just survive somehow

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
Other
G
just survive somehow
Summary
Volver al pasado podía ser peligroso, pero el presente era desolador. Sí, la guerra había terminado, pero le había quitado a todas las personas que amó. Ahora, sabiendo de antemano todo lo que podría suceder y con toda la información necesaria a su disposición, sólo puede arriesgarse a volver al pasado y enmendar los errores de todos, incluidos los suyos. Aunque eso signifique perder a la única persona viva a la que ama.
Note
Empecé escribiendo esto como un one-shot... No sé que sucedió, pero sucedió. De nuevo.
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capítulo seis

Harry estaba desayunando esa mañana en la cocina de Potter's Manor, ya por fin suya, cuatro días después de la dolorosa reunión. Había tenido que tomar una poción calmante, pero nada había detenido el llanto cuando comenzó. Pasó horas y horas llorando, hecho un ovillo, justo como después de la guerra. Había odiado eso con pasión, pero no había podido evitarlo. A veces, las malas costumbres son difíciles de matar. Sin embargo, había tomado una decisión tras tantas horas de autocompasión, una que, Merlín, lo había hecho bastante feliz.

Estaba intentando volver a adaptarse a un nuevo cuerpo tras el ritual de la noche anterior, para nada cómodo consigo mismo, cuando un cuervo entró por la ventana con un sobre grueso en el pico.

Harry conocía demasiado bien a ese cuervo y no pudo evitar sonreír cuando lo vio aterrizar justo delante de él, dejando caer la carta.

—Me enseñaste tú a ser un animago, ¿sabes? —Le confesó al pájaro, acariciándolo debajo del pico. El cuervo graznó y Harry se rió entre dientes.—Luego te reíste por días cuando viste mi forma, bastardo.

Tras una larga mirada de esos ojos negros, el cuervo revoloteó hasta una silla y volvió a ser Severus, quien frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos.

—Eso no es justo, Potter. —Se quejó el hombre. Luego, tras un par de parpadeos, lo miró levantando las cejas:—¿Qué diablos pasó contigo?

Harry se levantó.—¿Un café mientras se lo cuento, señor, antes que retome el vuelo?—Le preguntó burlón. Severus asintió, todavía sorprendido, lo que lo hizo negar con la cabeza divertido. Era difícil impresionar al hombre siempre impeturbable, pero parecía estar siendo sencillo para él últimamente.—¿Como a usted le gusta o como finge que le gusta?

Severus abrió de nuevo la boca para luego cerrarla con un chasquido.

—Como me gusta, por favor.—Terminó diciendo, con una pizca de sorpresa en la voz.—¿Cómo lo sabes, Potter?

Él le dejó la taza en frente.—Usted mismo me lo dijo.

Severus alzó ambas cejas de nuevo. Harry estaba amando el hecho de poder impresionar al hombre cada vez que decía algo.

—De acuerdo. —Suspiró, llevándose la taza a los labios y dando un trago de café.—Entonces, ¿por qué ahora pareces un adolescente de dieciséis años metido en las esteroides?

Potter se rió por la descripción.

—Hice un ritual, buscando el equilibrio perfecto entre mi mente y mi cuerpo pero teniendo en cuenta que debía, de todas formas, asistir a Hogwarts antes de los ÉXTASIS. —Le explicó, no perdiéndose en absoluto la manera en la que Severus estaba mirando su pecho desnudo. Se dio cuenta del momento exacto en la que su mirada paró justo en el lunar que tenía bajo el pezón. De repente, tenía la boca seca así que tomó un sorbo antes de volver a hablar.—Por lo que calculé que alrededor de mis dieciséis estaría bien. Y, et voilà, estás en frente de Hadrian, Harry para los amigos, Black-Delacroux, recién mudado a Inglaterra con sus dieciséis años recién cumplidos.

Severus se atragantó con el café. Mala idea tomar un sorbo en ese momento.

—Black-Dela... ¿Qué diablos, Harr... Hadrian?

Harry negó con la cabeza pasándole un trapo limpio de cocina.

