Deseo de Supervivencia

Harry Potter - J. K. Rowling
Gen
G
Deseo de Supervivencia
Summary
Harry Potter nunca ha conocido al amor, sino que ha sido criado para esperar solamente lo peor de los demás. Todos en el vecindario le lanzan miradas despectivas cuando pasa a su lado, sus parientes se han asegurado de ello. Harry decide que no le importa y se propone como meta sobrevivir a toda costa, porque al final del día, lo único que importa es estar vivo. Si por el camino, termina cometiendo traición y asesinatos, no es que le importe mucho.
All Chapters

Capítulo 4. ¿Un señor oscuro hizo qué?

Entra, desconocido, pero ten cuidado

Con lo que le espera al pecado de la codicia,

Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,

Deberán pagar en cambio mucho más,

Así que si buscas por debajo de nuestro suelo

Un tesoro que nunca fue tuyo,

Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado

De encontrar aquí algo más que un tesoro.”

 

La inscripción fue lo primero que Harry noto nada más entrar por la puerta. Aguantando el estremecimiento que quería recorrer su cuerpo, rápidamente apartó los ojos de ahí para observar más detalladamente el resto del banco. A diferencia del bar, la impresión de Harry de Gringotts fue considerablemente positiva. Era bueno saber finalmente que los magos no se habían quedado estancados en la Edad Media por completo y poseían algunos lugares un poco más refinados. Que el banco fuera uno de ellos, tenía cierto sentido para Harry.

 

Por último, reparó en los trabajadores del banco. Encima de todos aquellos elevados mostradores no había cabezas de magos asomadas, si no lo que parecían duendes. Sin perder su máscara de impasividad, archivó esa información para ser analizada más tarde.

 

«A los Dursley definitivamente no les gustará saber que hay más criaturas mágicas correteando sueltas por ahí a parte de los magos», pensó sardónicamente Harry.

 

Necesitaba de manera urgente buscar información sobre el mundo mágico porque estaba empezando a hartarse un poco de ser sorprendido hasta con los detalles más pequeños. Sin perder mucho más tiempo ensimismado, se acercó a uno de los mostradores que en ese momento estaba vacío. Era hora de ponerse manos a la obra.

 

- Perdone que le moleste señor, pero ¿es posible realizar un cambio de divisa? Me temo que no dispongo ninguna cuenta aquí en su banco.

- Un hijo de muggles supongo. Sí, realizamos cambios de divisas por una pequeña cuota sin necesidad de poseer una cuenta aquí en Gringotts –respondió el duende sin despegar su mirada de lo que estaba escribiendo.

 

Definitivamente fue un alivio escuchar eso. No estaba muy seguro de que hubiera hecho si no hubiese sido posible. No obstante, todavía no podía permitirse relajarse por completo. A pesar de  haber hecho un gran esfuerzo a lo largo de los años para recaudar dinero a hurtadillas de sus parientes, desconocía la tarifa de precios del mundo mágico y si dispondría del suficiente dinero para poder afrontar todos sus gastos, como muy bien le había asegurado a su tío Vernon esa mañana. Por otro parte, ¿a qué se refería el duendo con lo de muggles?

 

- ¿Sería mucho pedirle que me explicara también el sistema monetario del mundo mágico? Me temo andar un poco perdido. –El duende detuvo su escritura y dirigió una mirada finalmente a Harry.

 

Cuando sus miradas se cruzaron, el reconocimiento llenó las facciones del duende y provocando que las alarmas internas de Harry saltaron porque eso era remotamente imposible. A pesar de todo, permaneció impasible intentando no alertar al otro de su pánico.

 

- ¿El señor Harry Potter? –Harry pudo reconocer el tono de asombro en su voz.

- Ese es mi nombre sí, pero… –dijo Harry después de unos segundos en silencio sin creerse realmente que este duende le hubiera llamado por su nombre– ¿puedo preguntar cómo conoce mi identidad señor? Este es definitivamente mi primer contacto con el mundo mágico.

 

Las palabras de Harry fueron recibidas con incredulidad por parte del trabajador del banco.

