TOM, f. tom riddle

Harry Potter - J. K. Rowling The Vampire Diaries (TV)
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TOM, f. tom riddle
Summary
[𝐓] En un mundo dominado por la oscuridad, Harry Potter se encuentra oculto tras la muerte de Albus Dumbledore. Sin esperanzas y desconociendo el secreto tras la inmortalidad de Lord Voldemort, un rumor se propaga entre los miembros de la Orden del Fénix. Se dice que la clave para vencer al malvado señor yace junto al cuerpo de Rebecca Rosier, una joven que amó con pasión desmedida a Tom Riddle.Esta, es su historia.

Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

𝐓𝐎𝐌

Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

Rebecca Rosier

 


『 Iɴɢʟᴀᴛᴇʀʀᴀ﹐ ₂₀₀₃ 』

Harry se llenó de aire, luchando por mantener sus piernas firmes mientras corría. El agotamiento comenzaba a apoderarse de él, una idea que le resultaba desagradable. Estaba a punto de voltear la cabeza para asegurarse de que Hermione y Ron lo seguían, pero las palabras de Hermione fueron suficientes para confirmarlo.

—¡Harry, la daga!

El chico reaccionó rápidamente y se detuvo en seco, maldiciendo internamente al ver cómo la hoja metálica rebotaba contra el suelo antes de poder tomarla. Sin dudarlo, se lanzó tras ella, sosteniéndola con temor frente a la pared de piedra.

—No hay tiempo, date prisa —le apremió Hermione en un susurro, intentando regular su respiración mientras lanzaba hechizos a su alrededor.

Harry siguió sus órdenes y alzó la daga con mano temblorosa, realizando un corte perfecto en la palma de su mano. Luego se la pasó a Ron, quien imitó su acción antes de entregársela a Hermione.

—¿Eso es todo? —jadeó Ron, haciendo una mueca de dolor ante su herida abierta. Hermione empujó con el codo la mano ensangrentada del chico hacia adelante, haciendo que la sangre de los tres gotease en el mismo lugar, formando un charco rojizo perfecto.

—No —respondió Harry, mirando repentinamente a Hermione. La joven buscó en sus bolsillos.

Un pergamino viejo y desgastado atrapó la atención de los tres. Sin dudarlo, Hermione lo acercó a sus ojos y recitó las siguientes palabras:
«Phasmatos Salves Nas Ex Malon, Terra Mora Vantis Quo Incandis, Et Vasa Quo Ero Signos.»

Un sonido escalofriante rompió el silencio absoluto de la cueva, advirtiendo que las criaturas que los perseguían se acercaban. Ron miró de soslayo y se aferró a la mano de Hermione, canalizando su poder con una concentración intensa.

La pared de piedra emitió un sonido escalofriante, como si alguien estuviese abriéndola desde el otro lado. Un temor indescriptible se apoderó de ellos mientras el espacio se revelaba lentamente, matando sus ansias mientras esperaban a que terminara de abrirse.

—Es ahora o nunca —musitó Harry, sus ojos fijos en sus amigos con determinación.

Ron tomó aire y asintió, entrelazando su mano sangrante con la de Hermione, siendo los primeros en adentrarse. Cuando Harry puso un pie en el lugar, la pared se selló a sus espaldas y una fría ventisca los envolvió de manera lúgubre.

La experiencia de los tres amigos era más que suficiente para reconocer que eso no era un buen augurio. Pero habían llegado demasiado lejos para rendirse.

Estaban cerca de la posible arma letal contra Voldemort, y Harry se encontraba agotado tanto mental como físicamente. Era demasiado para procesar. Toda la esperanza de la Orden había sido depositada en un rumor que les hizo llegar Draco Malfoy, la mano derecha de Voldemort y líder de gran parte de sus seguidores. Si esto era solo una trampa, habrían perdido por completo. Voldemort finalmente saldría victorioso.

Desde que Dumbledore había muerto aquel fatídico día, todo se había desmoronado. Absolutamente todo. Harry no lograba entender cómo el anciano pudo embarcarse en una misión suicida. ¿Por qué fue él solo a tratar de asesinar a Voldemort?

