Azul

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
G
Azul
Summary
Es catorce de febrero y Draco Malfoy recuerda algunos acontecimientos importantes de su vida.Song Microfic ganador del Primer lugar en el concurso #DramiLove del grupo de Facebook ~Dramione Fanfics~ y está inspirado en la canción Azul del grupo Tango India. Traducido al ruso Сине-голубой
Note
Disclaimer: los personajes, escenarios y hechizos que reconozcan pertenecen a J.K. Rowling. La canción fue escrita por Felipe Solís y Juan Diego Villegas y he utilizado frases dentro de la historia. El resto es producto de mi imaginación.

 

Draco Malfoy sabe que ese día tiene un significado especial para casi todo el mundo, porque es la fecha en que se celebra el amor, pero desde que Hermione Granger le permitió entrar en su vida nunca tuvo necesidad de celebrarlo porque se dedicó a adorarla cada instante de su vida. No necesitaba un día al año para decirle cuánto la amaba; tuvo más de seis décadas para demostrárselo diariamente. 

Camina con pasos cansados como si fuera tapando con cenizas las huellas de un fuego; recorre su dormitorio con la mirada y está tan lleno de recuerdos que ni el tiempo ni el olvido han borrado su rostro, su presencia en esa habitación. Sus fotos, su pañuelo de seda azul… Lo acaricia y su tacto aún guarda memoria de lo suave que también era su piel; un escalofrío lo estremece al recordar lo que sentía al tenerla entre sus brazos, lo que él lograba hacer con su boca y lo que ella también encendía en él. Siente su sonrisa vívida que lo envuelve e inmediatamente se traslada sesenta y dos años atrás a su primera cita para esa misma fecha. 

No fue fácil llegar a ese momento. Ella sufrió una gran desilusión cuando, a escasos cuatro meses de contraer matrimonio, su prometido Ronald Weasley «se dejó engatusar» por Lavender Brown en una fiesta organizada en Hogwarts por el Ministerio de Magia cuando se cumplió el tercer aniversario del fin de la Segunda Guerra Mágica. Ambos se pasaron de copas y misteriosamente desaparecieron juntos del Gran Comedor aprovechando que Hermione estaba hablando animadamente con Kingsley Shacklebolt sobre una idea que tenía en mente. Harry Potter y su esposa, sospechando que algo no iba bien, los siguieron para encontrarlos besándose y acariciándose desesperadamente en el pasillo. Draco casualmente iba saliendo del comedor y presenció a Ginny gritándole a su hermano que era un traidor y que merecía que lo hechizaran hasta morir. Intrigada por la ausencia de su futuro esposo y amigos en la mesa que compartían, Hermione también se acercaba al sitio donde su prometido intentaba torpemente excusarse sobre lo ocurrido. El instinto protector de Draco se activó al ver la expresión de confusión y luego de tristeza en el rostro de la joven al entender lo que estaba pasando. Temiendo que ella hiciera algo de lo que después pudiera arrepentirse debido al calor del momento, la tomó del brazo y la guió hacia los jardines del colegio. 

Draco y Hermione habían regresado a Hogwarts luego de la Batalla Final para completar sus estudios y ese año les había servido para limar asperezas y darse la oportunidad de conocerse. Después, él había entrado a trabajar al Cuerpo de Normas Internacionales de Comercio Mágico, y cinco meses después había llegado ella después de colaborar en el Departamento de Criaturas Mágicas. Ambos trabajaban hombro a hombro y descubrieron que juntos lograban sacar adelante muchos proyectos importantes para la comunidad mágica británica. Irónicamente, Draco se había enamorado de la mujer que tanto despreció en su adolescencia, aunque tenía muy claro que nunca tendría una oportunidad con ella. 

—No dejes que esto te derrumbe —le dijo una vez que llegaron cerca del Lago Negro, deseando abrazarla pero sabiendo que ella jamás se lo permitiría a pesar de que ahora se catalogaban casi como amigos—. Ese imbécil no merece ninguna de tus lágrimas. 

—¡Amor fiel e incondicional! ¡Puff! Todo era mentira… ¡Eso no existe! —replicó ella con rencor, enjugando las lágrimas sin mucho éxito. 

—Sí existe, Hermione . Que él no haya sido capaz de amarte y valorarte como mereces es distinto. 

Ante la mención de su nombre de pila por primera vez, la joven abrió los ojos con asombro y él sintió sus mejillas sonrojarse levemente, pero ella estaba tan desolada que para su suerte no reparó en eso; él también agradeció a todos los sagrados magos que no pudiera escuchar su desbocado corazón por el simple hecho de haberlo pronunciado en voz alta. 

Viendo a la mujer que amaba sufrir, se prometió a sí mismo que nunca la dejaría caerse a pedazos y después de esa trágica noche, fue su ancla como ella, sin saberlo, también había sido la de él desde tiempo atrás. Aún así le tomó dos años y nueve meses que Hermione lo viera como más que un amigo y aceptara tener una cita con él. 

Él podía percibir su perfume a kilómetros y caminaba en su busca para hacerse el encontradizo, queriendo disfrutar de cada pequeño instante compartido a su lado. Encontrarla en el ascensor, saludarla con un suave roce de manos, verla sonreír por algo que él dijera, verla jugar con el pañuelo de seda azul que solía usar en primavera y que anudaba en su cuello. En una ocasión ella lo llevaba en la mano y debido a un fuerte viento se le cayó y él se apresuró a alcanzarlo para luego colocarlo alrededor de su cuello con picardía. La cercanía provocó que ella se sonrojara… deseó atraerla hacia él y besarla. De ahí surgió esa primera cita casualmente para un catorce de febrero… El vino fue el encargado de calmar sus nervios; ella frente a él como el mejor paisaje del mundo…

Fue hasta la tercera cita que se atrevió a besarla; un año después le propuso matrimonio y ella dijo «sí» abrazándose a su cuerpo sin dejar de reír por la emoción. Habían festejado con el mejor vino del lujoso Ristorante Grotta Palazzese a orillas del mar Adriático. 

