Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
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Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Confía en buena gente

Al contrario de lo que Harry esperaría de cualquier otro adulto reaccionando a fuegos artificiales disparándose dentro de su casa, Sirius estaba animando más fuerte que nadie a la espectacular exhibición de Fred y George Weasley. Se llamaban salvajes magifuegos Weasley y los gemelos habían pasado la mayor parte del año pasado inventándolos. Habían cogido a todos por sorpresa al sentarse en la cocina esa noche, habiendo terminado todos el pudín, cuando de repente los rodearon chisporroteos, estallidos y chispas de color explotando a su alrededor.

Para Harry, había sido la manera perfecta de concluir el final de lo que había resultado ser un día muy largo. De alguna manera, había esperado que estar en el Cuartel General de la Orden del Fénix sería un poco más dramático, pero lo más emocionante que le había sucedido hasta el momento era tener que aplicar un antídoto para el veneno de Doxy durante una tarde que pasó fumigando una infestación de cortinas en la sala de estar. Ron y Hermione le habían dicho que se habían mantenido lejos de cualquier asunto de la Orden, por lo que sabían incluso menos que él sobre la actividad de Voldemort.

—¡Si los aturdes, explotan, mamá! —advirtió Fred cuando la señora Weasley apuntó con su varita a algunas chispas azules que por poco le habían dado en el hombro.

—¡Oh, Fred! —La señora Weasley presionó los labios en una delgada línea, pero su hijo solo se rio y condujo a los fuegos artificiales lejos de ella, agitando su varita como una batuta.

Harry sabía que la señora Weasley nunca había aprobado el sueño de sus hijos de abrir una tienda de bromas, pero no podía imaginar a Fred y George haciendo otra cosa. Tenían a todos los demás residentes en ese momento del número doce de Grimmauld Place partiéndose de risa. Entretenidos y extremadamente perdurables, Sirius les había dicho que debían anticipar hacer una pequeña fortuna con ellos. Reafirmaba a Harry que había hecho lo correcto al darles su premio del Torneo para ayudarlos a comenzar. Ahora solo tenía que esperar que la señora Weasley nunca se enterara de que había hecho posible que sus hijos comenzaran una carrera que ella no aprobaba.

—También se multiplican si tratas de desvanecerlos —explicó George, con una sonrisa traviesa iluminando su rostro mientras se lo demostraba a todos apuntando con su varita a uno púrpura junto al candelabro que inmediatamente se volvieron diez.

—¿Cómo los estás controlando exactamente? —preguntó Ron en voz alta con asombro, mirando hacia el techo mientras dos fuegos artificiales colisionaban en el aire encima de él. Se unieron en un giro naranja y amarillo, ahora el doble de grueso que cualquiera de los otros.

—A mí también me gustaría saberlo —comentó Hermione, mirando alrededor de la habitación con asombro—. Quiero decir, realmente es una magia extraordinaria.

—Eso significa mucho viniendo de ti, Hermione —dijo George burlón, apuntando a una estrella fugaz a la espalda de su hermano gemelo—. Como agradecimiento, te dejaremos probar uno de nuestros Surtidos Saltaclase gratis. Bombones desmayo, turrón sangranarices, pastillas vomitivas... Vamos, Hermione. ¿Cuál te atrae?

Hermione negó con la cabeza en protesta, pero Harry se volvió para mirar a Sirius sentado a su derecha.

—¿Qué son los Surtidos Saltaclases?

—Dulces que te enferman para que puedas salir de clase —explicó Sirius divertido, redirigiendo un fuego artificial que iba directo hacia ellos de vuelta a George—. Comes la mitad y te enfermas. Luego, una vez que sales de clase, tomas la segunda mitad para curarte y disfrutar de tu periodo libre. Es brillante. Me pregunto por qué James y yo nunca pensamos en algo así. Habría sido útil.

—Bueno, vosotros inventasteis el Mapa Merodeador —dijo Harry, haciendo referencia a una de sus pertenencias más preciadas; un mapa de Hogwarts que mostraba todos los pasadizos secretos y etiquetaba a cada persona dentro del castillo y de los terrenos. Era una de las herramientas más útiles cuando se trataba de salir a escondidas después del toque de queda y no ser atrapado, y significaba aún más para él saber que su padre había hecho lo mismo.

