¿Qué hará Dumbledore ahora?

Harry Potter - J. K. Rowling
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¿Qué hará Dumbledore ahora?
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Atrapados como a unos cerdos

Tom, Severus y Steffan no pudieron evitar reírse apenas estuvieron en sus aposentos. Tom y Severus habían escuchado los murmullos y jadeos de sorpresa de todos por la noticia en el periódico, ya que sabían que era verdad. Minerva se levantó y se fue unos minutos después de que Dumbledore saliera bastante apresurado del Gran Comedor; todos podían ver en su rostro que estaba furiosa mientras se dirigía probablemente a la oficina del director.

Después de ese espectáculo, el Gran Comedor quedó en silencio mientras todos intentaban averiguar qué hacer o qué iba a pasar después. El silencio permaneció por un largo tiempo, y solo un susurro fue suficiente para que todo el comedor volviera a estallar en murmullos y conversaciones animadas. Luego de eso, Severus, Tom y Steffan se fueron para evitar estallar en carcajadas en el Gran Comedor y que la atención se centrara en ellos.

Steffan fue enviado por su padres a reunirse con sus amigos en la sala común para que ellos pudieran escuchar lo que ocurría en la oficina del director.


Dumbledore se paseaba desesperado por su oficina, incapaz de creer lo que estaba pasando. ¿Por qué James había entregado sus recuerdos? Sabía que el hombre había pasado la última semana emborrachándose hasta perder la conciencia en varias tabernas, por lo que no le sorprendería que alguien hubiera conseguido que James hablara más de lo debido. Era absurdo e insólito. Ahora, todo el mundo estaría buscando respuestas, y él tendría que proporcionar pruebas sólidas de que la muerte de Harry no fue intencionada. Dumbledore bajó la cabeza; sabía que lo obligarían a consumir Veritaserum, y él tendría que confesar todo lo que había hecho: la manipulación de las barreras, el abuso que había ignorado y su falta de acción al respecto. Tan pronto como mencionara que los Potter, Lupin, Black, y que Molly y Arthur Weasley también lo sabían, el lado luminoso sería arrasado en el Wizengamot y todos les darían la espalda.

Las barreras le notificaron a Dumbledore de que Minerva estaba afuera de su oficina y se negó a abrirle la puerta. Minerva insistió en que la dejara pasar y, finalmente, envió un Patronus amenazándolo con llamar a los aurores si no le explicaba todo. Dumbledore no se preocupó demasiado por eso; sabía que Lucius Malfoy no perdería el tiempo en asegurarse de que los aurores fueran a arrestarlo. Soltando un gemido resignado, Dumbledore abrió la puerta, sabiendo que tendría que enfrentarse a fuerzas con Minerva.

Minerva entró y Dumbledore notó los signos de que apenas estaba controlando su temperamento. Aunque sabía que ella rara vez perdía la calma, cuando lo hacía, era mejor esconderse y esperar a que pasara la tormenta.

—Será mejor que empieces a explicarme todo ahora mismo. Te dije que eran los peores muggles que existían y no me creíste.

—No sé por dónde empezar —dijo Dumbledore, fingiendo derrota—. De verdad pensé que era para proteger a Harry. No esperaba que lo asesinaran.

—Sabías que Harry estaba siendo abusado, ¿no es así? —cuestionó Minerva decepcionada.

Dumbledore agachó la cabeza, sabiendo que no podía mentirle; tarde o temprano todo saldría a la luz, y él no estaba seguro de qué más podía hacer. Se había sentido tan culpable todos estos años por la muerte de Harry.

—No sabía que fuera tan malo. Regresé allí un año después porque su magia estaba reaccionando negativamente a ellos y puse más barreras porque creí que ellos no eran tan fáciles como James y Lily. No pensé que fueran tan malos y crueles.

—¿Me estás diciendo que no solo sabías que lo estaban lastimando, sino que también lo dejaste ahí y pusiste barreras para asegurarte de que no pudiera defenderse? —inquirió Minerva con incredulidad y la magia crepitando a su alrededor.

—Sí, todos lo hicimos —confirmó Dumbledore.

—¿Quiénes más participaron? —interrogó una nueva voz.

Dumbledore se giró hacia la puerta al oírla siendo abierta, viendo a Erick Greenlish, Kingsley Shacklebolt y John Dawlish parados en el umbral, y suspiró, sin opciones ahora que ya había admitido que más personas estaban involucradas.

