
Sintió el licor quemando su garganta y el coraje legando a sus pies forzándola a caminar hasta el rubio platinado que por fin se había quedado solo en esa gala abarrotada de personas. Fingió observar la noche a su lado. El reflejo mostraba que él no la miraba, pera estaba completamente consciente de que sabía que estaba allí.
- ¿Cómo esta? – Pregunto bruscamente. No le importaban las sutilezas, y a él tampoco.
- Mejor sin su compañía, Lady Potter. – Respondió Lucius con su voz aristocrática.
- No me joda, Lord Malfoy. ¿Cómo esta él? – Demando la joven cuadrando los hombros para que su caro vestido dorado se viera casi tan elegante como el traje de tres piezas del hombre a su lado.
- En Paris, consiguiendo su maestría en pociones y siendo feliz. – Ofreció el Lord llevándose la copa a los labios.
- No puede ser feliz bajo el mandato de ese loco. – Resoplo Lily con saña.
- Claro que puede. Y ese no es el único factor de su vida que es mejor que en la escuela. – Replico el hombre.
Lily frunció los labios ante el mensaje implícito. Los diminutos armarios de escobas, los dedos finos que recorrían su pelvis y los ojos oscuros como el carbón pasaron por su memoria. Sabe que lo ha perdido por el hombre frente a ella y posiblemente muchos más.
- No diga cosas de las que no sabe nada. – Amenazo ella.
- Oh querida, créame, lo sé muy bien. Si él extraña algo de usted, no es eso. Tiene ese asunto más que cubierto. – Informo él. – Si realmente le importa una mierda, dejará de buscarlo o se pondrá a su completa disposición. Severus no se merece solo una aventura de su parte. –
El hombre le dio una última mirada y luego se fue en busca de su esposa dejando a Lily ahí, con un anillo dorado en su mano y un delgado colgante de plata escondido debajo de su vestido. Mordiéndose el labio mientras intentaba imaginar a esos ojos negros observando Paris.