 

- Le puedo asegurar señor Potter, que no existe ningún alma en el mundo mágico que no conozca su nombre –explicó el duende mirando muy fijamente.

 

A sus 11 años, Harry tenía un extremado buen control sobre sus emociones y pensamientos, pero ni siquiera él estaba preparado para oír esa respuesta.

 

- Aunque ciertamente me encantaría resolver el misterio de por qué se presenta como un hijo de muggles señor Potter, no me gusta que me hagan perder el tiempo. ¿Está en disposición de la llave de su bóveda?

- No poseo ninguna cuenta en el banco señor –le informó Harry– y no estoy muy seguro de a qué llave se refiere.

 

A cada segundo que pasaba en este banco, entendía menos. El duende había dicho que no existía nadie que no lo conociera a él, pero ¿cómo era eso posible? Quizás, ¿sus padres habían hecho algo importante y por eso la gente le conocía? La pregunta era, ¿qué habían hecho para que fuera famoso a tal nivel?

 

A pesar de todo, la pregunta que más le pesaba a Harry era cómo le había reconocido tan rápido cuando estaba claro que nadie en el mundo mágico le había visto nunca. Quizás, ¿había sido la cicatriz? Odiaba el sentimiento de que todos supieran sobre él cuando estaba claramente en desventaja frente a los demás y al mundo mágico en general. En el momento en el que terminara en Gringotts, la siguiente parada sería de manera urgente una tienda de libros.

 

- Ahora vengo señor Potter, voy a llamar al gestor de las cuentas de su familia –El duende suspiró y desapareció detrás del mostrador.

 

El duende había dicho cuentas de su familia. Harry seguía sin entender nada de lo que estaba pasando, pero ¿podría ser posible que sus padres le hubieran dejado algo de dinero? Los Dursley siempre le habían contado cuando era pequeño como sus padres habían sido unos borrachos sin trabajo, pero teniendo en cuenta como le habían ocultado la parte en la que estos eran magos no eran la fuente más fiable de información a tener cuenta.

 

Lo que estaba claro es que está nueva dirección de los acontecimientos beneficiaba a Harry extremadamente si fuera cierto.

 

- Buenos días, señor Potter, soy Griphook el gestor de las cuentas Potter. –Harry se sobresaltó un poco ante la voz desconocida–. Me han informado que no se encuentra en posesión de su llave. ¿Es esa información correcta?

- Es ese el caso señor Griphook. Yo… –dudó un poco antes continuar– me temo que hasta hace poco desconocía la existencia sobre el mundo mágico en general. ¿Puede ser posible que alguien más este en posesión de la llave?

- Desconozco si alguno de sus padres cedió voluntariamente la llave a algún conocido suyo, pero, si desea señor Potter, quizás podamos crear una nueva llave para usted si es tan amable de permitirnos una prueba de sangre para comprobar su identidad.

- ¿Mi identidad?

- Se asombraría de la cantidad de magos que han intentado suplantar su identidad señor Potter –Griphook dijo sin darle mucha importancia.

 

Al parecer ahora también tenía que preocuparse de posibles suplantaciones futuras, el día no podía acabar lo suficientemente rápido para Harry. Por otro lado, no sabía muy bien en qué consistía esa prueba de sangre, pero supuso que en este caso merecía la pena correr el riesgo si con eso podía conseguir el acceso a la cuentas de sus padres.

 

- De acuerdo. Podéis realizar la prueba de sangre –Griphook sonrió ante la repuesta–. Aunque intuyo que por los servicios ofrecidos cobrarán una tarifa, ¿estoy en lo cierto?

- En efecto.

- Por desgracia, no sé si lo que poseo será suficiente para pagarlo. Todavía tengo que encargarme de comprar mis útiles escolares.

- Oh, no se preocupe señor Potter, si se confirma exitosamente su identidad, lo descontaremos directamente de sus bóvedas. No tengo ningún tipo de duda sobre el poder adquisitivo a su disposición. –El primer duende con el que había hablado Harry por primera vez al llegar al banco se burló de la última parte dicha por Griphook.

