
El primer encuentro
Las nubes que son de un color cenizo, flotan con una velocidad hipnotizante sobre las copas oscuras de los árboles. No debería estar ahí a esa hora, pero es más bonito observar el cielo iluminado por la luna en lo que las estrellas acompañan a las nubes en una obra de teatro protagonizada por diferentes personajes y criaturas. Es perfecta la forma esponjosa, donde -según Luna- las hadas viven y se la pasan revoloteando.
Harry deja salir un suspiro, el suelo no es el mejor soporte de todos, pero la frescura que siente a través de la manta de cuadros es perfecta. No está muy lejos de su casa y además, tiene a su gato con él como fiel compañero. En lo que Chuzu caza alguna polilla, él disfruta de los paisajes nocturnos. Molly siempre le dice que pescará un resfriado, y como vive solo, nadie estará ahí para alcanzarle un tazón de sopa caliente. Andrómeda también se lo dijo una vez, ya luego no se preocupó porque sabe que hay medicamentos tanto muggles como mágicos.
Escucha un grillo cerca de él. Mueve la cabeza para buscarlo, pero se topa con el trasero peludo de Chuzu mientras el gato juguetea con un cucaracha. Está feliz de poder vivir en un lugar donde los vecinos viven algo distanciados, hay árboles muy frondosos donde a Hermione le gusta realizar picnics, o buenos claros donde a los Weasley les encanta realizar partidos de Quidditch. Recuerda que tiene un boleto en el bolsillo de su pantalón que Ginny le dio para su próximo partido. El papelito dice:
Arpías de Holyhead vs Wigtown Wanderers
Domingo 10:00 am
Palco premium
Asiento 23
Es lindo ver que el esfuerzo de Ginny se vea reflejado como para ser una jugadora de renombre, además de tener un lugar en el equipo nacional. Las finales siempre son las mejores, y aunque casi no asiste a todos los partidos, Ginny nunca olvida su invitación. La única que estuvo molesta cuando rompieron fue Hermione, de ahí en más, incluso Andrómeda se mostraba más feliz cuando iba él solo a visitar a su ahijado.
Piensa en el regalo de Teddy. En unos meses cumple seis años, y tiene que buscarle algo que sea: adecuado para un niño a la vez que tiene que ser divertido. Pero todo lo divertido siempre es peligroso, como las gomas de mascar mascamiente que George elaboró con Ron, o los mini fuegos pirotécnicos, también el trompo danzarín. Bueno, ese es uno de los favoritos de Harry. Le divierte cuando George lo activa cada vez que Molly lo persigue para jalarle la oreja. A pesar de ello, varios adultos frecuentan la tienda para buscar alguna chuchería para molestar a alguien más. La marca que los gemelos fundaron cada vez se hace más conocida, incluso apareció en: Lugares que debes visitar de Inglaterra.
Se pregunta si llenó el estanque de los patos. Esta mañana lo estaba limpiando cuando Luna llegó a su casa para preguntarle si algo había aparecido alrededor del bosque.
—¿Algo como qué? —le preguntó.
—No lo sé, sólo lo presiento —le dijo, con su cabello sujetado por varias ramitas.
Al final, nada apreció. Quizá haya sido otro de los sueños que Luna tiene, como la vez que le dijo que su ciervo estaba muy solo, pero su compañero no sería una cierva. Y que siempre le deja crema para quemaduras cada vez que lo visita. Ya tiene un espacio lleno de botecitos en un mueble cerca de la cocina. Observa una nube con forma de sapo, luego, se transforma a un caldero. Busca a su mascota alrededor, y la encuentra trepando un árbol.
Vuelve a recostar la cabeza y cierra sus ojos, respirando el aire helado de la noche. Una enorme luz verde traspasa como sombra en sus párpados, y al abrirlos, logra ver como un enorme bulto cae a sus espaldas, creando un gran estruendo que lo hace levantarse. Agarra su varita en lo que ve nubes de vapor alzarse justo donde cayó el bulto anterior. No se había dado cuenta que estaba asustado hasta que percibió su respiración temblorosa. Busca a su gato, pero no hay señal del felino por ninguna parte. Se pone de pie, camina a pasos silenciosos sin darle importancia a lo heladas que siente las piernas.