—Eso es cierto —concordó—, pero te digo, si estuviera aquí hoy, tu padre definitivamente querría invertir en lo que están haciendo. Van a triunfar, estoy seguro de eso.

La señora Weasley, que no podía haber oído lo que Sirius decía con el ruido, coincidentemente eligió ese momento para dejar claro que no compartía el mismo optimismo sobre el futuro de sus hijos.

—Sois tan inteligentes —les dijo a los gemelos, melancólica—. Realmente sabéis mucho. No entiendo por qué no conseguisteis más TIMOS. Podríais hacer mucho si solo aplicarais la mitad del mismo esfuerzo en vuestros deberes.

—No te preocupes, mamá —le dijo Fred tranquilamente, dándole unas palmaditas en la espalda—, el pequeño prefecto Ronnie va justo detrás de nosotros para hacerte sentir orgullosa.

—¿Eres prefecto? —preguntó Harry, volviéndose hacia Ron—. ¿Cómo es que no me lo has dicho?

Sonó mucho más acusador de lo que había pretendido, pero con todo lo demás que estaba sucediendo en su vida, Harry había olvidado por completo que entrar en quinto año significaba que dos estudiantes de cada casa, un chico y una chica, se elegirían como prefectos del colegio. Si lo hubiera recordado, con toda honestidad, probablemente habría asumido que la insignia sería para él en vez de Ron y eso lo desanimó al darse cuenta de que Dumbledore lo había pasado por alto una vez más. Se sumaba a las frustraciones de Harry; que a pesar de lo que había pasado, lo que había logrado, todavía se le dejaba fuera y se le excluía de la información o los roles que pensaba que deberían ser suyos.

—No es nada del otro mundo —murmuró Ron, con los orejas enrojecidas y mirándolo; Harry inmediatamente se sintió avergonzado por no tener el primer instinto de felicitar a su amigo.

—Por supuesto que lo es —le dijo—. Bien por ti, amigo. —Forzó una sonrisa y luego se volvió hacia Hermione—. ¿Tú también?

—Sí —Hermione sonrió con orgullo. No podría haber sido de otra manera.

Pero detrás de ella, Fred y George, evidentemente aburridos de toda la charla sobre prefectos, se habían subido a dos sillas a pesar de las protestas de su madre, y habían comenzado a tirarse fuegos artificiales el uno al otro. Ron parecía agradecido por la distracción y se acercó para verlos. Ginny les animaba, pero Hermione los observaba con una expresión en su rostro tan parecida a la señora Weasley que había que subrayarse.

Sirius, que parecía ser la única persona que había notado el cambio en el estado de ánimo de Harry, aprovechó el caos que distraía a todos los demás en la habitación para arrojar un brazo alrededor de su hombro y acercarse.

—James y yo tampoco fuimos prefectos —le dijo con orgullo—. Nos metíamos en demasiados problemas juntos.

—¿Y mi madre? —preguntó Harry, ya sintiéndose un poco más alegre en su interior sabiendo que él y su padre no habían sido elegidos como prefectos.

—Sí, Lily lo fue —respondió Sirius.

Harry lo pensó y luego decidió contárselo a Sirius.

—El profesor Snape me mostró un recuerdo de ella en un lago en verano. Parecía una persona muy alegre.

Sirius abrió la boca pero luego la cerró. Un grito espantoso había llenado de repente la casa por encima de todo. Incluso casi no se oía el sonido de los fuegos artificiales que caían al suelo y subían en pequeñas explosiones, ya que Fred y George abandonaron su duelo para taparse los oídos.

—¡Cerdos! ¡Canallas! ¡Subproductos de la inmundicia y de la cochambre! ¡Mestizos, mutantes, monstruos, fuera de esta casa...!

—Vieja arpía miserable —gruñó Sirius, poniéndose de pie y dirigiéndose hacia la puerta de la cocina con su varita antes de que los gritos se detuvieran tan repentinamente como habían comenzado.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Harry alarmado, una vez que la habitación volvió a estar en silencio.

