A Song for the Fallen

Harry Potter - J. K. Rowling
F/F
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G
A Song for the Fallen
Summary
Ellos son los últimos.En un mundo quebrado por la guerra, donde el eco de las cicatrices se mezcla con los susurros del olvido, Harry y Draco se arrastran entre las sombras. La batalla terminó, pero la guerra sigue viva en sus cuerpos, en sus almas. ¿Qué queda después de perder todo? Ellos son la respuesta: un remanente del caos.El tiempo los lanza hacia el pasado, a un lugar que ya no conocen, a un tiempo que ya no les pertenece. Allí, entre ruinas y recuerdos, se enfrentan a la fragilidad de lo que eran. La guerra los ha marcado, pero el amor que se oculta entre ellos aún quema, desgarrándolos.------------------------------------------------------------------O una historia sobre como Harry se pierde, Draco lo encuentra y en el intermedio, aprenden a amarse.
Note
Primera vez que publico, piedad, por favor.Amo esta historia porque es una recopilación de todas las que he amado. Supongo que captarás los matices si has leído las mismas historias que yo. Si notas un error o algo, por favor, házmelo saber amablemente. Solo soy yo y un café a las 3 de la mañana; esto está sujeto a errores.Me faltan muchas más etiquetas, pero no estoy segura de qué rumbo tomará esta historia, así que las iré agregando a medida que avance. Si me falta alguna advertencia o desencadenante, también háganmelo saber. Lo más importante es estar a salvo.Ahora si, ¡disfruta!

I.

 

Lo primero en caer es el Ministerio: la base de una sociedad. Nunca se confió en el sistema; sin embargo, surge el pánico cuando este se ve desmantelado. De repente, no hay regulaciones, y es como si te dijeran en la cara lo que ya sabes: estás solo.

Un domingo por la tarde, los pilares del Ministerio de Magia arden en llamas, y el humo se vislumbra a kilómetros de distancia. Los muggles hablan de un extraño humo que invade las calles de Londres; los magos cuentan cuentos sobre la perdición.

El ministro muere incinerado en el fuego abrasador, y con él también Lucius Malfoy, los Nott, los Parkinson.

El mensaje es claro para cualquiera que escuche, y todos están escuchando.

Nadie está exento.

Las noticias hablan de todo y de nada; las tiendas se clausuran; las personas desaparecen.

Estás solo. Estás solo. Estás solo.

Se repite como un mantra, y las personas empiezan a creerlo.

Hay protestas, pero con ellas también llegan las amenazas; con ellas llegan las muertes. No las trágicas propias de una guerra, sino las premeditadas y frías, que requieren un público espectador.

Se toman prisioneros, se ofrecen recompensas. Harry Potter es el indeseable número uno; la Orden del Fénix, un grupo terrorista. Cualquiera que los entregue será recompensado, cualquiera que informe será recompensado.

No se dice qué pasa si mientes, no se dice qué pasa si ves algo y no lo informas, no se dice qué pasa si los apoyas, aunque sea en susurros.

Nada se dice, y sin embargo, las personas escuchan.

Estás solo. Estás solo. Estás solo.

 


 


Voldemort transforma una sociedad entera en seis días.

El primer día cambia la jerarquía. Los magos de sangre pura son puestos en los más altos rangos. Rodolphus Lestrange es nombrado Ministro de Magia, Bellatrix Lestrange jefa del Departamento de Seguridad Mágica, Rabastan Lestrange jefe del Departamento de Misterios, Alecto Carrow directora del Departamento de Educación Mágica. 

En el segundo día, se organizan las expediciones. Los Aurores, bajo la mano Bellatrix Lestrange, marchan a las casas y buscan señal de algo. Si lo encuentran, se aseguran de que todos lo sepan,  pintando la marca oscura en los cielos para que todos la admiren, es un recordatorio constante.

Sin importar la edad, género o raza, las siguientes reglas se aplican. Los nacidos de muggles son condenados a la esclavitud de por vida. Los mestizos son asignados a una familia de sangre pura para un programa de reformación. Los traidores de sangre, la mayor ofensa, son llevados a las hogueras que se celebran cada noche en el centro del callejón Diagon, donde son quemados frente a un público, como un ejemplo de lo que le pasa a la rebelión. 

El miedo crece como una semilla plantada en tierras fértiles. Los ojos de los ciudadanos se vuelven sus propias condenas, las personas denuncian a sus amigos, a sus vecinos, a sus hermanos, con tal de quedar exentos. 

Lord Voldemort crea un sistema de vigilancia y lo llama miedo. 

Al amanecer, cuando las cenizas de las hogueras se esparcen en el aire y el temor se puede saborear en el dulce viento invernal. El señor oscuro sonríe.

 

Se estudiará la historia millones de años en el futuro, 

y aún nos preguntaremos,

 la misma pregunta,

¿El mal nace o se hace?