En la mesa de noche hay una copa a medio llenar. Con amargura ha aceptado que a sus ochenta y seis años el vino ya no es buena compañía; no logra consolar su frío corazón pues no tiene quién pinte sus sueños de colores hechos del azul… ambos mundos habían sido separados… mundos que no volverán… 

Abre un cajón donde sabe que están sus cartas y contempla por unos minutos aquella letra menuda en la que aprendió a identificar su estado de ánimo con solo verla: apretada y muy pequeña cuando estaba enojada, estilizada y más grande cuando estaba feliz, algo ladeada hacia la derecha si estaba nerviosa. Toma el primer sobre y vuelve a leer su favorita.

 

Draco:

¡Gracias por despertar en mí un mundo de sentimientos maravillosos! ¡Por hacerme sentir tan protegida entre tus brazos! ¡Por este grandioso primer mes! Deseo que perdure por mucho, muchísimo tiempo más, venciendo como hasta ahora, todos los obstáculos. Con amor, Hermione. 

 

Aspira el aroma que desprende el pergamino. No huele a ella pero casi puede verla con su pluma favorita de aquel tiempo, sentada en el escritorio de la oficina probablemente al terminar la jornada, retirando con nerviosismo algunos mechones de su flequillo porque no está acostumbrada a tener ese tipo de detalles, no sabe mucho de cómo ser cariñosa, pero según le dijo alguna vez, «contigo todo es diferente, me haces sentir especial y también intentar serlo contigo». A pesar de los años transcurridos, recordar eso le vuelve a hinchar el pecho de orgullo. Por supuesto que Draco Malfoy es mejor que aquel idiota pelirrojo pero siempre se abstuvo de repetirlo frente a ella. Pese a haberla traicionado, con el correr del tiempo y gracias a su gran corazón, ella logró perdonarlo y Weasley volvió a ser un amigo entrañable, aunque nunca al mismo nivel de Harry. Harry… Se siente como si fueran siglos que dejó de ser Potter y recordar eso le provoca sonreír nuevamente. Todo lo que ella fue capaz de cambiar en su vida… 

Se sienta en un mullido sofá y luego de un profundo suspiro, cierra los ojos. La ve caminar radiante hacia él el día de su boda, la observa bailar en ese dormitorio vistiendo únicamente el pañuelo azul en la cabeza, percibe las sensaciones de sus cuerpos unidos como uno solo, siente aún en su mano los movimientos del bebé próximo a nacer dentro del prominente abdomen, percibe en su hombro izquierdo el peso de su cabeza cuando buscaba descanso, su pequeño hijo abrazándolos extasiado ante su primera manifestación de magia cuando tenía cuatro años. 

No puede evitar sentir como si una niebla espesa cubriera la noche, por lo que ya no puede verla en el cielo, no puede verla alumbrar su camino. Lleva varios meses disimulando que todo está bien, que el dolor ya no emborracha su espíritu, y ya no quiere sentirse así. Varias lágrimas recorren sus mejillas y una vez más, no las detiene. 

Escucha pasos en el pasillo y supone que es hora de salir. Limpia su rostro y se levanta con cierta dificultad. Se acerca a la cómoda y acaricia el pañuelo de seda azul para luego, como todos los días, doblarlo al tamaño adecuado del bolsillo de su túnica, el que está muy cerca del corazón. Percibe el aroma a jazmín del perfume que usaba mantenido en el pañuelo gracias a un encantamiento de estasis. Toma también la rosa roja que cortó horas atrás de su rosal favorito en el invernadero y que se mantiene con flores en cualquier época del año. Se ve en el espejo. Casi no se reconoce; los ojos enrojecidos le recuerdan que debe colocarse los lentes oscuros para que su hijo no vea que no ha podido evitar llorar…  de nuevo… 

Abre la puerta y en el umbral está Scorpius esperándolo con las manos en los bolsillos del pantalón. Su único hijo tiene sesenta años y tal pensamiento le parece mentira; prefiere no sacar las cuentas de cuántos tiene él, pero en los últimos meses siente que ha envejecido al menos diez años. 

—Tome mi brazo, padre —le dice con cariño y varita en mano, Scorpius los hace aparecer en los terrenos de la mansión donde descansan para siempre los Malfoy—. ¿Desea que lo acompañe? 

Draco asiente porque ya hasta caminar es difícil, así que aferrado de ese brazo más fuerte camina lentamente los pocos metros hasta la tumba de su amada. Ha nevado y una delgada capa blanca cubre el nombre de su esposa, pero no le importa. Siente que su función está terminando, algo en su interior le dice que es la última visita y eso, aunque suene macabro, le hace sentir consuelo, le hace sentir paz porque eso significa que ¡pronto la verá! 

No sabe cuánto tiempo pasa al pie de la tumba, él no tiene prisa; vuelve a tener los recuerdos de antes, cierra los ojos y en el viento puede escuchar su risa fresca, la brisa acariciando su envejecido rostro y se imagina que es ella. Se inclina levemente y deja caer la rosa, y luego, sin meditarlo, saca el pañuelo de seda y lo deja caer sobre la flor, gesto que hace estremecer a su hijo porque evidentemente entiende la señal, percibe lo que él siente desde hace días. Pero Draco Malfoy no tiene miedo. Ha estado preparado para encontrarse con ella desde que se fue meses atrás y está feliz, porque ha tenido una hermosa vida, una vida llena de sueños de colores hechos del azul …