
Luego de minutos de incertidumbre donde se escuchaban las felicitaciones de las dos brujas que felicitaban a Althaia, Salazar pudo entrar.
Su dama estaba despeinada, aun con el rostro con muestra de sudor y las mejillas rojas del esfuerzo de parto. Estaba apoyada por almohadas, prendida de su pecho estaba una pequeña cosita envuelta en una manta con runas bordadas.
Rowena y Helga se fueron dejándolos solos.
—Es una niña, mi señor— le dijo Althaia con una enorme sonrisa.
Salazar se sentó a su lado. Su hija, tenia una hija.
Una cosita con una pelusa de rojo sangre, aun estaba algo hinchada por su venida al mundo. Pero ante los ojos de Salazar era hermosa.
—¿Cómo la llamaremos, mi señor?
—Rhea— sonrió Salazar al ver como su hija se desprendía de Althaia. La bebé fue pasada sus brazo— Rhea Slytherin.
Lord Slytherin miro por la ventana y la luna aun miraba mientras que el sol ya estaba brillando.
—Mi sol y mi luna— dijo mirando a la bebé dormida— Mi hermosa Rhea.
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Salazar cayó de rodillas a lado de la carreta. Su hija, su tesoro, estaba muerta y abrazada a una bebé.
Escuchó los alaridos de dolor de Althaia detrás suyo, pero no podía consolarla cuando él mismo se desmoronaba.
El cabello que tanto cepilló y cuido estaba corto, sus mejillas sonrojadas estaban pálidas y no había esa calidez que su magia emanaba.
Rhea no era más que un simple cadáver.