 


 

Con una bolsa de dinero, un pinchazo, un dolor de cabeza y cierto tiempo después, Harry finalmente abandonó Gringotts. Su primera experiencia en el banco de los magos había sido tan extraña como esclarecedora a partir iguales.

 

No le entusiasmaba la idea de alguien más corriendo por ahí con la llave de su bóveda y que la cicatriz en su frente le hacía destacar en sobremedida. En el lado positivo de las cosas es que era lo que otros calificarían como asquerosamente rico.

 

Esto último había trastocado por completo todos los planes que él había trazado con anterioridad. Al menos ya no tendría que preocuparse de su capacidad para permitirse sus útiles escolares, incluso sería capaz de adquirir algún libro más a parte de los obligatorios para la escuela.

 

Con eso en mente y tratando de pasar lo más desapercibido posible, avanzó por el callejón Diagon hasta donde recordaba haber vislumbrado lo que él consideraba que era una librería. Flourish y Blotts estaba considerablemente más abarrotado que Gringotts, pero gracias al reducido tamaño de Harry, pudo colarse entre la marabunta de gente que entraba y salía de la tienda. Una vez dentro, pudo observar las voluminosas y descomunales estanterías que llegaban hasta el techo y adornaban la tienda por todas partes.

 

Para Harry era el paraíso personificado y se sintió tan sobrecogido por un momento que no supo por dónde empezar a mirar. Al final decidió que lo más sensato sería empezar por sus libros escolares, que parecían ser los que más cerca se encontraban de la entrada y se encontraban divididos por años escolares.

 

Por primera vez en su vida, no tuvo la necesidad de mirar el precio de lo que estaba comprando y fue una sensación muy gratificante para él. Después de años de sufrimiento bajo la tirana dictadura de sus familiares, jamás pensó que podría llegar a sentir esta clase de felicidad a sus tan solo 11 años. Pensó que le costaría unos pocos años más todavía, pero gracias a su magia él estaba aquí, donde merecía estar.

 

Una vez que terminó de recopilar todos sus libros escolares de primer año, decidió que por fin era momento de ponerse a investigar su supuesta fama, quizás algunos libros más de historia mágica. Definitivamente no le diría que no a cualquier libro sobre cultura mágica o una guía básica para magos de padres no mágicos. Todavía tenía que averiguar qué significaba la palabra muggles que había utilizado el duende de Gringotts. Por no olvidarse tampoco de buscar respuestas sobre su poder para leer mentes. Sería tan fácil sucumbir y utilizarlo en la multitud de magos a su alrededor, pero seguía sin saber si era seguro o no usarlo y hasta entonces, no se arriesgaría.

 

Títulos tales como Antídotos asiáticos, Crianza para dragones para placer y provecho o El noble deporte de los magos adornaban las estanterías y sorprendían a Harry cada vez. Todavía no se acostumbrada a la idea de cosas como dragones, seres que hasta hace poco él consideraba mitológicos pero que aquí tenían libros sobre ellos.

 

Caminando por la tienda buscando sus respuestas, finalmente encontró uno que podría interesarle: Grandes eventos mágicos del S.XX. Si tal como había mencionado el duende de Gringotts, toda alma mágica conocía su nombre, definitivamente lo que sea que lo haya hecho famoso debía de estar en ese libro. O al menos, eso consideraba Harry.

 

Sacó el libro de la estantería y observó a su alrededor algún sitio lo suficientemente alejado de los demás como para poder leer en paz sin que nadie lo molestara. Una vez escondido de miradas indiscretas, abrió el libro por el índice y de manera prácticamente inmediata sus ojos se vieron atraídos a un capítulo en concreto.

 

El-niño-que-vivió y la derrota del que no debe ser nombrado. – Página 231.

 

Respiró profundamente y después de unos segundos, se dirigió hacia la página en cuestión para comenzar a leer.

 

Por lo que parecieron horas, Harry permaneció completamente estático en su posición en el suelo mientras leías, pareciendo casi una estatua debido a la falta de movimiento total por su parte.

