
Faltan 2 días para el aniversario de la derrota de Voldemort y en vez de esperar solemnemente y deprimida en el departamento que rentamos Ron y yo, me encuentro platicando con Ginny y Fred en una esquina del salón del departamento arriba de la sucursal de Hogsmeade de Sortilegios Weasley. Después de años por fin Angelina y George han decidido anunciar que darán el siguiente paso con una cena y tragos para los amigos más cercanos.
Todos brindamos en honor a ellos y Fred era el que silbaba más alto celebrando a su hermano. Aunque él siempre había sido alegre y ruidoso, desde que estuvo 3 días entre la vida y la muerte, por las lesiones de la batalla de Hogwarts no había duda que era el que más se alegraba por las cosas maravillosas que este mundo ofrecía, para él y para todos los demás.
La reunión era "pequeña" para lo que solían ser, estaban los cuatro hermanos Weasley más jóvenes, las hermanas Patil, que ahora eran dueñas del pub Las tres escobas, los viejos compañeros de quidditch de Angelina, Harry y yo. El anuncio oficial lo harían en la madriguera en el almuerzo dominical al final de esta semana, pero de todos modos parecía importante para ellos decírnoslo primero.
Desde mi posición veía a Angie y George frente a la ventana desde la cual a su vez se pueden ver las montañas verdes y una puesta de sol tan larga como solo existe en Escocia. Sin lugar a duda un fondo ideal para enmarcar a los futuros esposos en un beso de película. Ver a la feliz pareja me producía una sensación agridulce, porque aunque me alegraba de todo corazón por ellos, no podía evitar comparar la escena con mi relación con Ron.
Lo intentaba, de verdad lo intentaba, pero cada beso siempre era un recordatorio de que lo nuestro se había esfumado, ya no existían ni roces ni caricias llenas de cariño, ni siquiera cuando chocábamos al intentar salir de la habitación. Era curioso porque, no es que los besos que solíamos compartir Ron y yo fueran especialmente placenteros, pero siempre fueron transparentes acerca de las emociones detrás de ellos. En la batalla de Hogwarts, fue como una explosión de fuego, cariño y cuidado, fue una expresión completa de amor. Pero sentirme succionada por el calamar gigante era lo único que ahora existía en esos besos.
Fred me voltea a ver con una sonrisa y me dice que va a traer el resto de las bebidas que dejó bajando las escaleras, yo me ofrezco a ir en su lugar y me dice dónde encontrarlas, yo asiento con la cabeza y tomo un respiro tratando de contener las lágrimas. Sé que Ron me ama, y sé que yo lo amo. Pero no es un amor de cariño y pareja, es un amor vacío, es el compromiso que nos inventamos, el de estar juntos con el paso del tiempo y que lentamente nos ahoga. Ya no hay la intimidad para contarnos nuestro día, ya no está la alegría de las veces cuando él me animaba a forzar las reglas y la sorpresa de cuando yo lo hacía, y sobre todo ya no está la atracción y deseo que teníamos al vernos.
Voy entrando a la oficina de los gemelos para buscar un par de botellas de hidromiel cuando veo a Parvati llorando en el hombro de Ron y siento el anhelo en el aire, pero también veo la tensión en ambos evitando sentirlo.
Desde la muerte de Lavender Brown un par de semanas después de la batalla de Hogwarts en San Mungo, Parvati buscaba un lugar o a alguien con quién superar la pérdida de aquella amiga que siempre fue su consuelo en el colegio, y para sorpresa de todos terminó encontrando una amistad en Ron.
Por lo visto todo había escalado hasta el punto de que cualquiera que viera esta escena en este momento pudiera ver la mezcla de deseo por acercarse y la resistencia de siquiera querer tocarse más allá de la frente de ella recargada en el hombro de él. Era una imagen horrible porque daba la sensación de que los dos se estaban desgarrando desde adentro.
Me toma un segundo para que me caiga como un rayo, ellos sienten todo lo que a nosotros dos nos falta y aún así ambos en vez de tirarse de lleno y lastimar a alguien más, prefieren lastimarse a sí mismos, en un intento de hacer lo correcto. Por un segundo se los agradezco, pero al siguiente momento me doy cuenta que mejor hubiera agradecido con mayor fuerza la verdad, que también hubiera agradecido que Ron y yo hubiéramos tenido el coraje de hablar en cuanto nos dimos cuenta que nuestro amor se había esfumado.
Aunque siento en el aire todo lo que hay entre Parvati y Ron es obvio que nada ha pasado entre ellos, y pienso en cómo los tres nos pudimos haber ahorrado el dolor de lo que está a punto de explotar con solo coraje y sinceridad.
Me quedó un rato observándolos desde la puerta sin que ellos se den cuenta de mi presencia. Trato de entender qué significa esta escena para mí y sé que debería sentir mi corazón quebrándose y dejándome llena de dolor, pero al final sólo siento… alivio.
Escucho la voz de Fred que nos saca a todos de nuestro asqueroso limbo de miserable autocompasión.
-¿Que cara….- No termina de decirlo, porque mientras intenta acercarse a ellos (seguramente para darle un puñetazo a Ron) yo lo tomo de la mano y él se detiene de inmediato.
Todos nos miramos un par de segundos, tristes, enojados, apenados, culpables. Yo levanto mi varita y veo la mirada de terror en las caras de Ron y Parvati y también una mirada de satisfacción malévola en la cara de Fred, pero en vez de lanzar una parvada de canarios asesinos aparece un muérdago sobre la cabeza de Parvati que provoca que todos en la habitación se queden estupefactos. Me doy la media vuelta jalando a Fred conmigo que me mira incrédulo, pero antes que pueda decirme algo pongo una mano en su pecho y respondo la pregunta que él todavía no termina de estructurar en su mente.
-Algo que nos enseñó la guerra, es que el mundo siempre es mejor si hay algo más de amor en él. Además el perdón y la aceptación no es que no haya sucedido nada, o que vaya a olvidarlo, sino que yo puedo vivir dejando atrás el pasado que pueda lastimarme, y me lleve a lastimar a otros.-
Veo una sombra de tristeza en sus ojos y siento sus dos manos jalándome en un abrazo que me llena de una calidez que no había sentido desde hace años. Fred deposita un beso en mi coronilla y me hace soltar una lágrima que libera todos los sentimientos encontrados que burbujean en mi pecho. Nos separamos y veo como Fred convoca una caja de dulces que pone en mi mano poniendo una mueca traviesa.
-Sabes, siempre puedes cambiar de opinión y ponerle algún turrón de azúcar a sus tazas de té, estos te sacan lunares morados en toda la piel.- Me dice guiñando el ojo. Yo volteo mis ojos y le doy la sonrisa más sincera que he sacado en meses mientras guardo la caja en mi bolsa y subimos las escaleras para regresar a la reunión.
Volteo a ver la puerta de la oficina, sé que los tres todavía tenemos asuntos que resolver, pero dejar esta especie de obligación y contrato atrás que he vivido con Ron este tiempo sé que será para mejor. Pero aunque sé que tengo que empacar todas mis cosas y buscar algún departamento razonablemente barato que acepte gatos, siento que respiro por primera vez después de estar mucho tiempo debajo del agua, me siento libre, me siento de nuevo con vida.
-Tengo una habitación extra en el número 93, si lo necesitas y no habría problema con crookshanks, siempre hay un par de viejas orejas extensibles con las que podría jugar.- Me dice Fred deteniéndose en el último escalón, yo doy una cabezada con una sonrisa de agradecimiento y él me sigue para regresar a la reunión.