Atravesar un barrera de arbustos lo pone más nervioso de lo que esperaba. En cada topón que se da con las ramitas, da un brinquito asustado. Mueve su cabeza por todas partes, buscando algo que se vea peligroso. Ni siquiera crea un lumos para no atraer la atención. Los árboles están destruidos, y el bulto parece respirar con rapidez, como si hubiera huido de algo. Con demasiada precaución, se va acercando hasta que puede encontrarle sentido a lo que ve.
Un dragón.
El vapor va saliendo de sus escamas oscuras, y sus alas están desplegadas, mostrando las heridas que rompen su piel.
Harry da un paso para acercarse, pero en mala suerte, quiebra un ramita seca que atrae la atención del dragón. Sus ojos son rojos, de advertencia. Brillan con furia en lo que determinan su próximo movimiento. Harry está congelado, no sabe si moverse o quedarse así hasta que el dragón pestañee y pueda aparecerse. El rojo se enfoca por un segundo en su varita y si ya estaba molesto, puede ver como sus ojos se hacen de un color granate en lo que sus escamas se erizan.
Harry empieza a bajar la varita, pero el dragón no deja su posición. Luna le ha enseñado que a las criaturas así de molestas es mejor demostrar que no se les hará ningún daño, el dragón está herido y por eso es así de arisco. Deja la varita en el bolsillo de su pantalón, alza sus manos sin quitarle la vista de encima. El dragón no deja de verlo, listo para atacarlo por un mal movimiento.
Harry vuelve a quebrar otra ramita y la advertencia le cae como una bola de fuego que hace que de diez pasos atrás. Las escamas del dragón aletean irritadas, y un gruñido espeso ahuyenta hasta al más pequeño cochinillo. Sólo Harry se queda quieto en su posición, respirando nervioso ante su ataque. El animal está herido, lo puede ver en sus alas cortadas y en como hay parte de su piel sin sus escamas filosas. Harry decide sentarse de manera muy lenta, temblando por el miedo a que el dragón vuelva a atacarlo. Espera por diez minutos para volver a dar el segundo intento. El dragón se alerta, realzando sus escamas oscuras.
Harry alza sus manos para mostrarle que va desarmado. Esta vez, puede acercarse más. De reojo se da cuenta que el ataque del dragón se cristalizó, dejando una enorme roca que brilla por la luz que choca contra ella. Da dos pasos más, soportando el vapor que libera el dragón para alejarlo.
—Déjame —se da cuenta que su voz es muy débil, así que toma un poco más de volumen—... Déjame ayudarte, estás herido.
No sabe si el animal logra entenderle, pero lo que sí, es que no puede dejarlo así de herido. Parte de su sangre ya manchó el césped del bosque, mezclándose con el rocío que cayó por el sereno nocturno. Logra ver como los ojos del dragón se desvían a su ala derecha, que tiene un corte profundo que atraviesa la parte más delicada de su ala.
—Por favor, estás muy herido —tiene más preguntas para el animal, pero vuelve a que no sabe si el dragón le entiende.
Se acerca un poco más, extendiendo una mano para tocar la piel rígida del animal, que a pesar de no moverse, respira muy rápido, como si estuviera nervioso. Harry logra tocarle con un dedo parte de una escama. El dragón se molesta y libera una enorme nube de vapor. A pesar del alejamiento, Harry se ríe, entretenido de como el vapor se pega a su piel helada. Cuando se da cuenta de que hay una herida en una pata del dragón, cerca de donde él está, saca su varita por acto de reflejo. El dragón expande sus escamas, y el grito de Harry acompaña el lanzamiento que da para enviar lejos su varita.
—¡Ya está! ¡Ya está! No me quemes —le pide con la voz temblorosa.
El dragón se ve más peligroso a esa distancia. Ni siquiera se dio cuenta que estaba tan cerca del animal. Sus escamas no bajan hasta que determina que la varita ya no está cerca de Harry.