No lo admitía, pero en lo más profundo de su ser, sentía un resentimiento hacia Dumbledore por su necedad y su seguridad en que podía vencer a Voldemort. Si tan solo hubiera pedido ayuda, si tan solo hubiera advertido que iba a enfrentarlo...

Él estaría vivo. Todo sería diferente.

Habían pasado seis años desde que Dumbledore fue asesinado en este mismo lugar y Voldemort visitó Hogwarts, llevando el cuerpo sin vida del anciano como un trofeo. Cada vez que esa escena golpeaba la mente de Harry, sentía una intensa necesidad de vomitar. La impotencia que experimentaba era inimaginable, su rabia era incontenible.

La Orden actuó rápidamente y ocultó a Harry, haciendo todo lo posible para mantenerlo con vida, a pesar de que él deseaba entregarse y poner fin al infierno que vivía desde entonces. Sí, el niño que sobrevivió se había convertido en el cobarde que sobrevivió. Porque eso es lo que era: un cobarde.

Se repetía eso una y otra vez cada vez que pensaba en renunciar a la única cosa hermosa que había llegado a su vida desde entonces: Ginny. Ella era suficiente para motivarlo a seguir luchando, aunque su único papel fuera esperar en casa. Pero al menos, gracias a la influencia de su esposa, Harry pudo acompañar a sus amigos en esta misión.

Hermione alzó su varita y lanzó un hechizo para alumbrar el lugar, revelando un ambiente desgastado, lleno de telarañas, humedad y manchas de sangre. Todo era demasiado tétrico, y sus ojos reflejaban el miedo que comenzaba a apoderarse de ellos.

Hasta que una forma peculiar al final de la cueva acaparó toda su atención.

El corazón de Harry empezó a palpitar con fuerza, ya que todas las ideas negativas parecían simples exageraciones en comparación con lo que sus ojos veían en lo profundo del lugar en decadencia.

Era una tumba.

Los tres se miraron instintivamente, agarrando con firmeza sus varitas.

Harry se sentía agotado. Había perdido tanta sangre que temía que cualquier acto de magia pudiera ser la gota que colmara el vaso. Su falta de experiencia en el campo de batalla se reflejaba claramente en su estado físico. Con todas sus fuerzas concentradas en el hechizo, siguió a sus dos amigos, enfocando su magia en las palabras que recitaban con voz clara y firme.

Ni siquiera consideraron abrir la tumba manualmente, ya que estaba claro que estaba sellada con magia. Sabían que tocar un objeto cargado de magia oscura sería una imprudencia total.

Aquella caja de madera era inusualmente hermosa, llena de detalles que solo los iniciados podrían comprender. Con solo una mirada, Harry podía percibir que estaba llena de historias y emociones.

—Yo me encargo —anunció Ron, permitiendo así que Harry recobrara fuerzas.

Hermione corrió hacia él en cuanto Ron tomó el control y le ofreció un vial que llevaba consigo, obligándolo a tragar el líquido que contenía. Harry comenzó a toser violentamente, como si pequeñas partículas tóxicas fueran expulsadas de su cuerpo al sentir el brebaje recorrer su garganta. Las heridas que cubrían su cuerpo ardieron como nunca antes, revelando cortes que ni siquiera él podía reconocer. Rápidamente comprendió que las heridas se estaban curando y, poco a poco, comenzaba a recuperar energía.

—La daga estaba envenenada, como supuse —murmuró Hermione, acariciando su brazo—. Te advertí que no sería agradable.

—Es mi única esperanza, Hermione. Estoy dispuesto a correr cualquier riesgo necesario —repitió Harry las palabras en las que se aferraba desde hace días, obteniendo un pequeño movimiento de cabeza por parte de su amiga.

Ella y los demás pensaban lo mismo. Dumbledore tenía planes para Harry, pero mientras no descubrieran cuáles eran, lo mejor era mantenerlo a salvo. Hermione estaba a punto de decir algo cuando Ron los llamó en tono eufórico. Solo tuvieron que seguir su mirada para entender la razón.

La tumba estaba abierta.

