
La reunión
Tras deshacerse de Williams, Severus apagó las hornallas con un movimiento de su mano mientras extendía la otra, llamando su túnica negra y su máscara.
Salió de sus habitaciones y fue directo al fondo del pasillo, hasta la entrada del pasadizo que había usado la misma noche que el profesor de defensa lo encontró. Caminó rápido hasta el Bosque Prohibido y siguió hasta el límite de las protecciones que rodeaban Howarts. Finalmente desapareció y apareció en la sala principal de la mansión Nott.
Se unió al círculo que rodeaba el trono de 'su señor', donde Voldemort yacía sentado, escaneando la habitación con su mirada carmesí, comprobando que no faltara nadie.
Pasaron varios segundos en silencio hasta que el Señor Tenebroso pronunció una sola (y desafortunada) palabra.
"Severus", lo llamó en un tono casi complacido. Snape sentía náuseas cada vez que oía esa voz decir su nombre.
Maldiciendo para sus adentro y consentrándose en las paredes de su fortaleza de oclumancia, se acercó y se arrodilló a los pies de lord Voldemort.
El interrogatorió comenzó. Parecía rutina. Eran las mismas preguntas que la mayoría de las veces, formuladas de manera diferente. Él contestaba con cuidado. Cada palabra podía ser recibida con un asentimiento o la punta de una varita en su cara.
Severus sabía que su posición ya estaba comprometida entre los mortífagos. Esquivar Azkaban no había venido sin consecuencias. La duda ya estaba plantada y el Señor Tenebroso lo mantenía vigilado, buscando el error que lo condenara definitivamente.
Voldemort escuchaba cada respuesta con cautela, dándole vueltas a cada palabra en su cabeza. Sabía que el hombre en el suelo frente a sí era probablemente una de las personas más brillantes que había conocido, y si bien no era rival para Dumbledore o para sí mismo, uno no debía bajar la guardia. El anciano parecía confiar en él y eso solo, era motivo para dudar. Ya habían pasado años desde aquella noche de Halloween en la que él había roto su promesa, años desde la muerte de esa mujer. Para él no era problema y no veía porqué al otro debería importarle. Ella era un obstáculo. Menos que eso, era una sangre sucia sin lugar en ese mundo. Pero se interponía entre ellos, entre él y su causa. Ella se había rehusado a moverse y él había hecho lo necesario. Severus Snape debía de ser capaz de entender, como uno de sus seguidores más leales, de sus sirvientes, debía ser capaz de comprender que el fin justifica los medios, que la vida de una sola persona, de una sola mujer, no podía interferir con sus objetivos, con el regreso de las viejas costumbres y la restauración del Mundo Mágico que pronto regresaría a su vieja gloria bajo su mano.
Él profesor debía entender. Su inteligencia y su compromiso a la causa debían hacerlo comprender.
Voldemort no reconocería que dudaba. Hacerlo sería un golpe directo a su orgullo, a esa idea de superioridad que él tenía implantada en su mente. Él era el más fuerte, el más poderoso. Él había descubierto los secretos de la magia más antigua, la más poderosa, la más oscura. ¿Cómo podría algo escapar a su comprensión? ¿Cómo podía quien fuera engañarlo?
Escuchaba a su espía contestar todas y cada una de sus preguntas con un tono neutro y blando, pero aún así respetuoso. Oía cada una de sus respuestas, todas correctas a su manera. Acerca de Dumbledore, acerca de la Orden, de Howarts...
Era... irritante, fastidioso, como ese hombre y sus motivos tan claros parecían tan elusivos. Él mismo era el mejor legeremante en sus tiempos y al infiltrarse en los pensamientos del maestro de pociones, no podía encontrar nada que lo incriminara, nada que confirmara sus dudas. Y aun así...
"Ha llegado a mi una historia interesante acerca de la última clase de Defensa contra las Artes Oscuras", lo interrumpió casualmente.
Snape seguía arrodillado y mantenía la cabeza gacha, esperando las siguientes palabras del Señor Tenebroso, repasando en su cabeza los mil escenarios posibles, las millones de historias y respuestas que podía dar, reduciéndolas a las pocas que lo llevarían a un castigo menos severo.
"Se me ha dicho que el profesor actual casi mata a uno de sus alumnos, ¿correcto?", comentó como si nada. "Pero afortunadamente tú estabas ahí... Salvaste su vida", terminó en un falso tono de admiración, burlándose de lo que había hecho, de la vida de la chica.
Era una trampa, un señuelo para sacar una reacción de él, algún comentario, quizá hacerlo defender sus acciones, lo que fuera para, aunque sea, hacerlo hablar fuera de turno.
Severus no hizo nada, ni siquiera se movió, esperándo la siguiente jugada del otro. Casi como una cacería. El mayor se burlaría de él, amenazaría, provocaría y atacaría. Y él esquivaría cada golpe que pudiera, ocasionalmente recibiendo un asalto de frente para esquivar el que sería el ataque final.
Como ahora.
Voldemort odiaba no conseguir lo que quería, no era ningún secreto. Si quería entender qué lo hacía desconfiar, si quería una reacción de Snape, pero no obtenía nada, su respuesta era la ira. No era lógico, pero buena parte de su razón la había dejado hacía treinta años atrás en la Sala de Menesteres.
Como fuera, alguien tenía que pagar. El no tenía lo que quería y alguien sufriría por ello.
Como dije no era lógico. Esa clase de ideas solo podían ser comparadas con las de un niño apunto de hacer una gran rabieta.
"Salvaste a la señorita, ¿no?", siguió con tono punzante. "¡Salvaste a la pequeña sangre sucia!", terminó con desprecio, como si realmente le importara, como si su único objetivo en ese momento no fuera castigar al principal objeto de su frustración.
