
Cuando todos regresan, y lo que conlleva
❛La seguridad no es constante. Estate siempre alerta.❜
Desde un inicio Harry Potter sabía que los nuevos cambios serían un tópico bastante frecuente con respecto a los rumores que, inevitablemente, se esparcían por los pasillos del colegio. Se intentó preparar para eso, de verdad lo hizo, pero eso no evitó que cada vez que alguno de sus compañeros de clase le preguntaban si era verdad, algunos con algo de hostilidad en cubierto, se cansara de tener que dar una explicación.
Fue tal la situación que decidió evadir a ese tipo de compañeros, una tarea que, gracias a experiencias pasadas, no se le complicaba mucho. Era tan simple como despertarse temprano para salir de los dormitorios sin que nadie se diera cuenta, y pasar desapercibido con la ayuda de su capa de invisibilidad. De los pocos que notaron algo, ninguno le reprochó nada.
La mayoría de las clases iban como siempre, con Hermione insistiendo que Ron hiciera algo con su vida, con Ron reprochándole todo a la chica, y en medio estaba Harry, intentando evitar que se pelearan como perros y gatos.
El cambio con respecto a la clase de pociones fue completamente notorio, incluso algunos Slytherin estaban algo desorientados con la nueva forma que Severus Snape tenía de tratar a Harry Potter.
Neville, quien había sido uno de los más sorprendidos, sobre todo al no recibir ni un solo grito por parte del profesor, aprovechó el momento en el que Ron y Hermione terminaban de recoger para hablar con Harry en la salida. El chico, al escuchar la noticia, se sintió feliz y tranquilo al mismo tiempo, pensando que ese ‘nuevo’ Snape dejaría de humillarlo tanto en clases.
— Me alegra que todo vaya mejor, Har.— El nombrado no podía evitar contagiarse de la felicidad que Neville transmitía, sonriendo ampliamente. La conversación terminó poco después cuando Hermione y Ron regresaron, este último pidiendo ir ya a almorzar al Gran Comedor.
El resto del día lo pasaron principalmente haciendo un par de ensayos que les mandaron por la mañana, los tres juntos en el relajante ambiente de la biblioteca.
Un poco antes de prepararse para regresar a los dormitorios, Draco entró en la biblioteca, y con paso decidido se acercó al trío. Se colocó enfrente de la mesa que ocupaban, y con brazos cruzados saludó cordialmente a los tres. Las miradas aún algo resentidas entre el rubio y Ron tampoco faltaron. El ambiente ya un poco tenso se rompió gracias a un “Ya basta” por parte de Hermione.
Draco carraspeó, y con la cabeza alta, miró a Harry y le preguntó:— ¿Terminaste?— Harry asintió, terminando de guardar unos pergaminos en su mochila.
— Nos vemos después, chicos.— Se despidió Harry, levantándose de la silla. Notó como Ron iba a replicar, pero fue parado por la chica. Una vez Draco vio que su amigo terminó de despedirse, agarró su brazo y lo dirigió a la salida.— No es que no me agrada pasar tiempo contigo pero, ¿puedo saber al menos a dónde nos dirigimos?
— Tú quisistes que me ‘reconciliara’ con los otros gryffindors que consideras amigos, ahora es mi turno, así que vamos a mi sala común.— El primer pensamiento que tuvo Harry fue que no parecía una mala opción. Lo segundo fue que entraría en territorios de serpiente, y ese sitio era un peligro constante para El-Niño-Que-Vivió.
— ¿No podemos hablar en otro sitio?— Propuso el león, frenando de repente. Draco, tras casi caerse por el repentino cambio de velocidad, lo miró mal para luego negar.
— Puede que ya no tenga tanta influencia como antes,— sobre todo con mi padre en mi contra, añadió mentalmente Draco— pero ten por seguro que pocos se atreverán a atacarte mientras estés en mi grupo. Aún tengo la influencia suficiente como para defender a mi familia.— Harry pestañeó varias veces. ¿Acaso escuchó bien? ¿En serio Draco ha dejado caer así como si nada que lo consideraba familia?¿En qué moment-?— ¡Harry!— El nombrado soltó un chillido, separándose del otro chico casi al instante.— Lo siento, pero estabas otra vez metido en tu mente pensando en yo qué sé.— Harry tomó varias bocanadas de aire en un intento de regular su respiración, mientras, con un gesto de su mano, le quitaba importancia a lo sucedido. Ambos se quedaron un rato más en el mismo sitio, esperando a que el león se recompusiera por completo. Luego, retomaron su camino, esta vez envueltos en un silencio más intenso.