Con cautela, avanzaron hacia ella, dejando que sus ojos se acostumbraran a la tenue luz que penetraba en la cueva. En el interior, vislumbraron una figura inmóvil. Una mujer hermosa yacía en el interior, su rostro tranquilo reflejaba una paz eterna. Los pómulos altos y delicados le daban un aire misterioso. Su cabello seco y sin brillo caía sobre sus hombros en rizos perfectos, como si hubiera sido colocada allí solo segundos antes, pero su piel pálida dejaba claro que eso era imposible. Su conservación era inexplicable.

Su presencia tenía un magnetismo irresistible, estaba envuelta en una nebulosa de intriga y fascinación. Su sola existencia desafiaba las leyes de la vida y la muerte.

—Hermione...

—Fue disecada —susurró la muchacha, con voz entrecortada, mientras sus dedos se deslizaban con cautela sobre el cuerpo inerte.

La piel de la mujer exhibía una palidez sobrecogedora, acentuando las venas en un macabro relieve. En ese instante, a Harry se le ocurrieron incontables escenarios en los que pudo haber encontrado su trágico destino. Quizás su muerte no fue tan pacífica como todos creyeron.

—¿Y ahora qué debemos hacer con esto? —inquirió Harry, su mente llenándose de confusión y desesperación.

—Tenemos que buscar, no podemos permitirnos abandonar ahora —respondió Hermione, acariciando los alrededores del cuerpo con impaciencia, elevando su brazo con delicadeza y sumergiendo su mano en un intento por hallar alguna pista. A Harry le sorprendió la falta de rigidez en el brazo, cuestionando si Hermione carecía de respeto o simplemente sabía algo que ellos ignoraban.

Harry y Ron se unieron enseguida, rastreando meticulosamente cada rincón de la tumba, escudriñando entre las ropas y los cabellos...

Pero no encontraron absolutamente nada.

La sangre de sus heridas manchó el cuerpo sin vida, transformándolo en una impactante escena de un asesinato cruel y sin remordimientos.

Harry soltó un bufido de frustración y se alejó unos pasos, conteniendo a duras penas las lágrimas que amenazaban con brotar. Habían fracasado.

No había un arma. Todo había sido una farsa.

El deseo de desaparecer se apoderó de él, una oscura sombra de desesperanza envolvió su ser. Odiaba que nada hubiera salido bien, que todos los sacrificios y esfuerzos realizados hasta el momento se vieran en vano. Y también quería golpear a Malfoy. ¿Cómo pudo caer tan ingenuamente en la trampa urdida por su propio padre? Habían depositado su confianza en él como último recurso, a pesar de sus diferencias, y Draco Malfoy se había convertido en el doble espía de la Orden.

Pero tal vez, en medio de su dolor y decepción, Harry solo buscaba a quién culpar. Era su primera misión y había fracasado estrepitosamente. La responsabilidad recaía exclusivamente en sus hombros. Si hubiera permitido que los demás llevaran a cabo el trabajo como siempre lo hacían, quizás no se sentiría tan abatido.

—Harry, cálmate —pidió Hermione, rodeando a su amigo con los brazos y ofreciéndole consuelo en un abrazo—. Encontraremos una solución, buscaremos otro camino.

—¡No hay nada más que podamos hacer, Hermione! ¡Míranos! —replicó con la voz quebrada—. No puedo ayudarlos en absoluto, solo fui un estúpido por creer las palabras de Malfoy —soltó una risa amarga.

—No debemos perder la esperanza.

Harry dejó escapar un sollozo desgarrador, mordiéndose el labio con tanta fuerza que percibió el sabor metálico de la sangre inundando su boca. Pero cuando su mirada se volvió hacia la tumba, una escena peculiar atrajo su atención.

—¿Qué estás haciendo? —se separó de Hermione y se acercó a su amigo con el ceño fruncido.

Ron había vuelto a abrir la herida en su palma, y gotas de sangre caían sobre los labios de la mujer. Harry estaba tan absorto en llamar la atención de Ron que no se percató de lo que estaba sucediendo en realidad.