—Parte de mamá, los goblins me obligaron a hacer una prueba de herencia. Una historia bastante larga que se resume en ocho herencias distintas. —Con un gesto de la mano, hizo aparecer un anillo en su dedo anular derecho. Era una banda completamente negra con varios escudos tallados en ella.—Slytherin, Morrigan, Delacroux y Pennac por parte de mamá y los squibs, Gryffindor, Peverell y Potter por parte de papá y Black por parte de mi padrino.

—Merlín bendito.—Susurró Severus, llevándose la mano al puente de la nariz.—No se terminarán nunca las sorpresas contigo, ¿verdad?

Harry sonrió.—Me temo que no. —Le respondió. Luego señaló el sobre.—¿Qué es?

—Un contrato de cortejo.—Respondió Severus, casi tentativo.

Harry sintió que se le paraba el corazón dentro del pecho ante esa respuesta y no pudo evitar mirar el sobre. Ni siquiera le importaba cómo lo habían sabido, pero él no podía aceptar ese cortejo.

No podía. No podía arriesgarse a perder a ninguno de los dos en ningún momento por ninguna razón, no otra vez. No sabía si podría sobrevivir de nuevo a eso.

Había hecho las paces consigo mismo tras esa reunión, tras comprobar que estaban vivos. Había asumido que ellos no eran suyos, que no lo iban a ser jamás y que simplemente tenía que aprender a vivir con ello. Él solo había venido a salvarles la vida, a nada más. Se estaba haciendo a la idea de tener que vivir una vida sin Severus ni Lucius, a pesar de seguir viéndolos. No podía aceptar ese cortejo.

Era la sola idea de volver a perderlos y le partía el alma por la mitad.

»¿Hadrian?—Lo llamó el hombre.

Harry negó con la cabeza, alejando el sobre de él.

—Me siento halagado, —notó su propia voz ronca— pero no puedo aceptarlo.

Severus suspiró.

—¿Por qué no?

Harry se levantó de la silla. No podía. Simplemente no podía permanecer en la misma habitación que el hombre ahora mismo.

—Lo siento. —Susurró. No se atrevía a mirarlo.—No puedo. Simplemente no puedo.

Harry se dio la vuelta y comenzó a salir de la cocina, con los oídos pitando y sabiendo que iba a tener unas largas horas consigo mismo y su eterna lucha, cuando una mano lo agarró de la muñeca, obligándolo a girarse.

—Harry. —Le dijo el hombre, atrayéndolo contra él.

Quiso apartarse, pero no pudo. Era Severus. Severus lo estaba abrazando. Harry rompió lo último que quedaba de sus barreras en ese momento. Años alzándolas para que un abrazo lo mandara todo al suelo. Pero no podía mantenerlas, no cuando era Severus, Sev, abrazándolo de nuevo. El hombre lo rodeó con sus brazos y pudo volver a oler esa bergamota y sándalo que tanto había echado de menos. Era él, Sev. Se permitió saborear la sensación de volver a tener esos brazos fuertes y firmes a su alrededor. Sev había sido siempre su mayor debilidad, mucho más que Luc, porque eran la noche y el día para él.

Luc era su lugar seguro. Harry nunca habría podido ser tan fuerte sin él, sin sus consejos, su sabiduría, su paciencia infinita, su cariño, su ternura y sensibilidad con él y sus intentos de hacerlo feliz constantemente y mimarlo hasta la médula. Sev, sin embargo, había sido un huracán, con esa vena controladora y posesiva suya, sabía que nada llegaría a él si el hombre podía evitarlo. Lo hacía sentir protegido. Luc y Sev habían sido el yin y el yang para él, su cordura y su locura, su alegría y su tristeza, siempre compensándose el uno al otro. Luc había cuidado de él, había vivido los últimos años únicamente por él, pero Sev había muerto por él, por salvarlo. Eran su contraste. Pero a uno lo había visto morir delante de él y el otro había decidido morir para dejarlo ir. Sev era su debilidad aquí, una espina en su corazón. Nunca había podido decirle que lo amaba, nunca. Luc, sin embargo, se lo recordaba cada día que podía.

De uno se había despedido. El otro, sin embargo, sólo había tenido tiempo de cederle una lágrima.

