Si Estás Dispuesto

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Si Estás Dispuesto
Summary
Severus Snape había elegido un camino hacía mucho tiempo y no creía que merecía el perdón o ser feliz. Sin embargo, aprender a aceptar que no es la única persona capaz de cambiar lo llevará a un futuro mejor con la familia que nunca había tenido. Criar a Harry con Sirius nunca había sido parte de su trato con Dumbledore, pero de alguna manera se había convertido en su papel más importante. [Comienza al final de El cáliz de Fuego].
Note
Esta historia la escribió la increíble VeraRose19, quien me ha dado permiso para hacer esta grande traducción. Os prometo que esta historia vale la pena ^^ No dudéis en dejar comentarios y dar también un montón de kudos a la autora original de este fanfic. ¡Disfrutad!
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Un Claro Camino a Seguir

—Severus —continuó Dumbledore, dirigiéndose a Snape—, ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

—Lo estoy —contestó Snape.

Parecía más pálido de lo habitual, y sus fríos ojos negros resplandecieron de forma extraña.

—Buena suerte, entonces —le deseó Dumbledore.

(Harry Potter y el Cáliz de Fuego, JK Rowling).

***Advertencia*** Harry Potter no me pertenece. Solo soy un gran fan a quien le encanta imaginar y explorar las posibilidades y experiencias de los maravillosos personajes de JK Rowling. ***

Dumbledore le miró de manera inquieta, algo que Snape ignoró. Su mirada oscura analizó con rapidez a Harry Potter, quien estaba sobre la cama de la enfermería con aspecto agotado y de sufrimiento, rodeado por sus amigos. Fue una mirada que apartó con rapidez, pues no tenía ganas de hacer contacto visual con nadie. Giró sobre sí mismo y, sin decir una palabra, se marchó de la enfermería, sabiendo que estaba tan listo y preparado como alguien podría estarlo. Aunque eso no decía mucho, teniendo en cuenta lo que estaba a punto de hacer.

Caminó por el pasillo y salió por las puertas del castillo con resolución, aliviado de no encontrarse con nadie en el camino. Dumbledore se había asegurado de que el público del Torneo de los Tres Magos se hubiera dispersado con mucha rapidez después de que Potter regresara con el cuerpo de Cedric Diggory. Había enviado a todos los estudiantes de vuelta a sus camas y la profesora Sprout se había reunido con los padres de Diggory. Snape necesitaba llegar al borde de los terrenos de Hogwarts antes de poder aparecerse; no tenía espacio mental para preocuparse de nada más en ese momento.

Se concentró en organizar sus pensamientos y poner escudos donde era conveniente. Snape se había dedicado a dominar el arte de defender la mente y era la única manera en que podría tener la oportunidad de sobrevivir. No podía perder el tiempo en tener miedo, detenerse a lamentarse o pensar en las consecuencias que lo habían llevado a ese punto. Había tomado unas decisiones hacía mucho tiempo y ese era su camino en la vida. En el momento en que salió de los terrenos, Snape apuntó con la punta de su varita a la marca tenebrosa en el brazo, sin darse la oportunidad de dudar.

Sintió un tirón de la cabeza al estómago y desapareció, reapareciendo casi instantáneamente donde estaba el Señor Tenebroso. Parecía ser una gran sala de estar de una antigua mansión abandonada. Sábanas blancas y polvorientas ocultaban la mayoría de los muebles y las sillas estaban boca abajo sobre la larga mesa cerca de la ventana, que estaba cubierta por unas cortinas escarlatas. Voldemort se había movido del cementerio que Potter había descrito y, con la habitación en silencio aparte del fuego crepitante, parecía que ya había echado a los otros mortífagos.

Concentrándose en mantener su mente tranquila y concentrada, reprimiendo sus emociones, Snape apretó con fuerza su varita. Inclinó la cabeza para mirar alrededor de la silla que estaba frente al fuego, alcanzando a ver una forma que confirmaba que alguien estaba sentado allí en silencio. Oyó un siseo y Snape levantó la varita en tensión, viendo como una enorme serpiente se deslizaba del regazo de la persona en la silla al suelo. Bajó hasta la alfombra en dirección suya, con los ojos amarillos mirándolo con hambre. La serpiente lo mantuvo quieto en su lugar y pareció que una eternidad pasaba antes de que Voldemort se pusiera de pie para saludarlo.

—Mi Señor —dijo Snape de inmediato, de rodillas, haciendo una gran reverencia.

—Severus Snape —siseó Voldemort con frialdad.