 

Finalmente, cuando acabó el capítulo, se movió.

 

 Los oídos le pitaban. La respiración le faltaba. El cuerpo le temblaba.

 

«Dios, estoy tan jodido», pensó Harry. 

 

Un maldito dictador había intentado matarlo cuando él era a penas un bebé y milagrosamente había sobrevivo dios sabía cómo. Él podría haber muerto, pero no lo hizo. A cambio, había recibido la maldita cicatriz de rayo, famosa en todo el mundo mágico. La única persona es sobrevivir a un Avada Kedavra decían libros. Sus padres se habían opuesto a este señor oscuro, decían.

 

Que estaba muerto, decían. Pero ¿realmente estaba tan muerto como decían? No habían encontrado el cuerpo del señor oscuro. Como siempre le decía tía Petunia cada vez que Harry se quejaba por ser arrastrado a un velatorio, sin cuerpo no hay entierro que valga.

 

Luego estaba este tal Dumbledore, Jefe Supremo de la Confederación Internacional de Magos, Jefe de Magos del Wizengamot, director de Hogwarts y único mago que Lord Voldemort había temido jamás. Había liderado la oposición en contra de este señor oscuro, pero era a Harry al que se le otorgaba el nombre de vencedor de Lord Voldemort.

 

Este mundo estaba jodido, pero ahora más que nunca necesitaba mucha información acerca de este tema. Puede que el que no debe ser nombrado, como también lo llamaban en el libro, hubiera sido “derrotado”, que sus más leales hubiesen sido encarcelados, pero jamás había que olvidar un detalle primordial.

 

Para una guerra se necesitan dos bandos. Y al igual que Albus Dumbledore fue el representante de un bando, también lo fue Voldemort para el otro. Es decir, había simpatizantes de este movimiento. Simpatizantes que definitivamente no estaban en la cárcel y que no estarían para nada contestos con él por derrotar al señor oscuro.

 

Bueno, podría seguir reflexionando más tarde después de sus compras. Había gente que lo quería muerto y gente que lo adoraba como un héroe, pero maldita sea, Harry solo quería saber qué coño significaba la palabra muggles.

 


 

Mucho libros más después, Harry tenía un entendimiento primordial del mundo mágico. Todavía tan insuficiente doloroso, pero no podía perder más tiempo en la librería o jamás regresaría a tiempo a casa. El resto de libros que consideraba esenciales, los leería en casa. Por suerte para él, el empleado de la tienda cuando lo vio llegar con tantos libros a su espalda se había apiadado de él, lanzándole lo que había nombrado como hechizo levitador. Gracias a eso, sentía que no perdería su espalda de camino a casa.

 

Cuando por fin se alejó de la caja, Harry se dio cuenta de su deseo de permanecer más tiempo en la tienda. Estar rodeado de libros, durante mucho tiempo, había sido un consuelo muy grande para él y después de una noticia como la que había tenido que digerir hacía un rato, tenía muchas más ganas de quedarse aquí.

 

Por desgracia, eso no era posible porque le quedaban muchísimas paradas más para conseguir el resto de sus útiles escolares, por no olvidarse de su varita. Por tanto y muy a su pesar, se acercó hacía la salida del establecimiento,

 

Cuando estaba a punto de salir por la puerta, se giró y volvió su mirada a dónde estaban apilados los libros escolares. En unos años, estaría aquí recogiendo sus libros para su séptimo año en Hogwarts y él sería una persona más fuerte y lo suficientemente capaz de superar cualquier cosa que se le echase encima. El sobreviviría como hiciese posible. Después de todo, esa había sido su meta desde que era pequeño. Hacer lo que hiciera falta, para seguir adelante. Para seguir luchando por su vida, porque él merecía vivir. Por tanto, él volvería a esta librería para demostrar que sobreviviría y sería una persona totalmente distinta.

 

Harry no sería consciente de la verdad de sus palabras hasta unos cuantos años más tarde, pero para entonces distaría por completo de las expectativas de aquel momento.

Sign in to leave a review.