Pero eso había sido otra vida, otro Harry, otro Sev y otro Luc. Él ya no era ese Harry, y ellos no eran los mismos que habían existido allí.

Y él no podía perderlos de nuevo. Había pasado un infierno, seguía pasándolo cuando los recuerdos lo alcanzaban, dejándolo siendo poco más que una masa de puro llanto y dolor.

Se separó, negando con la cabeza.

Acunó la mejilla del hombre con la palma de su mano, brindándole una caricia que sabía que nunca había recibido. Severus cerró los ojos ante eso.

—No puedo permitirme perderlos de nuevo. —Le susurró, siendo completamente honesto.—¿Y si ese cortejo no funciona? ¿Y si resulta que no me aman? —Severus abrió los ojos.—No puedo arriesgarme a eso. No puedo, Sev.

—¿Cómo puedes dudarlo? —Severus preguntó, luciendo completamente confundido.—Lucius ha necesitado una reunión para encapricharse. Merlín, incluso ha intentado manipularme.

Harry se rió entre dientes, un poco sorprendido.

—Por supuesto que lo haría.

—¿También entonces? —Preguntó Severus. Harry asintió.—¿Qué más necesitas? Harry, el cortejo finaliza con el matrimonio. Tenemos dos años y veinticuatro citas...

Harry negó, interrumpiéndolo.—No sigas, Merlín. —Le suplicó. Harry nunca había sido capaz de negarle nada a ninguno de los dos.

Severus le sonrió de lado, acariciando sus costillas con el pulgar y mandando sensaciones que había extrañado demasiado por todo su cuerpo. Harry quería apartarse antes de que se rindiera, por lo que se dio la vuelta dispuesto a irse. Sin embargo, Severus no parecía estar teniendo nada de eso.

Dio un paso hacia delante, colocando una mano sobre su vientre y apoyando su pecho contra su espalda.

»Vete, por favor. —Susurró, cerrando los ojos.

—¿De verdad quieres que me vaya, Harry? —Le preguntó suave, al oído, con esa voz que lo volvía loco. Harry soltó un suspiro tembloroso cuando los dientes rozaron la parte superior de su oreja.—Dímelo de nuevo y me iré.—Le dijo, bajando la cabeza hacia su cuello y dejando un beso allí. Harry se estremeció.

Solo tenía que pedírselo. Él podía hacer eso, por supuesto, podía decirle que se fuera, terminar con esa locura antes de que empezara. Seguir con sus planes, matar a Dumbledore y Voldemort e irse. Dedicarse a viajar, tal vez conocer a alguien nuevo. Volver a vivir de verdad, dejar de encerrarse en los recuerdos.

Pero Severus dejó un camino de besos hasta su hombro y volvió a subir hasta su nuca. La mano en su abdomen dejó una caricia con el pulgar. El olor a bergamota y sándalo lo rodeó y Severus fue más ruin todavía, volviendo a hablar en su oído.

»Firma ese cortejo. —Susurró, mordiendo ahora sí el lóbulo. Parecía el maldito diablo, tentándolo. Harry estaba bastante seguro de que usarían las mismas tácticas.—Permítenos cortejarte, llevarte por todo el mundo, adorarte como mereces. —Severus movió su mano hacia arriba, rozando el pezón, mandando un golpe de electricidad por todo su cuerpo. Cuando lo agarró entre dos dedos y apretó, Harry sabía que estaba perdido. Severus acababa de condenarlo. Le dio la vuelta y lo empujó hacia la puerta, donde Harry se vio obligado a mirar hacia arriba para encontrarse con esos ojos negros. Ahogó un jadeo al ver el hambre escrita allí. Severus dejó un beso en los labios, un beso desconocido hasta ese momento para él, un beso lleno de promesas que Harry no sabía si quería que le hicieran.—Harry, solo firma.

Harry suspiró. ¿Cómo podía negarse ahora? Las manos de Severus descendieron por sus costados, solo las uñas, erizando toda la piel, hasta llegar a su cadera, donde apretaron.

De acuerdo. Firmaría la maldita cosa. Ni siquiera recordaba en esos momentos por qué no quería hacerlo, no cuando Severus volvió a su cuello y dejó un mordisco allí.