La túnica negra de Voldemort llegaba hasta el suelo y Snape levantó la cabeza para observar cómo el Señor Tenebroso se acercaba. Era algo terrible de ver; el rostro serpentino dejaba entrever la poca humanidad que aún quedaba en él. Pero ahí estaba en carne y hueso, con un cuerpo y un rostro más lleno de furia de lo que Snape se había atrevido a imaginar. Su renacimiento no había ido como se había pretendido. Harry Potter se había encargado de eso y todos los seguidores de Voldemort se habían visto obligados a pagar el precio.

—Perdonad mi tardanza —dijo.

Se quedó sin aliento inesperadamente al ser lanzado con violencia contra la pared. Su varita se despegó de sus manos hacia el pasillo, donde aterrizó en la gruesa alfombra gris. Estaba desarmado e impotente, no que hubiera tenido la intención de usarla. Snape no se atrevió a hablar y tensó su mandíbula con fuerza al recibir otro golpe invisible en el rostro. Miró a Voldemort y notó la mirada asesina y satisfecha en sus ojos rojos; Snape, arrepentido, bajó la cabeza.

—Mi Señor, tengo mucho que explicar.

—No esperaba que volvieras —comentó Voldemort, en un tono jocoso—. Pensé que habrías huido con el rabo entre las piernas.

—No, mi Señor —replicó Snape—. Quería venir de inmediato.

—¿Ah, sí? —preguntó Voldemort, y agitó la varita para hacer un corte limpio, como el de una daga, en la cara de Snape—. ¿No ha sido más bien la lealtad a un nuevo amo lo que te ha traído aquí? —Y mientras la sangre resbalaba por la mejilla de Snape, volvió a hablar—. ¿No estás aquí bajo las órdenes de Dumbledore? Crucio.

Lo dijo con frialdad, sin darle una oportunidad para explicarse o defenderse. Este gritó. Ni siquiera él podía resistir la insoportable tortura de la maldición Cruciatus. Le hacía sentir como si estuvieran quemando todo su cuerpo y estuvieran pulverizando sus huesos al mismo tiempo. Se retorció en el suelo, incapaz de pensar en nada más que en el dolor y en cuánto necesitaba que se detuviera. Abusar de ese hechizo hacía que sus víctimas rogaran que les mataran, pero Snape no lo hizo. Aguantó y cuando Voldemort levantó la maldición, Snape escupió sangre.

—¿Tan poco se preocupa Dumbledore por su peón que te envía de regreso conmigo? —Voldemort le provocó.

—Soy tuyo, Amo —dijo él rápidamente, con tanto ánimo y dignidad como pudo. Antes de que Voldemort volviera a lanzarle una maldición, continuó—. Nunca he pertenecido a Dumbledore.

—Has pasado los últimos trece años viviendo en el bolsillo de ese viejo necio —comentó Voldemort, apático.

—Creí que habíais muerto —susurró—. Usé la protección de Dumbledore para mantenerme fuera de prisión.

Voldemort levantó su varita y Snape se tensó, pero esta vez no le apuntaba a él. Hubo un chillido de dolor y un hombre rechoncho con un brazo plateado entró desde el pasillo donde había estado vigilando en posición firme. Era Peter Pettigrew y Snape le fulminó con la mirada mientras escupía más sangre. Culpaba a este por todo, incluso más que a Voldemort. El cobarde traidor que había contado a su señor dónde se escondían los Potter y le había ayudado a volver al poder esta noche. Se obligó a apartar la mirada.

—Colagusano acudió a buscarme —dijo Voldemort—. Este hombre cobarde e imbécil ha hecho más por mí que tú, Severus. No te importaba si volvía. Nunca has intentado encontrarme. Estabas perfectamente contento de estar en manos de Dumbledore.

—No, mi Señor —replicó Snape en voz baja y levantó la cabeza con cierta dificultad para poder mirar a Voldemort directamente a los ojos y decir en voz baja—: Tendría que haberos buscado. Tendría que haber hecho más.

—¿Más, como salvar la vida de Harry Potter? —preguntó Voldemort.

Snape se tensó de nuevo y frunció el labio, indignado, al oír el nombre que tanto despreciaba. Sacudió la cabeza con amargura y el pelo grasiento, que tenía algo de sangre, se le pegó al rostro. Había estado pendiente de Potter desde el día en que había llegado a Hogwarts y había intervenido cada vez que era necesario. Estaba decidido a que Harry Potter no sufriera ningún daño, pero ahora tenía que convencer a Voldemort de que eso no era una traición, sino una jugada estratégica.

—Lo mantuve a salvo por Dumbledore —confesó él—. Sólo su protección me mantenía fuera de Azkaban. Seguí sus órdenes, o eso cree él. He mantenido mi puesto en Hogwarts.

