El llamado de la magia [ Disponible en Diciembre]

Althaia se despertó de la siesta, su cuello le dolía, pero miró a su padre dormir. 

Con cuidado se levantó y caminó hacia la chimenea, con cuidado movió el atizador para que las pocas brasas se avivaran, el invierno llegaría y el cuarto necesitaba calor. 

Hace días permaneció aquí cuando a su padre, era la única de la familia que sobrevivió a la viruela de niña y por lo tanto era la única capaz de cuidar a su padre en su enfermedad.

—Es hora de despertar, padre— dijo con positivismo  mientras caminaba hacia la ventana y corría las cortinas para que entrará el sol. — Iré a buscar tu desayuno y te traeré los libros de contabilidad que Lord Groover ha dejado. ¿Qué te apetece desayunar?

Padre no respondió, Althaia se acercó a su cama, estaba quieto. Con cuidado puso su mano sobre su frente, anoche tuvo una terrible fiebre. 

Ella abrió los ojos alarmada a notar la frialdad de su cuerpo. 

—Papá— dijo Althaia colocando sus manos en sus delgados hombros y lo movió un poco— ¿Papá?

Él no respondió, Althaia lo movió un poco más fuerte. Llevó su dedo indice a su nariz, las lagrimas empezaron a mojar las mejillas cuando no sintió respiración, el pecho de su padre permaneció inmóvil. 

—No, no, no — empezó a sollozar Althaia mientras recargaba su cabeza sobre el pecho de su padre. Ella soltó un alarido similar a un animal moribundo a la vez que sus manos se aferraban al camisón de su padre. 

Ella corrió fuera de la habitación llamando a gritos a su madre o algunos de sus hermanos, el primero en encontrar fue Isaac. Él la estuvo por los codos cuando sintió que sus piernas flaquearon. 

—¡Padre ha muerto!— sollozó Althaia. Isaac la soltó cayendo al piso, Althaia continuo llorando con sus manos apoyadas en el piso de piedra mientras él corría a la habitación de papá. 

Pronto sus hermanos empezaron a llegar. Mamá soltó un alarido de dolor, siendo una cosa sollozante pasó sobre ella para ir a ver el cuerpo. 

Althaia se quedó en el suelo llorando. 

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Una semana luego del entierro de padre, Althaia permaneció callada, silenciosa. Su apariencia era lamentable, ojos siempre lloroso y profundas ojeras. 

El llanto de sus sobrinos dentro de la cocina la empezaron a atar. Su hermano mayor se vino a vivir con su mujer y tres hijos, dos de ellos aun bebés lactantes. 

Miriam, su cuñada permanecía miranda la ventana mientras que madre cortaba pan para el desayuno.

El bebé seguía llorando. 

—¡Calla a ese maldito niño!— gritó Althaia perdiendo la paciencia. 

Las vasijas de barro dentro de la cocina explotaron al mismo tiempo. Althaia miró sus manos. 

Lo único que le pidió papá, no hacer magia. 

Las mirada de la cocina estaban sobre ella, mirándola con horror. 

El mundo cayó en ese instante.