—James y Lily Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Molly y Arthur Weasley. Todos queríamos protegerlo. Yo incluso redacté un contrato de matrimonio entre Ginny Weasley y Harry para cuando fueran mayores, con la esperanza de protegerlo. Todos esperábamos mantener a salvo a Harry si le decíamos al público que Charlie era el salvador.

—Sin embargo, sus tíos lo asesinaron y tú los enviaste a una linda prisión muggle —replicó Minerva—. Después de la muerte de Harry, dejaste que todos siguieran creyendo que Charlie era el salvador. En lugar de corregir tus errores, los empeoraste. Ese niño es un bravucón. Si él y Ron Weasley no son detenidos, terminarán matando a alguien, justo como Sirius casi asesina a Severus en su quinto año. Tú lo encubriste y no aprendiste nada de eso.

—¿El chico que casi murió en el ataque fue Severus? —cuestionó Kingsley sorprendido.

—Sí.

—Bueno, eso explica por qué los odia tanto —murmuró Kingsley—. Vinimos a arrestarte, Albus, y debo decir que no me esperé esto. Sabes que presentaremos esta memoria durante tu juicio.

—Lo sé, no esperaría menos —contestó Dumbledore—. No sé si esto en verdad ayudará, pero queríamos proteger a Harry del regreso del Señor Tenebroso. Pronto volverá.

—Patrañas —interrumpió Minerva—. Has estado diciendo eso desde hace diez años y aún no ha vuelto. Nadie lo ha visto ni oído de él. Estoy harta de escuchar tus mentiras —miró a los aurores—. Iré al Ministerio a dar mis memorias y proveer cualquier otra cosa que sea necesaria. —Salió furiosa de la oficina.

—Estás bajo arresto, Albus. Debes venir con nosotros —declaró Kingsley.

Dawlish avanzó, sacó las esposas supresoras de magia y se las puso a Dumbledore en las muñecas. Todos salieron de la oficina.


—No puedo creer que haya admitido todo tan fácil —comentó Severus, dándole una sonrisa de oreja a oreja a Tom.

—No tenía opción. Sin importar cómo, todo saldría a la luz. Después de todo, le darán Veritaserum apenas llegue al ministerio. Haberlo admitido antes lo hace quedar mejor y le permite alegar que siente verdadero remordimiento y culpa por lo que ha hecho, aunque no lo ayudará.

—Todos van a pagar —aseguró Severus.

—Aún no he terminado —avisó Tom con una sonrisa misteriosa.

—Tienes otra idea —señaló Severus, mirándolo sonriente.

—Así es, amor. Las viejas leyes siguen vigentes. Ahora que soy Lord Peverell, puedo exigir una compensación a mi satisfacción, ya que fue uno de mis herederos quien resultó perjudicado. Dado que me apoderé de las bóvedas familiares de los Potter, puedo hacerlo —explicó Tom.

—Me encanta cómo piensas —afirmó Severus, acercándose y sentándose en el regazo de Tom.

—Gracias —dijo Tom, besándolo—. Puede no ser mucho, pero destruirá sus nombres y les quitará su patrimonio.

—¿Eso afectará la herencia de Steffan? —preguntó Severus.

—No, solo afectará a la herencia Black puesto que yo la recibiré. De todos modos, Steffan la obtendrá dado que es nuestro heredero. Solo agregaremos a su herencia los títulos y las tierras de Dumbledore, Weasley y Lupin, y cualquier otra cosa que tengan.

—¿Y qué pasará con los niños Weasley? —inquirió Severus.

—Muriel Prewett recibirá su custodia. Ya verifiqué que tenga los fondos suficientes para cuidarlos. No iba a dejar a los niños abandonados. Sin embargo, yo elegiré qué familia acogerá a Charlie Potter. Quiero que ese mocoso aprenda modales. Estuve pensando en algunas, pero la familia Bones parece ser la mejor. Bones es justa y neutral, por lo que nadie puede reclamar que lo estoy perjudicando.

—¿Crees que lo aceptará? —cuestionó Severus.

—Sí, es flexible aunque no lo aparenta —respondió Tom—. Además, le mencioné algunas cosas con anticipación antes de que se publicara el artículo. No le conté todo, solo mis preocupaciones sobre Charlie y su bravuconería.

—Ahora que nos hemos encargado del lado luminoso, ¿qué planeas hacer a continuación? —preguntó Severus, acomodándose más en el regazo de Tom.

—Hacer que Hogwarts vuelva a su antigua gloria, proteger mejor a nuestro mundo de los muggles y continuar con lo que ya hemos estado haciendo estos años, solo que ahora no tendremos mucha resistencia —contestó Tom satisfecho.