Cuando llegaron Harry esperó unos segundos hasta que Draco dijera la contraseña, para luego, después de tanta inseguridad, ser arrastrado hacia dentro de la sala común. Todos los pequeños y grandes grupos que habían esparcidos se callaron al instante al ver una paleta de colores diferente en su territorio. Si bien ninguno lanzó algún comentario, las miradas no muy agradables no tardaron en aparecer.
— Recuerda lo que te dije.— Y Harry lo intentaba, intentaba mantener la calma bajo el pensamiento de que nada malo sucedería, pero era a veces tan complicado borrar ese sentimiento de inseguridad…— Vamos, seguro están en mi habitación.— Con leves empujones Draco dirigió a su amigo hasta las escaleras.
Como predijo la serpiente, todo el grupo se encontraba esparcido por la habitación que Draco compartía con Theo. Al igual que antes, cualquier conversación que en esos momentos hubiera se cortó. Draco entró como si nada, mientras Harry esperaba algo incómodo en el marco de la puerta, bajo un silencio se prolongó más de lo que al chico le hubiera gustado.
— ¿Te vas a quedar ahí todo el tiempo?— Sorprendentemente fue Blaise quien tomó la iniciativa de romper el hielo. Daphne, que se encontraba a su lado, le dio un golpe en uno de sus costados, haciendo que el chico se quejara con un: “¡Vamos! ¡Solo intentaba aliviar la situación!” El resto del grupo solo rodó los ojos.
Pansy se levantó decidida justo después, y con pasos firmes se posicionó enfrente de Harry. Extendió su brazo, ofreciendo un apretón de manos. El león, aún un poco fuera de contexto, estuvo dudando por un tiempo de lo que hacer, hasta que, como si se hubiera encendido una bombilla, se movió con torpeza para aceptar lo que creía que era una muestra de cordialidad. Ambas manos se estrecharon, y para sorpresa de Harry, Pansy le sonrió.
— No hace falta que des muchas explicaciones si no quieres, Dragón ya ha dado las necesarias.— En vez de sentirse molesto, un sentimiento de alivio llegó al Gryffindor, quien se permitió relajarse un poco más, pero sin perder por completo la guardia.
Cuando ambos se separaron, fue nuevamente Draco quien lo guió hasta uno de los extremos de su cama, donde ambos se sentaron, uno un poco rígido, y el otro casi apoyando su espalda por completo.
— Entonces estás viviendo con nuestro jefe de casa…— Harry asistió, aclarando que solo fue temporal. Daphne le restó importancia con un movimiento de manos y continuó— ¿Su casa se parece a la de un vampiro, o son solo mitos? Ya le pregunté varias veces a Draco, pero no me convence su respuesta…— El nombrado la miró mal, para luego lanzarle con muy buena puntería un cojín directo a su cara. Todos los presentes no aguantaron las carcajadas, y entre risa y risa, la conversación absurda continuó, soltando alguna coña de broma cada cierto tiempo, y simplemente pasando un buen rato.
Harry, si bien se mantuvo algo distante, debía admitir que fue mejor de lo esperado. En un inicio pensó que sería más bien como un interrogatorio lleno de preguntas que preferiría no responder, pero estuvo totalmente equivocado.
Cuando menos se lo esperaron llegó la hora de la cena, y después de dejar que toda la horda de estudiantes saliese, lo hicieron ellos.
Todo bajo la atenta mirada de una prefecta, quien sin duda se encontraba curiosa por toda esa situación.
Desgraciadamente el comienzo de la segunda etapa del curso trajo un cambio que, si bien Harry se esperaba, pensaba que no sería tan grave.
A lo largo de la primera semana ya se dieron los casos de, probablemente más de un alumno, que intentaban hechizarlo. Muchas fueron las veces en las que se libró por los pelos, esquivando en los últimos segundos los maleficios.
Entre ellos, el que más le sorprendió fue el Crucio que intentaron lanzarle mientras regresaba de los invernaderos.
Solo Ron y Hermione se habían dado cuenta de toda esa situación al haber sido espectadores de uno de los intentos. Sus reacciones fueron de esperar, demandando saber si esa era la primera vez que alguien le atacaba, y si la respuesta era no, si ya había hablado con algún adulto de ese problema.
A Harry no le quedó otro remedió que soltar una mentira, sabiendo muy bien que sus dos mejores amigos montarían una escena si se enteraran de la realidad. Funcionó, pues ninguno de los dos añadió algo más sobre la situación aparte de la promesa de hablar con algún maestro sobre el tema.
Harry esta vez notó como fue Ron quien no estaba tan convencido.
En la tarde del viernes se despidió de sus dos mejores amigos y salió de su sala común para visitar a Draco, quien, según le dijo ayer, estaría en los laboratorios practicando un par de pociones.
