Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Convertirse en hijo

Cuando Harry por fin salió del número doce de Grimmauld Place, parecía estar extremadamente en alerta. Sus ojos verdes, los mismos que los de su madre, se movían ansiosamente entre los dos hombres en el porche. Sirius, encaramado en la parte superior de la barandilla balanceando el pie, y Snape apoyado contra el pilar con los brazos cruzados. Ninguno estaba hablando, lo que al menos significaba que no estaban discutiendo. Snape pudo sentir inmediatamente cuán grande era la incomodidad de Harry y lo hizo sentir instantáneamente clemente con Black por querer intentar aspirar a hacerlo mejor por el bien del chico. Harry no debería sentirse tan atrapado en medio de ellos.

—Lo siento, señor —se disculpó Harry, con la escoba en una mano y la mochila en la otra. Señaló la chaqueta gris que llevaba puesta, que Snape reconoció como uno de los artículos que le había comprado el mes pasado—. La señora Weasley me dijo que hacía frío y tardé un poco en encontrarla.

—No importa —respondió Snape—. No tengo ninguna prisa.

Sabía que esto tenía que ser una sorpresa para Harry, quien en circunstancias normales probablemente habría estado esperando que Snape estuviera listo para retorcerle el cuello después de haberle dejado afuera en el frío esperándole en compañía de Sirius Black.

—Quiero que uses tu capa de invisibilidad —le instruyó.

Harry obedeció, balanceando su mochila delante para abrirla.

—Señor, ¿no vamos a...?

—Hogwarts —explicó Sirius en alto, sonriendo mientras pateaba la barandilla en la que estaba sentado con un poco más de entusiasmo. Harry se volvió para mirarlo sorprendido mientras Snape asentía.

—Tengo algo de trabajo que hacer —explicó Snape— y tendrás más cosas con las que entretenerte allí que en Cokeworth.

—Genial —dijo Harry, echando otro vistazo a Sirius, del que habría esperado que se tomara esa noticia mucho peor.

—Piensa en todas las posibilidades... —le dijo Sirius—. Tienes la libertad de correr por el lugar. Y Filch ni siquiera puede decirte qué hacer porque técnicamente no estás en el colegio en ese momento, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo te quedas allí, Severus?

Harry parecía un poco sorprendido de que Sirius se dirigiera a Snape cortésmente, absteniéndose de incluir uno de sus comentarios cortantes habituales. Sin embargo, parecía aún más confundido cuando este respondió de la misma manera.

—Probablemente un par de días y luego lo traeré de vuelta aquí. Me imagino que Harry querrá pasar la última parte de sus vacaciones de verano contigo.

—Suena bien —dijo Sirius con facilidad, mientras Harry sacaba en silencio la capa de su mochila.

Sostuvo la tela brillante en sus manos y se acercó a Sirius para darle un rápido abrazo de despedida.

—Diviértete —le dijo su padrino y luego se despidió de Snape con la cabeza una vez a la vez que se deslizaba fuera de la barandilla y se ponía de pie.

—Vamos a aparecer en Hogsmeade, luego puedes volar tu escoba hasta el castillo —dijo Snape, mientras Harry se ponía la capa para seguirle hasta la acera donde el encantamiento Fidelius no llegaba.

Harry apretó el brazo de Snape y desaparecieron juntos. Casi en el mismo instante, llegaron al lugar exacto en Hogsmeade donde los carruajes tirados por los thestrals esperaban cada uno de septiembre para llevar a los estudiantes que salían del Expreso de Hogwarts hasta el castillo.

—Cierto, encantamiento desilusionador —dijo Snape, indicando a Harry para que levantara la parte delantera de su capa de invisibilidad para poder verlo y realizar el hechizo—. Puedes adelantarte —dijo, quitándole la mochila y la capa—. Simplemente no trates de volar hacia los terrenos hasta que llegue allí para abrir la puerta. A menos que quieras ser electrocutado.

—Sí, señor —dijo Harry, ya ansiosamente montando su Saeta.

Despegó con fuerza desde el suelo sin pausa y voló bien alto hasta las nubes. Snape no estaba visible para él, sin contar la pequeña mota de luz que emitía su varita, y este tampoco podía ver dónde estaba Harry, excepto cuando el chico descendió a tierra y pasó junto a él de forma borrosa.

Snape comenzó el largo viaje hasta Hogwarts solo. Podría haber aparecido más cerca del colegio, pero había querido darle a Harry algo de tiempo afuera primero. Podría haber volado él también si hubiera querido, pero como en sus años como estudiante, Snape tendía a elegir cualquier otro medio de viaje si podía evitarlo. Aunque ciertamente era lo suficientemente competente en escoba, no poseía el talento que ambos Potter compartían.