 

Al tercer día, se borran los héroes. Todo símbolo de esperanza es destrozado. Se coloca un tabú en el nombre de Harry Potter, se queman bibliotecas, se derriban monumentos, se eliminan registros. Para el cuarto día no queda información entonces la crean. Se reforma el plan de estudios, y bajo la supervisión de Alecto Carrow, se imparten prejuicios como lecciones y miedo como impulso. Los sangre pura aprenden a pelear como soldados, y los mestizos a correr como ratas. 

Al quinto día la economía cambia. Si tu sangre es la incorrecta, lo tuyo no te pertenece, y cualquier ilusión de libertad se te es quitada. Lo que necesitas para vivir depende de alguien que te odia, alguien que te desprecia. Solías ser un sanador, ahora eres un obrero, solías ser un auror, ahora no eres más que un simple sirviente. Surgen mercados ocultos, porque cuando algo se construye, algo más se destruye. Sin embargo, sin importar tu sangre, procedencia, descendencia hay algo que todos tienen en común. Todos se arrodillan ante un mismo dios.

 

Una llama crece en lo profundo, 

Inmortalizada por un breve momento de incertitud,

Rebelión,

Susurraron los monstruos

Dolor,

Respondieron los humanos

 

Una llama, 

dijeron, 

rebelión,

Acusaron,

sin saber que las llamas se apagan tan solo con el viento.

 

Al sexto día Harry Potter abdica del lado de la luz y se convierte en el segundo al mando del señor oscuro y el mortifago más temido del mundo mágico. Camina por el mundo con un nuevo nombre “Ahriman” que se traduce como dios de la destrucción y oscuridad.

Muchas personas le temen por lo que será y muchas otras más por lo que fue. Por el significado que trae consigo la caída de un Dios.

 

El niño que vivió.

El elegido.

 

Un héroe cae y con él también lo hacen las esperanzas.

 

Un mensaje se envía.

 

Al séptimo día, el señor oscuro descansa.

 

Llueve,

El día que la llama se apaga,

Es inesperado,

Cómo los finales siempre lo son

 




El día siguiente a la caída de Harry Potter, Draco visita el Callejón Diagon.

Es la primera vez que sale de la Mansión desde el incendio del Ministerio, y no sabe por qué lo hace. Tal vez porque está harto de andar de puntillas en su propia casa, tal vez porque no quiere ver a su madre llorar por su padre, tal vez porque quiere presenciar la perdición del mundo ahora que su salvador se ha convertido en su verdugo.

Tal vez, y solo tal vez,
porque una luz se ha extinguido,
y Draco quiere ver el mundo sumido en la oscuridad.

 

Le golpea fuerte verlo de nuevo, le saca el aire de los pulmones y se lo entrega al viento, que está más que agradecido de tomarlo.

Pensó en rabia cuando visualizó el mundo afuera de su mansión. Pensó en caos. Pero en ningún momento se le pasó por la cabeza la sumisión.

Es lógico, supone. No todo el mundo es Harry Potter, con valentía brotando en cada poro de su piel e imprudencia corriendo por sus venas. Es lógico, se dice. Aun así, Draco nunca lo imaginó. Nunca imaginó ver las tiendas a las que solía ir tomado de la mano de su madre, clausuradas y destruidas. Nunca imaginó los escombros arrumbados en las esquinas ni la neblina que ha reclamado el aire. Nunca imaginó la estatua.

No, Draco nunca lo imaginó. Después de todo, siempre tuvo una mente estrecha.

Y, sin embargo, pensó que se había preparado. Los mortífagos en su casa contaban cuentos, siempre revoloteando por los espacios de la mansión, libres, ocupando lugar y sabiendo que nadie los haría pagar por ello. Draco los escuchaba hablar, porque nunca se molestaron en bajar la voz. Oía sobre el mundo hecho a medida por el Señor Oscuro como escuchaba las historias que su madre le contaba historias antes de dormir: atento, absorbiendo cada detalle.

Aun así, nada pudo haberlo preparado para lo que nadie le advirtió, para aquello que consideraron que no valía la pena mencionar.

Nadie le habló del zapato tirado en la calle, un zapato de niño, chamuscado y medio destrozado en la esquina de un callejón. Nadie le advirtió sobre el silencio ensordecedor o sobre el eco de gritos si te acercabas demasiado a los bordes. Nadie le dijo que la Marca Tenebrosa seguiría en el cielo, visible a pesar de la distancia, señalando otra matanza. Nadie le habló de las hogueras apagadas, aún humeantes tras haber quemado familias enteras vivas por el simple hecho de existir. Nadie le dijo que dolería así, que le apretaría el pecho hasta provocarle náuseas, hasta dejarlo paralizado.

Nadie le advirtió. Pero él debió haberlo sabido. Porque lo único que ve el final de la guerra es la muerte.

No se queda mucho tiempo. Así de cobarde es. Pero sí camina lo suficiente para vislumbrar la estatua.

¿Cómo no verla? Tan grande que es vulgar, erguida en el centro de todo.

Congelado en piedra, el Señor Oscuro se alza en todo su esplendor. Sus facciones reptilianas han sido talladas con esmero, con una dedicación casi reverente. Sus túnicas le llegan hasta los pies. A sus pies, escalones. Draco no piensa demasiado en su utilidad, porque allí mismo lo ve.