—Mi madre —dijo Sirius desalentado—. Hay un viejo retrato horrible de ella en el vestíbulo con un encantamiento permanente en la parte posterior. Por eso les decimos a todos que no hablen al entrar. Me pregunto quién estará aquí. ¿Tal vez Arthur?

—No. —La señora Weasley negó con la cabeza—. Dijo que no lo esperáramos hasta por la mañana.

La pregunta se contestó un minuto más tarde cuando una mujer joven con el pelo rosado chicle llegó tropezándose en la cocina.

—¡Lo siento! ¡Perdonad! —exclamó, disculpándose ante todos—. Me he tropezado con ese maldito paragüero de nuevo. Ya sabéis, ¿el que tiene forma de pierna de troll?

—Nos sucede a todos nosotros. —Remus Lupin sonrió amablemente, mientras entraba detrás de ella con un aspecto aún más agotado y que le hacía parecer más viejo que la última vez que Harry lo había visto. Sus miradas se cruzaron—. El profesor Dumbledore me mencionó que Severus te traería hoy —dijo con cariño—. ¿Contento de estar aquí?

—Sí, claro —sonrió Harry.

—Esta es Nymphadora Tonks, Harry —dijo Remus, señalando a la joven con el pelo rosa chicle.

—Sólo Tonks —le corrigió, saludando con su mano, entusiasta—. Qué hay, Harry.

—Tonks es la recluta más nueva de la Orden —continuó—. También es una aurora en el ministerio.

—Bueno, acabo de terminar —dijo ella modestamente.

Un auror era alguien que capturaba magos oscuros y la única carrera después de Hogwarts que Harry había considerado seriamente. Sabía que era muy difícil ser admitido.

—Casi suspendí Sigilo y Rastreo en mi examen final, soy muy patosa. Bueno... —Imitó tropezar con el paraguas de nuevo y todos se rieron—. Pero al menos no desperté a nadie —añadió alegre, mirando alrededor de la cocina llena. La mayoría de los fuegos artificiales ya se habían extinguido, pero aún quedaban algunas chispas chisporroteando cerca del suelo—. Solo necesito dejar un informe para Dumbledore...

—Permíteme llevar a todos estos a la cama primero —dijo la señora Weasley, que recibió protestas instantáneas de los gemelos y de Ginny.

—No puedes darnos órdenes —dijo Fred indignado.

—Ya veremos —dijo ella brevemente—. Mañana os despertaré temprano a todos. Vamos a limpiar el resto de las habitaciones del segundo piso.

Harry y Ron iban a compartir una habitación grande en el tercer piso. Ya había llevado su baúl y la jaula de Hedwig para instalarse allí, pero aún no había rastro de su lechuza. Harry no sabía si todavía estaba cazando o si había decidido quedarse con Snape un poco más. Sin embargo, confiaba en que volvería pronto. Empujó su silla hacia atrás sin quejarse y se levantó para seguir a Ron fuera de la cocina.

—Espera, Harry —dijo Sirius, agarrando su hombro con fuerza—. Me gustaría pasar un tiempo a solas con mi ahijado favorito.

Harry se aseguró de no llamar la atención de la señora Weasley mientras le permitía que lo sacara de la cocina por delante de todos los demás. Subieron juntos las escaleras del sótano y pasaron de puntillas por el retrato aturdido de la señora Black hasta la sinuosa escalera que conducía hasta el piso más alto donde dormía Sirius.

—Mantego ahí a Buckbeak —le señaló las puertas dobles cerradas de la habitación principal donde sus padres habían dormido una vez.

Había otras dos habitaciones con puertas cerradas. En una había un cartel por encima del umbral que decía: No entrar sin el permiso expreso de Regulus Arcturus Black.

—Eso parece algo que Percy Weasley colgaría sobre su puerta —comentó Harry.

Sirius miró el letrero con una mueca.

—Mi hermano Regulus. Mis padres siempre lo consideraron un hijo mucho mejor que yo. Se unió a los mortífagos y luego fue asesinado por Voldemort cuando trató de echarse atrás.