—Debes estar congelado —observó cuando llegó a las puertas de hierro a los terrenos y Harry voló desde el cielo para encontrarse con él.

—Repetiría de nuevo —respondió Harry con entusiasmo, incluso mientras temblaba en el acto.

—Podrás hacerlo —respondió él, sacando la gran llave de latón que le habían confiado y girándola en la cerradura. Un destello de luz brilló por las barras y crujió para permitirlos pasar.

Entraron en los terrenos y luego Snape, usando su varita, la cerró de nuevo. Le lanzó un encantamiento cálido al estudiar a Harry, diciéndole que podía dar una vuelta en escoba por el castillo antes de encontrarse con él en la entrada principal.

—Puedes estar fuera todo el día mañana —prometió—. Estaré ocupado.

Snape tenía mucho que atender en la enfermería con la señora Pomfrey, y luego ver en que quería Minerva McGonagall que la ayudara. Si tenía tiempo, también podría comenzar a preparar su aula para el nuevo trimestre. Aunque eso no tomaría mucho tiempo y ya estaba considerando no regresar a la Hilandera por el resto del verano. Prefería estar en Hogwarts, aunque siempre era bastante extraño estar dentro del castillo casi desierto.

No muchas antorchas estaban encendidas como normalmente estaban y cada paso que daban parecía hacer eco. El gran comedor estaba oscuro y vacío cuando Snape se detuvo para que Harry pudiera echar un vistazo. El magnífico techo brillaba con estrellas que nadie podía apreciar, ya que a pesar de que Hogwarts era la residencia permanente de algunos de los profesores, los espacios principales a menudo permanecían inactivos hasta que los estudiantes regresaban. La única alma que se encontraron en el camino por los escalones de piedra que conducían a las mazmorras, era el fantasma de una atractiva dama gris, que se deslizó sin siquiera mirarles.

—Mis cuartos están más allá de mi oficina —explicó Snape.

Harry le seguía a sólo un paso detrás de él. Tenía su Saeta de Fuego colgada sobre el hombro y su varita encendida, como la de Snape, para guiar el camino a través del pasillo oscuro. Pasaron por las puertas cerradas del aula de pociones y los armarios privados de Snape. Este giró a la derecha al final del pasillo, más allá de donde se encontraba la entrada secreta a la sala común de Slytherin, y se detuvo frente a su oficina.

—Mollitiam. —Le dio la contraseña a la puerta, que se abrió para revelar la estrecha habitación de piedra en la que la mayoría de los estudiantes, incluido Harry, habían estado en algún momento u otro—. Justo aquí. —Dirigió a Harry hacia la pared desnuda a la izquierda de su escritorio.

Sus Slytherins sabían que aquí le encontrarían si era necesario por la noche, pero nunca había dado a ningún estudiante acceso tan directo como estaba a punto de hacerlo ahora.

—Coloca tu mano sobre la piedra negra —prosiguió y Harry, obedientemente, extendió la mano para tocar la suave piedra negra que estaba cementada en el centro de la pared.

Snape sacó la varita y la apuntó a la mano de Harry. En silencio, comenzó a murmurar el encantamiento, sabiendo que había funcionado cuando vio la piedra calentarse y luego disolverse en las manos de Harry. El resto de la pared hizo igual, convirtiéndose en un majestuoso arco que revelaba la acogedora calidez del apartamento de Snape. Solo podía imaginar lo que Harry había estado esperando, pero sabía con confianza que no podría haber sido esto.

Le observó cruzar el umbral que separaba la austera oficina del acogedor cuarto. Era muy pequeño, pero tenía una comodidad que no podía ser igualada por la casa descuidada en la Hilandera. Tenía un cómodo sofá para sentarse frente a una gran chimenea. Snape apuntó con la varita para encender un ardiente fuego, mientras Harry giraba por el corto pasillo que conducía al dormitorio y al baño.

—Vaya —exclamó Harry y este supo de inmediato lo que le había llamado la atención.

—El resto del colegio piensa que es triste estar aquí abajo; pero nadie, aparte de Slytherin, tiene una vista como esta —dijo Snape, viendo a Harry mirar fijamente la pared de vidrio que daba una vista directa al fondo del lago. Había luces brillantes encantadas en el agua que hacían visible sus profundidades, incluso en medio de la noche.