—¿Ves? No te haré daño —dice, de una manera suave que sigue siendo audible para el dragón—. ¿Tú me entiendes? —los había visto de lejos, pero ahora, con la cercanía que tienen, puede ver que en sus ojos hay cansancio, y mucho miedo. La conexión se rompe por un movimiento nervioso del dragón, que se remueve en busca de una salida. Harry alza sus manos—. No, no te muevas, te puedes lastimar —le ruega, no quiere que sus heridas se hagan más grandes y que por eso ya no le pueda ayudar. Él no es magizóologo, y algunos profesionales ni siquiera saben cómo tratar a un dragón.
La respiración del dragón se ve interrumpida por los gruñidos de dolor. El dragón cae al suelo, levantando la tierra suelta que hay esparcida. Ya no posee fuerza para alzarse en sus patas lastimadas. Harry no sabe qué hacer, su mente está muy alborotada por el miedo a que el dragón ya no pueda levantarse más. La criatura rechaza la presencia de su varita, pero es lo único que podría ayudarlo. No es hasta que recuerda un hechizo para el dolor que Molly le enseñó para cuando el pequeño Teddy se lastimara.
Frota sus manos y una luz blanca se expande por sus palmas. Su magia es fuerte, y confía en ella para que logre cubrir hasta la escama más pequeña del dragón. Sin importarle que la criatura se enoje, crea un contacto con sus manos y su piel rígida, concentrando su magia para que se expanda por todo el cuerpo mallugado. Como una luz interior, su magia va iluminando por debajo de las escamas, recorriendo hasta que Harry no la puede ver más. El dragón resopla, como agradeciendo por un momento sin dolor. Quiere dar un brinco de la alegría, pero eso sería romper el contacto y prefiere dejar que su felicidad fluya por medio de una sonrisa.
El dragón se queda quieto y Harry ya no tiene ideas para sanarlo. Se quita el suéter que lleva, y lo transforma a una enorme manta. Tiene seguridad en su habilidad de magia sin varita y la envía hacia arriba, esperando que la manta logre cubrir el cuerpo del dragón. Se aleja un poco, a paso lento para no despertarlo. Aún así, el dragón sigue respirando con dificultad.
No piensa dejarlo ahí herido, así que corre a donde estaba antes y agarra su manta. Da unas miradas en busca de su gato, pero no lo encuentra cerca. Se regresa corriendo otra vez, esperando que el dragón no le haga mala cara cuando lo presienta. Lo halla dormido, así que despliega su manta cerca de la criatura y se acuesta, esperando a no ser la merienda de media noche. No es que logre dormir bien, pasa despertándose de golpe cuando sus sueños le susurran que está al lado de un dragón. La noche pasa, con el sonido de los grillos y el movimiento de las nubes. Por momentos piensa que la criatura se murió, pero al ver el movimiento leve de su estómago se relaja y vuelve a cabecear sobre su manta.
Un barrido enorme lo despierta. Mira alrededor, detallando el cielo que empieza a tomar un color dorado, donde las nubes dejan su color cenizo y comienzan a ser de un blanco dulce. Siente el cuerpo frío, y le duele el cuello por la posición que tiene. Por error, se mueve con brusquedad cuando escucha un deslice de tierra. El tirón que da su cuello lo hace gemir de dolor, se lleva una mano a la zona adolorida para detener los pinchazos que siente. Con mucho cuidado, intenta descifrar la razón de su paradero. Se siente perdido, con su piel igual de fría que un pescado. Parpadea para aclarar su vista y cuando escucha otro deslizamiento de tierra, las imágenes de hace unas horas le golpean la cabeza.
No se había dado cuenta que el dragón ya no está a su lado, y en su mente se crea la idea de que esos deslizamientos son cazadores que están arrastrando el cuerpo del dragón. Se levanta de golpe, atrae su varita y se guía por el sonido para buscarlo. Corriendo bajo los árboles que forman un techo boscoso, un deslizamiento vuelve a escucharse y se dirige hacia allí, sólo espera no caer en alguna trampa o algún hoyo del bosque.