—¡Observa su piel! —le dijo Ron, con cansancio evidente en su voz.

Los alrededores de los labios de la mujer comenzaron a cambiar, abandonando el gris de su piel para dar paso a colores más vibrantes. La sangre de Ron parecía tener un efecto sobre ella, extendiéndose lentamente por su rostro, aunque su apariencia no era del todo natural.

—Permíteme, te estás desangrando —dijo Hermione, apartándolo suavemente y tomando su varita para abrir nuevamente la herida en su palma, provocando que la sangre volviera a fluir y caer sobre los labios de la mujer.

—¿Es posible que...?

—Draco mencionó que ella conocía los planes de Voldemort, pero ya sabemos cómo terminó eso —respondió Hermione, concentrada en su tarea.

Las venas marcadas en todo el cuerpo de la mujer comenzaron a suavizarse y tomar el aspecto normal de la anatomía humana. El tono grisáceo que cubría su piel se desvaneció casi por completo, revelando una tez más viva y saludable.

—Dios mío —jadeó Ron, alarmado—, Harry, deberías...

—Sí, por supuesto —asintió Harry. Hermione se apartó y tomó la mano de Harry, volviendo a abrir la herida en su palma.

Al gotear su sangre sobre los labios de la mujer, su piel dejó de tener un aspecto pálido. Parecía que la sangre volvía a fluir por su sistema, y cada vez lucía más viva.

Aparentemente, ella no estaba muerta.

—¿Y si ella es...?

—¿El arma? Lo descubriremos.

Habían transcurrido varias agotadoras horas desde que Harry, Ron y Hermione regresaron a la residencia que compartían con los miembros de la Orden. La misión había sido desalentadora y el resultado no era el que esperaban, pero no regresaron con las manos vacías. A medida que cerraban la puerta detrás de ellos, el peso de la decepción se hacía más evidente en sus rostros cansados.

El cuerpo de la mujer yacía en una habitación apartada, ubicada en el búnker subterráneo de máxima seguridad. La estancia estaba vigilada por miembros de la Orden, quienes se aseguraban de que nadie pudiera acceder sin autorización. La mujer, convertida en un misterio inquietante, descansaba en un letargo desconcertante. Su presencia generaba un aura de intriga y suspense que parecía envolver todo el ambiente.

—¿Ya ha despertado? —preguntó Harry a Hermione, con la esperanza de que hubiera habido algún cambio en la misteriosa mujer.

—Está en estado de shock. Casi atacó a Remus cuando intentamos acercarnos a ella —respondió Hermione, con una mezcla de preocupación y desconcierto en su voz—. No quiere hablar con nadie. Pensamos que tal vez nosotros...

Antes de que Hermione pudiera terminar su frase, Remus intervino con seriedad en su tono de voz.

—No permitiré que nadie entre en esa habitación hasta que descubramos qué es lo que realmente está sucediendo —advirtió Remus, mostrando una determinación férrea en su mirada.

Harry y Hermione asintieron en silencio, comprendiendo la importancia de mantener a salvo a la misteriosa mujer y a ellos mismos.

—¿A qué te refieres, Remus? ¿Qué crees que pueda ser ella? —preguntó Harry, ansioso por entender la situación en la que se encontraban.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, revelando a un grupo de miembros del departamento de Seguridad y Control que salían de la estancia, seguidos de cerca por algunos generales. Tonks, con una expresión desconcertada en su rostro, dejó caer al suelo las almohadillas protectoras que cubrían sus brazos, como si la tensión del momento hubiera afectado su coordinación.

—Ha intentado mordernos a todos. Es veloz y ágil, lo que dificulta acercarse a ella —informó Remus, acercándose rápidamente a su esposa para asegurarse de que se encontrara bien—. ¿Cómo estás, Tonks?

—Estoy bien, gracias —respondió Tonks, acercándose a Remus y depositando un pequeño beso en sus labios.

—¿Cometimos un error al revivirla? —preguntó Harry, sintiéndose avergonzado.

—¡De ninguna manera! —sonrió Tonks, negando con la cabeza—. Todo esto es muy sospechoso, pero creo que tendremos suerte esta vez.