—Como un cobarde —siseó Voldemort y, abatido, Snape agachó la cabeza.

—Sé que no merezco clemencia —dijo arrepentido y usó su túnica negra para quitarse parte de la sangre del rostro—. Pero sé que volveré a ser útil para vos, mi Señor. Ahora más que nunca. He estado espiando a Albus Dumbledore durante todos estos años desde que me ordenasteis trabajar ahí —le contó—. Dumbledore confía en mí y me cuenta secretos. Cosas sobre la Orden y sobre Potter. Cree que solo me he reunido con vos ahora mismo porque me lo ha mandado, pero siempre le he sido fiel.

—¡Fiel! ¿Has oído eso, Colagusano? —preguntó Voldemort con sorna.

—Sí, Señor —respondió Colagusano con nerviosismo. No estaba seguro qué quería Voldemort que respondiera. Si bien creía lo que este decía o si estaba punto de matarlo.

—Barty Crouch Junior ya ha recibido el beso del Dementor —dijo Snape y Voldemort le miró fijamente.

Aunque era una tortura, se tambaleó sobre sus rodillas y se arrastró por el suelo hasta él. Necesitaba probar su valor. Necesitaba convencer al Señor Tenebroso de que era leal y que estaba por encima de esas debilidades que sus otros mortífagos mostraban. En esos momentos, Severus Snape no se arrodillaba ante él y le besaba el dobladillo de la túnica por miedo. Podría haberse quedado escondido en Hogwarts bajo la protección de Dumbledore. Snape había respondido a la llamada de Voldemort porque quería volver a servirle, haciendo su papel tan bien que casi podría creérselo él mismo. Utilizó Oclumancia, de manera que sabía, con seguridad, que Voldemort no vería nada más que honestidad en su mirada.

—Han encontrado el verdadero Alastor Moody y descubrieron a Barty Crouch antes de que pudiera cometer un intento de asesinato contra Potter. Dumbledore ha mandado a Sirius Black para reunir a los miembros de la Orden del Fénix y alertó al Ministro de Magia de tu regreso, aunque Fudge no quiere creerlo. Potter ya le ha contado a Dumbledore todo lo que ha sucedido en el cementerio. Y hay más —prosiguió, desesperado, todavía agarrando el dobladillo de las túnicas de Voldemort—. He averiguado mucho sobre Dumbledore y Potter en los últimos trece años que deseo compartir con vos, Señor. Vivo para serviros.

—Levántate, Severus —dijo Voldemort y Snape se levantó sin pensar. Su rostro estaba tieso con un autocontrol que disimulaba cuánto dolor sentía. Voldemort se giró a Colagusano para ordenarle—: Recoge su varita.

Este se apresuró a salir al pasillo para recoger la varita del suelo. Se la trajo de vuelta y se la ofreció, temblando. Snape alzó las cejas y aceptó la varita sin una palabra. Le observó con desprecio y se deleitó al ver que este se encogió de miedo. Las cosas realmente habían cambiado desde sus tiempos en el colegio, cuando Pettigrew tenía amigos más fuertes para esconderse y atacar a Severus, cuatro contra uno. Incluso el haber dado literalmente a Voldemort su brazo no había hecho nada para que este ascendiera de rango. Severus Snape probaría ser mucho más valioso.

—Déjanos, Colagusano —ordenó Voldemort y hubo otro chillido de dolor cuando le echó con una vago movimiento de varita.

—Dumbledore cree que solo estoy aquí bajo sus órdenes —explicó Snape de nuevo—, para poder volver y mantener mi puesto para vos.

Voldemort se giró para dar unos largos pasos, se sentó en la misma silla y puso su varita entre sus manos. Su serpiente también se deslizó hacia él, enrolló su cuerpo alrededor de la pata de la silla y levantó su inmensa cabeza. El Señor Tenebroso la acarició suavemente con uno de sus largos y pálidos dedos mientras Snape cojeaba para unirse a ellos y, con valor, se sentó sobre la silla vacía que estaba justo al lado de su señor.

—Empieza por el principio —indicó Voldemort con la mano, ahora dispuesto a escuchar.

Snape comenzó a contar una versión modificada de dónde había estado y qué había hecho justo después de la noche en que Voldemort había ido tras los Potter. Era hora de probar de qué estaba hecho. Era el castigo inevitable que había estado anticipando desde que había notado que la marca tenebrosa comenzaba a formarse una vez más en su piel. Parecía estar lo suficientemente cerca de la redención como para casi tocarla y ahora estaba satisfecho, incluso si estaba sufriendo. Su camino a seguir estaba claro.

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