Encuentra al dragón, que seguramente se arrastró hacia ese río. El ruido era porque el dragón se estaba arrastrando para lograr acercarse al agua, y por sus alas y patas heridas se le hizo muy difícil, así que tuvo que deslizarse. Corre hasta el borde, sujetándose de un árbol cuando ve al dragón remojar sus patas en el agua. Harry se regaña mentalmente por no haber pensado en eso. Si le hubiera llevado agua, la pobre criatura no habría tenido la necesidad de moverse. Copiando la acción, baja hasta la orilla del río para ayudar al dragón.
El dragón se sorprende, afilando sus escamas y tintando sus ojos de rojo. Harry alza sus manos para mostrar que no va armado, aunque lleve su varita en el bolsillo de su pantalón.
—Soy yo, soy yo —dice apresuradamente. El dragón retrocede, entrecerrando sus ojos—. ¿Quieres que te ayude? —el dragón se agacha hasta que su escamosa panza logra tocar el agua.
Su respuesta es un resoplido.
—¿Eso es un sí? —Harry sacrifica sus zapatos al adentrarse al agua para ponerse al frente del dragón—. ¿Puedo sacar mi varita? —los ojos rojizos frente a él se entrecierra todavía más—. No te haré daño, lo prometo.
Otro resoplido.
Harry toma esa respuesta como un sí, y con su varita guía pequeñas corrientes de agua hacia el lomo y las alas del dragón. La satisfacción cubre la expresión de la criatura, que disfruta de la frescura del agua cubriendo su piel rígida. Absorbido por la sensación, abre sus alas para moverlas. El agua choca con su movimiento y de ello, las gotas de agua se quedan flotando a su alrededor. Harry deja de cubrirlo con agua por quedarse encantado con las gotas de agua que brillan gracias a los rayos del sol. El dragón se da cuenta, y de golpe, regresa a su posición de panza sumergida y pliega sus alas.
El agua deja de flotar porque el dragón suprime su magia, provocando que el líquido caiga en forma de lluvia, empapando a Harry. La risa que brota de sus labios es por lo adorable que a Harry le parece la magia de la criatura. El dragón gruñe bajito, hundiéndose más en el río.
—Iré a buscarte algo de comer. ¿Alguna preferencia? —el dragón se da la vuelta y de un coletazo, levanta el agua para cubrir a Harry—. ¡Oye! ¡Si me llego a resfriar, tú pagarás las consecuencias! —dándole la espalda, el dragón coletea de nuevo y vuelve a empapar al pobre Harry.
Harry escupe el agua, determinando que esa criatura tiene su carácter. Avanza hasta la orilla, sacudiendo el agua con su mejor esfuerzo. Sus hechizos de secado no siempre son muy buenos. Se aparece en la sala de su casa, se quita los zapatos y el pantalón, enviándolos a la cesta de ropa sucia. Se apunta que tiene que ir a comprar jabón para lavar su ropa. Espera encontrar el que tiene olor a frutos rojos.
Se dirige a la cocina en ropa interior, pensando en lo que un dragón puede comer. Tiene jamón, fruta y bastante queso que hizo junto con los Weasley. Puede que no sea lo favorito, pero ya irá descubriendo los gustos de la criatura. Tal vez si agranda la comida puede que sea más sustancioso. Reúne todo en una canasta que nunca le devolvió a Hermione, lo tapa con una manta y antes de que pueda subir a su habitación para cambiarse, alguien toca la puerta de su casa. Busca su varita, puede que sean los cazadores que atacaron al dragón y ahora anden buscando a su presa.
Se acerca despacio, viendo si las sombras que se pueden distinguir detrás del cristal revelan si es un grupo, pero sólo se ve una cabeza. Aún así, no rechaza la idea de que estén ocultos bajo una capa de invisibilidad. Mantiene un agarre firme en su varita, y abre con mucho cuidado.
El rostro pacífico de Luna lo saluda, mientras que ella busca a su alrededor.
—¿Lo encontraste? —Harry se recuesta en su puerta, dejando que la tranquilidad lo inunde de verse ayudado por Luna.