Harry estaba a punto de decir algo cuando unos golpes en la puerta interrumpieron la conversación. Luna Lovegood, con su característica mirada soñadora y un aire de intriga en su rostro, ingresó en la estancia sosteniendo en sus brazos una pila de hojas cuidadosamente recopiladas.

—He convocado a Snape, pero aún no he recibido respuesta del Ministerio —comunicó Luna con una expresión de fastidio en su rostro—. Los resultados de los análisis son desconcertantes, no comprendemos nada por el momento, pero estamos trabajando en ello.

—¿No estaba Draco disponible? —preguntó Hermione, mientras tomaba los informes de sangre que Luna había traído.

—Según Tori, no lo estaba. Al parecer, Voldemort ha organizado un tercer ataque y ellos están en medio de una celebración en estos momentos —suspiró Luna, mostrando una mirada comprensiva hacia Hermione—. Me pondré en contacto con él en cuanto sea posible.

—Muy bien, gracias Luna —respondió Hermione con una sonrisa débil.

Después de un rato, Luna salió de la habitación, concluyendo la información que había traído hasta el momento. Harry notó la ansiedad en los ojos de Hermione a medida que pasaban los minutos. Era evidente que deseaba interrogar a la mujer, ya que representaba un enigma sin resolver. Recordó los tiempos de escuela, cuando su amiga solía sumergirse en la biblioteca durante horas para llevar a cabo investigaciones por su cuenta. Hermione no solía compartir información hasta estar completamente segura de sus descubrimientos. Sin embargo, en esta ocasión parecía dispuesta a correr riesgos.

—Remus —llamó Hermione al hombre, quien se volteó hacia ella al escuchar su voz—, por favor, confía en mí —suplicó, mostrando su determinación—. He demostrado ser capaz de enfrentar cualquier situación. Puedo manejar esto, solo te pido que me permitas entrar...

La vergüenza por haberse equivocado ya no era un obstáculo en tiempos de guerra; una simple teoría podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Hermione había optado por el único recurso disponible y lo entendía perfectamente. Todo estaba en juego.

—Por favor... —suplicó una vez más.

Un silencio tenso se apoderó de la habitación mientras todos se miraban pensativos, con los ojos brillando de ansias por obtener respuestas.

—Está bien, pero irás con un equipo más numeroso que la vez anterior —concedió Lupin con un deje de amargura, haciendo una señal a los subordinados que los rodeaban. El lugar se puso en movimiento rápidamente, dejando a Harry casi desconcertado por la eficiencia con la que actuaban.

—Voy a buscar a Ron —murmuró Hermione, dirigiéndose hacia donde se encontraba Tonks.

Harry dejó escapar un suspiro agotado y se dejó caer en la pequeña silla, despejando su frente con una brusca sacudida de cabello. La frustración lo invadía por completo. Sabía que todo podía salir mal en un instante, y la incertidumbre de si la mujer se negaría a hablar era un peso abrumador sobre sus hombros.

La presencia de ella en aquel lugar significaba meses enteros de arduo trabajo y dedicación. El recinto estaba abarrotado, cada rincón ocupado por la actividad febril de los diversos grupos que conformaban la entidad que habían construido a lo largo de los años. Cada uno tenía sus responsabilidades y roles específicos. Ahora, se encontraban investigando en la oscuridad, sin tener aún nada concreto en sus manos.

Harry podía vislumbrar un futuro incierto y enigmático, extendiéndose ante él como una tela de araña tejida con intriga y misterio. Sentía una impotencia inexplicable al pensar en los meses, o incluso años, que aún tendría que pasar oculto, alejado de una vida normal. Su existencia estaba destinada a ser anormal, marcada por la presencia continua de Voldemort.

La vuelta de Hermione y Ron fue rápida, seguidos de cerca por Moody, Tonks y Luna. Con ellos, llegaba un equipo formidable, los mejores magos y brujas dispuestos a enfrentar lo que estaba por venir.

—Deja que los muchachos entren —dijo Moody con un gesto de cabeza, señalando a Harry, Ron y Hermione.