El camino hacia las mazmorras se le hizo algo largo, sensación que rara vez tenía las otras veces que se recorría el castillo. Debería haber pensado en eso como una advertencia de que algo no iba a salir bien.
Fue justo al girar la esquina anterior antes de llegar a una de las escaleras para bajar a las mazmorras cuando sucedió. No se dio cuenta hasta que fue ya demasiado tarde. Algo se movió con rapidez detrás de él, para luego murmurar algo, y que, a los pocos segundos, impactara contra su espalda, arrojándolo directamente contra el suelo.
Luego llegaron varias olas de dolor casi seguidas, provocando que cada pequeño movimiento que hiciera le transmitiera una sensación de agonía. Intentó quedarse lo más quieto posible, pero eso no evitó que aún sintiera el dolor.
Las risas se hicieron eco por el pasillo. Aunque parecían estar muy altas, Harry no conseguía escucharlas bien, lo que le dificultaba el trabajo de distinguirlas.
Si bien luchó por mantenerse despierto, no lo logró. Lo último que vio antes de sucumbirse a la oscuridad fue una figura no humanoide acercarse a toda velocidad.
Sirius estaba emocionado. No, mentira, estaba MÁS que emocionado, y algo temeroso, debía admitir. Hoy era el día en el que por fin se acercaría más a su hijastro, un plan que el convicto había estado ideando desde ya hace un tiempo, y que por fin pondría a cabo.
Esperó a que el día oscureciera para entrar al castillo, evadiendo a toda costa a los dementores que tan pesados eran. Fue una tarea relativamente sencilla gracias a su forma de animago, la cual le había salvado de más de una tortura.
Bordeó la estructura hasta que encontró una de las entradas no principales. Allí empezó a guiarse por su olfato, evadiendo a cualquier persona no deseada, y concentrándose principalmente en su ahijado. Si bien siempre se mantuvo alerta, la emoción provocaba que su velocidad aumentará, pasando de caminar a correr.
Hizo varios giros cuando su olfato lo indicaba, siguiente el leve rastro que dejó el joven, e incluso llegó a esconderse dentro de una clase abandonada llena de polvo para no toparse con un grupo de estudiantes. Además, no tuvo otro remedio que evitar toser debido a todo el polvo acumulado de ese lugar. El alivio que sintió cuando por fin pudo respirar con normalidad fue muy fuerte.
Sus orejas se alzaron cuando algo le dijo que faltaba poco, pero terminó parándose en seco al percatarse que algo no andaba bien. Un instinto animal se activó casi al instante cuando vio la escena que sucedía enfrente de él. Se propulsó con una velocidad que rozaba lo anormal, arrojándose contra la persona que sujetaba una varita que apuntaba al chico del suelo.
A Harry.
A su ahijado.
Sirius, con la mente demasiado nublada como para distinguir la realidad, atacó con vigor y constancia a la otra persona, sin importarle ni un mínimo de quién se trataba.
Estaban atacando a su cachorro, estaban atacando a su cachorro, estaban atacando a su-
Una ráfaga de energía lo separó del atacante y lo lanzó hasta la pared más alejada. Soltó un gemido al chocar contra ella, pero eso no le impidió levantarse rápido e intentar retomar el ataque.
— Quédate quieto ahí.— alguien le amenazó, y aunque aún no podía ver bien, sabía cuál era el dueño de esa voz.— No dudaré en lanzarte un hechizo si te mueves. Sabes perfectamente que no tengo reparo en hacerlo, así que mejor quédate ahí quietecito, donde yo pueda verte.— Refunfuñando y sin otro remedio, Sirius obedeció la orden que su viejo amigo le dio. Luego observó como Remus Lupin atendía a su ahijado y se encargaba del otro estudiante.
Con tranquilidad y serenidad Remus Lupin caminaba hacia las mazmorras con la necesidad de hablar con el maestro de pociones sobre ese pequeño trato que tenían con respecto a su peludo problema. Debía admitir que aún se sorprendía como Severus había manejado toda esa situación, intentando de alguna forma centrarse en mantener a raya a su parte licántropa.
El trayecto fue bastante normal hasta que escuchó un grito, y posteriormente, un golpe en seco. Reconociendo perfectamente de quién provenía ese sonido, dejó caer su maletín al suelo, y con su varita en mano, corrió tan rápido como pudo.
La escena que vio allí le cabreó bastante, primero por ver a su sobrino malherido y tirado en el suelo, y segundo por ver a un animago buscado por todo el mundo mágico.
En ese momento se fueron sus esperanzas de tener una tarde tranquila.