—Es como estar dentro de un submarino —exclamó él, agachándose para examinar una nutria que lo miró a través del cristal por un momento, antes de alejarse nadando.

—Exacto —concordó Snape—. Hay algo muy calmante en el agua. Aunque verás algún Grindylow ocasionalmente.

—Mejor desde aquí —comentó Harry.

—Sí, supongo —respondió él, considerando las criaturas con las que Harry se había enfrentado durante el Torneo de los Tres Magos. Luego tuvo una idea, recordando la discusión que él y Harry habían tenido durante la clase después de la segunda prueba—. Bueno, admítelo, Potter. ¿Cómo robaste las branquialgas de mi oficina?

—No lo hice —insistió Harry, sonriendo cuando este bufó, incrédulo—. No, en serio —insistió—. No fui yo. Fue Dobby.

—Dobby —repitió Snape.

—Sí, el viejo elfo de la casa de los Malfoy —dijo este—. Dobby me trajo un poco de branquialgas y me dijo que si las comía, podría respirar bajo el agua.

—Interesante —dijo Snape suavemente—. ¿Y este es el mismo elfo de Lucius Malfoy que engañaste que liberara?

—Sí —dijo Harry, orgulloso—. Y lo digo en serio, señor, si viera la forma en que los Malfoy lo trataban, nunca los defendería.

—No defiendo a los Malfoy —dijo él lentamente.

Harry le lanzó una mirada mordaz.

—Dejas que Malfoy se salga con la suya.

—Porque necesita a alguien de su parte —respondió Snape con calma—. Y porque no serviría pelear con Lucius por el comportamiento de su hijo. Créeme, soy plenamente consciente de lo que Draco probablemente va a llegar a ser si las cosas no cambian pronto. También sé que es tan mimado y arrogante como su padre lo ha criado a ser. Solo tengo mis propios medios sutiles para tratar de ayudarlo.

Lo que no incluía intentar parecer demasiado preocupado por Draco frente al Señor Tenebroso. Había sido castigado severamente por eso y había reprimido el impulso de incluso mirar en la dirección del chico las últimas veces que habían estado juntos en la Mansión Malfoy. Era por su propia seguridad tanto como la de Draco, aunque Snape estaba ciertamente ansioso por tenerlo pronto de vuelta bajo su cuidado en Hogwarts.

—¿Cómo lo ayudas? —Harry urgió.

Los ojos negros de Snape se clavaron en los de Harry. Estaba un poco sorprendido por la repentina amargura en su tono. ¿Y detectaba acaso un pequeño atisbo de celos?

—Por supuesto, mi principal prioridad es, y siempre ha sido, mantenerte protegido —añadió de forma reconfortante, lo que tuvo el efecto deseado de distraer a Harry de pensar demasiado en Draco Malfoy.

—¿Siempre? —Harry parpadeó.

Snape asintió.

—Me hice una promesa a mí mismo después de que tu madre muriera de que siempre te mantendría a salvo por ella.

—Pero me odiabas —señaló él.

—Odiaba a tu padre —corrigió Snape suavemente, sorprendido de que lograra incluso hacerlo sonar como pasado—. Eso no es culpa tuya o tu problema.

Snape había tardado demasiado en darse cuenta de eso. Pero aún había más que no podía decir en voz alta. Sobre cómo mirar a Harry a veces era como mirar un desencadenante que caminaba y hablaba, y no estaba seguro de si eso podría cambiar. Y, sin embargo, Harry aun así se había metido de alguna manera en la parte más completa y menos rota del corazón de Snape. Cuidar de Harry ya no era un trabajo que hiciera amargamente y era refrescante estar de vuelta con él en Hogwarts, dentro de las habitaciones que siempre se habían sentido más como su casa que la Hilandera.

—Ven conmigo —dijo, decidiendo algo en el acto.

Abrió la puerta del pequeño armario de sábanas que estaba entre su dormitorio y el baño al final del pasillo. Estaba lleno de toallas y otros objetos diversos que Snape sacó de los estantes con un rápido movimiento de varita. Cuando Harry se acercó y se quedó a su lado, Snape apuntó la varita directamente al armario ahora vacío.

—Engorgio —dijo claramente y observó cómo se agrandaba—. Bombarda. —Y la pared de piedra detrás explotó, dejando espacio de sobra.

El armario se había convertido en la entrada a lo que parecía ser una celda de buen tamaño. Aunque eso era solo la estructura exterior de lo que Snape pretendía.

Entró e hizo un gesto con la cabeza para que Harry lo siguiera. En silencio, recorrió el perímetro. Apuntó a las paredes y al suelo con su varita hasta que retiró todos los escombros, dejando solo una piedra lisa.