Pero Remus negó con vehemencia, sacudiendo la cabeza en un gesto de negación.
La rabia lo inundaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. El papel de Harry en la Orden del Fénix no había sido más que permanecer recluido o rodeado por el grupo más fuerte y hábil, evitando cualquier descuido que pudiera ponerlo en peligro. Aunque participó en algunas batallas, lo había hecho solo cuando no tenía más opción.

Ron y Hermione tenían misiones constantes, al igual que Ginny. Fue por cuestiones de salud y una gran dosis de suerte que Harry pudo salir de la residencia aquel día, aprovechando la oportunidad que surgió cuando Ginny se sintió indispuesta.

—Yo quiero hacerlo, Remus —pidió Harry, acercándose al hombre con determinación—. No pueden mantenerme encerrado todo el tiempo.

Remus intentó argumentar, tratando de hacerle entender las razones detrás de su negativa, pero Harry lo interrumpió con vehemencia.

—¡Ya no soy un niño, Remus! ¡Maldición, me casé hace apenas un mes! Puedo cuidarme por mí mismo, no soy indefenso. ¿Acaso sabes lo frustrante que es tener que permanecer encerrado mientras veo cómo ustedes se arriesgan diariamente por mí? ¡Yo también quiero luchar!

Remus apretó los labios, clavando su mirada con firmeza en Harry, pero este no retrocedió.

—Dumbledore actuó por su cuenta en muchas ocasiones, así que no intentes usarlo en mi contra cuando yo lamento su muerte a diario —lo interrumpió con decisión—. Sé cuántas personas han perdido la vida por mi causa, Remus, no necesito que me lo recuerdes.

A regañadientes, Remus no tuvo más opción que aceptar. Sin embargo, su descontento era evidente. La votación en grupo a la que Harry los obligó dejaba un sabor amargo de incertidumbre y desconfianza en el aire cargado de intriga y misterio.

Finalmente, cargando con su equipamiento para misiones de este tipo, el grupo se dirigió hacia la habitación donde la misteriosa mujer se encontraba sentada de espaldas en su cama. Una sensación de intriga los invadía mientras observaban su figura serena y tranquila. Harry no lograba comprender por qué se había afirmado que ella intentó atacarlos o morderlos.

—Queremos hablar contigo —dijo Hermione, dando unos pasos cautelosos hacia ella—. No pretendemos hacerte daño.

La mujer giró su rostro lentamente, lanzando una mirada desconfiada que hablaba por sí sola.

—Sé que has pasado mucho tiempo en la oscuridad —continuó Hermione. La mujer la observaba con ojos hambrientos, pero no pronunciaba palabra alguna—. Te prometo que nada malo te sucederá.

—Eso mismo dijo él.

—No somos como él —respondió Hermione, acercándose un poco más—. Estás a salvo con nosotros.

La mujer esbozó una sonrisa burlona y soltó unas palabras con sarcasmo en su tono de voz.

—Lo sé, pero ustedes no lo están —sus palabras fueron una advertencia llena de amenaza—. Así que te sugiero que retrocedas si no quieres que arranque ese precioso cuello tuyo, o tal vez el de ese pelirrojo. Detesto el color rojo, ¿lo sabías? Qué ironía.

Hermione soltó una risa suave y lanzó una mirada a Ron, acariciando su brazo antes de tomar una silla y arrastrarla frente a la mujer, asegurándose de producir un desagradable sonido con las patas que perturbó aún más a la misteriosa figura.

—No quieres enfadarme —advirtió Hermione, riendo vacíamente ante su propia valentía. Probablemente nadie amenazaba a Ron delante de ella y salía ileso.

La mujer la observó con interés por primera vez, girando completamente hacia ella. Su aspecto era notablemente diferente, y nuevamente Harry se preguntaba cómo alguien tan hermosa podía inspirar tanto temor o incluso ser el arma secreta que necesitaban para derrotar a Voldemort. Pero había aprendido a no dejarse engañar por las apariencias a lo largo de los años.

Ella podía tener el rostro de un ángel, pero fácilmente se revelaba como el mismísimo diablo encarnado.