—Eres cruel. —Le dijo. Severus levantó la cabeza y lo miró a los ojos con una ceja arqueada.—Eres un bastardo cruel. —Le repitió, indignado. Lo apartó y se dirigió hacia el sobre, abriéndolo. Severus se había quedado parado en el lugar, perplejo.—Siéntate antes de que me arrepienta y te maldiga ese culo pálido. O antes de que te salte encima y te muestre la habitación. Todavía no tengo claro qué quiero hacer. —Severus le sonrió de lado antes de volver a su lugar en la silla. Harry estaba dolorosamente duro y necesitaría una buena paja después de que se fuera el hombre. Leyó todo el contrato en silencio hasta llegar a una cláusula en específico. Malditos slytherin.—¿Esto es real? ¿Pretendes que viva dos años de mi mano y lo creativo que sea capaz de ponerme con los juguetes mientras tú y Lucius disfrutan?

Severus frunció el ceño.—¿Quieres acostarte con más personas?

Harry resopló.—Si ustedes pueden hacerlo, ¿por qué yo no?

Harry sabía que esa cláusula era exclusiva del hombre que tenía delante. Ese era Severus, celoso y posesivo hasta la médula. Como había hecho las paces con que Lucius también lo tomara cuando quisiera, no tenía ni idea. Cómo funcionaba su mente, tampoco. Tal vez había sido consciente de que ambos le aportaban cosas distintas, pero nunca había logrado entender esa parte de él. Sin embargo, si cualquier otro había si quiera tocado a Harry, por amigo que fuera, Severus había corrido a interrumpirlo. O a demostrarle en privado a quién pertenecía de verdad.

Harry no estaba permitiendo ser el único que no disfrutara, de todas formas. Le arqueó una ceja cuando tardó mucho en responder. Severus refunfuñó antes de contestar.

—No tengo muchos deseos de compartirte con nadie más. —Dijo finalmente.

—¿Y pretendes tenerme dos años en abstinencia completa?

Severus suspiró.—Fue un contrato para el Harry que lucía como un niño de once años, de todas formas. —Le dijo, cruzándose de brazos.—Obligué a Lucius a que pusiera que era un cortejo completo de dos años. No estaba acostándome con un niño.

Harry negó con la cabeza.—Cámbialo ahora mismo. No me importa si lo abres a que pueda tener sexo con cualquiera o sólo con ustedes mientras dure el cortejo antes del matrimonio, si es que sale bien, pero Merlín, dos años completos de pura masturbación, por creativo que sea, van a desquiciarme.

Severus refunfuñó de nuevo, con el ceño fruncido, antes de sacar su varita y tocar el pergamino con ella. Todo de mala gana.

La cláusula había cambiado. Harry podía tener sexo con cualquiera. Sin embargo, Harry estaba convencido de que Severus se estaba tomando mal su negativa a esperar, su mente creando teorías cada vez menos realistas y más basadas en sus inseguridades, por lo que suavizó la expresión y le volvió a tender el pergamino.

»No es esto lo que quiero.

Severus parpadeó un par de veces.—¿Entonces qué?—Espetó.

—Tú y Luc. Exclusivamente los tres. Ni tú, ni Luc ni yo estamos abiertos a nadie más. —Le recriminó un poco.—No compartiré babas tampoco.

Harry sabía que había acertado con sus palabras cuando el puro alivio inundó los ojos negros. Que lo mataran si no había llegado a conocer al hombre difícil que tenía en frente. Otro golpe de varita y estaba solucionado. Harry volvió a leer el pergamino completo, ahora un poco más de acuerdo con lo que leía y lo firmó con su varita.

»Listo. —Dijo, colocándolo de nuevo en el sobre.—Ahora vete. Nos vemos la semana que viene para la primera cita. —Harry se agachó y le dio un beso en la mejilla al hombre que lo miraba con ambas cejas alzadas.

Dándose la vuelta, subió de tres en tres las escaleras hasta encerrarse en el baño de su habitación. Necesitaba primero una ducha, luego pensaría en lo que acababa de hacer.

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