—Lumen Fenetra —dijo Snape. Una de las paredes de piedra desapareció para reemplazarse por una ventana de vidrio que iba del suelo al techo, que presentaba una vista de las profundidades del lago al igual que la que disfrutaba en su propio dormitorio. Snape golpeó su varita contra ella y la luz impregnó el agua oscura. Apuntó su varita hacia el techo y una lámpara de araña llena de luz de velas comenzó a brillar.

—¿Qué cortinas de color quieres? —preguntó, mientras bajo sus pies aparecía de repente una gruesa alfombra gris que coincidía con la del resto de sus habitaciones.

—Eh...

Harry observó a Snape convertir las paredes a un beige claro. Sus ojos estaban fijos en el impresionante trabajo de la varita. Snape había creado una habitación de casi nada, con solo unos pocos movimientos sutiles de su mano.

—Rojo... Supongo —respondió, pensando en su dormitorio en la torre de Gryffindor.

—Típico —se burló Snape, mientras se volvía para mirar hacia el pasillo.

Ahora había dos toallas de baño flotando en esa nueva habitación, dirigidas por Snape con una pequeña seña de su varita.

—Mutatio —dijo y se convirtieron en pesadas cortinas carmesí que tocaban el suelo. Se deslizaron sobre la pared de la ventana y se colgaron en una barra de cortina que había aparecido de la nada—. Nunca se sabe quién podría pasar nadando —dijo en voz baja—. En general, no es más que un pez o un pequeño destello del calamar gigante, pero se sabe que a veces la gente marina viaja por aquí. Cierra las cortinas si quieres estar seguro de que tienes privacidad.

—Sí, señor —dijo Harry, todavía mirando alrededor de la habitación en completo desconcierto. Como si no pudiera comprender lo que estaba haciendo su profesor, incluso cuando sucedía ante sus propios ojos.

—Veamos ahora —dijo Snape, casi para sí, poniendo brevemente su varita contra sus labios mientras miraba alrededor del espacio vacío. Entonces la levantó de nuevo—. Accio...

Tres troncos de la pila ordenada al lado de la chimenea en el salón flotaron hacia Snape y cayeron con cuidado sobre la alfombra frente a él. Giró la mano de modo que su palma estaba hacia arriba y el primer tronco creció y se convirtió en una hermosa cama de roble. Se elevó del suelo y se empujó contra la pared frente al lago. Entonces Snape invocó otra toalla de la pila que había sacado del antiguo armario de ropa y la transformó en un colchón.

Viendo los ojos brillantes de Harry mirándolo con asombro, Snape realmente sonrió. Luego giró sus ojos al segundo tronco y lanzó un hechizo para convertirlo en un escritorio que colocó justo en frente de un lugar en la ventana donde un gran grupo de rocas a menudo se ocupaba de tortugas pasajeras. El tercer tronco se convirtió en una alta cómoda. Casi terminado, el antiguo armario de ropa se había convertido en un magnífico dormitorio que Harry nunca había visto igual. Snape no se molestó en pedir sugerencias de color antes de convertir otra toalla vieja en  unas sábanas y en un edredón de oro brillante, para que coincidiera con el rojo Gryffindor de las cortinas.

—¿Me falta algo? —preguntó Snape, casi sonriendo por la expresión aturdida en la cara de Harry. El chico estaba sin palabras, absorbiendo cada centímetro de su nuevo entorno—. Muy bien — se respondió a su propia pregunta, mientras volvía a meterse la varita en el bolsillo—. Ahí tienes, entonces.

Decidió dejarlo así por el momento. Eligió salir de la segunda habitación que había agregado a su hogar en un impulso repentino; todavía tenía dudas sobre hasta dónde estaba tomándose esto, pero también se dio cuenta de que no podía recordar sentirse tan positivo sobre la vida desde que era un niño, perdido en su mundo junto con Lily. Acoger a Harry le había dado un propósito que nunca supo que podría encontrar de nuevo. Mucho más esperanzador y satisfactorio que solo trabajar para mantener al chico vivo por remordimiento y deber.

Estaba considerando hacerse una taza de té para poder dormir cuando inesperadamente algo por detrás le golpeó. Consiguió ver una mata de cabello negro desordenado al darse la vuelta para mirar al chico que había salido corriendo de su nuevo dormitorio y directamente hacia él.

—¿Eso es para mí? —Harry preguntó, agarrando trozos de la túnica de Snape para que no pudiera escapar.