—¿Qué? —Los ojos de Harry se abrieron horrorizados.

—Oh, sí —dijo Sirius con indiferencia, abriendo la puerta de su propia habitación.

Era una habitación grande y elegante con un candelabro colgando del techo y un número abrumador de banderas y colores de Gryffindor. Había una cama grande con una cabecera tallada en el centro de la habitación. Las paredes estaban cubiertas con muchas fotos de motocicletas muggles, chicas muggle en bikini y una gran fotografía en movimiento de los cuatro merodeadores. Harry sonrió al ver a su padre de pie en el centro de sus amigos. Era como mirarse en un espejo, excepto por los ojos.

—Esta habitación es muy diferente del resto de la casa —comentó Harry.

—Bueno, se puede ver por el aura de toda esta casa que mi familia estaba llena de magos oscuros —sonrió Sirius sombríamente—. Me compliqué la vida, tal vez demasiado a veces, para demostrar lo diferente que era del resto de ellos.

—¿Tus padres también eran mortífagos? —preguntó.

—No —negó con la cabeza—. Pero pensaban que tenía razón. Fue un día orgulloso para ellos cuando Regulus tomó la Marca Tenebrosa, pero luego trató de retractarse cuando vio lo lejos que Voldemort estaba dispuesto a llegar. Bueno, no entregas tu renuncia a Lord Voldemort. Es una vida de servicio... O la muerte.

—O agente doble —añadió Harry en un murmullo, apartándose de la fotografía de su padre para posarse en la cama grande.

—No vayas a sentir demasiada lástima por Snape —dijo Sirius con un ceño fruncido, colapsando en la cama junto a Harry.

—No lo haré —dijo él rápidamente.

—Snape quería unirse a Voldemort —le recordó—. Hizo esa elección por su cuenta y todavía no sé por qué Dumbledore confía tanto en él. Si Snape es lo suficientemente inteligente como para engañar a Voldemort, entonces podría estar haciendo lo mismo con nosotros.

—Confío en él —dijo Harry de inmediato.

Se mordió el labio mientras miraba arrepentido a Sirius, pero sabía que era verdad. Lo que quiera que Snape fuera, tenía la confianza de Harry. Había visto el miedo en sus ojos cuando había tenido que ir a reunirse con Voldemort y lo veía sufrir con lesiones que se curaban lentamente, infligidas con torturas que este consideraba perfectamente normales. Pero aparte de Voldemort, Harry había visto un lado muy humano y extremadamente vulnerable de Severus Snape ese verano. Alguien inteligente y con imaginación que había pasado por la vida sin encontrar un lugar en el que encajar, que estaba acostumbrado a estar extremadamente solo.

—Vas a tener que decirme lo que pasó este verano, Harry —dijo Sirius lentamente, sus labios temblando de incertidumbre—. Pensé que te haría estar miserable.

—Yo también —dijo él honestamente—. Pero estuvo bien... En realidad más que bien.

—Honestamente estoy sorprendido —contestó él—. Después de todas las peleas que tuve con Dumbledore en tu nombre este verano... Snape actuó como un ser humano decente por primera vez en su vida.

Harry asintió con la cabeza. Se sentía indeciso sobre si pedirle a su padrino detalles sobre el conflicto entre Snape y los merodeadores o mantenerse fuera de él. Al final, resistió el impulso de preguntar. No era su pelea y no era responsable de ningún trauma que hubiera surgido de ello. Quería mirar hacia adelante, incluso si eso significaba enfrentarse a Voldemort. Al menos estaba rodeado de personas en las que confiaba, que estaban dispuestas a luchar con él.

—¿Me contarás más sobre mi padre? —preguntó Harry, volviendo a apoyarse en las numerosas almohadas gruesas que adornaban la cama.

Estaba ansioso por saber el pasado. Por oír historias. Por recuerdos de los padres que no podía recordar, pero que habían sido tan queridos por las personas que le habían hablado de ellos ahora. Fortalecía a Harry y hacía que lo imposible se sintiera posible. Su legado era de ellos. Los estaba haciendo sentir orgullosos. Y eso iba a ser el modelo a seguir de Harry.

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