—Desearía ver los recuerdos de James siendo arrestado mientras se encontraba borracho —comentó Severus, divertido ante la idea.

—Estoy seguro de que Dawlish nos proveerá las memorias de cada arresto —dijo Tom.

—Olvidé que él era uno de tus mortífagos sin marcar.

—Los recuerdos van a ser interesantes, especialmente los de Sirius Black. Ese hombre no puede controlar sus emociones y estoy seguro de que intentara huir con su lobito.

—Fenrir podría divertirse con ellos —comentó Severus, gustándole la idea.

Si bien no le gustaban los hombres lobos debido a que aún le temía a Lupin, disfrutaría saber que Fenrir estaba detrás de Lupin y Black.

—¿Qué le pasó a Pettigrew? Él era parte de su grupo.

—Él fue quien me dijo dónde se escondían los Potter. Creo que Nagini se lo comió por accidente mientras estaba en su forma de rata hace unos años. A veces la extraño.

Nagini había muerto de vejez hace tres años. Había sido la compañera de Tom desde que él era un adolescente. Aunque Tom sabía que tendría una vida larga por ser una serpiente mágica, Nagini falleció tranquilamente durante la noche a la edad de cincuenta años.

—Podemos adoptar una serpiente. Estoy seguro de que a Steffan le gustaría. Nunca lo llevamos a la tienda de mascotas para que eligiera un animal —habló Severus, acariciando su rostro y sabiendo lo mucho que Tom extrañaba a Nagini.

—Podemos hacerlo —concordó Tom, depositando un beso en el dorso de su mano—. ¿Qué tal si aprovechamos el tiempo mientras nuestro hijo está en su sala común?

—Me encantaría aprovechar de buena forma ese tiempo —contestó Severus, levantándose y dirigiéndose a su dormitorio.

Tom lo siguió, observando a su esposo caminar por delante de él y disfrutando del panorama.


Steffan estaba en la sala común platicando con todos sobre lo que sucedió en el Gran Comedor. Los Slytherin estaban emocionados de por fin deshacerse de Dumbledore.

—Hay que festejar —opinó Draco con entusiasmo.

Los estudiantes mayores estuvieron de acuerdo, y pronto los amigos de otras casas fueron invitados a la casa de Slytherin para una fiesta. Pasaron la noche divirtiéndose y relajándose.

¿Crees que tus padres se enojen porque tengamos una fiesta? —preguntó Draco, acercándose a Steffan.

Lo más seguro es que estén festejando porque el Tonto se ha ido, así que no lo sabrán hasta mañana —respondió Steffan en señas.

Sabes que tus padres nos van a matar si se enteran, ¿no? —comentó Theo.

Es probable que mi papá nos dé un sermón mientras que mi padre se quedará parado detrás de él, sonriéndonos debido a que sabrá por qué hicimos la fiesta. Papá realmente no se enojará, solo tendrá que cumplir con su deber como Jefe de Casa.

Steffan sintió que le tocaban el hombro y al girarse, vio a Severus.

Tienes razón —señaló Severus en señas—, debo cumplir con mi deber de Jefe de Casa —hizo una pausa, viendo a todos congelados en sus lugares por ser atrapados teniendo una fiesta ilegal—. Debido a que estoy aquí como tu papá y no como Jefe de Casa, no vi nada —dijo.

Todos soltaron una ovación. Tom estaba parado detrás de él, sonriendo justo como Steffan lo dijo.

—Ahora, la razón por la que vine se debe a que quería advertirles que no pasen toda la noche festejando ya que mañana tienen clases —advirtió Severus, interpretándoselo a Steffan en señas.

Todos asintieron, confirmándole que su mensaje había sido recibido. Tom y Severus salieron satisfechos de la sala común y regresaron a sus aposentos.

—Van a festejar con más ganas cuando Dumbledore sea sentenciado —afirmó Tom.

—¿Cuándo crees que inicien los juicios? —preguntó Severus.

—Dado que Dumbledore y Potter han admitido lo que hicieron, los juicios podrían tardar en comenzar unos meses. Estoy seguro de que serán investigados a fondo y todo saldrá a la luz: sus crímenes, el historial escolar de Dumbledore, la verdad sobre todos los eventos.

—¿Planeas hacerles algo en ese periodo de tiempo?

 —Tengo algunas ideas que estoy seguro de que amarás —contestó Tom.

—¿He mencionado cuánto amo tus ideas?

—Varias veces. Adoro verte y hacerte feliz.

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