Personas arrodilladas, con las cabezas entre las rodillas, susurrando oraciones, pidiendo clemencia, temblando y sollozando en silencio.

Personas vigiladas a la distancia, monitoreadas, obligadas a demostrar devoción incluso en su dolor. En su rabia.

Fue tan estúpido, piensa Draco, con la cabeza entumecida.

¿Cómo pudo no haberse dado cuenta antes? ¿Cómo pudo no saber que toda la sangre luce igual de grotesca cuando es derramada?

 

Un hombre que mata por placer, que quema por diversión, que odia por principio. ¿Cómo pudo haber pensado que lo respetaría? A él, a sus tradiciones, a su cultura.

 

Un hombre sin amor, un monstruo sin corazón.

 

¿Cómo pudo pensar que le importaría la familia?

¿Su familia?

 

Es ese dia que Draco aprende, 

que el precio de ver un mundo en oscuridad, 

se paga con sangre






Se lo encargan a Fenrir Greyback. Un mortífago se lo informa días después del resurgimiento del Señor Oscuro, el incendio del Ministerio y la muerte de su padre. Draco parpadea y se obliga a asentir. Fenrir Greyback será quien lo vigile. Escucha esas palabras, y un latido sordo lo acompaña durante horas mientras prepara sus baúles.

Cuando llega el momento de irse, trata de no pensar en ello. Respira y cuenta. Sus pies, enfundados en zapatos de charol, se deslizan por las escaleras hacia el salón principal sin emitir el más mínimo sonido.

Draco no piensa. Solo respira y cuenta.

1, 2, 3


Fe-


4, 5, 6


Gre-


7, 8, 9

Fenrir-
Greyback.

 

Respira y cuenta.

 

1, 2, 3


—Cuando el Señor Oscuro gane… —gruñidos, olor a ceniza, saliva. Greyback respira en su cuello.


4, 5, 6


Le pediré un regalo— risas, carcajadas, una lengua se desliza por su oreja. Draco tiembla.


7, 8, 9


—Será divertido, Malfoy. Lo prometo.

 

Su madre lo espera abajo, pero Draco casi no la reconoce. Su cabello está opaco, sombras oscuras cuelgan bajo sus ojos… Sus mejillas, húmedas.

Mamá, ¿qué pasa? quiere preguntar. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

—Mi bebé… —su madre murmura con la voz ronca, mientras las lágrimas corren libremente por su rostro. Se acerca, le sostiene las mejillas y susurra de nuevo—. Mi bebé, mi niño…

Sus manos tiemblan y Draco quiere preguntar por qué. Pero las palabras se le quedan pegadas al paladar. Le dan náuseas. Traga saliva.

Mamá, ¿por qué tiemblas?
Mamá, mamá…
¿Por qué lloras?

Se siente como un niño otra vez.

Traqueteo. Pasos. Olor a ceniza. Gruñidos.

1, 2, 3


—Cuando el Señor Oscuro gane…

Risas. Carcajadas.

 

—Es hora de que me lleve al chico, Sra. Malfoy —Greyback lo aparta de su madre. Hay una mueca en sus labios… tal vez una sonrisa. De cualquier forma, deja ver sus dientes, ennegrecidos y afilados—. Está en buenas manos. Cuidaré de él, lo prometo.

Traqueteo. Ceniza. Gruñidos.

—Será divertido, Malfoy. Lo prometo.

Lo prometo.
Lo prometo.
Lo prometo.

Más que una promesa, suena como una burla.

Su madre hipa. Esta vez son sollozos los que escapan de su boca. Levanta la mano, como si fuera a cubrirse los labios, a contener su dolor y conservar su orgullo, como siempre lo ha hecho. Pero a medio camino, se detiene. Draco la ve romperse. Su cuerpo convulsiona con el temblor de su llanto.

Se está rindiendo.

La realización le saca el aire de los pulmones.

Se está despidiendo.

Mamá, mamá, mamá…
No te derrumbes.

—Vamos, Malfoy.

Un empujón. Lo toman del brazo y, en un parpadeo, Draco se ha ido.






Narcissa Malfoy, se queda ahí. Estancada. Rodeada por las paredes de una jaula disfrazada. Ella siempre ha vivido en jaulas. Sin embargo, esta es diferente, esta no es el tipo de jaula en el que ella está dispuesta a vivir.

Piensa en su esposo, que murió por el mismo hombre cuyos seguidores rondan por su casa, piensa en su hijo, que acuno en sus brazos. En su único hijo, que nació después de la pérdida de sus hermanos en el vientre de su madre, como un milagro. Piensa en su hijo, que le espera un peor destino que la muerte, con un tipo de monstruo para el que Narcissa no pensó que tenía que prepararlo.

 

Narcisa Black, se queda ahí. Estancada, con la locura de su familia corriendo por sus venas. 

Ella piensa en su hijo, y su sangre hierve.

 

La guerra es cruel,

dicen 

los que no han visto,

la furia de una madre