Snape alzó las cejas.

—Bueno, no se me ocurriría decorar una habitación para mí en rojo y oro, ¿no?

No hubo respuesta, a menos que contaras al chico aferrándose a él aún más fuerte. Snape no estaba acostumbrado a ser abrazado o a estar tan cerca de alguien. Dudó, al mismo tiempo que se reconocía para sí lo mucho que ese dormitorio significaría para un niño que había crecido en una alacena. ¿Qué hubiera significado para Snape si alguien hubiera hecho algo así por él?

—Harry —dijo en voz baja, pero el chico aún no lo soltó.

Inseguro de qué más debía hacer, Snape pasó sus brazos alrededor y le dio una ligera palmadita en la espalda, lo que parecía haber sido un error. En el momento en que lo abrazó, Harry comenzó a temblar y estremecerse en sollozos silenciosos. Snape se quedó helado. ¿Harry Potter, llorando? El chico podía perder todos los huesos de su brazo y parecer completamente impasible. Había tenido un duelo con el Señor Tenebroso hacía apenas unos meses y se había controlado bastante bien desde entonces. Al menos cuando estaba despierto...

Snape no sabía qué hacer. Solo podía imaginar lo incómodo que iba a ser para ambos una vez que finalmente se separaran. Harry se apoyaba tanto en él en ese momento que Snape no estaba seguro de si sus propias piernas lo sostenían. Era como si hubiera soltado el peso del mundo, tan injustamente colocado sobre sus hombros, y confiara en Snape para que lo sostuviera por él.

—Está bien. —Trató de sonar tranquilizador.

Al mismo tiempo, sintió un dolor increíble surgir dentro de sí mismo por la cruel desgracia que le había sucedido al pobre chico, por la que Snape sabía que era al menos parcialmente responsable. Si hubiera tomado mejores decisiones hace tantos años, Harry no se estaría rompiendo así en ese momento. Estaría en una casa con una madre y un padre, que lo habrían amado sin parangón. Se suponía que Snape no iba a estar presente para nada. Sin embargo, ahí estaba, sujeto en esos momentos como un salvavidas en un mar tormentoso.

—Ven aquí —dijo suavemente, retrocediendo y tirando de Harry hasta que sintió el sofá detrás de sus piernas y se sentó. Había tenido miedo de que el movimiento despertara a Harry a lo que estaba haciendo y le hiciera alejarse, pero no tenía por qué haberse preocupado. Harry parecía demasiado abrumado en ese momento como para ir a ninguna parte, y demasiado necesitado de ese alivio emocional. Snape continuó sosteniéndole con fuerza en sus brazos, permitiéndole llorar lágrimas saladas en su túnica, mientras apoyaba la cabeza del chico en su hombro y acariciaba tranquilamente su cabello.

—Hice esa habitación para ti —dijo Snape con cuidado— porque hablaba en serio antes cuando dije que podías venir a mí en cualquier momento. ¿El paso a estas habitaciones? Ahora reconocerá tu toque. Eso es lo que he hecho en mi oficina cuando hemos llegado; lo arreglé para que pudieras ir y venir cuando quisieras. Bajo tu capa de invisibilidad, puedes venir aquí sin que nadie lo sepa. Cada vez que quieras.

—Gracias —Harry se estremeció contra su túnica, y Snape le apretó más fuerte.

Él era el que debería estar agradeciendo a Harry. Era él el que estaba empezando a tener sentimientos y sentir el potencial al que se había creído previamente inmune. Y Snape todavía no sabía lo que estaba haciendo, pero estaba feliz de hacerlo. Acurrucando al chico que parecía necesitar eso tanto y preguntándose cómo pudo haber estado tan equivocado sobre Harry durante tanto tiempo.

—Cuando quieras —repitió Snape, con un brazo sosteniendo la cabeza de Harry mientras el otro lo mantenía cerca, alentándolo en silencio a permanecer exactamente donde estaba durante el tiempo que quisiera. Sin vergüenza de dudas, o a lo que pudiera venir después.

Esto era nuevo para ambos y Snape no estaba seguro de cómo proceder. Aunque aceptaba que hacer a Harry su propio dormitorio y llevárselo ahí cuando no estaba obligado a hacerlo ya había cimentado una relación que superaba cualquier cosa que Albus Dumbledore hubiera soñado para ellos. Dejaba a Severus Snape esperando fervientemente que pudiera ser digno de tal papel, mientras se sentaba en su sofá sosteniendo a su hijo mientras el mundo cruel comenzaba a tener un poco más de sentido para él.

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