Severus ya sabía todo esto, ya sabía que Voldemort tenía sus sospechas, pero ninguna prueba y ya anticipaba la sesión de Cruciatus. Eso no era lo que más le preocupaba, sin embargo. La prioridad no era aplacar al lunático que tenía enfrente, sino al grupo a su alrededor, las personas que susurraban su indignación. Eso era algo que debía remediar, porque por más poderoso que Voldemort quisiera creerse, sin sus mortífagos no era nada, y sin un motivo convincente, no podía matar a uno de sus seguidores 'más leales'.
"Lo lamento, mi señor", comenzó volcando la cantidad correcta de arrepentimiento en su voz para que pareciera que intentaba disimularlo. "Siendo un Maestro de Pociones no intentar ayudar se habría visto demasiado sospechoso. Mi posición como tal se hubiera visto comprometida, podría haber perdido mi lugar en Howarts, a demanda de los padres, y la confianza de Dumbledore en el proceso", se explicó. Hizo una pausa para analizar las reacciones a su alrededor. Dejó que sus argumentos se asentara en los presentes que aceptaron la mentira con facilidad. "Tuve que salvar a esa niña...", imprimió una nota de desdén en la última palabra, "para reafirmar mi lugar ante Dumbledore". Y con eso terminó.
Silencio reinó en la sala cuando Voldemort se incorporó de su asiento y empezó a caminar hacia él. Con una mano bajo su mentón lo hizo mirarlo a los ojos. Severus sintió la invasión en su mente. Reprodujo la memoria de esa mañana.
¿Había sido esa mañana? Qué largo había sido ese día...
Tiñió cada segundo de la memoria con los sentimientos correctos. Desdén, odio, repulsión...
Al final, Voldemort se retiró. Se sentía insatisfecho. Seguía sin encontrar nada. Pero no dejaría las cosas así.
"Como siempre, Severus, tomas las mejores desiciones para alguien en tu posición", ya fuera su trabajo como espía, su condición como mestizo, o su bajo estatuto social, esa sentencía provocó varias risillas malintencionadas en el círculo del Señor Tenebroso. "Como sea, has ido en contra de nuestros principios. No tengo dudas de que has hecho tu mayor esfuerzo, pero esta ofenza no puede quedar impune. ¿Comprendes?", preguntó de manera 'benigna', mientras alzaba su varita.
Severus quería gritar, maldecir, insultar, atacar...
Al final no pudo hacer nada. Solo un soso: "Sí, mi señor".
"¡Crucio!"
El mundo se volvió un borrón de color mientras su cuerpo convulsionaba. Dientes apretados al punto de astillarse para no gritar, para no mostrar ninguna debilidad que pudiera darle excusa a ese psicópata para torturarlo más, para retenerlo allí, en ese deplorable estado, por más tiempo.
Pasaron unos diez minutos. Siempre debía contar, no importaba lo mucho que le gustaría perderse en el fondo de su propia mente, debía analizar el daño para poder repararlo, para repararse.
Cuando terminó, le ordenó levantarse y arrodillarse con sus compañeros en el círculo a su alrededor. Así lo hizo, recogiendo su propio peso como si fuera algo ajeno, se levantó y se unió a los demás, obligándose a seguir allí, a prestar atención al principal motivo de la reunión.
Un escape masivo de Azkaban. Recuperar a los más leales (y más peligrosos) seguidores de Voldemort.
Una vez de vuelta en Howarts, Severus fue a atenderse a sus cuartos. Bebió la dosis correcta de anti-cruciatus, más una poción para la migraña que comenzaba a formarse y un pepper-up que lo mantuviera de pie durante la reunión con Dumbledore.
Solo cuando los temblores desaparecieron, Snape fue a través de su chimenea, por la red floo, hasta la oficina del director.
El anciano estaba en su escritorio revisando rollos de papeleo.
Alzó la vista de su trabajo y lo saludó.
"Severus, ¿qué te trae por aquí a estas horas?".
El nombrado resistió el impulso de señalarle al director lo estúpida que había sido su pregunta, en favor de ir directo al grano y evitar extender su propia tortura.
"Vuelvo de una reunión", explicó. "En pocas palabras, Voldemort está planeando un asalto a Azkaban para liberar a sus seguidores".
Ante eso el director se puso serio.
Ya era hora, pensó Severus evitando poner los ojos en blanco. En serio, ese día solo no quería terminar.
"No hay fecha definida. Voldemort usará sus contactos en el Ministerio para ordenar a los dementores que se retiren. Quedarán solo guardias. Se ordenará un ataque con todos los mortífagos disponibles y se llevara a los prisioneros liberados a una propiedad bajo el encantamiento Fidelius", explicó sin darle al director tiempo para preguntar.
"Entonces", dijo Albus, "una vez que los mortífagos encarcelados hayan sido llevados, no habrá modo de encontrarlos".
Snape asintió.
"¿Hay algo más que puedas decirme?", cuestionó el anciano.
"Habrá un equipo pequeño encargado de aparecer a los rescatados. Serán los únicos que sabrán la ubicación en la casa y yo no estoy entre ellos".
Dumbledore guardó silencio. Snape sintió la intrución en sus pensamientos y concedió acceso a los recuerdos que mostraban lo que había contado.
Finalmente, el director lo excusó y Severus fue a su cuarto.
Incluso con todas las pociones en su sistema, aún sufría del estrés al que su cuerpo y su mente habían sido sometidos. Necesitaba descansar lo más que pudiera, y mañana seguiría como si nada hubiera pasado.