—No querrás enfurecerme —susurró con peligrosidad—. Así que te lo digo una vez más, lárgate de aquí si no quieres que utilice la maldita sangre de tu novio y la tuya para pintar este lugar de rojo. ¡No! ¿Sabes qué? Sería mejor que vieras con tus propios ojos, quizás así enloquecerías y me suplicarías que te utilice. ¡Pero! Como soy tan piadosa, nunca haría algo tan horrendo. Te perdonaría tu patética vida humana y te dejaría soñar noche tras noche con los horrores que infligí sobre él.

La mirada de la mujer expresaba tantas cosas, pero no para Hermione, quien soltó una estruendosa risa. De alguna manera, parecía encontrarlo gracioso.

—¿Cuánto daño te causó Tom? —preguntó en un tono desafiante—. Atrévete a ponerle dedo a mi esposo sin que te arranque la cabeza en el intento.

Su rostro era diferente, al igual que la mirada en sus ojos. No quedaba rastro de la niña que Harry solía conocer. Era valiente, eso seguro, pero ahora también era audaz. No le temía a nada, ni siquiera al fracaso. Había presenciado cómo ella se levantaba una y otra vez de las cenizas, regresando cada vez más fuerte. Hermione se había vuelto indestructible, pero su punto débil seguía siendo Ron Weasley.

Era evidente que ninguno de ellos seguía siendo el mismo que a los quince años. Habían cambiado tanto a lo largo de los años. La guerra te transforma. Luchar por sobrevivir y proteger a quienes amas es suficiente para convertirte en algo distinto a lo que eras. Harry había visto cómo Hermione torturaba a mortífagos, pasando días sin ver la luz del sol mientras exprimía sus mentes de la forma más retorcida y cruel posible.

Literalmente, exprimía sus mentes.

—¿Qué es lo que quieres saber, pequeña? —sonrió de lado, recostándose sobre sus codos y mostrando un peligroso interés hacia Hermione.

—¿Qué sabes sobre Voldemort... Tom Riddle? —hizo una pausa, dejando que sus palabras se hundieran en el aire cargado de misterio y expectación.

Su intensa mirada cambió lentamente, sus ojos entrecerrados revelaban un atisbo de dolor, en contraste con la altivez que solía exhibir.

—No tengo intención de impartir una conferencia, si eso es lo que esperan —señaló al resto del grupo con la mirada—. Puedes quedarte y escucharme, pero ellos no.

Harry suspiró y miró fijamente a Ron, quien tampoco parecía convencido de dejarlas solas.

—Voldemort asesinó a mis padres y a personas inocentes —declaró el joven—. Ahora viene por mí.

La mujer soltó una risa hueca, elevando la mirada hacia Harry. Fue una mirada distinta, como si con eso bastara para comprender el dolor del muchacho sin necesidad de palabras.

—Voldemort también mató a mis padres —respondió ella, esbozando una sonrisa siniestra—. Y a mí.

Un aire peligroso invadió la habitación, provocando un cambio en el semblante de Harry. ¿Cómo podía hablar de la muerte de sus padres con tanta serenidad? Incluso parecía disfrutarlo.

—¿Por qué? ¿Por qué te hizo eso? —preguntó Hermione, intentando mostrar comprensión.

—Porque lo amé y le fui leal como nadie más —respondió ella con dureza.

Harry había presenciado tantas emociones en sus ojos: desde la arrogancia inicial hasta el dolor y la pena. Sin embargo, la ira que ahora brillaba en sus ojos era distinta a cualquier otra. Estaba furiosa, y por un momento, Harry sintió miedo ante la idea de esa mujer sedienta de venganza.

¿Qué podría temer Voldemort tanto como para mantenerla cautiva en ese infierno disfrazado de cueva? Era algo que nunca había considerado, y todo parecía confuso.

Voldemort no parecía temer a nada ni a nadie, excepto a su propia muerte. Siguiendo su propia ley, entonces, ¿por qué tendría a esa mujer en la oscuridad?

—¿Quieren escuchar mi versión de la historia? —repuso, cediendo ante la mirada inquisitiva de Hermione— Muy bien, se las contaré.